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    El genocidio en Croacia (1941-1945)

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    Mensaje por stefanos666 Miér Ago 22, 2012 7:31 pm




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    Mensaje por pedrocasca Miér Ago 22, 2012 8:39 pm

    Es un tema de lo más interesante y que además se nos ha hurtado habitualmente dada la conveniencia política para el Imperio de presentar a los croatas (católicos en su mayoría, los que fueran creyentes) como sojuzgados bajo la bota del socialismo de Tito y de los serbios (mayoritariamente de la iglesia ortodoxa) por sus creencias religiosas y su afán monárquico-democrático que les llevó a enfrentarse con las armas en la mano a los malvados serbios comunistas. Después de la guerra de la ex-Yugoslavia aún más se acentuó esta versión de la historia y se obviaron situaciones tales como las matanzas de población civil realizadas por los guerrilleros fascistas chetniks (monárquicos) croatas en la Segunda guerra mundial, su alineamiento con los nazis e incluso la lucha contra los comunistas junto a miles de cosacos que venían huyendo desde Rusia junto con el ejército alemán. Agradecido por los vídeos, tovarich stefanos666.
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    Mensaje por stefanos666 Jue Ago 23, 2012 12:43 am

    pedrocasca escribió:
    Es un tema de lo más interesante y que además se nos ha hurtado habitualmente dada la conveniencia política para el Imperio de presentar a los croatas (católicos en su mayoría, los que fueran creyentes) como sojuzgados bajo la bota del socialismo de Tito y de los serbios (mayoritariamente de la iglesia ortodoxa) por sus creencias religiosas y su afán monárquico-democrático que les llevó a enfrentarse con las armas en la mano a los malvados serbios comunistas. Después de la guerra de la ex-Yugoslavia aún más se acentuó esta versión de la historia y se obviaron situaciones tales como las matanzas de población civil realizadas por los guerrilleros fascistas chetniks (monárquicos) croatas en la Segunda guerra mundial, su alineamiento con los nazis e incluso la lucha contra los comunistas junto a miles de cosacos que venían huyendo desde Rusia junto con el ejército alemán. Agradecido por los vídeos, tovarich stefanos666.

    toverich... el holocausto en la Croacia nazicatolica de Pavelic... era tan terrible ...que escandalizó hasta los alemanes!
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    Mensaje por pedrocasca Sáb Sep 01, 2012 10:08 pm

    Hay en el Foro un tema titulado Papa rezará por el alma de um fascista en Croacia con fotografías interesantes y links a textos de interés:

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    Mensaje por pedrocasca Sáb Sep 01, 2012 10:22 pm

    No estoy seguro, pero creo que es en el blog Fracción Proletaria en donde está publicado el interesante texto siguiente, relacionado con Croacia, la iglesia católica, los ustachis, los crímenes de guerra. El artículo es mucho más largo que este extracto que he encontrado por la red:

    El Vaticano beatifica a los criminales de guerra

    Tanto para el Vaticano como para los nazis, la católica Croacia, rodeada de ortodoxos y musulmanes, fue siempre un perla. A partir de 1941, cuando los nazis disolvieron Yugoeslavia, la Iglesia católica se vinculó estrechamente al Estado títere dirigido por los ustachis. Alentados por el Vaticano, que vio una oportunidad inmejorable de aumentar su influencia en la zona, los miembros de la Iglesia croata no solo bendijeron al nuevo régimen, sino que participaron directamente en las matanzas.

    Al comienzo de la II Guerra Mundial los nazis utilizaron a los ustachis croatas para crear un Estado títere con un filonazi -Ante Pavelic- como presidente. Además de nazi, Pavelic era un ferviente católico y visitante regular del Vaticano y el Papa. Los ustachis croatas también enviaron tropas al frente soviético para luchar contra el Ejército Rojo, pero los problemas empezaron a surgir pronto con las milicias que quedaron dentro de Croacia. Fanáticos y violentos, los ustachis católicos comenzaron a asesinar a los antifascistas y, de paso, también a los gitanos, homosexuales, serbios (de religión ortodoxa) y judíos. Los sacerdotes católicos cambiaron la sotana por el uniforme de los temibles escuadrones de la muerte, dirigieron los asaltos más brutales y practicaron torturas que nunca antes se habían visto en el siglo XX.

    El régimen ustacha fue el más sanguinario de toda la Europa ocupada. No hubo límites a las salvajadas cometidas contra la población civil. Incluso había campos de concentración exclusivamente para niños. El historiador francés Edmond Paris calcula el número de muertos en más de un millón de personas (1), lo que, comparativamente con el total de la población, hace que las masacres cometidas por los ustchis fueran las mayores de todas, muy superiores a los nazis. La dominación católica sobre el país no es ajena a esa circunstancia.

    Los campos de concentración son un invento cristiano que los nazis heredaron. En Skitópolis (Siria) los cristianos inventaron en el año 359 el primer campo de concentración que registra la historia.

    En los años 1942 y 1943 en Croacia existieron numerosos campos de exterminio, creados y mantenidos por los ustachis católicos de Pavelic: Lobor, Jablanac, Mlaka, Brescica, Ustica, Stara Gradiska, Jastrebarsko, Gornja Rijeka, Koprivnika, Pag y Senj. El más conocido de estos campos fue el de Jasenovac, dirigido por el fraile franciscano Filipovic Miroslav. Sus víctimas le conocían por el sobrenombre de Majstorovic y fue nombrado capellán del ejército después del establecimiento del Estado títere croata, participando en las conversiones forzosas y masacres. Él mismo contó cómo participó en la masacre de Drakulic, cerca de Banja Luka. Según su propio testimonio, su primera víctima fue un niño que mató con sus propias manos mientras les decía a los ustachis presentes: Ustacha, yo rebautizo a estos degenerados en el nombre de Dios y ustedes deben seguir mi ejemplo.

    En la jerga ustacha la expresión rebautizar aludía a una ceremonia con sangre y no con agua porque, por su condición de cristianos ortodoxos, los serbios no necesitaban el bautismo para entrar en la Iglesia católica.

    Por su reconocido celo los ustachis le nombraron comandante del campo de Jasenovac en junio de 1942, donde sirvió hasta octubre del mismo año. Durante esos cuatro meses más de 30.000 personas fueron asesinadas. Este campo de exterminio ha pasado a la historia como el tercero en cuanto a número de masacrados: entre 300.000 y 600.000 en un país diminuto. Los frailes de Jasenovac no necesitaron nunca el asesoramiento nazi puesto que disponían de mejores profesores y, además, vestían el mismo hábito. Como disponían de suficientes cobayas, asesinaron con una gran variedad de métodos, desde clavar astillas de madera en el paladar hasta obligar a unos presos a que se mataran mutuamente con un martillo pilón.

    Majstorovic fue acusado de crímenes de guerra y en su juicio admitió haber supervisado el exterminio de más de 30.000 prisioneros. El franciscano contó: Durante mi estancia en el cargo, de 20.000 a 30.000 prisioneros fueron liquidados en Jasenovac de acuerdo a mis papeles [...] en su mayoría gitanos, judíos y serbios de las montañas Kozara [...] Algunas veces participé en las liquidaciones [...] admito haber matado a 100 prisioneros personalmente en el campo de Jasenovac y en Stara Gradiska.

    Egon Berger, un superviviente de Jasenovac, recuerda cómo Majstorovic tomó a los hijos de tres mujeres que le rogaban misericordia y se ofrecían a sí mismas en el lugar de ellos. Según Berger, tiraron a dos niños al suelo y al tercero al aire como una pelota. El padre Filipovic Majstorovic, mientras lo tiraba al aire, sostenía un palo con punta hacia arriba, pinchándolo así tres veces, la cuarta vez entre lamentos y risas, el pequeño quedó clavado en el palo. Las madres fueron tiradas al piso y les arrancaron el pelo y cuando empezaron a gritar desaforadamente, la Compañía 14 de los ustachis se las llevaron para liquidarlas.

    Como comandante del campo, Filipovic administraba el establecimiento con la asistencia de Vjekoslav Maks Luburic, Ljubo Milos, Ivica Matkovic, Zvonimir Brekalo, Ivica Brkljacic, Saban Mujica, Brekalo, Zvonko Lipovac, Franciscano Culina y otros. En su libro The Vatican's Holocaust (El holocausto del Vaticano), Avro Manhattan describe lo que ocurrió en Jasenovac el 29 de agosto de 1942, cuando llegaron las órdenes de ejecución: Se hicieron apuestas para ver quién liquidaba más reclusos [...] el Padre Pero Brzica le cortó la garganta a 1.350 prisioneros con un filoso cuchillo de carnicero [...] Así ganó el premio de rey de los Degolladores, que incluía un reloj de oro, un juego de mesa de plata y un cerdito rotizado entre otras cosas.

    Brzica era un franciscano que estudiaba becado en el monasterio de Siroki Brijeg.

    Otra versión de esta macabra historia la contó Mile Friganovic, uno de los participantes en ella:

    El franciscano Pero Brzica, Ante Zrinusic, Sipka y yo apostamos para ver quién mataría más prisioneros en una noche. La matanza comenzó y después de una hora yo maté a muchos más que ellos. Me sentía en el séptimo cielo. Nunca había sentido tal éxtasis en mi vida, después de un par de horas había logrado matar a 1.100 personas mientras los otros pudieron matar entre 300 y 400 cada uno. Y después, cuando estaba experimentando mi más grandioso éxtasis, noté a un viejo campesino parado mirándome con tranquilidad mientras mataba a mis víctimas y a ellos mientras morían con el más grande dolor. Esa mirada me impactó en medio de mi más grandioso éxtasis y de pronto me congelé y por un tiempo no me pude mover. Después me acerqué a él y descubrí que era del pueblo de Klepci cerca de Capljina y que su familia había sido asesinada y enviado a Jasenovac después de haber trabajado en el bosque. Me hablaba con una incomprensible paz que me afectaba más que los desgarradores gritos a mi alrededor. De pronto sentí la necesidad de destruir su paz mediante la tortura y así mediante su sufrimiento poder yo restaurar mi estado de éxtasis para poder continuar con el placer de inflingir dolor.
    Lo apunté y lo hice sentar conmigo en un tronco. Le ordené gritar: ‘¡Viva poglavnik [caudillo] Pavelic!’, o te corto una oreja. Vukasin no habló. Le arranqué una oreja. No dijo una palabra. Le dije otra vez que gritara ‘¡Viva Pavelic!’ o te arranco la otra oreja. Le arranqué la otra oreja. Grita: ‘¡Viva Pavelic!’, o te arranco tu nariz y cuando le ordené por cuarta vez gritar ‘¡Viva Pavelic!’ y lo amenacé con arrancarle el corazón con mi cuchillo, me miró y en su dolor y agonía me dijo: ‘¡Haga su trabajo, criatura!’ Esas palabras me confundieron, me congeló, y le arranqué los ojos, le arranqué el corazón, le corté la garganta de oreja a oreja y lo tiré al pozo. Pero algo se rompió dentro de mí y no pude matar más durante toda esa noche.

    El franciscano Pero Brzica me ganó la apuesta porque había matado a 1.350 prisioneros y yo pagué sin decir una palabra (2).

    En Drakulic 1.500 serbios fueron asesinados en un día. La orgía de muerte continuó en Motika y Sargovac, también cerca de Banja Luka. Los que no eran quemados, eran apuñalados, baleados, descuartizados o abandonados para morir de inanición. Muchos fueron arrojados desde las montañas mientras otros eran ametrallados, molidos a golpes o degollados. Pueblos enteros fueron quemados, innumerable número de mujeres violadas y miles murieron durante las marchas de invierno. Solían arrancar los ojos de los prisioneros, aunque la mayoría de las víctimas eran simplemente apuñaladas, cortadas o acribilladas a balazos. Las atrocidades eran de tal magnitud que informantes nazis de la Sicherheitsdienst der SS se quejaron ante Hitler: los católicos ustachis quemaban a sus víctimas en hornos de ladrillos refractarios estando vivos, mientras los nazis eran mucho más humanos porque primero los mataban. Según Edmond Paris, multitudes de niños fueron metidos vivos en los hornos crematorios.

    Filipovic fue reemplazado de su puesto de comandante del campo de concentración por otro sacerdote, Ivica Brkljacic. El fraile fue trasladado al campo de concentración de Stara Gradiska, donde desempeñó el cargo de comandante hasta el 20 de marzo de 1943. La Enciclopedia del Holocausto le nombra como uno de los más crueles asesinos del campo de concentración por haber matado con sus propias manos a miles (3).

    Tras la II Guerra Mundial Pavelic fue condenado por crímenes de guerra, y con él muchos sacerdotes ustachis y jerarcas de la Iglesia católica, entre ellos el sacerdote Dragutin Kamber, quien ordenó la matanza de casi 300 serbios ortodoxos, el obispo Ivan Saric de Sarajevo y el obispo Gregory Rozman de Eslovenia, buscado como colaborador nazi.

    Por ejemplo, de Croacia Pavelic huyó a Austria . De ahí pasó a esconderse en Roma y posteriormente en Argentina.
    Pero Pavelic no fue capturado y los guerrilleros le buscaban afanosamente. El 6 de mayo de 1945, un día después de la capitulación alemana, abandonó Zagreb, se internó en Austria, donde fue ayudado por la inteligencia británica y por el Vaticano que, finalmente, le escondió en un seminario de Roma. Su estancia en la capital italiana era conocida por el espionaje americano, pero Estados Unidos no tenía interés en la detención de ningún anticomunista del este de Europa. Según un documento secreto de julio de 1947, la embajada de Estados Unidos en Roma ordenó a la OSS dejar las manos libres a Pavelic porque era un protegido del Vaticano. Seis meses después huyó a Madrid y de aquí a Argentina, donde fue consejero de seguridad de Perón.

    Dos años después de la caída de Perón, en abril de 1957, el gobierno de Tito intentó ejecutarlo en dos oportunidarles, por medio de sus servicios de inteligencia en el exterior. Tuvo que huir para evitar la detención y la extradición. Se trasladó a Paraguay y desde allí de nuevo al Madrid franquista, donde murió a finales de 1959 (...)

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    Mensaje por stefanos666 Dom Sep 02, 2012 12:29 am

    Pavelic era más sadico que Hitler y Franco;;;; hasta la SS protestó contra los crimenes Ustasha...
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    Mensaje por pedrocasca Vie Nov 02, 2012 10:02 pm

    La Ustasha: El Genocidio en Croacia apoyado por la Iglesia Católica

    publicado en 2009 en el blog El socialismo es la solución

    La mayor parte de la gente ignora que durante la Segunda Guerra Mundial se produjo otro genocidio cuya brutalidad superó con creces lo visto en los campos de concentración nazis. El asesinato de medio millón de serbios en Croacia ya ha pasado por derecho propio a los anales de los más infames crímenes contra la humanidad. El papel de la Iglesia Católica en esta tragedia no fue en absoluto menor.

    Cuando Adolf Hitler atacó Yugoslavia el 6 de abril de 1941, resultó inmediatamente evidente que la Wehrmacht contaba con el apoyo de grupos traidores dentro del Estado yugoslavo. El ejército del país estaba entre la espada y la pared, superado por la inmensa maquinaria de guerra alemana y apuñalado por la espalda por terroristas pronazis miembros del Partido Ustasha, una peligrosa organización croata de extrema derecha. Incluso los mandos de algunas unidades de mayoría croata estuvieron en conversaciones con los nazis, abriéndoles prácticamente las puertas del país.

    El Estado independiente de Croacia fue declarado el 10 de abril de 1941, el mismo día en que la 14.a división panzer alemana entró en Zagreb y fue recibida con entusiasmo por la población. La invasión de Yugoslavia por parte de las tropas de Hitler supuso la división del país en dos naciones independientes. La católica Croacia veía hecho realidad su sueño de independizarse de la Serbia ortodoxa. En términos de su organización e ideología, el nuevo Estado croata era una nación totalitaria fundada en el principio de un Führer que, siempre que mantuviera su subordinación a Alemania, podía hacer y deshacer a su antojo.

    El caudillo que tomó las riendas del país fue Ante Pavelic, jefe de los ustashi. Pavelic y sus seguidores habían estado exiliados en Italia bajo la protección de Mussolini, ya que eran buscados por los gobiernos de Francia y Yugoslavia acusados de planear los asesinatos del rey Alejandro de Yugoslavia y el primer ministro francés Louis Barthou. Pavelic estableció en Croacia, con la ayuda de sus padrinos nazis, el NDH «Nezavisna Drzava Hrvatska» (Estado independiente de Croacia). El 14 de abril, el primado de Croacia, Alojzije Stepinac, se reunía con Pavelic para transmitirle su felicitación al tiempo que repicaban todas las campanas del país para celebrar la victoria. A cambio, Stepinac recibió el nombramiento de Supremo Vicario Apostólico Militar del Ejército ustashi.

    La prensa católica se deshacía en halagos hacia el dictador: "Dios, que controla el destino de las naciones y dirige el corazón de los reyes, nos ha dado a Ante Pavelic y ha movido al líder de un pueblo amistoso y aliado, Adolf Hitler, a emplear sus tropas victoriosas para dispersar a nuestros opresores y permitirnos crear un Estado independiente de Croacia. Gloria a Dios, nuestra gratitud a Adolf Hitler, e infinita lealtad al jefe Ante Pavelic" (Manhattan, Avro, Catholic Imperialism ana Worid Freedom).

    Tal efusión no es de extrañar si tenemos en cuenta que una investigación de la comisión yugoslava de crímenes de guerra estableció que el arzobispo Stepinac había sido uno de los principales actores en la conspiración que condujo a la conquista de Yugoslavia. A fin de cuentas, la Iglesia Católica llevaba siglos soñando con la idea de un reino católico en los Balcanes, algo que finalmente sucedió cuando Pavelic y Hitler auparon al trono a Tomislav II, cuya función fue meramente decorativa. La identidad del Estado estaba basada más en afiliación religiosa que en etnicidad. El fanatismo católico de los ustashi estaba decidido a convertir Croacia en un país católico mediante una combinación de conversiones religiosas forzadas, expulsión y exterminio.

    Pavelic

    El clero apoyaba al régimen con entusiasmo fanático. La mayoría de los católicos compartían las metas ideológicas de los ustashi y recibieron con beneplácito el fin de la tolerancia religiosa impuesta por la antigua Yugoslavia. El Papa en persona recibió en audiencia a Pavelic y bendijo a toda la delegación de los ustashi desplazada a Roma, incluida la representación de la Hermandad de los Grandes Cruzados, encargados de convertir al catolicismo a los serbios por medio de tácticas que, como veremos, no eran precisamente evangelizadoras.

    Durante sus cuatro años de existencia como Estado independiente (1941-1945), en Croacia se ejecutó a más de 750.000 serbios, judíos y gitanos. De los 80.000 judíos de Yugoslavia, 60.000 fueron asesinados, la gran mayoría de ellos en Croacia. La mayoría de estas matanzas las cometieron los ustashi. Croacia fue el único país, junto con Alemania, en el que funcionaron campos de concentración a gran escala durante la Segunda Guerra Mundial.

    Al contrario que los nazis, que idearon un sistema de exterminio industrial y discreto, el genocidio en Croacia y Bosnia-Herzegovina se caracterizó por la ejecución de asesinatos rituales en lugares públicos, perpetrados con sádico y desenfrenado entusiasmo. El historiador austríaco Freidrich Heer comentaba en 1968 que lo sucedido en Croacia era el resultado del «fanatismo arcaico de épocas prehistóricas». Según este experto, Pavelic fue «uno de los mayores asesinos del siglo xx». Ello no es óbice para que, curiosamente, Pavelic sea visto como un héroe en la Croacia moderna.

    El «héroe» croata solía referirse a los serbios de la siguiente manera; «Los eslavoserbios son el desperdicio de una nación, el tipo de gente que se vende a cualquiera y a cualquier precio...». Buena parte de esta animadversión era azuzada desde los pulpitos. El propio arzobispo Stepinac decía: "Después de todo, los croatas y los serbios pertenecen a dos mundos distintos, polo norte y polo sur, nunca se llevarán bien a no ser por un milagro de Dios. El cisma de la Iglesia ortodoxa es la maldición más grande de Europa, casi más que el protestantismo. Aquí no hay moral, ni principios, ni verdad, ni justicia, ni honestidad".

    La autenticidad de la cita del arzobispo es inapelable, ya que en el libro (Dedijer, Vladimir, The Yugoslav Auschwitz and the Vatican) en cuestión aparece el texto manuscrito de su puño y letra.

    El 12 de junio de 1941, todos los judíos y serbios de Croacia se encontraron con que su libertad de movimiento había sido restringida. El ministro de Justicia, Milovan Zanitch, no tenía el menor reparo en declarar el sentido de estas medidas: "Este Estado, nuestro país, es sólo para los croatas y para nadie más. No habrá caminos ni medidas que los croatas no empleen para hacer nuestro país realmente nuestro, limpiando de él a todos los ortodoxos serbios. Todos aquellos que llegaron a nuestro país hace trescientos años deben desaparecer. No ocultamos nuestras intenciones. Es la política de nuestro Estado y para su promoción lo único que haremos será seguir fielmente los principios de los ustashi".

    Genocidio racial, limpieza étnica, muerte por medio de la religión

    Para entonces, las matanzas ya habían comenzado. Mile Budak, ministro de Educación del gobierno croata, declaraba en Gospic el 22 de julio de 1941: "Las bases del movimiento ustasha son la religión. Para las minorías, como los serbios, judíos y gitanos, tenemos tres millones de balas. Mataremos a un tercio de la población serbia, deportaremos a otro tercio, y al resto lo convertiremos a la fe católica para que, de esta forma, queden asimilados a los croatas. Así destruiremos hasta el último rastro suyo, y todo lo que quede será una memoria aciaga de ellos..."

    La campaña de limpieza étnica dio comienzo casi de inmediato. Buena parte de la legislación y estructura administrativa del nuevo Estado se adaptó para que se ajustase lo más posible al derecho canónico.

    Stepinac vio con particular beneplácito la ley que decretaba la pena de muerte por el aborto y la ley que imponía treinta días de cárcel por insultar. La oposición política fue barrida de la vida pública. Se prohibió la publicación de textos en cirílico, el alfabeto empleado por los serbios. Asimismo, se comenzó una campaña de «arianización» que denegó los matrimonios mixtos entre católicos croatas y miembros de otras etnias. En la entrada de los parques se instalaron carteles en los que podía leerse: «Se prohibe la entrada de serbios, judíos, gitanos y perros». La Iglesia croata recibió estas medidas con mal disimulado entusiasmo, que quedó revelado, por ejemplo, en las palabras de Mate Mogus, sacerdote de Udbina: «Hasta ahora hemos trabajado para la fe católica con el libro de plegarias y la cruz. Ahora ha llegado la hora de trabajar con el rifle y el revólver».

    Mientras, el infame campo de concentración de Dánica comenzó a recibir a sus primeras víctimas:" al principio judíos, y luego todos los calificados como «indeseables», esto es, los no católicos, que representaban más del 60 por 100 de la población.

    Las atrocidades que se cometieron en los campos de concentración de Croacia no tienen parangón, y en algunos casos superan a las de los nazis. Djordana Diedlender, guardia del campo de Stara Gradiska, dio este estremecedor testimonio durante el juicio contra el comandante del campo, Ante Vrban:

    "En aquella época, llegaban a diario nuevas mujeres y niños al campo de Stara Gradiska. Ante Vrban ordenó que todos los niños fueran separados de sus madres y llevados a una habitación. Se nos dijo a diez de nosotros que los lleváramos allí envueltos en mantas. Los niños gritaban por toda la habitación y uno de ellos puso un brazo y una pierna en la puerta de forma que ésta no pudo ser cerrada. Vrban gritó: «¡Empujadla!». Yo no lo hice, así que él dio un portazo destrozando la pierna del niño, después le cogió por la otra pierna y le estrelló contra el muro hasta matarlo. Tras esto, continuó metiendo a los niños allí. Cuando la habitación estuvo llena, Vrban usó gas venenoso y los mató a todos".

    La crueldad al matar, cestas llenas de ojos humanos

    La ferocidad de los ustashi alarmó incluso a los propios nazis, que temían que una represión tan brutal contra una población tan grande desembocase en un alzamiento armado. El 17 de febrero de 1942, Reinhard Heydrich, uno de los mayores artífices de la Solución Final (el plan de los altos jerarcas del Tercer Reich para exterminar a los judíos) y, como tal, no caracterizado precisamente por su piedad, expresaba su inquietud al Reichführer de las SS, Heinrich Himmier:

    "El número de eslavos masacrados por los croatas de las formas más sádicas está estimado en 300.000 [...]. La realidad es que en Croacia los serbios que quedan vivos son aquellos que se han convertido al catolicismo, a quienes se les ha permitido vivir sin ser molestados [...]. Debido a esto, está claro que el estado de tensión serbocroata es una lucha entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa".

    Ante la fría eficiencia de los nazis, que habían convertido el genocidio en una siniestra clase de producción en masa, los ustashi hacían de la muerte de sus víctimas algo personal, complaciéndose en su tortura pública y humillación. Ésta y no otra es la razón de que se conserven un gran número de testimonios foto gráficos de semejantes atrocidades. Se trata de instantáneas que en su mayoría fueron tomadas como «recuerdo» por los verdugos. En ellas se pueden ver barbaridades difícilmente concebibles por una mente cuerda: desde sesiones de tortura jaleadas por un enardecido público hasta procesiones de cabezas clavadas en picas por las calles de Zagreb. El propio Pavelic encontraba perversamente placentero obsequiar a los diplomáticos que le visitaban con cestas llenas de ojos humanos.

    Incluso los endurecidos fascistas italianos que controlaban una porción de Croacia durante la guerra estaban horrorizados por los ustashi, y lograron rescatar a un gran número de judíos y ortodoxos, negándose a devolver a una muerte cierta a los refugiados que llegaban a su zona de control. El arzobispo Stepinac se quejó de esta actitud de los italianos tanto ante el obispo de Mostar, los italianos han vuelto y han reimpuesto su autoridad civil y militar. Las iglesias cismáticas revivieron inmediatamente después de su regreso y los sacerdotes ortodoxos, hasta ahora escondidos, reaparecieron con libertad. Los italianos parecen favorecer a los serbios y perjudicar a los católicos, como ante el ministro para asuntos italianos en Zagreb:

    "Ocurre que en los territorios croatas anexados por Italia se puede observar una caída constante de la vida religiosa y un evidente viraje del catolicismo al cisma. Si la parte más católica de Croacia dejara de serlo en el futuro, la culpa y responsabilidad ante Dios y la historia sería de la Italia católica. El aspecto religioso de este problema lo transforma en mi obligación de hablar en términos simples y abiertos desde el momento en que yo, personalmente, soy el responsable del bienestar religioso de Croacia."

    Sacerdotes y Frailes Asesinos

    Lo más escandaloso de todo este sórdido asunto es que no pocos sacerdotes y, sobre todo, frailes franciscanos, estuvieron al mando de estos campos de la muerte.

    Con pocas excepciones aquí y allá, el fenómeno aquí descrito era característico de las masacres ustashi. A diferencia de los exterminios en otros países durante la Segunda Guerra Mundial, era casi imposible imaginar una expedición punitiva ustashi sin la presencia de un sacerdote a la cabeza, tratándose generalmente de un franciscano.

    El más conocido de ellos fue el fraile franciscano Miroslav Filipovic, que dirigió el campo de Jasenovac, donde se dio una muerte atroz a miles de personas. Otro franciscano de aquel campo, Pero Brzica, ostenta un récord aún más macabro si cabe.

    Ante la llegada de nuevos prisioneros, se hizo evidente la necesidad de asesinar a los ya existentes para hacer sitio a los recién llegados. El personal del campo se mostró entusiasmado ante esta perspectiva: "El franciscano Pero Brzica, Ante Zrinusic, Sipka y yo apostamos para ver quién mataría más prisioneros en una sola noche. La matanza comenzó y después de una hora yo maté a muchos más que ellos. Me sentía en el séptimo cielo. Nunca había sentido tal éxtasis en mi vida. Después de un par de horas había logrado matar a 1.100 personas, mientras los otros sólo pudieron asesinar entre 300 y 400 cada uno. Y después, cuando estaba experimentando mi más grandioso placer, noté a un viejo campesino parado mirándome con tranquilidad mientras mataba a mis víctimas y a ellos mientras morían con el más grande dolor".

    "Esa mirada me impactó; de pronto me congelé y por un tiempo no pude moverme. Después me acerqué a él y descubrí que era del pueblo de Klepci, cerca de Capijina, y que su familia había sido asesinada, siendo enviado a Jasenovac después de haber trabajado en el bosque. Me hablaba con una incomprensible paz que me afectaba más que los desgarradores gritos que se sucedían a mi alrededor. De pronto sentí la necesidad de destruir su paz mediante la tortura y así, mediante su sufrimiento, poder yo restaurar mi estado de éxtasis para poder continuar con el placer de infligir dolor".

    "Le apunté y le hice sentar conmigo en un tronco. Le ordené gritar: «¡Viva Poglavnik Pavelic!», o te corto una oreja. Vukasin no habló. Le arranqué una oreja. No dijo una palabra. Le dije otra vez que gritara: «¡Viva Pavelic!» o te arranco la otra oreja. Se la arranqué. Grita: «¡Viva Pavelic!», o te corto la nariz, y cuando le ordené por cuarta vez gritar «¡Viva Pavelic!» y le amenacé con arrancarle el corazón con mi cuchillo, me miró y en su dolor y agonía me dijo: «¡Haga su trabajo, criatura!». Esas palabras me confundieron, me congeló, y le arranqué los ojos, luego el corazón, le corté la garganta de oreja a oreja y lo tiré al pozo. Pero algo se rompió dentro de mí y no pude matar más durante toda esa noche. El franciscano Pero Brzica me ganó la apuesta, había matado a 1.350 prisioneros. Yo pagué sin decir una palabra.

    Por esta hazaña el franciscano recibió el título de «rey de los cortadores de gargantas» y un reloj de oro, posiblemente robado a un prisionero antes de ejecutarlo.

    O ser Cristiano o Morir

    La barbarie, lejos de decrecer, fue en aumento y llegó un punto en que ni tan siquiera la formalidad de los campos de exterminio fue considerada necesaria. Pueblos enteros fueron asaltados y sus habitantes pasados a cuchillo, cuando no asesinados con martillos y hachas, ahorcados o incluso crucificados. Los serbios sufrieron las torturas más atroces, que se cebaban con especial saña en los sacerdotes ortodoxos, muchos de los cuales fueron quemados, desollados o descuartizados vivos:

    "Las ejecuciones en masa eran comunes, las víctimas, degolladas y a veces despedazadas. En muchas ocasiones era común ver pedazos de carne colgados en carnicerías con un cartel que decía «carne humana». Los crímenes de los alemanes en los campos de exterminio parecían pequeños comparados con las atrocidades cometidas por los católicos. Los ustashi adoraban los juegos de tortura que se convertían en orgías nocturnas, y que incluían clavar clavos al rojo vivo debajo de las uñas, poner sal en las heridas abiertas, cortar todas las partes humanas concebibles y competir por el título de quién era el mejor degollando a sus víctimas. Quemaron iglesias ortodoxas llenas de gente, empalaron niños en Vlasenika y Kladany, cortaron narices, orejas y arrancaron ojos. Los italianos fotografiaron a un ustashi que tenía dos cadenas de lenguas y ojos alrededor del cuello." (Deschner, Kariheinz, Mit Gott una den Faschisten).

    Todas las propiedades de la Iglesia ortodoxa fueron saqueadas y confiscadas. La mayor parte de este botín fue transferido a la Iglesia católica croata, que seguía encantada con el régimen. El arzobispo de Sarajevo, Saric, llegó al extremo de publicar una poesía enalteciendo al líder de los ustashi: "Contra los avaros judíos con todo su dinero, quienes querían vender nuestras almas, traicionar nuestros nombres, esos miserables. Usted es la roca donde se edifica la patria y la libertad. Proteja nuestras vidas del infierno, marxista y bolchevique".

    Otro botín, en este caso espiritual y económico a la vez, que recibió la Iglesia católica fue la conversión forzosa de miles de serbios, que, a punta de cuchillo, fueron obligados a renegar de su religión. Estas conversiones en masa fueron calificadas de gran triunfo para el catolicismo por parte de la jerarquía eclesiástica. ¿Por qué este botín de almas era también económico? Porque para añadir iniquidad a la infamia, estas conversiones se realizaban previo pago de 180 dinares a la Iglesia por parte del converso.

    Además, aquellos que sabían escribir debían enviar una carta de agradecimiento al ar zobispo Stepinac, que informaba puntualmente al papa de la buena marcha de las conversiones. En cualquier caso, los únicos que tenían opción de salvar la vida mediante la conversión eran los campesinos pobres e incultos de las zonas rurales. Todo serbio educado, con capacidad de conversar o transmitir algo parecido a una identidad nacional serbia era asesinado sin posibilidad de salvación.

    La Iglesia Católica apoyó oficialmente al régimen sangriento

    El 14 de mayo de 1941, los serbios de la localidad de Glina fueron concentrados en un salón de actos por una banda de ustashi comandados por el abad del monasterio de Gunic. A continuación, se les ordenó que mostraran sus certificados de conversión. Sólo dos de ellos disponían del documento. El resto fueron degollados mientras el abad rezaba por sus almas.

    Entre la venta de certificados de conversión y el saqueo de los tesoros custodiados en las iglesias ortodoxas, no resulta exagerado decir que si hubo alguien que obtuvo beneficio económico del genocidio cometido por los croatas fue, precisamente, la Iglesia católica. A cambio, durante toda la guerra, la Iglesia Católica apoyó oficialmente al régimen, a pesar de que sus desmanes y locuras eran públicos y notorios.

    El Vaticano no podía alegar desconocimiento de estos graves sucesos. El 17 de marzo de 1942, el Congreso judío mundial envió a la Santa Sede una nota de auxilio, una copia de la cual aún se conserva en Jerusalén.

    "Varios miles de familias han sido deportadas a islas desiertas en la costa dálmata o internadas en campos de concentración [...]. Todos los hombres judíos han sido enviados a campos de trabajo donde se les han encomendado trabajos de drenaje o saneamiento durante los cuales han perecido en gran número [...]. Al mismo tiempo, sus esposas e hijos fueron trasladados a otros campos donde igualmente tuvieron que afrontar graves privaciones".

    Monseñor Giuseppe Ramiro Marcene, un benedictino de la congregación de Monte Vergine y miembro de la academia romana de Santo Tomás de Aquino, era el representante personal del papa en el episcopado de Croacia, y mantenía al Santo Padre al corriente de todo lo que allí sucedía. Los defensores del Vaticano alegan que Marcene era un simple «visitante apostólico». Sin embargo, para el Ministerio de Asuntos Exteriores en Zagreb, el padre Marcene tenía estatus de «delegado de la Santa Sede», y en las ceremonias oficiales se le colocaba por delante, incluso, de los representantes del Eje, siendo considerado decano del cuerpo diplomático. Además, Marcone, en su correspondencia con el gobierno ustashi, se calificaba a sí mismo como Sancti seáis legatus o Elegatus, pero nunca como «visitante apostólico».

    Los medios de comunicación también se hacían eco de esta situación. El 16 de febrero de 1942, la BBC emitía el siguiente in forme sobre Croacia:

    "Las peores atrocidades están siendo cometidas alrededor del arzobispo de Zagreb. La sangre de hermanos corre en arroyos. Los ortodoxos están siendo obligados a la fuerza a convertirse al catolicismo y no escuchamos la voz del arzobispo predicando la rebelión. En su lugar, se informa de que está tomando parte en desfiles nazis y fascistas".

    Ni siquiera cuando la prensa internacional comenzó a informar ampliamente sobre las barbaridades cometidas por clérigos católicos, el papa hizo algo por detener a los sanguinarios francíscanos. La propia prensa católica croata reflejó en sus páginas la persecución, tratándola como si fuese lo más normal del mundo. El 25 de mayo de 1941, en el Katolicki List, el sacerdote Franjo Kralik publicó un reportaje titulado «¿Por qué los judíos están siendo perseguidos?», en el que se justificaba el genocidio de la siguiente forma:

    "Los descendientes de aquellos que odiaron a Jesús, que lo condenaron a muerte, que lo crucificaron e inmediatamente persiguieron a sus discípulos, son culpables de excesos más grandes que los de sus antepasados. La codicia crece. Los judíos que condujeron a Europa y al mundo entero al desastre —moral, cultural y económico— han desarrollado un apetito que solamente el mundo en su totalidad puede satisfacer. Satanás les ayudó a inventar el socialismo y el comunismo. El amor tiene sus límites. El movimiento para liberar al mundo de los judíos es un movimiento para el renacimiento de la dignidad humana. El Todopoderoso y Sabio Dios está detrás de este movimiento".

    Increìble, Stepinac fue elevado a la categoría de beato por Juan Pablo II

    Cuando se vio con claridad que el curso de la guerra iba a ser contrario al Eje, Stepinac realizó algunos actos de «repentino humanitarismo», actos en los que se basaron los revisionistas croatas para pedir al Yad Vashem israelí, la Autoridad Nacional para el Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto, la inclusión de Stepinac en su «Lista de Justos». La petición ha sido denegada en dos ocasiones. Un representante de la institución declaró al respecto que «personas que, ocasionalmente, ayudaron a un judío y colaboraron simultáneamente con un régimen fascista que fue parte del plan de exterminio nazi contra los judíos, quedan descalificadas para el título de "Justo"».

    Los contactos de los ustashi con el Vaticano no terminaron con el final de la Segunda Guerra Mundial. El 25 de junio de 1945, tan sólo siete semanas después de concluido el conflicto, los ustashi contactaron con una misión papal en Saizburgo, en la zona de Austria que estaba bajo la administración estadounidense. Pedían al Papa su ayuda para la creación de un Estado croata, o, al menos, una unión danubio-adriática en la que los croatas pudieran establecerse. La propia Iglesia escondió y ayudó a huir a Ante Pavelic —burlando a las autoridades aliadas—, que logró escapar a Argentina. En su lecho de muerte, y bajo la protección de Franco, recibió la bendición personal del papa Juan XXIII. Juan Pablo II rehusó visitar en reiteradas ocasiones los campos de concentración de Jasenovac en sus visitas a Croacia, prefiriendo recibir al ex líder croata y negador del Holocausto Franjo Tudjman.

    Finalmente, uno de los factores que más llama la atención de esta historia es que, al terminar la guerra, el Vaticano no hizo nada por socorrer a Stepinac, circunstancia que conocemos por una carta del mariscal Tito fechada en Zagreb el 31 de octubre de 1946:

    "Cuando el representante del Papa ante nuestro gobierno, el obispo Hurley, me hizo su primera visita, le planteé la cuestión de Stepinac. «Llévenselo de Yugoslavia», le dije, «porque de otra forma nos obligarán a ponerlo bajo arresto». Advertí al obispo Hurley de las acciones que tendríamos que seguir. Discutí el asunto detalladamente con él. Le hice saber de los muchos actos hostiles de Stepinac contra nuestro país. Le di un archivo con toda clase de pruebas documentales de los crímenes del arzobispo. Esperamos cuatro meses sin que se produjera ninguna respuesta, hasta que las autoridades arrestaron a Stepinac y le llevaron a juicio, de manera semejante a cualquier otro individuo que actúe contra el pueblo".

    El arzobispo salió bastante bien parado, a pesar de lo sórdido de sus andanzas durante la guerra. Fue juzgado y condenado a dieciséis años de prisión en un juicio que contó con los testimonios de decenas de testigos que contaron toda clase de tropelías cometidas por clérigos católicos bajo el reino del terror ustashi. Su única defensa durante el juicio fue decir: «Tengo la conciencia tranquila». Sólo en ese momento actuó Pío XII, apresurándose a excomulgar a los participantes en el juicio, y consiguiendo finalmente su liberación años después. Stepinac fue elevado a la categoría de beato por Juan Pablo II en octubre de 1998.
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    Mensaje por pedrocasca Miér Jun 05, 2013 1:10 pm

    El oro croata

    escrito por JOHN CORNWELL

    tomado del blog Los de abajo a la izquierda

    Las investigaciones llevadas a cabo por los aliados tras la guerra revelan que el tesoro saqueado por los ustachis huidos sumaba unos ochenta millones de dólares, y estaba formado en gran parte por monedas de oro. Las pruebas de colusión del Vaticano con el régimen ustachi incluyen la hospitalidad de una institución religiosa pontifical, y la puesta a su disposición de facilidades de almacenamiento y servicios de depósito seguros para el tesoro ustachi, parte del cual fue robado a las víctimas del exterminio, serbios y judíos.

    Durante la guerra, el Colegio de San Girolamo degli Illirici en Roma se convirtió en hogar de los sacerdotes croatas que recibían educación teológica bajo el patrocinio del Vaticano. Luego se convirtió en cuartel general de los ustachis clandestinos de la posguerra, proporcionando a los criminales de guerra croatas pasaportes e identidades falsas para que pudieran eludir la detención por los aliados. La figura dirigente en San Girolamo era el padre Krunoslav Draganovic, ex profesor de un seminario croata, descrito por los oficiales de inteligencia norteamericana como el «alter ego» de Pavelic. Draganovic llegó a Roma en 1943 con el pretexto de trabajar para la Cruz Roja, pero según las fuentes de la inteligencia norteamericana, su verdadero objetivo consistía en coordinar determinadas actividades con los fascistas italianos. Tras la guerra se convirtió en una figura central en la preparación de vías de escape para los antiguos ustachis hacia Sudamérica, principalmente Argentina. Las fuentes de la CIA aseguran que se le permitió almacenar los archivos de la legación ustachi dentro del Vaticano, así como los bienes que los ustachis huidos habían sacado de Croacia. El padre Draganovic trabajo también con el Cuerpo de Contraespionaje (CIC) del ejército norteamericano para organizar la huida del confidente anticomunista y criminal de guerra nazi Klaus Barbie a Sudamérica. Barbie como jefe de la Gestapo en Lyon de 1942 a 1944, había torturado y asesinado judíos y miembros de la resistencia francesa. Durante la guerra fría, el CIC protegió a Barbie y le ayudó a llegar a Bolivia, después de que hubiera vivido bajo la protección de Draganovic en San Girolamo desde principios de 1946 hasta finales de 1947. Hasta que pasaron unos días de la muerte de Pacelli, a mediados de octubre de 1958, no se expulsó a Draganovic del Colegio de San Girolamo por órdenes de la Secretaría de Estado vaticana, lo que sugiere que ese sacerdote contó con la protección personal de Pío XII hasta su muerte.

    Si se cree que Pacelli en sus afirmaciones de que utilizó la extraterritorialidad de los edificios religiosos como hogares seguros para algunos judíos durante la ocupación alemana de Roma, igualmente se le debe acusar del uso de los mismos edificios como hogares seguros para criminales nazis y ustachis.
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    Mensaje por pedrocasca Miér Jun 05, 2013 1:17 pm

    En el blog Los de abajo a la izquierda han publicado varios textos relacionados con El genocidio en Croacia durante la Segunda Guerra Mundial y el papel jugado por la Iglesia Católica:

    ---Más información sobre la Croacia ustacha y clero-fascista: (publicados en el año 2011)

    El criminal reino católico de Croacia

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    El atroz régimen católico de Croacia

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    Fiestas de la matanza en Croacia o el «Reino de dios»

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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    Mensaje por pedrocasca Miér Jun 05, 2013 1:31 pm

    “Operación Kobra”, documental sobre la ejecución del ustacha Luburic en Valencia

    tomado del blog Hemeroteca revolucionaria en junio de 2013

    El 19 de noviembre de 2010 Canal Nou 2 estrenó en la Comunitat Valenciana el documental “Operació Kobra”, un trabajo periodístico que aporta nuevos datos sobre la ejecución de un fascista croata en Carcaixent (Valencia). Producido por Malvarrosa Media y dirigido por Carles Palau, el documental está basado en una investigación realizada por Francesc Bayarri e incluye la primera y única entrevista concedida por Ilija Stanic, el principal sospechoso del crimen.

    El 20 de abril de 1969 Carcaixent fue escenario de uno de los sucesos más enigmáticos del franquismo y de la Guerra Fría. Un modesto empresario, propietario de una imprenta, fue asesinado. El nombre que constaba en su documentación oficial era Vicente Pérez García. Un crimen intrascendente en apariencia se convirtió en pocos días en un escándalo internacional. La prensa desveló que la identidad de la víctima era una tapadera facilitada por el franquismo. Y que tras ese nombre se ocultaba el general Vjekoslav “Maks” Luburic, uno de los mayores genocidas del siglo XX.

    Luburic era un destacado dirigente del partido ustacha que gobernó en la Croacia "independiente" a partir de 1941 y hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. El nuevo gobierno, presidido por Ante Pavelic, era una versión ultracatólica del régimen de Hitler. Como sus aliados nazis, también los ustachi construyeron campos de exterminio. Y uno de los responsables de estos campos, donde murieron centenares de miles de personas, era Vjekoslav “Maks” Luburic, también conocido como “Maks el Carnicero”.

    Como tantos otros criminales de guerra, Luburic escapó de la justicia a través de la Ratline o Ruta de las Ratas. Con este nombre se conoce a las redes que partían del Vaticano para esconder a los fugitivos en su huida hacia países amigos. Uno de los destinos preferidos era la España franquista. Y Luburic, como muchos otros nazis y ustachi, disfrutó de una vida apacible bajo la protección de los estamentos militares, políticos y eclesiásticos del último reducto fascista europeo.

    El principal sospechoso del asesinato era Ilija Stanic, un joven croata que estaba al servicio del general y que ese mismo día desapareció sin dejar rastro. A pesar de los esfuerzos de la policía española y de la Interpol, nunca fue detenido. La prensa nacional lo presentó como un espía comunista enviado por los servicios secretos yugoslavos para informar de las actividades del general y, finalmente, asesinarlo. El régimen prosoviético de Tito hacía así un alarde de fuerza infiltrando a un agente en el corazón de la España de Franco y eliminando a uno de los jefes de la resistencia nacionalista croata en el exilio.

    Casi cuarenta años después, una investigación dirigida por el periodista valenciano Francesc Bayarri permitió localizar a Ilija Stanic en Sarajevo. Y, por primera vez, el presunto asesino ha contado su versión de los hechos. El propio Bayarri es autor de un relato periodístico de investigación, “Cita a Sarajevo”, que reescribe la historia de este crimen con los nuevos datos aportados por Stanic. Y el documental “Operació Kobra”, dirigido por el también periodista Carles Palau, es la versión audiovisual de esta investigación. Malvarrosa Media es la responsable de la producción, en asociación con la empresa andaluza Imago Producciones. El Grup Radiotelevisió Valenciana, Canal Sur Televisión y Televisió de les Illes Balears han participado en la coproducción.

    “Cita a Sarajevo” ha recibido el Premi dels Escriptors Valencians. Y “Operació Kobra” cuenta en su haber con el Premio Tirant Avant al Mejor Documental valenciano de 2009 y una Mención Especial en la Mostra de València del mismo año.

    El documental incluye testimonios de los periodistas Uki Goñi y José María Irujo, que aportan sus amplios conocimientos sobre la Ratline en Europa y en España. El también periodista Diego Carcedo, que cubrió la noticia en los primeros momentos de su carrera profesional, recuerda las dificultades con las que se encontró cuando trataba de informar de estos hechos. Y diversos testigos que conocieron a la víctima y al presunto asesino han contribuido a dibujar con nitidez el perfil de los protagonistas y de los escenarios del crimen.

    “Operació Kobra” es la historia de un asesinato y de sus protagonistas: una víctima que resultó ser un asesino de masas y un asesino que se nos presenta ahora como víctima de un complot político. Pero también es la historia de la implicación directa de la Iglesia católica y del último régimen fascista de Occidente en la huída y ocultación de muchos responsables del genocidio perpetrado por el gobierno nazi y sus gobiernos amigos. Y de la complicidad de los países vencedores en la Segunda Guerra Mundial, cuyo celo por juzgar a los fugitivos acabó cuando empezaron a valorarlos como posibles expertos que podían ser utilizados contra el nuevo enemigo soviético.




    Última edición por pedrocasca el Miér Jun 05, 2013 1:34 pm, editado 1 vez
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    Mensaje por pedrocasca Miér Jun 05, 2013 1:33 pm

    El santuario ustacha en la España franquista

    tomado del blog Hemeroteca revolucionaria en junio de 2013

    La España franquista se convirtió en un santuario para los criminales de guerra ustachis, lo mismo que para los nazis alemanes (Otto Skorzeny), rexistas belgas (Leon Degrelle) y cagoulards franceses (Jean Filliol), entre otros muchos. Aquí gozaron de protección por parte de un régimen con el que compartían los mismos rasgos políticos: el nacionalismo y el catolicismo.

    Uno de los que encontró su escondite a la sombra de la iglesia franquista fue el general Vjekoslav Maks Luburic, responsable de los campos de concentración en la Croacia "independiente". En 1946 un informe fechado en Zagreb y titulado The state comission of Croatia for the Investigation of the Crimes of the Occupation Forces and Their Collaborators, detallaba que Luburic recibía personalmente a los prisioneros que llegaban al campo de Jasenovac. Les arengaba con un discurso lleno de insultos y ordenaba que les quitaran todas las pertenencias. En la Navidad de 1942 pronunció un discurso durante un banquete. Había bebido, pero acertó a decir que en el transcurso de un año, el gobierno croata había matado más personas que imperio otomano durante su larga estancia en Europa.

    Uno de sus métodos preferidos para asesinar a hombres, mujeres y niños era golpearlos con mazas. Luburic fue también el responsable de la muerte de dos ministros del gobierno croata, a los que quemó vivos en un vagón de tren cuando intentaron establecer relaciones diplomáticas con los aliados para negociar un alto el fuego.

    Tras finalizar la II Guerra Mundial se refugió en España, donde entró vestido -qué casualidad- de franciscano. Fue esta orden católica la que le ayudó en su huida de los Balcanes para llegar hasta aquí, donde se casó con una española, Isabel Hernáiz, con la que tuvo cuatro hijos.

    Bajo el nombre falso de Vicente Pérez García, el general Luburic tenía una imprenta en el número 33 de la calle de Santa Ana de Carcaixent (Valencia), donde vivía. Allí imprimía propaganda contra la Yugoeslavia del mariscal Tito. La elección del lugar para instalar la imprenta tampoco parece ser ninguna casualidad: en la calle de Santa Ana de Carcaixent se encuentra el convento y el colegio de los franciscanos, dirigido en aquella época por el padre Oltra, teólogo y consejero de Franco.

    En Carcaixent Luburic creó la Resistencia Nacional Croata, una organización terrorista que aglutinaba a los criminales de guerra huidos, con tentáculos que se extendían por una docena de países. Su objetivo era derrocar a Tito, dividir a Yugoeslavia y conseguir de nuevo la independencia de Croacia, como efectivamente lograron después de la guerra de los Balcanes de 1991-1994.

    Bajo el nombre clave de general Drinjanin, Luburic era el comandante en jefe de esta organización que se presentaba a sí misma como Fuerzas Armadas de Croacia. Los comunicados que Luburic imprimía en Carcaixent llegaban incluso a Chicago, donde el periódico croata Danica publicó el 9 de agosto de 1950 una orden suya en la que prohibía que los militares croatas se alistaran en ejércitos extranjeros: El mando supremo de todas las fuerzas armadas croatas marchará contra el bolchevismo cuando lo considere oportuno, para luchar codo con codo con otras naciones anticomunistas, bajo nuestra bandera y con nuestras propias formaciones del ejército croata, escribió.

    El propio general ustacha reveló que se había lanzado en paracaídas al frente de un comando sobre la residencia de Tito y que aquella noche le había tenido a corta distancia, pero que le faltaron segundos para apretar el gatillo.

    Pero a Tito no le faltó ningún segundo y en abril de 1969 un comando yugoeslavo lo ejecutó en su escondite de Carcaixent. La inteligencia de Tito había logrado infiltrar a un agente, Ilija Stanic, en la imprenta que proporcionó la pista del criminal ustacha.
    El sumario que se instruyó en los juzgados de Alzira por la ejecución de Luburic no aparece. El expediente judicial estuvo en manos de la Audiencia Provincial de Valencia durante algún tiempo, pero luego pasó a unos almacenes que la Administración de Justicia posee en Moncada. Unas inundaciones dañaron una parte de los documentos archivados y, posiblemente, entre ellos se encuentra el caso Luburic. No obstante, la historia la ha narrado el periodista Francesc Bayarri en su libro Cita a Sarajevo de la editorial L'Eixam, publicado en 2006.

    Tras el crimen, la imprenta de la calle de Santa Ana continuó funcionando algunos años, pero los refugiados ustachis en España tomaron precauciones ante lo que pensaron que era el inicio de una cadena de represalias.

    En pleno franquismo, a su entierro acudieron las máximas autoridades civiles y militares, y un monumento suyo preside aún el cementerio de Carcaixent. Muy recientemente, un grupo de ustachis llegados desde Zagreb le rindieron un homenaje ante su tumba. Decían que España ya había cambiado pero seguíamos sin notar la diferencia... Seguimos siendo un santuario para todos los fascistas del mundo.

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