"La invasión de Polonia por la Alemania nazi: un ejemplo de guerra humanitaria"
texto de Mikel Itulain, tomado de Justificando la guerra, año 2012
publicado en Diario Octubre en julio de 2013
tomado en julio de 2013 de Bitácora de un nicaragüense, de tovarich Pedro José Madrigal Reyes
Después del tratado de Versalles de 1919, tras la Primera Guerra Mundial, el nacionalismo polaco se ve revitalizado y de haber sido una nación perseguida empieza a comportarse de modo similar a aquellos que en su día la intentaron someter, como fueron los zares rusos. Este tratado le dio a Polonia la posesión de dos zonas que habían sido de Rusia, y también una zona claramente germanófila, Silesia, esta última la adquirió por un plebiscito fraudulento.13 El nacionalismo polaco estaba también sustentado en la religión, en un país donde el culto católico era incluso superior al de España. Este poder católico tuvo un papel determinante en los sucesos futuros de Polonia, principalmente por las metas que tenía fijadas el Vaticano. La Santa Sede había fracasado en el intento de ganarse a su favor a Lenin, con el propósito de tomar ellos el poder religioso en Rusia a costa de la Iglesia ortodoxa. A raíz de esto la decisión del Vaticano fue destruir a la nueva Rusia soviética y para ello necesitaba la ayuda de un poderoso amigo, que no era Polonia sino la Alemania de Hitler.
En Polonia, mientras tanto, se estaba produciendo una persecución de todos aquellos que no eran católicos. El mariscal Josef Pilsudski finalmente impuso una dictadura en 1926, apoyado por el clero católico y por Roma. Dado que el carácter cultural de Polonia no era en absoluto homogéneo, especialmente en Silesia y en las dos provincias que pertenecían al imperio ruso y que ahora estaban bajo Polonia, se procedió a “polonizar” al país por la fuerza. Se llevaron a cabo tanto encarcelamientos de socialistas, demócratas, como de sacerdotes ortodoxos y de ucranianos. La persecución y las matanzas fueron abundantes y el terror se extendió sobre aquellos que diferían del patrón establecido por el gobierno dictatorial.13 Como iban a hacer en Yugoslavia en los años 40, los sacerdotes católicos participaron activamente en este tipo de acciones y la falta de respeto y agresión bárbara hacia otros cultos era habitual:
La mayoría de las iglesias ortodoxas son saqueadas por soldados polacos y usadas como establos para sus caballos, y aun como letrinas[14]
En medio de este ambiente van llegando las noticias de las intenciones de Alemania respecto a Polonia. La invasión de la Alemania nazi pone fin a estas atrocidades que se estaban dando en Polonia contra sus minorías étnicas y religiosas. Hoy en día esto sería considerado como un ejemplo de libro de una “guerra humanitaria”. No hace falta decir que las consecuencias de la invasión alemana produjeron males todavía bastante mayores que los que habían de evitar y detener. Por supuesto, esta no fue una guerra humanitaria, y mucho menos lo fueron las llevadas a cabo contra Yugoslavia, Irak Libia o ahora Siria, donde simplemente se inventaron las excusas. Lo que tienen en común es que fueron y son guerras geopolíticas y comerciales, antes y ahora. Empujada, en el caso que hablamos de Polonia, con la enorme ayuda del poder del Vaticano en toda Europa, que movilizaría y empujaría a los millones de católicos a apoyar la guerra que estaba preparada contra Rusia. Y aquí Polonia sería sacrificada por obtener un beneficio mayor.
Cabe recordar, no obstante, que Polonia había ayudado hasta entonces en sus invasiones a la Alemania nazi, participando en el desmembramiento de Checoslovaquia y buscando quedarse con una parte de esta. Por tanto, la imagen de una Polonia pura e inocente que sufre el injusto ataque de un agresor, sin haber hecho nada a nadie, tiene poco de real.
Polonia hablaba el mismo lenguaje de Hitler respecto a su “espacio vital” y la necesidad de tomar nuevos territorios.13Mirando hacia Rusia en este sentido. El que fuera ministro de relaciones exteriores de Polonia, el coronel Beek, fue claro respecto a la política que había seguido el país:
Uno de los mayores responsables por la tragedia de mi país es el Vaticano. Demasiado tarde me doy cuenta de que hemos seguido una política exterior en favor de los fines propios de la Iglesia católica.[13]
La fe, muchas veces ciega, del pueblo polaco tendría sus costes. La iglesia ya preparaba a Polonia para su anexión por parte de Alemania. En abril de 1939, Giovanni Battista Montini (futuro Papa Pablo VI), indicó al encargado de negocios polaco que si Polonia entraba en guerra con Rusia esta sería una guerra justa.15 Las presiones de los nuncios y delegados apostólicos en París y Londres iban en la línea de que Francia e Inglaterra no ayudasen al gobierno soviético.
El nuncio papal Cortesi instó tanto al presidente polaco Moscicki, como al coronel Beck, que indicaran a la prensa que tenía que usar un tono mesurado al hablar o referirse al Tercer Reich.15 El mismo Papa Pio XII intervino para que Polonia cediese en la cuestión de la ciudad de Danzig (actual Gdansk), que había sido solicitada por Hitler en abril de 1939. Pese a la fuerte oposición polaca, que ahora ya veía claras las intenciones de la Alemania nazi, Pio XII se mantiene firme en su gran objetivo final, expresando su política de esta forma:
Nulla é perduto. Tutto puo esserlo con la guerra[15]
El 1 de septiembre de 1939 Hitler lanzaba su ataque sobre Polonia, este se llevó a cabo incluso también desde el estado clerofascista católico de Eslovaquia. El 17 de septiembre sería seguido por el ataque soviético, que salía al frente de su gran rival alemán. No hay condenas de la invasión por parte del Papa, L´Observatore Romano lo expresaba “neutralmente”:
Dos pueblos civilizados… inician una guerra…
Las consecuencias para la población polaca fueron catastróficas: la guerra supuso más de ciento veinte mil militares y más de quinientos veinte mil civiles muertos, se estima que el 98% de los judíos fue exterminado, tal vez hasta tres millones de personas.15 Pese al horror de la represión y de los campos de concentración y exterminio, entre ellos el de Auschwitz, desde Roma no hubo una condena directa al régimen nazi por ello, aunque las redes de información que tenía el Vaticano en Polonia eran muy potentes. Su interés recaía más en preocuparse por las cuestiones de la libertad religiosa para los católicos y especialmente por los derechos de la propia Iglesia:
En las innumerables y urgentes notas diplomáticas y de protesta cursadas por la Santa Sede al gobierno de Berlín únicamente se exigen o reivindican las libertades religiosas del catolicismo y nunca (o tan sólo ocasionalmente y de manera indirecta) las otras libertades humanas aún más esenciales: la libertad de la propia vida, del honor, de la propiedad, de la familia etc. Y aquellas notas no acusan ni una sola vez de forma abierta al gobierno del Reich a causa del horroroso genocidio que puso en marcha en Polonia.[16]
La atención estaba centrada en satisfacer a la gran potencia alemana, que podía conseguir mediante su poder militar los deseos de expansión y de poder de Roma, como lo expresaba el mismo Papa:
Nuestra gran simpatía por Alemania quedó también constantemente exteriorizada por el hecho de que siempre interrumpimos nuestras audiencias privadas para no hacer esperar innecesariamente a aquellos miembros de la Wehrmacht [fuerzas armadas de la Alemania nazi] que deseaban venir hacia Nos.[15]
Pero no fue solo el Vaticano quien no hizo algo por evitar toda esta serie de crímenes que llevó a cabo el nazismo, el gobierno estadounidense también iba en esa línea. Mientras estos “asuntos” no interfirieran a sus intereses no se preocuparon lo más mínimo por ellos.
Notas:
13. Avro Manhattan. The Vatican in World Politics. Poland and the Vatican. London: C.A. Watts & Co. Limited, 1949.
14. Emil Revyuk. Polish atrocities in Ukraine. New Yor City, 1931.
15. Karl Heinz Deschner. La política de los Papas en el siglo XX. La Tragedia de Polonia. Vol.II. Yalde, 1994.
16. Carlo Falconi. El silencio de Pio XII. Plaza & Janes, 1970.
texto de Mikel Itulain, tomado de Justificando la guerra, año 2012
publicado en Diario Octubre en julio de 2013
tomado en julio de 2013 de Bitácora de un nicaragüense, de tovarich Pedro José Madrigal Reyes
Después del tratado de Versalles de 1919, tras la Primera Guerra Mundial, el nacionalismo polaco se ve revitalizado y de haber sido una nación perseguida empieza a comportarse de modo similar a aquellos que en su día la intentaron someter, como fueron los zares rusos. Este tratado le dio a Polonia la posesión de dos zonas que habían sido de Rusia, y también una zona claramente germanófila, Silesia, esta última la adquirió por un plebiscito fraudulento.13 El nacionalismo polaco estaba también sustentado en la religión, en un país donde el culto católico era incluso superior al de España. Este poder católico tuvo un papel determinante en los sucesos futuros de Polonia, principalmente por las metas que tenía fijadas el Vaticano. La Santa Sede había fracasado en el intento de ganarse a su favor a Lenin, con el propósito de tomar ellos el poder religioso en Rusia a costa de la Iglesia ortodoxa. A raíz de esto la decisión del Vaticano fue destruir a la nueva Rusia soviética y para ello necesitaba la ayuda de un poderoso amigo, que no era Polonia sino la Alemania de Hitler.
En Polonia, mientras tanto, se estaba produciendo una persecución de todos aquellos que no eran católicos. El mariscal Josef Pilsudski finalmente impuso una dictadura en 1926, apoyado por el clero católico y por Roma. Dado que el carácter cultural de Polonia no era en absoluto homogéneo, especialmente en Silesia y en las dos provincias que pertenecían al imperio ruso y que ahora estaban bajo Polonia, se procedió a “polonizar” al país por la fuerza. Se llevaron a cabo tanto encarcelamientos de socialistas, demócratas, como de sacerdotes ortodoxos y de ucranianos. La persecución y las matanzas fueron abundantes y el terror se extendió sobre aquellos que diferían del patrón establecido por el gobierno dictatorial.13 Como iban a hacer en Yugoslavia en los años 40, los sacerdotes católicos participaron activamente en este tipo de acciones y la falta de respeto y agresión bárbara hacia otros cultos era habitual:
La mayoría de las iglesias ortodoxas son saqueadas por soldados polacos y usadas como establos para sus caballos, y aun como letrinas[14]
En medio de este ambiente van llegando las noticias de las intenciones de Alemania respecto a Polonia. La invasión de la Alemania nazi pone fin a estas atrocidades que se estaban dando en Polonia contra sus minorías étnicas y religiosas. Hoy en día esto sería considerado como un ejemplo de libro de una “guerra humanitaria”. No hace falta decir que las consecuencias de la invasión alemana produjeron males todavía bastante mayores que los que habían de evitar y detener. Por supuesto, esta no fue una guerra humanitaria, y mucho menos lo fueron las llevadas a cabo contra Yugoslavia, Irak Libia o ahora Siria, donde simplemente se inventaron las excusas. Lo que tienen en común es que fueron y son guerras geopolíticas y comerciales, antes y ahora. Empujada, en el caso que hablamos de Polonia, con la enorme ayuda del poder del Vaticano en toda Europa, que movilizaría y empujaría a los millones de católicos a apoyar la guerra que estaba preparada contra Rusia. Y aquí Polonia sería sacrificada por obtener un beneficio mayor.
Cabe recordar, no obstante, que Polonia había ayudado hasta entonces en sus invasiones a la Alemania nazi, participando en el desmembramiento de Checoslovaquia y buscando quedarse con una parte de esta. Por tanto, la imagen de una Polonia pura e inocente que sufre el injusto ataque de un agresor, sin haber hecho nada a nadie, tiene poco de real.
Polonia hablaba el mismo lenguaje de Hitler respecto a su “espacio vital” y la necesidad de tomar nuevos territorios.13Mirando hacia Rusia en este sentido. El que fuera ministro de relaciones exteriores de Polonia, el coronel Beek, fue claro respecto a la política que había seguido el país:
Uno de los mayores responsables por la tragedia de mi país es el Vaticano. Demasiado tarde me doy cuenta de que hemos seguido una política exterior en favor de los fines propios de la Iglesia católica.[13]
La fe, muchas veces ciega, del pueblo polaco tendría sus costes. La iglesia ya preparaba a Polonia para su anexión por parte de Alemania. En abril de 1939, Giovanni Battista Montini (futuro Papa Pablo VI), indicó al encargado de negocios polaco que si Polonia entraba en guerra con Rusia esta sería una guerra justa.15 Las presiones de los nuncios y delegados apostólicos en París y Londres iban en la línea de que Francia e Inglaterra no ayudasen al gobierno soviético.
El nuncio papal Cortesi instó tanto al presidente polaco Moscicki, como al coronel Beck, que indicaran a la prensa que tenía que usar un tono mesurado al hablar o referirse al Tercer Reich.15 El mismo Papa Pio XII intervino para que Polonia cediese en la cuestión de la ciudad de Danzig (actual Gdansk), que había sido solicitada por Hitler en abril de 1939. Pese a la fuerte oposición polaca, que ahora ya veía claras las intenciones de la Alemania nazi, Pio XII se mantiene firme en su gran objetivo final, expresando su política de esta forma:
Nulla é perduto. Tutto puo esserlo con la guerra[15]
El 1 de septiembre de 1939 Hitler lanzaba su ataque sobre Polonia, este se llevó a cabo incluso también desde el estado clerofascista católico de Eslovaquia. El 17 de septiembre sería seguido por el ataque soviético, que salía al frente de su gran rival alemán. No hay condenas de la invasión por parte del Papa, L´Observatore Romano lo expresaba “neutralmente”:
Dos pueblos civilizados… inician una guerra…
Las consecuencias para la población polaca fueron catastróficas: la guerra supuso más de ciento veinte mil militares y más de quinientos veinte mil civiles muertos, se estima que el 98% de los judíos fue exterminado, tal vez hasta tres millones de personas.15 Pese al horror de la represión y de los campos de concentración y exterminio, entre ellos el de Auschwitz, desde Roma no hubo una condena directa al régimen nazi por ello, aunque las redes de información que tenía el Vaticano en Polonia eran muy potentes. Su interés recaía más en preocuparse por las cuestiones de la libertad religiosa para los católicos y especialmente por los derechos de la propia Iglesia:
En las innumerables y urgentes notas diplomáticas y de protesta cursadas por la Santa Sede al gobierno de Berlín únicamente se exigen o reivindican las libertades religiosas del catolicismo y nunca (o tan sólo ocasionalmente y de manera indirecta) las otras libertades humanas aún más esenciales: la libertad de la propia vida, del honor, de la propiedad, de la familia etc. Y aquellas notas no acusan ni una sola vez de forma abierta al gobierno del Reich a causa del horroroso genocidio que puso en marcha en Polonia.[16]
La atención estaba centrada en satisfacer a la gran potencia alemana, que podía conseguir mediante su poder militar los deseos de expansión y de poder de Roma, como lo expresaba el mismo Papa:
Nuestra gran simpatía por Alemania quedó también constantemente exteriorizada por el hecho de que siempre interrumpimos nuestras audiencias privadas para no hacer esperar innecesariamente a aquellos miembros de la Wehrmacht [fuerzas armadas de la Alemania nazi] que deseaban venir hacia Nos.[15]
Pero no fue solo el Vaticano quien no hizo algo por evitar toda esta serie de crímenes que llevó a cabo el nazismo, el gobierno estadounidense también iba en esa línea. Mientras estos “asuntos” no interfirieran a sus intereses no se preocuparon lo más mínimo por ellos.
Notas:
13. Avro Manhattan. The Vatican in World Politics. Poland and the Vatican. London: C.A. Watts & Co. Limited, 1949.
14. Emil Revyuk. Polish atrocities in Ukraine. New Yor City, 1931.
15. Karl Heinz Deschner. La política de los Papas en el siglo XX. La Tragedia de Polonia. Vol.II. Yalde, 1994.
16. Carlo Falconi. El silencio de Pio XII. Plaza & Janes, 1970.
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