Islam y socialismo
textos escritos por Dizdira Zalacaín en su blog La cocina de Dizdira en 2010
se publica en el Foro en cuatro mensajes, los mismos que se publicaron en el blog, actualmente inactivo
Desde la difusión general del socialismo científico a finales del s. XIX, han abundado las reflexiones teóricas sobre la posibilidad o no de conjugar religión y marxismo. Como el marxismo surgió y se difundió inicialmente en un entorno cultural cristiano, la mayor parte de lo dicho y de lo hecho sobre el tema se ha desarrollado en colaboración o en confrontación con el Cristianismo en sus distintas confesiones -católica, ortodoxa o protestante. El fin esencial de las iniciativas políticas marxistas es la justicia social. Pero este fin entra en competencia directa con uno de los fines de la acción religiosa, al menos en las religiones "del Libro" o abrahámicas. Esto, que debería ser un motivo de mutuo acercamiento y colaboración, ha provocado numerosos enfrentamientos entre religiosos y marxistas. Las causas de este enfrentamiento son muy variadas y son achacables casi siempre a prejuicios y malentendidos entre ambos bandos.
En su libro, "Justicia social en el Islam", Sayyid Qutb dedica el primer capítulo a comparar la distinta naturaleza y evolución de las relaciones entre religión y sociedad en los mundos cristiano y musulmán. Considera que, históricamente, el Cristianismo se ha abstenido de influir en los asuntos sociales, limitándose a regular temas de moral privada. El Cristianismo, tras su alianza con el Imperio Romano, ha decidido delegar los temas de justicia social al poder civil. Esa dejación de responsabilidad ha equivalido en la práctica a un colaboracionismo cada vez mayor con los abusos de poder y la explotación. Ello al mismo tiempo ha provocado que el pueblo se haya ido distanciando de la religión y que progresivamente vea a ésta como una enemiga, en lugar de como un refugio. Por ello el marxismo es un fenómeno nacido en una sociedad que ya ha abandonado a la religión como fuente de justicia social porque la considera como un impedimento, como una droga adormecedora, un "opio."
Esto contrasta con el desarrollo histórico del Islam, que no ha efectuado esa separación entre asuntos político-sociales y asuntos religiosos. Como bien dice Qutb, el Islam es una religión más totalizadora: el Islam no solo se ocupa de lo divino sino también de lo humano y de lo social. El musulmán no es solo un individuo aislado que responde ante Dios de sus actos, sino miembro de una comunidad. Sus actuaciones en esa comunidad son también de la incumbencia del Islam. En el Islam, dice Qutb, la religión lo impregna todo: no está solo en mi momento de oración sino en todos mis actos cotidianos.
El análisis de Qutb quizá peque de falta de matices, pues ciertos desarrollos del Islam han sido históricamente muy similares a los de la sumisión del Cristianismo a los intereses del Imperio. No hay más que ver a la actual Arabia Saudita, en la que, como en la Edad Media europea, los rituales piadosos individuales camuflan la putrefacción moral de una injusticia social contraria a los principios islámicos. Por otro lado, el Cristianismo no está necesariamente imposibilitado para ocuparse en la justicia social, como lo demuestra la Teología de la Liberación. Su tendencia a la espiritualización, a la abstención de entrar en problemas "mundanos" y su colaboracionismo con los opresores se impuso desde muy pronto, ya con Pablo de Tarso. Pero no hay que olvidar el núcleo de radicalismo social y político que sobrevivió en algunos pasajes evangélicos al giro doctrinal impuesto poco después y que desplazó el Reino de Dios a "otro mundo." Es lo que Puente Ojea denomina "material furtivo" de los Evangelios.
Sin embargo, en la trayectoria general histórica, Qutb tiene toda la razón. El Islam pocas veces ha sido el opio que ha impedido al pueblo rebelarse contra la injusticia social de los poderosos. La religión no ha sido la que se ha opuesto, como en Occidente, a los cambios en pro de una mayor justicia social, sino que la mayoría de las veces ha estado detrás de las revueltas populares contra los abusos sociales.
Visto desde nuestra perspectiva occidental, lo anterior puede sonar extraño, si no abiertamente falso: ¿Cómo que la religión en el Islam lucha por la justicia social? ¡No hay más que ver lo mal que se vive en muchos de esos países y los terribles abusos de poder que hay, por no hablar del machismo, etc!
Ello se debe, creo yo, a no tener en cuenta varios factores ajenos al tema en discusión pero que distorsionan la correcta apreciación del problema. En primer lugar, no debemos confundir el poder económico, el confort, el acceso a la cultura, etc. con la justicia social. En una pequeña comunidad de campesinos de África puede perfectamente haber miseria, hambre e incultura. De ellas se derivan las conocidas lacras del machismo o el apego acrítico a tradiciones ancestrales, que los medios suelen considerar causadas por el Islam. Pero en realidad tales males son típicos de poblaciones privadas de los medios necesarios para desarrollarse como personas, independientemente de la religión que profesen. Sin embargo, cabe imaginar que, en su limitación material y cultural, esa pequeña comunidad pueda dar cabida a una perfecta vocación de justicia social, en el sentido de que nadie es explotado, en el sentido de que lo que hay, por más que sea poco, es repartido justamente y de que todas esas lacras materiales y culturales se intentan ir eliminando entre todos y para todos por igual.
En segundo lugar, es necesario comprender que los abusos de poder y la pobreza la mayoría de las veces vienen precisamente de manos de gobernantes impuestos por Occidente y a los que casi siempre se oponen los grupos que la TV califica de fanáticos islamistas. Esta TV no nos explica a qué viene su oposición. Nos quieren hacer creer que es una oposición por cuestiones de fanatismo religioso irracional. Pero no es así. Las intifadas, las revueltas, los líderes religiosos y sus seguidores que se juegan la vida frente a la policía y el ejército no lo hacen por preceptos religiosos de tipo formal. Eso quizá sea cosa de Rouco Varela y sus pancarteros de la calle Serrano. Esa oposición es una respuesta a una situación de injusticia social sangrante, brutal y permanente, que haría rebelarse a cualquiera, sea musulmán o no. Una injusticia social que, en el Islam, además de inhumana, es antiislámica. La justicia social es un imperativo en el Islam. La defensa del oprimido es una obligación. La justicia social no es algo solo "deplorable", como nos dice Ratzinger, sino un mal ante el que es preciso oponer la mayor de las resistencias activas. No basta con lamentar y llorar: hay que combatir. Así lo dice el Corán:
"Si Alá no permitiese que unos hombres se resistieran a otros, la Tierra ya se habría corrompido" (2:251)
textos escritos por Dizdira Zalacaín en su blog La cocina de Dizdira en 2010
se publica en el Foro en cuatro mensajes, los mismos que se publicaron en el blog, actualmente inactivo
Desde la difusión general del socialismo científico a finales del s. XIX, han abundado las reflexiones teóricas sobre la posibilidad o no de conjugar religión y marxismo. Como el marxismo surgió y se difundió inicialmente en un entorno cultural cristiano, la mayor parte de lo dicho y de lo hecho sobre el tema se ha desarrollado en colaboración o en confrontación con el Cristianismo en sus distintas confesiones -católica, ortodoxa o protestante. El fin esencial de las iniciativas políticas marxistas es la justicia social. Pero este fin entra en competencia directa con uno de los fines de la acción religiosa, al menos en las religiones "del Libro" o abrahámicas. Esto, que debería ser un motivo de mutuo acercamiento y colaboración, ha provocado numerosos enfrentamientos entre religiosos y marxistas. Las causas de este enfrentamiento son muy variadas y son achacables casi siempre a prejuicios y malentendidos entre ambos bandos.
En su libro, "Justicia social en el Islam", Sayyid Qutb dedica el primer capítulo a comparar la distinta naturaleza y evolución de las relaciones entre religión y sociedad en los mundos cristiano y musulmán. Considera que, históricamente, el Cristianismo se ha abstenido de influir en los asuntos sociales, limitándose a regular temas de moral privada. El Cristianismo, tras su alianza con el Imperio Romano, ha decidido delegar los temas de justicia social al poder civil. Esa dejación de responsabilidad ha equivalido en la práctica a un colaboracionismo cada vez mayor con los abusos de poder y la explotación. Ello al mismo tiempo ha provocado que el pueblo se haya ido distanciando de la religión y que progresivamente vea a ésta como una enemiga, en lugar de como un refugio. Por ello el marxismo es un fenómeno nacido en una sociedad que ya ha abandonado a la religión como fuente de justicia social porque la considera como un impedimento, como una droga adormecedora, un "opio."
Esto contrasta con el desarrollo histórico del Islam, que no ha efectuado esa separación entre asuntos político-sociales y asuntos religiosos. Como bien dice Qutb, el Islam es una religión más totalizadora: el Islam no solo se ocupa de lo divino sino también de lo humano y de lo social. El musulmán no es solo un individuo aislado que responde ante Dios de sus actos, sino miembro de una comunidad. Sus actuaciones en esa comunidad son también de la incumbencia del Islam. En el Islam, dice Qutb, la religión lo impregna todo: no está solo en mi momento de oración sino en todos mis actos cotidianos.
El análisis de Qutb quizá peque de falta de matices, pues ciertos desarrollos del Islam han sido históricamente muy similares a los de la sumisión del Cristianismo a los intereses del Imperio. No hay más que ver a la actual Arabia Saudita, en la que, como en la Edad Media europea, los rituales piadosos individuales camuflan la putrefacción moral de una injusticia social contraria a los principios islámicos. Por otro lado, el Cristianismo no está necesariamente imposibilitado para ocuparse en la justicia social, como lo demuestra la Teología de la Liberación. Su tendencia a la espiritualización, a la abstención de entrar en problemas "mundanos" y su colaboracionismo con los opresores se impuso desde muy pronto, ya con Pablo de Tarso. Pero no hay que olvidar el núcleo de radicalismo social y político que sobrevivió en algunos pasajes evangélicos al giro doctrinal impuesto poco después y que desplazó el Reino de Dios a "otro mundo." Es lo que Puente Ojea denomina "material furtivo" de los Evangelios.
Sin embargo, en la trayectoria general histórica, Qutb tiene toda la razón. El Islam pocas veces ha sido el opio que ha impedido al pueblo rebelarse contra la injusticia social de los poderosos. La religión no ha sido la que se ha opuesto, como en Occidente, a los cambios en pro de una mayor justicia social, sino que la mayoría de las veces ha estado detrás de las revueltas populares contra los abusos sociales.
Visto desde nuestra perspectiva occidental, lo anterior puede sonar extraño, si no abiertamente falso: ¿Cómo que la religión en el Islam lucha por la justicia social? ¡No hay más que ver lo mal que se vive en muchos de esos países y los terribles abusos de poder que hay, por no hablar del machismo, etc!
Ello se debe, creo yo, a no tener en cuenta varios factores ajenos al tema en discusión pero que distorsionan la correcta apreciación del problema. En primer lugar, no debemos confundir el poder económico, el confort, el acceso a la cultura, etc. con la justicia social. En una pequeña comunidad de campesinos de África puede perfectamente haber miseria, hambre e incultura. De ellas se derivan las conocidas lacras del machismo o el apego acrítico a tradiciones ancestrales, que los medios suelen considerar causadas por el Islam. Pero en realidad tales males son típicos de poblaciones privadas de los medios necesarios para desarrollarse como personas, independientemente de la religión que profesen. Sin embargo, cabe imaginar que, en su limitación material y cultural, esa pequeña comunidad pueda dar cabida a una perfecta vocación de justicia social, en el sentido de que nadie es explotado, en el sentido de que lo que hay, por más que sea poco, es repartido justamente y de que todas esas lacras materiales y culturales se intentan ir eliminando entre todos y para todos por igual.
En segundo lugar, es necesario comprender que los abusos de poder y la pobreza la mayoría de las veces vienen precisamente de manos de gobernantes impuestos por Occidente y a los que casi siempre se oponen los grupos que la TV califica de fanáticos islamistas. Esta TV no nos explica a qué viene su oposición. Nos quieren hacer creer que es una oposición por cuestiones de fanatismo religioso irracional. Pero no es así. Las intifadas, las revueltas, los líderes religiosos y sus seguidores que se juegan la vida frente a la policía y el ejército no lo hacen por preceptos religiosos de tipo formal. Eso quizá sea cosa de Rouco Varela y sus pancarteros de la calle Serrano. Esa oposición es una respuesta a una situación de injusticia social sangrante, brutal y permanente, que haría rebelarse a cualquiera, sea musulmán o no. Una injusticia social que, en el Islam, además de inhumana, es antiislámica. La justicia social es un imperativo en el Islam. La defensa del oprimido es una obligación. La justicia social no es algo solo "deplorable", como nos dice Ratzinger, sino un mal ante el que es preciso oponer la mayor de las resistencias activas. No basta con lamentar y llorar: hay que combatir. Así lo dice el Corán:
"Si Alá no permitiese que unos hombres se resistieran a otros, la Tierra ya se habría corrompido" (2:251)
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Última edición por pedrocasca el Sáb Jul 27, 2013 12:36 pm, editado 2 veces