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En el mismo seno de nuestra sociedad, se está dando un debate sobre capitalismo y socialismo. La pregunta es la siguiente: ¿Aún podemos tirar para adelante con este sistema o los problemas del capitalismo son irresolubles? Los ideólogos y políticos occidentales quisieran dar por zanjado este debate. De ahí sus críticas hacia todas las fuerzas alternativas. China es una de éstas, precisamente.
Ocurre una cosa extraña. Aunque a decir verdad, es muy lógico. Cuando el socialismo o el comunismo cometen errores, los políticos e ideólogos occidentales claman: “¡Já! ¡Lo veis! ¡Cosa muy mala, este socialismo!” Pero cuando el socialismo consigue grandes logros y despierta admiración, entonces se nos dice: “Sí, pero, ¡ojo! Esto no es socialismo en absoluto, ¿sabe?”.
Pero también existen catedráticos prudentes en Occidente. Por ejemplo, Joseph Stiglitz, un profesor de economía americano. Stiglitz dice lo siguiente: “Los políticos occidentales aún no se han dado cuenta de ello, pero en secreto, en las entrañas de la sociedad, se están produciendo debates sobre el capitalismo y el socialismo. La crisis financiera y económica está levantando la cuestión: ¿Este sistema, que sigue causando problemas, es aún sostenible? ¿No deberíamos estar buscando otra cosa?”.
Y entonces he aquí un país tan grande como un continente, en el que la Unión Europea podría cabe unas tres veces. Quiero hablar de China, que ha sacado a 600 millones de personas de la pobreza y que, cada 7 u 8 años, multiplica por dos el nivel de vida de sus ciudadanos. ¡Y lo más grave, es que este país se llama a sí mismo socialista! Imaginad que la gente reciba en sus manos un libro serio sobre China y que lean más o menos lo contrario de lo que ellos viven a diario y que a continuación, descubran que este milagro se llama.... ¡socialismo! No quiero decir aquí que todos nosotros debamos convertirnos en chinos o que debamos copiar alguna especie de modelo chino – ni mucho menos, de hecho no quisiera tener que comer chino todos los días – pero aún así podríamos ver las diferencias entre el capitalismo de aquí y el socialismo en China: ¿se da también el caso allí de que la gente deba hacer sacrificios "para salvar el futuro" y que el Estado deba plegarse, véase arrodillarse, ante las grandes empresas? Pero, dicen nuestros ideólogos, esta comparación no se puede hacer en ningún caso. Es en este momento cuando llega la fórmula mágica: China no es socialista, en absoluto, en realidad es capitalista también y, por consiguiente, el éxito de China es también el éxito del capitalismo. O del capitalismo de Estado, o del capitalismo con características chinas... Llámenlo como ustedes quieran, pero en cualquier caso, es capitalismo. El problema que tienen estos ideólogos es el siguiente: ¿cómo introducir esto en el cerebro de la gente? Para ello, necesitan todo un arsenal de clichés, de medias mentiras, distorsiones y manipulaciones.
El mejor invento, es lo que realmente ha pasado. Imaginad que soy un periodista de la CCTV, la televisión china. Por naturaleza, soy una mala persona y quiero demostrar que Bélgica es un país de mendigos. Entonces, acompañado por mi cámara y mi técnico de sonido, hago el trayecto de e Bruselas-Norte hasta la estación de Bruselas-Sur y que entrevisto a diez mendigos. Cosa que no resulta nada difícil, puesto que a lo largo del eje Norte-Sur de Bruselas uno se encuentra a multitud de mendigos. Por la tarde, algunos cientos de millones de personas ven mi reportaje y concluyen: ¡qué me parta un rayo si sabía que Bélgica era un país de mendigos!
De esta misma manera, se puede hacer de China un país horroroso. Podéis alinear toda una serie de hechos que habéis reunido, a cada cual más chocante, y concluir: "Veis, he aquí las consecuencias del socialismo". Esto también se puede hacer desde otro ángulo de incidencia. Si usted es partidario de la economía planificada pura y dura, podéis señalar del dedo todos los fenómenos negativos que habéis descubierto y decir: "He aquí el resultado de la economía de mercado en China". ¿Hay corrupción? ¡Ah, es una consecuencia de los elementos de mercado! ¿Hay contaminación atmosférica? ¡Ah! Misma respuesta. ¿Hay sobreproducción en tal o cual sector? Estamos en las mismas. Como sabéis, el mundo puede ser muy sencillo.
China es un país particularmente grande. Uno de cada cinco habitantes del planeta es chino. Es fácil encontrar fenómenos negativos o hacer juicios estúpidos. Los ideológos occidentales se afanan en buscarlos y ofreceros todo lo que hay de negativo. Mientras tanto, los centros de investigación occidentales deben admitir que más del 80% de los chinos apoyan la política de su gobierno. En los Estados Unidos, no llegan ni al 30%. Y mientras tanto, el antiguo presidente sudafricano Mbeki declara "La esperanza de África se sitúa en la plaza de la Paz Celestial [Plaza de Tian'anmen - nota del traductor], en Beijing."
Pero todo esto, no tenéis que saberlo, y sobre todo no tenéis que reflexionar sobre ello. Porque entonces se le podrían ocurrir ideas extrañas. Lo que necesita es estar inmerso cotidianamente en un baño cuyo nombre es – como lo formuló esa vieja bruja de Thatcher – "TINA! There Is No Alternative for capitalism!"
En esta mini-serie, podréis descubrir algunos ingredientes necesarios en la receta del jabón para lavarnos el cerebro. Empezaremos por Deng Xiaoping, el mascarón de proa de la segunda generación de dirigentes del partido.
¿Qué fue del gato de Deng Xiaoping ?
Esto es lo que tenéis que creer, según los ideólogos occidentales: los dirigentes chinos son totalmente desprovistos de principios. No son más que oportunistas de primera clase. Giran según como sople el viento como una veleta. Aquí, el campeón de todas las categorías era Deng Xiaoping, con su gato que tenía que cazar ratones. Los dirigentes que le sucedieron están hechos de la misma pasta.
La frase de Deng Xiaoping que dice que no importa que un gato sea negro o blanco, mientras cace ratones, ha terminado por adquirir existencia propia, al margen del contexto en el que fue pronunciada.
A mediados de 1958, el Partido Comunista Chino (PCCh) lanzaba el Gran Salto hacia Adelante. Fue una campaña económica que apuntaba a alcanzar a los países occidentales en poco tiempo. Ello se hizo, entre otras cosas, incorporando en un tiempo récord a la población campesina en comunas. La explotación familiar en la agricultura fue reemplazada por la comuna donde se tendía a la mayor igualdad posible. De allí resultó una catástrofe económica. Por otro lado, durante este periodo el país fue asolado por importantes sequías, por lo que millones de personas murieron de hambre y agotamiento.
El Gran Salto era una iniciativa de Mao Zedong. Deng apoyó la campaña y criticó a los cuadros del partido que consideraban que no era una política razonable. En octubre de 1959, aún declaraba: “Algunas personas de derecha no quieren reconocer los logros notables del Gran Salto. Sacan provecho de los errores y los utilizan como pretexto para atacar a la línea del partido. El movimiento de 1958 reforzó la construcción económica. Pero la gente de derecha cierra los ojos e insiste en el hecho de que el campo ha sufrido consecuencias catastróficas. Dicen que el nivel de vida sólo podrá ser mejorado si se suprimen las comunas. En cambio, las masas consideran que han traído un gran progreso”.
Pero la situación se iba a volver cada vez más insostenible. En 1961, Deng se iba a ver a los campesinos, al igual que Mao Zedong y otros importantes dirigentes. Deng vuelve con la prueba irrefutable de que la política empedernida consistente en querer llegar al comunismo a una velocidad relámpago no se adapta a la realidad sobre el terreno. Es en este momento cuando pronuncia las siguientes palabras: "Temo que, en lo que respecta a la realidad de las relaciones de producción, debamos verificar si uno u otro método no está en condiciones, en una región o en otra, de enderezar la situación y restaurar la producción agrícola. Y si los campesinos quieren este método, entonces debemos aplicarlo. No importa que un gato sea rojo o negro, mientras pueda cazar ratones." Esta frase sobre el gato, Deng la tomó prestada del mariscal Liu Bocheng. Éste la había utilizado años antes durante un debate sobre la táctica que el Ejército Popular tenía que seguir para luchar contra los invasores japoneses. Liu entendía por ahí que el objetivo era el de ganar la guerra y que la táctica empleada no tenía gran importancia.
Más tarde, Deng Xiaoping nunca volvió a emplear esta expresión, pero estuvo persiguiéndole hasta nuestros días. La frase del gato significa: si un método dado no contribuye a resolver el problema, tenéis que elaborar otro, incluso si ello puede ir en contra de lo que consideráis como ideal. En la China de entonces se libraba un debate sobre los principios socialistas. Algunos decían que nunca se podría abandonar el principio de siempre crecer continuamente hacia relaciones socialistas en la economía: cada vez más organización colectiva, cada vez menos iniciativa privada. Un paso atrás en lo que en la teoría se llamaban los sacrosantos principios socialistas equivalía para ellos a una traición. Otro grupo decía: la gente pasa hambre y les vemos caminar en harapos; manifiestamente, debemos abordar este problema en primer lugar, y si esto significa que debemos frenar o demorar el ascenso hacia la colectivización, que así sea. Esta segunda corriente, más pragmática, era mayoritaria en el seno del PCCh en los años 30. Hasta la segunda sesión del Comité Central elegido en el VIII Congreso, en 1956. Durante esta sesión, Mao Zedong, que por entonces contaba con la ayuda de Deng Xiaoping, hizo aprobar el Gran Salto Adelante, en contra del espíritu y la línea de las decisiones del VIII Congreso, tomadas casi por unanimidad. Desde entonces y hasta la muerte de Mao en 1976, la primera corriente fue mayoritaria. Primero lanzó el Gran Salto Adelante, y poco después la Revolución Cultural – dos periodos muy negativos en la construcción socialista. Más tarde, en 1976-1978, la segunda corriente conoció un reflujo y China pudo iniciar su política de reforma y apertura.
¿Es la frase del gato la demostración de que Deng Xiaoping era un vulgar oportunista? Deng también había defendido y repetido otra posición: "Nuestros cuatro grandes principios son: atenerse al socialismo, a la dictadura democrática, a la dirección del Partido Comunista y al marxismo-leninismo pensamiento de Mao Zedong. Si no nos mantenemos leales a estos cuatro grandes principios, nuestros esfuerzos por combatir a la extrema izquierda se transformarán en una puesta en cuestión del marxismo y del socialismo."
Otra frase repetida a menudo por Deng es la siguiente: "China debe abrir sus puestas a Occidente, pero también debemos darnos cuenta de que el que abre la puerta de su casa también deja entrar a las moscas y los mosquitos". Por ahí entendía: las circunstancias nos hacen elegir tener un comportamiento particular; debemos tener presentes sus consecuencias positivas y negativas, el bien que puede derivar de ahí y los peligros que comporta esta estrategia.
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En el mismo seno de nuestra sociedad, se está dando un debate sobre capitalismo y socialismo. La pregunta es la siguiente: ¿Aún podemos tirar para adelante con este sistema o los problemas del capitalismo son irresolubles? Los ideólogos y políticos occidentales quisieran dar por zanjado este debate. De ahí sus críticas hacia todas las fuerzas alternativas. China es una de éstas, precisamente.
Ocurre una cosa extraña. Aunque a decir verdad, es muy lógico. Cuando el socialismo o el comunismo cometen errores, los políticos e ideólogos occidentales claman: “¡Já! ¡Lo veis! ¡Cosa muy mala, este socialismo!” Pero cuando el socialismo consigue grandes logros y despierta admiración, entonces se nos dice: “Sí, pero, ¡ojo! Esto no es socialismo en absoluto, ¿sabe?”.
Pero también existen catedráticos prudentes en Occidente. Por ejemplo, Joseph Stiglitz, un profesor de economía americano. Stiglitz dice lo siguiente: “Los políticos occidentales aún no se han dado cuenta de ello, pero en secreto, en las entrañas de la sociedad, se están produciendo debates sobre el capitalismo y el socialismo. La crisis financiera y económica está levantando la cuestión: ¿Este sistema, que sigue causando problemas, es aún sostenible? ¿No deberíamos estar buscando otra cosa?”.
Y entonces he aquí un país tan grande como un continente, en el que la Unión Europea podría cabe unas tres veces. Quiero hablar de China, que ha sacado a 600 millones de personas de la pobreza y que, cada 7 u 8 años, multiplica por dos el nivel de vida de sus ciudadanos. ¡Y lo más grave, es que este país se llama a sí mismo socialista! Imaginad que la gente reciba en sus manos un libro serio sobre China y que lean más o menos lo contrario de lo que ellos viven a diario y que a continuación, descubran que este milagro se llama.... ¡socialismo! No quiero decir aquí que todos nosotros debamos convertirnos en chinos o que debamos copiar alguna especie de modelo chino – ni mucho menos, de hecho no quisiera tener que comer chino todos los días – pero aún así podríamos ver las diferencias entre el capitalismo de aquí y el socialismo en China: ¿se da también el caso allí de que la gente deba hacer sacrificios "para salvar el futuro" y que el Estado deba plegarse, véase arrodillarse, ante las grandes empresas? Pero, dicen nuestros ideólogos, esta comparación no se puede hacer en ningún caso. Es en este momento cuando llega la fórmula mágica: China no es socialista, en absoluto, en realidad es capitalista también y, por consiguiente, el éxito de China es también el éxito del capitalismo. O del capitalismo de Estado, o del capitalismo con características chinas... Llámenlo como ustedes quieran, pero en cualquier caso, es capitalismo. El problema que tienen estos ideólogos es el siguiente: ¿cómo introducir esto en el cerebro de la gente? Para ello, necesitan todo un arsenal de clichés, de medias mentiras, distorsiones y manipulaciones.
El mejor invento, es lo que realmente ha pasado. Imaginad que soy un periodista de la CCTV, la televisión china. Por naturaleza, soy una mala persona y quiero demostrar que Bélgica es un país de mendigos. Entonces, acompañado por mi cámara y mi técnico de sonido, hago el trayecto de e Bruselas-Norte hasta la estación de Bruselas-Sur y que entrevisto a diez mendigos. Cosa que no resulta nada difícil, puesto que a lo largo del eje Norte-Sur de Bruselas uno se encuentra a multitud de mendigos. Por la tarde, algunos cientos de millones de personas ven mi reportaje y concluyen: ¡qué me parta un rayo si sabía que Bélgica era un país de mendigos!
De esta misma manera, se puede hacer de China un país horroroso. Podéis alinear toda una serie de hechos que habéis reunido, a cada cual más chocante, y concluir: "Veis, he aquí las consecuencias del socialismo". Esto también se puede hacer desde otro ángulo de incidencia. Si usted es partidario de la economía planificada pura y dura, podéis señalar del dedo todos los fenómenos negativos que habéis descubierto y decir: "He aquí el resultado de la economía de mercado en China". ¿Hay corrupción? ¡Ah, es una consecuencia de los elementos de mercado! ¿Hay contaminación atmosférica? ¡Ah! Misma respuesta. ¿Hay sobreproducción en tal o cual sector? Estamos en las mismas. Como sabéis, el mundo puede ser muy sencillo.
China es un país particularmente grande. Uno de cada cinco habitantes del planeta es chino. Es fácil encontrar fenómenos negativos o hacer juicios estúpidos. Los ideológos occidentales se afanan en buscarlos y ofreceros todo lo que hay de negativo. Mientras tanto, los centros de investigación occidentales deben admitir que más del 80% de los chinos apoyan la política de su gobierno. En los Estados Unidos, no llegan ni al 30%. Y mientras tanto, el antiguo presidente sudafricano Mbeki declara "La esperanza de África se sitúa en la plaza de la Paz Celestial [Plaza de Tian'anmen - nota del traductor], en Beijing."
Pero todo esto, no tenéis que saberlo, y sobre todo no tenéis que reflexionar sobre ello. Porque entonces se le podrían ocurrir ideas extrañas. Lo que necesita es estar inmerso cotidianamente en un baño cuyo nombre es – como lo formuló esa vieja bruja de Thatcher – "TINA! There Is No Alternative for capitalism!"
En esta mini-serie, podréis descubrir algunos ingredientes necesarios en la receta del jabón para lavarnos el cerebro. Empezaremos por Deng Xiaoping, el mascarón de proa de la segunda generación de dirigentes del partido.
¿Qué fue del gato de Deng Xiaoping ?
Esto es lo que tenéis que creer, según los ideólogos occidentales: los dirigentes chinos son totalmente desprovistos de principios. No son más que oportunistas de primera clase. Giran según como sople el viento como una veleta. Aquí, el campeón de todas las categorías era Deng Xiaoping, con su gato que tenía que cazar ratones. Los dirigentes que le sucedieron están hechos de la misma pasta.
La frase de Deng Xiaoping que dice que no importa que un gato sea negro o blanco, mientras cace ratones, ha terminado por adquirir existencia propia, al margen del contexto en el que fue pronunciada.
A mediados de 1958, el Partido Comunista Chino (PCCh) lanzaba el Gran Salto hacia Adelante. Fue una campaña económica que apuntaba a alcanzar a los países occidentales en poco tiempo. Ello se hizo, entre otras cosas, incorporando en un tiempo récord a la población campesina en comunas. La explotación familiar en la agricultura fue reemplazada por la comuna donde se tendía a la mayor igualdad posible. De allí resultó una catástrofe económica. Por otro lado, durante este periodo el país fue asolado por importantes sequías, por lo que millones de personas murieron de hambre y agotamiento.
El Gran Salto era una iniciativa de Mao Zedong. Deng apoyó la campaña y criticó a los cuadros del partido que consideraban que no era una política razonable. En octubre de 1959, aún declaraba: “Algunas personas de derecha no quieren reconocer los logros notables del Gran Salto. Sacan provecho de los errores y los utilizan como pretexto para atacar a la línea del partido. El movimiento de 1958 reforzó la construcción económica. Pero la gente de derecha cierra los ojos e insiste en el hecho de que el campo ha sufrido consecuencias catastróficas. Dicen que el nivel de vida sólo podrá ser mejorado si se suprimen las comunas. En cambio, las masas consideran que han traído un gran progreso”.
Pero la situación se iba a volver cada vez más insostenible. En 1961, Deng se iba a ver a los campesinos, al igual que Mao Zedong y otros importantes dirigentes. Deng vuelve con la prueba irrefutable de que la política empedernida consistente en querer llegar al comunismo a una velocidad relámpago no se adapta a la realidad sobre el terreno. Es en este momento cuando pronuncia las siguientes palabras: "Temo que, en lo que respecta a la realidad de las relaciones de producción, debamos verificar si uno u otro método no está en condiciones, en una región o en otra, de enderezar la situación y restaurar la producción agrícola. Y si los campesinos quieren este método, entonces debemos aplicarlo. No importa que un gato sea rojo o negro, mientras pueda cazar ratones." Esta frase sobre el gato, Deng la tomó prestada del mariscal Liu Bocheng. Éste la había utilizado años antes durante un debate sobre la táctica que el Ejército Popular tenía que seguir para luchar contra los invasores japoneses. Liu entendía por ahí que el objetivo era el de ganar la guerra y que la táctica empleada no tenía gran importancia.
Más tarde, Deng Xiaoping nunca volvió a emplear esta expresión, pero estuvo persiguiéndole hasta nuestros días. La frase del gato significa: si un método dado no contribuye a resolver el problema, tenéis que elaborar otro, incluso si ello puede ir en contra de lo que consideráis como ideal. En la China de entonces se libraba un debate sobre los principios socialistas. Algunos decían que nunca se podría abandonar el principio de siempre crecer continuamente hacia relaciones socialistas en la economía: cada vez más organización colectiva, cada vez menos iniciativa privada. Un paso atrás en lo que en la teoría se llamaban los sacrosantos principios socialistas equivalía para ellos a una traición. Otro grupo decía: la gente pasa hambre y les vemos caminar en harapos; manifiestamente, debemos abordar este problema en primer lugar, y si esto significa que debemos frenar o demorar el ascenso hacia la colectivización, que así sea. Esta segunda corriente, más pragmática, era mayoritaria en el seno del PCCh en los años 30. Hasta la segunda sesión del Comité Central elegido en el VIII Congreso, en 1956. Durante esta sesión, Mao Zedong, que por entonces contaba con la ayuda de Deng Xiaoping, hizo aprobar el Gran Salto Adelante, en contra del espíritu y la línea de las decisiones del VIII Congreso, tomadas casi por unanimidad. Desde entonces y hasta la muerte de Mao en 1976, la primera corriente fue mayoritaria. Primero lanzó el Gran Salto Adelante, y poco después la Revolución Cultural – dos periodos muy negativos en la construcción socialista. Más tarde, en 1976-1978, la segunda corriente conoció un reflujo y China pudo iniciar su política de reforma y apertura.
¿Es la frase del gato la demostración de que Deng Xiaoping era un vulgar oportunista? Deng también había defendido y repetido otra posición: "Nuestros cuatro grandes principios son: atenerse al socialismo, a la dictadura democrática, a la dirección del Partido Comunista y al marxismo-leninismo pensamiento de Mao Zedong. Si no nos mantenemos leales a estos cuatro grandes principios, nuestros esfuerzos por combatir a la extrema izquierda se transformarán en una puesta en cuestión del marxismo y del socialismo."
Otra frase repetida a menudo por Deng es la siguiente: "China debe abrir sus puestas a Occidente, pero también debemos darnos cuenta de que el que abre la puerta de su casa también deja entrar a las moscas y los mosquitos". Por ahí entendía: las circunstancias nos hacen elegir tener un comportamiento particular; debemos tener presentes sus consecuencias positivas y negativas, el bien que puede derivar de ahí y los peligros que comporta esta estrategia.
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