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    "La derechona y la izquierdita, tal para cual" - Armando B. Ginés - Diario Octubre 15-08-2013

    Alexéi Fiódorov
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    Mensaje por Alexéi Fiódorov Jue Ago 15, 2013 4:04 pm

    La derechona y la izquierdita, tal para cual.

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    Desde la campaña publicitaria del güisqui dyc para gente sin complejos, la derecha española, siguiendo la tendencia internacional marcada por el neoliberalismo populista iniciada por Thatcher y Reagan, ha ido ganando terreno y presencia coloquial en la calle y en el bar de la esquina. Sin complejos viene a decir en la cruda realidad sin ética, poniendo en un mismo rango moral a los explotadores y a los explotados, a los ricos y a los pobres.

    Esta sutil revolución conservadora daba alas y alentaba a las clases trabajadoras más empobrecidas frente a los inmigrantes competidores por las ayudas y subvenciones públicas y en dura pugna por los empleos más penosos y peor remunerados. Esa subclase precaria no es nueva en el sistema capitalista, siempre ha oscilado entre el 1 y el 9 por ciento de la población de los países occidentales. Cuando el guarismo del desempleo alcanzaba las dos cifras (del 10 por ciento en adelante), los gobiernos e instituciones tomaban nota y elevaban la voz de alarma por si el descontento pudiera conducir a un mínimo estallido social.

    Era un ejército de reserva keynesiano muy útil para el entramado capitalista del Estado del Bienestar: permitía negociar a la baja los convenios colectivos e impedía el reparto equitativo de la riqueza recordando a la amorfa clase media (clase trabajadora instalada en la hipoteca y en un consumismo alegre) que la marginalidad estaba a un paso. No debían, por tanto, estirar en exceso la cuerda reivindicativa.

    La clase trabajadora de arrabal, economía ilegal y contratos temporales nunca ha tenido representantes sociales y políticos genuinos, siempre ha sido subsidiaria de los líderes salidos del engendro ideológico denominado clase media. En España, desde la misma transición, la nueva izquierda institucionalizada tomó las riendas del movimiento obrero trazando las directrices en urbanizaciones alejadas de los cascos históricos de la izquierda transformadora. El urbanismo real ha tenido consecuencias ideológicas muy severas e importantes en la izquierda en su conjunto.

    Se ha configurado en las últimas décadas un corpus ideológico, social y político de izquierdas de periferia acomodada, de extramuros intelectual biempensante, que ha emulado las formas de hacer política tradicional de la derecha. Análisis sociológicos impecables, posibilismo pactista y democracia formal como sinónimo de puerto de llegada único e inalterable. El fin de la historia era un hecho incontrovertible con el auge del bienestar de la clase media, del consumismo compulsivo y del pago aplazado como modus vivendi que emulaba estéticas de comportamiento de la otrora adversaria e irreductible clase rica o corporativa.

    Esa ideología unifamilar de chalé adosado o segunda residencia playera o rural ha tenido repercusiones graves en la manera de pensar de la clase asalariada o trabajadora. Por una parte, emergía una mala conciencia entre la elite de izquierdas modernizada que vivía como la derecha en un cuerpo de aroma izquierdoso trasnochado e incómodo, mientras la derecha fetén azuzaba la sociedad con sus ideas egoístas, retrógradas y neoliberales. Salía a la calle sin complejos al tiempo que la izquierda institucional se empequeñecía con su discurso desmovilizador y quietista.

    En esas estábamos cuando el neoliberalismo dijo basta: lo quiero todo. La clase media (ultrajada con señuelos de consumo inmediato) se lanzó por la ventana al perder su empleo y su casa hipotecada. Entonces la sociedad empezó a reaccionar: sus líderes vieron que la cosa iba en serio, que el capitalismo también quería sus preferentes, sus derivadas, su salud, la educación de sus hijos e incluso la vejez inexorable. ¿Antes de la crisis de 2008 no existía la pobreza y la precariedad en España y en Occidente? Sí, pero ese porcentaje sumergido bajo las aguas cenagosas de la clase media nunca tuvo representantes políticos ni voces sociales autónomas y de identidad propia que pudieran hacerse escuchar en la plaza pública dominada por la inopia de comprar baratijas en multitud de formas banales, desde un viaje exótico a una entrada para un concierto de algún ídolo de los viejos rockeros nunca mueren.

    La crisis viene de lejos y la hemos tolerado mientras no ha mordido el cuello de la clase media. Los extrarradios urbanos están muy lejos, ya casi olvidados en los recuerdos familiares infantiles, de los líderes sociales, políticos y mediáticos de la izquierdita acomodada. Además, la derechona ha salido a la palestra sin complejos: su doctrinario agresivo contra el inmigrante, los radicales y los antisistema ha recogido los votos de la precariedad laboral, la economía sumergida y la rabia contenida en gentes y capas sociales que vienen siendo sojuzgadas, maltratadas y vilipendiadas desde, cuando menos, la mítica transición.

    Los trabajadores en precario son fácilmente influenciables por emociones inmediatas. Su enemigo reside a su vera, es el otro, el extraño, el que compite en el barrio contra la escasez de recursos. La derechona ha ido a su encuentro con palabras sencillas de corte fascista: vótame, yo limpiaré las calles de tu pueblo de escoria indeseable. Y si no me votas, no votes a nadie porque todos los políticos son iguales, van a lo suyo. Y la izquierda atrapada en sus contradicciones de clase media, ¿qué?, ¿qué discurso ha elaborado al respecto? Poco o nada, excelentes estudios de campo, estadísticas espléndidas y verborrea buenista de mercadotecnia insulsa.

    Todo lo que está sucediendo ahora mismo tiene aires de clase media cabreada que intenta tomar aire y recuperar espacios de bienestar que se han ido por el desagüe. Es el principio, el grito, la expresión del malestar. Se advierte, sin embargo, una densidad ideológica raquítica, muy escorada a recuperar los ahorros de antaño sin proponer acciones políticas globales, esto es, un relato coherente que partiendo de la realidad (capitalismo) marque itinerarios o soluciones distintas, aspiraciones que vayan más allá de la mera coyuntura.

    Las fuerzas tradicionales de izquierda están a la espera táctica de un nuevo ciclo expansivo capitalista. Piden a las masas tranquilidad, coraje, capacidad de sacrificio. Todo volverá a su cauce. La derechona, bien pertrechada en su ocio y prebendas seculares, continúa erre que erre con su destrozo hacia una nueva sociedad de aroma feudal, sin normas de referencia, con estamentos hereditarios, donde todo pueda venderse y comprarse al mejor postor. Esa izquierda colaboracionista y cortoplacista cree en la democracia como una ideología insuperable, como una estación término ineludible. Al ritmo que van los recortes en derechos y el desmantelamiento de lo público, cuando echemos la vista atrás no reconoceremos ni nuestra propia sombra. El olvido programado, la ignorancia inducida por los mass media y la competitividad cruel por la subsistencia nos habrán convertido en esclavos autómatas de un sistema en el que solo vale el empujón al semejante y la sumisión irrevocable al rico explotador.

    ¿A qué aguarda la izquierdita? Sus complejos de clase media están haciendo un flaco servicio a la clase trabajadora. Es necesario más crítica global y llamar a las cosas por su nombre: capitalismo es capitalismo, explotación sin más. Hoy se es anticapitalista consecuente o derechona sin complejos. Los términos medios actualmente están ocupados por una izquierdita ombliguista, paniaguada, medrosa e inoperante. Una especie de gauche divine  ilustrada en versión posmoderna.


    De Armando B. Ginés, web personal Gotas de Sed.

    Publicado en Diario Octubre.

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