Como ya expresamos las purgas o expulsiones del Partido Comunista (b) Soviético durante la década de 1930 es el tópico favorito de los propagandistas burgueses; sobre este tema se han vertido una inmensa cantidad de propaganda que nubla toda posibilidad a las masas en general de alcanzar la verdad, cuyo único propósito es la difamar al socialismo y a la Unión Soviética. Así pues, este documento pretende arrojar un poco de luz al respecto...
Recomendamos que para ampliar el tema se de lectura al documentos: "Las purgas del Partido Comunista (b) de la URSS en la década de 1930".
El documento:
Jruschov puso la mayor atención y utilizó el máximo espacio posible en su informe, acerca de la cuestión de las «represiones».
Es un tema complejo, que conlleva una carga emocional y un efecto social importante. Se le puede sacar un buen partido para manipular a la opinión pública. Hay que subrayar que Jruschov utilizó muy hábilmente este tema en su informe. Escribe:
«Stalin aplicaba medidas extremas y represiones en masa». [105]
«Arrestos en masa y el exilio de miles y miles de gentes». [106]
«Stalin empezó un terror general contra los cuadros del partido». [107]
«Stalin pasaba desde posiciones de lucha ideológica a la violencia administrativa, a la represión en masa, al terror» [108]... y así sucesivamente.
Se deduce del informe Jruschov, que los despidos y condenas –llamados «represiones» por Jruschov- son hechos únicos y personales de Stalin, y que no son en absoluto decisiones del Comité Central del Partido, y del gobierno soviético y de sus instancias. Es importante subrayar que Jruschov tomó parte activa en la decisión de las «represiones» y de su aplicación, como miembro del Comité Central del Partido Bolchevique.
Hay que señalar que Jruschov no indica, en ningún sitio de su informe, el número de condenados. No habla más que de «miles y miles de gentes» y de «represión en masa». Lo que no ha impedido a los enemigos de la URSS y del socialismo utilizar el informe Jruschov para inventar cifras extravagantes sobre el número de «reprimidos» en la URSS.
Así, por ejemplo, Roy Medvedev, conocido historiador y politólogo, como émulo fiel a Jruschov, escribe que: «el número de reprimidos en la URSS se sitúa entre 40 y 60 millones». [109]
Y el célebre disidente soviético, Alexander Solzhenitsin estima que «los reprimidos en la URSS fueron 66 millones, ni más ni menos.» [110]
Un simple cálculo permite decir lo siguiente:
«Antes de la Primera Guerra Mundial, el Imperio Ruso tenía una población de 154 millones de habitantes. Teniendo en cuenta los nacimientos y los fallecimientos, la emigración y las «víctimas de las represiones», según la «contabilidad» de Medvedev, se obtiene que hacia 1941, la URSS debía tener unos 90 millones de habitantes, cuando las estadísticas demuestran que en 1941 la población de la URSS era de 190 millones de habitantes». [111]
¡Ah, el sueño de los enemigos acérrimos de la URSS de poder demostrar que por lo menos el 50% de la población de la URSS había sido reprimida durante los años de edificación del socialismo!
La historiadora-sovietóloga francesa Hélene Carrère d'Encausse escribe: «Siempre he estado preocupada por el destino de centenares de millones de gentes aplastadas por el monstruoso sistema soviético». [112]
El odio y el desprecio de clase de esta francesa no es necesario demostrarlos. Sólo habría que cambiar los títulos de esta «científica»: en vez de considerarla como «historiadora-sovietóloga», se merece el calificativo de «histérica-antisoviética».
Algunos búlgaros enemigos del socialismo y de la URSS no se han quedado atrás en la propaganda calumniadora concerniente a las «represiones». Así un tristemente pobre filósofo búlgaro, disidente en 1990, escribió:
«Toda la aventura (este «filósofo» califica de aventura la edificación del socialismo en la URSS - nota del autor) acabó con un terror político de una escala inusitada y por innumerables víctimas humanas, del orden de decenas de millones». [113] Este tristemente pequeño filósofo disidente búlgaro se llama Jélio Mitev Jélev (Presidente de Bulgaria de 1990 a 1996, después de la contrarrevolución de 1989 - nota del traductor).
¿Por qué se escribe todo esto? ¿Cuál es la meta de estas calumnias llenas de odio? Su objetivo es el de presentar la violencia como compañera inevitable del socialismo como sistema político. Esta absolutización de la violencia del poder soviético es un argumento oportuno para los enemigos del socialismo, a fin de manipular a la opinión pública. Y esta criminalización del socialismo pasa por calumniar al poder soviético y, claro está, a su dirigente Iósif Stalin. De hecho, se trata de la absolutización del odio hacia el marxismo-leninismo y el socialismo.
¿Cuál es la realidad, de hecho, de los «represaliados» en la URSS? Molotov escribe a este propósito:
«Los condenados de todo el periodo de la dirección de Stalin, según los archivos sacados a la luz en la época de Gorbachov, cuentan aproximadamente con 600 000 personas, incluidos los criminales militares y los criminales comunes». [114] Lo que quiere decir, menos del 0,5% de la población de la URSS.
Se constata que, incluso la gente del entorno de Gorbachov, han dado cifras que no tienen nada que ver con las decenas de millones de víctimas que, disidentes e intelectuales degenerados, han contado personalmente.
Relativo a las condenas en la URSS, hay que decir previamente que eran inevitables, porque la resistencia de la clase reaccionaria que había perdido el poder era lógicamente inevitable. Ninguna revolución se puede llevar a cabo sin la resistencia de la contrarrevolución. Toda revolución genera una contrarrevolución. Karl Marx escribe a este propósito:
«La revolución provoca una contrarrevolución potente y solidaria, genera el enemigo con el cual el Partido debe luchar, y esta lucha le hace crecer como partido auténticamente revolucionario». [115]
La historia de las revoluciones burguesas en los países capitalistas occidentales confirma esta relación. Por ejemplo, en la época de la revolución burguesa inglesa, en el siglo XVII, que se realizó a través de dos guerras civiles, una en 1642 y otra en 1648, los ejércitos de Cromwell condujeron al ejército real a la derrota y provocaron miles de víctimas. El mismo rey Carlos I era apresado y, bajo la exigencia de las masas populares, ejecutado en 1649.
Durante la revolución burguesa francesa en el siglo XVIII, también hubo muchas víctimas. Es entonces cuando fue inventada la guillotina, que funcionaba sin interrupción. Y se tiraban bebés al Sena como «enemigos de la revolución». Según algunas fuentes: «solamente en Vendée (departamento del oeste de Francia - nota del traductor) se contaron 90 000 guillotinados, muertos por balas o ahogados». [117] El rey de Francia, Luis XVI, fue ejecutado.
Se sabe que hace unos cien años, en los Estados Unidos vivían cerca de 3 millones de indios. Sus descendientes hoy, que no pasan del millón, viven en campos de concentración llamados, no se sabe porqué, «reservas». [118] Este genocidio, así como los de las revoluciones burguesas, no son tratados de forma alarmista, no se escriben, no se hace eco de ellos.
Se puede decir que el número de condenados o de víctimas en cada revolución, se define y depende de las condiciones en las cuales se realiza la revolución, de sus objetivos, de su carácter y de su duración. Si la revolución se propone objetivos decisivos, si las grandes masas participan en ella, si continúa mucho tiempo, si la intervención contrarrevolucionaria internacional se implica violentamente y a gran escala para apoyar a la clase despojada del poder, es evidente que el número de víctimas y de gente condenada por el poder revolucionario sea más importante.
En este sentido, la Gran Revolución Socialista de Octubre no tiene equivalente histórico. Por primera vez en la historia se propuso un gran objetivo revolucionario progresista: la construcción de una sociedad socialista sin clases, sin explotación del hombre por el hombre. No se podía esperar a que la clase burguesa en el poder en Rusia fuese a recibir con sonrisas y palmaditas a los obreros y soldados insurrectos de la revolución.
Por primera vez en la historia, la Gran Revolución Socialista se llevaba a cabo en un atrasado y enorme país de 150 millones de habitantes, de los cuales el 70% eran analfabetos.
Por primera vez en la historia, la Gran Revolución Socialista se llevaba a cabo pese a la intervención violenta de la contrarrevolución imperialista a una escala colosal.
Desde su establecimiento, la nación fue atacada por 14 países capitalistas, entre ellos los Estados Unidos de América, a fin de derribar el nuevo poder soviético. El gran poeta proletario búlgaro, Hristo Smirnenski escribió:
¡Y la lucha es tan cruel!
¿De dónde no llegó el feroz enemigo?
¿Es que hubo un sólo bandido en la tierra
que no empuñase el sangriento cuchillo
para sembrar horror y oscuridad?
El ex-presidente de los Estados Unidos, H. Hoover (1929-1933), declaró sinceramente y cínicamente: «Para decir verdad, la meta de mi vida es el aniquilamiento de la Unión Soviética». [119]
Es cierto que los condenados en la URSS hubieran sido infinitamente menos numerosos si no hubiese tenido lugar esta agresión internacional a gran escala de la contrarrevolución imperialista, que apoyó con cuadros, con dinero y con armas a la clase burguesa derrocada en Rusia, que organizaba y avivaba su resistencia contra el nuevo poder soviético.
Por consecuencia, el principal culpable del nacimiento y de la importancia de la «represión» en la URSS es el imperialismo, particularmente el imperialismo de los Estados Unidos, quien más específicamente organizaba, sostenía y activaba la resistencia contra el nuevo poder soviético, obligado a defender, por todos los medios, los intereses fundamentales de las masas.
Hay gente que piensa que la revolución es un acto único. Según ellos, habría empezado casi con las palabras del marino Jeleniak dirigiéndose a los Ministros del gobierno provisional de Rusia (el gobierno nacido de la revolución de febrero de 1917 - nota del traductor): «¿Quiénes son aquí los provisionales?»... y se habría acabado con el arresto de éstos. Es una visión ingenua y errónea de la revolución. La experiencia histórica de la revolución socialista muestra que situó en las condiciones de una lucha de clases ininterrumpida y cada vez más aguda, durante decenios.
Jruschov escribe de forma rabiosa y calumniadora sobre las purgas en el ejército:
«En el periodo de 1937 a 1941, a raíz de las sospechas de Stalin, y en base a denuncias calumniosas, fueron asesinados comandantes del ejército y activistas políticos. Este hecho tuvo consecuencias muy importantes, principalmente en los inicios de la guerra. Durante este periodo fueron reprimidas también algunas capas de cuadros del mando, desde la compañía hasta la división, para desembocar en los cuadros superiores dirigentes del ejército». [120]
¿Cuál es la verdad sobre esta cuestión? Ante la amenaza creciente de agresión armada de la Alemania fascista contra la Unión Soviética, el Comité Central del Partido y el gobierno soviético decidieron tomar medidas para reforzar al ejército, incluso con la depuración de oficiales corruptos e inestables de la dirección. En la revista soviética «Sovetskoe obozrenie» Nº 5 de 1989, páginas 54 y 55, en el artículo «Sobre las represiones de los años 30 y del estado de los cuadros oficiales del Ejército Rojo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial», está escrito:
«La administración de los cuadros militares posee el documento con el cual trabajaba Voroshílov, firmado por el vicepresidente del Comité popular para la Defensa de los cuadros, Effme Shchadenko, el 5 de mayo de 1940. Este documento se llama «Informe de actividad de la dirección del personal dirigente para 1939». En la parte 11, titulada «las purgas en el ejército y revisión de los excluidos del ejército», el número total de los excluidos de las listas del Ejército Rojo de 1937 a 1939, se eleva a unas 37 000 personas aproximadamente, destituidas por las razones siguientes:
a) arrestados por actividad contrarrevolucionaria;
b) destituidos por relaciones con confabuladores, conforme a la decisión del Comité Central del 29 de marzo de 1937;
c) destituidos, siguiendo la directriz del Comisariado Popular para la Defensa de la URSS del 24 de junio de 1938, concerniente a polacos, alemanes, lituanos, letones, finlandeses, estonios, etc., nacidos en el extranjero;
d) destituidos por razones político-morales, (borrachos, dilapidadores de la economía colectiva, etc.);
e) excluidos por razones de salud, de invalidez o por defunción».
En este informe, Shchadenko escribió: «En el número total de oficiales destituidos, había cierta cantidad que fueron arrestados y despedidos por error. Por esta razón, muchas cartas llegaron al Comité Popular para la Defensa (el equivalente del Ministerio de Defensa – nota del traductor), al Comité Central del Partido y a Stalin personalmente. Una comisión especial fue creada en agosto de 1938, con el propósito de estudiar las demandas de los comandantes despedidos, tratando los expedientes con rigor. Para más precisión, trabajó:
-en presencia de los interesados;
-yendo «in situ» a sus demarcaciones;
-recopilando datos ante las organizaciones del Partido, los comunistas y los comandantes que conocían a los despedidos;
-interrogando a los órganos del Ministerio del Interior, etc.
La Comisión estudió 30 000 impugnaciones, demandas e intervenciones de distintas personalidades. Como resultado del trabajo de la Comisión, 11 178 comandantes se reintegraron el 1 de enero de 1940. Los despedidos por razones políticas y no reintegrados constituían el 3% del cuerpo del ejército.
El 1 de enero de 1941, había 580 000 oficiales en el Ejército Rojo. En mayo de 1941, fueron enviados al ejército 100 000 nuevos oficiales, procedentes de la Escuela Militar. En vísperas de la guerra, el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas correspondía a su destino.
En muchas batallas y operaciones militares del principio de la guerra, muchas unidades demostraron un alto grado de maestría operacional del arte militar. Esto ha sido reconocido por el propio mando alemán. Por ejemplo, el general Adler escribió en su diario: «Nuestro grupo de ejército Sur avanza lentamente, sufriendo desgraciadamente muchas pérdidas. Se nota en el adversario que actúa con una dirección resuelta y enérgica». [121]
Esta es la verdad sobre las purgas en el ejército. ¿Y qué falta añadir a este propósito?
En primer lugar, que las decisiones sobre las purgas eran tomadas por el Comité Central del Partido y por el Comisariado para la Defensa, y no por Stalin personalmente, como afirma Jruschov en su informe. Estas decisiones se tomaban por los poderes públicos y por los órganos del Partido. Jruschov, como secretario del Comité Central de Ucrania, participaba activamente en su ejecución. Vamos a citar un documento de marzo de 1938, firmado por Jruschov: «Decreto del Consejo militar de la región militar de Kiev sobre el estado de los cuadros de mando, los cuadros de dirección y los cuadros políticos de la región:
1. El gran trabajo de las purgas elimina los elementos hostiles, y la promoción de las personas fieles al Partido de Lenin y de Stalin, han asegurado la estabilidad política y el éxito de la campaña de robustecimiento de la potencia militar del país. (...)
2. Los enemigos han podido causar muchos daños en la composición de los cuadros. El consejo militar se encarga de desarraigar los restos de elementos hostiles, investigando a cada comandante, dirigente o trabajador político antes de su promoción, no dejando más que gente fiel y segura. (...)
Firmado por el Comandante de los ejércitos de Kiev, Timoshenko; el miembro del consejo militar, Smirnov; y el miembro del consejo militar y secretario del C.C. del Partido Bolchevique, Jruschov.»
Los mismos que declararon más adelante que a consecuencia de las severas purgas del 25 de marzo de 1938, hacia los elementos trotskistas, bujarinistas y burgueses nacionalistas (...) fueron renovados cerca de 20 000 cuadros en el ejército. [122]
Encontramos aquí una deslumbrante prueba de la hipocresía de Jruschov sobre la cuestión de las «represiones».
En segundo lugar, hay que subrayar el hecho de que las decisiones de los despidos, que eran tomadas sobre la base de criterios bien definidos, cuyo objetivo era asegurar la capacidad defensiva del Ejército Rojo en vísperas del ataque alemán, incumben a la responsabilidad histórica del Comité Central y del Consejo de Ministros de la URSS. Estas son razones claras y justificadas.
En tercer lugar, hay que subrayar el hecho de que esos criterios no han sido siempre aplicados correctamente, de ahí las impugnaciones de algunos cuadros despedidos. Después de la revisión por la comisión especial, el 45% de éstos habían sido readmitidos en el ejército. Lo que quiere decir que el mecanismo de revisión y reintegración de los oficiales injustamente despedidos era seguro y convincente.
Claro está, la existencia de oficiales o de civiles reprimidos injustamente es una desgracia para el Ejército extranjero rojo y para la Unión Soviética, pero no se puede culpar al Comité Central del Partido Bolchevique, ni al gobierno soviético. Porque en las condiciones en las cuales se desarrollaban las purgas, no era posible evitar este tipo de situaciones, porque había gente que se propasaba, calumniando o denunciando: debilidades humanas que la revolución socialista no puede erradicar en un día. Pero no hay que olvidar que había también actos conscientes de agentes de la quintacolumna del enemigo, cuyo objetivo era hacer sufrir a inocentes y a gente honrada, a fin de debilitar el Ejército Rojo.
Citamos aquí algunos ejemplos.
El teniente coronel de reserva A. Grinko escribe:
«En esos años, mi padre, así como camaradas del Komsomol bien conocidos, fueron reprimidos injustamente. Se consideraba que eran empleados demasiado aplicados que se propasaban. Pero nadie acusaba a Stalin por eso. ¿Podía él conocer a mi padre, un obrero del ferrocarril, o al profesor de alemán, o también al militante del Komsomol de nuestra región? Estábamos convencidos de que los verdaderos enemigos del pueblo llevaron su obra destructora a espaldas de Stalin. Después de la rehabilitación de la gente condenada, participé en el trabajo de la comisión del Partido que estudiaba el expediente personal de uno de los aduladores de Yezhov. Los métodos no autorizados de interrogatorio que éste había utilizado estaban expuestos en tres expedientes. Cuando se le preguntó porqué había trasgredido la legalidad socialista, su respuesta fue: era Stalin quien lo pedía. Pero se demostró inmediatamente que tales instrucciones jamás fueron dadas. Simplemente había utilizado el poder de que disponía de forma abusiva, con un objetivo arribista». [123]
He aquí lo que Molotov escribe sobre el celo, el arribismo y la mala voluntad de uno de los responsables de los asuntos internos, Yezhov:
«Antes de ocupar este puesto, Yezhov era un hombre honesto... Pero este puesto le ha aturdido, quería mostrar que lo merecía. Y el arribismo triunfó. Quería cantidad. Algunos empezaron a propasarse... Pero era un trabajo perjudicial». [124]
Y sobre Yagoda, Molotov escribe:
«Cuando Yagoda se encontró a la cabeza de la Seguridad del Estado, no era sólo propasarse. Ante el tribunal declaró: los oponentes se han quedado mucho tiempo en puestos relevantes porque yo les ayudaba a ello. Ahora reconozco mi error y ruego su perdón... Poseo el registro taquigrafiado de sus palabras. Dijo: es por eso que los derechistas y los trotskistas fueron desenmascarados tan tarde, porque yo lo impedía. Ahora voy a denunciarlos a todos, y por eso deben salvarme... ¡Ustedes ven qué personaje se encontraba junto a Dzerzhinski! Y con qué horribles individuos tenia uno que trabajar, que nos traían adrede a gente inocente - digamos dos de cada diez». [125]
El antiguo ministro de agricultura de la URSS, Benediktov, escribe:
«Stalin conocía los actos ilegales en la ejecución de las decisiones de purgas, y tomaba medidas para enderezar esta situación haciendo que liberasen a los inocentes... El Pleno del Comité Central del Partido Bolchevique de 1978, ya había desvelado actos ilegales cometidos hacia los sin partido y comunistas honrados, publicando en todos los periódicos nacionales un decreto especial que liberaba de los campos penitenciarios a centenares de personas injustamente arrestadas, entre ellos algunos jefes militares de renombre. Todas estas personas fueron rehabilitadas, e incluso a algunas, Stalin les presentó sus disculpas personalmente. De la misma manera, en 1939, en el XVIII Congreso del Partido se discutió públicamente sobre las perjudiciales consecuencias de las condenas injustificadas». [126]
Benediktov sigue:
«En aquellos tiempos, no se dudaba en castigar a los calumniadores. En cuanto eran desenmascarados, pasaban al lugar de sus víctimas. La paradoja estaba en que después de su liberación como consecuencia del «deshielo» jruschoviano, eran esos mismos los que más se indignaban de las «ilegalidades estalinistas», y publicaron incluso sus memorias. (...) La mayoría de las condenas concernían al aparato del NKVD (Ministerio del Interior), donde una gran parte de los funcionarios tuvieron que declarar, por inculpar a inocentes abusando de su posición. La mayor responsabilidad de este tipo de abusos caía sobre Yagoda y Yezhov, antiguos responsables del NKVD». [127]
La hija del gran piloto soviético, Valery Chkalov, cuenta:
«Stalin quería a Chkalov y escuchaba con atención su opinión. Muchas personas fueron salvadas gracias a la intervención directa de Chkalov dirigiéndose a Stalin». [128]
Incluso después de la victoria de la Gran Guerra Patria, se intentó calumniar a algunos dirigentes militares en 1947, entre ellos el Mariscal Zhúkov, a quien se acusó de haber fomentado un golpe de estado militar contra el Comité Central del Partido. Stalin no permitió su arresto y declaró:
«No creo a nadie sobre los hechos que le imputan a Zhúkov. Es un hombre recto que no duda en decir abiertamente las cosas más desagradables, pero que no iría en contra del Comité Central». [129]
Pero, si se debía seguir con el trabajo de rehabilitación de ciudadanos injustamente reprimidos después de la muerte de Stalin, debió ser organizado y realizado seriamente:
-pero no con el rechazo de la teoría marxista-leninista sobre el carácter de las luchas de clase en el periodo transitorio del capitalismo al socialismo, sino al contrario, reconociendo su carácter inevitable y su agudización;
-pero no con la humillación de la persona y de la obra de Stalin (que era, por otra parte, una obra común con el Partido Comunista y con el gobierno de la URSS), sino con una estimación objetiva de las realidades soviéticas en los años 30, induciendo la necesidad de las purgas y de los despidos para la defensa del socialismo;
-pero no con la liberación de todos los condenados tras una corta entrevista con ellos, sino por vía jurídica, respetando las leyes.
No es lo que ocurrió, porque Jruschov perseguía un objetivo perverso.
En cuarto lugar, hay que subrayar que las purgas no debilitaron al Ejército Soviético, como escribe Jruschov, sino que lo fortalecieron, pese a la falta de cuadros suficientemente preparados para distinguir y desactivar a los enemigos de la URSS camuflados. Más aún cuando, los enemigos del pueblo que se ponían al servicio del ejército fascista alemán en las ciudades ocupadas durante la guerra, solían esconder muy hábilmente su actividad.
En julio de 1942, el segundo ejército de choque, mandado por el general Vlásov, se rindió al enemigo. El Mariscal Zhúkov escribe a este propósito:
«Aparentemente este golpe había sido concebido en la época en que Vlásov servía en las unidades de la región de Kiev. Era uno de los grandes oradores en las conferencias regionales. Esta era su máscara». [130]
El Mariscal Meretskov, quien conocía bien a Vlásov, lo caracteriza de la siguiente manera:
«Vlásov era un arribista sin escrúpulos. Su comportamiento antes de su traición, puede ser considerado como un disfraz; su afiliación al Partido comunista, como el trampolín para llegar a los más altos puestos». [131]
Y el Mariscal Vasilevski escribe:
«En toda la literatura progresista, en el extranjero y en la Unión Soviética, Vlásov es considerado como un traidor. Sólo Solzhenitsin, quien se pasó al servicio de las fuerzas imperialistas reaccionarias, glorificó y cantó alabanzas a los vlásovianos y demás traidores a la Patria soviética, en su cínica obra antisoviética: El archipiélago del Gulag». [132]
Según documentos del enemigo, Vlásov había explicado a los fascistas su traición de esta manera: «juró que había entrado en el partido Bolchevique por su carrera militar. Había repetido en muchas ocasiones que odiaba al poder soviético y que, desde hacía mucho, formaba parte del complot de la unión de oficiales rusos». [133]
¿Y cuántos otros enemigos de la URSS, como Vlásov, se rendían a los fascistas y luchaban a su lado contra su propio país? Durante toda la duración de la guerra, el general Vlásov reclutaba traidores en los campos fascistas, con el fin de formar el Ejército de liberación de Rusia. Formó dos divisiones que lucharon contra el Ejército Soviético hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En mayo de 1945, Vlásov y su estado mayor fueron apresados en Checoslovaquia con los restos de su ejército, llevados a la URSS, y juzgados. [134]
¿Y qué habría ocurrido si hubiese habido varios generales como Vlásov, mandando ejércitos que se rendirían voluntariamente en manos de los fascistas? ¿Se pueden imaginar las consecuencias de una situación así para la URSS?
Está claro, pues, que no descubrir y no desactivar a los enemigos era una gran desgracia para la Unión Soviética, así como reprimir injustamente a cuadros militares, cuadros del muy servicial partido o ciudadanos inocentes.
Pero éstos son fenómenos históricos inevitables.
El Comité Central y el gobierno soviético habían analizado y estimado correctamente la situación, y habían tomado la decisión de eliminar la quintacolumna del enemigo, para fortalecer al Ejército Soviético en vísperas del ataque alemán contra la URSS. «Sólo en el periodo comprendido entre finales de 1940 y principios de 1941, fueron liquidadas 66 de las agencias bien implantadas y camufladas del servicio de información alemán, más de 1 600 agentes fascistas, de los cuales, 1 400 en las regiones oeste de la URSS». [135] Era lo más importante y lo más decisivo para el desenlace de la guerra en aquellos años.
No es difícil imaginar cuál hubiera sido el desenlace de la guerra, si estas quintacolumnas del enemigo no hubiesen sido aniquiladas. La victoria histórica de la URSS en la Guerra Patria, muestra de forma categórica la rectitud de la decisión del Comité Central del Partido Bolchevique y del gobierno soviético para la liquidación de los enemigos de la quinta columna.
A la pregunta: ¿si en los años 30, a la cabeza del Comité Central y de la URSS hubiesen estado Marx o Engels en lugar de Stalin, habría habido purgas? La respuesta es: sí. Porque Marx y Engels han escrito que cada revolución engendra una contrarrevolución a consecuencia de la resistencia de la clase derrocada en el poder. La revolución proletaria no podría haber sido salvada y el poder popular estabilizado, en las condiciones de cerco capitalista que existían en la URSS en esa época, sin la lucha contra la resistencia de los elementos reaccionarios y de la contrarrevolución.
Y a la pregunta: ¿habrían existido represiones injustas? Si, habrían existido, porque los cuadros que llevaban estas operaciones -con su grado de experiencia, con sus posibilidades, con sus debilidades y sus defectos-, determinaban el fenómeno inevitable de las condenas injustas de ciudadanos, una situación histórica de los años 30 en la URSS.
Jruschov escribe:
«Stalin era desconfiado de manera enfermiza». [136]
«Después del asesinato de Kírov, represiones y transgresiones de la legalidad socialista cayeron sobre el país». [137]
«Stalin introdujo el poder personal». [138]
«Stalin introdujo la noción de enemigo del pueblo». [139]
Jruschov escribe también: «nuestro partido luchaba por la aplicación real de los planes de Lenin para la edificación del socialismo. Era una lucha de ideas». [140]
¡Qué concepto tan estrecho de la lucha de clases! El Partido no sólo llevaba una lucha de ideas, sino también una amplia lucha contra el enemigo de clase.
Jruschov sigue: «las represiones no servían para reforzar las filas del Partido y las diferentes capas de trabajadores. Al contrario, llevaban a la eliminación de los cuadros honestos, pero molestos para Stalin. Y esto creaba miedo». [141]
Pero Jruschov no dice cómo nació en gran entusiasmo por la edificación de la sociedad socialista. ¡Cómo nació el romanticismo de los planes quinquenales de Stalin!
En 1931, el escritor alemán Emil Ludwig se entrevistó con Stalin y le preguntó: «Me parece que una gran parte de la población de la URSS siente miedo ante el poder soviético y que, a cierto nivel, este sentimiento de miedo consolida el poder soviético”. Stalin contestó: “Usted no tiene razón. Pero no es usted el único en razonar de esta manera. ¿Puede usted creer que podemos mantener el poder desde hace 14 años, con el apoyo de millones de personas, por el método del miedo? No, esto no es posible. Claro está, hay una parte de la población que teme efectivamente al poder soviético y lucha contra él. Pienso en los residuos de las clases liquidadas, y principalmente en los kulaks (propietarios de las tierras - nota del traductor) en el campo. Pero si se hace referencia a los trabajadores de la URSS, a los obreros y campesinos, quienes representan no menos del 90% de la población, están a favor del poder de los Soviets y apoyan al régimen soviético. Apoyan la sociedad soviética no a causa del miedo, sino porque está al servicio de los intereses profundos de los obreros y de los campesinos». [142]
Más adelante Jruschov escribe: «El Partido había destruido ideológicamente a todos los enemigos del Leninismo». [143]
Es una idea errónea de Jruschov el que la lucha de clases era un acto ya cumplido, aún cuando la lucha de clases se había mantenido y ampliado a causa de la vitalidad de la clase derrocada del poder en la URSS, y también a causa del carácter internacional de la lucha de clases.
En el informe Jruschov no hay análisis del imperialismo, ni del carácter, de las tendencias y del dinamismo de la lucha de clases en la URSS en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Escribe, incluso: «En el informe de Stalin al Pleno del Comité Central de febrero-marzo de 1937, titulado: Sobre las insuficiencias en el trabajo del Partido y sobre las medidas de liquidación de los enemigos trotskistas con doble lenguaje, se hacía un intento (con Stalin) de argumentar teóricamente la política de represión en masa, bajo pretexto de que en nuestro avance hacia el socialismo, la lucha de clases debía agudizarse cada vez más. Stalin afirmaba, además, que esto era la lección de la historia, que esto era la teoría de Lenin. Está claro -escribe Jruschov, 19 años después de este Pleno-, que en las condiciones de la victoria del socialismo, el terror en masa en el país no estaba justificado». [144]
En 1937, Jruschov era miembro del Comité Central, pero no parece que expresara su desacuerdo con la decisión sobre las purgas y la lucha contra el enemigo de clase. Sin embargo, es sabido que Jruschov participó de la manera más activa en las purgas. Incluso su émulo, Roy Medvedev, escribe: «Jruschov y sus más próximos colaboradores no estaban exentos de culpa. También ellos tienen su responsabilidad». [145]
Jruschov principalmente subestimó la acción de la quintacolumna y del enemigo de clase que había adherido al Partido, cuyo peligro era muy grande para el mismo y para el país. Había olvidado las advertencias de Lenin desde los primeros años del poder soviético, de «la infiltración del Partido por elementos hostiles, por arribistas y por personas que se adaptan». Sobre esta base, Lenin preconizaba purgas en el Partido. En su artículo en «Pravda» del 21 de Septiembre de 1921, escribió: «Las purgas en el Partido: esto es una gran tarea». [146]
Así el Partido apartaba a los enemigos a la carta, tanto bajo Lenin como bajo Stalin. Pero después del XX Congreso, esta ley en la vida del Partido se olvidó, sobre todo con el «deshielo» jruschoviano. Es así como en el Partido se encontraron traidores como Gorbachov, Yeltsin, Yakovlev, Shevernadze, y tantos otros.
La historia nos enseña que la lucha de clases había tomado formas diferentes en el transcurso de la evolución histórica de la sociedad. Ésta nos enseña también que la táctica del «caballo de Troya» es su forma más lograda. Es decir, la táctica de la toma del Castillo desde el interior mediante la infiltración de agentes del enemigo: la quintacolumna, el agente a la carta del Partido.
Lenin había dicho, que la lucha de clases seguía mucho tiempo después de la toma del poder político de los obreros. Ésta es determinada por las circunstancias siguientes:
-En primer lugar, la clase explotadora derrocada intenta encontrar de nuevo su paraíso perdido, sin descanso y por todos los medios;
-En segundo lugar, la tempestad pequeñoburguesa engendra siempre elementos capitalistas nuevos;
-En tercer lugar, bajo la influencia de la burguesía, renegados políticos y elementos capitalistas nuevos pueden nacer en las filas de la clase obrera y entre los empleados de los servicios públicos;
-En cuarto lugar, las condiciones externas del prolongamiento de la lucha de clases en un país socialista vienen del cerco por el capitalismo internacional, quien amenaza con intervención militar imperialista y con la acción subterránea, con el fin de obtener la descomposición no armada del Estado Socialista. [147]
Es importante recordar los hechos y las realidades de los años 30 en la URSS, y considerarlos bajo la perspectiva de la teoría Leninista de la lucha de clases, en la fase de edificación del socialismo. El 7 de enero de 1933, Stalin dijo en su informe, denominado «los resultados del primer plan quincenal», ante el Pleno ampliado del Comité Central del Partido Bolchevique:
«A consecuencia de la realización del plan quinquenal en el terreno de la industria, de la agricultura y del comercio, hemos estabilizado el principio socialista en todos los ramos de la economía y hemos eliminado los elementos capitalistas: los industriales y sus herederos, los comerciantes y sus sirvientes, los antiguos aristócratas y el clero, los kulaks y sus secuaces, los antiguos oficiales blancos, policías y gendarmes, los distintos intelectuales burgueses con ideas patrioteras, y todos los elementos antisoviéticos. Sacados de sus camas y dispersados por toda la Unión Soviética, esta gente ha penetrado en nuestras fábricas, oficinas y empresas comerciales, empresas de transporte ferroviario y fluvial, y ante todo en los koljóses y sovjoses (granjas agrícolas cooperativas y nacionales - nota del traductor). Han penetrado en ellos y se han escondido allí, poniéndose la máscara de obreros y de campesinos, y alguno llegando incluso a alcanzar el Partido. Claro está, han llegado allí con un sentimiento de desprecio y de odio hacia las nuevas formas económicas y culturales. Su objetivo es el de frenar y sabotear el poder soviético y el Partido. Y lo hacen tanto como pueden, actuando secretamente. Provocan incendios, rompen maquinarias, organizan sabotajes, como por ejemplo algunos profesores universitarios que vacunan al ganado, contaminándolo de peste y de úlcera siberiana. Y esto no es lo más grave. Lo más importante en la actividad de estos representantes del antiguo régimen, es la organización de robos de gran amplitud y la dilapidación de los bienes del Estado y de la propiedad de las cooperativas agrícolas. Los robos en las fábricas y almacenes de las mercancías transportadas y almacenadas, principalmente en las cooperativas agrícolas, es la forma principal de su actividad. Por su instinto de clase, saben que hay que hacer tambalear ante todo la propiedad colectiva para perjudicar al poder de los soviets». [148]
Stalin dijo también que los elementos contrarrevolucionarios se han introducido principalmente en el campo, donde no hay clase obrera, donde los campesinos son analfabetos, y donde los kulaks, más cultos y experimentados en su influencia sobre ellos, pueden encontrar a gente acabada que, por una botella de vodka, son capaces de incendiar almacenes de grano, haciendo así que le falte el pan al ejército y al pueblo. Esta destrucción trae el hambre en las ciudades que se va transformando en descontento y en divorcio con el poder.
A continuación, Stalin dice: «Algunos camaradas han comprendido el hecho de la destrucción de las clases, de la creación de una sociedad sin clases, como argumento de la tesis del debilitamiento de la lucha de clases -una teoría que es contrarrevolucionaria-. Esta gente no puede tener nada en común con nuestro Partido. Son renegados e hipócritas que hay que expulsar del Partido. No se alcanzará la eliminación de las clases con el debilitamiento de la lucha de clases, sino con su amplificación hasta el aniquilamiento definitivo de los restos de las clases agónicas, y organizando la defensa del país contra el cerco capitalista que no está como para ser aniquilado». [149]
Veinte años más tarde, Jruschov escribe sobre estos acontecimientos: «Stalin pasaba desde posiciones de la lucha ideológica hasta la violencia administrativa, a la represión de masas». [150]
Mientras Lenin y Stalin subrayaban que, cuanto más se amplifican los éxitos del socialismo en la URSS, más aumentará el odio de clase de los capitalistas derrocados, y la lucha de clases se agudizará en la URSS.
Por otro lado, Lenin y Stalin relacionaban la cuestión de la agudización de la lucha de clases en la URSS al cerco capitalista y a la política de agresión de los países imperialistas hacia la URSS. Por los años 30, Stalin escribe:
«Hablamos en casa del cerco capitalista, pero no nos hacemos la pregunta de lo que esto es en realidad. Esto no es una frase vacía, es una realidad bastante desagradable. El cerco capitalista es: que hay un país, la Unión Soviética, que ha establecido relaciones socialistas, y hay varios países burgueses, cuyo modo de vida sigue siendo capitalista, que cercan a la Unión Soviética esperando el momento para atacarla, para destruirla y, en todos los casos, quebrantar su potencia.
Nuestros camaradas han olvidado este hecho. Cuando es exactamente este hecho el que determina el fundamento de las relaciones entre el cerco capitalista y la Unión Soviética. Tomemos el ejemplo de los países burgueses. Hay personas necias que pueden pensar que entre estos países existen relaciones excepcionalmente buenas, como entre países del mismo tipo. Pero, realmente, estas relaciones están lejos de ser relaciones de buena vecindad. Se envían los unos a los otros espías, saboteadores, e incluso asesinos, quienes tienen por tarea introducirse en las oficinas y en las empresas, crear una red «por si acaso», para debilitar y quebrantar su potencia. Como en el pasado, así pues hoy, las cosas van de ese modo. Tomemos los países europeos en la época de Napoleón I. Francia estaba llena de espías y de agentes de diversión del campo de los rusos, de los alemanes, de los austriacos, de los ingleses. Y a la inversa, en el interior de Austria o de Rusia, había espías del campo de los franceses. Los agentes ingleses atentaron dos veces contra la vida de Napoleón, y varias veces han ayudado e incitando a los «vendéens» en Francia a la revuelta contra el gobierno de Napoleón. ¿Y qué era el gobierno de Napoleón? Un gobierno burgués que ahogó a la Revolución Francesa, conservando sus conquistas, favorables a la gran burguesía. Por otro lado, el gobierno de Napoleón no se quedó a la zaga y emprendió operaciones de diversión en Inglaterra. Esto era hace 130 años. Hoy es igual. Así, hoy mismo, en Inglaterra y Francia, pululan espías alemanes, y a la inversa, en Alemania se resguardan espías anglo-franceses. Y en Japón abundan espías americanos. Es la ley de las relaciones entre países burgueses.
Se pregunta uno entonces ¿por qué los países burgueses deberían comportarse de forma más amigable con el Estado socialista soviético y respetar la buena vecindad con él, más que entre ellos? ¿Enviarían menos espías, saboteadores o asesinos a la Unión Soviética que a países de su especie? ¿Dónde han encontrado ustedes esta idea? ¿No es más justo, desde el punto de vista del marxismo, suponer que a la Unión Soviética enviarían dos o tres veces más espías, saboteadores y asesinos que a cualquier otro país burgués?
¿No está claro que mientras exista el cerco capitalista, existirán en nuestro país destructores, espías, asesinos y agentes de otros países?
Todo esto había sido olvidado por nuestros camaradas en el Partido, y olvidándolo se encontraron en un callejón sin salida. Stalin, a 3 de marzo de 1937». [151]
Stalin escribió también que era «inadmisible subestimar la fuerza y la importancia del mecanismo que utilizan los países burgueses que nos rodean, de sus órganos de información, quienes utilizan las debilidades humanas, su vanidad, su falta de principios, para arrastrarlos a las redes del espionaje». [152]
Pero Jruschov no entendió esto, o no quiso entenderlo. Olvidando en 1956 las contradicciones históricas en las cuales el capitalismo o el socialismo se llevará el gato al agua, olvidando por consiguiente, la lucha de clases a nivel internacional. Según Jruschov, la contradicción principal entre las clases habría sido resuelta, a consecuencia de los enormes éxitos de la edificación socialista, de ahí la conclusión de que la lucha de clases debía atenuarse para desaparecer definitivamente. Según Jruschov, el cerco capitalista y la política agresiva imperialista hacia la URSS, no eran factores que podían activar, amplificar y agudizar la lucha de clases en la URSS en la fase transitoria del capitalismo al comunismo: el socialismo. Jruschov no había asimilado lo que Lenin y Stalin preveían y avisaban, justamente, el peligro para la URSS del cerco capitalista. En 1956, en la época de su informe a la «sesión secreta» del XX Congreso, poseía suficiente información y datos para poder admitir las características particulares de la lucha de clases en la época del imperialismo.
En primer lugar, para esto había que reconocer que la lucha de clases habría alcanzado un carácter internacional que sobrepasaba las fronteras nacionales, y que los países capitalistas eran solidarios entre ellos para debilitar y destruir al socialismo.
Había que tener en mente la solidaridad de la burguesía alemana y francesa, quienes en la primavera de 1871, superando sus hostilidades de Estados en guerra, y unidos por su odio de clase hacia la Comuna de París, la aplastaban con una crueldad inaudita. Con este fin, el vencedor Bismarck, liberó a 100 000 rehenes del ejército francés para permitirles dirigirse con su armamento hacia París, donde se defendía la Comuna.
Y la burguesía francesa, para agradecer a Bismarck su solidaridad de clase, devolvió 100 000 hombres armados, apresados en la Primera Guerra Mundial, para reprimir a las formaciones soviéticas en Baviera y en Prusia. [153]
No había que olvidar que para destruir al poder soviético, 14 países capitalistas reunieron sus fuerzas desde 1918 hasta 1921. Y durante la Segunda Guerra Mundial, los países imperialistas, entre ellos los Estados Unidos, hicieron todo lo posible para preparar y empujar a Alemania hacia la guerra contra la URSS. Sólo la clara visión de la situación, y la previsión de Stalin y del gobierno soviético, consiguieron enfrentarlos al uno contra el otro y romper su solidaridad antisoviética.
Por sus resultados objetivos, la postura de Jruschov concerniente a la lucha de clases, expresada en su informe a la «sesión secreta» del XX Congreso del PCUS, es una revisión de la teoría marxista-leninista de la lucha de clases en la fase transitoria del capitalismo al comunismo, y las condiciones de cerco imperialista.
Se hace uno la pregunta de cómo se entiende hoy el análisis de las «represiones» de los años 30 en la URSS.
Es evidente que los enemigos del socialismo no sufrirán más que desprecio y odio, aferrándose a la propaganda anticomunista utilizando todos los medios de que dispone. Es evidente que los descendientes de los enemigos del socialismo en la URSS, se unirán al coro anticomunista y estarán dispuestos a trabajar en la quintacolumna, escondiendo a la vez su pasado.
A lo mejor del 10 al 20% de los condenados lo fueron injustamente. Es difícil saberlo por razones objetivas. Las disculpas oficiales del gobierno soviético no son más que un débil consuelo. Una parte de esta gente y de sus descendientes, por su alta conciencia política, han podido comprender que los errores eran inevitables. No han dejado que su dolor se transforme en justificación y en fuente de rechazo del socialismo y del marxismo-leninismo. Es el caso de algunos oficiales, como K. Rokossovski y K. Meretskov, quienes después de su rehabilitación tomaron parte en la Gran Guerra Patria y combatieron durante toda la guerra, mereciendo condecoraciones y el título de «mariscales» de la URSS.
Gran parte de la población, después de 40 años de propaganda y de mentiras a consecuencia del informe Jruschov, admite las versiones calumniadoras sobre Lenin y Stalin, sobre el marxismo-leninismo y el socialismo como sinónimos de terror, de dictadura y de falta de democracia. Manipulados por artículos, libros, películas, «entrevistas» y «memorias», estas personas no tienen la posibilidad de conocer los hechos históricos.
Particularmente triste es, especialmente, el comportamiento de la «intelligentsia», quien ha entrado en este juego. Periodistas, publicistas, escritores se convierten, consciente o inconscientemente, en víctimas de acciones y de ideas extrañas a los intereses de la gran masa de la población, de la cual forman parte. I. A. Benediktov escribe a este respecto: «cuando tengan conocimiento de todos los hechos concernientes al periodo de los años 30 y de todos los documentos, cuando puedan analizar los acontecimientos en el contexto de una situación muy compleja, tensa y contradictoria, se sentirán muy molestos por las frases llenas de odio, inventadas por personas incapaces de razonar, que han escuchado y relatado». [154]
Una parte no despreciable de los miembros del Partido, atormentados por la manipulación, se confiesan vencidos y embrollados, no sabiendo ya a quién creer. Lo más grave es que el mismo Partido ha oficializado y divulgado las mentiras y calumnias de Jruschov. Con toda seguridad, estos miembros del Partido no buscan más que conocer la verdad para llegar a deshacerse de la propaganda imperialista.
Existe, por último, una parte importante de miembros del Partido que han conservado siempre su conciencia política, pese a las persecuciones y a los castigos ejercidos por los jruschovianos. Nunca han admitido las mentiras y las calumnias, aunque no hayan podido defender abiertamente sus convicciones.
La sabiduría popular admite que en primavera, cuando se podan los árboles frutales, entre las viejas ramas secas, se hieren, algunas veces involuntariamente, ramas sanas y vitales.
Los comunistas políticamente conscientes, se pondrán a la cabeza de la lucha por la rehabilitación, y para el retorno a la grandeza y a la potencia del PCUS y de la URSS.
Notas:
105. «Informe Jruschov», pág.18.
106. Ídem, pág.16.
107. Ídem, pág.23.
108. Ídem, pág.16.
109. Revista «Molodaya gvardia» nº3, 1991, pág.252.
110. Ídem, pág.252.
111. Ídem, pág.253.
112. Periódico «Anténi» nº 47 del 25 de noviembre de 1992.
113. Revista «Septemvri» nº 5, 1990.
114. V. M. Molotov, «Memorias» en el periódico «Tribouna» nº 29-30, 1995.
115. K. Marx y F. Engels, «Obras completas», Tomo 7, pág.7. Moscú, 1956.
116. Periódico «Sovetskaya Rossia» del 3 de octubre de 1995.
117. Periódico «Demokratsia» del 27 de septiembre de 1993.
118. Periódico «Komounistichesko Délo» nº 1, 1996.
119. Periódico «San-Francisco News» del 1 de agosto de 1934.
120. «Informe Jruschov», pág.43.
121. Revista «Sovetskoe voennoe oboaénié» nº 5, págs.64-65, 1989.
122. M. Lobanov, «Stalin en la memoria de sus contemporáneos y en los documentos de la época», págs.63 1-632. Moscú, 1995.
123. A. M. Samsonov, «Saber y acordase», pág.219. Moscú.
124. V. M. Molotov, «Memorias», en «Tribouna» nº 28, 1994.
125. V. M. Molotov, «Memorias», en «Tribouna» nº 21-22 y nº 23-24, 1995.
126. I. A. Benediktov en el periódico «Tribouna» nº 22, 1992.
127. Ídem.
128. Revista «Sovetskiy patriote» nº 1, pág.21, 1990.
129. «Pravda» del 20 de enero de 1989.
130. Periódico «Nédélia» nº 49, 1987.
131. Periódico «Krasnaya zvezda» del 10 de noviembre de 1980.
132. A. M. Vasilevsh «Una obra para toda una vida», pág.177.
133. Periódico «Literatournaya Gazeta» nº 37, 1989.
134. Programa de la televisión de Moscú, el 8 de enero de 1995 a las 14h.
135. V. M. Jukhrai , «Stalin, verdades y mentiras», pág.16. Moscú, 1996.
136. «Informe Jruschov», pág.36.
137. Ídem, pág.23.
138. Ídem, pág.38.
139. Ídem, pág.14.
140. Ídem, pág.16.
141. Ídem, pág.16.
142. I. V. Stalin, «Obras», Tomo 13, págs.93-95. Sofía, 1952.
143. «Informe Jruschov», pág.13.
144. Ídem, pág.26.
145. Roy Medvedev, Revista «Stoudenchesky meridian», nº 3, pág.33, 1989.
146. «Pravda» del 21 de septiembre de 1921.
147. Periódico «Rabotnichesko Delo» del 15 de julio de 1963.
148. I. V. Stalin, «Obras», Tomo 2, págs.542-544. Sofía, 1949.
149. Ídem, pág.546.
150. «Informe Jruschov», pág.16.
151. M. Lobanov, «Stalin en la memoria de sus contemporáneos y en los documentos de la época», págs.350-35 1. Moscú, 1995.
152. I. V. Stalin, «Informe al XVIII Congreso del Partido Comunista Bolchevique», en «Obras Escogidas», págs.766-777.
153. Periódico «Tribouna», nº 17, 1992.
154. I. A. Benediktov, Periódico «Tribouna», nº 19, 1992.
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Jruschov puso la mayor atención y utilizó el máximo espacio posible en su informe, acerca de la cuestión de las «represiones».
Es un tema complejo, que conlleva una carga emocional y un efecto social importante. Se le puede sacar un buen partido para manipular a la opinión pública. Hay que subrayar que Jruschov utilizó muy hábilmente este tema en su informe. Escribe:
«Stalin aplicaba medidas extremas y represiones en masa». [105]
«Arrestos en masa y el exilio de miles y miles de gentes». [106]
«Stalin empezó un terror general contra los cuadros del partido». [107]
«Stalin pasaba desde posiciones de lucha ideológica a la violencia administrativa, a la represión en masa, al terror» [108]... y así sucesivamente.
Se deduce del informe Jruschov, que los despidos y condenas –llamados «represiones» por Jruschov- son hechos únicos y personales de Stalin, y que no son en absoluto decisiones del Comité Central del Partido, y del gobierno soviético y de sus instancias. Es importante subrayar que Jruschov tomó parte activa en la decisión de las «represiones» y de su aplicación, como miembro del Comité Central del Partido Bolchevique.
Hay que señalar que Jruschov no indica, en ningún sitio de su informe, el número de condenados. No habla más que de «miles y miles de gentes» y de «represión en masa». Lo que no ha impedido a los enemigos de la URSS y del socialismo utilizar el informe Jruschov para inventar cifras extravagantes sobre el número de «reprimidos» en la URSS.
Así, por ejemplo, Roy Medvedev, conocido historiador y politólogo, como émulo fiel a Jruschov, escribe que: «el número de reprimidos en la URSS se sitúa entre 40 y 60 millones». [109]
Y el célebre disidente soviético, Alexander Solzhenitsin estima que «los reprimidos en la URSS fueron 66 millones, ni más ni menos.» [110]
Un simple cálculo permite decir lo siguiente:
«Antes de la Primera Guerra Mundial, el Imperio Ruso tenía una población de 154 millones de habitantes. Teniendo en cuenta los nacimientos y los fallecimientos, la emigración y las «víctimas de las represiones», según la «contabilidad» de Medvedev, se obtiene que hacia 1941, la URSS debía tener unos 90 millones de habitantes, cuando las estadísticas demuestran que en 1941 la población de la URSS era de 190 millones de habitantes». [111]
¡Ah, el sueño de los enemigos acérrimos de la URSS de poder demostrar que por lo menos el 50% de la población de la URSS había sido reprimida durante los años de edificación del socialismo!
La historiadora-sovietóloga francesa Hélene Carrère d'Encausse escribe: «Siempre he estado preocupada por el destino de centenares de millones de gentes aplastadas por el monstruoso sistema soviético». [112]
El odio y el desprecio de clase de esta francesa no es necesario demostrarlos. Sólo habría que cambiar los títulos de esta «científica»: en vez de considerarla como «historiadora-sovietóloga», se merece el calificativo de «histérica-antisoviética».
Algunos búlgaros enemigos del socialismo y de la URSS no se han quedado atrás en la propaganda calumniadora concerniente a las «represiones». Así un tristemente pobre filósofo búlgaro, disidente en 1990, escribió:
«Toda la aventura (este «filósofo» califica de aventura la edificación del socialismo en la URSS - nota del autor) acabó con un terror político de una escala inusitada y por innumerables víctimas humanas, del orden de decenas de millones». [113] Este tristemente pequeño filósofo disidente búlgaro se llama Jélio Mitev Jélev (Presidente de Bulgaria de 1990 a 1996, después de la contrarrevolución de 1989 - nota del traductor).
¿Por qué se escribe todo esto? ¿Cuál es la meta de estas calumnias llenas de odio? Su objetivo es el de presentar la violencia como compañera inevitable del socialismo como sistema político. Esta absolutización de la violencia del poder soviético es un argumento oportuno para los enemigos del socialismo, a fin de manipular a la opinión pública. Y esta criminalización del socialismo pasa por calumniar al poder soviético y, claro está, a su dirigente Iósif Stalin. De hecho, se trata de la absolutización del odio hacia el marxismo-leninismo y el socialismo.
¿Cuál es la realidad, de hecho, de los «represaliados» en la URSS? Molotov escribe a este propósito:
«Los condenados de todo el periodo de la dirección de Stalin, según los archivos sacados a la luz en la época de Gorbachov, cuentan aproximadamente con 600 000 personas, incluidos los criminales militares y los criminales comunes». [114] Lo que quiere decir, menos del 0,5% de la población de la URSS.
Se constata que, incluso la gente del entorno de Gorbachov, han dado cifras que no tienen nada que ver con las decenas de millones de víctimas que, disidentes e intelectuales degenerados, han contado personalmente.
Relativo a las condenas en la URSS, hay que decir previamente que eran inevitables, porque la resistencia de la clase reaccionaria que había perdido el poder era lógicamente inevitable. Ninguna revolución se puede llevar a cabo sin la resistencia de la contrarrevolución. Toda revolución genera una contrarrevolución. Karl Marx escribe a este propósito:
«La revolución provoca una contrarrevolución potente y solidaria, genera el enemigo con el cual el Partido debe luchar, y esta lucha le hace crecer como partido auténticamente revolucionario». [115]
La historia de las revoluciones burguesas en los países capitalistas occidentales confirma esta relación. Por ejemplo, en la época de la revolución burguesa inglesa, en el siglo XVII, que se realizó a través de dos guerras civiles, una en 1642 y otra en 1648, los ejércitos de Cromwell condujeron al ejército real a la derrota y provocaron miles de víctimas. El mismo rey Carlos I era apresado y, bajo la exigencia de las masas populares, ejecutado en 1649.
Durante la revolución burguesa francesa en el siglo XVIII, también hubo muchas víctimas. Es entonces cuando fue inventada la guillotina, que funcionaba sin interrupción. Y se tiraban bebés al Sena como «enemigos de la revolución». Según algunas fuentes: «solamente en Vendée (departamento del oeste de Francia - nota del traductor) se contaron 90 000 guillotinados, muertos por balas o ahogados». [117] El rey de Francia, Luis XVI, fue ejecutado.
Se sabe que hace unos cien años, en los Estados Unidos vivían cerca de 3 millones de indios. Sus descendientes hoy, que no pasan del millón, viven en campos de concentración llamados, no se sabe porqué, «reservas». [118] Este genocidio, así como los de las revoluciones burguesas, no son tratados de forma alarmista, no se escriben, no se hace eco de ellos.
Se puede decir que el número de condenados o de víctimas en cada revolución, se define y depende de las condiciones en las cuales se realiza la revolución, de sus objetivos, de su carácter y de su duración. Si la revolución se propone objetivos decisivos, si las grandes masas participan en ella, si continúa mucho tiempo, si la intervención contrarrevolucionaria internacional se implica violentamente y a gran escala para apoyar a la clase despojada del poder, es evidente que el número de víctimas y de gente condenada por el poder revolucionario sea más importante.
En este sentido, la Gran Revolución Socialista de Octubre no tiene equivalente histórico. Por primera vez en la historia se propuso un gran objetivo revolucionario progresista: la construcción de una sociedad socialista sin clases, sin explotación del hombre por el hombre. No se podía esperar a que la clase burguesa en el poder en Rusia fuese a recibir con sonrisas y palmaditas a los obreros y soldados insurrectos de la revolución.
Por primera vez en la historia, la Gran Revolución Socialista se llevaba a cabo en un atrasado y enorme país de 150 millones de habitantes, de los cuales el 70% eran analfabetos.
Por primera vez en la historia, la Gran Revolución Socialista se llevaba a cabo pese a la intervención violenta de la contrarrevolución imperialista a una escala colosal.
Desde su establecimiento, la nación fue atacada por 14 países capitalistas, entre ellos los Estados Unidos de América, a fin de derribar el nuevo poder soviético. El gran poeta proletario búlgaro, Hristo Smirnenski escribió:
¡Y la lucha es tan cruel!
¿De dónde no llegó el feroz enemigo?
¿Es que hubo un sólo bandido en la tierra
que no empuñase el sangriento cuchillo
para sembrar horror y oscuridad?
El ex-presidente de los Estados Unidos, H. Hoover (1929-1933), declaró sinceramente y cínicamente: «Para decir verdad, la meta de mi vida es el aniquilamiento de la Unión Soviética». [119]
Es cierto que los condenados en la URSS hubieran sido infinitamente menos numerosos si no hubiese tenido lugar esta agresión internacional a gran escala de la contrarrevolución imperialista, que apoyó con cuadros, con dinero y con armas a la clase burguesa derrocada en Rusia, que organizaba y avivaba su resistencia contra el nuevo poder soviético.
Por consecuencia, el principal culpable del nacimiento y de la importancia de la «represión» en la URSS es el imperialismo, particularmente el imperialismo de los Estados Unidos, quien más específicamente organizaba, sostenía y activaba la resistencia contra el nuevo poder soviético, obligado a defender, por todos los medios, los intereses fundamentales de las masas.
Hay gente que piensa que la revolución es un acto único. Según ellos, habría empezado casi con las palabras del marino Jeleniak dirigiéndose a los Ministros del gobierno provisional de Rusia (el gobierno nacido de la revolución de febrero de 1917 - nota del traductor): «¿Quiénes son aquí los provisionales?»... y se habría acabado con el arresto de éstos. Es una visión ingenua y errónea de la revolución. La experiencia histórica de la revolución socialista muestra que situó en las condiciones de una lucha de clases ininterrumpida y cada vez más aguda, durante decenios.
Jruschov escribe de forma rabiosa y calumniadora sobre las purgas en el ejército:
«En el periodo de 1937 a 1941, a raíz de las sospechas de Stalin, y en base a denuncias calumniosas, fueron asesinados comandantes del ejército y activistas políticos. Este hecho tuvo consecuencias muy importantes, principalmente en los inicios de la guerra. Durante este periodo fueron reprimidas también algunas capas de cuadros del mando, desde la compañía hasta la división, para desembocar en los cuadros superiores dirigentes del ejército». [120]
¿Cuál es la verdad sobre esta cuestión? Ante la amenaza creciente de agresión armada de la Alemania fascista contra la Unión Soviética, el Comité Central del Partido y el gobierno soviético decidieron tomar medidas para reforzar al ejército, incluso con la depuración de oficiales corruptos e inestables de la dirección. En la revista soviética «Sovetskoe obozrenie» Nº 5 de 1989, páginas 54 y 55, en el artículo «Sobre las represiones de los años 30 y del estado de los cuadros oficiales del Ejército Rojo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial», está escrito:
«La administración de los cuadros militares posee el documento con el cual trabajaba Voroshílov, firmado por el vicepresidente del Comité popular para la Defensa de los cuadros, Effme Shchadenko, el 5 de mayo de 1940. Este documento se llama «Informe de actividad de la dirección del personal dirigente para 1939». En la parte 11, titulada «las purgas en el ejército y revisión de los excluidos del ejército», el número total de los excluidos de las listas del Ejército Rojo de 1937 a 1939, se eleva a unas 37 000 personas aproximadamente, destituidas por las razones siguientes:
a) arrestados por actividad contrarrevolucionaria;
b) destituidos por relaciones con confabuladores, conforme a la decisión del Comité Central del 29 de marzo de 1937;
c) destituidos, siguiendo la directriz del Comisariado Popular para la Defensa de la URSS del 24 de junio de 1938, concerniente a polacos, alemanes, lituanos, letones, finlandeses, estonios, etc., nacidos en el extranjero;
d) destituidos por razones político-morales, (borrachos, dilapidadores de la economía colectiva, etc.);
e) excluidos por razones de salud, de invalidez o por defunción».
En este informe, Shchadenko escribió: «En el número total de oficiales destituidos, había cierta cantidad que fueron arrestados y despedidos por error. Por esta razón, muchas cartas llegaron al Comité Popular para la Defensa (el equivalente del Ministerio de Defensa – nota del traductor), al Comité Central del Partido y a Stalin personalmente. Una comisión especial fue creada en agosto de 1938, con el propósito de estudiar las demandas de los comandantes despedidos, tratando los expedientes con rigor. Para más precisión, trabajó:
-en presencia de los interesados;
-yendo «in situ» a sus demarcaciones;
-recopilando datos ante las organizaciones del Partido, los comunistas y los comandantes que conocían a los despedidos;
-interrogando a los órganos del Ministerio del Interior, etc.
La Comisión estudió 30 000 impugnaciones, demandas e intervenciones de distintas personalidades. Como resultado del trabajo de la Comisión, 11 178 comandantes se reintegraron el 1 de enero de 1940. Los despedidos por razones políticas y no reintegrados constituían el 3% del cuerpo del ejército.
El 1 de enero de 1941, había 580 000 oficiales en el Ejército Rojo. En mayo de 1941, fueron enviados al ejército 100 000 nuevos oficiales, procedentes de la Escuela Militar. En vísperas de la guerra, el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas correspondía a su destino.
En muchas batallas y operaciones militares del principio de la guerra, muchas unidades demostraron un alto grado de maestría operacional del arte militar. Esto ha sido reconocido por el propio mando alemán. Por ejemplo, el general Adler escribió en su diario: «Nuestro grupo de ejército Sur avanza lentamente, sufriendo desgraciadamente muchas pérdidas. Se nota en el adversario que actúa con una dirección resuelta y enérgica». [121]
Esta es la verdad sobre las purgas en el ejército. ¿Y qué falta añadir a este propósito?
En primer lugar, que las decisiones sobre las purgas eran tomadas por el Comité Central del Partido y por el Comisariado para la Defensa, y no por Stalin personalmente, como afirma Jruschov en su informe. Estas decisiones se tomaban por los poderes públicos y por los órganos del Partido. Jruschov, como secretario del Comité Central de Ucrania, participaba activamente en su ejecución. Vamos a citar un documento de marzo de 1938, firmado por Jruschov: «Decreto del Consejo militar de la región militar de Kiev sobre el estado de los cuadros de mando, los cuadros de dirección y los cuadros políticos de la región:
1. El gran trabajo de las purgas elimina los elementos hostiles, y la promoción de las personas fieles al Partido de Lenin y de Stalin, han asegurado la estabilidad política y el éxito de la campaña de robustecimiento de la potencia militar del país. (...)
2. Los enemigos han podido causar muchos daños en la composición de los cuadros. El consejo militar se encarga de desarraigar los restos de elementos hostiles, investigando a cada comandante, dirigente o trabajador político antes de su promoción, no dejando más que gente fiel y segura. (...)
Firmado por el Comandante de los ejércitos de Kiev, Timoshenko; el miembro del consejo militar, Smirnov; y el miembro del consejo militar y secretario del C.C. del Partido Bolchevique, Jruschov.»
Los mismos que declararon más adelante que a consecuencia de las severas purgas del 25 de marzo de 1938, hacia los elementos trotskistas, bujarinistas y burgueses nacionalistas (...) fueron renovados cerca de 20 000 cuadros en el ejército. [122]
Encontramos aquí una deslumbrante prueba de la hipocresía de Jruschov sobre la cuestión de las «represiones».
En segundo lugar, hay que subrayar el hecho de que las decisiones de los despidos, que eran tomadas sobre la base de criterios bien definidos, cuyo objetivo era asegurar la capacidad defensiva del Ejército Rojo en vísperas del ataque alemán, incumben a la responsabilidad histórica del Comité Central y del Consejo de Ministros de la URSS. Estas son razones claras y justificadas.
En tercer lugar, hay que subrayar el hecho de que esos criterios no han sido siempre aplicados correctamente, de ahí las impugnaciones de algunos cuadros despedidos. Después de la revisión por la comisión especial, el 45% de éstos habían sido readmitidos en el ejército. Lo que quiere decir que el mecanismo de revisión y reintegración de los oficiales injustamente despedidos era seguro y convincente.
Claro está, la existencia de oficiales o de civiles reprimidos injustamente es una desgracia para el Ejército extranjero rojo y para la Unión Soviética, pero no se puede culpar al Comité Central del Partido Bolchevique, ni al gobierno soviético. Porque en las condiciones en las cuales se desarrollaban las purgas, no era posible evitar este tipo de situaciones, porque había gente que se propasaba, calumniando o denunciando: debilidades humanas que la revolución socialista no puede erradicar en un día. Pero no hay que olvidar que había también actos conscientes de agentes de la quintacolumna del enemigo, cuyo objetivo era hacer sufrir a inocentes y a gente honrada, a fin de debilitar el Ejército Rojo.
Citamos aquí algunos ejemplos.
El teniente coronel de reserva A. Grinko escribe:
«En esos años, mi padre, así como camaradas del Komsomol bien conocidos, fueron reprimidos injustamente. Se consideraba que eran empleados demasiado aplicados que se propasaban. Pero nadie acusaba a Stalin por eso. ¿Podía él conocer a mi padre, un obrero del ferrocarril, o al profesor de alemán, o también al militante del Komsomol de nuestra región? Estábamos convencidos de que los verdaderos enemigos del pueblo llevaron su obra destructora a espaldas de Stalin. Después de la rehabilitación de la gente condenada, participé en el trabajo de la comisión del Partido que estudiaba el expediente personal de uno de los aduladores de Yezhov. Los métodos no autorizados de interrogatorio que éste había utilizado estaban expuestos en tres expedientes. Cuando se le preguntó porqué había trasgredido la legalidad socialista, su respuesta fue: era Stalin quien lo pedía. Pero se demostró inmediatamente que tales instrucciones jamás fueron dadas. Simplemente había utilizado el poder de que disponía de forma abusiva, con un objetivo arribista». [123]
He aquí lo que Molotov escribe sobre el celo, el arribismo y la mala voluntad de uno de los responsables de los asuntos internos, Yezhov:
«Antes de ocupar este puesto, Yezhov era un hombre honesto... Pero este puesto le ha aturdido, quería mostrar que lo merecía. Y el arribismo triunfó. Quería cantidad. Algunos empezaron a propasarse... Pero era un trabajo perjudicial». [124]
Y sobre Yagoda, Molotov escribe:
«Cuando Yagoda se encontró a la cabeza de la Seguridad del Estado, no era sólo propasarse. Ante el tribunal declaró: los oponentes se han quedado mucho tiempo en puestos relevantes porque yo les ayudaba a ello. Ahora reconozco mi error y ruego su perdón... Poseo el registro taquigrafiado de sus palabras. Dijo: es por eso que los derechistas y los trotskistas fueron desenmascarados tan tarde, porque yo lo impedía. Ahora voy a denunciarlos a todos, y por eso deben salvarme... ¡Ustedes ven qué personaje se encontraba junto a Dzerzhinski! Y con qué horribles individuos tenia uno que trabajar, que nos traían adrede a gente inocente - digamos dos de cada diez». [125]
El antiguo ministro de agricultura de la URSS, Benediktov, escribe:
«Stalin conocía los actos ilegales en la ejecución de las decisiones de purgas, y tomaba medidas para enderezar esta situación haciendo que liberasen a los inocentes... El Pleno del Comité Central del Partido Bolchevique de 1978, ya había desvelado actos ilegales cometidos hacia los sin partido y comunistas honrados, publicando en todos los periódicos nacionales un decreto especial que liberaba de los campos penitenciarios a centenares de personas injustamente arrestadas, entre ellos algunos jefes militares de renombre. Todas estas personas fueron rehabilitadas, e incluso a algunas, Stalin les presentó sus disculpas personalmente. De la misma manera, en 1939, en el XVIII Congreso del Partido se discutió públicamente sobre las perjudiciales consecuencias de las condenas injustificadas». [126]
Benediktov sigue:
«En aquellos tiempos, no se dudaba en castigar a los calumniadores. En cuanto eran desenmascarados, pasaban al lugar de sus víctimas. La paradoja estaba en que después de su liberación como consecuencia del «deshielo» jruschoviano, eran esos mismos los que más se indignaban de las «ilegalidades estalinistas», y publicaron incluso sus memorias. (...) La mayoría de las condenas concernían al aparato del NKVD (Ministerio del Interior), donde una gran parte de los funcionarios tuvieron que declarar, por inculpar a inocentes abusando de su posición. La mayor responsabilidad de este tipo de abusos caía sobre Yagoda y Yezhov, antiguos responsables del NKVD». [127]
La hija del gran piloto soviético, Valery Chkalov, cuenta:
«Stalin quería a Chkalov y escuchaba con atención su opinión. Muchas personas fueron salvadas gracias a la intervención directa de Chkalov dirigiéndose a Stalin». [128]
Incluso después de la victoria de la Gran Guerra Patria, se intentó calumniar a algunos dirigentes militares en 1947, entre ellos el Mariscal Zhúkov, a quien se acusó de haber fomentado un golpe de estado militar contra el Comité Central del Partido. Stalin no permitió su arresto y declaró:
«No creo a nadie sobre los hechos que le imputan a Zhúkov. Es un hombre recto que no duda en decir abiertamente las cosas más desagradables, pero que no iría en contra del Comité Central». [129]
Pero, si se debía seguir con el trabajo de rehabilitación de ciudadanos injustamente reprimidos después de la muerte de Stalin, debió ser organizado y realizado seriamente:
-pero no con el rechazo de la teoría marxista-leninista sobre el carácter de las luchas de clase en el periodo transitorio del capitalismo al socialismo, sino al contrario, reconociendo su carácter inevitable y su agudización;
-pero no con la humillación de la persona y de la obra de Stalin (que era, por otra parte, una obra común con el Partido Comunista y con el gobierno de la URSS), sino con una estimación objetiva de las realidades soviéticas en los años 30, induciendo la necesidad de las purgas y de los despidos para la defensa del socialismo;
-pero no con la liberación de todos los condenados tras una corta entrevista con ellos, sino por vía jurídica, respetando las leyes.
No es lo que ocurrió, porque Jruschov perseguía un objetivo perverso.
En cuarto lugar, hay que subrayar que las purgas no debilitaron al Ejército Soviético, como escribe Jruschov, sino que lo fortalecieron, pese a la falta de cuadros suficientemente preparados para distinguir y desactivar a los enemigos de la URSS camuflados. Más aún cuando, los enemigos del pueblo que se ponían al servicio del ejército fascista alemán en las ciudades ocupadas durante la guerra, solían esconder muy hábilmente su actividad.
En julio de 1942, el segundo ejército de choque, mandado por el general Vlásov, se rindió al enemigo. El Mariscal Zhúkov escribe a este propósito:
«Aparentemente este golpe había sido concebido en la época en que Vlásov servía en las unidades de la región de Kiev. Era uno de los grandes oradores en las conferencias regionales. Esta era su máscara». [130]
El Mariscal Meretskov, quien conocía bien a Vlásov, lo caracteriza de la siguiente manera:
«Vlásov era un arribista sin escrúpulos. Su comportamiento antes de su traición, puede ser considerado como un disfraz; su afiliación al Partido comunista, como el trampolín para llegar a los más altos puestos». [131]
Y el Mariscal Vasilevski escribe:
«En toda la literatura progresista, en el extranjero y en la Unión Soviética, Vlásov es considerado como un traidor. Sólo Solzhenitsin, quien se pasó al servicio de las fuerzas imperialistas reaccionarias, glorificó y cantó alabanzas a los vlásovianos y demás traidores a la Patria soviética, en su cínica obra antisoviética: El archipiélago del Gulag». [132]
Según documentos del enemigo, Vlásov había explicado a los fascistas su traición de esta manera: «juró que había entrado en el partido Bolchevique por su carrera militar. Había repetido en muchas ocasiones que odiaba al poder soviético y que, desde hacía mucho, formaba parte del complot de la unión de oficiales rusos». [133]
¿Y cuántos otros enemigos de la URSS, como Vlásov, se rendían a los fascistas y luchaban a su lado contra su propio país? Durante toda la duración de la guerra, el general Vlásov reclutaba traidores en los campos fascistas, con el fin de formar el Ejército de liberación de Rusia. Formó dos divisiones que lucharon contra el Ejército Soviético hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En mayo de 1945, Vlásov y su estado mayor fueron apresados en Checoslovaquia con los restos de su ejército, llevados a la URSS, y juzgados. [134]
¿Y qué habría ocurrido si hubiese habido varios generales como Vlásov, mandando ejércitos que se rendirían voluntariamente en manos de los fascistas? ¿Se pueden imaginar las consecuencias de una situación así para la URSS?
Está claro, pues, que no descubrir y no desactivar a los enemigos era una gran desgracia para la Unión Soviética, así como reprimir injustamente a cuadros militares, cuadros del muy servicial partido o ciudadanos inocentes.
Pero éstos son fenómenos históricos inevitables.
El Comité Central y el gobierno soviético habían analizado y estimado correctamente la situación, y habían tomado la decisión de eliminar la quintacolumna del enemigo, para fortalecer al Ejército Soviético en vísperas del ataque alemán contra la URSS. «Sólo en el periodo comprendido entre finales de 1940 y principios de 1941, fueron liquidadas 66 de las agencias bien implantadas y camufladas del servicio de información alemán, más de 1 600 agentes fascistas, de los cuales, 1 400 en las regiones oeste de la URSS». [135] Era lo más importante y lo más decisivo para el desenlace de la guerra en aquellos años.
No es difícil imaginar cuál hubiera sido el desenlace de la guerra, si estas quintacolumnas del enemigo no hubiesen sido aniquiladas. La victoria histórica de la URSS en la Guerra Patria, muestra de forma categórica la rectitud de la decisión del Comité Central del Partido Bolchevique y del gobierno soviético para la liquidación de los enemigos de la quinta columna.
A la pregunta: ¿si en los años 30, a la cabeza del Comité Central y de la URSS hubiesen estado Marx o Engels en lugar de Stalin, habría habido purgas? La respuesta es: sí. Porque Marx y Engels han escrito que cada revolución engendra una contrarrevolución a consecuencia de la resistencia de la clase derrocada en el poder. La revolución proletaria no podría haber sido salvada y el poder popular estabilizado, en las condiciones de cerco capitalista que existían en la URSS en esa época, sin la lucha contra la resistencia de los elementos reaccionarios y de la contrarrevolución.
Y a la pregunta: ¿habrían existido represiones injustas? Si, habrían existido, porque los cuadros que llevaban estas operaciones -con su grado de experiencia, con sus posibilidades, con sus debilidades y sus defectos-, determinaban el fenómeno inevitable de las condenas injustas de ciudadanos, una situación histórica de los años 30 en la URSS.
Jruschov escribe:
«Stalin era desconfiado de manera enfermiza». [136]
«Después del asesinato de Kírov, represiones y transgresiones de la legalidad socialista cayeron sobre el país». [137]
«Stalin introdujo el poder personal». [138]
«Stalin introdujo la noción de enemigo del pueblo». [139]
Jruschov escribe también: «nuestro partido luchaba por la aplicación real de los planes de Lenin para la edificación del socialismo. Era una lucha de ideas». [140]
¡Qué concepto tan estrecho de la lucha de clases! El Partido no sólo llevaba una lucha de ideas, sino también una amplia lucha contra el enemigo de clase.
Jruschov sigue: «las represiones no servían para reforzar las filas del Partido y las diferentes capas de trabajadores. Al contrario, llevaban a la eliminación de los cuadros honestos, pero molestos para Stalin. Y esto creaba miedo». [141]
Pero Jruschov no dice cómo nació en gran entusiasmo por la edificación de la sociedad socialista. ¡Cómo nació el romanticismo de los planes quinquenales de Stalin!
En 1931, el escritor alemán Emil Ludwig se entrevistó con Stalin y le preguntó: «Me parece que una gran parte de la población de la URSS siente miedo ante el poder soviético y que, a cierto nivel, este sentimiento de miedo consolida el poder soviético”. Stalin contestó: “Usted no tiene razón. Pero no es usted el único en razonar de esta manera. ¿Puede usted creer que podemos mantener el poder desde hace 14 años, con el apoyo de millones de personas, por el método del miedo? No, esto no es posible. Claro está, hay una parte de la población que teme efectivamente al poder soviético y lucha contra él. Pienso en los residuos de las clases liquidadas, y principalmente en los kulaks (propietarios de las tierras - nota del traductor) en el campo. Pero si se hace referencia a los trabajadores de la URSS, a los obreros y campesinos, quienes representan no menos del 90% de la población, están a favor del poder de los Soviets y apoyan al régimen soviético. Apoyan la sociedad soviética no a causa del miedo, sino porque está al servicio de los intereses profundos de los obreros y de los campesinos». [142]
Más adelante Jruschov escribe: «El Partido había destruido ideológicamente a todos los enemigos del Leninismo». [143]
Es una idea errónea de Jruschov el que la lucha de clases era un acto ya cumplido, aún cuando la lucha de clases se había mantenido y ampliado a causa de la vitalidad de la clase derrocada del poder en la URSS, y también a causa del carácter internacional de la lucha de clases.
En el informe Jruschov no hay análisis del imperialismo, ni del carácter, de las tendencias y del dinamismo de la lucha de clases en la URSS en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Escribe, incluso: «En el informe de Stalin al Pleno del Comité Central de febrero-marzo de 1937, titulado: Sobre las insuficiencias en el trabajo del Partido y sobre las medidas de liquidación de los enemigos trotskistas con doble lenguaje, se hacía un intento (con Stalin) de argumentar teóricamente la política de represión en masa, bajo pretexto de que en nuestro avance hacia el socialismo, la lucha de clases debía agudizarse cada vez más. Stalin afirmaba, además, que esto era la lección de la historia, que esto era la teoría de Lenin. Está claro -escribe Jruschov, 19 años después de este Pleno-, que en las condiciones de la victoria del socialismo, el terror en masa en el país no estaba justificado». [144]
En 1937, Jruschov era miembro del Comité Central, pero no parece que expresara su desacuerdo con la decisión sobre las purgas y la lucha contra el enemigo de clase. Sin embargo, es sabido que Jruschov participó de la manera más activa en las purgas. Incluso su émulo, Roy Medvedev, escribe: «Jruschov y sus más próximos colaboradores no estaban exentos de culpa. También ellos tienen su responsabilidad». [145]
Jruschov principalmente subestimó la acción de la quintacolumna y del enemigo de clase que había adherido al Partido, cuyo peligro era muy grande para el mismo y para el país. Había olvidado las advertencias de Lenin desde los primeros años del poder soviético, de «la infiltración del Partido por elementos hostiles, por arribistas y por personas que se adaptan». Sobre esta base, Lenin preconizaba purgas en el Partido. En su artículo en «Pravda» del 21 de Septiembre de 1921, escribió: «Las purgas en el Partido: esto es una gran tarea». [146]
Así el Partido apartaba a los enemigos a la carta, tanto bajo Lenin como bajo Stalin. Pero después del XX Congreso, esta ley en la vida del Partido se olvidó, sobre todo con el «deshielo» jruschoviano. Es así como en el Partido se encontraron traidores como Gorbachov, Yeltsin, Yakovlev, Shevernadze, y tantos otros.
La historia nos enseña que la lucha de clases había tomado formas diferentes en el transcurso de la evolución histórica de la sociedad. Ésta nos enseña también que la táctica del «caballo de Troya» es su forma más lograda. Es decir, la táctica de la toma del Castillo desde el interior mediante la infiltración de agentes del enemigo: la quintacolumna, el agente a la carta del Partido.
Lenin había dicho, que la lucha de clases seguía mucho tiempo después de la toma del poder político de los obreros. Ésta es determinada por las circunstancias siguientes:
-En primer lugar, la clase explotadora derrocada intenta encontrar de nuevo su paraíso perdido, sin descanso y por todos los medios;
-En segundo lugar, la tempestad pequeñoburguesa engendra siempre elementos capitalistas nuevos;
-En tercer lugar, bajo la influencia de la burguesía, renegados políticos y elementos capitalistas nuevos pueden nacer en las filas de la clase obrera y entre los empleados de los servicios públicos;
-En cuarto lugar, las condiciones externas del prolongamiento de la lucha de clases en un país socialista vienen del cerco por el capitalismo internacional, quien amenaza con intervención militar imperialista y con la acción subterránea, con el fin de obtener la descomposición no armada del Estado Socialista. [147]
Es importante recordar los hechos y las realidades de los años 30 en la URSS, y considerarlos bajo la perspectiva de la teoría Leninista de la lucha de clases, en la fase de edificación del socialismo. El 7 de enero de 1933, Stalin dijo en su informe, denominado «los resultados del primer plan quincenal», ante el Pleno ampliado del Comité Central del Partido Bolchevique:
«A consecuencia de la realización del plan quinquenal en el terreno de la industria, de la agricultura y del comercio, hemos estabilizado el principio socialista en todos los ramos de la economía y hemos eliminado los elementos capitalistas: los industriales y sus herederos, los comerciantes y sus sirvientes, los antiguos aristócratas y el clero, los kulaks y sus secuaces, los antiguos oficiales blancos, policías y gendarmes, los distintos intelectuales burgueses con ideas patrioteras, y todos los elementos antisoviéticos. Sacados de sus camas y dispersados por toda la Unión Soviética, esta gente ha penetrado en nuestras fábricas, oficinas y empresas comerciales, empresas de transporte ferroviario y fluvial, y ante todo en los koljóses y sovjoses (granjas agrícolas cooperativas y nacionales - nota del traductor). Han penetrado en ellos y se han escondido allí, poniéndose la máscara de obreros y de campesinos, y alguno llegando incluso a alcanzar el Partido. Claro está, han llegado allí con un sentimiento de desprecio y de odio hacia las nuevas formas económicas y culturales. Su objetivo es el de frenar y sabotear el poder soviético y el Partido. Y lo hacen tanto como pueden, actuando secretamente. Provocan incendios, rompen maquinarias, organizan sabotajes, como por ejemplo algunos profesores universitarios que vacunan al ganado, contaminándolo de peste y de úlcera siberiana. Y esto no es lo más grave. Lo más importante en la actividad de estos representantes del antiguo régimen, es la organización de robos de gran amplitud y la dilapidación de los bienes del Estado y de la propiedad de las cooperativas agrícolas. Los robos en las fábricas y almacenes de las mercancías transportadas y almacenadas, principalmente en las cooperativas agrícolas, es la forma principal de su actividad. Por su instinto de clase, saben que hay que hacer tambalear ante todo la propiedad colectiva para perjudicar al poder de los soviets». [148]
Stalin dijo también que los elementos contrarrevolucionarios se han introducido principalmente en el campo, donde no hay clase obrera, donde los campesinos son analfabetos, y donde los kulaks, más cultos y experimentados en su influencia sobre ellos, pueden encontrar a gente acabada que, por una botella de vodka, son capaces de incendiar almacenes de grano, haciendo así que le falte el pan al ejército y al pueblo. Esta destrucción trae el hambre en las ciudades que se va transformando en descontento y en divorcio con el poder.
A continuación, Stalin dice: «Algunos camaradas han comprendido el hecho de la destrucción de las clases, de la creación de una sociedad sin clases, como argumento de la tesis del debilitamiento de la lucha de clases -una teoría que es contrarrevolucionaria-. Esta gente no puede tener nada en común con nuestro Partido. Son renegados e hipócritas que hay que expulsar del Partido. No se alcanzará la eliminación de las clases con el debilitamiento de la lucha de clases, sino con su amplificación hasta el aniquilamiento definitivo de los restos de las clases agónicas, y organizando la defensa del país contra el cerco capitalista que no está como para ser aniquilado». [149]
Veinte años más tarde, Jruschov escribe sobre estos acontecimientos: «Stalin pasaba desde posiciones de la lucha ideológica hasta la violencia administrativa, a la represión de masas». [150]
Mientras Lenin y Stalin subrayaban que, cuanto más se amplifican los éxitos del socialismo en la URSS, más aumentará el odio de clase de los capitalistas derrocados, y la lucha de clases se agudizará en la URSS.
Por otro lado, Lenin y Stalin relacionaban la cuestión de la agudización de la lucha de clases en la URSS al cerco capitalista y a la política de agresión de los países imperialistas hacia la URSS. Por los años 30, Stalin escribe:
«Hablamos en casa del cerco capitalista, pero no nos hacemos la pregunta de lo que esto es en realidad. Esto no es una frase vacía, es una realidad bastante desagradable. El cerco capitalista es: que hay un país, la Unión Soviética, que ha establecido relaciones socialistas, y hay varios países burgueses, cuyo modo de vida sigue siendo capitalista, que cercan a la Unión Soviética esperando el momento para atacarla, para destruirla y, en todos los casos, quebrantar su potencia.
Nuestros camaradas han olvidado este hecho. Cuando es exactamente este hecho el que determina el fundamento de las relaciones entre el cerco capitalista y la Unión Soviética. Tomemos el ejemplo de los países burgueses. Hay personas necias que pueden pensar que entre estos países existen relaciones excepcionalmente buenas, como entre países del mismo tipo. Pero, realmente, estas relaciones están lejos de ser relaciones de buena vecindad. Se envían los unos a los otros espías, saboteadores, e incluso asesinos, quienes tienen por tarea introducirse en las oficinas y en las empresas, crear una red «por si acaso», para debilitar y quebrantar su potencia. Como en el pasado, así pues hoy, las cosas van de ese modo. Tomemos los países europeos en la época de Napoleón I. Francia estaba llena de espías y de agentes de diversión del campo de los rusos, de los alemanes, de los austriacos, de los ingleses. Y a la inversa, en el interior de Austria o de Rusia, había espías del campo de los franceses. Los agentes ingleses atentaron dos veces contra la vida de Napoleón, y varias veces han ayudado e incitando a los «vendéens» en Francia a la revuelta contra el gobierno de Napoleón. ¿Y qué era el gobierno de Napoleón? Un gobierno burgués que ahogó a la Revolución Francesa, conservando sus conquistas, favorables a la gran burguesía. Por otro lado, el gobierno de Napoleón no se quedó a la zaga y emprendió operaciones de diversión en Inglaterra. Esto era hace 130 años. Hoy es igual. Así, hoy mismo, en Inglaterra y Francia, pululan espías alemanes, y a la inversa, en Alemania se resguardan espías anglo-franceses. Y en Japón abundan espías americanos. Es la ley de las relaciones entre países burgueses.
Se pregunta uno entonces ¿por qué los países burgueses deberían comportarse de forma más amigable con el Estado socialista soviético y respetar la buena vecindad con él, más que entre ellos? ¿Enviarían menos espías, saboteadores o asesinos a la Unión Soviética que a países de su especie? ¿Dónde han encontrado ustedes esta idea? ¿No es más justo, desde el punto de vista del marxismo, suponer que a la Unión Soviética enviarían dos o tres veces más espías, saboteadores y asesinos que a cualquier otro país burgués?
¿No está claro que mientras exista el cerco capitalista, existirán en nuestro país destructores, espías, asesinos y agentes de otros países?
Todo esto había sido olvidado por nuestros camaradas en el Partido, y olvidándolo se encontraron en un callejón sin salida. Stalin, a 3 de marzo de 1937». [151]
Stalin escribió también que era «inadmisible subestimar la fuerza y la importancia del mecanismo que utilizan los países burgueses que nos rodean, de sus órganos de información, quienes utilizan las debilidades humanas, su vanidad, su falta de principios, para arrastrarlos a las redes del espionaje». [152]
Pero Jruschov no entendió esto, o no quiso entenderlo. Olvidando en 1956 las contradicciones históricas en las cuales el capitalismo o el socialismo se llevará el gato al agua, olvidando por consiguiente, la lucha de clases a nivel internacional. Según Jruschov, la contradicción principal entre las clases habría sido resuelta, a consecuencia de los enormes éxitos de la edificación socialista, de ahí la conclusión de que la lucha de clases debía atenuarse para desaparecer definitivamente. Según Jruschov, el cerco capitalista y la política agresiva imperialista hacia la URSS, no eran factores que podían activar, amplificar y agudizar la lucha de clases en la URSS en la fase transitoria del capitalismo al comunismo: el socialismo. Jruschov no había asimilado lo que Lenin y Stalin preveían y avisaban, justamente, el peligro para la URSS del cerco capitalista. En 1956, en la época de su informe a la «sesión secreta» del XX Congreso, poseía suficiente información y datos para poder admitir las características particulares de la lucha de clases en la época del imperialismo.
En primer lugar, para esto había que reconocer que la lucha de clases habría alcanzado un carácter internacional que sobrepasaba las fronteras nacionales, y que los países capitalistas eran solidarios entre ellos para debilitar y destruir al socialismo.
Había que tener en mente la solidaridad de la burguesía alemana y francesa, quienes en la primavera de 1871, superando sus hostilidades de Estados en guerra, y unidos por su odio de clase hacia la Comuna de París, la aplastaban con una crueldad inaudita. Con este fin, el vencedor Bismarck, liberó a 100 000 rehenes del ejército francés para permitirles dirigirse con su armamento hacia París, donde se defendía la Comuna.
Y la burguesía francesa, para agradecer a Bismarck su solidaridad de clase, devolvió 100 000 hombres armados, apresados en la Primera Guerra Mundial, para reprimir a las formaciones soviéticas en Baviera y en Prusia. [153]
No había que olvidar que para destruir al poder soviético, 14 países capitalistas reunieron sus fuerzas desde 1918 hasta 1921. Y durante la Segunda Guerra Mundial, los países imperialistas, entre ellos los Estados Unidos, hicieron todo lo posible para preparar y empujar a Alemania hacia la guerra contra la URSS. Sólo la clara visión de la situación, y la previsión de Stalin y del gobierno soviético, consiguieron enfrentarlos al uno contra el otro y romper su solidaridad antisoviética.
Por sus resultados objetivos, la postura de Jruschov concerniente a la lucha de clases, expresada en su informe a la «sesión secreta» del XX Congreso del PCUS, es una revisión de la teoría marxista-leninista de la lucha de clases en la fase transitoria del capitalismo al comunismo, y las condiciones de cerco imperialista.
Se hace uno la pregunta de cómo se entiende hoy el análisis de las «represiones» de los años 30 en la URSS.
Es evidente que los enemigos del socialismo no sufrirán más que desprecio y odio, aferrándose a la propaganda anticomunista utilizando todos los medios de que dispone. Es evidente que los descendientes de los enemigos del socialismo en la URSS, se unirán al coro anticomunista y estarán dispuestos a trabajar en la quintacolumna, escondiendo a la vez su pasado.
A lo mejor del 10 al 20% de los condenados lo fueron injustamente. Es difícil saberlo por razones objetivas. Las disculpas oficiales del gobierno soviético no son más que un débil consuelo. Una parte de esta gente y de sus descendientes, por su alta conciencia política, han podido comprender que los errores eran inevitables. No han dejado que su dolor se transforme en justificación y en fuente de rechazo del socialismo y del marxismo-leninismo. Es el caso de algunos oficiales, como K. Rokossovski y K. Meretskov, quienes después de su rehabilitación tomaron parte en la Gran Guerra Patria y combatieron durante toda la guerra, mereciendo condecoraciones y el título de «mariscales» de la URSS.
Gran parte de la población, después de 40 años de propaganda y de mentiras a consecuencia del informe Jruschov, admite las versiones calumniadoras sobre Lenin y Stalin, sobre el marxismo-leninismo y el socialismo como sinónimos de terror, de dictadura y de falta de democracia. Manipulados por artículos, libros, películas, «entrevistas» y «memorias», estas personas no tienen la posibilidad de conocer los hechos históricos.
Particularmente triste es, especialmente, el comportamiento de la «intelligentsia», quien ha entrado en este juego. Periodistas, publicistas, escritores se convierten, consciente o inconscientemente, en víctimas de acciones y de ideas extrañas a los intereses de la gran masa de la población, de la cual forman parte. I. A. Benediktov escribe a este respecto: «cuando tengan conocimiento de todos los hechos concernientes al periodo de los años 30 y de todos los documentos, cuando puedan analizar los acontecimientos en el contexto de una situación muy compleja, tensa y contradictoria, se sentirán muy molestos por las frases llenas de odio, inventadas por personas incapaces de razonar, que han escuchado y relatado». [154]
Una parte no despreciable de los miembros del Partido, atormentados por la manipulación, se confiesan vencidos y embrollados, no sabiendo ya a quién creer. Lo más grave es que el mismo Partido ha oficializado y divulgado las mentiras y calumnias de Jruschov. Con toda seguridad, estos miembros del Partido no buscan más que conocer la verdad para llegar a deshacerse de la propaganda imperialista.
Existe, por último, una parte importante de miembros del Partido que han conservado siempre su conciencia política, pese a las persecuciones y a los castigos ejercidos por los jruschovianos. Nunca han admitido las mentiras y las calumnias, aunque no hayan podido defender abiertamente sus convicciones.
La sabiduría popular admite que en primavera, cuando se podan los árboles frutales, entre las viejas ramas secas, se hieren, algunas veces involuntariamente, ramas sanas y vitales.
Los comunistas políticamente conscientes, se pondrán a la cabeza de la lucha por la rehabilitación, y para el retorno a la grandeza y a la potencia del PCUS y de la URSS.
Notas:
105. «Informe Jruschov», pág.18.
106. Ídem, pág.16.
107. Ídem, pág.23.
108. Ídem, pág.16.
109. Revista «Molodaya gvardia» nº3, 1991, pág.252.
110. Ídem, pág.252.
111. Ídem, pág.253.
112. Periódico «Anténi» nº 47 del 25 de noviembre de 1992.
113. Revista «Septemvri» nº 5, 1990.
114. V. M. Molotov, «Memorias» en el periódico «Tribouna» nº 29-30, 1995.
115. K. Marx y F. Engels, «Obras completas», Tomo 7, pág.7. Moscú, 1956.
116. Periódico «Sovetskaya Rossia» del 3 de octubre de 1995.
117. Periódico «Demokratsia» del 27 de septiembre de 1993.
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Jruschov y la Disgregación de la URSS
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