Jiuquan, una "presa de las Tres Gargantas"* aérea
En zona de marea baja, los pescadores de la aldea de Rudong, la perla de la costa orienta china, situada en la desembocadura del río Yangtze, caminan descalzos sobre la playa para recoger crustáceos y conchas. Las marismas salinas y los cenagales están secando a marea baja. De su caminar rítmico, los pescadores descalzos hacen salir las almejas del lodo salado y esponjoso. Un manjar delicado, ya muy apreciado por el emperador Qianlong a finales del siglo XVIII, cuando la dinastía Qing aún estaba en su apogeo. "No hay fiesta popular sin almejas", dice un proverbio en Rudong. Preferentemente cocidas al wok, con chile picante y cebolla, en una salsa de habas negras, o estofadas con gengimbre y un poco sherry de Shao-Hsing.
Excursionistas de Shanghai y Nanjing llaman a eso "el baile disco sobre el agua". Con carros de bueyes, se pasea a los turistas a través de este no man's land salino. Pero, allí, en la playa, los pescadores que bailan ya no son la única atracción. A la extremidad de la playa, donde la marea ascendente inunda el banco de arena, se elevan desde el año 2012 31 turbinas eólicas de alta tecnología. El parque eólico es propiedad de la China Longyuan Power, una empresa estatal especializada en energía verde; este parque alimenta a 190.000 familias.
En ninguna otra parte se construyen tantas turbinas eólicas como en China. Cada año se instalan 6.000. De todas las turbinas que se ponen en pie sobre la superficie de la tierra, la mitad son instaladas en China. El mayor parque eólico fuera de la Unión Europea se encuentra en Shanghai, a lo largo del gran puente de Dhonghai que une la megalópolis con el puerto insular de Yangshan, a 30 kilómetros a lo largo de la costa. Y en la bahía de Bohai, no muy lejos de Beijing, una empresa estatal construye un parque eólico de 1.000 MW que aspira a convertirse en el mayor del mundo.[1]
Es lógico que China invierta masivamente en energía eólica. China es un gigantesco agujero de aire. En 2009, un equipo de la universida de Harvard dirigido por el especialista climático, el profesor Michael McElroy, examinaba el potencial de la energía eólica en China. El estudio, que tenía que conseguir la portada de la revista Science, establecía que hay suficientemente viento en China como para cubrir el consumo entero de electricidad en el año 2030, es decir dos veces el consumo actual. Es más, en lugares de fácil acceso, se pueden instalar turbinas que cubrirán "siete veces el consumo nacional actual".[2]
"De esta forma, en un plazo razonable, sería posible eliminar, si no la totalidad, al menos una buena parte de las emisiones de CO2 del sector energético", escribe el equipo de Harvard.
Esto es una buena noticia, porque si bien China puede ser la campeona del mundo de las turbinas eólicas, esta medalla de oro tiene su reverso de la moneda. China es el país más poblado del planeta, construye en Qingdao el mayor puerto del mundo, tiene la mayor línea ferroviaria de alta velocidad del mundo, y según la OCDE, de aquí a 2016 será también la economía más fuerte del mundo. Pero también hay disciplinas en las que sería preferible no competir por una medalla. Así, China es también el primer consumidor de carbón del mundo. Y ello no es motivo de orgullo. La mitad del carbón mundial es quemado en las centrales eléctricas chinas y nuevas centrales se suman en tiempo récord a fin de seguir haciendo girar una industria en perpetuo desarrollo.
Y aún así. Un nuevo orden mundia se prepara, escribe Ernst & Young, con China "como número uno mundia evidente en el plano de la energías renovables". Ningún país apuesta tanto por la energía verde.[3] En Europa, el número de turbinas se ha duplicado desde 2005, y en Estados Unidos se ha multiplicado por cuatro. Pero China ha asombrado literalmente a los observadores. En el mismo lapso de tiempo, su capacidad eólica ha pasado de 1.250 MW a más de 62.000 MW. Es decir 50 veces más.[4]
Esto es notable, cuanto menos. Mientras que un campeón como Vestas sufre un pinchazo, China inicia un esprint. ¿Cómo es eso posible? China no es precisamente una sociedad modelo. Es un país complejo donde Beijing tiene las riendas con mano firme y autoritaria, donde el capitalismo privado prospera y donde fuertes empresas estatales participan en el juego del libre mercado. Y todo ello sin hablar de la corrupción de lado de los oficiales, la ausencia de democracia y las contradicciones sociales crecientes que ejercen fuertes presiones sobre la sociedad.
En este reino del Dragón, hay aún así una lección que sacar. El viento en China es un negocio en pleno boom, y ello se debe menos a las leyes salvadoras del libre mercado que a las autoridades, que establecen ellas mismas las líneas directrices con tinta negra. Beijing mantiene aún el 86% del sector energético en manos del Estado y el gobierno no abandona así como así el desarrollo de la energía verde al caos del libre mercado. No son "los mercados" quienes, en marzo de 2011, decidieron seguir empujando la capacidad eólica hasta los 200.000 MW en 2020, sino el XII plan quinquenal. En diez años, los chinos quieren instalar 100.000 turbinas, y para ello están creando todo un nuevo sector industrial, completado con centros de investigación, oficinas de ingeniería especializada y fabricantes de turbinas. "Una revolución verde", escribe The Guardian, "con la que China está en camino de convertirse en la primera superpotencia verde del planeta".[5]
No son los hombres de negocios min ying, los capitalistas de las millones de empresas privadas chinas quienes han puesto 350 billones de euros sobre la mesa para que la producción energética china sea más verde, y menos aún los 113 chinos multimillonarios en dólares, sino el gobierno de Beijing quien, con este plan, espera crear otros 15 millones de empleos verdes. Es una cuestión de prioridad. "El nivel de utilización de la energía eólica por China demuestra lo que se puede conseguir con una política energética e industrial cuidadosamente planificada y que considera la energía verde como una prioridad estratégica nacional", declara Ben Warren, el especialista en energía de Ernst & Young.[6]
Greenpeace también percibe "objetivos y planes de desarrollo claros" como un "dato clave que explica por qué el desarrollo del sector conoce tal éxito".[7]
Apoyándose en bases científicas, las autoridades chinas han seleccionado siete regiones con mucho viento en los cuatro puntos cardinales para instalar allí al menos 80.000 turbinas en una década, de una capacidad mínima de 116.000 MW. Parques de turbinas gigantes, como los que ya han sido instalados en Jiuquan, en la provincia de Gansu.
Jiuquan se sitúa en el extremo norte de China, en el corredor de Gansu, una estrecha franja de tierra rodeada por las cumbres nevadas de los montes Nanshan al sur, y al norte, las dunas y las inmensidades saladas del áspero desierto de Gobi. Cuando el viento sopla en Jiuquan, siempre es con fuerza. Y en tiempo normal, hay viento.
Hace tiempo, Jiuquan era un modesto puesto comercial a lo largo de la ruta de la seda, una etapa para los monjes, los bandoleros y las caravanas de camellos. Un oasis de yuans. Los mercaderes vendían allí brocado de China, azafrán de Persia y madera de sándalo indio. Allí donde se detenían las caravanas para comprar oro y peletería a los nómadas de las estepas en sus yurtas, se puede ver hoy veinte parques eólicos, con un total de 3.500 turbinas. Una "presa de las Tres Gargantas" en el viento, de alguna forma. Y aún estamos en la primera fase. Más de 10.000 turbinas están previstas aún, en el inhóspito desierto de Jiuquan.
[1] Ernst & Young, Renewable energy attractiviness country indices, noviembre de 2010, pág. 16.
[2] Michael B. McElroy, Xi Lu, Chris P. Nielsen, Yuxuan Wang, "Potential for Wind-Generated Electricity in China", en Science 325, 1378-1380 (2009).
[3] Ernst & Young, op. cit., pág. 1.
[4] Global Wind Energy Council, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[5] The Guardian, 10 de junio de 2009.
[6] The Financial Times, 30 de noviembre 2010.
[7] Greenpeace, China Wind Power Outlook 2011, 2011, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
*La presa de las Tres Gargantas, construida en 1994, está situada en el curso del río Yangtsé en China. Es la planta hidroeléctrica más grande del mundo, superando holgadamente a la de Itaipú sobre el río Paraná.
Extraído del artículo El timonel de la sociedad, escrito por Tom de Meester y publicado en la revista Études Marxistes nº102.
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
En zona de marea baja, los pescadores de la aldea de Rudong, la perla de la costa orienta china, situada en la desembocadura del río Yangtze, caminan descalzos sobre la playa para recoger crustáceos y conchas. Las marismas salinas y los cenagales están secando a marea baja. De su caminar rítmico, los pescadores descalzos hacen salir las almejas del lodo salado y esponjoso. Un manjar delicado, ya muy apreciado por el emperador Qianlong a finales del siglo XVIII, cuando la dinastía Qing aún estaba en su apogeo. "No hay fiesta popular sin almejas", dice un proverbio en Rudong. Preferentemente cocidas al wok, con chile picante y cebolla, en una salsa de habas negras, o estofadas con gengimbre y un poco sherry de Shao-Hsing.
Excursionistas de Shanghai y Nanjing llaman a eso "el baile disco sobre el agua". Con carros de bueyes, se pasea a los turistas a través de este no man's land salino. Pero, allí, en la playa, los pescadores que bailan ya no son la única atracción. A la extremidad de la playa, donde la marea ascendente inunda el banco de arena, se elevan desde el año 2012 31 turbinas eólicas de alta tecnología. El parque eólico es propiedad de la China Longyuan Power, una empresa estatal especializada en energía verde; este parque alimenta a 190.000 familias.
En ninguna otra parte se construyen tantas turbinas eólicas como en China. Cada año se instalan 6.000. De todas las turbinas que se ponen en pie sobre la superficie de la tierra, la mitad son instaladas en China. El mayor parque eólico fuera de la Unión Europea se encuentra en Shanghai, a lo largo del gran puente de Dhonghai que une la megalópolis con el puerto insular de Yangshan, a 30 kilómetros a lo largo de la costa. Y en la bahía de Bohai, no muy lejos de Beijing, una empresa estatal construye un parque eólico de 1.000 MW que aspira a convertirse en el mayor del mundo.[1]
Es lógico que China invierta masivamente en energía eólica. China es un gigantesco agujero de aire. En 2009, un equipo de la universida de Harvard dirigido por el especialista climático, el profesor Michael McElroy, examinaba el potencial de la energía eólica en China. El estudio, que tenía que conseguir la portada de la revista Science, establecía que hay suficientemente viento en China como para cubrir el consumo entero de electricidad en el año 2030, es decir dos veces el consumo actual. Es más, en lugares de fácil acceso, se pueden instalar turbinas que cubrirán "siete veces el consumo nacional actual".[2]
"De esta forma, en un plazo razonable, sería posible eliminar, si no la totalidad, al menos una buena parte de las emisiones de CO2 del sector energético", escribe el equipo de Harvard.
Esto es una buena noticia, porque si bien China puede ser la campeona del mundo de las turbinas eólicas, esta medalla de oro tiene su reverso de la moneda. China es el país más poblado del planeta, construye en Qingdao el mayor puerto del mundo, tiene la mayor línea ferroviaria de alta velocidad del mundo, y según la OCDE, de aquí a 2016 será también la economía más fuerte del mundo. Pero también hay disciplinas en las que sería preferible no competir por una medalla. Así, China es también el primer consumidor de carbón del mundo. Y ello no es motivo de orgullo. La mitad del carbón mundial es quemado en las centrales eléctricas chinas y nuevas centrales se suman en tiempo récord a fin de seguir haciendo girar una industria en perpetuo desarrollo.
Y aún así. Un nuevo orden mundia se prepara, escribe Ernst & Young, con China "como número uno mundia evidente en el plano de la energías renovables". Ningún país apuesta tanto por la energía verde.[3] En Europa, el número de turbinas se ha duplicado desde 2005, y en Estados Unidos se ha multiplicado por cuatro. Pero China ha asombrado literalmente a los observadores. En el mismo lapso de tiempo, su capacidad eólica ha pasado de 1.250 MW a más de 62.000 MW. Es decir 50 veces más.[4]
Esto es notable, cuanto menos. Mientras que un campeón como Vestas sufre un pinchazo, China inicia un esprint. ¿Cómo es eso posible? China no es precisamente una sociedad modelo. Es un país complejo donde Beijing tiene las riendas con mano firme y autoritaria, donde el capitalismo privado prospera y donde fuertes empresas estatales participan en el juego del libre mercado. Y todo ello sin hablar de la corrupción de lado de los oficiales, la ausencia de democracia y las contradicciones sociales crecientes que ejercen fuertes presiones sobre la sociedad.
En este reino del Dragón, hay aún así una lección que sacar. El viento en China es un negocio en pleno boom, y ello se debe menos a las leyes salvadoras del libre mercado que a las autoridades, que establecen ellas mismas las líneas directrices con tinta negra. Beijing mantiene aún el 86% del sector energético en manos del Estado y el gobierno no abandona así como así el desarrollo de la energía verde al caos del libre mercado. No son "los mercados" quienes, en marzo de 2011, decidieron seguir empujando la capacidad eólica hasta los 200.000 MW en 2020, sino el XII plan quinquenal. En diez años, los chinos quieren instalar 100.000 turbinas, y para ello están creando todo un nuevo sector industrial, completado con centros de investigación, oficinas de ingeniería especializada y fabricantes de turbinas. "Una revolución verde", escribe The Guardian, "con la que China está en camino de convertirse en la primera superpotencia verde del planeta".[5]
No son los hombres de negocios min ying, los capitalistas de las millones de empresas privadas chinas quienes han puesto 350 billones de euros sobre la mesa para que la producción energética china sea más verde, y menos aún los 113 chinos multimillonarios en dólares, sino el gobierno de Beijing quien, con este plan, espera crear otros 15 millones de empleos verdes. Es una cuestión de prioridad. "El nivel de utilización de la energía eólica por China demuestra lo que se puede conseguir con una política energética e industrial cuidadosamente planificada y que considera la energía verde como una prioridad estratégica nacional", declara Ben Warren, el especialista en energía de Ernst & Young.[6]
Greenpeace también percibe "objetivos y planes de desarrollo claros" como un "dato clave que explica por qué el desarrollo del sector conoce tal éxito".[7]
Apoyándose en bases científicas, las autoridades chinas han seleccionado siete regiones con mucho viento en los cuatro puntos cardinales para instalar allí al menos 80.000 turbinas en una década, de una capacidad mínima de 116.000 MW. Parques de turbinas gigantes, como los que ya han sido instalados en Jiuquan, en la provincia de Gansu.
Jiuquan se sitúa en el extremo norte de China, en el corredor de Gansu, una estrecha franja de tierra rodeada por las cumbres nevadas de los montes Nanshan al sur, y al norte, las dunas y las inmensidades saladas del áspero desierto de Gobi. Cuando el viento sopla en Jiuquan, siempre es con fuerza. Y en tiempo normal, hay viento.
Hace tiempo, Jiuquan era un modesto puesto comercial a lo largo de la ruta de la seda, una etapa para los monjes, los bandoleros y las caravanas de camellos. Un oasis de yuans. Los mercaderes vendían allí brocado de China, azafrán de Persia y madera de sándalo indio. Allí donde se detenían las caravanas para comprar oro y peletería a los nómadas de las estepas en sus yurtas, se puede ver hoy veinte parques eólicos, con un total de 3.500 turbinas. Una "presa de las Tres Gargantas" en el viento, de alguna forma. Y aún estamos en la primera fase. Más de 10.000 turbinas están previstas aún, en el inhóspito desierto de Jiuquan.
[1] Ernst & Young, Renewable energy attractiviness country indices, noviembre de 2010, pág. 16.
[2] Michael B. McElroy, Xi Lu, Chris P. Nielsen, Yuxuan Wang, "Potential for Wind-Generated Electricity in China", en Science 325, 1378-1380 (2009).
[3] Ernst & Young, op. cit., pág. 1.
[4] Global Wind Energy Council, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[5] The Guardian, 10 de junio de 2009.
[6] The Financial Times, 30 de noviembre 2010.
[7] Greenpeace, China Wind Power Outlook 2011, 2011, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
*La presa de las Tres Gargantas, construida en 1994, está situada en el curso del río Yangtsé en China. Es la planta hidroeléctrica más grande del mundo, superando holgadamente a la de Itaipú sobre el río Paraná.
Extraído del artículo El timonel de la sociedad, escrito por Tom de Meester y publicado en la revista Études Marxistes nº102.
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]