Murio Eric Hobsbawm, el más famoso historiador marxista 01.10.2012 |
Tenía 95 años. Venerado por sus colegas y leído en todas las universidades del mundo nunca renegó de su comunismo militante, que lo llevo incluso a justificar a Stalin.
Mantuvo hasta el final su gran influencia en políticos y eruditos.
Londres - Eric Hobsbawm, el más famoso historiador marxista, falleció en la madrugada del lunes en el Royal Free Hospital de Hampstead, apenas a unos cientos de metros de su casa. Tenía 95 años. A pesar de que nunca renegó de su ideología comunista, su intelecto, su capacidad para analizar hasta el más mínimo detalle y al mismo tiempo su facilidad para sintetizar la historia le granjearon la admiración lo mismo desde la izquierda que desde la derecha política, especialmente en los últimos años de su vida.
Durante largo tiempo miembro leal del Partido Comunista, Eric Hobsbawm ha ejercido una enorme influencia durante los años sesenta y setenta, cuando sus ideas proveyeron el fundamento intelectual a la izquierda revolucionaria en Occidente. Pero aunque la potencia de fuego y la destreza analítica de sus muchos libros bellamente escritos ganaron elogios en todo el espectro político, no puede dejarse de reconocer el hecho de que persistió en la defensa del comunismo totalitario mucho después de que dejara de estar de moda o, de hecho, de ser defendible.
Mientras muchos de sus camaradas abandonaron, por ejemplo, el Partido Comunista en protesta después de la invasión soviética de Hungría en 1956, Hobsbawm no lo hizo. Explicó que "no quería perder esa tierra estrecha y alta", y que no quería traicionar la memoria de "la gente enormemente buena que había dedicado sus vidas a la liberación de la humanidad". Fue sólo poco antes de que el propio PC británico se disolviera en 1991 que rompió su carnet de afiliación.
Hobsbawm fue uno de los pocos académicos marxistas que todavía hoy argumentaban que el sistema soviético tenía "a veces sorprendentes logros en su haber". Más sorprendentemente, Hobsbawm dio a Stalin el mérito del milagro económico de posguerra en Occidente. El comunismo soviético, según él, "había proporcionado a su antagonista el incentivo -el temor- para reformarse".
Mediante la popularización de la planificación económica, dijo que inspiró algunos de los procedimientos para la reforma de Occidente, y en una entrevista en televisión, Hobsbawm llegó a preguntarse si, por ese logro, "la pérdida de quince o veinte millones de personas no podría haberse justificado", recordaba hoy The Daily Telegraph.
Incluso en el siglo XXI, Hobsbawm fue incapaz plenamente de darle la espalda a la ideología que había dado forma a su vida: "El sueño de la Revolución de Octubre todavía existe en algún lugar dentro de mí", escribió en sus memorias.
Como profesional, combinó el empirismo meticuloso de la tradición histórica inglesa con una total convicción de la validez histórica del materialismo dialéctico de Karl Marx. Cualesquiera que sean sus faltas, sin embargo, no puede dejar de reconocerse la poderosa fuerza de su gran trilogía sobre lo que él llamaba el "largo siglo XIX": La era de la revolución 1789-1848 (1962); La era del capital 1848-1875 (1975); y La era del Imperio 1875-1914 (1987). La secuencia se completó con La era de los extremos 1914-1991 (1994). Los cuatro volúmenes se vendieron muy bien en todas partes, incluso en la Argentina.
Muchos especialistas consideran la tetralogía el mejor punto de partida para cualquier persona que desee estudiar la historia moderna. Otro tema recurrente en su obra fue el de los bandidos sociales.
UN CONTINUO
Hobsbawm vio la historia moderna como un continuo de las luchas obreras contra el capitalismo. Desde la aparición del mercantilismo británico en el siglo XVIII hasta la caída del Imperio Soviético, interpretó los grandes acontecimientos no como episodios únicos y fascinantes por derecho propio (un enfoque que ridiculizó como "de anticuarios y archivistas"), sino como manifestaciones del desarrollo ininterrumpido del capitalismo y de la oposición que ha generado.
En 1952, como parte de un grupo marxista, Hobsbawm ayudó a fundar Past and Present, una difundida revista histórica que introdujo en Gran Bretaña la noción de "historia popular", una idea que logro imponerse en la historiografía oficial desafiando las nociones "de arriba abajo" de los acontecimientos históricos, es decir, impulsados por las acciones de los "grandes hombres". El impacto en el pensamiento moderno puede medirse por el hecho de que más miembros de su consejo editorial obtuvieron la membresía de la Academia Británica que los de de cualquier otra revista histórica.
Ciertamente, Hobsbawm fue venerado por sus colegas historiadores por el alcance y la profundidad de su conocimiento, que se extendió mucho más allá de su especialización y cubrió no sólo la historia británica, sino casi todas las del mundo, excepto Africa. Como marxista, sentía una profunda desconfianza sobre el peronismo.
LA VIDAEric Hobsbawm nació en Alexandria (Egipto) en 1917 -en vísperas de la Revolución Rusa-, de padres judíos, Leopold Percy Obstbaum, comerciante británico, y Nelly Grün, escritora austríaca.
Eric -cuyo apellido se vio modificado por un error en la partida de nacimiento, creció en Viena (Austria) y Berlín (Alemania), antes de trasladarse a Londres en 1933, el año en que Hitler llegó al poder en Alemania.
El joven y su hermana Nancy, que habían sido criados en inglés por sus padres, se quedaron huérfanos en la adolescencia y fueron adoptados por sus tíos, con quienes vinieron al Reino Unido.
A los 14 años se afilió al Partido Comunista en Berlín, afiliación que trasladó a Gran Bretaña. Tras estudiar en la universidad inglesa de Cambridge, en 1947 se convirtió en profesor en la universidad londinense de Birkbeck, con la que colaboró durante años hasta llegar a ser su rector. A lo largo de su carrera, Hobsbawm generó polémica por sus ideas políticas, que a su juicio le impidieron también progresar más rápidamente en el mundo académico.
Casado dos veces, con Muriel Seaman y Marlene -hoy su viuda-, y padre de tres hijos, Julia, Andy y Joseph, Hobsbawm era, además de admirador de Marx, un apasionado del jazz. Durante años fue el crítico de jazz de la revista progresista New Statesman, bajo el pseudónimo de Francis Newton -en honor al trompetista comunista de Billie Holiday-, y escribió un libro sobre esa música.
El Gobierno laborista de Tony Blair medió en 1998 para que se le concediera la condecoración real de Compañero de honor por su labor en las humanidades, y también era miembro desde 1978 de la Academia Británica de ciencias sociales.
Con una figura delgada y desgarbada con gafas, con el pelo gris abundante y una voz convincente (una vez la describió como "acento de Bloomsbury con un borde de Mitteleuropa"), Hobsbawm fue un personaje animado y agradable en los círculos de izquierda. Su casa en Hampstead fue un lugar de encuentro de intelectuales de izquierda de todo el mundo.
Siguió trabajando hasta bien entrados los años noventa. Las obras recientes incluyen Globalización, Democracia y Terrorismo (2007), El Imperio: América, la guerra y la supremacía mundial, y Cómo Cambiar el Mundo: Historias de Marx y el marxismo (2011). Aquí profetiza, sin explicarlo cabalmente, que "Marx es y será, otra vez y más que nunca, un pensador del siglo XXI".
Eric Hobsbawm, aquejado desde hace años de leucemia, falleció a primera hora del lunes, donde estaba siendo tratado de una neumonía, según informó su familia.
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