Pese a que no se conoce una manera de restablecer la memoria una vez se pierde, las actividades cognitivas que se desarrollan a la largo de la vida sí pueden contribuir a retrasar la pérdida de la capacidad memorística habitual con el paso de los años. La lectura de libros, la escritura y la participación en actividades que estimulan el cerebro (la búsqueda y el análisis de datos, entre otras) a cualquier edad puede preservar la memoria.
«Nuestro estudio sugiere que el ejercicio cerebral mediante la participación en actividades de este tipo a lo largo de la vida de una persona, desde la infancia hasta la vejez, es importante para la salud del cerebro en la vejez», resume Robert S. Wilson, del Centro Médico de la Universidad Rush y autor del estudio.
Cerebro activo toda la vida
Los investigadores analizaron durante cerca de seis años las respuestas de un total de 294 a pruebas de memoria y de cognición. También preguntaron a los probandos, con una media de edad de 89 años, sobre su afición a leer, escribir y otras actividades similares durante su infancia, adolescencia, adultez y en el momento de la investigación.
Tras su fallecimiento, se examinó el cerebro de cada participante con el fin de averiguar la existencia de lesiones, placas y ovillos cerebrales, es decir, signos físicos de demencia que afectan la memoria, el pensamiento, el lenguaje, el juicio y la conducta.
Según se constató, más allá de posibles consecuencias por la existencia de placas y ovillos neurofibrilares en el cerebro, las personas que habían llevado a cabo actividades de estimulación cognitiva a lo largo de toda su vida —desde la infancia hasta la senectud— manifestaban una menor tasa de deterioro de la memoria en comparación con aquellos individuos que no acostumbraban a practicar tales tareas en su rutina. De hecho, estos últimos presentaban un disminución de la capacidad cognitiva de un 15 por ciento en comparación con los primeros.
Asimismo, el estudio confirma la importancia de mantener el cerebro activo durante la vejez: en las personas que desarrollaron tareas cognitivas a edad avanzada la disminución de la memoria se redujo en un 32 por ciento en comparación con los probandos que desarrollaron una actividad mental media. Por último, aquellos que no practicaban tareas cognitivas normalmente presentaron un deterioro del 48 por ciento más rápido que aquellos con actividad media.
«No hay que subestimar los efectos de las actividades cotidianas, como la lectura y la escritura, en nuestros hijos, nosotros mismos y nuestros padres o abuelos», concluye Wilson.
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«Nuestro estudio sugiere que el ejercicio cerebral mediante la participación en actividades de este tipo a lo largo de la vida de una persona, desde la infancia hasta la vejez, es importante para la salud del cerebro en la vejez», resume Robert S. Wilson, del Centro Médico de la Universidad Rush y autor del estudio.
Cerebro activo toda la vida
Los investigadores analizaron durante cerca de seis años las respuestas de un total de 294 a pruebas de memoria y de cognición. También preguntaron a los probandos, con una media de edad de 89 años, sobre su afición a leer, escribir y otras actividades similares durante su infancia, adolescencia, adultez y en el momento de la investigación.
Tras su fallecimiento, se examinó el cerebro de cada participante con el fin de averiguar la existencia de lesiones, placas y ovillos cerebrales, es decir, signos físicos de demencia que afectan la memoria, el pensamiento, el lenguaje, el juicio y la conducta.
Según se constató, más allá de posibles consecuencias por la existencia de placas y ovillos neurofibrilares en el cerebro, las personas que habían llevado a cabo actividades de estimulación cognitiva a lo largo de toda su vida —desde la infancia hasta la senectud— manifestaban una menor tasa de deterioro de la memoria en comparación con aquellos individuos que no acostumbraban a practicar tales tareas en su rutina. De hecho, estos últimos presentaban un disminución de la capacidad cognitiva de un 15 por ciento en comparación con los primeros.
Asimismo, el estudio confirma la importancia de mantener el cerebro activo durante la vejez: en las personas que desarrollaron tareas cognitivas a edad avanzada la disminución de la memoria se redujo en un 32 por ciento en comparación con los probandos que desarrollaron una actividad mental media. Por último, aquellos que no practicaban tareas cognitivas normalmente presentaron un deterioro del 48 por ciento más rápido que aquellos con actividad media.
«No hay que subestimar los efectos de las actividades cotidianas, como la lectura y la escritura, en nuestros hijos, nosotros mismos y nuestros padres o abuelos», concluye Wilson.
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