Un periodista estadounidense que investigaba los experimentos de control mental realizados por la CIA durante la guerra fría ha descubierto una serie de documentos sobre un hecho inexplicado que se produjo en Francia. Según este periodista-investigador, en 1951 la CIA ensayó en Francia el uso de un arma secreta: la propagación de LSD por aerosol. Afirma que el experimento se desarrolló en una localidad del departamento de Gard, a espaldas de sus habitantes y de las autoridades. Pero el asunto se complicó y el experimento provocó 7 muertes.
El 13 de febrero de 2010 el canal de televisión estatal francés France 3 transmitió el documental de investigación «Le Pain du diable» (El Pan del diablo), telefilm de Bertrand Arthuys que reconstruye minuciosamente el caso de experimentación química en el pueblo de Pont-Saint-Esprit, en Francia. Este telefilm describe la locura que se apoderó de esa pequeña localidad francesa, las sospechas que recayeron sobre el panadero del pueblo y la voluntad de ciertas autoridades de esconder algo. Pero termina con una interrogante. Sesenta años después, todavía se ignora el origen de lo sucedido.
Dos misterios que parecen no tener nada en común despiertan desde hace décadas el interés de los más serios investigadores, dejándolos además perplejos. Se trata del extraño y aparente «suicidio» del doctor Frank Olson, ocurrido en Nueva York en 1953, y de la misteriosa ola de delirios alucinatorios ocurrida en 1951 en un pequeño pueblo francés.
Como vienen explicándolo desde hace 35 años numerosos recuentos difundidos a través de boletines informativos de televisión y sitios de Internet, existen sospechas de que la muerte de Olson fue resultado de una operación criminal instigada por el gobierno estadounidense, aunque no ha sido posible definir hasta hoy ningún asesino ni móvil plausible. La crisis de locura que se apoderó de la localidad de Pont-Saint-Esprit, en el sur de Francia, ha desconcertado a los científicos durante décadas y muchos de ellos descartan de un manotazo las fuertes sospechas que apuntan hacia una especie de ataque con LSD, simplemente porque los medios y móviles de ese tipo de crimen escapaban entonces a la atención del público.
Fue en 1995 cuando comencé a investigar seriamente la muerte del doctor Frank Olson, un bacteriólogo estadounidense que trabajaba en el ultrasecreto centro de guerra biológica del ejército norteamericano en Fort Detrick, Estado de Maryland. En aquel entonces estaba yo muy lejos de imaginar que mi descubrimiento sobre la existencia de un crimen detrás de la muerte de Olson coincidiría hasta tal punto con los horribles acontecimientos que se produjeron en Pont-Saint-Esprit en agosto de 1951.
Mi libro de 900 páginas «Un terrible error: el asesinato de Frank Olson y los experimentos secretos de la CIA durante la guerra fría» (1), recoge detalladamente la coincidencia entre ambos hechos. Recientes informes que hablan de un «importante escándalo diplomático y político en ciernes y potencialmente perjudicial para las relaciones franco-estadounidenses», al referirse a la explicación y la documentación de mi libro sobre la intoxicación colectiva de Pont-Saint-Esprit, me han impulsado a redactar este artículo, destinado a todos el que quiera obtener más información sobre esos dos hechos.
La extraña ola de locura ocurrida en Pont-Saint-Esprit afectó a más de 500 personas, provocando directamente la muerte de al menos 5 de ellas y 2 suicidios. Durante los más de 50 años transcurridos desde entonces, el incidente fue atribuido sucesivamente a un envenenamiento debido al cornezuelo (Claviceps purpurea, hongo parásito del centeno), o sea por ingestión de un pan infectado por ese hongo alucinógeno, o a un envenenamiento con mercurio. Una gran mayoría de los científicos creíbles que han estudiado el asunto estimaban hasta hace poco que la causa seguía siendo desconocida.
Un diario francés de aquella época describe aquel extraño drama: «No es un drama de Shakespeare ni un cuento de Edgar Allan Poe. Se trata, por desgracia, de la triste realidad de todo Pont-Saint-Esprit y sus alrededores, donde se desarrollan actualmente aterradoras escenas de delirios alucinatorios. Escenas que parecen surgidas directamente de la Edad Media, saturadas de horror y de sufrimiento, preñadas de sombras siniestras».
Un breve artículo de «Time Magazine», y más tarde un importante diario estadounidense que mantiene estrechos vínculos con la CIA, hacían la siguiente descripción: «Entre las personas afectadas, los delirios iban en aumento: los afectados se retorcían frenéticamente en sus camas, gritando que flores rojas les brotaban del cuerpo». Otros comentaristas enviados al lugar describían escenas de personas que se arrojaban por las ventanas, hombres y mujeres que se arrancaban las ropas y corrían desnudos por las calles, niños que decían tener el estómago lleno de serpientes.
Poco después del incidente, en septiembre de 1951, científicos que escribían en el muy respetado «British Medical Journal» declararon que la «ola de envenenamientos» era resultado de una intoxicación provocada por el cornezuelo del centeno. Pero aquella explicación se basaba únicamente en las conclusiones de los especialistas en bioquímica enviados al lugar por los laboratorios Sandoz, situados cerca de allí, en Basilea (Suiza). Entre los miembros de aquel contingente se encontraba el doctor Albert Hofmann, el primer científico que había logrado sintetizar el LSD, el 16 de noviembre de 1938.
En el momento de la visita del grupo de Sandoz a la localidad de Pont-Saint-Esprit, tan sólo unos pocos científicos en todo el mundo, no más de 8 o 10, conocían la existencia del LSD. Además, otro hecho incluso más importante aun es que absolutamente nadie en la Francia de 1951, fuera de algunos responsables de Sandoz, sabían que esa firma estaba realizando actividades secretas en estrecha colaboración con la CIA.
En 1938, el químico Albert Hofmann (1906-2008) logra sintetizar para el laboratorio Sandoz el principio activo del cornezuelo del centeno, o sea el LSD. En 1951, Albert Hofmann participa como experto en el caso de Pont-Saint-Esprit.
Sandoz no sólo proporcionaba a la CIA importantes cantidades de LSD sino que también servía a esa agencia estadounidense de consejero sobre sus posibles usos, con fines defensivos u ofensivos, específicamente con vistas a la realización de experimentos en Estados Unidos y Europa. Resumiendo la larga explicación que desarrollo en mi libro: la intoxicación de Pont-Saint-Esprit era resultado de un experimento realizado de forma conjunta por el ejército de Estados Unidos y la CIA en el marco del Proyecto MK/ULTRA (2). El experimento realizado en Francia se hallaba bajo la supervisión de la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick, el mismo departamento que dirigía por entonces el doctor Frank Olson.
Creo importante precisar que la intriga general que rodea el misterio de Pont-Saint-Esprit me pareció especialmente clara y coherente, pero la encontré también bastante chocante, a pesar de que yo no me asqueo fácilmente. Después de una investigación más profunda, todo el escenario resultó ser todavía más interesante en sus más sutiles detalles y su naturaleza manifiesta. Incluso hoy en día un sitio del Departamento de Justicia en Internet destinado a prevenir sobre los peligros del LSD afirma que a principios de los años 1950, «la Sandoz Chemical Company llegó incluso a promover el LSD como arma química secreta potencial ante el gobierno estadounidense. Su principal argumento era que una pequeña cantidad de esa droga vertida en el sistema de aprovisionamiento de agua o pulverizada en el aire puede desorientar y poner en estado sicótico a toda una división militar, volviéndola inofensiva e incapaz de combatir». Sin hablar, claro está, de todos los habitantes de un pueblo o de toda una ciudad.
De hecho, al profundizar en el asunto, descubrí un día una serie de documentos secretos del FBI que demuestran que, un año antes del experimento de Pont-Saint-Esprit, la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick había realizado un experimento similar en la red subterránea del metro de Nueva York. Según se indica en una nota del FBI fechada en agosto de 1950, «los experimentos de guerra biológica que representantes del Departamento del ejército debían realizar en la red del metro subterráneo neoyorquina en septiembre de 1950 han sido pospuestos hasta una fecha indefinida».
Cuando hablé de aquella nota con varios ex bioquímicos de Fort Detrick, estos me informaron confidencialmente que los experimentos en Nueva York «estaban pospuestos hasta que terminara el experimento que debía hacerse en Francia». Un ex científico de la División de Operaciones Especiales agregó: «Los resultados globales del experimento en el sur de Francia fueron positivos, pero también comprobamos un efecto indeseable, o que convendría llamar ahora una reacción del “cisne negro”. No habíamos previsto en lo absoluto que morirían varias personas. El experimento no debía llevar a eso, así que fue reenviado a la oficina de estudio».
Los mismos científicos confirmaron que, después del experimento de Pont-Saint-Esprit, la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick volvió nuevamente a Nueva York en 1956 para realizar los experimentos designados como operaciones Big City y Mad Hatter (El Sombrerero Loco, Mad Hatter es un personaje de Alicia en el País de las Maravillas). Se trataba de proyectos secretos que implicaban la pulverización de productos químicos, en forma de aerosol, a través del tubo de escape de un automóvil conducido alrededor de Nueva York, por la CIA y científicos del ejército de los Estados Unidos. Anteriormente, en 1952 y 1953, varios experimentos más limitados ya habían sido realizados en vagones del metro de Nueva York por George Hunter White, un agente del Buró Federal de Narcóticos que trabajaba en secreto como agente de la CIA. Al menos en dos ocasiones White hizo estallar artefactos de aerosol especialmente concebidos para ello y llenos de LSD.
En 1973, la CIA destruyó los informes escritos de White vinculados a aquellos experimentos. Retrocediendo en el tiempo descubrí la verdadera causa de la intoxicación registrada en el sur de Francia. Una nota de un informante confidencial de la CIA que me fue entregada en 1999 constituyó la primera prueba sólida que tuve en mis manos indicando que algo no estaba claro en aquel incidente. Aquel informe, fechado en diciembre de 1953, relataba un encuentro entre un informante no identificado y un responsable de Sandoz Chemical Company en Nueva York. El informante escribía que, «después de varias copas», el responsable de Sandoz dejó escapar que «El “secreto” de Pont-Saint-Esprit era que el pan no era para nada la causa», antes de proseguir diciendo que «Durante varias semanas los franceses confiaron a nuestros laboratorios [la realización de] análisis de pan. No era cornezuelo del centeno sino un compuesto del tipo dietilamida».
El responsable [de Sandoz] quería decir con eso que una droga sintética era la causa de la ola de locura registrada en Pont-Saint-Esprit. Según su propio informe, el informante de la CIA preguntó entonces: «Si la sustancia no estaba en el pan, ¿cómo llegó entonces al organismo de la gente?» A lo que el hombre de Sandoz contestó: «Un experimento». Ya preocupado, el informante inquirió: «¿Un experimento?» Y el responsable de Sandoz responde entonces con una evasiva:
«Quizás, el gobierno francés», sabiendo que el informante estadounidense conocía probablemente la identidad de los verdaderos autores del experimento. Fue, en definitiva, una gran escena de comedia política y subterfugio que terminó con las siguientes palabras del responsable de Sandoz: «Una razón secundaria que explica mi presencia aquí en Estados Unidos es que tengo que deshacerme de nuestro LSD. Si estalla la guerra, nuestro LSD desaparecerá».
Según la prensa estadounidense, como consecuencia de la publicación del libro de Hank Albarelli, Erard Corbin de Mangoux, director de la DGSE (agencia de inteligencia francesa), hizo llegar una petición de explicaciones al Departamento de Estado.
El indicio que descubrí después en la cadena de pruebas era un documento de la Casa Blanca, sin fecha, que parece haber sido parte de un expediente más amplio que fue entregado a los miembros de la Comisión Rockefeller, conformada en 1975 por el presidente Gerald Ford para investigar sobre las prácticas abusivas de la CIA. Este documento contenía los nombres de dos ciudadanos franceses secretamente pagados por la CIA y se refería de forma directa al «incidente de Pont-Saint-Esprit», vinculando además a un ex experto de la CIA en guerra biológica y al jefe de la División de Operaciones Especiales en Fort Detrick. Este último documento, junto al anterior, representaba para mí la prueba irrefutable.
En 2005, un reportero del diario Baltimore Sun, Scott Shane, quien trabaja actualmente en el New York Times, escribía: «El ejército no tiene ningún documento sobre MK/NAOMI ni sobre la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick». Cuando Scott, y posteriormente yo mismo, pedimos los expedientes sobre ambos, el ejército respondió que «no lograba encontrar ninguno».
En 1973 la CIA destruyó todos sus archivos sobre MK/NAOMI y su trabajo con la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick. Una de las razones mencionadas para justificar su destrucción, según explicó la CIA, era que «la gente no entendería o malinterpretaría las razones que llevaron a la agencia a emprender muchos de sus proyectos». Cuando el reportero Shane trató de que un ex oficial de alto rango de la División de Operaciones Especiales le hablara los proyectos anteriores de la División, Andrew Cowan Jr. le respondió: «Yo simplemente no doy entrevistas sobre ese tema. Eso debe por lo menos seguir estando clasificado para evitar que esas informaciones vayan a dar a manos de algún exaltado.»
Ya escribí anteriormente, en este mismo artículo, que el experimento de Pont-Saint-Esprit me pareció chocante desde el primer momento. En muchos aspectos, sigo sintiendo esa misma sensación. Es posible que no sea, sin embargo, por todas las razones que muchos de los lectores pudieran imaginar. Primero que todo, me asquea leer en Internet las reacciones sobre el tema que abordo en mi libro, como por ejemplo: «Bueno, por lo menos no lo hicieron en una pequeña ciudad de Estados Unidos», o peor todavía «¿Por qué no escogieron una ciudad en México? Está más cerca». Me entristece comprobar que algunos estadounidenses se han dejado ganar por el desencanto y que se han vuelto insensibles a las acciones arrogantes y horribles de la CIA en el pasado.
Hoy por hoy la tortura tiene, en Estados Unidos, la aprobación de gran parte de la población. Algunos estadounidenses mejor intencionados dicen que rezan por un regreso a «un país cuyo gobierno honraba, respetaba y observaba los derechos humanos y las leyes y tratados internacionales», protegiendo a los prisioneros de guerra, combatientes enemigos y prisioneros. La realidad, sin embargo, es que todo examen objetivo y serio de la historia de la guerra fría en Estados Unidos saca sistemáticamente a la luz numerosos procedimientos de horrible maltrato contra los detenidos y prisioneros extranjeros.
El proyecto Artichoke de la CIA (2), puesto en práctica en los años 1950 y 1960, sometió a numerosos prisioneros extranjeros y presuntos agentes dobles a tratamientos bárbaros, entre ellos electrochoques, lobotomías y choques de insulina provocados con drogas. Innumerables ciudadanos estadounidenses desaparecieron de las calles de Nueva York y San Francisco para convertirse en víctimas de experimentos secretos únicamente por ser miembros de grupos minoritarios; pobres, desahuciados, criminales o considerados como tal, y prostitutas (3). Muchos de ellos sufrieron secuelas físicas y mentales permanentes como consecuencia de tales experimentos.
En los años 1950 y 1960 se administró LSD a unos 6.500 soldados estadounidenses, sin que ellos lo supieran. Muchos de ellos tuvieron que vivir el resto de sus vidas en un permanente sufrimiento, otros se suicidaron. En 1953, la CIA encarceló y torturó durante 8 meses en Panamá a un ciudadano extranjero simplemente porque se sospechaba que había colaborado con responsables de la inteligencia francesa.
Es muy probable que la CIA haya asesinado posteriormente a ese mismo hombre luego que este revelara anónimamente a un periodista que él conocía la identidad de la persona que ordenó el asesinato del presidente John F. Kennedy.
Notas:
(1) El libro «A Terrible Mistake: The murder of Frank Olson and the CIA’s secret Cold War Experiments» es una investigación sobre los experimentos con drogas que realizo la CIA durante la guerra fría y, más específicamente, sobre la muerte del doctor Frank Olson, un químico que trabajaba en Fort Detrick y que estuvo a cargo del estudio de las aplicaciones militares de las drogas. En 1975, ante los investigadores de la Comisión Rockfeller, el ejército norteamericano admitió que había administrado LSD a este investigador sin que el afectado lo supiera, provocándole una crisis de delirio durante la cual se lanzó por una ventana. El Pentágono había ofrecido a su familia una indemnización de 750.000 dólares. Pero en 1994 un examen médico-legal practicado después de exhumar el cuerpo invalidó la versión oficial y concluyó que se trataba de un probable homicidio. Nuevos documentos prueban que el doctor Olson dirigió diferentes experimentos de guerra química, específicamente... el de Pont-Saint-Esprit.
(2) Los proyectos MK/ULTRA y Artichoque de la CIA ya fueron denunciados hace 30 años por la AFAPP en el libro «Morir para sobrevivir» sobre la huelga de hambre de 1981. Son los planes que dieron lugar a la construcción de las cárceles de máxima seguridad en Alemania y luego en España.
(3) En España el «caso Mengele» destapado como consecuencia de los procesos contra los GAL, demostró que también el Ministerio del Interior español utilizó a mendigos como cobayas en experimentos de guerra sucia.
El 13 de febrero de 2010 el canal de televisión estatal francés France 3 transmitió el documental de investigación «Le Pain du diable» (El Pan del diablo), telefilm de Bertrand Arthuys que reconstruye minuciosamente el caso de experimentación química en el pueblo de Pont-Saint-Esprit, en Francia. Este telefilm describe la locura que se apoderó de esa pequeña localidad francesa, las sospechas que recayeron sobre el panadero del pueblo y la voluntad de ciertas autoridades de esconder algo. Pero termina con una interrogante. Sesenta años después, todavía se ignora el origen de lo sucedido.
Dos misterios que parecen no tener nada en común despiertan desde hace décadas el interés de los más serios investigadores, dejándolos además perplejos. Se trata del extraño y aparente «suicidio» del doctor Frank Olson, ocurrido en Nueva York en 1953, y de la misteriosa ola de delirios alucinatorios ocurrida en 1951 en un pequeño pueblo francés.
Como vienen explicándolo desde hace 35 años numerosos recuentos difundidos a través de boletines informativos de televisión y sitios de Internet, existen sospechas de que la muerte de Olson fue resultado de una operación criminal instigada por el gobierno estadounidense, aunque no ha sido posible definir hasta hoy ningún asesino ni móvil plausible. La crisis de locura que se apoderó de la localidad de Pont-Saint-Esprit, en el sur de Francia, ha desconcertado a los científicos durante décadas y muchos de ellos descartan de un manotazo las fuertes sospechas que apuntan hacia una especie de ataque con LSD, simplemente porque los medios y móviles de ese tipo de crimen escapaban entonces a la atención del público.
Fue en 1995 cuando comencé a investigar seriamente la muerte del doctor Frank Olson, un bacteriólogo estadounidense que trabajaba en el ultrasecreto centro de guerra biológica del ejército norteamericano en Fort Detrick, Estado de Maryland. En aquel entonces estaba yo muy lejos de imaginar que mi descubrimiento sobre la existencia de un crimen detrás de la muerte de Olson coincidiría hasta tal punto con los horribles acontecimientos que se produjeron en Pont-Saint-Esprit en agosto de 1951.
Mi libro de 900 páginas «Un terrible error: el asesinato de Frank Olson y los experimentos secretos de la CIA durante la guerra fría» (1), recoge detalladamente la coincidencia entre ambos hechos. Recientes informes que hablan de un «importante escándalo diplomático y político en ciernes y potencialmente perjudicial para las relaciones franco-estadounidenses», al referirse a la explicación y la documentación de mi libro sobre la intoxicación colectiva de Pont-Saint-Esprit, me han impulsado a redactar este artículo, destinado a todos el que quiera obtener más información sobre esos dos hechos.
La extraña ola de locura ocurrida en Pont-Saint-Esprit afectó a más de 500 personas, provocando directamente la muerte de al menos 5 de ellas y 2 suicidios. Durante los más de 50 años transcurridos desde entonces, el incidente fue atribuido sucesivamente a un envenenamiento debido al cornezuelo (Claviceps purpurea, hongo parásito del centeno), o sea por ingestión de un pan infectado por ese hongo alucinógeno, o a un envenenamiento con mercurio. Una gran mayoría de los científicos creíbles que han estudiado el asunto estimaban hasta hace poco que la causa seguía siendo desconocida.
Un diario francés de aquella época describe aquel extraño drama: «No es un drama de Shakespeare ni un cuento de Edgar Allan Poe. Se trata, por desgracia, de la triste realidad de todo Pont-Saint-Esprit y sus alrededores, donde se desarrollan actualmente aterradoras escenas de delirios alucinatorios. Escenas que parecen surgidas directamente de la Edad Media, saturadas de horror y de sufrimiento, preñadas de sombras siniestras».
Un breve artículo de «Time Magazine», y más tarde un importante diario estadounidense que mantiene estrechos vínculos con la CIA, hacían la siguiente descripción: «Entre las personas afectadas, los delirios iban en aumento: los afectados se retorcían frenéticamente en sus camas, gritando que flores rojas les brotaban del cuerpo». Otros comentaristas enviados al lugar describían escenas de personas que se arrojaban por las ventanas, hombres y mujeres que se arrancaban las ropas y corrían desnudos por las calles, niños que decían tener el estómago lleno de serpientes.
Poco después del incidente, en septiembre de 1951, científicos que escribían en el muy respetado «British Medical Journal» declararon que la «ola de envenenamientos» era resultado de una intoxicación provocada por el cornezuelo del centeno. Pero aquella explicación se basaba únicamente en las conclusiones de los especialistas en bioquímica enviados al lugar por los laboratorios Sandoz, situados cerca de allí, en Basilea (Suiza). Entre los miembros de aquel contingente se encontraba el doctor Albert Hofmann, el primer científico que había logrado sintetizar el LSD, el 16 de noviembre de 1938.
En el momento de la visita del grupo de Sandoz a la localidad de Pont-Saint-Esprit, tan sólo unos pocos científicos en todo el mundo, no más de 8 o 10, conocían la existencia del LSD. Además, otro hecho incluso más importante aun es que absolutamente nadie en la Francia de 1951, fuera de algunos responsables de Sandoz, sabían que esa firma estaba realizando actividades secretas en estrecha colaboración con la CIA.
En 1938, el químico Albert Hofmann (1906-2008) logra sintetizar para el laboratorio Sandoz el principio activo del cornezuelo del centeno, o sea el LSD. En 1951, Albert Hofmann participa como experto en el caso de Pont-Saint-Esprit.
Sandoz no sólo proporcionaba a la CIA importantes cantidades de LSD sino que también servía a esa agencia estadounidense de consejero sobre sus posibles usos, con fines defensivos u ofensivos, específicamente con vistas a la realización de experimentos en Estados Unidos y Europa. Resumiendo la larga explicación que desarrollo en mi libro: la intoxicación de Pont-Saint-Esprit era resultado de un experimento realizado de forma conjunta por el ejército de Estados Unidos y la CIA en el marco del Proyecto MK/ULTRA (2). El experimento realizado en Francia se hallaba bajo la supervisión de la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick, el mismo departamento que dirigía por entonces el doctor Frank Olson.
Creo importante precisar que la intriga general que rodea el misterio de Pont-Saint-Esprit me pareció especialmente clara y coherente, pero la encontré también bastante chocante, a pesar de que yo no me asqueo fácilmente. Después de una investigación más profunda, todo el escenario resultó ser todavía más interesante en sus más sutiles detalles y su naturaleza manifiesta. Incluso hoy en día un sitio del Departamento de Justicia en Internet destinado a prevenir sobre los peligros del LSD afirma que a principios de los años 1950, «la Sandoz Chemical Company llegó incluso a promover el LSD como arma química secreta potencial ante el gobierno estadounidense. Su principal argumento era que una pequeña cantidad de esa droga vertida en el sistema de aprovisionamiento de agua o pulverizada en el aire puede desorientar y poner en estado sicótico a toda una división militar, volviéndola inofensiva e incapaz de combatir». Sin hablar, claro está, de todos los habitantes de un pueblo o de toda una ciudad.
De hecho, al profundizar en el asunto, descubrí un día una serie de documentos secretos del FBI que demuestran que, un año antes del experimento de Pont-Saint-Esprit, la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick había realizado un experimento similar en la red subterránea del metro de Nueva York. Según se indica en una nota del FBI fechada en agosto de 1950, «los experimentos de guerra biológica que representantes del Departamento del ejército debían realizar en la red del metro subterráneo neoyorquina en septiembre de 1950 han sido pospuestos hasta una fecha indefinida».
Cuando hablé de aquella nota con varios ex bioquímicos de Fort Detrick, estos me informaron confidencialmente que los experimentos en Nueva York «estaban pospuestos hasta que terminara el experimento que debía hacerse en Francia». Un ex científico de la División de Operaciones Especiales agregó: «Los resultados globales del experimento en el sur de Francia fueron positivos, pero también comprobamos un efecto indeseable, o que convendría llamar ahora una reacción del “cisne negro”. No habíamos previsto en lo absoluto que morirían varias personas. El experimento no debía llevar a eso, así que fue reenviado a la oficina de estudio».
Los mismos científicos confirmaron que, después del experimento de Pont-Saint-Esprit, la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick volvió nuevamente a Nueva York en 1956 para realizar los experimentos designados como operaciones Big City y Mad Hatter (El Sombrerero Loco, Mad Hatter es un personaje de Alicia en el País de las Maravillas). Se trataba de proyectos secretos que implicaban la pulverización de productos químicos, en forma de aerosol, a través del tubo de escape de un automóvil conducido alrededor de Nueva York, por la CIA y científicos del ejército de los Estados Unidos. Anteriormente, en 1952 y 1953, varios experimentos más limitados ya habían sido realizados en vagones del metro de Nueva York por George Hunter White, un agente del Buró Federal de Narcóticos que trabajaba en secreto como agente de la CIA. Al menos en dos ocasiones White hizo estallar artefactos de aerosol especialmente concebidos para ello y llenos de LSD.
En 1973, la CIA destruyó los informes escritos de White vinculados a aquellos experimentos. Retrocediendo en el tiempo descubrí la verdadera causa de la intoxicación registrada en el sur de Francia. Una nota de un informante confidencial de la CIA que me fue entregada en 1999 constituyó la primera prueba sólida que tuve en mis manos indicando que algo no estaba claro en aquel incidente. Aquel informe, fechado en diciembre de 1953, relataba un encuentro entre un informante no identificado y un responsable de Sandoz Chemical Company en Nueva York. El informante escribía que, «después de varias copas», el responsable de Sandoz dejó escapar que «El “secreto” de Pont-Saint-Esprit era que el pan no era para nada la causa», antes de proseguir diciendo que «Durante varias semanas los franceses confiaron a nuestros laboratorios [la realización de] análisis de pan. No era cornezuelo del centeno sino un compuesto del tipo dietilamida».
El responsable [de Sandoz] quería decir con eso que una droga sintética era la causa de la ola de locura registrada en Pont-Saint-Esprit. Según su propio informe, el informante de la CIA preguntó entonces: «Si la sustancia no estaba en el pan, ¿cómo llegó entonces al organismo de la gente?» A lo que el hombre de Sandoz contestó: «Un experimento». Ya preocupado, el informante inquirió: «¿Un experimento?» Y el responsable de Sandoz responde entonces con una evasiva:
«Quizás, el gobierno francés», sabiendo que el informante estadounidense conocía probablemente la identidad de los verdaderos autores del experimento. Fue, en definitiva, una gran escena de comedia política y subterfugio que terminó con las siguientes palabras del responsable de Sandoz: «Una razón secundaria que explica mi presencia aquí en Estados Unidos es que tengo que deshacerme de nuestro LSD. Si estalla la guerra, nuestro LSD desaparecerá».
Según la prensa estadounidense, como consecuencia de la publicación del libro de Hank Albarelli, Erard Corbin de Mangoux, director de la DGSE (agencia de inteligencia francesa), hizo llegar una petición de explicaciones al Departamento de Estado.
El indicio que descubrí después en la cadena de pruebas era un documento de la Casa Blanca, sin fecha, que parece haber sido parte de un expediente más amplio que fue entregado a los miembros de la Comisión Rockefeller, conformada en 1975 por el presidente Gerald Ford para investigar sobre las prácticas abusivas de la CIA. Este documento contenía los nombres de dos ciudadanos franceses secretamente pagados por la CIA y se refería de forma directa al «incidente de Pont-Saint-Esprit», vinculando además a un ex experto de la CIA en guerra biológica y al jefe de la División de Operaciones Especiales en Fort Detrick. Este último documento, junto al anterior, representaba para mí la prueba irrefutable.
En 2005, un reportero del diario Baltimore Sun, Scott Shane, quien trabaja actualmente en el New York Times, escribía: «El ejército no tiene ningún documento sobre MK/NAOMI ni sobre la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick». Cuando Scott, y posteriormente yo mismo, pedimos los expedientes sobre ambos, el ejército respondió que «no lograba encontrar ninguno».
En 1973 la CIA destruyó todos sus archivos sobre MK/NAOMI y su trabajo con la División de Operaciones Especiales de Fort Detrick. Una de las razones mencionadas para justificar su destrucción, según explicó la CIA, era que «la gente no entendería o malinterpretaría las razones que llevaron a la agencia a emprender muchos de sus proyectos». Cuando el reportero Shane trató de que un ex oficial de alto rango de la División de Operaciones Especiales le hablara los proyectos anteriores de la División, Andrew Cowan Jr. le respondió: «Yo simplemente no doy entrevistas sobre ese tema. Eso debe por lo menos seguir estando clasificado para evitar que esas informaciones vayan a dar a manos de algún exaltado.»
Ya escribí anteriormente, en este mismo artículo, que el experimento de Pont-Saint-Esprit me pareció chocante desde el primer momento. En muchos aspectos, sigo sintiendo esa misma sensación. Es posible que no sea, sin embargo, por todas las razones que muchos de los lectores pudieran imaginar. Primero que todo, me asquea leer en Internet las reacciones sobre el tema que abordo en mi libro, como por ejemplo: «Bueno, por lo menos no lo hicieron en una pequeña ciudad de Estados Unidos», o peor todavía «¿Por qué no escogieron una ciudad en México? Está más cerca». Me entristece comprobar que algunos estadounidenses se han dejado ganar por el desencanto y que se han vuelto insensibles a las acciones arrogantes y horribles de la CIA en el pasado.
Hoy por hoy la tortura tiene, en Estados Unidos, la aprobación de gran parte de la población. Algunos estadounidenses mejor intencionados dicen que rezan por un regreso a «un país cuyo gobierno honraba, respetaba y observaba los derechos humanos y las leyes y tratados internacionales», protegiendo a los prisioneros de guerra, combatientes enemigos y prisioneros. La realidad, sin embargo, es que todo examen objetivo y serio de la historia de la guerra fría en Estados Unidos saca sistemáticamente a la luz numerosos procedimientos de horrible maltrato contra los detenidos y prisioneros extranjeros.
El proyecto Artichoke de la CIA (2), puesto en práctica en los años 1950 y 1960, sometió a numerosos prisioneros extranjeros y presuntos agentes dobles a tratamientos bárbaros, entre ellos electrochoques, lobotomías y choques de insulina provocados con drogas. Innumerables ciudadanos estadounidenses desaparecieron de las calles de Nueva York y San Francisco para convertirse en víctimas de experimentos secretos únicamente por ser miembros de grupos minoritarios; pobres, desahuciados, criminales o considerados como tal, y prostitutas (3). Muchos de ellos sufrieron secuelas físicas y mentales permanentes como consecuencia de tales experimentos.
En los años 1950 y 1960 se administró LSD a unos 6.500 soldados estadounidenses, sin que ellos lo supieran. Muchos de ellos tuvieron que vivir el resto de sus vidas en un permanente sufrimiento, otros se suicidaron. En 1953, la CIA encarceló y torturó durante 8 meses en Panamá a un ciudadano extranjero simplemente porque se sospechaba que había colaborado con responsables de la inteligencia francesa.
Es muy probable que la CIA haya asesinado posteriormente a ese mismo hombre luego que este revelara anónimamente a un periodista que él conocía la identidad de la persona que ordenó el asesinato del presidente John F. Kennedy.
Notas:
(1) El libro «A Terrible Mistake: The murder of Frank Olson and the CIA’s secret Cold War Experiments» es una investigación sobre los experimentos con drogas que realizo la CIA durante la guerra fría y, más específicamente, sobre la muerte del doctor Frank Olson, un químico que trabajaba en Fort Detrick y que estuvo a cargo del estudio de las aplicaciones militares de las drogas. En 1975, ante los investigadores de la Comisión Rockfeller, el ejército norteamericano admitió que había administrado LSD a este investigador sin que el afectado lo supiera, provocándole una crisis de delirio durante la cual se lanzó por una ventana. El Pentágono había ofrecido a su familia una indemnización de 750.000 dólares. Pero en 1994 un examen médico-legal practicado después de exhumar el cuerpo invalidó la versión oficial y concluyó que se trataba de un probable homicidio. Nuevos documentos prueban que el doctor Olson dirigió diferentes experimentos de guerra química, específicamente... el de Pont-Saint-Esprit.
(2) Los proyectos MK/ULTRA y Artichoque de la CIA ya fueron denunciados hace 30 años por la AFAPP en el libro «Morir para sobrevivir» sobre la huelga de hambre de 1981. Son los planes que dieron lugar a la construcción de las cárceles de máxima seguridad en Alemania y luego en España.
(3) En España el «caso Mengele» destapado como consecuencia de los procesos contra los GAL, demostró que también el Ministerio del Interior español utilizó a mendigos como cobayas en experimentos de guerra sucia.