UNA REFLEXION MATERIALISTA SOBRE LA DELINCUENCIA
Por: Wladimir Abreu (*)
Tribuna Popular Nº 232 – OPINIÓN.- Recientes sucesos delictivos, algunos con mayor trascendencia mediática, han levantado revuelo en la sociedad venezolana. La burguesía acusa simplonamente al “lenguaje violento” gubernamental como causa de la ola delictiva, y el gobierno acusa a las telenovelas o a la “subcultura” de la violencia como causa de la delincuencia.
Ambos lanzan llamados a la “Paz”, como si la delincuencia venezolana fuera una fuerza política beligerante como las FARC; lanzan una campaña de “Paz y Amor”, pensando que así destruirán a este fenómeno delictivo de hondas raíces socio-económicas. Piensan que los discursos de promoción de valores y de una nueva ética serán la solución a estos problemas cuyo origen no es filosófico; no comprenden que los valores, la ética y la moral son el resultado de un orden social y económico. En resumidas cuentas, apelan a las concepciones de la filosofía idealista, piensan que de las ideas brotará la nueva sociedad.
Durante siglos, desde la colonia hasta buena parte de la historia republicana, el fenómeno de la violencia delictiva era muy escaso en Venezuela; obviando la guerra de independencia y los conflictos de orden político –que corresponden a otras circunstancias–, la delincuencia y el robo eran fenómenos que existían pero eran poco comunes. Esto respondía al escaso desarrollo de las fuerzas productivas de la Venezuela agraria, donde era necesario trabajar mucho para obtener poco, había que trabajar más para poder obtener los medios de subsistencia.
De esta realidad material surgió la cultura, el valor y la ética del trabajo arduo. Era una sociedad que no toleró el parasitismo y la holgazanería, donde el robo era castigado fuertemente, incluso con la muerte, a pesar de que las leyes de la época ya prohibían la pena de muerte. Esta cultura del trabajo pasó al periodo de la Venezuela petrolera y al proceso de sustitución de importaciones e industrialización del país, lo que resultó muy beneficioso pues le daba a la clase obrera venezolana una ética de responsabilidad y cumplimiento de su trabajo: éramos proletarios responsables con nuestro trabajo.
Pero al agotarse el periodo que podríamos llamar “Estado de bienestar adeco” –finales de los años 80–, el auge económico fue poco a poco asfixiado por la dinámica del rentismo petrolero; la burguesía criolla se dio cuenta de que es más rentable comerciar que producir, chupar de la renta del petróleo que crear fuerzas productivas; se fue desmantelando todo el tejido industrial nacido de la sustitución de importaciones, la Venezuela agraria había sido superada por la Venezuela petrolera: los campesinos se habían vuelto obreros, pero ahora, cerradas las fábricas, tampoco podían ser empleados. Los últimos tiempos del puntofijismo se sostuvieron de las prebendas, de repartir el dinero del Estado entre los acólitos, esa vieja cultura del trabajo de nuestro pasado campesino fue sustituida por los valores emergentes del rentismo petrolero y su cultura, no de trabajar, sino de conseguir algo.
De estas masas desempleadas, pero manipuladas por el populismo adeco, surgió un subproducto aun más depauperado moralmente: el lumpen; grupos desclasados y muchos hasta delincuenciales, en donde ni remotamente queda nada de la vieja cultura del trabajo, los valores de los más descompuestos son el del dinero fácil, el frenético consumo de drogas, sus ídolos son Pablo Escobar, los Mara salvadoreños, desprecian profundamente la vida, pues para ellos ésta tiene precio, nacieron del parasitismo, criados bajo ningún criterio de responsabilidad, la vida no se gana, se roba, se mendiga o se mata por dinero.
Si comprendemos que de una población que ronda ya los 30 millones de habitantes, de los cuales, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la población ocupada va por los 13 millones, y realmente en aéreas de producción es mínima la cantidad de población empleada –según el IV Censo Económico 2007-2008, sólo 443.885 venezolanos están en la producción manufacturera, 18.000 en gas y electricidad, sumémosle 100.000 que según el ministro Rafael Ramírez están en la industria petrolera, y veremos que menos de 600.000 personas están vinculadas realmente a la producción–, observamos que el resto de la población vive a la saga de lo que el Estado burgués pueda soltar como migajas.
¿El auge delictivo es producto del fracaso del sistema educativo? ¡NO! Nuestra escuela está en crisis porque la sociedad rentista que la sostiene está en crisis; no es la escuela la que crea y configura a la sociedad, es la sociedad la que crea y modela a la escuela. Si tenemos una sociedad rentista que nada produce, ¿para qué fomentar la ciencia y el conocimiento? ¿Para qué esforzarse en estudiar? Cuando nuestra sociedad socialista surja y el trabajo y la creación científica sean una necesidad y una obligación, entonces nuestras escuelas serán centros de trabajo y creación; en la escuela rentista burguesa el modelo para muchos es ese joven que distribuye drogas y tiene dinero, en la escuela revolucionaria el modelo a seguir para todos será el mejor estudiante, deportista, se interesa por la ciencia y le gusta la poesía.
Rezar, apelar a la bondad y cambiar las telenovelas no resolverán el problema delictivo. La delincuencia en nuestro país es producto directo del modelo económico de capitalismo dependiente, rentista e improductivo que aún tenemos, y al tipo de Estado burgués que corresponde a tal modelo, altamente burocratizado, elitesco, ineficiente, corrupto, populista y asistencialista.
Es incluso un sinsentido que una policía burguesa combata a unas mafias delictivas que ya hoy en día son poderosos conglomerados burgueses.
¿Acaso Marx no nos decía que para construir el mundo nuevo primero debíamos destruir el Estado burgués, a la par de apropiarnos de las fuerzas productivas? ¿Acaso creemos que esta policía burguesa va a apresar a sus amos? Además, salvo llamados a la “Paz” –y ahora a la “Pacificación”– y apelaciones morales, qué se ha hecho en materia policial: lo mismo de siempre, alcabalas y redadas.
La verdadera solución revolucionaria implica una feroz represión a los grupos mafiosos delictivos y lumpen, muchos de ellos íntimamente entretejidos con la burguesía y con sectores de poder político.
La solución total y definitiva solamente la lograremos cuando la clase obrera tome el control de los principales medios de producción y desarrollo, e impulse un vasto plan –a gran escala– de industrialización, que incorpore a amplísimos sectores de la población a la producción, que sean proletarizados, que no se tolere el parasitismo y la holgazanería, que se retribuya y premie el trabajo. De la construcción de un nuevo modelo económico socialista emergerá directamente una nueva cultura del trabajo, moral y ética, un modelo educativo hijo del trabajo productivo y que retroalimente a la producción.
El lumpenproletariado es el residuo de la sociedad burguesa, su desecho, es el pus de una sociedad en crisis, ¿cómo queremos combatirlo? ¿Invocando a un brujo o recurriendo a la ciencia de los revolucionarios? Sólo revolucionando el orden capitalista resolveremos la barbarie del capital, el dilema de reforma o revolución fue magistralmente resuelto por Rosa Luxemburgo con la frase: SOCIALISMO O BARBARIE.
(*) Profesor de Historia
Fuente: http://prensapcv.wordpress.com/2014/02/07/una-reflexion-materialista-sobre-la-delincuencia/
Por: Wladimir Abreu (*)
Tribuna Popular Nº 232 – OPINIÓN.- Recientes sucesos delictivos, algunos con mayor trascendencia mediática, han levantado revuelo en la sociedad venezolana. La burguesía acusa simplonamente al “lenguaje violento” gubernamental como causa de la ola delictiva, y el gobierno acusa a las telenovelas o a la “subcultura” de la violencia como causa de la delincuencia.
Ambos lanzan llamados a la “Paz”, como si la delincuencia venezolana fuera una fuerza política beligerante como las FARC; lanzan una campaña de “Paz y Amor”, pensando que así destruirán a este fenómeno delictivo de hondas raíces socio-económicas. Piensan que los discursos de promoción de valores y de una nueva ética serán la solución a estos problemas cuyo origen no es filosófico; no comprenden que los valores, la ética y la moral son el resultado de un orden social y económico. En resumidas cuentas, apelan a las concepciones de la filosofía idealista, piensan que de las ideas brotará la nueva sociedad.
Durante siglos, desde la colonia hasta buena parte de la historia republicana, el fenómeno de la violencia delictiva era muy escaso en Venezuela; obviando la guerra de independencia y los conflictos de orden político –que corresponden a otras circunstancias–, la delincuencia y el robo eran fenómenos que existían pero eran poco comunes. Esto respondía al escaso desarrollo de las fuerzas productivas de la Venezuela agraria, donde era necesario trabajar mucho para obtener poco, había que trabajar más para poder obtener los medios de subsistencia.
De esta realidad material surgió la cultura, el valor y la ética del trabajo arduo. Era una sociedad que no toleró el parasitismo y la holgazanería, donde el robo era castigado fuertemente, incluso con la muerte, a pesar de que las leyes de la época ya prohibían la pena de muerte. Esta cultura del trabajo pasó al periodo de la Venezuela petrolera y al proceso de sustitución de importaciones e industrialización del país, lo que resultó muy beneficioso pues le daba a la clase obrera venezolana una ética de responsabilidad y cumplimiento de su trabajo: éramos proletarios responsables con nuestro trabajo.
Pero al agotarse el periodo que podríamos llamar “Estado de bienestar adeco” –finales de los años 80–, el auge económico fue poco a poco asfixiado por la dinámica del rentismo petrolero; la burguesía criolla se dio cuenta de que es más rentable comerciar que producir, chupar de la renta del petróleo que crear fuerzas productivas; se fue desmantelando todo el tejido industrial nacido de la sustitución de importaciones, la Venezuela agraria había sido superada por la Venezuela petrolera: los campesinos se habían vuelto obreros, pero ahora, cerradas las fábricas, tampoco podían ser empleados. Los últimos tiempos del puntofijismo se sostuvieron de las prebendas, de repartir el dinero del Estado entre los acólitos, esa vieja cultura del trabajo de nuestro pasado campesino fue sustituida por los valores emergentes del rentismo petrolero y su cultura, no de trabajar, sino de conseguir algo.
De estas masas desempleadas, pero manipuladas por el populismo adeco, surgió un subproducto aun más depauperado moralmente: el lumpen; grupos desclasados y muchos hasta delincuenciales, en donde ni remotamente queda nada de la vieja cultura del trabajo, los valores de los más descompuestos son el del dinero fácil, el frenético consumo de drogas, sus ídolos son Pablo Escobar, los Mara salvadoreños, desprecian profundamente la vida, pues para ellos ésta tiene precio, nacieron del parasitismo, criados bajo ningún criterio de responsabilidad, la vida no se gana, se roba, se mendiga o se mata por dinero.
Si comprendemos que de una población que ronda ya los 30 millones de habitantes, de los cuales, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la población ocupada va por los 13 millones, y realmente en aéreas de producción es mínima la cantidad de población empleada –según el IV Censo Económico 2007-2008, sólo 443.885 venezolanos están en la producción manufacturera, 18.000 en gas y electricidad, sumémosle 100.000 que según el ministro Rafael Ramírez están en la industria petrolera, y veremos que menos de 600.000 personas están vinculadas realmente a la producción–, observamos que el resto de la población vive a la saga de lo que el Estado burgués pueda soltar como migajas.
¿El auge delictivo es producto del fracaso del sistema educativo? ¡NO! Nuestra escuela está en crisis porque la sociedad rentista que la sostiene está en crisis; no es la escuela la que crea y configura a la sociedad, es la sociedad la que crea y modela a la escuela. Si tenemos una sociedad rentista que nada produce, ¿para qué fomentar la ciencia y el conocimiento? ¿Para qué esforzarse en estudiar? Cuando nuestra sociedad socialista surja y el trabajo y la creación científica sean una necesidad y una obligación, entonces nuestras escuelas serán centros de trabajo y creación; en la escuela rentista burguesa el modelo para muchos es ese joven que distribuye drogas y tiene dinero, en la escuela revolucionaria el modelo a seguir para todos será el mejor estudiante, deportista, se interesa por la ciencia y le gusta la poesía.
Rezar, apelar a la bondad y cambiar las telenovelas no resolverán el problema delictivo. La delincuencia en nuestro país es producto directo del modelo económico de capitalismo dependiente, rentista e improductivo que aún tenemos, y al tipo de Estado burgués que corresponde a tal modelo, altamente burocratizado, elitesco, ineficiente, corrupto, populista y asistencialista.
Es incluso un sinsentido que una policía burguesa combata a unas mafias delictivas que ya hoy en día son poderosos conglomerados burgueses.
¿Acaso Marx no nos decía que para construir el mundo nuevo primero debíamos destruir el Estado burgués, a la par de apropiarnos de las fuerzas productivas? ¿Acaso creemos que esta policía burguesa va a apresar a sus amos? Además, salvo llamados a la “Paz” –y ahora a la “Pacificación”– y apelaciones morales, qué se ha hecho en materia policial: lo mismo de siempre, alcabalas y redadas.
La verdadera solución revolucionaria implica una feroz represión a los grupos mafiosos delictivos y lumpen, muchos de ellos íntimamente entretejidos con la burguesía y con sectores de poder político.
La solución total y definitiva solamente la lograremos cuando la clase obrera tome el control de los principales medios de producción y desarrollo, e impulse un vasto plan –a gran escala– de industrialización, que incorpore a amplísimos sectores de la población a la producción, que sean proletarizados, que no se tolere el parasitismo y la holgazanería, que se retribuya y premie el trabajo. De la construcción de un nuevo modelo económico socialista emergerá directamente una nueva cultura del trabajo, moral y ética, un modelo educativo hijo del trabajo productivo y que retroalimente a la producción.
El lumpenproletariado es el residuo de la sociedad burguesa, su desecho, es el pus de una sociedad en crisis, ¿cómo queremos combatirlo? ¿Invocando a un brujo o recurriendo a la ciencia de los revolucionarios? Sólo revolucionando el orden capitalista resolveremos la barbarie del capital, el dilema de reforma o revolución fue magistralmente resuelto por Rosa Luxemburgo con la frase: SOCIALISMO O BARBARIE.
(*) Profesor de Historia
Fuente: http://prensapcv.wordpress.com/2014/02/07/una-reflexion-materialista-sobre-la-delincuencia/
Última edición por AliveRC el Vie Feb 14, 2014 11:03 pm, editado 1 vez