Texto del Camarada Arenas , preso político comunista
Los artículos y comentarios que venimos insertando regularmente en estas páginas, referidos a problemas de organización, no siempre son bien acogidos por simpatizantes y amigos del Partido. ¿A qué puede obedecer esta incomprensión o rechazo? En nuestra opinión, existen varias causas: unas veces es el miedo a la represión que aún atenaza a muchos trabajadores en España; otras es producto del espíritu de claudicación; pero, sobre todo, lo que más destaca y debe atraer nuestra atención es la concepción del economismo y el espontaneísmo que ha arraigado en los últimos años a raíz de la traición revisionista.
Se sabe que el economismo no rebasa el planteamiento de la lucha por la obtención de mejoras económicas. Esta forma de lucha, generalmente va ligada a un tipo de organización de clase muy rudimentaria, a un activismo ciego, gremialista la mayoría de las veces, localista y muy limitado en sus perspectivas políticas. Por todo ello es incapaz de enfrentar eficazmente la represión del Estado y de conducir a los trabajadores a la lucha por el poder. Los economicistas se desarman a sí mismos y desarman a los obreros frente al capital. De ahí nace, de la propia impotencia, su culto a la espontaneidad del movimiento de masas. Eso cuando no son lacayos declarados del capitalismo, porque los objetivos de estos últimos son muy claros y no creemos que haga falta comentarlos.
Cuando un amigo o simpatizante del Partido adopta una actitud desdeñosa ante nuestros requerimientos, para luego lamentarse de que no dirijamos o no estemos presentes en cada huelga de las muchas que sacuden todos los días en todas partes a nuestro país, ¿qué está manifestando sino una posición economicista y espontaneísta, seguidista del movimiento espontáneo de las masas? Esta cuestión la hemos explicado ya muchas veces y no vamos a abundar más en ella. A los que les cuesta entenderla tenemos la obligación de explicárselo cuantas veces sea preciso, pero a los otros, a los que se hacen los sordos o los desentendidos, a los que se encogen de hombros ante un problema de tanta trascendencia como éste, no tenemos nada que decirles. No hay que perder el tiempo con ellos, únicamente hacerles entender que estén tranquilos, que no va con ellos este enfadoso y, sobre todo, comprometedor asunto. Por lo demás, no tenemos inconveniente en reconocer esa acusación de pesados o rutinarios que lanzan contra nosotros a cada paso.
A los demás, a los que desean oírnos, a los que comprenden o intuyen la necesidad de llevar a cabo una lucha organizada y por claros objetivos de clase, a éstos les decimos: camaradas, nunca insistiremos bastante en el tratamiento pormenorizado de los numerosos problemas que nos plantea la organización de la actividad revolucionaria. Tal es así que, podemos añadir, en la solución de esos problemas venimos ocupando más de las tres cuartas partes del tiempo y de los medios de que disponemos en el Partido. No creemos que este hecho constituya un defecto o sea atribuible en forma exclusiva a nuestra organización. Cualquier partido revolucionario se ha enfrentado y se enfrentará siempre, en igualdad de condiciones, a idénticos o muy parecidos problemas. No en vano Lenin, por poner uno de los ejemplos más conocidos, dedicó una considerable atención a tratar de ellos y darles solución. Nosotros, lógicamente, gracias a esa labor de Lenin y de otros grandes maestros nos encontramos con la mayor parte de los problemas teóricos resueltos. No ocurre lo mismo con los de tipo práctico que, como suele ocurrir siempre, son los de más difícil solución.
¿Qué hacer para que las ideas de organización, las normas de funcionamiento partidista y los hábitos clandestinos de trabajo sean comprendidos y adoptados cuanto antes por el proletariado revolucionario? Ya hemos comprobado la indiferencia, cuando no es el rechazo casi frontal con que nos encontramos algunas veces. Sin embargo, no por eso vamos a renunciar a nuestro cometido, por muy grandes que sean las dificultades, las incomprensiones y las presiones de todo tipo que tratan de llevarnos por otro camino [...]
Pero no solamente hay que hablar una y otra vez, en periódicos, reuniones y documentos internos, sobre organización y demás problemas relacionados con la actividad práctica. Hace falta, además, hacer algo mucho más importante: se trata, tal como se ha acordado en la mencionada reunión, de trazar planes de trabajo y procurar que luego se cumplan.
No es el número de militantes ni la extensión o envergadura del trabajo político lo que ha de preocuparnos especialmente en estos momentos, sino el funcionamiento regular partidista, la labor centralizada perseguida conscientemente y conforme a unos planes. Sólo de esta manera conseguiremos superar esta difícil etapa, afianzar lo ya alcanzado e ir creando un hábito de trabajo que nos permita abordar tareas cada vez más complejas. Además, como la actividad que despleguemos no puede reposar en el aire, o por decirlo de otra manera, tiene que estar cimentada en la realidad cotidiana de la vida de las masas en nuestro país, la reunión ha fijado, como principales líneas de actuación, la lucha contra la represión, el apoyo a los prisioneros políticos y la lucha resuelta de los obreros contra la reconversión y el nuevo pacto de hambre y esclavitud que están tratando de imponerles los capitalistas y sus criados.
Hay que advertir que no se trata de restringir artificialmente el campo de actuación del Partido ni de otras organizaciones. Se debe realizar todo aquello que esté a nuestro alcance, apretando fuerte en los puntos claves tanto de la organización del Partido como de la sociedad. Para todo ello se exige al mismo tiempo una vigilancia y un control permanente, sin dejar nada al azar o a la improvisación, pero dando, al mismo tiempo, libre curso a las iniciativas individuales. ¡Imaginación, audacia, iniciativa!, esta ha de ser la consigna del momento.
Que los camaradas asistan a las reuniones con informes y propuestas concretas para atajar o tratar de resolver los asuntos pendientes; que nadie cargue sobre los hombros de los demás sus propias responsabilidades, que no abrume a otros con sus problemas personales, etc.; que el número de las reuniones, convertidas así en encuentros de trabajo (salvo en los casos en que sean convocadas con fines de discusión o de estudio colectivo), se reduzca todo lo que sea posible al objeto de poder dedicar la mayor parte del tiempo a vivir, a trabajar y a luchar junto a los obreros.
Genial articulo
Los artículos y comentarios que venimos insertando regularmente en estas páginas, referidos a problemas de organización, no siempre son bien acogidos por simpatizantes y amigos del Partido. ¿A qué puede obedecer esta incomprensión o rechazo? En nuestra opinión, existen varias causas: unas veces es el miedo a la represión que aún atenaza a muchos trabajadores en España; otras es producto del espíritu de claudicación; pero, sobre todo, lo que más destaca y debe atraer nuestra atención es la concepción del economismo y el espontaneísmo que ha arraigado en los últimos años a raíz de la traición revisionista.
Se sabe que el economismo no rebasa el planteamiento de la lucha por la obtención de mejoras económicas. Esta forma de lucha, generalmente va ligada a un tipo de organización de clase muy rudimentaria, a un activismo ciego, gremialista la mayoría de las veces, localista y muy limitado en sus perspectivas políticas. Por todo ello es incapaz de enfrentar eficazmente la represión del Estado y de conducir a los trabajadores a la lucha por el poder. Los economicistas se desarman a sí mismos y desarman a los obreros frente al capital. De ahí nace, de la propia impotencia, su culto a la espontaneidad del movimiento de masas. Eso cuando no son lacayos declarados del capitalismo, porque los objetivos de estos últimos son muy claros y no creemos que haga falta comentarlos.
Cuando un amigo o simpatizante del Partido adopta una actitud desdeñosa ante nuestros requerimientos, para luego lamentarse de que no dirijamos o no estemos presentes en cada huelga de las muchas que sacuden todos los días en todas partes a nuestro país, ¿qué está manifestando sino una posición economicista y espontaneísta, seguidista del movimiento espontáneo de las masas? Esta cuestión la hemos explicado ya muchas veces y no vamos a abundar más en ella. A los que les cuesta entenderla tenemos la obligación de explicárselo cuantas veces sea preciso, pero a los otros, a los que se hacen los sordos o los desentendidos, a los que se encogen de hombros ante un problema de tanta trascendencia como éste, no tenemos nada que decirles. No hay que perder el tiempo con ellos, únicamente hacerles entender que estén tranquilos, que no va con ellos este enfadoso y, sobre todo, comprometedor asunto. Por lo demás, no tenemos inconveniente en reconocer esa acusación de pesados o rutinarios que lanzan contra nosotros a cada paso.
A los demás, a los que desean oírnos, a los que comprenden o intuyen la necesidad de llevar a cabo una lucha organizada y por claros objetivos de clase, a éstos les decimos: camaradas, nunca insistiremos bastante en el tratamiento pormenorizado de los numerosos problemas que nos plantea la organización de la actividad revolucionaria. Tal es así que, podemos añadir, en la solución de esos problemas venimos ocupando más de las tres cuartas partes del tiempo y de los medios de que disponemos en el Partido. No creemos que este hecho constituya un defecto o sea atribuible en forma exclusiva a nuestra organización. Cualquier partido revolucionario se ha enfrentado y se enfrentará siempre, en igualdad de condiciones, a idénticos o muy parecidos problemas. No en vano Lenin, por poner uno de los ejemplos más conocidos, dedicó una considerable atención a tratar de ellos y darles solución. Nosotros, lógicamente, gracias a esa labor de Lenin y de otros grandes maestros nos encontramos con la mayor parte de los problemas teóricos resueltos. No ocurre lo mismo con los de tipo práctico que, como suele ocurrir siempre, son los de más difícil solución.
¿Qué hacer para que las ideas de organización, las normas de funcionamiento partidista y los hábitos clandestinos de trabajo sean comprendidos y adoptados cuanto antes por el proletariado revolucionario? Ya hemos comprobado la indiferencia, cuando no es el rechazo casi frontal con que nos encontramos algunas veces. Sin embargo, no por eso vamos a renunciar a nuestro cometido, por muy grandes que sean las dificultades, las incomprensiones y las presiones de todo tipo que tratan de llevarnos por otro camino [...]
Pero no solamente hay que hablar una y otra vez, en periódicos, reuniones y documentos internos, sobre organización y demás problemas relacionados con la actividad práctica. Hace falta, además, hacer algo mucho más importante: se trata, tal como se ha acordado en la mencionada reunión, de trazar planes de trabajo y procurar que luego se cumplan.
No es el número de militantes ni la extensión o envergadura del trabajo político lo que ha de preocuparnos especialmente en estos momentos, sino el funcionamiento regular partidista, la labor centralizada perseguida conscientemente y conforme a unos planes. Sólo de esta manera conseguiremos superar esta difícil etapa, afianzar lo ya alcanzado e ir creando un hábito de trabajo que nos permita abordar tareas cada vez más complejas. Además, como la actividad que despleguemos no puede reposar en el aire, o por decirlo de otra manera, tiene que estar cimentada en la realidad cotidiana de la vida de las masas en nuestro país, la reunión ha fijado, como principales líneas de actuación, la lucha contra la represión, el apoyo a los prisioneros políticos y la lucha resuelta de los obreros contra la reconversión y el nuevo pacto de hambre y esclavitud que están tratando de imponerles los capitalistas y sus criados.
Hay que advertir que no se trata de restringir artificialmente el campo de actuación del Partido ni de otras organizaciones. Se debe realizar todo aquello que esté a nuestro alcance, apretando fuerte en los puntos claves tanto de la organización del Partido como de la sociedad. Para todo ello se exige al mismo tiempo una vigilancia y un control permanente, sin dejar nada al azar o a la improvisación, pero dando, al mismo tiempo, libre curso a las iniciativas individuales. ¡Imaginación, audacia, iniciativa!, esta ha de ser la consigna del momento.
Que los camaradas asistan a las reuniones con informes y propuestas concretas para atajar o tratar de resolver los asuntos pendientes; que nadie cargue sobre los hombros de los demás sus propias responsabilidades, que no abrume a otros con sus problemas personales, etc.; que el número de las reuniones, convertidas así en encuentros de trabajo (salvo en los casos en que sean convocadas con fines de discusión o de estudio colectivo), se reduzca todo lo que sea posible al objeto de poder dedicar la mayor parte del tiempo a vivir, a trabajar y a luchar junto a los obreros.
Genial articulo