El árbol de la ciencia, novela de Pío Baroja:
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Se considera que “El árbol de la ciencia” es una de las obras capitales de Baroja. La escribió en época de plenitud completa y es característica de la generación del 98. La vida de Andrés Hurtado, como estudiante de Medicina en el Madrid de finales del siglo XIX, es, en gran parte, la vida del novelista, que, en general, no conservaba muy buenos recuerdos de sus profesores. Los retratos que aparecen al principio de algunos de ellos, pueden compararse con los que, mucho después, trazó en sus memorias. Las zozobras y dudas del protagonista, los contrastes entre las realidades y las pretensiones de las gentes de la época dan a la novela un tono intelectual amargo. Andrés Hurtado, como el Baroja joven, tiende a una especie de nihilismo metafísico. Por otra parte, en la novela se reflejan aspectos más íntimos de la vida del novelista. Las discusiones con el padre, la preocupación por el hermano, los cambios de morada, etc., pueden compararse con situaciones vividas por el propio Baroja y su familia. La experiencia médica relatada en la quinta parte, trasladada a otro ámbito, es, en parte, también la de Baroja en Cestona. Desde que apareció a hoy día, “El árbol de la ciencia” ha tenido lectores fieles. Ha sido también objeto de varios estudios y ensayos y traducida a distintos idiomas (francés, inglés, ruso, alemán, italiano, etc.); pero, en esencia, es la novela de la juventud de una época de España y como tal es difícil de entender fuera.
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Se considera que “El árbol de la ciencia” es una de las obras capitales de Baroja. La escribió en época de plenitud completa y es característica de la generación del 98. La vida de Andrés Hurtado, como estudiante de Medicina en el Madrid de finales del siglo XIX, es, en gran parte, la vida del novelista, que, en general, no conservaba muy buenos recuerdos de sus profesores. Los retratos que aparecen al principio de algunos de ellos, pueden compararse con los que, mucho después, trazó en sus memorias. Las zozobras y dudas del protagonista, los contrastes entre las realidades y las pretensiones de las gentes de la época dan a la novela un tono intelectual amargo. Andrés Hurtado, como el Baroja joven, tiende a una especie de nihilismo metafísico. Por otra parte, en la novela se reflejan aspectos más íntimos de la vida del novelista. Las discusiones con el padre, la preocupación por el hermano, los cambios de morada, etc., pueden compararse con situaciones vividas por el propio Baroja y su familia. La experiencia médica relatada en la quinta parte, trasladada a otro ámbito, es, en parte, también la de Baroja en Cestona. Desde que apareció a hoy día, “El árbol de la ciencia” ha tenido lectores fieles. Ha sido también objeto de varios estudios y ensayos y traducida a distintos idiomas (francés, inglés, ruso, alemán, italiano, etc.); pero, en esencia, es la novela de la juventud de una época de España y como tal es difícil de entender fuera.