Los siguientes son artículos extraídos de Prensa Obrera; el periódico a partir del cual se construye el partido marxista argentino Partido Obrero, el cual en la actualidad se encuentra en un enorme ascenso llegando a ser conducción en numerosas comisiones internas, regionales sindicales, centros de estudiantes secundarios y universitarios, etc.
Ucrania: cómo imponer la salida contrarrevolucionaria
27/02/14
Escrito por el Equipo de la Sección internacional de Prensa Obrera
El alcance de la crisis de Ucrania
06/03/14
Escrito por Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero
Ucrania y la crisis mundial
20/03/14
Escrito por Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero
La anexión de Crimea por Rusia es un acto de piratería internacional. El primer ministro ucraniano es un hombre del FMI. Rusia y la Unión Europea negocian el reparto de Ucrania. El FMI se apresta a imponer un ajuste. La independencia de Ucrania exige una lucha revolucionaria de masas.
Ucrania: cómo imponer la salida contrarrevolucionaria
27/02/14
Escrito por el Equipo de la Sección internacional de Prensa Obrera
- Spoiler:
- Tras tres meses de ocupación de la plaza Maidan, la principal de Kiev, los manifestantes le ganaron la pulseada al gobierno de Víctor Yanukovich. La caída de Yanukovich fue precedida por el frac aso de una tentativa de desalojar el espacio ‘manu militari’: el ejército se negó a intervenir y los servicios de seguridad se replegaron a sus guaridas. Mientras se desenvolvía este cuadro insurreccional, la Unión Europea (UE) y Rusia acordaban la formación de un gobierno de unión nacional y el llamado a elecciones para finales de año. “Es esto -había extorsionado a los ocupantes el canciller polaco que integraba la delegación de la UE- o la ley marcial”. No hubo caso. La ocupación de la plaza, que había comenzado en noviembre pasado, acabó desnudando su carácter fundamentalmente insurreccional.
En estas circunstancias, la oligarquía económica que controla Ucrania cambió a toda velocidad de bando y puso al desnudo una división que se había agudizado en los últimos años. La designación del nuevo primer ministro, hasta las elecciones que deberían tener lugar ahora el 25 de mayo, es disputada entre un magnate del chocolate y un ex funcionario del FMI, ligado a Julia Timoshenko, ex primera ministra liberada después de haber pasado más de dos años en prisión. La importancia de este cargo fugaz reside en que deberá hacerse cargo de un plan económico de urgencia para que la UE desembolse las primeras cuotas de un préstamo internacional para detener la bancarrota de Ucrania. Ucrania tiene una deuda externa que supera los 100 mil millones de dólares, cuando se le suman las garantías estatales a las deudas privadas. Sus reservas internacionales son inferiores a los 20 mil millones de dólares, virtualmente comprometidos en los pagos que deben hacerse este año. El derrocamiento de Yanukovich puso en el salón de espera un crédito de 15 mil millones de dólares ofrecido por Putin, del cual se ha desembolsado el 10 por ciento. Los funcionarios de la UE y del FMI dicen temer que la plata que pongan vaya a parar al bolsillo de los oligarcas. Exigen, antes de abrir la bolsa, que Ucrania elimine los subsidios a la energía, que equivalen a 40 mil millones de dólares, lo que simplemente convertiría a lo que ocurre ahora en un juego de niños.
Como conclusión de conjunto, es claro que la extraordinaria crisis que atraviesa Ucrania es otro episodio de la restauración capitalista vinculada con la disolución de la Unión Soviética. El régimen de oligarquía restauracionista, que establece su capital mediante el saqueo del viejo estado burocrático, no es más que una fase de transición. El destino final de todo este proceso es la captura del viejo espacio soviético por el capital internacional e incluso la disolución de Rusia.
La nueva fase de la crisis en Ucrania se desencadenó cuando Yanukovich incumplió su promesa de adherir a un tratado de libre comercio con la UE, como lo hacían Moldavia y Georgia en ese mismo momento. El tratado no ofrecía ningún rescate para la bancarrota ucraniana e imponía un ajuste catastrófico. Rusia intervino entonces para ofrecer a Ucrania un paquete de 15 mil millones de dólares entre préstamos y tarifas de gas subsidiadas. El ofrecimiento dividió a la oligarquía de Ucrania, e incluso a la camarilla de Yanukovich, conocida como ‘La Familia’, una parte de la cual ya había aceptado en principio una salida a la bancarrota por la vía de una alianza con la UE. Aunque el tratado con la UE fue presentado como un paso hacia la integración de Ucrania en la UE, la verdad es exactamente la opuesta: la UE ratificó su oposición a integrar a Ucrania e insistió en la necesidad de que el país abriera su mercado a las mercancías y capitales de la UE. Incluso ahora, después del derrocamiento de Yanukovich, la jefa de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, ratificó que una ayuda financiera a Ucrania estaba condicionada a la ejecución de las conocidas ‘reformas económicas’. Los acontecimientos brutales que atraviesan a Ucrania, de nuevo, son la expresión de una implacable dinámica de restauración capitalista, que apunta más allá de Ucrania, hacia el completo dominio de los ex estados burocráticos por parte del capital financiero internacional.
Los manifestantes ocuparon la plaza durante un invierno con temperaturas que llegaban a los 40 grados bajo cero, en primer lugar bajo la presión del derrumbe económico y de la estafa y la arbitrariedad del aparato estatal. Junto a esto opera la ilusión, en la pequeña burguesía y los estratos superiores de la clase obrera, no solamente de Ucrania, de que la UE es la única salida a este impasse mortal. Este espejismo ha llevado, en el caso de los países bálticos, a pagar con tasas de desocupación del 35% el precio de la integración a la UE y al euro. En Bosnia, la ilusión se ha trocado en decepción y provocado un gigantesco levantamiento popular a partir del vaciamiento de las empresas que fueron privatizadas por la restauración capitalista.
La caída de Yanukovich tuvo lugar después de que fracasaran los acuerdos que intentaron orquestar el gobierno y la oposición, o sea la UE y Rusia, con el objetivo primordial de desalojar la plaza Maidan y dar paso a los arreglos de trastienda. Los sucesivos compromisos naufragaron en el lapso de horas. En declaraciones a la BBC, los manifestantes afirmaron: “Nos aferramos a la plaza hasta que todas nuestras demandas se alcancen”. En este contexto, el jefe del Estado Mayor, Vladimir Samánov, se negó a que el ejército tomara el relevo de la represión a la policía: temía provocar la desintegración de las fuerzas armadas e incluso la del país. Samánov acaba de ser elegido ministro de Defensa. En los últimos días de esta crisis, se habían comenzado a ventilar propuestas para convertir a Ucrania en una federación, con zonas de influencia para Rusia y para la UE. Incluso en el momento más agudo de la crisis, cuando la supervivencia del gobierno pro ruso ya era cosa del pasado, la alemana Merkel y el ruso Putin no dejaron de negociar alternativas comunes: ahora Merkel pretende que Putin participe del rescate financiero de Ucrania con la UE. Es claro que se asiste al desplazamiento de un régimen contrarrevolucionario por fuerzas sociales y políticas, como el imperialismo mundial, que son los baluartes de la contrarrevolución. Esto, sin embargo, procede a través de una conmoción social gigantesca, que promete, no ya nuevos episodios, sino giros brutales, apenas se vislumbre para las grandes masas el alcance del ajuste que se prepara contra ellas.
En las negociaciones malogradas con el presidente depuesto, el FMI exigió un aumento del 40 por ciento del gas, el congelamiento de salarios y despidos de empleados públicos. La llamada apertura comercial tiene por objetivo, asimismo, allanar el camino a la penetración industrial y económica de Occidente. Una fracción de la oligarquía ya ha decidido que no tiene otra alternativa que convertirse en socia secundaria del capital internacional. Ucrania necesita una asistencia financiera incluso para que se puedan realizar las próximas elecciones, al menos según el presidente de la Comisión Electoral. Asistimos a un proceso que, lejos de haber concluido, se ha transformado en un factor de agravamiento de la crisis capitalista mundial; la Unión Europea ya no puede colonizar a Ucrania incorporándola a la zona euro, sino tratándola como colonia en la periferia.
La comprensión del proceso político en curso, por parte las masas de trabajadores ucranianas, determinará, en un plazo mediano, si las protestas en Maidan podrán volverse contra sus manipuladores políticos. Por ahora, las cosas son como están.
Fuente: Prensa Obrera.
El alcance de la crisis de Ucrania
06/03/14
Escrito por Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero
- Spoiler:
- Hace una semana, en la noche del viernes 28, se creó la impresión de que se había llegado a un acuerdo para superar la crisis en Ucrania, que desde noviembre había reunido una multitud en la plaza principal de Kiev, la capital del país. “Es esto o la ley marcial”, advirtió el ministro de Exteriores ñolaco, Radoslaw Sikorski, uno de los tres miembros de la delegación de la Unión Europea. Se refería al acuerdo alcanzado con el gobierno y el parlamento de Ucrania, por un lado, y Rusia, por el otro, para formar un gobierno de unidad nacional y convocar a elecciones presidenciales para diciembre. La coincidencia debía ser rubricada por la desmovilización de la multitud.
Demasiado bueno para ser cierto, el acuerdo no sobrevivió a su sola enunciación. Sea por responsabilidad de la represión, que comenzó a meter bala a los manifestantes; sea por la acción mortal de francotiradores, que podrían obedecer a las fuerzas de seguridad o a los grupos armados de la derecha (declaradamente fascistas y antisemitas) que controlaban la plaza; sea porque el hilo del paquete tenía muchas hilachas; sea por una combinación de todos estos factores, el acuerdo capotó a la velocidad de la luz. No llegó a la madrugada del sábado. La plaza lo rechazó y lo mismo hizo el presidente en funciones, Viktor Yanukovich, que eligió repudiarlo con una huida. Enseguida el orden público pasó al control de las organizaciones establecidas en la plaza, ante el repliegue de las fuerzas de seguridad. El gobierno provisional reunido para la ocasión no tiene autoridad ni en la residencia del gobierno.
Así descriptos los hechos, no debiera sorprender que Vladimir Putin, el presidente de Rusia, pusiera en marcha el dispositivo militar de ocupación de Crimea, la península sobre el Mar Negro que alberga a la flota rusa, como consecuencia de un tratado que llega hasta 2042. Los nuevos gobernantes de Ucrania, hasta las elecciones convocadas para el 25 de mayo que viene, no ofrecían ninguna garantía de obediencia a ese acuerdo y, en todo caso, podían ser fácilmente superados por las organizaciones de la derecha de Ucrania, que ya dominan algunas regiones en el oeste del país. El ingreso militar de Rusia en Crimea; la intención de desalojar de allí a las fuerzas armadas de Ucrania; e incluso la posibilidad de ocupar alguna parte del este constituyen un golpe o acción preventiva, desde donde discutir el cuadro estratégico de Ucrania sobre nuevas bases. La restauración del capitalismo ha convertido a Rusia -no importa su extensión territorial o su arsenal nuclear- en un Estado periférico; no tiene posibilidad ni intención de oficiar de alternativa estratégica a los Estados capitalistas dominantes. Rusia podría devenir en un futuro un Estado subordinado de una coalición de Estados capitalistas rivales -de ningún modo jugar un rol independiente. La posibilidad de que algún Estado periférico (incluso de los de la UE) desempeñe un papel autónomo en la política mundial depende de que haya sido ganado por una revolución socialista. En esta hipótesis, su fuerza consistirá en su capacidad de convocatoria a los trabajadores del resto de los países más relevantes.
Las fuerzas en presencia en la crisis operan a pura improvisación. Ucrania se encuentra económicamente quebrada: no puede pagar la deuda pública, la factura de gas ni el salario de los empleados del Estado. Para mantenerla en su radio de influencia, Putin le había ofrecido un apoyo de 15 mil millones de dólares -entre créditos, subsidios a la provisión de gas y algún dinero en efectivo. La Unión Europea, a cambio del diez por ciento de la oferta rusa, pretendía que Ucrania firmara un acuerdo de libre comercio que habría liquidado la producción interna, entregado sus activos principales a los monopolios europeos y norteamericanos, y -lo que no es menos importante- rematado las tierras más fértiles de Europa en beneficio del capital internacional. El acuerdo preveía, como ha ocurrido ya con Egipto, la eliminación de los subsidios al consumo de energía por parte de las familias, lo cual disparará, ciertamente, el levantamiento de millones de ucranianos, no de miles. Cuando la arquitectura que se improvisó para salir de la crisis se vino abajo, la UE reconoció que Ucrania necesitaba un rescate de 50 mil millones de dólares (de los cuales 20 mil millones no se recuperarían nunca), pero no adelantó ni una sola moneda. El norteamericano Obama pretende que la plata la ponga la alemana Merkel y viceversa, un litigio que zanjaría, al menos en parte, el FMI con los recursos de todos los países asociados, pero en beneficio de solamente un puñado de ellos. En medio de esta crisis, la eliminación mencionada de los subsidios, que reclama más que nadie el FMI, sería un disparate. Rusia, por su lado, luego de poner 3.000 millones de dólares, suspendió la entrega del resto de lo comprometido. Ucrania está al garete.
La separación de Ucrania de la periferia económica y estratégica de Rusia sería un golpe potencial nada menos que a la unidad nacional de Rusia. Recorrida por numerosas nacionalidades, Rusia no es un Estado nacional, el Cáucaso vive una guerra internacional desde hace una década. Las consecuencias centrífugas de la penetración económica y del tutelaje político del capital internacional constituyen claramente una de las alternativas posibles de la restauración capitalista. Para la oligarquía que ha emergido del desmantelamiento económico de Rusia, Ucrania es un mercado vital y una vía de pasaje para el gas ruso a Europa; lo mismo ocurre, en sentido contrario, para la oligarquía de Ucrania. Pero estas mismas oligarquías, definitivamente instaladas en la City de Londres y en los paraísos fiscales, son un vehículo de la desintegración nacional.
Desde un punto de vista formal, la salida ‘pacífica’ podría estar servida; bastaría mantener el reconocimiento de las prerrogativas estratégicas de Rusia y sus nichos económicos, y acordar un rescate financiero de Ucrania. La posibilidad de este acuerdo se insinuó varias veces en estos pocos días. Los políticos locales se acomodarían a lo que se les diga. Pero se ha llegado a semejante crisis no por azar, sino por razones de peso histórico. La restauración capitalista se encuentra empantanada; J. Sachs, un economista que intervino en la fase de disolución de la URSS, acaba de reiterar que la industria de tecnología de Rusia va a la obsolescencia sin la intervención del capital extranjero y reforzaría la condición de productor primario de Rusia. El capital mundial necesita de una apertura de mucho mayor alcance de los nuevos mercados, porque lo procesado hasta ahora en China, Rusia y Europa oriental se ha agotado. No es casual que la UE no quiera admitir a Ucrania en Europa luego de haberlo hecho con los países bálticos, y que le exija un nivel de desmantelamiento económico sin precedentes: es que ya no puede sostener como método de colonización económica la igualdad formal de derechos de todas las naciones en la Unión Europea. Europa enfrenta una deflación rampante, y Estados Unidos y Japón fracasan en los intentos de evitar ese destino. Un parche en Ucrania ahora sería el anuncio de crisis más graves en un futuro inmediato. Las nuevas huelgas en Egipto, frente al deterioro implacable de la economía, son una señal contundente de que la crisis mundial avanza en amplitud y en profundidad.
Un parche diplomático tendría otro ‘inconveniente’: recentraría la crisis de Ucrania en el derrumbe interno del régimen económico y político. Se atenuarían las líneas de confrontación internacionales y la agenda pasaría a ser las condiciones de las masas. Una unidad social sobre estas bases es el terror del imperialismo y de la burocracia y oligarquía de Rusia.
Nuestra consigna es: una Ucrania unida, independiente y socialista.
Fuente: Prensa Obrera.
Ucrania y la crisis mundial
20/03/14
Escrito por Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero
La anexión de Crimea por Rusia es un acto de piratería internacional. El primer ministro ucraniano es un hombre del FMI. Rusia y la Unión Europea negocian el reparto de Ucrania. El FMI se apresta a imponer un ajuste. La independencia de Ucrania exige una lucha revolucionaria de masas.
- Spoiler:
- Mientras la prensa mundial difunde proclamas de ‘firmeza’ y belicosidad de parte de los gobiernos envueltos en la crisis de Ucrania, la línea fundamental sigue siendo la transacción diplomática. El comercio y las inversiones del capital internacional en Rusia son relativamente elevadas, y lo mismo ocurre con la plata robada por la oligarquía rusa que se encuentra en los paraísos fiscales y en Londres. La bancarrota de Ucrania, por otra parte, es sideral, y no podría ser enfrentada en un marco de acentuación de la crisis entre Rusia y los Estados de la Otan. Rusia tiene que participar del rescate de Ucrania, de cuya bancarrota es la principal responsable.
Reparto
A la luz de esto, el referendo en Crimea avala el retorno de Rusia a la península, antes de su cesión a Ucrania. Se trata de un acto de piratería internacional, que empuja a Ucrania al girón de la Otan. Ahora el conflicto se traslada a las elecciones previstas para el 25 de mayo próximo. La carta más relevante es la representada por el partido de Yulia Timoshenko, que no solamente ha sabido negociar en el pasado con los rusos sino embolsar incluso jugosas comisiones. El gobierno transitorio actual es un fantoche jurídico y político impuesto por Estados Unidos durante la crisis de la noche del 21 de febrero, para hacer fracasar un acuerdo previo con Rusia. La composición del gobierno actual fue rechazada por la multitud sublevada en la Plaza de la Independencia, en Kiev, la capital de Ucrania. El primer ministro es un personaje repudiado, del partido de Timoshenko, que responde en directo al FMI.
No debe olvidarse que en este conflicto no está en la mesa de discusión la incorporación de Ucrania a la UE, como es la aspiración, seguramente, de la mayoría de los ucranianos, sino un acuerdo de comercio que da vía libre a la penetración del capital internacional en Ucrania. La UE no quiere siquiera hablar de una integración de Ucrania, dado que ello agravaría su crisis económica y laboral interna, y porque Ucrania, en completa quiebra, no reúne las condiciones para competir dentro de un bloque económico. Gran parte de la oligarquía de Ucrania y también de Rusia ya se encuentra ganada a esta perspectiva, una vez comprobado que el esquema actual ha producido una bancarrota abismal. En una síntesis muy apretada se podría decir que Rusia y la Otan están negociando el reparto político y económico de Ucrania, no la unidad o división territorial, pues incluso Crimea seguirá en Ucrania en la ficción de república autónoma. Un acuerdo de reparto, como todos los de esta naturaleza, será por definición transitorio o episódico, en especial porque el capital internacional apunta a la colonización capitalista completa, no ya de Ucrania sino de la propia Rusia. Cualquier acuerdo precario provocará, con seguridad, divisiones en la camarilla de Putin y en la jefatura de las fuerzas armadas. El FMI ya ha advertido que el ajuste que se apresta a imponer a Ucrania provocará un descenso colosal de las condiciones de vida y trabajo de su pueblo. El imperialismo coquetea con un recrudecimiento de los antagonismos nacionales y sociales y con situaciones revolucionarias.
Autodeterminación
El afloramiento de la cuestión nacional, otra vez, en Ucrania, ofrece posibilidades revolucionarias a la clase obrera internacional. Ucrania ha sido un cruce de caminos de la historia mundial, por motivos históricos cambiantes. La reivindicación de la independencia nacional de Ucrania, formulada en forma consecuente, constituye un ataque a la dominación de la oligarquía y el régimen restauracionista de Rusia, por un lado, y a la colonización financiera por parte de la Unión Europea, por el otro. Más allá de esto, Ucrania es una pieza importante para el dispositivo militar de la Otan, como cabeza de playa a la Rusia asiática, el Cáucaso y el Medio Oriente, aunque también para reforzar a Estados Unidos frente a sus rivales en Europa. La independencia y unidad de Ucrania contra la depredación de unos y otros plantea una lucha revolucionaria de masas.
Algunos intelectuales europeístas plantean que se trata de lo contrario, pues el pueblo de Ucrania estaría luchando por el derecho nacional a incorporarse a la Unión Europea. El derecho a la autodeterminación significaría o implicaría la asimilación política de Ucrania por parte de la UE. El planteo apasiona a la izquierda democratizante de Europa, incluidos los trotskistas de la teoría de la revolución democrática, pues refuerza su propia posición, que define a la UE como el nuevo campo nacional de la lucha social e, incluso, presenta el sometimiento a los planes de la Comisión Europea como un mal menor. ¡Pero la UE no acepta esa integración, sino a condición de una etapa previa de ajuste, miseria social y colonización económica! Es la propia UE de la ‘democracia’, la que rechaza el derecho de Ucrania a la autodeterminación. Por eso ha impuesto, precisamente, un gobierno armado en Bruselas y Nueva York, contra la voluntad de la sublevación popular. La respuesta reaccionaria y brutal de Putin ha servido a gusto al imperialismo, pues con la ocupación de Crimea ha redorado los blasones del gobierno usurpador en Kiev. Los socialistas revolucionarios debemos orientar la experiencia que se desarrollará con esta crisis, para oponer el derecho nacional de Ucrania al opresor ruso y al colonizador de la austeridad y la miseria capitalistas.
Pero la cuestión nacional de Ucrania tiene un potencial revolucionario sobre Rusia, aunque el pisoteo del imperialismo y su apoyo a los grupos fascistas de Ucrania ha producido una reanimación del chovinismo ruso (su derecho a ocupar Ucrania). A mediano plazo, sin embargo, quedarán en evidencia los verdaderos intereses de la camarilla del Kremlin y de la oligarquía rusa. La crisis ucraniana ya se está cobrando una enorme salida de capitales de Rusia y la devaluación del rublo. Los costos del chovinismo se sumarán a la carga enorme de miseria de las masas rusas. Es un momento oportuno para sacar de los anaqueles los escritos bolcheviques a favor del derrotismo en Rusia. Denunciando al imperialismo capitalista de la Otan en Ucrania, los revolucionarios rusos deberían reclamar la salida de las tropas rusas de Ucrania y defender el derecho ucraniano a la autodeterminación nacional -con las banderas de una Ucrania unida, independiente, obrera y socialista.
Fuente: Prensa Obrera.