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    El socialismo del siglo XXI y la conciencia de clase - texto de Francisco Umpiérrez - publicado en abril de 2014

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    Chus Ditas
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    Mensaje por Chus Ditas Miér Abr 02, 2014 10:00 pm

    El socialismo del siglo XXI y la conciencia de clase

    Francisco Umpiérrez

    publicado en Rebelión - abril 2014


    Empiezo transcribiéndoles unas ideas de Rolando Astarita contenidas en su trabajo titulado Chavismo e independencia de clase (publicado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    “Como lo ponen en evidencia los intercambios que he tenido en “Comentarios” a raíz de la nota sobre control bonapartista, mis diferencias con la izquierda chavista son profundas. Alguna gente se sintió ofendida porque planteé que, de hecho, estamos en “veredas opuestas”, ideológica y políticamente, pero no hay otra manera de decirlo. Es que hay dos visiones contrapuestas: una que hace eje en que el movimiento obrero mantenga una actitud autónoma y hostil hacia el conjunto de la clase dominante y el Estado. Y otra que pone el acento en la colaboración con el proyecto del socialismo siglo XXI, dirigido desde el Estado. En esta entrada amplío sobre qué significa un accionar independiente, autónomo, de clase.

    El fundamento último de una estrategia política autónoma de las fuerzas del trabajo es la conciencia de clase. En términos leninistas, conciencia de clase es conciencia del carácter irreconciliable del antagonismo entre el capital, de conjunto, y el trabajo. Es también conciencia de la naturaleza burguesa del Estado, de su rol en el sostenimiento de la relación de explotación, y de la imposibilidad de reformarlo “desde adentro”. Este carácter del Estado no se altera en los países dependientes (ver más abajo).

    Por eso la independencia de clase exige una actitud hostil de los explotados hacia la clase dominante de conjunto. Es un criterio general que ordena las orientaciones tácticas y los programas de acción. De ahí el rol de la crítica. La crítica hacia toda forma de explotación y sujeción de los trabajadores es la condición indispensable para avanzar en la autonomía de la clase trabajadora. La raíz última de esta crítica es la teoría de la plusvalía de Marx (esto es, la teoría de la explotación del trabajo por el capital). Por esta razón no puede haber política socialista y revolucionaria sin teoría, sin crítica, sin debates y elaboración colectiva”.

    La práctica como criterio de verdad

    No es correcto comparar una idea con un hecho práctico. No es propio de marxista y no es científico. Hay que comparar un hecho práctico con otro hecho práctico. ¿Con qué debemos comparar la Venezuela chavista? Rolando Astarita la compara con sus ideas sobre el socialismo y sobre lo que a su juicio sería la verdadera conciencia de clase. Pero en verdad se debería comparar con la realidad de su propio país o con la realidad de los países de la Unión Europea. ¿Y qué nos dice esa realidad? Que la izquierda radical carece de poder y que no existe mayoría social con conciencia socialista. Todo lo contrario de lo que ocurre en Venezuela: la izquierda radical está en el poder y hay una mayoría social con conciencia socialista. ¿El Estado venezolano sigue siendo burgués? Pues sí. ¿Y qué? Así es la realidad. Tiene que seguir siendo burgués porque la sociedad sigue siendo una sociedad capitalista. Venezuela vive en una época de transición que durará muchas decenas de años, donde luchan las tendencias socialistas con las tendencias capitalistas. ¿Es el socialismo representado por el chavismo el socialismo verdadero? Pues no. Pero es que el socialismo verdadero no existe en la realidad. El socialismo verdadero solo existe como concepto idealizado e inmaculado en la cabeza de los dogmáticos. Un rasgo esencial del pensamiento marxista es que todo debe analizarse teniendo en cuenta su determinación histórica. Así que el socialismo venezolano está determinado por las peculiaridades nacionales del pueblo venezolano y por las peculiaridades históricas de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Y dos rasgos de esta época histórica son que el socialismo soviético dejó de existir y que el socialismo chino sufre el duro embate de las fuerzas del capitalismo nacional y global. La gran diferencia entre el socialismo chavista y el socialismo que representa Rolando Astarita es que el primero es una realidad y el segundo es un puro pensamiento.

    La práctica y los intelectuales

    Yo me dedico a la elaboración teórica. No represento ninguna fuerza social. Así que estoy muy agradecido a todas las personas que hacen posible la existencia y la actividad de IU. Admiro y respeto a Cayo Lara. Y no porque coincida con todas sus ideas, sino por la fuerza social y tendencia que representa. Me parece totalmente improcedente que desde las cuatro paredes de mi despacho dicte a IU lo que debe hacer. En política no se habla de lo que se debe hacer sino de lo que se puede hacer. Y lo que se puede hacer deben decidirlo los jefes de IU. Ellos tienen su propia conciencia de lo que pueden hacer y podrán evaluar mejor que nadie lo más conveniente para IU. Lógicamente que se equivocarán y lo harán en mil ocasiones. Pero solo quienes están en la práctica política pueden equivocarse. Quienes sólo se dedican a dibujar cómo debe ser el socialismo verdadero, y esta es la tendencia que representa Rolando Astarita, no se equivocan. Puesto que como sus ideas nunca las ponen en práctica, no hay manera de saber si están en un error o no. Mi actividad teórica la comprendo como una actividad dirigida a enriquecer y modificar la conciencia. No voy más allá. El problema de Rolando Astarita es que pretende que los agentes prácticos de la izquierda radical sigan sus ideas y directrices. Se arroga una representación que no tiene y un papel que los otros no le han otorgado.

    La conciencia de clase

    Dice Rolando Astarita que en términos leninistas la conciencia de clase es la conciencia del carácter irreconciliable del antagonismo entre el capital, de conjunto, y el trabajo. Es también conciencia de la naturaleza burguesa del Estado, de su rol en el sostenimiento de la relación de explotación, y de la imposibilidad de reformarlo “desde adentro”. Esta forma de expresarse es muy anticuada. Lo peor es que le asigna a Lenin unas ideas que no son suyas, puesto que todo lo que se saca del contexto histórico donde se produce pierde su sentido y su vida. ¿Hay antagonismo entre los capitalistas y los trabajadores? De forma abstracta y en algunas coyunturas históricas sí, pero en la actualidad y en la mayor parte del planeta hay continua conciliación. A nivel económico las empresas funcionan sobre la base de la colaboración entre trabajo y capital, no sobre el antagonismo y la lucha. Y a nivel político la mayoría de los trabajadores constituyen la base social de los partidos de la derecha y de la izquierda reformista. Luego a nivel político la conciliación y no el antagonismo entre las clases sociales es lo que manda. Luego afirmar que la conciencia de clase es la conciencia del carácter irreconciliable del antagonismo entre capital y trabajo es una idea que falta a la verdad. Puesto que en la realidad la conciliación domina sobre el antagonismo de clase. Pertenece al socialismo de los años sesenta pensar en la lucha de clases como la lucha principal del ser humano, relegando la lucha por la producción a un subproducto de aquella. Cansa el socialismo dogmático. Es un socialismo conceptualmente pobre, que vive de espalda a la realidad, y que caricaturiza y deforma figuras políticamente tan estelares como Vladimir Ilích Ulianov y Mao Zedong.

    Desde dentro del Estado

    La gran lección del socialismo chavista, el socialismo con peculiaridades venezolanas, es que hay que tomar el poder del Estado burgués y ponerlo al servicio de la causa del socialismo, sabiendo que esa toma de poder abre un periodo de transición muy largo. Esa experiencia pone de manifiesto que se llega más lejos desde dentro del Estado que desde fuera. La idea de destruir el Estado burgués y sustituirlo por un nuevo y socialista ha pasado al baúl de la historia. La transición del capitalismo al socialismo no es una época que se recorra rápida, como pensaron en su momento Marx, Engels y Lenin, sino un periodo que durará siglos y que estará salpicado de reveses. Y la experiencia del socialismo soviético y del socialismo chino así lo pone de manifiesto. Creer que desde fuera, desde las calles, desde las barricadas, se llegará al socialismo, es seguir atado a las tácticas de lucha de clases propias de la primera mitad del siglo XIX. La complejidad de la maquinaria del Estado moderno y de la estructura económica del capitalismo global determina que las estrategias políticas de la clase obrera deban ser igualmente complejas. Y esa complejidad hace imposible la idea de destruir el Estado. Su destrucción se debe entender de un modo paulatino y que durará siglos. De hecho los tres Estados nuevos que se crearon de forma paralela al Estado existente, en Rusia, China y Cuba, no pudieron evitar los rasgos del Estado burgués: ejército, policías y cárceles. Eran pretendidamente nuevos, pero seguían siendo en esencia viejos. No se pudo acabar con la esencia de todos los Estados: representar y ejercer la violencia organizada.

    Antes se pensaba que el camino hacia el socialismo transcurriría en dos etapas: el socialismo y el comunismo propiamente dicho. Y se pensaba que la etapa del socialismo apenas duraría un siglo. Pero la experiencia del socialismo real dice lo contrario y los comunistas chinos se apercibieron de ello, afirmando que China se encuentra en la fase primera de la primera etapa del socialismo. Perder de vista la experiencia práctica del socialismo real y seguir hablando como lo hizo Lenin que apenas vivió la experiencia de cinco años de socialismo real, es no pensar ni como marxista ni como leninista. Pero es que incluso Lenin, con la poca experiencia de socialismo que vivió, ya propuso la Nueva Economía Política, que no era otra que el reconocimiento de que el socialismo necesita en su primera fase de la economía mercantil y de la economía capitalista. Así que creo que muchos líderes de la izquierda radical siguen fuera de juego y se representan un mundo que no existe. Y las fuerzas sociales que compartan esas representaciones se seguirán moviendo en los márgenes de la historia.
     

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