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    Baal Babilonia - novela de Fernando Arrabal - formato epub - también: Carta al General Franco, de Fernando Arrabal - 1971 (se lee en el foro)

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    Chus Ditas
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    Mensaje por Chus Ditas Vie Abr 04, 2014 4:48 pm

    —Baal Babilonia

    novela de Fernando Arrabal***

    formato epub

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    Baal Babilonia es una obra de inspiración autobiográfica. El niño de Arrabal no entiende, pero observa con lucidez y se da cuenta de los intentos adultos por enseñarle el tabú y la autocensura, a través de una enseñanza dogmática y tautológica. El título se refiere al pecado a castigar, como en la biblia judía. Si el padre es Baal, el narrador es la simiente de un ser maldito. La observación realista implacable del niño, ni siquiera retrocede ante la muerte y su ritualidad ancestral (pasaje de la muerte del abuelo). El gusto por lo escatológico explica la hilaridad del niño por los pedos del abuelo agonizante. En general, la obra de Arrabal representa una oposición y un rompimiento de la autocensura y el tabú. De aquí proviene la vinculación de motivos cuya combinación constituye un sacrilegio. Baal Babilonia se publicó primero en francés (aunque con título en español: Viva la muerte). Consta de 80 fragmentos narrativos breves sin orden cronológico. Éstos evocan el tiempo perdido por el narrador, enfermo tuberculoso que recuerda su infancia. El texto está escrito desde la perspectiva de un niño, con su lenguaje simple, no como en los textos existentes, de perspectiva infantil, pero con lenguaje de adultos.

    ***Fernando Arrabal nació en Melilla en agosto de 1932. Aprendió a leer y escribir en Ciudad Rodrigo (premio nacional de «superdotado» a los diez años) y realizó sus estudios universitarios en Madrid. No quiso entrar en la Academia General Militar, como era el deseo de su madre. Su padre, fiel a la legalidad republicana, fue condenado a muerte y posteriormente encarcelado en distintas instituciones carcelarias como enfermo mental tras un intento de suicidio. Desaparecido y presuntamente fallecido al evadirse del penal de Burgos en 1942 en medio de una gran nevada. Su madre trabajaba por entonces en Burgos, en la Administración del Ejército sublevado. A pesar de ser una de las personalidades más controvertidas de su tiempo, Fernando Arrabal ha recibido el pleno aplauso internacional por su obra narrativa, dramática y cinematográfica. Ha sido candidato al premio Nobel. Ha dirigido siete largometrajes, ha publicado doce novelas, dos centenares de libros de poesía (muchos de ellos ilustrados por Dalí, Magritte, Amat, Picasso, Saura ...), varios ensayos y su famosa Carta al General Franco, en vida del dictador. Se exilió en Francia y francés se considera, como ha manifestado en varias ocasiones. Durante la dictadura franquista llegó a figurar en la lista de los cinco delincuentes más peligrosos junto con: Enrique Líster, El Campesino, La Pasionaria y Santiago Carrillo.



    —Carta al General Franco

    Fernando Arrabal - año 1971 (publicada en España en 1978)


    fuente: CNT

    Excelentísimo Señor: Le escribo esta carta con amor. Sin el más mínimo odio o rencor, tengo que decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado. Tengo mucho miedo al comenzar a escribirle:

    Temo que esta modesta carta (que me conmueve de pies a cabeza) sea demasiado frágil para llegar hasta usted; que no llegue a sus manos.

    Creo que usted sufre infinitamente; sólo un ser que tanto sufre puede imponer tanto dolor en torno suyo; el dolor preside, no sólo su vida de hombre político y de militar, sino incluso sus distracciones; usted pinta naufragios y su juego favorito es matar conejos, palomas o atunes.

    En su biografía, ¡cuántos cadáveres! en África, en Asturias, en la guerra civil, en la postguerra...

    Toda su vida cubierta por el moho del luto. Le imagino rodeado de palomas sin patas, de guirnaldas negras, de sueños que rechinan la sangre y la muerte.

    Deseo que usted se transforme, cambie, que se salve, sí, es decir, que sea feliz por fin, que abandone el mundo de represión, odio, cárcel, buenos y malos que hoy le rodea.

    Quizás haya una remota esperanza de que me oiga: siendo niño me llevaron a un acto oficial que usted presidía.

    Al llegar usted, entre ovaciones, las autoridades le agasajaron.

    Entonces una niña, preparada para ello, se acercó a usted y le tendió un ramo de flores. Luego comenzó a recitar un poema (mil veces ensayado)... Pero, de pronto, presa de emoción, se puso a llorar. Usted le dijo, acariciándole la mejilla:

    - No llores, yo soy un hombre como los demás.

    ¿Es posible que hubiera en sus palabras algo más que el cinismo?

    Yo no formo parte de esa legión de españoles que al finalizar la guerra civil cruzaron los Pirineos cubiertos de nieve. Como mi amigo Enrique que tenía entonces once meses. Las barrigas secas, el espanto a borbotones buscaban la cima y huían del fondo de la furia.

    ¡Cuánto heroísmo anónimo!

    ¡Cuántas madres, a pie, con sus hijos en brazos!

    Luego, a lo largo de estos años, de estos últimos lustros, ¿cuántos huyeron?

    ¿Cuántos emigraron?

    Hace siglos, en tiempos de la Inquisición, vivía en Ávila una niña de ocho años. Un día tomó a su hermanito por la mano y se escapó de su casa. Recorrieron campos y montañas. Por fin su padre consiguió dar con ella. Le preguntó:

    - ¿Por qué te has escapado?

    - Quería irme de España.

    - Pero ¿por qué?

    - ¡Para conquistar gloria!

    Lo mismo que dijo esta niña -Santa Teresa- hubieran podido decir tantos que se fueron: cientos de miles.

    Y también los Goya, los Picasso, los Buñuel...

    Lo mismo hubiéramos podido decir los que en 1955 salimos de su España negra.

    Para conquistar gloria, en el sentido más fascinante de la palabra.

    Esa niña que se escapaba en busca del apoteosis, más tarde iba a sufrir en su carne y en su alma los golpes de la intolerancia de entonces: la Inquisición.

    No vea en mí ningún orgullo. No me siento de ninguna manera superior a nadie y menos que a nadie a usted. Todos somos los mismos.

    Usted debe escuchar esta voz que le viene volando por encima de media Europa, bañada de emoción.

    Lo que le voy a escribir en esta carta podrían decírselo la mayoría de los hombres de España si no tuvieran sus bocas lacradas, es lo que dicen en privado los poetas.

    Pero no pueden proclamar en voz alta lo que les grita el corazón.

    Arriesgan la cárcel.

    Por eso tantos se fueron.

    Su régimen es un eslabón más dentro de una cadena de intolerancias que comenzaron en España hace siglos.

    Quisiera que usted tomara conciencia de esta situación.

    Y, gracias a ello, quitara las mordazas y las esposas que encarcelan a la mayoría de los españoles.

    Éste es el propósito de mi carta:

    Que usted cambie.

    Usted merece salvarse como todos los hombres desde Stalin hasta Gandhi.

    Usted merece ser feliz: ¿cómo puede serlo sabiendo el terror que su régimen ha impuesto e impone?

    Mucho tiene usted que sufrir para crear en torno a usted la intolerancia y el castigo.

    Usted también merece salvarse, ser feliz.

    España tiene por fin que cesar de emponzoñar a su pueblo.

    ¡Cuánta ceniza, cuántas lágrimas, cuánta muerte lenta sobre funerales de chatarra al son de campanas podridas!

    Este país era España.

    Sus reyes se llamaban, por ejemplo, Alfonso X El Sabio o Fernando III El Santo. Este monarca se proclamó el "Rey de las tres religiones".

    (Me siento orgulloso de llevar su nombre).

    Imagínese la España de hoy aceptando las tres corrientes de pensamiento más populares en el país y apadrinándolas en toda libertad: la democracia, el marxismo y la religiosidad.

    Si usted delegara su poder al pueblo, ¡qué felicidad! Qué felicidad para usted. Qué felicidad para todos los españoles.

    Pero la tolerancia constructiva que impregnó la Edad Media iba a cesar brutalmente.

    Los Reyes Católicos llevaron, expulsaron dos de las tres religiones, proclamaron el cristianismo religión obligatoria, por la sangre y por el fuego intentaron exterminar al judaísmo y al mahometanismo.

    La noche más negra de la historia comenzaba en España, los quemaderos de la Inquisición se encendieron y sus intolerancias siniestras aún no se han extinguido.

    Y hasta hoy reina un silencio de flores calcinadas, de interminables rejas, como un sordo enjambre de arañas en nuestros sesos.

    Aún en la España de hoy se sigue pudriendo en las mazmorras por delitos de opinión.

    Por proclamar en alta voz el idealismo que abrasa el corazón, por pedir de la forma más sincera y pura un sistema diferente al que rige al país.

    Fernando Arrabal
     
     

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