Educando a un joven romano. Introducción a la educación en la Antigua Roma
Texto adaptado del libro "Una aproximación a la infancia y juventud en la Antigua Roma", de S. F. Bonner - año 1977
tomado del blog Arqueohistoria crítica en abril de 2014
En una época de cambios en el sistema de educativo, como la que estamos viviendo en la actualidad, es necesario mirar atrás y observar cómo nuestros antepasados fueron desarrollando las formas de educar de las que somos deudores. Únicamente a través del conocimiento de lo fue la educación en el pasado podremos obtener una mejor perspectiva del lugar donde nos encontramos para saber a dónde debemos dirigirnos en el futuro.
Sin duda, un rasgo esencial para entender la situación educativa de la sociedad romana es el bajo índice de alfabetización que se estima para la Península Itálica entorno a un 15%. Frente a una educación más enriquecedora que las familias pudientes podían ofrecer a sus hijos, los chicos de clases bajas necesitaron una salida diferente a consecuencia de su condición social. Éstos accedieron al aprendizaje de un oficio en talleres artesanales. Los beneficios que podían obtener eran variados. Los niños de condición libre podían adquirir las habilidades y conocimientos necesarios para desempeñar un oficio, mientras que los esclavos podían especializarse en un oficio, ganando mayor valor como mercancía, lo que para el dueño se traducía en mayores ganancias ante una posible venta.
La formación de los esclavos desde su juventud podía ser un negocio muy lucrativo: podían ser usados por sus dueños para trabajos más específicos, desde contables hasta secretarios, o podían ser vendidos. En este sentido, las fuentes literarias nos remiten a personajes que hicieron una gran fortuna mediante inversiones en la educación de sus esclavos para posteriormente venderlos. Plutarco relata cómo Craso poseía toda una gran variedad de esclavos entrenados, desde secretarios hasta decoradores, dirigiendo él mismo su enseñanza. Mediante estas inversiones, Craso obtenía siervos cuyos precios aumentaban considerablemente en el mercado a causa del valor añadido que suponía su especialización en una tarea.
Un espacio educativo fundamental para la formación de esclavos fueron los paedagogia. Podríamos establecer dos tipos, aquellos localizados en las propias villae de las élites romanas, o paedagogia imperiales, donde se formaban aquellos esclavos que pasarían a servir a la familia del emperador. Éstos últimos se pueden definir como instituciones colegiadas donde sus profesores, (paedagogi puerorum) eran individuos del mismo origen servil que sus alumnos. Sin embargo, la existencia de estos centros se complementaba con una educación doméstica llevada a cabo por un paedagogus o tutor elegido por el dueño.
Centrándonos en los chicos de la élite romana, éstos tuvieron acceso a una educación mucho más rica y costosa para sus padres. Esto les permitió la entrada a una serie de escuelas económicamente prohibitivas para una inmensa mayoría de la sociedad. Véase el caso de Marco, hijo de Cicerón, enviado a completar sus estudios en la ciudad de Atenas, lo que ratifica, por otra parte, la importancia de la cultura griega en la educación romana.
El proceso educativo de un niño de clase alta comenzaba en su propio hogar mediante la enseñanza de nociones básicas en lectura o escritura, una etapa en la que se creaban los pilares fundamentales del conocimiento según Quintiliano. Si bien el padre podía jugar un papel importante en los primeros años , estos cedían su protagonismo a tutores privados, individuos de condición servil que por su labor como instructores obtuvieron cierto prestigio.
Pero, frente a una enseñanza hogareña también se desarrolló en Roma educación impartida en escuelas. Allí, los niños eran dirigidos en su aprendizaje un profesorado que se caracterizó por dos elementos: la baja condición social de muchos de sus componentes y por la severidad mostrada a los alumnos. Rastros de esa actitud severa lo encontramos en varias fuentes. La más destacada se encuentra en Pompeya donde aún se conserva una pintura mural romana en la que se puede apreciar a un maestro reprendiendo con una vara a uno de sus alumnos en un foro, mientras que el resto continua realizando una actividad de lectura.
La educación en Roma fue por tanto muy diferente según que clases sociales, sin embargo, también existió un importante heterogeneidad entre el hombre y la mujer. Las niñas de la élite social romana gozaron de algunos de los privilegios de sus hermanos varones, así está atestiguada la existencia de mujeres con una gran preparación como Laelia, mencionada por Cicerón por sus magníficos discursos públicos. Pero, a pesar de esta casuística, hubo muchas mujeres que se vieron relegadas en el hogar, con el fin de apoyar a sus hermanos en la obtención de honores y beneficios para la familia.
Pero, ¿la educación podía ser un medio para escalar socialmente en Roma?. Existen casos que confirman este hecho. El más paradigmático es el del poeta Horacio. Nacido en el seno de una familia de esclavos libertos, su padre gastó todo el dinero que obtuvo en su educación con el deseo de conseguir una vida mejor para él y un estatus social diferente al suyo. Esto llevó al joven Horacio a marchar a Roma donde llegó a estudiar a escuelas donde se formaron los hijos de la élite romana, permitiéndole acceder a círculos culturales y de poder que su padre nunca hubiera podido. El esfuerzo de su padre se vio recompensado en uno de los mejores poetas de lengua latina. Sin embargo, existen en las fuentes otros casos en los que la obsesiva persecución de ascenso social de los padres les hizo convertir a sus hijos en auténticos trotamundos, viajando de ciudad en ciudad para participar en concursos poéticos con el fin de demostrar unas cualidades que en muchas ocasiones solo los progenitores lograban valorar.
Bibliografía básica:Texto adaptado del libro "Una aproximación a la infancia y juventud en la Antigua Roma", de S. F. Bonner - año 1977
tomado del blog Arqueohistoria crítica en abril de 2014
En una época de cambios en el sistema de educativo, como la que estamos viviendo en la actualidad, es necesario mirar atrás y observar cómo nuestros antepasados fueron desarrollando las formas de educar de las que somos deudores. Únicamente a través del conocimiento de lo fue la educación en el pasado podremos obtener una mejor perspectiva del lugar donde nos encontramos para saber a dónde debemos dirigirnos en el futuro.
Sin duda, un rasgo esencial para entender la situación educativa de la sociedad romana es el bajo índice de alfabetización que se estima para la Península Itálica entorno a un 15%. Frente a una educación más enriquecedora que las familias pudientes podían ofrecer a sus hijos, los chicos de clases bajas necesitaron una salida diferente a consecuencia de su condición social. Éstos accedieron al aprendizaje de un oficio en talleres artesanales. Los beneficios que podían obtener eran variados. Los niños de condición libre podían adquirir las habilidades y conocimientos necesarios para desempeñar un oficio, mientras que los esclavos podían especializarse en un oficio, ganando mayor valor como mercancía, lo que para el dueño se traducía en mayores ganancias ante una posible venta.
La formación de los esclavos desde su juventud podía ser un negocio muy lucrativo: podían ser usados por sus dueños para trabajos más específicos, desde contables hasta secretarios, o podían ser vendidos. En este sentido, las fuentes literarias nos remiten a personajes que hicieron una gran fortuna mediante inversiones en la educación de sus esclavos para posteriormente venderlos. Plutarco relata cómo Craso poseía toda una gran variedad de esclavos entrenados, desde secretarios hasta decoradores, dirigiendo él mismo su enseñanza. Mediante estas inversiones, Craso obtenía siervos cuyos precios aumentaban considerablemente en el mercado a causa del valor añadido que suponía su especialización en una tarea.
Un espacio educativo fundamental para la formación de esclavos fueron los paedagogia. Podríamos establecer dos tipos, aquellos localizados en las propias villae de las élites romanas, o paedagogia imperiales, donde se formaban aquellos esclavos que pasarían a servir a la familia del emperador. Éstos últimos se pueden definir como instituciones colegiadas donde sus profesores, (paedagogi puerorum) eran individuos del mismo origen servil que sus alumnos. Sin embargo, la existencia de estos centros se complementaba con una educación doméstica llevada a cabo por un paedagogus o tutor elegido por el dueño.
Centrándonos en los chicos de la élite romana, éstos tuvieron acceso a una educación mucho más rica y costosa para sus padres. Esto les permitió la entrada a una serie de escuelas económicamente prohibitivas para una inmensa mayoría de la sociedad. Véase el caso de Marco, hijo de Cicerón, enviado a completar sus estudios en la ciudad de Atenas, lo que ratifica, por otra parte, la importancia de la cultura griega en la educación romana.
El proceso educativo de un niño de clase alta comenzaba en su propio hogar mediante la enseñanza de nociones básicas en lectura o escritura, una etapa en la que se creaban los pilares fundamentales del conocimiento según Quintiliano. Si bien el padre podía jugar un papel importante en los primeros años , estos cedían su protagonismo a tutores privados, individuos de condición servil que por su labor como instructores obtuvieron cierto prestigio.
Pero, frente a una enseñanza hogareña también se desarrolló en Roma educación impartida en escuelas. Allí, los niños eran dirigidos en su aprendizaje un profesorado que se caracterizó por dos elementos: la baja condición social de muchos de sus componentes y por la severidad mostrada a los alumnos. Rastros de esa actitud severa lo encontramos en varias fuentes. La más destacada se encuentra en Pompeya donde aún se conserva una pintura mural romana en la que se puede apreciar a un maestro reprendiendo con una vara a uno de sus alumnos en un foro, mientras que el resto continua realizando una actividad de lectura.
La educación en Roma fue por tanto muy diferente según que clases sociales, sin embargo, también existió un importante heterogeneidad entre el hombre y la mujer. Las niñas de la élite social romana gozaron de algunos de los privilegios de sus hermanos varones, así está atestiguada la existencia de mujeres con una gran preparación como Laelia, mencionada por Cicerón por sus magníficos discursos públicos. Pero, a pesar de esta casuística, hubo muchas mujeres que se vieron relegadas en el hogar, con el fin de apoyar a sus hermanos en la obtención de honores y beneficios para la familia.
Pero, ¿la educación podía ser un medio para escalar socialmente en Roma?. Existen casos que confirman este hecho. El más paradigmático es el del poeta Horacio. Nacido en el seno de una familia de esclavos libertos, su padre gastó todo el dinero que obtuvo en su educación con el deseo de conseguir una vida mejor para él y un estatus social diferente al suyo. Esto llevó al joven Horacio a marchar a Roma donde llegó a estudiar a escuelas donde se formaron los hijos de la élite romana, permitiéndole acceder a círculos culturales y de poder que su padre nunca hubiera podido. El esfuerzo de su padre se vio recompensado en uno de los mejores poetas de lengua latina. Sin embargo, existen en las fuentes otros casos en los que la obsesiva persecución de ascenso social de los padres les hizo convertir a sus hijos en auténticos trotamundos, viajando de ciudad en ciudad para participar en concursos poéticos con el fin de demostrar unas cualidades que en muchas ocasiones solo los progenitores lograban valorar.
- BONNER, S.F. (1977): Education in Ancient Rome: From the Elder Cato to the Younger Pliny. Londres.
- BRADLEY, K. (1985): “The Child Labour in the Roman World”. Historical reflections/Relexions historiques. 12: 311-330.
- DIXON, S. (1992): The Roman Family, Baltimore.
- EYBEN, E. (1991): “Fathers and sons”. Rawson, B. (ed.). Marriage, Divorce and Children in Ancient Rome. Nueva York. Págs. 114-143.
- HARRIS, W.V. (1989): Ancient Literacy, Cambridge.
- MOHLER, S.L. (1940): “Slave education in the Roman Empire”. Transactions of the American philology association, 71: 262-280.
- RAWSON, B. (2003): Children and childhood in Roman Italy. Oxford; Nueva York.
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- RAWSON, B. (2003): Children and childhood in Roman Italy. Oxford; Nueva York.