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    Rosa Luxemburgo y el pensamiento marxista - texto de Estrella Trincado Aznar

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    Chus Ditas
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    Rosa Luxemburgo y el pensamiento marxista - texto de Estrella Trincado Aznar Empty Rosa Luxemburgo y el pensamiento marxista - texto de Estrella Trincado Aznar

    Mensaje por Chus Ditas Vie Mayo 16, 2014 10:17 pm

    ROSA LUXEMBURGO Y EL PENSAMIENTO MARXISTA

    texto de Estrella Trincado Aznar

    INTRODUCCIÓN

    Rosa Luxemburgo (1871-1919) no necesita presentación. De hecho, tal vez sea la única economista que resuena fuera del ámbito académico de la economía. Lo que no quiere decir que su sexo no fuera un freno a la extensión de sus ideas, incluso dentro del mundo socialista. Tendría que ser otra mujer, Joan Robinson, que publicó el libro más conocido de Rosa Luxemburgo, La Acumulación del Capital, en 1951 la que reconociera en una introducción de 15 páginas que Rosa había explorado casi por vez primera temas tan importantes en la economía como el incentivo a la inversión y que había creado una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo, dando especial importancia al crecimiento de la demanda efectiva, con lo que anticiparía los modelos de crecimiento del siglo XX  (ver Polkinghorn et al 1999).

    Rosa Luxemburgo ha sido estudiada por los historiadores del socialismo, especialmente en Alemania (creó el Partido Comunista Alemán) y por los antimilitaristas (se opuso a la Primera Guerra Mundial) y fue usada por los movimientos de los 60 y 70 como emblema. Tiene muchos defensores pero también acérrimos opositores. El pensamiento luxemburguiano no ha sido muy aceptado por los que han tentado el poder socialdemócrata, cuyo oportunismo señaló y que serían artífices de su muerte. Sus ideas fueron repudiadas muy especialmente por el comunismo y bolcheviquismo, un sistema planificador al que criticó y que ha perdurado 70 años dentro del peor terror de estado de la historia humana. El pleno del ejecutivo de la III Internacional de 1925 condenó, de hecho, el luxemburguismo como una herejía [i].

    EL GRAN INTERROGANTE Y LEITMOTIF DE ROSA LUXEMBURGO

    Las autoras más relevantes del periodo clásico -Jane Marcet, Harriet Martineau y Millicent Fawcett- eran británicas que escribieron cuando la economía y el mismo capitalismo se encontraban en estado de desarrollo. Basaban su ideología en el individualismo metodológico y, como Adam Smith, consideraban que la economía como ciencia estaba cercana a la filosofía moral, de la que derivaba. Por tanto, la forma en que se expresaban en una época de pasiones refinadas -el siglo XVIII y principios del XIX- era a través de la literatura “galante”.

    Sin embargo, las autoras relevantes posteriores -Beatrice Webb, Rosa Luxemburgo y Joan Robinson- tienen en común que eran colectivistas en varios grados. Describían un camino hacia la libertad bien distinto del de las liberales clásicas (ver Dimant et al 2000). Escribían en un periodo en el que se estaba desarrollando el industrialismo, un momento histórico que llevó a la extensión del trabajo de larga jornada laboral en industrias hacinadas. En realidad, el salario había crecido y, lo que parecían “obreros industriales explotados”, eran ex-campesinos huidos del aislamiento de la aldea, cuya vía de escape para mejorar su situación era ese trabajo industrial. Sin embargo, a ojos vista, todo señalaba que el capitalismo naciente incurría en unos excesos inaceptables. Por eso, mientras la economía ortodoxa se expresaba a través de esos escritos y escritoras moderadas, se desarrollaba una rama crítica del capitalismo en lo social, económico y político.[ii]

    La crítica socialista llegaría a su punto álgido con los escritos de Karl Marx. Marx no “repudiaba” al capitalismo: lo consideraba una fase necesaria y positiva por la que tendrían que pasar todos los países. Pero el capitalismo, decía Marx, es un sistema basado en la explotación de la mano de obra, dado el doble carácter del trabajo según sea expresado en valor de uso o de cambio. Marx definió un concepto que sería fundamental en su análisis, el de la plusvalía, como la diferencia entre lo que el trabajador produce y lo que el empresario le paga como salario, que en el capitalismo es sólo el salario de subsistencia que reproduce y mantiene la mano de obra para el siguiente proceso productivo. Como el trabajo es la única fuente de valor y plusvalía dentro del sistema capitalista y el capitalismo es incapaz de dar empleo a la mano de obra, este sistema se autodestruye. Es decir, Marx predijo que las crisis económicas cada vez más extensas del capitalismo llevarían a una revolución que presagiaría su fin y el nacimiento de un sistema económico, el socialismo, que él creía que sería más humanizado. O, más bien, “deseaba” que fuera más humanizado -y brindamos esas comillas a su entrecomillamiento del “utopismo”, al que criticó pero en el que incurrió.

    La pregunta que dejaba en el aire Marx era cuándo acabaría el capitalismo. Rosa Luxemburgo comenzó su andadura intelectual, precisamente, intentando resolver ese interrogante de por qué la revolución no parecía más cercana en el siglo XX de lo que lo pareció en el XIX. A la pregunta de si sería posible la llegada del socialismo a través de una reforma en vez de con la revolución que auguraba Marx, Rosa respondió, definitivamente, “no”. Afirmaba que una reforma del capitalismo sólo lo alteraría, pero no traería el socialismo democrático que ella deseaba.

    Con el tiempo, para conseguir ajustarse al marxismo ortodoxo, el pensamiento de Rosa Luxemburgo tuvo que evolucionar de modo que ella misma tuvo que criticar el modelo económico de Marx.

    SUS PRIMEROS PASOS Y LA CUESTIÓN NACIONAL

    “Personificación de la unidad entre la teoría y la práctica, vida y obra de Rosa Luxemburg requieren una descripción de sus actividades tanto como de su pensamiento: ellos son inseparables. (…) Una “socialista científica”, como Rosa Luxemburg, cuyo motto fue “dudar de todo”, no podría haber deseado nada mejor que una evaluación crítica de su trabajo”.[iii]

    Rosa Luxemburgo nació en 1871 dentro de una familia culta [iv]. Era hija de un mercader judío, relativamente próspero, en la pequeña ciudad polaca de Zamosc, cerca de la frontera con Rusia. Sin embargo, en aquella época, la parte de Polonia en la que nació Rosa pertenecía a la Rusia zarista.[v]

    A los dos años, su familia se trasladó a Varsovia, donde mejoraron sus posibilidades tanto económicas como de educación. Pero tras su llegada, Rosa cayó enferma. Los médicos le diagnosticaron una tuberculosis, que resultó ser una inflamación de la cadera que no fue tratada correctamente. Como resultado, la articulación no se encajó bien y Rosa anduvo con una pequeña cojera el resto de su vida. Echó la culpa a sus padres por no haber pedido una segunda opinión y creyó que su cojera había facilitado a la policía su identificación en esa continua huida en la que se convirtió su vida.

    En la casa de los Luxemburgo, la educación era muy importante y Rosa consiguió ser admitida en una escuela donde las lecciones se daban en ruso y los estudiantes ni siquiera podían hablar en polaco. Los Luxemburgo hablaban alemán en casa y parece que Rosa también conocía el judeoalemán (Yiddish). No nos consta que lo usara en su casa, pero parece ser que cuando estaba en la cárcel hablaba con algunos prisioneros compañeros suyos en judeoalemán, dado que los guardias no lo hablaban.

    Sus estudios la hicieron conocer los escritos de Adam Smith y otros filósofos morales, y sus inclinaciones la llevaron a los escritos radicales, donde leyó a Marx y Engels. En su periodo de estudio, ya se involucró activamente en la política y, aunque consiguió aprobar meritoriamente sus exámenes, se le negó el reconocimiento público de sus logros, se decía que “por su actitud rebelde hacia las autoridades”.

    Cuando las actividades de Rosa se hicieron conocidas por las autoridades locales, temió que la arrestaran y, como otros exiliados políticos, se fue a Zurich (Suiza). Allí se convirtió en una emigrada estudiante en un tiempo en el que las ideas socialistas estaban en su punto álgido. Los estudiantes discutían las ideas socialistas y las tácticas mejores para traer la revolución final, o como debían ser educados los trabajadores y qué papel tendrían los intelectuales. Se preguntaban cuán centralizado o democrático debía ser el gobierno. Para Rosa Luxemburgo esos eran temas fundamentales y, aunque estudió literatura, botánica, geología y matemáticas, nunca le interesaron tanto como la economía política, que ella creía que podría –y debía- cambiar el mundo.

    Allí encontró también a Leo Jogiches, un organizador político que tenía 23 años, mientras ella tenía 20. Él le enseñó la práctica revolucionaria. Sin embargo, mantuvieron diferencias de criterios en cuanto a la organización de la revolución: Jogiches era “todo organización” y, sin embargo, Rosa era “todo desorganización”. Hasta el final, sus vidas profesionales y personales quedaron entrelazadas. Pero su relación empezó a deteriorarse con el éxito profesional de Rosa, algún tiempo después. Jogiches no soportaba estar en la sombra y ella se sentía culpable. Rosa se debatió entre mantener su vida profesional y su vida personal y, finalmente, ganó la profesional, dado que Leo y Rosa se separaron cuando ella acabó el libro de La Acumulación de Capital.

    Rosa Luxemburgo se doctoró en Filosofía y Derecho por la Universidad de Zurich en 1897 con la tesis El Desarrollo industrial de Polonia, su primera contribución a la economía. Consiguió inmediatamente que se la publicaran y fue reseñada en Alemania, Polonia y Rusia. En la tesis, analizaba el crecimiento de la industria polaca en el siglo XIX, demostrando que la Polonia rusa se había hecho tan dependiente del mercado ruso que las demandas políticas de independencia eran poco realistas. Su oposición a la independencia de Polonia fue poco popular entre los socialistas nacionalistas polacos e hizo que muchos de los que podrían haber sido sus aliados naturales se enfrentaran a ella. En el punto de la cuestión de las nacionalidades, Rosa Luxemburgo divergía de Lenin: según Luxemburgo, la autodeterminación de los pueblos era una herencia de la revolución burguesa, no una reivindicación socialista. Lenin escribió un opúsculo, El Derecho de autodeterminación criticando a Rosa Luxemburgo por su defensa de la sumisión polaca a Rusia.

    Cuando acabó sus estudios, Rosa Luxemburgo se trasladó a Berlín, centro del movimiento socialista. Para conseguir la ciudadanía alemana y evitar la deportación, contrajo matrimonio con el hijo de un amigo, aunque, que sepamos, nunca vivió con este marido de conveniencia, y siguió su relación con Leo Jogiches.

    REFORMA O REVOLUCIÓN

    En este periodo, Rosa Luxemburgo realizó diversas actividades revolucionarias, pero también intelectuales. Entre otras cosas, escribió en 1900 Reforma o Revolución, un pequeño escrito condenatorio de las teorías revisionistas de los textos de Marx, teorías de autores contemporáneos suyos, como Eduard Bernstein.

    Bernstein planteaba dos ideas heréticas según Rosa Luxemburgo. [vi]

    Una era su crítica a la estructura dialéctica de las teorías de Marx, la metodología de opuestos que producen un movimiento de liberación sin llegar a tocarse, que Rosa Luxemburgo creía fundamental para la revolución marxiana del pensamiento.

    La otra era la idea de que el socialismo puede lograrse reformando el capitalismo. Los adherentes de las teorías revisionistas, aunque eran marxistas, creían que debían modificarse los argumentos planteados por Marx y que el capitalismo tenía más potencial de sobrevivir de lo que Marx supuso. Creían que el capitalismo podía modificarse para conseguir una redistribución de la renta y riqueza. Defendían la reforma por medio de la presión continua de las trade-unions y cooperativas de productores y consumidores. La reforma se podía conseguir modificando el sistema existente y evitando la revolución que los marxistas ortodoxos creían necesaria.

    Rosa Luxemburgo, sin embargo, critica estas ideas, manteniéndose en la ortodoxia marxista. Afirmaba que un posible camino evolutivo al socialismo era una renuncia real al socialismo, dado que el sistema de trabajo asalariado se mantendría [vii]. Por otra parte, decía Rosa Luxemburgo, afirmar que el capitalismo no colapsará es afirmar que el socialismo “no” es históricamente necesario, frustrando las esperanzas del marxismo y considerando factible una realidad permanentemente alienada, sin salvación. Por último, y lo que es más importante, dice Rosa Luxemburgo, Marx, y los economistas clásicos antes que él, [viii] habían demostrado que las leyes redistribuidoras no logran una mejora social: los bajos salarios dependen de factores económicos ineludibles, no de las leyes humanas y éstas pueden, incluso, llegar a crear un inmovilismo que perjudique al conjunto de los trabajadores, aunque en el corto plazo beneficie a trabajadores particulares [ix].

    EL ESPONTANEISMO

    Rosa Luxemburgo se convirtió en líder del ala izquierdista de los socialistas germanos, participando en cualquier tarea que creyese que adelantaría la revolución del proletariado contra la burguesía. Fue líder de los asuntos de los partidos polaco, ruso y alemán, organizadora de actividades de masa, defensora de las huelgas, y escritora en varios periódicos. Después de la Revolución Rusa de 1905, que se convertiría en un ensayo de la de 1917, Rosa Luxemburgo se trasladó a Polonia, donde fue detenida por haber tomado parte en la insurrección contra el gobierno zarista. Allí se le plantean los temas que serían más característicos del pensamiento luxemburguiano, como son la cuestión del espontaneismo de la clase obrera y el de la organización, puntos en los que se enfrentó sistemáticamente a Lenin. En la revolución se hizo fundamental la organización de todo, y el ejecutivo hizo signos de querer incrementar el poder de los líderes de las tradeunions en el partido, una fuerza conservadora, según Luxemburgo. Rosa Luxemburgo veía la espontaneidad como la forma revolucionaria de oponerse a esa burocracia sindical. Según ella, la acción revolucionaria debe pasar por un auténtico movimiento de masas y no por el estrecho marco del aparato del Partido socialdemócrata y de los sindicatos; las huelgas deberían tener como primer objetivo el derrocamiento del estado burgués, por lo que el problema de la organización no debería ser asunto de la jefatura sindical, sino que estaría en función de la interacción entre el movimiento global de la clase obrera y el grado de desarrollo de la conciencia de clase en un momento dado (“Huelga general”, 1906).

    “Un concepto rígido, mecánico y burocrático sólo reconocerá la lucha como producto de cierto nivel de organización. Por lo contrario, los desarrollos dialécticos en la vida real crean organizaciones como producto de la lucha” (cit. en Dunayevskaya 1985).

    Pero Rosa Luxemburgo se enfrentaba a la jefatura sindical no sólo porque era conservadora, sino porque únicamente se preocupaba por los obreros organizados, no por los no organizados, desde lo que se dio en llamar el lumpen proletariado (las capas urbanas más pobres excluidas del proceso productivo directo, hoy en día trabajadores marginales y peor retribuidos) hasta el artista, tan revolucionarios, según Rosa, como el proletariado. Es decir, los sindicatos no tendrían, según Rosa Luxemburgo, más finalidad que hacer surgir la conciencia revolucionaria de los trabajadores [x].

    Sin embargo, la división entre menchevismo y bolchevismo ante la “cuestión organizativa” y la verdadera filosofía de la revolución se produjo en el Congreso de 1907. Rosa Luxemburgo se separaría tanto de los mencheviques como de los bolcheviques (Lenin). Para ella el proletariado debía estar apoyado por los campesinos, aunque luego se aboliera la propiedad privada de la tierra. Pero la burguesía no podía desempeñar el papel de dirigente del movimiento proletario. La relación de los tres estamentos (proletariado, campesinado y burguesía) quedaba definida, no de acuerdo con deseos e intenciones  aisladas de aquellas clases, sino de acuerdo con su situación objetiva. Como Marx, Luxemburgo creía importante que la revolución se viera inscrita dentro de una lucha de clases histórica, en la que el individuo se perdiese y la propia necesidad histórica de la revolución crease en el proletariado una “confianza de clase”. Las personas no eran personas que sufrían: eran “revolucionarios” o “proletarios”.

    Más tarde, en 1913, Rosa rompería con Kautsky escribiendo La huelga de masas, el partido y los sindicatos, en el que empezaba a cuestionar, no sólo la jefatura de los sindicatos, sino la relación de la jefatura marxista con la espontaneidad. La Revolución de 1905 había revelado una relación nueva con la jefatura marxista. El proletariado de un país atrasado, Rusia, había demostrado estar “más adelantado” que los trabajadores de los países técnicamente avanzados, que debieran haber tenido una “experiencia acumulada a lo largo de lentos años”. En una palabra, espontaneidad no sólo significaba acción instintiva contra dirección consciente, sino una fuerza motora de la revolución y una jefatura de vanguardia.

    “El elemento de espontaneidad, como hemos visto, desempeña una gran parte en todas las huelgas de las masas rusas, sin excepción, ya sea como fuerza motora, ya como influencia moderadora… En suma, en las huelgas de masas de Rusia, el elemento de espontaneidad desempeña un papel tan predominante no por la razón de que el proletariado ruso sea “inculto” sino porque las revoluciones no permiten a nadie hacer el papel de maestro de escuela de ellas” (Cit. en Dunayevskaya (1985: 50).

    Los líderes, dice Rosa, sólo deberían ser las “partes que hablan”. Rosa Luxemburgo estaba elaborando una estrategia de la revolución, pero hizo especial hincapié en el hecho de que el desarrollo intelectual del proletariado era ilimitado: “Lo más precioso, por duradero, de esta rápida pleamar y bajamar de las olas es su sedimento mental, el desarrollo intelectual y cultural del proletariado” (cit. en Dunayevskaya 1985: 52).

    EL IMPERIALISMO

    En 1907, el Partido Social Demócrata Alemán (SPD) fundó una escuela en Berlín y escogieron a Rosa como profesora de economía política, donde iban alumnos que eran desde trabajadores hasta personas del partido que sabían poco del marxismo teórico. A Rosa Luxemburgo le gustó tanto la materia que impartía que empezó a escribir un libro para apoyar sus lecciones, Introducción a la Economía Política, que luego sería publicado póstumamente en 1925 [xi]. Fue durante la elaboración de este texto elemental marxista que Rosa encontró dificultades en los trabajos de Marx que no pudo resolver. Para ella, Marx no probaba satisfactoriamente que el capitalismo puro podría continuar creciendo en un mundo totalmente capitalista. En particular el problema que se encontraba era el incentivo a la inversión. ¿De dónde vendría la demanda para sostener la nueva inversión? El problema era la sobreproducción o infraconsumo: ¿cómo seguirían invirtiendo los capitalistas en la producción cuando no existen mercados rentables para estos bienes? La respuesta a estas preguntas se daría en el libro más conocido de Rosa Luxemburgo, La Acumulación de Capital: contribución a una explicación económica del imperialismo (1913), que ella creía que podría ser una continuación del libro 2 de “El Capital” que el propio Marx no pudo acabar, y que, por haberlo acabado Engels, debía sufrir de “engelianismos”. En él, Rosa Luxemburgo negaría el papel activo y la capacidad de conocimiento racional y de decisión de la socialdemocracia. Tras la Primera Guerra Mundial, en la cárcel, y ya con la certeza de haber tenido alguna razón en el tema del reparto y subordinación de unos países a otros, dentro del imperialismo, Rosa Luxemburgo escribiría el Segundo volumen, en este caso intitulado La Acumulación del capital, o lo que los epígonos han hecho de ella. Una anti-crítica, que respondería a las críticas a su primer volumen.

    El grueso del libro de La Acumulación de Capital consiste en debates con otros economistas sobre el tema colonial: desde Quesnay a Marx, pasando por Smith, Ricardo, Malthus, Say, MacCulloch, Sismondi, Rodbertus o von Kirchsmann… Como Marx, Rosa critica a los clásicos afirmando que no hay una relación directa entre producción y consumo, la famosa ley de Say.

    En la visión de Marx, el capitalismo, como los sistemas económicos previos, contiene la semilla de su propia destrucción. El capitalismo debe caer porque sufre una falta de demanda, por la caída de los beneficios y por una competencia frenética. La competencia y la caída de los beneficios causarán repetidas crisis, donde las pequeñas empresas serán expulsadas del mercado y los trabajadores del trabajo. El resultado será una reducción de la tasa de beneficios, desempleo tecnológico -por desplazamiento de la mano de obra por máquinas-, polarización de clases, conflicto y crisis industriales cada vez más severas. Al final, una crisis final llevará a la revolución y, tras ella, llegará el socialismo, más benévolo. ¿Es esto falso? No, dijo Rosa; sólo es incompleto. Su Acumulación de Capital estaba diseñada para ampliar el análisis de Marx, no para negarlo, especialmente en lo que respecta al supuesto de Marx de que estamos ante una economía cerrada o con una capitalismo extendido por todo el mundo.

    Además, el problema con el trabajo de Marx se centraba en la inversión –la acumulación de capital. Marx intentó demostrar cuantitativamente que la expansión económica continua podía ocurrir en una economía capitalista, aunque habría crisis. Pero, según Rosa, en el modelo aritmético de Marx se tenían que realizar supuestos muy especiales ya que si se usasen supuestos más probables, se llegaría a conclusiones diferentes. Además, se dejaba sin constatar la cuestión de la demanda efectiva de los bienes que resultaría de una capacidad productiva incrementada.

    En el modelo marxiano, se produce una cantidad masiva de bienes que no tendrán compradores porque los trabajadores ganarán bajos salarios y vivirán en condiciones paupérrimas, siendo desplazados por las máquinas. Los capitalistas no consumen, sino que reinvierten el excedente para incrementar sus beneficios y mantener la acumulación de capital. Los valores producidos en la sociedad capitalista no son los utilizados por los trabajadores ni aún por los capitalistas, sino por “El Capital”. No son “personas” quienes realizan la mayor parte de la plusvalía, sino que se realiza por medio de la constante ampliación del capital, la ampliación del periodo promedio de producción o reducción de los precios relativos de los bienes en cuya producción interviene ampliamente el capital fijo o capital fijo de mayor duración del medio con el cual se estima el precio, como diría Ricardo. Pero en una sociedad con acumulación continua de capital, la inversión sólo se garantizará si hay un mercado en continua expansión para los bienes producidos: los capitalistas no continuarán produciendo e invirtiendo si no pueden vender su output con beneficio. Su conclusión sería que para lograr una acumulación de capital continua debe haber “un estrato de compradores fuera de la sociedad capitalista”, algo que se logra a través del imperialismo y explotación de países no capitalistas, o mejor dicho, precapitalistas (colonias o partes independientes), dado que en el largo plazo llegarían a ser capitalistas. [xii]

    Su respuesta fue que el capitalismo puede sobrevivir gracias a que invade las economías primitivas, a través del imperialismo. Con el comercio o conquista, los países capitalistas exportan sus crisis económicas y los países no capitalistas proveen mercados para el excedente de bienes producidos en los países desarrollados, mientras la propia producción de los subdesarrollados es desplazada. “Sólo la continua y progresiva desintegración de las organizaciones no capitalistas hace posible la acumulación de capital”. Incluso en economías poco desarrolladas, aunque no primitivas, donde la tasa de beneficios es mayor que en casa, habría un desplazamiento de su producción por la competencia. Además, las colonias aportan al país imperialista bienes que no podría obtener de otro modo, como los bienes intermedios.

    Esto incrementa los beneficios y provee empleo en casa, dado que la explotación se exporta al resto del mundo. Las crisis económicas se reducirán en la madre patria y el capitalismo parecerá beneficioso para los empleadores y trabajadores de los países desarrollados – pero no para los países subdesarrollados. Luxemburgo concluiría, contra Marx, que podemos esperar sentados a que el capitalismo se desplome por un decrecimiento de la tasa de ganancia. Además, la búsqueda de mercados rentables llevaría a conflictos entre los países capitalistas. La guerra es especialmente rentable si se produce entre las potencias coloniales: incrementa los beneficios y absorbe mucha producción, lo que elimina el excedente de bienes de los países capitalistas, pero no destruye su capital acumulado. El capitalismo usa cada vez más el militarismo para encontrar los medios de producción y fuerza de trabajo de los países no-capitalistas.

    Sin embargo, el aplazamiento de las crisis económicas no duraría siempre. A no ser que los mercados y guerras rentables se expandan indefinidamente, volverá la sobreproducción global. El capitalismo necesita de otros sistemas económicos y, aunque la tendencia es a que se haga universal, lleva en sí el germen de la destrucción por sus contradicciones internas, como después de todo decía Marx.

    Una conclusión que podíamos sacar es que Rosa Luxemburgo, simplemente, había introducido una etapa más, la imperialista, en la necesaria llegada del socialismo marxiana. [xiii] Pero para ella la acumulación ya no es sólo una relación interna entre el capital y el trabajo, sino entre el ambiente capitalista y no capitalista. De ser una sustancia derivada del trabajo, para Rosa la acumulación de capital se ha convertido en una cuyo principal sostenimiento es una fuerza exterior: el ambiente no capitalista. Por otra parte, contra Marx, es el mercado el que determina la producción, lo que hace perder el sentido de clase o de lucha de clases de la ampliación de producción marxiana. De modo que el modelo de Rosa se basa en una idea más afín a la economía “burguesa”: en la demanda efectiva, necesaria para que se dé la producción.

    Este parecido con la economía oficial, que podría verse como una alabanza, es criticado y aborrecido por los marxistas [xiv]. Ellos se defienden de esta “afrenta” diciendo que lo que Marx quería decir con su “producción por producción” era que, aunque el capital constante no se consuma personalmente, se consume productivamente, es decir, produciendo medios de producción o máquinas. Lo que Marx describe es lo que él llamaba la gran contradicción del capitalismo, en que se produce la degradación del trabajador hasta no ser más que un apéndice de una máquina, a pesar de que el trabajo es el único que produce plusvalía. Como la fuerza de trabajo es la mercancía suprema, la única fuente de plusvalía, la incapacidad del capitalismo para reproducirla condena al propio capitalismo. Para Rosa Luxemburgo, sin embargo, son las sociedades capitalistas las que constituyen la “reserva de la fuerza de trabajo”. Esto puede echar por tierra la necesidad histórica de la revolución proletaria: especialmente porque la negativa de su teoría -las masas coloniales- no aparecen en ella como revolucionarias, y la metodología dialéctica, desaparece. Rosa Luxemburgo no renuncia al desplome del capitalismo por sus contradicciones internas o externas, pero no logra demostrar la necesidad de ese derrumbe porque el “enterrador” del capitalismo, que para Marx era el proletariado, única sustancia valorizadora del sistema, en el caso de Rosa no está localizado dentro del capitalismo, sino fuera, en los estratos no capitalistas. Por otra parte, para Luxemburgo, Marx no explica como se mantiene esa “producción por producción” sin alguien que la consuma: sin embargo, eso nos podría llevar a inaugurar una teoría del valor -utilidad, que sustituiría la teoría valor– trabajo marxiana. Pero, como sabemos, Rosa Luxemburgo despreció la teoría -utilidad del valor:

    “Es decir, para Bernstein, el trabajo social de Marx y la utilidad abstracta de Menger son bastante parecidos; abstracciones puras. (…) El trabajo humano abstracto que descubrió Marx no es, en su forma más desarrollada, sino el dinero. (…) Abrazados al hijo de su ingenio, Bernstein, Boehm y Jevons, y toda la cofradía subjetiva pueden permanecer veinte años en contemplación del misterio del dinero, sin llegar a ninguna conclusión distinta de la de un zapatero, fundamentalmente que el dinero es “útil”. (…) Cualquiera que tenga un conocimiento mínimo de la economía marxista sabe que sin la ley del valor la doctrina marxista es incomprensible. (…) La clave que le permitió a Marx desentrañar los fenómenos capitalistas fue su concepción de la economía capitalista como fenómeno histórico, no sólo en la medida en que lo reconocen en el mejor de los casos los economistas clásicos, es decir, en lo que respecta al pasado feudal del capitalismo, sino también en lo que concierne al futuro socialista del mundo” (Luxemburgo 1937: 33-4).

    LA REVOLUCIÓN “DESDE ABAJO”

    Sin embargo, fue su actividad política, no sus escritos económicos, lo que llevó a la cárcel a Rosa Luxemburgo.

    Ella creyó que se podría haber evitado la Primera Guerra Mundial si los trabajadores se hubieran negado en masa a luchar por el imperialismo con una huelga general. Cuando el gobierno alemán pidió créditos para la guerra en 1914, Rosa pensó que los socialistas alemanes del Parlamento votarían en contra. Pero los hechos probaron que estaba equivocada, dado que todos menos uno votaron a favor. A pesar de su decepción, continuó defendiendo la revuelta, el socialismo internacional y el fin de la guerra. Se hizo conocida por sus detractores como “The Red Prima Donna” o “la Rosa judía” y estuvo en peligro de ser arrestada.

    El arresto llegó a principios de 1914 cuando se le acusó de arengar a los soldados al amotinamiento, pidiéndoles que no lucharan contra sus “hermanos proletarios”. En prisión, siguió escribiendo y consiguió que se sacaran sus escritos al exterior. Allí, hizo un panfleto defendiendo de nuevo el internacionalismo y atacando la autodeterminación burguesa de los pueblos con el seudónimo Junius. Concluye Junius, “mientras existan Estados capitalistas, es decir, mientras la política mundial imperialista determine y regule la vida interna y externa de una nación, no podrá haber “autodeterminación nacional” ni en la guerra ni en la paz”.

    A pesar de que no estuvo de acuerdo con la forma en que se produjo la revolución de 1905, Rosa celebró la de 1917. Cuando ésta surgió, sin embargo, se quejó de las tendencias oligárquicas de la dirección del partido, que entorpecían la resolución del problema de la técnica revolucionaria, que ella creía que debía resolverse “desde abajo”. Otra vez volvía a su teoría del espontaneismo, que buscaba a tientas la ruptura con un tipo de alienación que ella estaba describiendo por primera vez, la de la opresión de las organizaciones burocráticas (Trincado 2004). [xv]

    Hemos de decir que, a pesar de su teoría espontaneista, Rosa no estaba negando la necesidad de centralismo, ni subestimando las dificultades de organización a las que se enfrentan los revolucionarios frente a los regímenes absolutistas. Lo que objetó fue que se hiciera una virtud de la necesidad y convertirla luego en un verdadero principio. A este concepto de organización lo llamó “ultracentralista”. Era necesario, decía ella, replantearse el concepto de revolución permanente, uniéndola a la acción independiente y directa de las masas, sin renunciar a una organización que permita el éxito de la revolución. La clase obrera, decía Rosa Luxemburgo, debe ser libre “de cometer sus propios errores y de aprender por sí misma la dialéctica histórica. Por último, debemos reconocer francamente que los errores cometidos por un movimiento laboral verdaderamente revolucionario son, en el aspecto histórico, infinitamente más fructíferos y más valiosos que la infalibilidad del mejor de todos los posibles “comités centrales””. La libertad sólo para los partidarios del gobierno, decía, no es libertad.

    La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de otra manera. UNA BRUTAL MUERTE

    En un motín en 1918, cuando comienza la Revolución Alemana y el desplome del régimen imperial, las masas revolucionarias llegaron a las puertas de la prisión de Breslau (Polonia) y liberaron a Rosa Luxemburgo. En el mismo 1918, Rosa funda el Partido comunista alemán (KPD) que, un año más tarde, organizaba la insurrección armada de Berlín.

    Con la caída del Kaiser, Rosa volvió a sus actividades revolucionarias. La república de Alemania, de 1919 a 1933, nació rodeada por una atmósfera revolucionaria: los soldados y obreros constituyeron consejos al estilo de los soviets rusos. Luxemburgo, Jogiches y Karl Liebknecht, disconformes con la posición de la socialdemocracia alemana a raíz del voto a los créditos de guerra, fundaron la liga espartaquista, que se propuso como objetivo principal la lucha contra la guerra imperialista y que se negó a colaborar con el gobierno socialdemócrata por considerarlo revisionista (ver Gómez Llorente 1975) [xvi]. Rosa encabezó el levantamiento espartaquista de 1919 y pidió todo el poder para los consejos, al ser elegida jefa del recién nacido Partido Comunista de Alemania. Muchos revolucionarios estaban siendo arrestados por personas y policía que apoyaban el viejo régimen, y Rosa lo sabía. Pero los ministros socialdemócratas detuvieron la revolución lanzando el ejército contra los insurrectos cuyos dirigentes fueron asesinados.

    El 14 de enero 1919, Luxemburgo escribió El orden reina en Berlín, apelando de nuevo a la revolución en ese orden post-bélico. Cuando estaba escondida en el apartamento de un amigo, el 15 de enero de 1919, fue arrestada junto con Karl Liebknecht por un grupo local paramilitar. Fueron interrogados en el Hotel Edén que hacía de centro de operaciones, y la orden era llevarlos a la prisión civil más cercana. Mientras los llevaban al coche, sin embargo, eliminaron primero a Liebknecht y uno de los soldados, golpeó a Rosa dos veces en la cabeza con la culata de su rifle. Parece ser que estaba a las órdenes de Noske, ministro de defensa al que el Gobierno dirigido por el partido socialdemócrata bajo dominio del canciller Ebert había encargado la represión. Rosa Luxemburgo fue arrastrada al coche, la golpearon de nuevo y la mataron con un disparo en cabeza. Tiraron su cadáver al canal, donde fue descubierto meses después tan mutilado que fue imposible reconocerla. La versión oficial, sin embargo, fue que Liebknecht había sido disparado en un “intento de fuga” y Rosa linchada por la muchedumbre enloquecida.

    Leo Jogiches, sorprendido e indignado por el asesinato de su antigua compañera, investigó el crimen, logró publicar declaraciones de testigos oculares y una fotografía de los soldados que cometieron el asesinato, que se decía que estaban celebrándolo en el hotel donde fueron interrogados. Esta revelación probablemente fue lo que resultó en su arresto. Sin embargo, a pesar de que se suponía que el asesinato fue preparado por el gobierno, y hubo grandes protestas, sólo arrestaron a un soldado y un oficial por dos años cada uno. Tres semanas después, Jogiches sería también asesinado, el 10 de marzo.

    INFLUENCIAS EN LA ECONOMÍA.

    Una obra nunca es bella a menos que, de alguna manera, se escape de su autor. - D. H. LAWRENCE.

    La cita de Lawrence es aplicable a Rosa Luxemburgo, no sólo porque alertara a los socialistas del peligro de una revolución recién realizada, sino por sus legados a la economía tanto heterodoxa como ortodoxa.

    Rosa legó dos ideas fundamentales a sus seguidores marxistas:

    1. Mostró el error de Marx en su modelo de acumulación de capital. Las conclusiones de Marx dependían de hacer unos supuestos especiales en sus ejemplos aritméticos, y no había razón para pensar que seguirían en las actuales circunstancias.

    2. Descubrió la relación entre la expansión colonial y el capitalismo y que el imperialismo puede sostener el capitalismo a costa de la desintegración de las naciones precapitalistas.

    Pero a los autores ortodoxos también les legó algunas cosas. Como dijimos, en 1951, el libro La Acumulación del Capital fue publicado en Yale University Press, con una introducción de Joan Robinson. Tras analizar los modelos marxistas sucesivos que Rosa Luxemburgo había desarrollado, Robinson tradujo el problema de la acumulación de capital en términos modernos. El problema que Luxemburgo exploró, dijo Robinson, fue el incentivo a invertir: sólo se producirá inversión en  un stock de capital continuamente acumulativo si a los capitalistas se les asegura un mercado siempre creciente de bienes que produzca el capital. Incluso Robinson reconoció que Rosa había creado una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo y, haciéndolo, estaba en el umbral de una teoría más completa de la inversión. Sin embargo, en este libro que había esperado 38 años para ser traducido al inglés, se eliminó el subtítulo y la nota introductoria de Rosa Luxemburgo, que lo vinculaba al tema del imperialismo, a pesar de que Rosa había elaborado el libro para resolver este tema tan crítico.

    Con lo cual, a los autores no marxistas, Rosa Luxemburgo les legó:

    1. Proveyó una explicación excelente del boom secular del último siglo atribuido a la expansión del capitalismo en todo el mundo.

    2. Señaló el tema del crecimiento efectivo de la demanda y anticipó los modelos de crecimiento del siglo XX.

    3. También señaló el tema de la adecuación de la demanda efectiva, algo que, sin duda, ya había sido analizado en el pensamiento económico, desde el mismo Malthus. Sin embargo, Rosa dio especial importancia a un tema que luego sería céntrico en la economía ortodoxa, como es el del defecto de incentivo a la inversión. El estancamiento o ausencia de la demanda secular ha recibido mucha atención por los economistas del siglo XX y Rosa señaló que ese estancamiento lleva al colapso económico. Sin embargo, no llegó a señalar la necesidad de que se igualen la inversión y el ahorro, algo que haría Keynes en la Teoría General.

    CONCLUSIÓN

    No cabe duda de que Rosa Luxemburgo tuvo un chispazo de genio ante el surgimiento de la primera revolución rusa, al indignarse con la forma en que se estaba produciendo. A pesar de sus ideas socializantes, presenció el estado embrionario de una revolución que deseaba, y, desde el principio, la criticó. Estas críticas, por otra parte, las realizó cuando Rusia todavía no se había convertido en la dictadura totalizante que luego fue. Su propuesta de espontaneismo como forma de liberación de las masas se dirigió en algunas ocasiones a la implantación de otra forma de subordinación política, la de “los iluminados proletarios” que deberían de crear una conciencia u organización, un plan o regulación, en el mundo “anárquico” capitalista (Luxemburgo 1974; 48), en otras a la defensa del consejismo obrero como “forma por fin descubierta” en que sería posible la liberación de los trabajadores. Un consejismo que no fue más que un modo transitorio de superar el proceso caótico revolucionario, en el caso de la URSS, y que también ha sido una experiencia fallida históricamente, en el caso yugoslavo. En cualquier caso, de todos los marxianos, Rosa Luxemburgo fue la más crítica con la forma de actuar de los marxistas y con las teorías de Marx, demostrando una libertad de pensamiento superior a la de sus contemporáneos. Además, su misma teoría del espontaneismo descubrió una nueva forma de alienación, la de la opresión de las organizaciones burocráticas.

    En la teoría económica, Rosa Luxemburgo, mostró el error de Marx en su modelo de acumulación de capital, iniciando el estudio de la relación entre la expansión colonial y el capitalismo. Algunos economistas ortodoxos han creído ver en su teoría un preludio de la teoría de Keynes y dicen que Rosa Luxemburgo señaló por vez primer el problema de la falta de incentivo a invertir. Sin embargo, posiblemente, Rosa hubiera preferido ser leída, simplemente, como una divulgadora del pensamiento de Karl Marx, y, como buena divulgadora, como una lectora crítica de su obra que mostró la justificación y el camino de una revolución contra el poder.


    Última edición por Chus Ditas el Vie Mayo 16, 2014 10:19 pm, editado 1 vez
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    Rosa Luxemburgo y el pensamiento marxista - texto de Estrella Trincado Aznar Empty Re: Rosa Luxemburgo y el pensamiento marxista - texto de Estrella Trincado Aznar

    Mensaje por Chus Ditas Vie Mayo 16, 2014 10:18 pm

    Bibliografía y Notas del texto anterior:

    BIBLIOGRAFÍA

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    Dimand, R. W.; Dimand, M. A.; y Forget E. L. F.; (2000), A Biographical Dictionary of Women Economists, , Edward Elgar, Cheltenham, UK, Northampton, MA, USA.

    Dunayevskaya, R., (1985), Rosa Luxemburgo, la liberación femenina y la filosofía marxista de la Revolución, Fondo de Cultura Económica, México.

    Frölich, P., (1972), Rosa Luxemburg: Her Life and Work, Monthly Review Press, Nueva York.

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    Rodríguez Braun, C., (1989), La cuestión colonial y la economía clásica, Alianza, Madrid.

    Trincado, Estrella, (2004), “The Coherence in Luxemburg’s theories and Life”, Research in Political Economy, volumen 21, Elshevier, New York, pp. 241-277.

    Valderrama, Mª del C. E., (1978), Autogestión y Socialismo 1, “Ni socialdemocracia, ni bolchevismo”, Rosa Luxemburgo, Castellote editor, Madrid.

    NOTAS

    [i] “Por su puesto, la clase dominante – sea yanqui, alemana, japonesa, mejicana o lo que fuere – no tiene el menor interés en decir la verdad sobre Rosa Luxemburgo. (…) Pero los detractores de Luxemburgo provienen también de muchas tendencias de la izquierda tradicional” (Luxemburgo 1976, Tomo 1, introd. de Mary – Alice Waters).

    [ii] Esa crítica, sin embargo, también provino del conservadurismo que parecía sufrir nostalgia de aldea. Por ejemplo, entre los conservadores, Carlyle temía el cambio al nuevo sistema mientras hablaba de la economía como la “ciencia lúgubre”, comparándola con el arte, “ciencia alegre”. Eso sí, a esa crítica le añadía la defensa de la esclavitud y del genocidio en Jamaica (Carlyle 1853; 1956 y 1971). Dickens, en “Tiempos difíciles”, se sumaba a la crítica de Carlyle afirmando que la economía es una “ciencia lúgubre”, frente a la literatura, “ciencia alegre”. Al mismo tiempo, este literato también defendía la esclavitud y el genocidio, eso sí, muy alegremente. Ver Levy (1999), y (2000).

    [iii] Introducción de Clif (1971).

    [iv] Rosa nació pocos días antes de que los obreros franceses proclamaran la Comuna de París y murió poco más de un año después de la conquista del poder por los bolcheviques rusos en la Revolución de Octubre.

    [v] En 1772, el país cayó bajo la dominación rusa, lo que trajo consigo el primer reparto de Polonia entre Austria, Prusia y Rusia. Napoleón independizó en 1807 una pequeña porción de Polonia y creó el ducado de Varsovia, pero éste volvió a formar parte de Rusia en los Tratados de 1815. Hubo varias insurrecciones polacas aplastadas sangrientamente, como la de 1830 y la de 1863. Sólo hasta el Tratado de Versalles, tras la Primera Guerra Mundial, se dio la independencia a Polonia.

    [vi] “Si es cierto que las teorías son sólo imágenes de los fenómenos del mundo externo en la conciencia humana, debe añadirse, en lo que respecta al sistema de Eduard Bernstein, que las teorías a veces son imágenes invertidas” (Luxemburgo, 1937: 7).

    [vii] “No es cierto que el socialismo surgirá automáticamente de la lucha diaria de la clase obrera. El socialismo será consecuencia de (1) las crecientes contradicciones de la economía capitalista y de (2) la comprensión por parte de la clase obrera de la inevitabilidad de la supresión de dichas contradicciones a través de la transformación social./ Cuando, a la manera del revisionismo, se niega la primera premisa y se repudia la segunda, el movimiento obrero se ve reducido a un menor movimiento cooperativo y reformista./ Aquí nos desplazamos en línea recta al abandono total de la perspectiva clasista.” (Luxemburgo 1976, Tomo 1: 80).

    [viii] A pesar de que Mill renunció al final a la idea de fondo de salarios que depende del capital existente, lo que para Marx era un signo de debilitamiento de la economía política.

    [ix] Luxemburgo da especial importancia a la técnica “Es obvio que en la técnica de producción, el interés del capitalista está de acuerdo, hasta cierto punto, con el progreso y desarrollo de la economía capitalista. Es su propio interés el que le lleva a realizar mejoras tecnológicas. Pero el trabajador aislado se encuentra en una posición absolutamente diferente. Cada transformación técnica contradice sus intereses. Agrava su situación desamparada al depreciar el valor de su fuerza laboral haciendo su trabajo más intenso, más monótono y más difícil” (Luxemburgo 1937: 17).

    [x] Pero, junto con su ofensiva contra el sindicalismo, Rosa Luxemburgo, curiosamente, también atacaba al cooperativismo. “El socialismo de Bernstein se realizará con ayuda de dos instrumentos: los sindicatos – o, al decir de Bernstein, la democracia industrial – y las cooperativas. Los primeros liquidarán la ganancia industrial, las segundas liquidarán la ganancia comercial. Pero en la economía capitalista (…) los obreros que forman una cooperativa de producción se ven así en la necesidad de gobernarse con el máximo absolutismo. Se ven obligados a asumir ellos mismos el rol de empresario capitalista, contradicción responsable del fracaso de las cooperativas de producción, que se convierten en empresas puramente capitalistas o, si siguen predominando los intereses obreros, terminan por disolverse.(…) Dentro del marco de esta sociedad, las cooperativas de producción se reducen a meros apéndices de las de consumo. Parecería, por tanto, que éstas deberían ser el comienzo del supuesto cambio social. Pero de esta manera la supuesta reforma de la sociedad mediante cooperativas deja de ser una ofensiva contra la producción capitalista. Esto es, deja de ser un ataque directo a las bases fundamentales de la economía capitalista. Se convierte, en cambio en una lucha contra el capital comercial, sobretodo el capital comercial pequeño y mediano. Se vuelve un ataque contra las ramas más pequeñas del árbol capitalista.” (Luxemburgo 1937: 35-41).

    [xi] Un texto en el que Luxemburgo presenta como ejemplo de organización mejor que la anarquía del capitalismo una organización cuasi – medieval que hace echar en falta ese nuevo crecimiento propio de la era comercial y basado en la independencia humana que ya había expuesto Smith un siglo y medio antes y que Rosa conocía perfectamente.

    [xii] Rosa Luxemburgo caracterizaba el imperialismo por una competencia de los países capitalistas por conquistar a los no capitalistas y las oportunidades de inversión, por las barreras arancelarias, por los monopolios en el ámbito mundial especialmente en las finanzas y préstamos, por el militarismo. Consideraba que el ataque de Japón a China en 1895, que condujo a la intrusión de las potencias europeas en Asia y África, era fundamental para el comienzo de una época nueva para el desarrollo capitalista.

    [xiii] Aunque, hemos de recordar, otros autores también incidieron en el tema del imperialismo. Destacaremos los trabajos de Hilferding, que afirmaba que el capital financiero expansionista era la última etapa del capitalismo; y de Lenin, que también en esto estuvo contra Luxemburgo, dado que creyó que la ley de Say funcionaba – la producción crea su propio mercado -, pero las plétoras no estaban fuera de la producción, en la demanda, sino en la anarquía de la producción – el subconsumo no es más que un elemento subalterno (Rodríguez Braun 1989: 193-205).

    [xiv] “La acumulación del capital de Rosa Luxemburgo es una crítica de la teoría marxista de la reproducción ampliada, que aparece en el volumen II de El capital. La cuestión de la acumulación de capital ha sido el tema central de la economía política. (…) Rosa Luxemburgo ocupa una posición notoria pero no envidiable en este debate: la de una revolucionaria aclamada por los economistas burgueses por haber aportado “la formulación más clara” del problema de la “demanda efectiva” hasta la llegada de la “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”, de Keynes” (Kalecki, 1939: 46).

    [xv] “No hay otro medio de aprenderlo. Ya que felizmente hemos sobrepasado la época en que se trata de hacer la educación doctrinal, teórica, del proletariado. Esta época parece aún existir en la actualidad para los marxistas de la escuela kautskista. Hacer la educación socialista de las masas proletarias significa para ellos dar conferencias y difundir panfletos y libros. La revolución, la escuela práctica de los proletarios no tiene necesidad de ellos. Educa en la acción. (…) Pienso que la historia no nos facilita la tarea tanto como lo hizo para las revoluciones burguesas; no es suficiente con derrocar el poder oficial, central y sustituirlo por algunas docenas o algunos miles de hombre nuevos. Es necesario que trabajemos de abajo arriba, y ello corresponde justamente al carácter de masas de nuestra revolución, cuyos objetivos tienen en vista el fondo de la constitución social; esto corresponde al carácter de la revolución proletaria actual, a saber que debemos hacer la conquista del poder político no desde arriba, sino desde abajo” (Valderrama 1978: 116-117).

    [xvi] Sin embargo, entre algunos de la socialdemocracia también había un profundo sentimiento antimilitarista y anticolonialista, con lo que hubo aplausos por la actitud de Rosa Luxemburgo. Dijo Ledebour (que no era amigo de Rosa Luxemburgo), acudiendo en defensa suyo: “La camarada Luxemburgo ha entrado frecuentemente en conflicto conmigo… aún entraremos en conflicto más a menudo… (Pero) las manifestaciones de masas contra la guerra y los belicistas, como las que han ocurrido, no son realización de Müller y del ejecutivo… sino de la camarada Luxemburgo, gracias a sus críticas” (Cit. en Dunayevskaya 1985: 69).


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