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    Lenin, la capacidad para definir el momento político - artículo del periodista Rodrigo Vázquez de Prada y Grande - publicado en enero de 2014 en Crónica popular

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    Chus Ditas
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    Mensaje por Chus Ditas Vie Mayo 16, 2014 11:39 pm

    Lenin, la capacidad para definir el momento político

    texto del periodista Rodrigo Vázquez de Prada y Grande

    enero de 2014 - publicado en Crónica popular

    El 21 de enero de 1924, fallecía en la ciudad de Gorki, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. Noventa años después de su muerte, reflexionar en torno a las aportaciones de Lenin al marxismo y a la comprensión de la globalización y de la aplicación despiadada de la versión neoliberal del capitalismo, resulta necesario para la teoría y la práctica revolucionaria. Aquí, en España, y en cualquier otro país. No se trata de llevar a cabo esta tarea política desde una posición hagiográfica. Lo que importa es rastrear en qué medida el leninismo continúa siendo una herramienta realmente útil para encarar la filosofía de la praxis, por emplear la expresión acuñada por Gramsci. Máxime, cuando hace ya 36 años que el leninismo fue suprimido de las señas de identidad del PCE, casi por decreto, sin haberse abordado en su IX Congreso un análisis científico y con rigor del alcance y significación real del término.

    04_01Para alguien que, como quien escribe estas líneas, se expresó abiertamente en su momento, cuando había que hacerlo, en contra del descabalgamiento del leninismo de la formulación identitaria del PCE, constituye un motivo de satisfacción haber escuchado una primera y muy interesante aproximación a la vigencia y actualidad del pensamiento de Lenin, la desarrollada el 21 de enero en el Club de Amigos de la UNESCO de Madrid, por parte de dos dirigentes comunistas que, desde luego, no hablan a humo de pajas: Francisco Frutos, fundador de Comisiones Obreras en Cataluña, ex secretario general del PCE entre 1998, en que sucedió en el cargo a Julio Anguita, y 2009, ex coordinador general de IU y miembro de la actual dirección federal del PCE, y Manuel Monereo, ex secretario general del PC de Andalucía, perteneciente también al equipo de dirección federal del PCE , secretario de Formación y Cultura de la cúpula de IU, miembro del Consejo de Redacción de Crónica Popular y autor de una amplia obra de reflexión política, la última de ellas, “De la crisis a la Revolución Democrática”, editada como otras suyas por El Viejo Topo, el empeño político y cultural en pie desde 1976 y que dirige Miguel Riera. Con el título de “Nuestro Lenin”, el debate estuvo dirigido por la secretaria general de la Unión de Juventudes Comunistas, Anabel García, y fue organizado por el PCE, desde la secretaría que dirige Gloria Aguilar.

    Autofobia, es decir, “avergonzarse de lo que uno ha sido”, es el concepto que, de entrada, Manolo Manoreo puso sobre la mesa del debate. Se refirió a él, de forma muy concreta, para denunciar las tribulaciones que condujeron a Santiago Carrillo y a la dirección del PCE en los albores de la Transición a desembarazarse del leninismo. Lo curioso del caso es que, una vez más, estamos en presencia de una de esas ironías de la Historia a las que tan lúcidamente se refería el historiador marxista polaco Isaac Deutscher, autor de la monumental biografía de Trotsky. Varias décadas después de aquella operación que encontró el aplauso de la burguesía española y comenzó a agrietar las filas comunistas, sin embargo, el leninismo sigue vivo. Manolo Monereo lo dijo con otras palabras: “Lo que va a ocurrir a partir de ahora es un “revival” de Lenin”. Ya lo está habiendo, a pesar de lo que Manolo Monereo calificó de la incesante “crítica permanente desde dentro a la propia tradición”.

    Una vigencia y “revival” que, entre otras cosas, por ejemplo puso de relieve el éxito de ventas del libro “Lenin, el revolucionario que no sabía demasiado”, en palabras de Manolo Monereo, “un libro esplendoroso”, editado en 2012 y escrito por Constantino Bértolo, licenciado en Filología Hispánica, confundador de la Escuela de Letras de Madrid y director literario de la editorial Caballo de Troya, tras haber dirigido Debate. Un autor éste cuyas tesis coinciden con la posición expresada por Manolo Monereo y que había subrayado a Rebelión que la aparición de su obra dedicada a Lenin era “una oportunidad para evaluar cuanto anticomunismo inconsciente hemos interiorizado los comunistas en aras del “comunismo políticamente correcto”.

    Para Manolo Monereo, abordar hoy la vigencia del leninismo exige hacerlo volviendo a leer tres reflexiones de primera magnitud. La obra del filósofo húngaro Georg Lukács, “Lenin, la coherencia de su pensamiento”, a su juicio, “la mejor introducción a Lenin que, además, tiene el mérito de estar escrita en 1924”; el trabajo del dirigente del PCI Palmiro Togliatti “Gramsci y el leninismo”; y el libro de Francisco Fernández Buey, el mejor discípulo de Manuel Sacristán, “Conocer Lenin y su obra”, editado en 1977.

    Esta triple indicación de Manolo Monereo es particularmente pertinente. Merece la pena recordar, por ejemplo, cómo en aquel texto Togliatti puso de relieve que “Gramsci advirtió el elemento primero, fundamental, constitutivo del leninismo, que es la doctrina de la revolución, formulada por Lenin en una forma tal que hizo a un lado todas las pedanterías que los reformistas hacían pasar por marxismo”. Y que, frente a las posiciones de aquéllos, según las cuales “la revolución proletaria y socialista no había podido realizarse más que en aquellos países y en aquel momento en que la economía capitalista hubiese alcanzado el punto más elevado de su desarrollo, Lenin abrió a todo el marxismo el camino de un nuevo desarrollo creador, afirmando que el desarrollo y el estallido de las contradicciones del capitalismo que ha alcanzado la fase imperialista es la condición del movimiento revolucionario, tesis que tuvo su demostración en octubre de 1917”.

    Enlazando con este análisis de Lenin, que Gramsci sitúa en un primer plano, Manolo Monereo recordó que, precisamente, con la Revolución rusa el estallido revolucionario tuvo lugar en la periferia. Pero, al mismo tiempo, subrayó las consecuencias que para la construcción del socialismo en la URSS provocó el fracaso de las revoluciones en Alemania y otros países y la llegada a ellos de la contrarrevolución, dos hechos históricos “de profunda significación política que marcaron de forma acusada también a los partidos comunistas”.

    En este sentido, Monereo afirmó que “es bueno leer hoy a Lenin desde el aniversario de la I guerra mundial”, de la que en este año se cumplen cien años. Por eso trajo a colación la reciente obra sobre la I Guerra mundial del francés Jean Pierre Chevenément, señalando que “lo que está detrás de la guerra de 1914 es el fracaso de la primera acumulación de capital” y puso de relieve que “ahora estamos en la segunda fase de acumulación”. Concretamente en la etapa que el geógrafo y pensador británico David Harvey, profesor de la London School of Economics y de la Universidad de Nueva York, plantea en su obra “The new imperialism” y que denomina “acumulación por desposesión”: es decir, “un proceso de colonización de nuevos yacimientos de recursos para los capitalistas: desde los servicios de agua, electricidad, vivienda o salud, hasta la apropiación de los más diversos recursos naturales y el despojo de millones de pequeños propietarios y comunidades en todo el mundo, de manera que todo trabajo y todo recurso sea para enriquecer al capital”.

    Para Manolo Monereo la aportación de Lenin para afrontar la revolución en nuestros días es de una importancia capital para los revolucionarios. La razón es diáfana:“Lenin combinó el mayor realismo con la voluntad revolucionaria, se dejó guiar por la realidad mediante una voluntad revolucionaria. Lenin tenía una capacidad enorme para ver la realidad desde dos lecturas: desde el desarrollo del capitalismo y desde el desarrollo del movimiento obrero”. Y la conjugación de ambas capacidades, le permitió “definir el imperialismo, definir el momento, la época histórica concreta”. Pero, además, los problemas que Lenin analizó “siguen estando ahí” y él puso el acento en “la actualidad de la Revolución”.

    En el IX Congreso del PCE, Francisco Frutos defendió la permanencia del leninismo en la definición del Partido y hoy sigue manteniendo la importancia de las aportaciones de Lenin tanto para comprender la realidad de nuestros días como para poner en un primer plano la lucha revolucionaria. En la reflexión efectuada en el CAUM junto a Manolo Monereo y la dirigente de las juventudes comunistas, apuntó toda una serie de elementos que caracterizaron tanto a Lenin mismo como a su aportación al marxismo. Desde el constituido por el hecho de que “escogió racionalmente la lucha de masas” para superar positivamente el capitalismo, a su insistencia en que la contradicción fundamental se sigue dando entre el capital y el trabajo, y a su engarce de “las luchas por lo concreto, por la mejora de las condiciones laborales y sociales de la clase trabajadora con la perspectiva del socialismo”, sin la cual aquella quedar reducida a mero tradeunionismo.

    Pero, al mismo tiempo, Francisco Frutos subrayó también la importancia de Lenin en la construcción de la URSS. “Lo que tuvo que hacer Lenin fue inventarse el socialismo”. En realidad, “casi todo lo que sabemos hoy de socialismo”, precisamente una vez constatado el fracaso de las revoluciones en los países de la Europa occidental, un momento histórico a partir del cual “todo lo que estaba relacionado con la revolución dependió de la URSS”. Verdaderamente, como recordó, a los revolucionarios rusos “no les quedó otra. Ese fue el gran debate”.

    Francisco Frutos resaltó, además, el tajante rechazo a la guerra por parte de Lenin y la vigencia de ese rechazo a las guerras de nuestros días, “que siguen siendo guerras imperialistas”, así como su reflexión sobre el concepto de “hegemonía”, que luego desarrollaría en profundidad Gramsci. Para él, “Lenin nos sigue ayudando, alumbrándonos para entender la realidad y hacer la revolución”. Y esto es realmente importante, en un momento en el que, apunta, “se ha perdido el imaginario de la Revolución”.

    Pero también nos alumbra en el análisis cuestiones que están sobre el tapete en la realidad española. Entre ellas, los nacionalismos. O la del mismo derecho a la autodeterminación, un principio situado en un marco histórico muy concreto en su época que no tiene nada que ver con la realidad que hoy se pretende falsificar en Cataluña. Para Francisco Frutos está claro que Cataluña ni es una colonia ni una nación oprimida, una de las premisas que Lenin analizaba para reconocer el derecho a la autoderminación. También en este punto los análisis de Lenin son actuales. Por eso “hay un punto que la burquesía nunca aceptará. Y eso es precisamente Lenin”.


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