—Sobre el proceso social del trabajo
texto escrito por Edgar Meléndez (miembro del Comité Central y Secretario Obrero-Sindical del PCV en Bolívar)
publicado en Tribuna Popular nº 238
tomado de la web Caja de herramientas de la UJCE
"Se puede distinguir al hombre por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera, pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material." (Carlos Marx, La Ideología Alemana).
Desde muy temprano Marx reconoce al trabajo como un proceso típicamente humano; el tratamiento que le brinda más que económico es de categoría antropológica, concibiéndolo por lo tanto como un hecho social.
Federico Engels afirmó en su ensayo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre:“El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es mucho más que eso, es la condición básica y fundamental de toda la vida humana y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre”.
Estos breves extractos de obras archiconocidas de dos de los más grandes revolucionarios de la historia sirven para afianzar nuestra convicción en el sentido de que sería irresponsable no dar el debate en torno a un concepto que algunos sectores dentro del proceso bolivariano quieren presentar como novedoso e incluso como la esencia de la transformación revolucionaria de nuestra sociedad.
Nos referimos al ahora muy de moda “proceso social del trabajo”. Tal cosa no es más que una expresión concreta derivada de la falsa premisa sobre la “actual transición al socialismo en Venezuela”.
Lo que Marx y Engels demostraron desde los albores de la ciencia para la acción revolucionaria que es el marxismo-leninismo es que el trabajo –transformación de los recursos naturales para la satisfacción de las necesidades– es un hecho intrínsecamente humano y por ende social, y el desarrollo de toda esta ciencia, especialmente en la etapa que Lenin caracterizó como imperialista, vino a demostrar que la máxima socialización del trabajo se produce precisamente en el modo de producción capitalista y que lo que éste no socializa es ¡la riqueza!.
Siendo así, entonces, lo revolucionario no consiste en reconocer en una Ley, un documento o un discurso al trabajo como un hecho social, lo revolucionario es luchar por la transformación de las relaciones sociales de producción capitalistas que hacen posible la apropiación privada de la riqueza socialmente producida, lo cual se concreta con el derrumbe del Estado burgués y de toda la superestructura que las legitima.
Lo anterior no es más que la síntesis de la misión fundamental de una Revolución Socialista, única garantía de Socialismo y de eso que Marx denominó “emancipación del trabajo”, cuestión que sólo será posible cuando se aboliere la propiedad privada sobre los medios de producción.
Estrictamente sabemos que el problema ni siquiera consiste en denominar o considerar al trabajo como un hecho social ya que al ser así objetivamente, como demuestra el marxismo-leninismo, esto ni ayuda ni daña; el problema consiste en afirmar que a través “del proceso social del trabajo” se hará la revolución socialista y esto es falso porque poner de relieve una característica del modelo no lo transforma per se.
Los objetivos del proceso de producción de la vida material en la sociedad capitalista, más allá de la coyuntura política que se viva y de lo progresista que ésta sea, sólo son útiles en la medida que en ellos se produzca la conciencia, la organización y movilización de las y los trabajadores a favor de sus intereses inmediatos y estratégicos, en asumirse en clase en pugna contra los explotadores y aprestarse a ganar esa batalla.
texto escrito por Edgar Meléndez (miembro del Comité Central y Secretario Obrero-Sindical del PCV en Bolívar)
publicado en Tribuna Popular nº 238
tomado de la web Caja de herramientas de la UJCE
"Se puede distinguir al hombre por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera, pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material." (Carlos Marx, La Ideología Alemana).
Desde muy temprano Marx reconoce al trabajo como un proceso típicamente humano; el tratamiento que le brinda más que económico es de categoría antropológica, concibiéndolo por lo tanto como un hecho social.
Federico Engels afirmó en su ensayo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre:“El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es mucho más que eso, es la condición básica y fundamental de toda la vida humana y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre”.
Estos breves extractos de obras archiconocidas de dos de los más grandes revolucionarios de la historia sirven para afianzar nuestra convicción en el sentido de que sería irresponsable no dar el debate en torno a un concepto que algunos sectores dentro del proceso bolivariano quieren presentar como novedoso e incluso como la esencia de la transformación revolucionaria de nuestra sociedad.
Nos referimos al ahora muy de moda “proceso social del trabajo”. Tal cosa no es más que una expresión concreta derivada de la falsa premisa sobre la “actual transición al socialismo en Venezuela”.
Lo que Marx y Engels demostraron desde los albores de la ciencia para la acción revolucionaria que es el marxismo-leninismo es que el trabajo –transformación de los recursos naturales para la satisfacción de las necesidades– es un hecho intrínsecamente humano y por ende social, y el desarrollo de toda esta ciencia, especialmente en la etapa que Lenin caracterizó como imperialista, vino a demostrar que la máxima socialización del trabajo se produce precisamente en el modo de producción capitalista y que lo que éste no socializa es ¡la riqueza!.
Siendo así, entonces, lo revolucionario no consiste en reconocer en una Ley, un documento o un discurso al trabajo como un hecho social, lo revolucionario es luchar por la transformación de las relaciones sociales de producción capitalistas que hacen posible la apropiación privada de la riqueza socialmente producida, lo cual se concreta con el derrumbe del Estado burgués y de toda la superestructura que las legitima.
Lo anterior no es más que la síntesis de la misión fundamental de una Revolución Socialista, única garantía de Socialismo y de eso que Marx denominó “emancipación del trabajo”, cuestión que sólo será posible cuando se aboliere la propiedad privada sobre los medios de producción.
Estrictamente sabemos que el problema ni siquiera consiste en denominar o considerar al trabajo como un hecho social ya que al ser así objetivamente, como demuestra el marxismo-leninismo, esto ni ayuda ni daña; el problema consiste en afirmar que a través “del proceso social del trabajo” se hará la revolución socialista y esto es falso porque poner de relieve una característica del modelo no lo transforma per se.
Los objetivos del proceso de producción de la vida material en la sociedad capitalista, más allá de la coyuntura política que se viva y de lo progresista que ésta sea, sólo son útiles en la medida que en ellos se produzca la conciencia, la organización y movilización de las y los trabajadores a favor de sus intereses inmediatos y estratégicos, en asumirse en clase en pugna contra los explotadores y aprestarse a ganar esa batalla.