Portal
Publicado en Actualidad Alternativa: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Desde la última crisis del sistema imperialista mundial, que culminó con el derrumbe del antiguo bloque del este o campo “socialista”[1], la Federación Rusa se ha alzado como una nueva potencia mundial que, desde hace unos años, le disputa el dominio a los Estados Unidos. Siendo conscientes de todos los crímenes contra la Humanidad que EEUU ha cometido durante el siglo pasado y en lo poco que llevamos de este, Rusia puede parecer una alternativa positiva, especialmente debido a su apoyo a fuerzas progresistas en diversos conflictos internacionales (especialmente a las milicias antifascistas ucranianas) y a la crítica que su periódico más popular, Russia Today, hace de la sociedad occidental.
Dado que sobre el primer tema se ha escrito ya en abundancia, me gustaría centrarme en el segundo, que es precisamente el que motiva este artículo y permite también tratar indirectamente el primero: la prensa rusa dando una imagen progresista del nuevo bloque oriental.
No es nada nuevo que más de uno tenga la impresión de que la Federación Rusa es una especie de sucesora de la antigua Unión Soviética, y esto sucede tanto a “marxistas” como a los medios occidentales, que atacan a Rusia argumentando que aún está “empapada de herencia dictatorial soviética” (más adelante veremos cómo esto constituye una autocrítica). Si este efecto es posible no es únicamente debido a la identidad geográfica entre la extinta URSS y la Federación Rusa (lo cual ya sería muestra del más enfermizo dogmatismo), sino porque esta, en su consecuente crítica a la sociedad occidental, no puede evitar atacar a la propia base de la propiedad privada.
Así, RT publica noticias en las que vincula a EEUU y a la UE con diversos golpes de Estado y movimientos fascistas en todo el globo. Esto no significa que Putin sea un nuevo Stalin que se dedique a darle a cada nazi su batalla de Berlín, sino que ante la ofensiva fascista y reaccionaria dirigida por el bloque occidental, a Rusia tan sólo le queda la opción defender al movimiento antifascista y progresista[2] como medio de ganar posiciones y áreas de influencia. Por tanto, si Rusia constituye una potencia progresista, lo es sólo en la medida en que se opone a una potencia vieja y fosilizada en el domino exclusivo de un mundo unipolar. Nada impide que ante un nuevo viraje del orden imperialista mundial sea la Federación Rusa la que apuntale dictadores y orqueste golpes de Estado con el objetivo de preservar sus intereses.
La implícita crítica de RT al capitalismo en sus ataques a la sociedad occidental se hace más patente en aquellos que denuncian la existencia de una plutocracia que mueve el mundo y la vida económica de las naciones. Esto se ve con facilidad en un artículo (un tanto conspiranoico, todo hay que decirlo) en el que RT publica las opiniones de Daniel Estulin[3] sobre el Club Bilderberg, élite económica mundial que se impone a los Estados en sus decisiones económicas. Sin quererlo, critica una de las características fundamentales del desarrollo del capitalismo: la creciente socialización de las fuerzas productivas para contrarrestar la anarquía inherente a la producción capitalista y el establecimiento de monopolios, que constituyen la negación de su propio origen (el pretendido “libre mercado”, fetiche por excelencia de los liberales). El lector medianamente formado en materialismo histórico enseguida advertirá que esto ya fue anticipado por Lenin hace 100 años[4], y que esa concentración de monopolios es precisamente la raíz de la necesidad del imperialismo ruso de llevar a cabo una lucha ideológica y militar contra el monopolio exclusivamente occidental.
Con estos ejemplos considero que queda constatado el hecho de que la crítica de Rusia a occidente no puede evitar constituir una autocrítica en la medida que esta ataca inconscientemente a los fundamentos de la lógica de la propiedad privada. El avance socialista en Rusia se detuvo en 1956, y el período transcurrido entre el XX Congreso del PCUS y el derrumbe definitivo del bloque tradicional del este no supone más que el retorno a los modelos occidentales de explotación capitalista y dominio imperialista[5]. Por ello, es inútil (y estúpido) intentar ver en la actual Federación Rusa un heredero de aquella Unión Soviética internacionalista construida mediante el poder popular y soviético.
Para finalizar, conviene tratar brevísimamente el tema de las críticas de occidente a Rusia. La gran mayoría se fundamentan en denigrar a la Federación Rusa calificándola de dictadura, con todas su variantes. Esto tiene su origen en la tradicional visión de la URSS como despiadado aparato represor, tan típica de la Guerra Fría. La crítica actual que hace occidente sigue, por tanto, anclada en la línea de crítica a la Unión Soviética. Analizando muy por encima estos ataques, veremos que su objetivo no es más que aquello que la Unión Soviética heredó del mundo de la propiedad privada en el cual nació, y que a los fundamentos del comunismo ni siquiera toca. La crítica de occidente a oriente ha sido y es, asimismo, una autocrítica, un ataque a la misma esencia del mundo de la propiedad privada[6]. Las críticas mutuas de los dos polos de un mundo dividido por su propia esencia sólo cabe enfrentarlas a una crítica marxista y consecuente hasta el final, para evitar caer en el error de alinearse con uno de los dos bloques imperialistas y repetir, así, los errores que llevaron a los teóricos de la II internacional a seguirle el juego al capital, con las funestas y brutales consecuencias que tuvo para el mundo entero.
----------------------------------------------------------------
[1] Entrecomillo “socialista” por el hecho de que, tras el XX congreso del PCUS (1956), la URSS dejó de serlo para convertirse, en palabras de Mao, en una potencia “social-imperialista”, con una superestructura política de tipo efectivamente socialista pero con una base económica de explotación capitalista, dirigida a alimentar a la burguesía nacida en el propio seno del Partido Comunista. Esta contradicción entre superestructura y base económica fue una de las causas del derrumbe del sistema “soviético” (entre comillas por la misma razón que “socialista”) durante la crisis del sistema imperialista, haciendo que Rusia adoptase los modelos tradicionales (occidentales) de explotación capitalista.
[2] Porque, por mucho que le pese a determinados populistas imbéciles, el no posicionamiento no es una opción, ni nunca lo ha sido: Permanecer indiferente supone apoyar indirectamente al que tiene ventaja.
[3] Que aunque afirma que sus opiniones no tienen por qué corresponderse, el hecho de que RT las publique indica una no total, mas sí considerable identidad.
[4] LENIN, V.I.: El imperialismo, fase superior del capitalismo.
[5] No olvidemos que la URSS post-Stalin apuntaló dictadores y bombardeó regiones enteras al más puro estilo imperialista, en la línea de EEUU y la Alemania nazi. Nada que ver con las estrategias de lucha características de la dictadura del proletariado que permitieron la aplastante victoria sobre el nazismo en la II Guerra Mundial.
[6] Este tema lo desarrolló el filósofo soviético Evald Iliénkov en su texto “Marx y el mundo occidental”.
Desde la última crisis del sistema imperialista mundial, que culminó con el derrumbe del antiguo bloque del este o campo “socialista”[1], la Federación Rusa se ha alzado como una nueva potencia mundial que, desde hace unos años, le disputa el dominio a los Estados Unidos. Siendo conscientes de todos los crímenes contra la Humanidad que EEUU ha cometido durante el siglo pasado y en lo poco que llevamos de este, Rusia puede parecer una alternativa positiva, especialmente debido a su apoyo a fuerzas progresistas en diversos conflictos internacionales (especialmente a las milicias antifascistas ucranianas) y a la crítica que su periódico más popular, Russia Today, hace de la sociedad occidental.
Dado que sobre el primer tema se ha escrito ya en abundancia, me gustaría centrarme en el segundo, que es precisamente el que motiva este artículo y permite también tratar indirectamente el primero: la prensa rusa dando una imagen progresista del nuevo bloque oriental.
No es nada nuevo que más de uno tenga la impresión de que la Federación Rusa es una especie de sucesora de la antigua Unión Soviética, y esto sucede tanto a “marxistas” como a los medios occidentales, que atacan a Rusia argumentando que aún está “empapada de herencia dictatorial soviética” (más adelante veremos cómo esto constituye una autocrítica). Si este efecto es posible no es únicamente debido a la identidad geográfica entre la extinta URSS y la Federación Rusa (lo cual ya sería muestra del más enfermizo dogmatismo), sino porque esta, en su consecuente crítica a la sociedad occidental, no puede evitar atacar a la propia base de la propiedad privada.
Así, RT publica noticias en las que vincula a EEUU y a la UE con diversos golpes de Estado y movimientos fascistas en todo el globo. Esto no significa que Putin sea un nuevo Stalin que se dedique a darle a cada nazi su batalla de Berlín, sino que ante la ofensiva fascista y reaccionaria dirigida por el bloque occidental, a Rusia tan sólo le queda la opción defender al movimiento antifascista y progresista[2] como medio de ganar posiciones y áreas de influencia. Por tanto, si Rusia constituye una potencia progresista, lo es sólo en la medida en que se opone a una potencia vieja y fosilizada en el domino exclusivo de un mundo unipolar. Nada impide que ante un nuevo viraje del orden imperialista mundial sea la Federación Rusa la que apuntale dictadores y orqueste golpes de Estado con el objetivo de preservar sus intereses.
La implícita crítica de RT al capitalismo en sus ataques a la sociedad occidental se hace más patente en aquellos que denuncian la existencia de una plutocracia que mueve el mundo y la vida económica de las naciones. Esto se ve con facilidad en un artículo (un tanto conspiranoico, todo hay que decirlo) en el que RT publica las opiniones de Daniel Estulin[3] sobre el Club Bilderberg, élite económica mundial que se impone a los Estados en sus decisiones económicas. Sin quererlo, critica una de las características fundamentales del desarrollo del capitalismo: la creciente socialización de las fuerzas productivas para contrarrestar la anarquía inherente a la producción capitalista y el establecimiento de monopolios, que constituyen la negación de su propio origen (el pretendido “libre mercado”, fetiche por excelencia de los liberales). El lector medianamente formado en materialismo histórico enseguida advertirá que esto ya fue anticipado por Lenin hace 100 años[4], y que esa concentración de monopolios es precisamente la raíz de la necesidad del imperialismo ruso de llevar a cabo una lucha ideológica y militar contra el monopolio exclusivamente occidental.
Con estos ejemplos considero que queda constatado el hecho de que la crítica de Rusia a occidente no puede evitar constituir una autocrítica en la medida que esta ataca inconscientemente a los fundamentos de la lógica de la propiedad privada. El avance socialista en Rusia se detuvo en 1956, y el período transcurrido entre el XX Congreso del PCUS y el derrumbe definitivo del bloque tradicional del este no supone más que el retorno a los modelos occidentales de explotación capitalista y dominio imperialista[5]. Por ello, es inútil (y estúpido) intentar ver en la actual Federación Rusa un heredero de aquella Unión Soviética internacionalista construida mediante el poder popular y soviético.
Para finalizar, conviene tratar brevísimamente el tema de las críticas de occidente a Rusia. La gran mayoría se fundamentan en denigrar a la Federación Rusa calificándola de dictadura, con todas su variantes. Esto tiene su origen en la tradicional visión de la URSS como despiadado aparato represor, tan típica de la Guerra Fría. La crítica actual que hace occidente sigue, por tanto, anclada en la línea de crítica a la Unión Soviética. Analizando muy por encima estos ataques, veremos que su objetivo no es más que aquello que la Unión Soviética heredó del mundo de la propiedad privada en el cual nació, y que a los fundamentos del comunismo ni siquiera toca. La crítica de occidente a oriente ha sido y es, asimismo, una autocrítica, un ataque a la misma esencia del mundo de la propiedad privada[6]. Las críticas mutuas de los dos polos de un mundo dividido por su propia esencia sólo cabe enfrentarlas a una crítica marxista y consecuente hasta el final, para evitar caer en el error de alinearse con uno de los dos bloques imperialistas y repetir, así, los errores que llevaron a los teóricos de la II internacional a seguirle el juego al capital, con las funestas y brutales consecuencias que tuvo para el mundo entero.
----------------------------------------------------------------
[1] Entrecomillo “socialista” por el hecho de que, tras el XX congreso del PCUS (1956), la URSS dejó de serlo para convertirse, en palabras de Mao, en una potencia “social-imperialista”, con una superestructura política de tipo efectivamente socialista pero con una base económica de explotación capitalista, dirigida a alimentar a la burguesía nacida en el propio seno del Partido Comunista. Esta contradicción entre superestructura y base económica fue una de las causas del derrumbe del sistema “soviético” (entre comillas por la misma razón que “socialista”) durante la crisis del sistema imperialista, haciendo que Rusia adoptase los modelos tradicionales (occidentales) de explotación capitalista.
[2] Porque, por mucho que le pese a determinados populistas imbéciles, el no posicionamiento no es una opción, ni nunca lo ha sido: Permanecer indiferente supone apoyar indirectamente al que tiene ventaja.
[3] Que aunque afirma que sus opiniones no tienen por qué corresponderse, el hecho de que RT las publique indica una no total, mas sí considerable identidad.
[4] LENIN, V.I.: El imperialismo, fase superior del capitalismo.
[5] No olvidemos que la URSS post-Stalin apuntaló dictadores y bombardeó regiones enteras al más puro estilo imperialista, en la línea de EEUU y la Alemania nazi. Nada que ver con las estrategias de lucha características de la dictadura del proletariado que permitieron la aplastante victoria sobre el nazismo en la II Guerra Mundial.
[6] Este tema lo desarrolló el filósofo soviético Evald Iliénkov en su texto “Marx y el mundo occidental”.
