El actual imperialismo ruso es visto con buenos ojos por sectores atrasados del movimiento obrero y popular. Ven a Rusia como una supuesta abanderada contra la prepotencia del imperialismo norteamericano. Incluso llegan a considerarla como una potencia que ofrece relaciones de igualdad y trato equitativo a los países dependientes y semicoloniales. Sin embargo, la naturaleza reaccionaria, parasitaria y depredadora del imperialismo es algo que no se puede esconder con imagen, apariencias y palabras. El imperialismo ruso juega un papel importante en el reagrupamiento en bloques imperialistas que se está dando en estos años.
Luego de recomponerse internamente después de la desintegración de la URSS, el capitalismo monopolista ruso está tratando de establecer una esfera de influencia lo más sólida posible, a partir de los restos de la antigua Unión Soviética. En ese camino, se encuadra la Unión Aduanera que está formando con algunos países ex soviéticos. Sin embargo, no la tiene fácil: algunos de esos países tienen otros objetivos aparentes (Ucrania), mientras que la competencia de Estados Unidos y China por hacerse de los países de Asia Central, es bastante reñida. Simultáneamente, Rusia tampoco baja la guardia en su lucha por fuentes de materias primas y mercados para sus productos en otras partes del mundo. Y ahí tampoco se diferencia mucho de cualquier otra potencia imperialista. Aprovechando las contradicciones de las burguesías locales de los países dependientes y semicoloniales con sus imperialismos tradicionales, Rusia recurre a cualquier estratagema para penetrar las economías de esos países. Sus métodos y objetivos son abiertamente imperialistas, y no se preocupan de ocultar su naturaleza.
Rusia no está aún en condiciones de actuar como lo hace Estados Unidos o como lo hacía la antigua URSS socialimperialista, no tiene un “patio trasero” claramente establecido en el que actúe como patrón principal. Esa particularidad, sin proponérselo, la hace pasar por un imperialismo “bueno” y “progresista” ante sectores con bajo nivel de consciencia en el movimiento obrero y popular. Sin embargo, esto no tiene base. La actual Rusia imperialista es una superpotencia con gran poderío económico y militar, y tiene todavía un amplio margen para desarrollarse como potencia mundial.
A continuación presentamos algunos artículos de la prensa burguesa rusa especializada que nos da una idea de cómo ven los intelectuales burgueses rusos a su imperialismo. El primero aborda, por decirlo así, el aspecto ideológico del actual imperialismo ruso; el segundo, su aspecto práctico. Todo ello siin ningún embozo; algo que hará sonrojar a los que guardan esperanzas con respecto a este imperialismo.
Luego de recomponerse internamente después de la desintegración de la URSS, el capitalismo monopolista ruso está tratando de establecer una esfera de influencia lo más sólida posible, a partir de los restos de la antigua Unión Soviética. En ese camino, se encuadra la Unión Aduanera que está formando con algunos países ex soviéticos. Sin embargo, no la tiene fácil: algunos de esos países tienen otros objetivos aparentes (Ucrania), mientras que la competencia de Estados Unidos y China por hacerse de los países de Asia Central, es bastante reñida. Simultáneamente, Rusia tampoco baja la guardia en su lucha por fuentes de materias primas y mercados para sus productos en otras partes del mundo. Y ahí tampoco se diferencia mucho de cualquier otra potencia imperialista. Aprovechando las contradicciones de las burguesías locales de los países dependientes y semicoloniales con sus imperialismos tradicionales, Rusia recurre a cualquier estratagema para penetrar las economías de esos países. Sus métodos y objetivos son abiertamente imperialistas, y no se preocupan de ocultar su naturaleza.
Rusia no está aún en condiciones de actuar como lo hace Estados Unidos o como lo hacía la antigua URSS socialimperialista, no tiene un “patio trasero” claramente establecido en el que actúe como patrón principal. Esa particularidad, sin proponérselo, la hace pasar por un imperialismo “bueno” y “progresista” ante sectores con bajo nivel de consciencia en el movimiento obrero y popular. Sin embargo, esto no tiene base. La actual Rusia imperialista es una superpotencia con gran poderío económico y militar, y tiene todavía un amplio margen para desarrollarse como potencia mundial.
A continuación presentamos algunos artículos de la prensa burguesa rusa especializada que nos da una idea de cómo ven los intelectuales burgueses rusos a su imperialismo. El primero aborda, por decirlo así, el aspecto ideológico del actual imperialismo ruso; el segundo, su aspecto práctico. Todo ello siin ningún embozo; algo que hará sonrojar a los que guardan esperanzas con respecto a este imperialismo.
¿Por qué el soft power de Rusia es tan suave?
Fyodor Lukyanov
Fyodor Lukyanov
1 de febrero de 2013
El soft power se ha convertido en el foco de la discusión reciente en torno a la política exterior de Rusia. Los observadores sostienen que Moscú –que todavía cree en el papel decisivo de las armas y otros elementos tradicionales de poder–, está perdiendo la guerra de la imagen y la información. Las impresiones se están convirtiendo en un verdadero factor de influencia en nuestro mundo interconectado. Pero la idea de Rusia del soft power difiere radicalmente de la de Occidente.
Las autoridades rusas se han fijado tres objetivos ambiciosos en materia de política exterior. El primero es promover la cultura rusa, la lengua rusa y el sistema educativo ruso como atractivos y competitivos. Una noble meta, por cierto.
El segundo es contrarrestar la representación negativa que los medios de comunicación extranjeros hacen de las políticas del país y del estilo de vida ruso. Este es un objetivo antiguo, pero lograrlo en esta etapa exige fundamentalmente herramientas nuevas y costosas.
El tercer objetivo es crear un grupo de “amigos de Rusia” en todo el mundo. Fuentes del gobierno dicen que la concepción de la política exterior de la nueva Rusia consiste en la reactivación de la Unión de Sociedades de Amistad, e incluso la celebración de Festivales Internacionales de la Juventud y los Estudiantes.
En otras palabras, Rusia planea revivir las prácticas de la era soviética, que eran muy eficaces. Pero, ¿pueden aplicarse en los tiempos modernos?
El modelo soviético estaba basado en la idea de progreso y justicia social (no voy a discutir el éxito de ese modelo, ya que es de importancia secundaria cuando se trata de la capacidad de proyectar la imagen deseada). La Unión Soviética no sólo ofrecía un modelo social alternativo, sino que también lo promovía activamente fuera de Rusia, desafiando a sus adversarios ideológicos y promoviendo la imagen de la Unión Soviética como un patrón potencialmente poderoso.
Las autoridades rusas se han fijado tres objetivos ambiciosos en materia de política exterior. El primero es promover la cultura rusa, la lengua rusa y el sistema educativo ruso como atractivos y competitivos. Una noble meta, por cierto.
El segundo es contrarrestar la representación negativa que los medios de comunicación extranjeros hacen de las políticas del país y del estilo de vida ruso. Este es un objetivo antiguo, pero lograrlo en esta etapa exige fundamentalmente herramientas nuevas y costosas.
El tercer objetivo es crear un grupo de “amigos de Rusia” en todo el mundo. Fuentes del gobierno dicen que la concepción de la política exterior de la nueva Rusia consiste en la reactivación de la Unión de Sociedades de Amistad, e incluso la celebración de Festivales Internacionales de la Juventud y los Estudiantes.
En otras palabras, Rusia planea revivir las prácticas de la era soviética, que eran muy eficaces. Pero, ¿pueden aplicarse en los tiempos modernos?
El modelo soviético estaba basado en la idea de progreso y justicia social (no voy a discutir el éxito de ese modelo, ya que es de importancia secundaria cuando se trata de la capacidad de proyectar la imagen deseada). La Unión Soviética no sólo ofrecía un modelo social alternativo, sino que también lo promovía activamente fuera de Rusia, desafiando a sus adversarios ideológicos y promoviendo la imagen de la Unión Soviética como un patrón potencialmente poderoso.
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