—Feminismo y cambio social en América latina y El Caribe
Compiladora: Alba Carosio, con textos de Magdalena Valdivieso, Alicia Girón, Norma Vasallo Barrueta, Montserrat Sagot, Alba Carosio, María Luisa González Marín, Patricia Rodríguez López, Alejandra Arroyo, Silvia Berger, Raquel Irene Drovetta, María Chaves, Eugenia Correa
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Nuestra América es territorio de expresión de feminismos antihegemónicos –como muestra Francesca Gargallo– y anticoloniales, a partir de las vivencias de femineidades en resistencia, las que siempre acompañaron las luchas por la liberación latinoamericana y los movimientos políticos. Sin embargo, las necesidades y propuestas feministas son poco comprendidas y frecuentemente postergadas, y aún hoy impugnadas por relatos utópicos que dejan intacto el patriarcado,y se niegan a comprender su articulación vital con el capitalismo, el racismo y el imperialismo. El feminismo es un pensamiento crítico, contrahegemónico y contracultural, que se plantea desmontar la opresión y explotación patriarcal,fundada en el contrato sexual que da base al contrato social. La sociedad organizada a partir del contrato social se articula en dos esferas, pero sólo la esfera pública –a diferencia de la esfera doméstica–es designada como históricamente relevante. En el sustrato social sumergido e invisibilizado, el contrato sexual define las relaciones entre mujeres y hombres, legitima la diferencia como desigualdad con el ejercicio cotidiano de derechos y deberes, establece la pertenencia de las mujeres al espacio doméstico jerárquicamente subordinado, despreciándolo e instaurando plusvalía sexual, es decir, el patriarcado. A partir del desvelamiento de la construcción social de las identidades sexuadas, el feminismo elabora una teoría de las relaciones de poder entre los sexos y con una voluntad ética y política de denuncia de las deformaciones conceptuales de un discurso hegemónico basado en la exclusión e inferiorización de la mitad de la especie humana. Pero también, y cada vez más, el feminismo contemporáneo, profundiza la reflexión desde lo concreto, y desde la específica subordinación de mujeres latinoamericanas –pobres, negras, indígenas–, como categoría política que articula memorias historias y siglos de subordinación y también de luchas y propuestas, reconociendo que las mujeres no son un grupo homogéneo, por el contrario, emergen testimonios y movimientos de mujeres que parten de la pertenencia étnica, de la pertenencia de clase, geográfica, etc., y que implican el reconocimiento de la complejidad del sujeto colectivo feminista que aporta visiones nuevas y contrarias al simple marco liberal de derechos.
Compiladora: Alba Carosio, con textos de Magdalena Valdivieso, Alicia Girón, Norma Vasallo Barrueta, Montserrat Sagot, Alba Carosio, María Luisa González Marín, Patricia Rodríguez López, Alejandra Arroyo, Silvia Berger, Raquel Irene Drovetta, María Chaves, Eugenia Correa
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Nuestra América es territorio de expresión de feminismos antihegemónicos –como muestra Francesca Gargallo– y anticoloniales, a partir de las vivencias de femineidades en resistencia, las que siempre acompañaron las luchas por la liberación latinoamericana y los movimientos políticos. Sin embargo, las necesidades y propuestas feministas son poco comprendidas y frecuentemente postergadas, y aún hoy impugnadas por relatos utópicos que dejan intacto el patriarcado,y se niegan a comprender su articulación vital con el capitalismo, el racismo y el imperialismo. El feminismo es un pensamiento crítico, contrahegemónico y contracultural, que se plantea desmontar la opresión y explotación patriarcal,fundada en el contrato sexual que da base al contrato social. La sociedad organizada a partir del contrato social se articula en dos esferas, pero sólo la esfera pública –a diferencia de la esfera doméstica–es designada como históricamente relevante. En el sustrato social sumergido e invisibilizado, el contrato sexual define las relaciones entre mujeres y hombres, legitima la diferencia como desigualdad con el ejercicio cotidiano de derechos y deberes, establece la pertenencia de las mujeres al espacio doméstico jerárquicamente subordinado, despreciándolo e instaurando plusvalía sexual, es decir, el patriarcado. A partir del desvelamiento de la construcción social de las identidades sexuadas, el feminismo elabora una teoría de las relaciones de poder entre los sexos y con una voluntad ética y política de denuncia de las deformaciones conceptuales de un discurso hegemónico basado en la exclusión e inferiorización de la mitad de la especie humana. Pero también, y cada vez más, el feminismo contemporáneo, profundiza la reflexión desde lo concreto, y desde la específica subordinación de mujeres latinoamericanas –pobres, negras, indígenas–, como categoría política que articula memorias historias y siglos de subordinación y también de luchas y propuestas, reconociendo que las mujeres no son un grupo homogéneo, por el contrario, emergen testimonios y movimientos de mujeres que parten de la pertenencia étnica, de la pertenencia de clase, geográfica, etc., y que implican el reconocimiento de la complejidad del sujeto colectivo feminista que aporta visiones nuevas y contrarias al simple marco liberal de derechos.