Pablo Llonto es periodista, escritor y abogado. Militó muchos años en el MAS y es asesor del sector de Madres de Plaza de Mayo conducido por Hebe de Bonafini. Desde hace años se declara anarquista. Ahora, devenido oficialista, es invitado habitual en el programa “6,7,8”. Después de la muerte de Néstor Kirchner, escribió una carta que tituló “Perdón, flaco”, en la que manifiesta su arrepentimiento por las movilizaciones y luchas que se hicieron contra este gobierno.
Agregó yo, Blood, un enlace para poder leer la nota en la Agencia Paco Urondo.
También comento que el autor de esta nota, Alejandro Guerrero, es un periodista y cuadro revolucionario del Partido Obrero. Militó bajo la clandestinidad del Proceso, así como en el POR boliviano bajo la dirección de Guillermo Lora. Es el autor de los libros Jorge Newbery y los renombradísimos (de lectura obligatoria) El Peronismo Armado y La Federal.
¿A quién le pedís perdón, Pablo Llonto?
Alguna vez, Pablo, cuando aún bregábamos juntos —bien que desde agrupaciones distintas— por recuperar de la burocracia nuestro gremio de prensa, dijiste que yo había sido tu maestro en sindicalismo, que yo te había enseñado la palabra “solidaridad”.
Ahora, Pablo, has decidido pedir perdón por ese pasado tuyo. Parece que necesitás que “el Flaco” —es decir, todo lo que Néstor Kirchner representó y representa— te perdone desde alguna parte por habernos escuchado.
“Las marchas que te hicimos”, decís, arrepentido.
Sí, “le hicimos” unas cuantas, si se nos permite hablar en primera persona aun de aquellas marchas en las que no estuvimos personalmente.
Hay que pedir perdón.
Recordemos un poco, a ver: las primeras que “le hicimos” fueron en los 90, cuando Carlos Menem privatizó la telefonía, la explotación petrolera y tantas cosas más. Los trabajadores organizaron entonces profundas movilizaciones, ocuparon edificios, hicieron frente a una represión muy dura.
Perdieron, perdimos. Las privatizaciones se impusieron. Y “el Flaco” apoyó todas y cada una de ellas. Claro, todavía la política no lo obligaba a empezar los trámites de adopción para ser “el hijo de las Madres”, ni la conducción de un sector de Madres estaba cooptada por toda aquella podredumbre. Vos recordarás muy bien la opinión que Madres tenía entonces de aquel gobierno. Pues bien, “el Flaco” decía que Menem era, después de Perón, “el mejor presidente de la historia argentina”.
Vos lo puteabas por decir y hacer esas cosas. Pedile perdón.
Hubo otras marchas.
Por ejemplo, los cacerolazos en Río Gallegos en abril de 2002, cuando “el Flaco” era gobernador de Santa Cruz y mandó a reprimirlos con una patota comandada por su ex chofer y actual empresario de medios oficialistas Rudy Ulloa, que molieron a palos a los vecinos sin distinguir ni mujeres ni chicos, y patearon gente en el piso. Hicimos entonces, impulsada ante todo por el Partido Obrero, una marcha a la Casa de Santa Cruz para repudiar esa represión. No recuerdo si estuviste en ella, pero pudiste haber estado. Pedile perdón. Encarecidamente, pedile perdón.
Y hasta cometimos el delito de hacerle otras marchas cuando “el Flaco” había terminado los trámites de adopción —el Argentinazo que desató la crisis política y lo depositó en la presidencia no había ocurrido en vano— y ya era “el hijo de las Madres”.
Recordemos aunque sea un par de ellas, para saber bien por qué tenés que pedirle perdón.
Por ejemplo, en 2006, la huelga petrolera en Las Heras, Santa Cruz, con cortes de rutas en medio de una rebelión obrera general por pan y trabajo, o las huelgas y movilizaciones docentes también en Santa Cruz. Hubo gases, apaleamientos, balas de goma y hasta de plomo. Pedile perdón.
Y en febrero de 2008, la huelga en el Casino de Buenos Aires. Por esa tenés que pedir doblemente perdón, porque los trabajadores le pararon el negocio del escolazo a Cristóbal López, ese capomafia amigo de “el Flaco”, su socio en tantos negocios y negociados. Menos mal, Pablo, que la patota macrista del burócrata sindical Daniel Amoroso estaba para cagar a palos a los trabajadores y, como no alcanzó, “el Flaco” mandó a la Prefectura a meter gases y palos. Menos mal. Pero, de todos modos, pedile perdón.
Tenés razón. Nos atrevimos a protestar porque, mientras escuelas y hospitales se caen a pedazos, el gobierno de “el Flaco” fue el que más deuda externa pagó en toda la historia económica del país. Y como bien decís, hasta hablamos con sorna cuando “el Flaco” y señora tocaron la campanita en Wall Street, sin tener en cuenta que al mismo tiempo echaban pestes contra el FMI. Pedile perdón.
Hay algo novedoso en tu nota, sin embargo. No sabíamos que en aquellas marchas tu intención no era luchar contra todo aquello sino convencer al “Flaco” para que dejara de ser lo que era y se transformara en un tipo puro, como eras vos, que se volviera justiciero y expropiador. Era una ingenuidad, Pablo, por suerte te diste cuenta y desechaste el esfuerzo inútil de hacerlo puro y te adaptaste vos a la impureza de él. Qué bueno que te hayas convertido en un hombre tan práctico, tan pragmático. Pedí perdón también por aquella ingenuidad que lograste superar al hacer abandono de la búsqueda, que habrás entendido absurda, de un “milagro” que convirtiera al “Flaco” en un “tigre trotskista”. Después todo, tampoco tenías derecho a pedirle que fuera lo que vos no fuiste nunca. Seguí pidiendo perdón y descolgá el poster que decís tener todavía.
¿Así que tenías la ilusión de que “el Flaco” se desprendiera de cuentas bancarias, bienes y alquileres? Eso, Pablo, es para pedir tres veces perdón porque, razonablemente, “el Flaco” y señora se enojarían de verdad si les pidieras esa renuncia a las propiedades que compraron usurariamente en tiempos de la dictadura, cuando eran tan amigos de la intervención militar y el “hijo de las Madres” se enriquecía gracias a la circular 1050 de Domingo Cavallo. No jodas con esas cosas, Pablo. Como dice tu admirado Serrat, no me toques el dinero. Pedí perdón y jurale a la señora que nunca más mencionarás ese asunto espinoso.
Es cierto, los “anarquistas”, por lo menos los anarquistas como vos, suelen ser contradictorios. Pero eso te ayuda seguramente a entender las contradicciones de esta vida tan complicada y a disimularlas. Por ejemplo, que “el Flaco” hubiera “terminado con el saqueo de las AFJP” para saquear la Anses él mismo, y pagar deuda y subsidios empresariales con la plata de los jubilados a los que se les niega el 82 por ciento y se los hace vivir con 1046 pesos, como tu vieja, como tu suegra, según vos mismo decís. Como ya no sos “puro” ni adorador de “santos leninistas”, y los reemplazaste en tus altares por espectros nacionalistas, podés no amargarte por esas pequeñeces. Pedí perdón por haber pensado en ellas alguna vez.
Tampoco te preocupes porque el gobierno haya dicho que la burocracia sindical es su “columna vertebral”. No importa que esa burocracia haya asesinado a Mariano Ferreyra, nuestro compañero del Partido Obrero que no quiso pedir perdón y luchó empecinadamente por los derechos de los trabajadores: lo importante es que “el Flaco” dijo que se va a investigar “hasta las últimas consecuencias”, aunque su mujer hasta haya negado una simple audiencia para explicar qué significa eso, cómo piensa resolver un crimen político que, como todo crimen político, afecta directamente al poder del Estado.
Sin embargo, Pablo, en un punto de tu carta de perdón se te va la mano.
Tu mención a los mineros de Río Turbio es una exageración. Hasta para esto en que te has convertido es una exageración.
Es cierto que decís que vos admirabas a esos mineros en los 90, o sea que ya no. Pero usar la figura del espectro de Kirchner “rodeado de los combativos mineros de Río Turbio” es, insisto, una exageración. Recordá, Pablo, que en 2004 fueron asesinados catorce de esos mineros por el empresario Sergio Taselli, otro amigo y socio de “el Flaco”, de quien Hebe de Bonafini solía decir en esos tiempos que era “otro Yabrán”. Te sugiero, Pablo, no trasponer ciertos límites de repugnancia porque eso degrada tu pedido de perdón. Alguien puede pensar que te excedés en tu papel de chupamedias y hasta no creer en la sinceridad de tu mea culpa.
Hacés bien en pedir perdón por lo que fuiste y hasta te lo agradezco. No sea cosa, Pablo, que alguien crea que aquellos a quienes alguna vez consideraste tus maestros te enseñamos a traicionar.
Por nuestra parte (me atrevo a hablar en plural porque estoy seguro de que mis compañeros del Partido Obrero me lo permitirán en este caso) no sólo no vamos a pedir perdón; además, vamos a continuar promoviendo marchas y organizando a los trabajadores, a los estudiantes, al pueblo empobrecido, como hacía Mariano, como hace Elsa Rodríguez, en la lucha cotidiana por echar a la burocracia y recuperar los sindicatos, contra las patronales y sus gobiernos y, sobre todo, para que la crisis argentina encuentre su necesaria salida obrera y socialista.
A cada uno lo suyo.
Agregó yo, Blood, un enlace para poder leer la nota en la Agencia Paco Urondo.
También comento que el autor de esta nota, Alejandro Guerrero, es un periodista y cuadro revolucionario del Partido Obrero. Militó bajo la clandestinidad del Proceso, así como en el POR boliviano bajo la dirección de Guillermo Lora. Es el autor de los libros Jorge Newbery y los renombradísimos (de lectura obligatoria) El Peronismo Armado y La Federal.
¿A quién le pedís perdón, Pablo Llonto?
Alguna vez, Pablo, cuando aún bregábamos juntos —bien que desde agrupaciones distintas— por recuperar de la burocracia nuestro gremio de prensa, dijiste que yo había sido tu maestro en sindicalismo, que yo te había enseñado la palabra “solidaridad”.
Ahora, Pablo, has decidido pedir perdón por ese pasado tuyo. Parece que necesitás que “el Flaco” —es decir, todo lo que Néstor Kirchner representó y representa— te perdone desde alguna parte por habernos escuchado.
“Las marchas que te hicimos”, decís, arrepentido.
Sí, “le hicimos” unas cuantas, si se nos permite hablar en primera persona aun de aquellas marchas en las que no estuvimos personalmente.
Hay que pedir perdón.
Recordemos un poco, a ver: las primeras que “le hicimos” fueron en los 90, cuando Carlos Menem privatizó la telefonía, la explotación petrolera y tantas cosas más. Los trabajadores organizaron entonces profundas movilizaciones, ocuparon edificios, hicieron frente a una represión muy dura.
Perdieron, perdimos. Las privatizaciones se impusieron. Y “el Flaco” apoyó todas y cada una de ellas. Claro, todavía la política no lo obligaba a empezar los trámites de adopción para ser “el hijo de las Madres”, ni la conducción de un sector de Madres estaba cooptada por toda aquella podredumbre. Vos recordarás muy bien la opinión que Madres tenía entonces de aquel gobierno. Pues bien, “el Flaco” decía que Menem era, después de Perón, “el mejor presidente de la historia argentina”.
Vos lo puteabas por decir y hacer esas cosas. Pedile perdón.
Hubo otras marchas.
Por ejemplo, los cacerolazos en Río Gallegos en abril de 2002, cuando “el Flaco” era gobernador de Santa Cruz y mandó a reprimirlos con una patota comandada por su ex chofer y actual empresario de medios oficialistas Rudy Ulloa, que molieron a palos a los vecinos sin distinguir ni mujeres ni chicos, y patearon gente en el piso. Hicimos entonces, impulsada ante todo por el Partido Obrero, una marcha a la Casa de Santa Cruz para repudiar esa represión. No recuerdo si estuviste en ella, pero pudiste haber estado. Pedile perdón. Encarecidamente, pedile perdón.
Y hasta cometimos el delito de hacerle otras marchas cuando “el Flaco” había terminado los trámites de adopción —el Argentinazo que desató la crisis política y lo depositó en la presidencia no había ocurrido en vano— y ya era “el hijo de las Madres”.
Recordemos aunque sea un par de ellas, para saber bien por qué tenés que pedirle perdón.
Por ejemplo, en 2006, la huelga petrolera en Las Heras, Santa Cruz, con cortes de rutas en medio de una rebelión obrera general por pan y trabajo, o las huelgas y movilizaciones docentes también en Santa Cruz. Hubo gases, apaleamientos, balas de goma y hasta de plomo. Pedile perdón.
Y en febrero de 2008, la huelga en el Casino de Buenos Aires. Por esa tenés que pedir doblemente perdón, porque los trabajadores le pararon el negocio del escolazo a Cristóbal López, ese capomafia amigo de “el Flaco”, su socio en tantos negocios y negociados. Menos mal, Pablo, que la patota macrista del burócrata sindical Daniel Amoroso estaba para cagar a palos a los trabajadores y, como no alcanzó, “el Flaco” mandó a la Prefectura a meter gases y palos. Menos mal. Pero, de todos modos, pedile perdón.
Tenés razón. Nos atrevimos a protestar porque, mientras escuelas y hospitales se caen a pedazos, el gobierno de “el Flaco” fue el que más deuda externa pagó en toda la historia económica del país. Y como bien decís, hasta hablamos con sorna cuando “el Flaco” y señora tocaron la campanita en Wall Street, sin tener en cuenta que al mismo tiempo echaban pestes contra el FMI. Pedile perdón.
Hay algo novedoso en tu nota, sin embargo. No sabíamos que en aquellas marchas tu intención no era luchar contra todo aquello sino convencer al “Flaco” para que dejara de ser lo que era y se transformara en un tipo puro, como eras vos, que se volviera justiciero y expropiador. Era una ingenuidad, Pablo, por suerte te diste cuenta y desechaste el esfuerzo inútil de hacerlo puro y te adaptaste vos a la impureza de él. Qué bueno que te hayas convertido en un hombre tan práctico, tan pragmático. Pedí perdón también por aquella ingenuidad que lograste superar al hacer abandono de la búsqueda, que habrás entendido absurda, de un “milagro” que convirtiera al “Flaco” en un “tigre trotskista”. Después todo, tampoco tenías derecho a pedirle que fuera lo que vos no fuiste nunca. Seguí pidiendo perdón y descolgá el poster que decís tener todavía.
¿Así que tenías la ilusión de que “el Flaco” se desprendiera de cuentas bancarias, bienes y alquileres? Eso, Pablo, es para pedir tres veces perdón porque, razonablemente, “el Flaco” y señora se enojarían de verdad si les pidieras esa renuncia a las propiedades que compraron usurariamente en tiempos de la dictadura, cuando eran tan amigos de la intervención militar y el “hijo de las Madres” se enriquecía gracias a la circular 1050 de Domingo Cavallo. No jodas con esas cosas, Pablo. Como dice tu admirado Serrat, no me toques el dinero. Pedí perdón y jurale a la señora que nunca más mencionarás ese asunto espinoso.
Es cierto, los “anarquistas”, por lo menos los anarquistas como vos, suelen ser contradictorios. Pero eso te ayuda seguramente a entender las contradicciones de esta vida tan complicada y a disimularlas. Por ejemplo, que “el Flaco” hubiera “terminado con el saqueo de las AFJP” para saquear la Anses él mismo, y pagar deuda y subsidios empresariales con la plata de los jubilados a los que se les niega el 82 por ciento y se los hace vivir con 1046 pesos, como tu vieja, como tu suegra, según vos mismo decís. Como ya no sos “puro” ni adorador de “santos leninistas”, y los reemplazaste en tus altares por espectros nacionalistas, podés no amargarte por esas pequeñeces. Pedí perdón por haber pensado en ellas alguna vez.
Tampoco te preocupes porque el gobierno haya dicho que la burocracia sindical es su “columna vertebral”. No importa que esa burocracia haya asesinado a Mariano Ferreyra, nuestro compañero del Partido Obrero que no quiso pedir perdón y luchó empecinadamente por los derechos de los trabajadores: lo importante es que “el Flaco” dijo que se va a investigar “hasta las últimas consecuencias”, aunque su mujer hasta haya negado una simple audiencia para explicar qué significa eso, cómo piensa resolver un crimen político que, como todo crimen político, afecta directamente al poder del Estado.
Sin embargo, Pablo, en un punto de tu carta de perdón se te va la mano.
Tu mención a los mineros de Río Turbio es una exageración. Hasta para esto en que te has convertido es una exageración.
Es cierto que decís que vos admirabas a esos mineros en los 90, o sea que ya no. Pero usar la figura del espectro de Kirchner “rodeado de los combativos mineros de Río Turbio” es, insisto, una exageración. Recordá, Pablo, que en 2004 fueron asesinados catorce de esos mineros por el empresario Sergio Taselli, otro amigo y socio de “el Flaco”, de quien Hebe de Bonafini solía decir en esos tiempos que era “otro Yabrán”. Te sugiero, Pablo, no trasponer ciertos límites de repugnancia porque eso degrada tu pedido de perdón. Alguien puede pensar que te excedés en tu papel de chupamedias y hasta no creer en la sinceridad de tu mea culpa.
Hacés bien en pedir perdón por lo que fuiste y hasta te lo agradezco. No sea cosa, Pablo, que alguien crea que aquellos a quienes alguna vez consideraste tus maestros te enseñamos a traicionar.
Por nuestra parte (me atrevo a hablar en plural porque estoy seguro de que mis compañeros del Partido Obrero me lo permitirán en este caso) no sólo no vamos a pedir perdón; además, vamos a continuar promoviendo marchas y organizando a los trabajadores, a los estudiantes, al pueblo empobrecido, como hacía Mariano, como hace Elsa Rodríguez, en la lucha cotidiana por echar a la burocracia y recuperar los sindicatos, contra las patronales y sus gobiernos y, sobre todo, para que la crisis argentina encuentre su necesaria salida obrera y socialista.
A cada uno lo suyo.
Alejandro Guerrero