La muerte se peude evitar la ciencia puede crear la post-vida.
El hombre podrá decidir en el futuro ser más alto, más bajo o más inteligente. Incluso el envejecimiento se ha descubierto que está genéticamente controlado; por tanto, es susceptible de ser manipulado. El científico que afirma esto no mantiene que sea conveniente o deseable, pero sí posible
foto de Ginés Morata
Ginés Morata, en su estrecho cubículo del Centro de Biología Molecular. Moscas por un tubo. El ambiente está perfectamente descrito en Tiempo, amor, memoria, de Weiner.
Pregunta. ¿Cree que el diseño del hombre le permitirá comprender las leyes del universo?
Respuesta. El hombre es la única especie de todas las que existen, de los cincuenta millones de especies que existen...
P. ¿Tantas?
R. Sí, los especialistas en biodiversidad hablan de hasta cincuenta millones... Pues bien, entre todas ellas el hombre es la única que se interroga sobre sí misma, sobre el lugar dónde vive, sobre su origen y su futuro. En el desarrollo de la especie humana hay una clave: hace cincuenta mil o cien mil años el hombre logró tiempo para pensar. No es lo común entre las especies. Las especies dedican todo su tiempo a sobrevivir y propagarse. Watson, el co-descubridor de la estructura del ADN, decía que para hacer observaciones significativas uno tenía que estar algo subempleado. Es decir, que el pensamiento creativo requiere liberarse de las ataduras de las necesidades inmediatas. Esto fue, seguramente, lo que le sucedió a nuestra especie, o al menos a algunos individuos singulares. El tiempo libre representó el comienzo de la cultura.
P. El tener tiempo libre y cerebro para poder tomárselo.
R. Claro, claro. La capacidad humana para controlar el medio vino determinada por tener un cerebro especial que, si bien se originó como el de todos los animales, acabó desarrollando unas propiedades especiales. El hombre en su origen es igual que el resto de las especies. Pero ha desarrollado una capacidad intelectual singular.
P. No sabemos por qué.
R. Pues no, realmente no lo sabemos. En el aspecto intelectual somos cualitativamente muy diferentes de otras especies, a pesar de que en algunas especies se pueden reconocer características de la especie humana como la solidaridad, o la capacidad de aprendizaje, perceptibles en determinados monos. Cómo han surgido estas propiedades de nuestro cerebro pues francamente no se sabe. El cerebro es el gran enigma de la biología. Ahora empezamos a saber cómo se conectan unas neuronas con otras o muchos otros aspectos de la anatomía y de los diversos compartimentos funcionales del cerebro. Pero cuál es el diseño molecular de las altas funciones del cerebro humano: la creatividad, la compasión, la solidaridad, la capacidad de percibir una obra de arte, cómo se implementan químicamente estas funciones en las células... Queda mucho por saber. El problema fundamental de los estudios del cerebro es que aún no se han desarrollado los conceptos adecuados para hacer las preguntas significativas. Esta es mi opinión. Yo he sido muy aficionado a la ciencia-ficción. Recuerdo un libro en que dos exploradores del confín celeste se encontraban con las huellas de una civilización desaparecida que había logrado descifrar todas las claves del Universo y había almacenado toda la información en un enorme ordenador. Ante las preguntas de los exploradores sobre el origen y evolución del Universo, sistemáticamente el ordenador contestaba que, en los términos planteados, la pregunta no era adecuada.
P. Es un problema filosófico algo antiguo, desde luego.
R. Claro, claro. Cuando uno da con la pregunta adecuada ya tiene parte de la respuesta. Ahora bien, volviendo a la pregunta que usted me hacía, si el hombre está preparado para comprender el Universo...
P. Sí, en el mismo sentido en que el gusano no está preparado para tener conciencia de sí.
R. Como es natural, yo no lo sé. Algunas de las leyes del Universo se conocen. Yo no sé si algún día el hombre podrá determinar que el Universo es finito o infinito, si hubo un comienzo, si habrá un final. No sabría dar una respuesta bien fundamentada a eso. Ahora yo le puedo decir que la biología es diferente. La biología es una ciencia local del planeta Tierra. Aquí hace unos 2.000 millones de años apareció un sistema de moléculas autorreplicantes que es lo que ha dado origen a todos nosotros. Seguramente si este tipo de fenómeno apareciera en otro sitio del Universo sus propiedades moleculares serían muy diferentes de las de la vida terrestre; no estaría basado en la química del carbono, ni en el ADN, etcétera. Serían unos seres vivos radicalmente diferentes.
P. Quiere usted decir que podemos pensar en entes que respirasen... metano.
R. ¡O que no respirasen! A lo mejor ni siquiera sería posible comunicarse con ellos. Una vez que uno sale del sistema molecular de nuestro planeta, de lo que nosotros entendemos por vida, todo es posible. En fin, mirado desde este punto de vista la biología es una ciencia más discreta. Y yo creo que en un par o tres de siglos comprenderemos todos los mecanismos biológicos. O así, al menos, me gusta pensarlo. Yo dudo, sin embargo, que esto suceda con la física.
P. Dice usted que en poco tiempo comprendemos la totalidad biológica del hombre. Naturalmente, las implicaciones aturden.
R. Desde luego. Lo fundamental es que para el hombre la evolución ha dejado de existir. La evolución nos ha creado, pero ya ha dejado de existir. Nosotros dominamos el medio ambiente. Nos afecta cada vez menos. Y no sólo eso: con las nuevas tecnologías genéticas el hombre podrá modificarse a sí mismo. Lo que el hombre vaya a ser en el futuro va a depender de la tecnología que se aplique sobre sí mismo.
P. Le escucho y dudo que sea posible que usted haya podido decir esta frase.
R. ¿Por qué?
P. Simplemente que un hombre haya podido pronunciar esta frase.
R. Ya le entiendo, en efecto. Puede parecer inconcebible. Pero es cierto. El futuro biológico de la especie humana será un asunto social. El hombre podrá decidir ser más alto, más bajo, más inteligente, más... Entiendo las implicaciones éticas de este asunto y no digo que sea conveniente o deseable, pero será posible.
P. ¿Y morir?
R. Eh... Quizá. Hace poco se ha descubierto que el envejecimiento está genéticamente controlado. Y quizá la muerte esté genéticamente controlada. Y algo que está genéticamente controlado es o será manipulable. He hablado de este asunto alguna vez en público. El programa genético de envejecimiento es muy variable según las especies. Hay tortugas que viven cientos de años y árboles que viven miles de años. Pero si partimos de la base de que los genes del envejecimiento pueden manipularse, pues en teoría, por qué no: podemos aspirar a la inmortalidad. Se trataría de manipular en nuestro beneficio los genes que controlan el envejecimiento. De hecho hay cierta parte de nosotros que ya es inmortal y se perpetúa en nuestros hijos. Y hay células cancerosas, transformadas, que parecen ser inmortales. Todas estas posibilidades están lejanas y tienen un fondo de especulación. Pero no es una especulación...
P. ¿Infundada?
R. No, no lo es.
P. Eso supone una violación del paradigma fundamental de la Humanidad.
R. Sí, lo sé. Todo cambiaría si algún día percibimos que podemos vencer a la muerte. ¿Qué son las religiones sino un subterfugio inventado por los hombres para no morir? Este tipo de cosas no se discuten sólo en reuniones de amigos o reuniones de científicos dedicados a la especulación. Este tipo de cosas se discuten ya en revistas científicas. Hay muchas publicaciones científicas recientes. Ya se puede hacer que los gusanos vivan entre seis u ocho veces más. Y eso modificando unos genes que también tenemos nosotros.
P. El problema fundamental no es el alargamiento de la vida, sin embargo. El problema fundamental es pensar en un mundo donde la vida se ha separado de la muerte.
R. Obligatoriamente aún nos movemos en un terreno especulativo. Lo que yo quiero enfatizar es que hay organismos, como las bacterias o los pólipos marinos, que no poseen un programa de envejecimiento. Dan lugar a otros, mediante un proceso de división o gemación, y se les puede matar, pero ellos no tienen un programa genético que les conduce a la muerte. Así pues, la muerte no es biológicamente inevitable. En especies como la humana podremos manipular los genes del envejecimiento; uno podría llegar a su máximo nivel físico, intelectual y detener su envejecimiento. Es concebible, sí. Ya es concebible
P. Y acumular memoria
R. Sí, porque, mire... Se da la circunstancia de que las células que acumulan la memoria no se dividen. Son eternas en la medida en que uno viva. Quiero decir que no se reemplazan. Es muy difícil sustituir una célula que debe enlazarse con tantas otras.
P. Usted trabaja básicamente con moscas.
R. Sí, así es. Nosotros podemos hacer cualquier cosa con las moscas. Podemos hacer moscas de cualquier tipo.
P. De cualquier tipo quiere decir hasta homosexuales...
R. Eh... Podemos hacer...
P. Lo leí hace poco.
R. Sí, a veces a los medios de comunicación les gusta hablar exageradamente de estas cosas. Digamos que se pueden hacer moscas especialmente promiscuas. Y también que no tengan deseo sexual alguno.
P. La base biológica del deseo... en moscas.
R. Esto del deseo sexual en términos biológicos es algo muy simple y absolutamente esencial. Tenga en cuenta que si no hubiera deseo sexual no habría reproducción y la mayoría de las especies desaparecerían. Es verdad que, en general, los machos son sexualmente mas agresivos. Los machos de las moscas no discriminan nada. Las hembras son las que discriminan.
P. Ya.
R. Ya, ya.
P. Ya.
R. ... y persiguen a las hembras como locos. Lo que sucede es que las moscas hembras son más grandes que los machos, de modo que si un macho las molesta demasiado les dan una patada y fuera. Y sí, hay hembras más capaces de aceptar machos que otras, lo cual se puede controlar. Del mismo modo que podemos controlar si a una mosca le ponemos dos o cuatro alas, o un ojo en una pata, etcétera. Lo que aún no podemos es crear moscas más inteligentes que otras, aunque sí hay moscas mutantes especialmente torpes, tal vez porque la inteligencia no es un valor tan objetivable como una pata. Además, nosotros somos capaces de alterar fácilmente aquellos genes responsables de fenómenos biológicos que conocemos. Yo sé cuál es el gen responsable del ojo y puedo ponerlo en una pata. Respecto a la promiscuidad, pues algo parecido: se trata de si podemos identificar o no la presencia de tal o cual péptido sexual. Y eso mismo, en primera instancia, es probable que sea lo que pase en la especie humana.
P. Su especulación sobre la inmortalidad futura del hombre es realmente desmoralizadora para los mortales de este lado del paraíso. Usted y yo, por ejemplo. Nunca la injusticia cósmica tuvo una cara tan implacable.
R. Sin duda. Pero el mundo del hombre está basado en esa injusticia. Mire atrás.
P. De acuerdo, pero la Humanidad ha compartido la muerte.
R. Es cierto. El cambio de paradigma del que hablábamos. Yo creo que no podemos imaginar la transformación que sufrirá el hombre. Tenga en cuenta que la vida media de una especie es de seis o siete millones de años. Y nosotros como especie hemos vivido 100.000 o 200.000. No se puede imaginar lo que será la especie humana, ni dentro de 200 años. Si no destruimos el planeta antes, las nuevas tecnologías biológicas nos darán unas capacidades que no se pueden realmente concebir. Y yo creo que para bien. O sea que el futuro va a ser profundamente injusto con nosotros y con todos los que nos han precedido. Este problema que usted plantea sólo tiene una solución, pero es religiosa.
P. La conciencia de sí mismo le ha salido cara al hombre.
R. Es que... mire, yo creo, y es algo muy personal, que somos una cosa única en el Universo. Seguramente aquí apareció este extraño fenómeno, la vida... en este planeta. Y seguramente no existirá nunca más. La vida es una única cosa en este Universo. El Universo es una cosa fría, inescrutable. Nada sabemos de su origen. Y en este ambiente surgió una especie que empezó a reflexionar sobre sí misma, sobre su entorno... Y estamos completamente sobrepasados, claro.
P. Sobre todo, ahora. Desde la ciencia, sobrepasados.
R. Claro, claro. Mientras la hegemonía era religiosa sólo cabía esperar. Yo creo que el hombre plantea al Universo problemas que el Universo no esperaba. Entiéndame. El hombre es un suceso mínimo y azaroso en la inmensidad inabarcable del Universo. Dentro de millones de años el sistema solar desparecerá, y si el hombre no ha encontrado una manera de salir de aquí la vida desaparecerá con él. Y el Universo seguirá su curso, como siempre.
P. Resulta difícil imaginar la desaparición de la vida. Uno siempre ve la semilla planeando después del choque cósmico.
R. Pues no lo sé. Eso entra ya en el terreno de las creencias personales. Yo lo que digo es que la vida es un fenómeno raro e imprevisto, que muy probablemente jamás tengamos un contacto con otro ser vivo fuera de nuestro planeta y que si la vida se extingue puede perfectamente no volver a reaparecer.
P. Todavía no sabemos cuál es la importancia real de los genes en la conducta.
R. Algo sí se sabe. Por ejemplo, están los estudios sobre gemelos univitelinos, que son genéticamente idénticos, separados al nacer.
P. Estudios polémicos.
R. Muy fiables si están bien hechos. Ahí se demuestra que el grado de correlación entre los aspectos genéticos de la conducta que son fácilmente medibles es muy alto. Gran parte de nuestro comportamiento está dictado por los genes.
P. Pero eso es decir poco.
R. Tan poco como decir que está dictado al 50% por los genes y al 50% por la cultura.
P. ¡Exacto! Siempre me he preguntado por la razón de ese empate, tan justo y sensato
R. Debe de parecer políticamente correcto.
P. Pero en cualquier caso, ¿qué quiere usted decir con 'gran parte'?
R. En el fondo quiero decir que la mayor parte.
P. ¿Y por qué piensa usted eso?
R. Volvamos a los gemelos univitelinos separados al nacer. Se parecen mucho físicamente. Mucho. Si se parecen físicamente, ¿por qué no se van a parecer psicológicamente?
P. Hombre, siempre se ha creído que el ambiente no cambia demasiado la forma de la nariz, pero, en cuanto al carácter...
R. Pues no sé qué decirle... No lo sé. Yo sospecho que el ambiente tiene poco que decir en aspectos sustanciales de nuestra conducta. Observe las familias numerosas, por ejemplo. Cada hermano es un mundo. ¿Por qué si comparten la misma educación, el mismo ambiente...?
P. Bueno, cada uno de ellos puede tener su propio grupo de influencia. Lo explica una psicóloga norteamericana, Judith Rich Harris. La experiencia familiar puede ser idéntica. Pero la de fuera de casa, no.
R. Quizá. Puede que exista un componente cultural en el comportamiento. El problema es que es mucho menos objetivable. Ahora bien, yo dudo que lo que llamamos cultura sea lo más influyente. En fin. A los que somos progresistas y más o menos de izquierdas no nos gusta mucho eso. Pero las cosas son como son, nos gusten o no. Y resulta que, desgraciadamente, hay personas que les vienen unas características genéticas que no sólo les hacen ser más guapos o más inteligentes, sino incluso mejores personas. En fin, el problema social que adviene con todo esto es tremendo. Si uno tiene unas características genéticas que lo predisponen a la violencia, y que no ha elegido, y lo meten de pequeño en algún lugar donde se cultive el fanatismo, que tampoco ha elegido, pues ya me dirá usted qué pasa con la responsabilidad individual. Es un punto de vista extremo, porque algo de libre albedrío debe de haber...
P. ¿Y dónde está?
R. Mire, el otro día lo comentaba con mi mujer. Siempre estamos hablando de estas cosas. Le decía: mira, hay veces en que uno es consciente que debe hacer algo y, sin embargo, no tiene la fuerza interior para ponerse a hacerlo. ¡Pero esa fuerza también está condicionada por los genes! Mi genotipo no me da la suficiente presencia de ánimo, de solidaridad, o de sacrificio para hacerlo... O sea que no soy responsable. Claro, este punto de vista es inaceptable para la sociedad. Si el comportamiento viene determinado estrictamente por la secuencia de los genes, no hay libre albedrío ninguno. Éste es el asunto. Y el problema de este asunto es que hay que hablarlo en voz baja. El genetista Herbert Stern decía que no somos moralmente autónomos. Lo que pasa es que aunque algunos miembros de la sociedad lo comprendan, una sociedad donde nadie es moralmente responsable no sobreviviría. O sea, lo que él llamó fraude piadoso: a pesar de que no es justo que a alguien se le castigue por sus actos, la supervivencia de la sociedad obliga a ello.
P. A veces la historia parece una sucesión de fraudes piadosos a la espera de que llegue la ciencia.
R. Comprenderá que de esto aún se puede hablar menos en voz alta.
Especialista en genética del desarrollo
GINÉS MORATA (1945) es un hombre ligeramente ocupado y, contradiciendo a Watson, sigue lleno de buenas ideas. Es profesor de Investigación del Centro de Biología Molecular -que dirigió en el pasado- y uno de los grandes especialistas en la genética del desarrollo, en la que lleva trabajando más de treinta años. Publica poco y muy selecto, y tiene (y tendrá) grandes premios. Ahora estudia la base genética del control del tamaño de los órganos y la proliferación celular, así como el papel de la mortalidad celular programada en el desarrollo de los organismos. La simple descripción ya es esperanzadora. Sus observaciones y experimentos suele realizarlos sobre moscas. Nada especial: atajos hacia el ser humano. Fuera del laboratorio prefiere las montañas. Es lo que más se parece a la Ciencia. Una vez, en una entrevista a
Diario Médico, dijo algo muy interesante respecto a ellas: "Cuando uno está escalando una pared y le
duelen los dedos piensa por qué está pasando por eso". Eso, por qué.
El hombre podrá decidir en el futuro ser más alto, más bajo o más inteligente. Incluso el envejecimiento se ha descubierto que está genéticamente controlado; por tanto, es susceptible de ser manipulado. El científico que afirma esto no mantiene que sea conveniente o deseable, pero sí posible
foto de Ginés Morata
Ginés Morata, en su estrecho cubículo del Centro de Biología Molecular. Moscas por un tubo. El ambiente está perfectamente descrito en Tiempo, amor, memoria, de Weiner.
Pregunta. ¿Cree que el diseño del hombre le permitirá comprender las leyes del universo?
Respuesta. El hombre es la única especie de todas las que existen, de los cincuenta millones de especies que existen...
P. ¿Tantas?
R. Sí, los especialistas en biodiversidad hablan de hasta cincuenta millones... Pues bien, entre todas ellas el hombre es la única que se interroga sobre sí misma, sobre el lugar dónde vive, sobre su origen y su futuro. En el desarrollo de la especie humana hay una clave: hace cincuenta mil o cien mil años el hombre logró tiempo para pensar. No es lo común entre las especies. Las especies dedican todo su tiempo a sobrevivir y propagarse. Watson, el co-descubridor de la estructura del ADN, decía que para hacer observaciones significativas uno tenía que estar algo subempleado. Es decir, que el pensamiento creativo requiere liberarse de las ataduras de las necesidades inmediatas. Esto fue, seguramente, lo que le sucedió a nuestra especie, o al menos a algunos individuos singulares. El tiempo libre representó el comienzo de la cultura.
P. El tener tiempo libre y cerebro para poder tomárselo.
R. Claro, claro. La capacidad humana para controlar el medio vino determinada por tener un cerebro especial que, si bien se originó como el de todos los animales, acabó desarrollando unas propiedades especiales. El hombre en su origen es igual que el resto de las especies. Pero ha desarrollado una capacidad intelectual singular.
P. No sabemos por qué.
R. Pues no, realmente no lo sabemos. En el aspecto intelectual somos cualitativamente muy diferentes de otras especies, a pesar de que en algunas especies se pueden reconocer características de la especie humana como la solidaridad, o la capacidad de aprendizaje, perceptibles en determinados monos. Cómo han surgido estas propiedades de nuestro cerebro pues francamente no se sabe. El cerebro es el gran enigma de la biología. Ahora empezamos a saber cómo se conectan unas neuronas con otras o muchos otros aspectos de la anatomía y de los diversos compartimentos funcionales del cerebro. Pero cuál es el diseño molecular de las altas funciones del cerebro humano: la creatividad, la compasión, la solidaridad, la capacidad de percibir una obra de arte, cómo se implementan químicamente estas funciones en las células... Queda mucho por saber. El problema fundamental de los estudios del cerebro es que aún no se han desarrollado los conceptos adecuados para hacer las preguntas significativas. Esta es mi opinión. Yo he sido muy aficionado a la ciencia-ficción. Recuerdo un libro en que dos exploradores del confín celeste se encontraban con las huellas de una civilización desaparecida que había logrado descifrar todas las claves del Universo y había almacenado toda la información en un enorme ordenador. Ante las preguntas de los exploradores sobre el origen y evolución del Universo, sistemáticamente el ordenador contestaba que, en los términos planteados, la pregunta no era adecuada.
P. Es un problema filosófico algo antiguo, desde luego.
R. Claro, claro. Cuando uno da con la pregunta adecuada ya tiene parte de la respuesta. Ahora bien, volviendo a la pregunta que usted me hacía, si el hombre está preparado para comprender el Universo...
P. Sí, en el mismo sentido en que el gusano no está preparado para tener conciencia de sí.
R. Como es natural, yo no lo sé. Algunas de las leyes del Universo se conocen. Yo no sé si algún día el hombre podrá determinar que el Universo es finito o infinito, si hubo un comienzo, si habrá un final. No sabría dar una respuesta bien fundamentada a eso. Ahora yo le puedo decir que la biología es diferente. La biología es una ciencia local del planeta Tierra. Aquí hace unos 2.000 millones de años apareció un sistema de moléculas autorreplicantes que es lo que ha dado origen a todos nosotros. Seguramente si este tipo de fenómeno apareciera en otro sitio del Universo sus propiedades moleculares serían muy diferentes de las de la vida terrestre; no estaría basado en la química del carbono, ni en el ADN, etcétera. Serían unos seres vivos radicalmente diferentes.
P. Quiere usted decir que podemos pensar en entes que respirasen... metano.
R. ¡O que no respirasen! A lo mejor ni siquiera sería posible comunicarse con ellos. Una vez que uno sale del sistema molecular de nuestro planeta, de lo que nosotros entendemos por vida, todo es posible. En fin, mirado desde este punto de vista la biología es una ciencia más discreta. Y yo creo que en un par o tres de siglos comprenderemos todos los mecanismos biológicos. O así, al menos, me gusta pensarlo. Yo dudo, sin embargo, que esto suceda con la física.
P. Dice usted que en poco tiempo comprendemos la totalidad biológica del hombre. Naturalmente, las implicaciones aturden.
R. Desde luego. Lo fundamental es que para el hombre la evolución ha dejado de existir. La evolución nos ha creado, pero ya ha dejado de existir. Nosotros dominamos el medio ambiente. Nos afecta cada vez menos. Y no sólo eso: con las nuevas tecnologías genéticas el hombre podrá modificarse a sí mismo. Lo que el hombre vaya a ser en el futuro va a depender de la tecnología que se aplique sobre sí mismo.
P. Le escucho y dudo que sea posible que usted haya podido decir esta frase.
R. ¿Por qué?
P. Simplemente que un hombre haya podido pronunciar esta frase.
R. Ya le entiendo, en efecto. Puede parecer inconcebible. Pero es cierto. El futuro biológico de la especie humana será un asunto social. El hombre podrá decidir ser más alto, más bajo, más inteligente, más... Entiendo las implicaciones éticas de este asunto y no digo que sea conveniente o deseable, pero será posible.
P. ¿Y morir?
R. Eh... Quizá. Hace poco se ha descubierto que el envejecimiento está genéticamente controlado. Y quizá la muerte esté genéticamente controlada. Y algo que está genéticamente controlado es o será manipulable. He hablado de este asunto alguna vez en público. El programa genético de envejecimiento es muy variable según las especies. Hay tortugas que viven cientos de años y árboles que viven miles de años. Pero si partimos de la base de que los genes del envejecimiento pueden manipularse, pues en teoría, por qué no: podemos aspirar a la inmortalidad. Se trataría de manipular en nuestro beneficio los genes que controlan el envejecimiento. De hecho hay cierta parte de nosotros que ya es inmortal y se perpetúa en nuestros hijos. Y hay células cancerosas, transformadas, que parecen ser inmortales. Todas estas posibilidades están lejanas y tienen un fondo de especulación. Pero no es una especulación...
P. ¿Infundada?
R. No, no lo es.
P. Eso supone una violación del paradigma fundamental de la Humanidad.
R. Sí, lo sé. Todo cambiaría si algún día percibimos que podemos vencer a la muerte. ¿Qué son las religiones sino un subterfugio inventado por los hombres para no morir? Este tipo de cosas no se discuten sólo en reuniones de amigos o reuniones de científicos dedicados a la especulación. Este tipo de cosas se discuten ya en revistas científicas. Hay muchas publicaciones científicas recientes. Ya se puede hacer que los gusanos vivan entre seis u ocho veces más. Y eso modificando unos genes que también tenemos nosotros.
P. El problema fundamental no es el alargamiento de la vida, sin embargo. El problema fundamental es pensar en un mundo donde la vida se ha separado de la muerte.
R. Obligatoriamente aún nos movemos en un terreno especulativo. Lo que yo quiero enfatizar es que hay organismos, como las bacterias o los pólipos marinos, que no poseen un programa de envejecimiento. Dan lugar a otros, mediante un proceso de división o gemación, y se les puede matar, pero ellos no tienen un programa genético que les conduce a la muerte. Así pues, la muerte no es biológicamente inevitable. En especies como la humana podremos manipular los genes del envejecimiento; uno podría llegar a su máximo nivel físico, intelectual y detener su envejecimiento. Es concebible, sí. Ya es concebible
P. Y acumular memoria
R. Sí, porque, mire... Se da la circunstancia de que las células que acumulan la memoria no se dividen. Son eternas en la medida en que uno viva. Quiero decir que no se reemplazan. Es muy difícil sustituir una célula que debe enlazarse con tantas otras.
P. Usted trabaja básicamente con moscas.
R. Sí, así es. Nosotros podemos hacer cualquier cosa con las moscas. Podemos hacer moscas de cualquier tipo.
P. De cualquier tipo quiere decir hasta homosexuales...
R. Eh... Podemos hacer...
P. Lo leí hace poco.
R. Sí, a veces a los medios de comunicación les gusta hablar exageradamente de estas cosas. Digamos que se pueden hacer moscas especialmente promiscuas. Y también que no tengan deseo sexual alguno.
P. La base biológica del deseo... en moscas.
R. Esto del deseo sexual en términos biológicos es algo muy simple y absolutamente esencial. Tenga en cuenta que si no hubiera deseo sexual no habría reproducción y la mayoría de las especies desaparecerían. Es verdad que, en general, los machos son sexualmente mas agresivos. Los machos de las moscas no discriminan nada. Las hembras son las que discriminan.
P. Ya.
R. Ya, ya.
P. Ya.
R. ... y persiguen a las hembras como locos. Lo que sucede es que las moscas hembras son más grandes que los machos, de modo que si un macho las molesta demasiado les dan una patada y fuera. Y sí, hay hembras más capaces de aceptar machos que otras, lo cual se puede controlar. Del mismo modo que podemos controlar si a una mosca le ponemos dos o cuatro alas, o un ojo en una pata, etcétera. Lo que aún no podemos es crear moscas más inteligentes que otras, aunque sí hay moscas mutantes especialmente torpes, tal vez porque la inteligencia no es un valor tan objetivable como una pata. Además, nosotros somos capaces de alterar fácilmente aquellos genes responsables de fenómenos biológicos que conocemos. Yo sé cuál es el gen responsable del ojo y puedo ponerlo en una pata. Respecto a la promiscuidad, pues algo parecido: se trata de si podemos identificar o no la presencia de tal o cual péptido sexual. Y eso mismo, en primera instancia, es probable que sea lo que pase en la especie humana.
P. Su especulación sobre la inmortalidad futura del hombre es realmente desmoralizadora para los mortales de este lado del paraíso. Usted y yo, por ejemplo. Nunca la injusticia cósmica tuvo una cara tan implacable.
R. Sin duda. Pero el mundo del hombre está basado en esa injusticia. Mire atrás.
P. De acuerdo, pero la Humanidad ha compartido la muerte.
R. Es cierto. El cambio de paradigma del que hablábamos. Yo creo que no podemos imaginar la transformación que sufrirá el hombre. Tenga en cuenta que la vida media de una especie es de seis o siete millones de años. Y nosotros como especie hemos vivido 100.000 o 200.000. No se puede imaginar lo que será la especie humana, ni dentro de 200 años. Si no destruimos el planeta antes, las nuevas tecnologías biológicas nos darán unas capacidades que no se pueden realmente concebir. Y yo creo que para bien. O sea que el futuro va a ser profundamente injusto con nosotros y con todos los que nos han precedido. Este problema que usted plantea sólo tiene una solución, pero es religiosa.
P. La conciencia de sí mismo le ha salido cara al hombre.
R. Es que... mire, yo creo, y es algo muy personal, que somos una cosa única en el Universo. Seguramente aquí apareció este extraño fenómeno, la vida... en este planeta. Y seguramente no existirá nunca más. La vida es una única cosa en este Universo. El Universo es una cosa fría, inescrutable. Nada sabemos de su origen. Y en este ambiente surgió una especie que empezó a reflexionar sobre sí misma, sobre su entorno... Y estamos completamente sobrepasados, claro.
P. Sobre todo, ahora. Desde la ciencia, sobrepasados.
R. Claro, claro. Mientras la hegemonía era religiosa sólo cabía esperar. Yo creo que el hombre plantea al Universo problemas que el Universo no esperaba. Entiéndame. El hombre es un suceso mínimo y azaroso en la inmensidad inabarcable del Universo. Dentro de millones de años el sistema solar desparecerá, y si el hombre no ha encontrado una manera de salir de aquí la vida desaparecerá con él. Y el Universo seguirá su curso, como siempre.
P. Resulta difícil imaginar la desaparición de la vida. Uno siempre ve la semilla planeando después del choque cósmico.
R. Pues no lo sé. Eso entra ya en el terreno de las creencias personales. Yo lo que digo es que la vida es un fenómeno raro e imprevisto, que muy probablemente jamás tengamos un contacto con otro ser vivo fuera de nuestro planeta y que si la vida se extingue puede perfectamente no volver a reaparecer.
P. Todavía no sabemos cuál es la importancia real de los genes en la conducta.
R. Algo sí se sabe. Por ejemplo, están los estudios sobre gemelos univitelinos, que son genéticamente idénticos, separados al nacer.
P. Estudios polémicos.
R. Muy fiables si están bien hechos. Ahí se demuestra que el grado de correlación entre los aspectos genéticos de la conducta que son fácilmente medibles es muy alto. Gran parte de nuestro comportamiento está dictado por los genes.
P. Pero eso es decir poco.
R. Tan poco como decir que está dictado al 50% por los genes y al 50% por la cultura.
P. ¡Exacto! Siempre me he preguntado por la razón de ese empate, tan justo y sensato
R. Debe de parecer políticamente correcto.
P. Pero en cualquier caso, ¿qué quiere usted decir con 'gran parte'?
R. En el fondo quiero decir que la mayor parte.
P. ¿Y por qué piensa usted eso?
R. Volvamos a los gemelos univitelinos separados al nacer. Se parecen mucho físicamente. Mucho. Si se parecen físicamente, ¿por qué no se van a parecer psicológicamente?
P. Hombre, siempre se ha creído que el ambiente no cambia demasiado la forma de la nariz, pero, en cuanto al carácter...
R. Pues no sé qué decirle... No lo sé. Yo sospecho que el ambiente tiene poco que decir en aspectos sustanciales de nuestra conducta. Observe las familias numerosas, por ejemplo. Cada hermano es un mundo. ¿Por qué si comparten la misma educación, el mismo ambiente...?
P. Bueno, cada uno de ellos puede tener su propio grupo de influencia. Lo explica una psicóloga norteamericana, Judith Rich Harris. La experiencia familiar puede ser idéntica. Pero la de fuera de casa, no.
R. Quizá. Puede que exista un componente cultural en el comportamiento. El problema es que es mucho menos objetivable. Ahora bien, yo dudo que lo que llamamos cultura sea lo más influyente. En fin. A los que somos progresistas y más o menos de izquierdas no nos gusta mucho eso. Pero las cosas son como son, nos gusten o no. Y resulta que, desgraciadamente, hay personas que les vienen unas características genéticas que no sólo les hacen ser más guapos o más inteligentes, sino incluso mejores personas. En fin, el problema social que adviene con todo esto es tremendo. Si uno tiene unas características genéticas que lo predisponen a la violencia, y que no ha elegido, y lo meten de pequeño en algún lugar donde se cultive el fanatismo, que tampoco ha elegido, pues ya me dirá usted qué pasa con la responsabilidad individual. Es un punto de vista extremo, porque algo de libre albedrío debe de haber...
P. ¿Y dónde está?
R. Mire, el otro día lo comentaba con mi mujer. Siempre estamos hablando de estas cosas. Le decía: mira, hay veces en que uno es consciente que debe hacer algo y, sin embargo, no tiene la fuerza interior para ponerse a hacerlo. ¡Pero esa fuerza también está condicionada por los genes! Mi genotipo no me da la suficiente presencia de ánimo, de solidaridad, o de sacrificio para hacerlo... O sea que no soy responsable. Claro, este punto de vista es inaceptable para la sociedad. Si el comportamiento viene determinado estrictamente por la secuencia de los genes, no hay libre albedrío ninguno. Éste es el asunto. Y el problema de este asunto es que hay que hablarlo en voz baja. El genetista Herbert Stern decía que no somos moralmente autónomos. Lo que pasa es que aunque algunos miembros de la sociedad lo comprendan, una sociedad donde nadie es moralmente responsable no sobreviviría. O sea, lo que él llamó fraude piadoso: a pesar de que no es justo que a alguien se le castigue por sus actos, la supervivencia de la sociedad obliga a ello.
P. A veces la historia parece una sucesión de fraudes piadosos a la espera de que llegue la ciencia.
R. Comprenderá que de esto aún se puede hablar menos en voz alta.
Especialista en genética del desarrollo
GINÉS MORATA (1945) es un hombre ligeramente ocupado y, contradiciendo a Watson, sigue lleno de buenas ideas. Es profesor de Investigación del Centro de Biología Molecular -que dirigió en el pasado- y uno de los grandes especialistas en la genética del desarrollo, en la que lleva trabajando más de treinta años. Publica poco y muy selecto, y tiene (y tendrá) grandes premios. Ahora estudia la base genética del control del tamaño de los órganos y la proliferación celular, así como el papel de la mortalidad celular programada en el desarrollo de los organismos. La simple descripción ya es esperanzadora. Sus observaciones y experimentos suele realizarlos sobre moscas. Nada especial: atajos hacia el ser humano. Fuera del laboratorio prefiere las montañas. Es lo que más se parece a la Ciencia. Una vez, en una entrevista a
Diario Médico, dijo algo muy interesante respecto a ellas: "Cuando uno está escalando una pared y le
duelen los dedos piensa por qué está pasando por eso". Eso, por qué.