YUGOESLAVIA
texto de Alberto Baltra - texto correspondiente al libro "Tres Países del Mundo Socialista", de 1962
tomado del blog Disidente del capitalismo
publicado en dos mensajes en el Foro
Capítulo I
EL PAÍS Y SU CAPITAL, BELGRADO.
1.
En opinión de algunos, Yugoeslavia es el país más complejo de Europa. En su territorio, que cubre una superficie de 255 mil kilómetros cuadrados, viven 18 millones de habitantes. Pero, en Yugoeslavia, se emplean dos alfabetos: el latino y el cirílico. Se hablan tres lenguas: esloveno, serbocroata y macedonio. Hay tres religiones: la ortodoxa, la católica y la musulmana. La Federación comprende seis Repúblicas: Serbia, Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro. Hay, además, dos territorios autónomos —Vojvodina y Kosmet— y numerosas minorías nacionales —albaneses, turcos, húngaros, rumanos, eslovacos, etc. —. Es el mosaico racial de que hablan ciertos autores. El país tiene casi dos mil kilómetros de costa, y a lo largo de su extenso litoral se despliegan no menos de 900 islas.
Yugoeslavia se constituyó en Estado sólo después de la primera guerra mundial. Durante siglos, las naciones yugoeslavas estuvieron desvinculadas y sometidas a diversos imperios. De ahí, que entre ellas existan notables desniveles en cuanto al desarrollo general y económico. La vida en común durante el período que medió entre las dos grandes guerras no pudo ni siquiera atenuar tales diferencias. Este es un hecho que debe considerarse en la apreciación del progreso de la economía yugoeslava bajo el régimen socialista.
El dominante geográfico de Yugoeslavia es la montaña. El relieve de su territorio es violento y atormentado. En los Alpes eslovenos y en las cordilleras de Montenegro se encuentran las mayores alturas, pero, sin duda, la cadena dinárica, paralela a la costa adriática, es la de mayor importancia e influencia. La pesada masa montañosa aplasta dos tercios del territorio y sólo un tercera parte de éste queda disponible para el trabajo agrícola.
Durante cinco siglos la patria yugoeslava no existe sino en el corazón heroico de algunos rebeldes. En este tiempo desgarran su territorio todos los imperios, poderosos y pequeños. Ayer fue el imperio turco. Más tarde el austríaco y el alemán, y también el húngaro, el búlgaro y el italiano.
Sobre el territorio de Yugoeslavia se tropieza con las huellas de pueblos perdidos en los más lejanos capítulos de la historia humana. Cuando llegan los eslavos, ya están allí los ilirios autóctonos, los tracios venidos del Asia, los celtas y los itálicos. Es la encrucijada en que chocan los pueblos y las civilizaciones, pero es, también, el campo de batalla de los grandes conquistadores. La tierra yugoeslava se ha empapado en la sangre de muchos orígenes. Gran parte de sus ciudades, pueblos y aldeas fueron, más de una vez, arrasados hasta los cimientos. Belgrado, la capital, ha sido destruida once veces. Se cree que fue fundada hace 1.500 años, pero tal vez viene desde antes. Sin embargo, no hay en ella edificios antiguos. Cada destrucción barrió con todo. Del pasado sólo resta la imponente mole de la fortaleza turca Kalémegdan, que antes fue romana, y que, soberbia, domina el punto en que confluyen el Sava y el Danubio. Ahora es un hermoso parque y museo militar.
La devastación periódica ha impreso su huella en el espíritu yugoeslavo. Un matrimonio amigo nos invitó a pasar el domingo en Divčibare. Fue un paseo inolvidable. En las montañas de la Serbia occidental hay una atmósfera pura y diáfana. La dueña de casa, mujer cultísima, nos explicó cómo la pérdida continua de los bienes materiales ha hecho que el yugoeslavo coloque en los tramos más altos de su escala de valores aquellos atributos, sin significación pecuniaria, que no obstante son los que ennoblecen al hombre y determinan sus reales méritos intrínsecos y sociales. Se refería, en especial, a la amistad, la lealtad, la honradez de propósitos, la solidaridad, el cultivo de la inteligencia y de los sentimientos superiores. En la primera guerra mundial ella, muy niña, había huido al extranjero con las mujeres de su familia. En la segunda guerra una bomba redujo a escombros su casa de Belgrado. Dos guerras en una vida configuran una manera muy singular de ver las cosas.
Antes de llegar a Belgrado habíamos leído que era una ciudad de un modernismo impersonal, sin estilo característico, desprovista del sello propio y específico que distingue a las capitales, ya que éstas, en cierta medida, son y deben ser la imagen sintética del país. La sorpresa fue grande. Belgrado tiene, más o menos, 800 mil habitantes. Es una ciudad amplia, limpia y simpática.
Dos grandes y anchas arterias constituyen la espina dorsal del Belgrado moderno. Son la Avenida de la Revolución y la Avenida Tito. En la Avenida de la Revolución se encuentran el hotel "Metropole", uno de los mejores de Europa; el sobrio y hermoso edificio del Parlamento, los dos Palacios reales y la Facultad de Derecho. Termina la Avenida en la sede monumental de los Sindicatos.
En el Parlamento funciona el órgano supremo de la organización política yugoeslava, la Asamblea Federal, que se elige cada cuatro años y consta de dos Cámaras: la Cámara de Diputados y la Cámara de Productores. Vladimir Simić, Vicepresidente de la Asamblea y una de las figuras más respetables de Yugoeslavia, nos recibe en su sobria oficina del Parlamento, explicándonos en detalle el papel que la Asamblea juega en la vida institucional del país. También lo hace Punio Perović, Secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores, viejo revolucionario montenegrino, que impresiona por la serenidad de sus palabras y la firmeza de sus ideas.
Casi frente al Parlamento se encuentra la sede del Comité Popular de Belgrado. Funciona en uno de los Palacios del tiempo de la monarquía serbia. Durante más de una hora conversamos con Milijan Neoričić, Presidente del Comité Popular, que en la estructura administrativa yugoeslava equivale a nuestra Municipalidad, pero con poderes y atribuciones mucho mayores, pues tiene bajo su dependencia a todos los servicios públicos de la capital. Cuando recorremos el Palacio, no podemos dejar de recordar que fue aquí donde, en 1903, los oficiales de la guardia mataron al último rey de la dinastía Obrenovitch, exaltando al trono a Pedro I, de la casa Karageorgevitch, cuyos descendientes gobernaron hasta la segunda guerra mundial.
En una esquina de la Avenida está la Facultad de Derecho. Es su decano, Jovan Djordjevich, presidente del Consejo Jurídico Yugoeslavo y autor de una obra, que, traducida al español, ha logrado amplia difusión, "Yugoeslavia, Democracia Socialista". La conversación con el profesor Djordjevich me fue de suma utilidad para la comprensión de la estructura legal del régimen yugoeslavo.
La Avenida Tito es la arteria del comercio. Allí están las tiendas, almacenes y librerías. En las tardes, después de las seis, pareciera que todo Belgrado se vacía en las calles, y principalmente en esta Avenida. Son compactas masas humanas que transitan, miran vitrinas, se reúnen en grupos y conversan. Para el extranjero es un interesante espectáculo humano.
En Belgrado hay gran número de personas que habla francés. No sólo en los medios profesionales o universitarios. En verdad, es un idioma de uso corriente. Corresponde al sentimiento de amistad entre Serbia y Francia, que encuentra su origen en la primera guerra mundial, y que se materializa en el hermoso monumento esculpido por Mestrovitch, donde se lee aquella frase que expresa el sentir de todo un pueblo: "Amamos la Francia como ella nos ha amado".
Capítulo II
LA GUERRA.
2.
La última guerra fue una dura prueba para el pueblo yugoeslavo. Fue un azote cruel y terrible. De cada nueve yugoeslavos, murió uno. Las pérdidas ascendieron, más o menos, a un millón 700 mil vidas. Nosotros estuvimos en un pueblo situado en el corazón de Serbia, Kraguyevats, donde los invasores en una mañana fusilaron 7 mil rehenes. Toda la población masculina, con más de 15 años, fue condenada a muerte. En filas cerradas, tras sus profesores, marcharon al cadalso 300 estudiantes. De uno a otro extremo, Yugoeslavia se bañó en sangre. Pero no fue eso lo peor. La guerra despertó, agudizó y exacerbó los nacionalismos y los odios religiosos. El enemigo estimuló, en su provecho, esta locura colectiva. Más de la mitad de los muertos en la guerra no cayó bajo el golpe del enemigo extranjero. Fue la atroz matanza fratricida.
En estas tristes circunstancias aparece un hombre, Tito, que domina el caos y recuerda al pueblo que Yugoeslavia es una e indivisible. Al día siguiente del desastre y de la invasión enemiga, Tito organiza sus cuadros de resistencia. Sus famosas brigadas proletarias acogen al yugoeslavo sea cual sea su origen, por encima de los conflictos de nacionalidades y de credos religiosos. Se alistan en sus filas el joven y el viejo, las mujeres y los hombres, el obrero y el profesor, los artistas y los sacerdotes. De esta suerte, con extraordinaria perspicacia política, Tito, desde el comienzo transforma al Partido Comunista en el elemento aglutinante de las razas y las nacionalidades, en el instrumento de la unidad yugoeslava, en la única fuerza nacional. Su lucha es patriótica, nacionalista y revolucionaria. A la vez que combate al enemigo, lanza las bases de la nueva sociedad en aquellas secciones del territorio que logra conquistar y retener. La derrota del invasor significa, simultáneamente, el establecimiento del socialismo.
Derrotado el enemigo, la tarea reconstructora revistió proporciones gigantescas atendida la magnitud de los daños sufridos. Sólo Polonia fue más destruida que Yugoeslavia. El conjunto de los estragos materiales —directos e indirectos— se avalúa en más de 50 años de lo que era el ingreso nacional de Yugoeslavia antes de la guerra. La agricultura vio desaparecer el 56% de su activo. En la práctica, fue arrasada. En cuanto a la industria, en 1945, al fin de las hostilidades, sólo producía, por ejemplo, el 15% de la energía eléctrica que en 1939; el 20% del cemento, el 30% del azúcar, el 29% del acero, etc. La escasa y pobre red de transportes fue asolada. La economía yugoeslava era un montón de ruinas. Los resultados obtenidos hasta hoy deben juzgarse considerando, por una parte, el subdesarrollo económico que el nuevo régimen heredó de la monarquía y, por la otra, el agravamiento que experimentó tal subdesarrollo con motivo de los atroces perjuicios causados por la guerra.
Capítulo III
YUGOESLAVIA, DEMOCRACIA POPULAR.
3.
Yugoeslavia puede clasificarse como una democracia popular, pues representa una etapa de transición entre el capitalismo y el socialismo. En su economía, hay grandes e importantes sectores socializados y otros en que aún subsisten formas capitalistas.
La propiedad socializada de los medios de producción constituye la regla general. En Yugoeslavia se la prefiere llamar "propiedad popular". Esta propiedad comprende no sólo la industria fabril, sino que también el transporte, el comercio, los bancos, las minas, la producción de energía y, en parte, la agricultura y el artesanado.
En la agricultura, el sector socializado abarca sólo el 10% de la tierra cultivable. Comprende las granjas del Estado y las cooperativas de producción. Pero, este 10% de la agricultura socializada proporciona el 36% del producto total agrícola y el 56% del abastecimiento de trigo. Como puede apreciarse, entonces, aun cuando el porcentaje de suelo socializado es bajo, reviste bastante importancia atendida la cuantía relativa de su aporte a la producción agrícola del país. El 90% de la superficie agrícola es, pues, de propiedad privada. De acuerdo con la ley, esta propiedad no puede tener más de diez hectáreas de tierra apta para el cultivo. El límite se basa en que, con los medios técnicos de uso actual en Yugoeslavia, tal superficie puede explotarse por la propia familia del campesino, sin recurrir a mano de obra asalariada. El propietario tampoco puede tomar en arriendo o aparcería otras tierras cuando éstas, sumadas a las de su dominio, excedan del máximo legal de diez hectáreas. Si se trata de cooperativas familiares o de predios ubicados en zonas de tierra pobre, la ley acepta que el máximo se eleve a quince o treinta hectáreas, según los casos.
La industria fabril está casi íntegramente socializada. El artesanado lo está sólo en un 50%. En ambas actividades hay, en consecuencia, formas capitalistas o privadas de producción. En la industria fabril, la empresa particular tiene que ser de dimensiones pequeñas. La ley sólo acepta unidades que ocupen menos de cinco obreros y la misma limitación rije para los artesanos. En todo caso, la producción de bienes capitales —maquinarias, equipos, etc.— y de materias primas se lleva a cabo, exclusivamente, en industrias de propiedad popular.
Como en otras democracias populares, el Estado vigila y controla el crecimiento de las empresas que integran el sector capitalista, a fin de impedir su crecimiento exagerado. Este control se practica a través de los bancos y del aprovisionamiento de medios de producción.
El comercio interno se encuentra socializado en más de un 90% y el comercio exterior lo está totalmente. En lo que atañe a la propiedad sobre inmuebles, en virtud de una ley dictada en 1958, sólo las casas-habitación pueden ser objeto de apropiación privada. Cuando se trata de departamentos, la propiedad particular puede constituirse hasta sobre edificios, pero siempre que éstos consten, a lo sumo, de tres unidades pequeñas, con las cabidas que el texto legal indica.
Capítulo IV
RESULTADOS DE LA ECONOMÍA SOCIALIZADA.
4.
Como ya se dijo, el régimen socialista tuvo que hacer frente a una doble y pesada tarea. Primero, reconstruir los enormes daños ocasionados por la guerra y, segundo, promover el crecimiento económico nacional, ya que hasta antes del conflicto Yugoeslavia era un país acentuada y agudamente sub-desarrollado, tanto en lo económico como en lo cultural. Según observa Bobrovski, el capitalismo del siglo XIX no dejó huella sino en una parte mínima de la economía yugoeslava, y por esta causa no puede comprenderse el camino recorrido hasta ahora sin referirse al pasado, que todavía sigue influyendo sobre los problemas presentes (1).
En cuanto a la reconstrucción, ya hacia fines de 1946 la producción casi había recuperado los niveles de antes de la guerra. Fue un éxito de largas proyecciones sobre el avance económico posterior y un buen presagio del dinamismo resultante de los cambios de estructura impuestos por la revolución.
La política económica yugoeslava descansa, principalmente, en la industrialización. Este es el factor estratégico clave. El esfuerzo se ha orientado, sobre todo, hacia la industria pesada, aun cuando ahora empieza a acentuarse la necesidad del desarrollo de la industria ligera, abastecedora de bienes de consumo. El plan general para el desarrollo económico de Yugoeslavia durante el período 1961-65 dice, a este respecto, que es preciso asegurar una más gran variedad y una mejor calidad de los productos, como también apresurar la producción de bienes durables de consumo y de otros artículos cuya demanda está creciendo como consecuencia de las modificaciones ocurridas en la estructura de los consumos personales.
¿Cuál es, concretamente, lo conseguido por Yugoeslavia en materia de industrialización? ¿Hasta qué punto el régimen socialista ha sido capaz de transformar la vieja estructura feudal y agraria, heredada de la monarquía, en una estructura económica moderna e industrializada? Para no perdernos en marejadas de cifras, mediremos el progreso fabril yugoeslavo a través de dos índices. En primer término, la parte proporcional de su población activa ocupada en la agricultura y en otras actividades no agrícolas. En segundo lugar, el aporte de la agricultura y de la industria al producto nacional yugoeslavo. Mediante el uso de ambos criterios podremos, de inmediato, darnos cuenta si la economía yugoeslava continúa siendo predominantemente agrícola y ganadera, o si, por el contrario, ahora es fabril e industrializada.
En 1939, año inmediatamente anterior a la guerra, la agricultura absorbía el 76% de la población activa. Dicho de otra manera, el 76% de las personas en edad de trabajar lo hacía en el campo. En 1959 la población activa agrícola representa el 51%. Ha habido, en consecuencia, un fuerte descenso de la mano de obra ocupada en la tierra. Ello significa que la economía yugoeslava se está haciendo menos agraria. Para el sólo efecto de hacer comparaciones y situarse en el problema, advirtamos que el porcentaje de población activa que trabaja en el campo es inferior al 30% en Argentina, Chile y Uruguay. Aun cuando Yugoeslavia sigue exhibiendo un porcentaje muy alto de empleo agrícola, es evidente el intenso desplazamiento de población activa hacia trabajos no agrícolas que, principalmente, son de carácter industrial y artesanal. En 1939 ese porcentaje era del 24%, mientras que en 1959 alcanza al 49%. Es un progreso innegable, que obedece a una tendencia clara, firme y definida. Yugoeslavia está en trance de industrialización.
Veamos ahora la composición del producto nacional bruto en cuanto al aporte que recibe de la agricultura y la industria. En la Yugoeslavia de 1938, la agricultura, ganadería y silvicultura generaban un 52,6% de ese producto, en tanto que la industria y el artesanado sólo tenían un aporte del 25,7%. En 1960 la situación es diametralmente distinta. Los aportes casi son los inversos. La agricultura, ganadería y silvicultura entregan al producto nacional bruto un 25,2%, mientras que la industria y el artesanado hacen un aporte del 51,2%. Más de la mitad del producto yugoeslavo proviene, ahora, del sector industrial y artesano. El avance es extraordinario y destaca un cambio fundamental en la estructura económica. Este cambio ha modificado profundamente el carácter de la economía y del nivel general de vida.
Para terminar, recurramos a un índice sintético: el ingreso nacional per cápita o por habitante. Para este efecto, se toma el ingreso nacional y se divide por el número de los habitantes del país respectivo. En Yugoeslavia, en 1938, el ingreso nacional per cápita era de 115 dólares anuales. Durante la guerra bajó a 80 dólares. En 1960 fue de 360 dólares al año. Es decir, hubo un aumento del 220% con relación a 1938 y de 350% con respecto a los años de guerra. Es casi el ingreso nacional per cápita de Chile. Pero, con una diferencia sustancial y decisiva. Mientras que entre nosotros esta magnitud viene descendiendo desde 1959 adelante, en Yugoeslavia va aumentando de uno a otro año, lo que indica un mejoramiento en las posibilidades de vida y bienestar.
Capítulo V
ALTA CAPITALIZACIÓN.
5.
El factor determinante del rápido desarrollo económico yugoeslavo ha sido la alta tasa de su capitalización. Para hablar en términos comprensibles para todos, explicaremos en dos palabras el mecanismo del proceso de formación de capitales. La capitalización es el efecto del ahorro seguido de la inversión. Para que el capital se forme tienen que concurrir dos actos sucesivos: el acto de ahorrar y el acto de invertir. El ahorro es la parte del ingreso nacional que no se consume. La inversión consiste en producir o adquirir nuevos bienes de capital, como, por ejemplo, máquinas, plantas o equipos, herramientas, etc. La inversión es la afectación positiva del ahorro bajo la forma de nuevos medios para producir. Dicho aún de otra manera, la capitalización está constituida por los nuevos bienes de capital, que mediante la inversión el país agrega a su economía. La inversión es la clave del desarrollo económico, pues de ella depende que un país acreciente o no su capacidad para producir. La inversión puede expresarse en una tasa, un tanto por ciento, del producto nacional. Si por ejemplo el producto nacional de un país es 100 mil y la inversión es 10 mil, ello significa que la tasa de capitalización es del 10%. Hay que distinguir entre inversión bruta e inversión neta. La inversión bruta incluye los bienes de capital destinados a la reposición de los que se desgastaron o perecieron durante el proceso productor. La inversión neta los excluye. Esta última, en consecuencia, mide el aumento de la capacidad productiva nacional. Si un país no tiene inversión neta, tal hecho es muy grave y está indicando que esa economía se limita a conservar su capacidad productora, sin acrecentarla. Si la inversión neta es elevada, ello señala que ese país está aumentando intensamente su capacidad productiva y que, por tanto, se encuentra en vías de un rápido desarrollo económico.
Con todo lo incierto que tienen las generalizaciones digamos, sólo a guisa de orientación, que en los países económicamente avanzados la tasa de inversión bruta es en promedio del 20%, mientras que la tasa de inversión neta es por lo menos del 10%. En los países de insuficiente desarrollo, la tasa de inversión bruta oscila alrededor del 12% y la de inversión neta es de más o menos el 5%, comprendiendo el aporte de recursos foráneos.
¿Cuál ha sido en Yugoeslavia socialista la tasa de capitalización? Desde 1947 adelante, la tasa de inversión bruta ha oscilado entre el 25 y el 31% del producto nacional. La tasa de inversión neta ha estado entre el 14 y el 23%. Antes de la guerra, en el período 1923-1939, la tasa de inversión neta yugoeslava fue del 4%. Aun el más lego puede apreciar que la diferencia es simplemente notable. El esfuerzo capitalizador ha sido gigantesco. La tasa de inversión neta supera, en mucho, las tasas histórica e internacional. Este gran esfuerzo fue posible debido, sobre todo, a dos circunstancias principales que conviene destacar debidamente. En primer lugar, la socialización de las industrias más importantes permitió capitalizar íntegramente recursos que antes ingresaban al patrimonio de algunos particulares, que en parte apreciable los destinaban al consumo superfluo o los remitían al exterior. En segundo término, la socialización de las empresas mineras, muchas de las cuales eran de propiedad de capitalistas extranjeros, puso fin a la exportación de cuantiosos recursos, que en vez de invertirse dentro de Yugoeslavia, salían al exterior para fortalecer e impulsar economías foráneas, substrayéndose así al proceso interno de inversión y desarrollo. El socialismo puso al servició del crecimiento económico nacional todas las capacidades potenciales de ahorro que ya existían dentro de la economía yugoeslava, pero que los grupos privilegiados no empleaban en capitalizar Yugoeslavia.
Del examen de las series estadísticas sobre la inversión, aparece que en los últimos años, de 1954 hasta ahora, la tasa de inversión neta ha disminuido, llegando a ser, en 1958, de un 16%. Pero, lo que es muy importante, el monto absoluto de esa inversión ha crecido, lo que está indicando entonces que el aumento del producto nacional es de tal magnitud que la inversión neta necesaria se alcanza dedicándole un porcentaje menor de ese producto. En otras palabras, la baja en la tasa de la inversión neta no indica, de modo alguno, que esta inversión haya disminuido, y en el hecho ahora es mayor que antes.
texto de Alberto Baltra - texto correspondiente al libro "Tres Países del Mundo Socialista", de 1962
tomado del blog Disidente del capitalismo
publicado en dos mensajes en el Foro
Capítulo I
EL PAÍS Y SU CAPITAL, BELGRADO.
1.
En opinión de algunos, Yugoeslavia es el país más complejo de Europa. En su territorio, que cubre una superficie de 255 mil kilómetros cuadrados, viven 18 millones de habitantes. Pero, en Yugoeslavia, se emplean dos alfabetos: el latino y el cirílico. Se hablan tres lenguas: esloveno, serbocroata y macedonio. Hay tres religiones: la ortodoxa, la católica y la musulmana. La Federación comprende seis Repúblicas: Serbia, Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro. Hay, además, dos territorios autónomos —Vojvodina y Kosmet— y numerosas minorías nacionales —albaneses, turcos, húngaros, rumanos, eslovacos, etc. —. Es el mosaico racial de que hablan ciertos autores. El país tiene casi dos mil kilómetros de costa, y a lo largo de su extenso litoral se despliegan no menos de 900 islas.
Yugoeslavia se constituyó en Estado sólo después de la primera guerra mundial. Durante siglos, las naciones yugoeslavas estuvieron desvinculadas y sometidas a diversos imperios. De ahí, que entre ellas existan notables desniveles en cuanto al desarrollo general y económico. La vida en común durante el período que medió entre las dos grandes guerras no pudo ni siquiera atenuar tales diferencias. Este es un hecho que debe considerarse en la apreciación del progreso de la economía yugoeslava bajo el régimen socialista.
El dominante geográfico de Yugoeslavia es la montaña. El relieve de su territorio es violento y atormentado. En los Alpes eslovenos y en las cordilleras de Montenegro se encuentran las mayores alturas, pero, sin duda, la cadena dinárica, paralela a la costa adriática, es la de mayor importancia e influencia. La pesada masa montañosa aplasta dos tercios del territorio y sólo un tercera parte de éste queda disponible para el trabajo agrícola.
Durante cinco siglos la patria yugoeslava no existe sino en el corazón heroico de algunos rebeldes. En este tiempo desgarran su territorio todos los imperios, poderosos y pequeños. Ayer fue el imperio turco. Más tarde el austríaco y el alemán, y también el húngaro, el búlgaro y el italiano.
Sobre el territorio de Yugoeslavia se tropieza con las huellas de pueblos perdidos en los más lejanos capítulos de la historia humana. Cuando llegan los eslavos, ya están allí los ilirios autóctonos, los tracios venidos del Asia, los celtas y los itálicos. Es la encrucijada en que chocan los pueblos y las civilizaciones, pero es, también, el campo de batalla de los grandes conquistadores. La tierra yugoeslava se ha empapado en la sangre de muchos orígenes. Gran parte de sus ciudades, pueblos y aldeas fueron, más de una vez, arrasados hasta los cimientos. Belgrado, la capital, ha sido destruida once veces. Se cree que fue fundada hace 1.500 años, pero tal vez viene desde antes. Sin embargo, no hay en ella edificios antiguos. Cada destrucción barrió con todo. Del pasado sólo resta la imponente mole de la fortaleza turca Kalémegdan, que antes fue romana, y que, soberbia, domina el punto en que confluyen el Sava y el Danubio. Ahora es un hermoso parque y museo militar.
La devastación periódica ha impreso su huella en el espíritu yugoeslavo. Un matrimonio amigo nos invitó a pasar el domingo en Divčibare. Fue un paseo inolvidable. En las montañas de la Serbia occidental hay una atmósfera pura y diáfana. La dueña de casa, mujer cultísima, nos explicó cómo la pérdida continua de los bienes materiales ha hecho que el yugoeslavo coloque en los tramos más altos de su escala de valores aquellos atributos, sin significación pecuniaria, que no obstante son los que ennoblecen al hombre y determinan sus reales méritos intrínsecos y sociales. Se refería, en especial, a la amistad, la lealtad, la honradez de propósitos, la solidaridad, el cultivo de la inteligencia y de los sentimientos superiores. En la primera guerra mundial ella, muy niña, había huido al extranjero con las mujeres de su familia. En la segunda guerra una bomba redujo a escombros su casa de Belgrado. Dos guerras en una vida configuran una manera muy singular de ver las cosas.
Antes de llegar a Belgrado habíamos leído que era una ciudad de un modernismo impersonal, sin estilo característico, desprovista del sello propio y específico que distingue a las capitales, ya que éstas, en cierta medida, son y deben ser la imagen sintética del país. La sorpresa fue grande. Belgrado tiene, más o menos, 800 mil habitantes. Es una ciudad amplia, limpia y simpática.
Dos grandes y anchas arterias constituyen la espina dorsal del Belgrado moderno. Son la Avenida de la Revolución y la Avenida Tito. En la Avenida de la Revolución se encuentran el hotel "Metropole", uno de los mejores de Europa; el sobrio y hermoso edificio del Parlamento, los dos Palacios reales y la Facultad de Derecho. Termina la Avenida en la sede monumental de los Sindicatos.
En el Parlamento funciona el órgano supremo de la organización política yugoeslava, la Asamblea Federal, que se elige cada cuatro años y consta de dos Cámaras: la Cámara de Diputados y la Cámara de Productores. Vladimir Simić, Vicepresidente de la Asamblea y una de las figuras más respetables de Yugoeslavia, nos recibe en su sobria oficina del Parlamento, explicándonos en detalle el papel que la Asamblea juega en la vida institucional del país. También lo hace Punio Perović, Secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores, viejo revolucionario montenegrino, que impresiona por la serenidad de sus palabras y la firmeza de sus ideas.
Casi frente al Parlamento se encuentra la sede del Comité Popular de Belgrado. Funciona en uno de los Palacios del tiempo de la monarquía serbia. Durante más de una hora conversamos con Milijan Neoričić, Presidente del Comité Popular, que en la estructura administrativa yugoeslava equivale a nuestra Municipalidad, pero con poderes y atribuciones mucho mayores, pues tiene bajo su dependencia a todos los servicios públicos de la capital. Cuando recorremos el Palacio, no podemos dejar de recordar que fue aquí donde, en 1903, los oficiales de la guardia mataron al último rey de la dinastía Obrenovitch, exaltando al trono a Pedro I, de la casa Karageorgevitch, cuyos descendientes gobernaron hasta la segunda guerra mundial.
En una esquina de la Avenida está la Facultad de Derecho. Es su decano, Jovan Djordjevich, presidente del Consejo Jurídico Yugoeslavo y autor de una obra, que, traducida al español, ha logrado amplia difusión, "Yugoeslavia, Democracia Socialista". La conversación con el profesor Djordjevich me fue de suma utilidad para la comprensión de la estructura legal del régimen yugoeslavo.
La Avenida Tito es la arteria del comercio. Allí están las tiendas, almacenes y librerías. En las tardes, después de las seis, pareciera que todo Belgrado se vacía en las calles, y principalmente en esta Avenida. Son compactas masas humanas que transitan, miran vitrinas, se reúnen en grupos y conversan. Para el extranjero es un interesante espectáculo humano.
En Belgrado hay gran número de personas que habla francés. No sólo en los medios profesionales o universitarios. En verdad, es un idioma de uso corriente. Corresponde al sentimiento de amistad entre Serbia y Francia, que encuentra su origen en la primera guerra mundial, y que se materializa en el hermoso monumento esculpido por Mestrovitch, donde se lee aquella frase que expresa el sentir de todo un pueblo: "Amamos la Francia como ella nos ha amado".
Capítulo II
LA GUERRA.
2.
La última guerra fue una dura prueba para el pueblo yugoeslavo. Fue un azote cruel y terrible. De cada nueve yugoeslavos, murió uno. Las pérdidas ascendieron, más o menos, a un millón 700 mil vidas. Nosotros estuvimos en un pueblo situado en el corazón de Serbia, Kraguyevats, donde los invasores en una mañana fusilaron 7 mil rehenes. Toda la población masculina, con más de 15 años, fue condenada a muerte. En filas cerradas, tras sus profesores, marcharon al cadalso 300 estudiantes. De uno a otro extremo, Yugoeslavia se bañó en sangre. Pero no fue eso lo peor. La guerra despertó, agudizó y exacerbó los nacionalismos y los odios religiosos. El enemigo estimuló, en su provecho, esta locura colectiva. Más de la mitad de los muertos en la guerra no cayó bajo el golpe del enemigo extranjero. Fue la atroz matanza fratricida.
En estas tristes circunstancias aparece un hombre, Tito, que domina el caos y recuerda al pueblo que Yugoeslavia es una e indivisible. Al día siguiente del desastre y de la invasión enemiga, Tito organiza sus cuadros de resistencia. Sus famosas brigadas proletarias acogen al yugoeslavo sea cual sea su origen, por encima de los conflictos de nacionalidades y de credos religiosos. Se alistan en sus filas el joven y el viejo, las mujeres y los hombres, el obrero y el profesor, los artistas y los sacerdotes. De esta suerte, con extraordinaria perspicacia política, Tito, desde el comienzo transforma al Partido Comunista en el elemento aglutinante de las razas y las nacionalidades, en el instrumento de la unidad yugoeslava, en la única fuerza nacional. Su lucha es patriótica, nacionalista y revolucionaria. A la vez que combate al enemigo, lanza las bases de la nueva sociedad en aquellas secciones del territorio que logra conquistar y retener. La derrota del invasor significa, simultáneamente, el establecimiento del socialismo.
Derrotado el enemigo, la tarea reconstructora revistió proporciones gigantescas atendida la magnitud de los daños sufridos. Sólo Polonia fue más destruida que Yugoeslavia. El conjunto de los estragos materiales —directos e indirectos— se avalúa en más de 50 años de lo que era el ingreso nacional de Yugoeslavia antes de la guerra. La agricultura vio desaparecer el 56% de su activo. En la práctica, fue arrasada. En cuanto a la industria, en 1945, al fin de las hostilidades, sólo producía, por ejemplo, el 15% de la energía eléctrica que en 1939; el 20% del cemento, el 30% del azúcar, el 29% del acero, etc. La escasa y pobre red de transportes fue asolada. La economía yugoeslava era un montón de ruinas. Los resultados obtenidos hasta hoy deben juzgarse considerando, por una parte, el subdesarrollo económico que el nuevo régimen heredó de la monarquía y, por la otra, el agravamiento que experimentó tal subdesarrollo con motivo de los atroces perjuicios causados por la guerra.
Capítulo III
YUGOESLAVIA, DEMOCRACIA POPULAR.
3.
Yugoeslavia puede clasificarse como una democracia popular, pues representa una etapa de transición entre el capitalismo y el socialismo. En su economía, hay grandes e importantes sectores socializados y otros en que aún subsisten formas capitalistas.
La propiedad socializada de los medios de producción constituye la regla general. En Yugoeslavia se la prefiere llamar "propiedad popular". Esta propiedad comprende no sólo la industria fabril, sino que también el transporte, el comercio, los bancos, las minas, la producción de energía y, en parte, la agricultura y el artesanado.
En la agricultura, el sector socializado abarca sólo el 10% de la tierra cultivable. Comprende las granjas del Estado y las cooperativas de producción. Pero, este 10% de la agricultura socializada proporciona el 36% del producto total agrícola y el 56% del abastecimiento de trigo. Como puede apreciarse, entonces, aun cuando el porcentaje de suelo socializado es bajo, reviste bastante importancia atendida la cuantía relativa de su aporte a la producción agrícola del país. El 90% de la superficie agrícola es, pues, de propiedad privada. De acuerdo con la ley, esta propiedad no puede tener más de diez hectáreas de tierra apta para el cultivo. El límite se basa en que, con los medios técnicos de uso actual en Yugoeslavia, tal superficie puede explotarse por la propia familia del campesino, sin recurrir a mano de obra asalariada. El propietario tampoco puede tomar en arriendo o aparcería otras tierras cuando éstas, sumadas a las de su dominio, excedan del máximo legal de diez hectáreas. Si se trata de cooperativas familiares o de predios ubicados en zonas de tierra pobre, la ley acepta que el máximo se eleve a quince o treinta hectáreas, según los casos.
La industria fabril está casi íntegramente socializada. El artesanado lo está sólo en un 50%. En ambas actividades hay, en consecuencia, formas capitalistas o privadas de producción. En la industria fabril, la empresa particular tiene que ser de dimensiones pequeñas. La ley sólo acepta unidades que ocupen menos de cinco obreros y la misma limitación rije para los artesanos. En todo caso, la producción de bienes capitales —maquinarias, equipos, etc.— y de materias primas se lleva a cabo, exclusivamente, en industrias de propiedad popular.
Como en otras democracias populares, el Estado vigila y controla el crecimiento de las empresas que integran el sector capitalista, a fin de impedir su crecimiento exagerado. Este control se practica a través de los bancos y del aprovisionamiento de medios de producción.
El comercio interno se encuentra socializado en más de un 90% y el comercio exterior lo está totalmente. En lo que atañe a la propiedad sobre inmuebles, en virtud de una ley dictada en 1958, sólo las casas-habitación pueden ser objeto de apropiación privada. Cuando se trata de departamentos, la propiedad particular puede constituirse hasta sobre edificios, pero siempre que éstos consten, a lo sumo, de tres unidades pequeñas, con las cabidas que el texto legal indica.
Capítulo IV
RESULTADOS DE LA ECONOMÍA SOCIALIZADA.
4.
Como ya se dijo, el régimen socialista tuvo que hacer frente a una doble y pesada tarea. Primero, reconstruir los enormes daños ocasionados por la guerra y, segundo, promover el crecimiento económico nacional, ya que hasta antes del conflicto Yugoeslavia era un país acentuada y agudamente sub-desarrollado, tanto en lo económico como en lo cultural. Según observa Bobrovski, el capitalismo del siglo XIX no dejó huella sino en una parte mínima de la economía yugoeslava, y por esta causa no puede comprenderse el camino recorrido hasta ahora sin referirse al pasado, que todavía sigue influyendo sobre los problemas presentes (1).
En cuanto a la reconstrucción, ya hacia fines de 1946 la producción casi había recuperado los niveles de antes de la guerra. Fue un éxito de largas proyecciones sobre el avance económico posterior y un buen presagio del dinamismo resultante de los cambios de estructura impuestos por la revolución.
La política económica yugoeslava descansa, principalmente, en la industrialización. Este es el factor estratégico clave. El esfuerzo se ha orientado, sobre todo, hacia la industria pesada, aun cuando ahora empieza a acentuarse la necesidad del desarrollo de la industria ligera, abastecedora de bienes de consumo. El plan general para el desarrollo económico de Yugoeslavia durante el período 1961-65 dice, a este respecto, que es preciso asegurar una más gran variedad y una mejor calidad de los productos, como también apresurar la producción de bienes durables de consumo y de otros artículos cuya demanda está creciendo como consecuencia de las modificaciones ocurridas en la estructura de los consumos personales.
¿Cuál es, concretamente, lo conseguido por Yugoeslavia en materia de industrialización? ¿Hasta qué punto el régimen socialista ha sido capaz de transformar la vieja estructura feudal y agraria, heredada de la monarquía, en una estructura económica moderna e industrializada? Para no perdernos en marejadas de cifras, mediremos el progreso fabril yugoeslavo a través de dos índices. En primer término, la parte proporcional de su población activa ocupada en la agricultura y en otras actividades no agrícolas. En segundo lugar, el aporte de la agricultura y de la industria al producto nacional yugoeslavo. Mediante el uso de ambos criterios podremos, de inmediato, darnos cuenta si la economía yugoeslava continúa siendo predominantemente agrícola y ganadera, o si, por el contrario, ahora es fabril e industrializada.
En 1939, año inmediatamente anterior a la guerra, la agricultura absorbía el 76% de la población activa. Dicho de otra manera, el 76% de las personas en edad de trabajar lo hacía en el campo. En 1959 la población activa agrícola representa el 51%. Ha habido, en consecuencia, un fuerte descenso de la mano de obra ocupada en la tierra. Ello significa que la economía yugoeslava se está haciendo menos agraria. Para el sólo efecto de hacer comparaciones y situarse en el problema, advirtamos que el porcentaje de población activa que trabaja en el campo es inferior al 30% en Argentina, Chile y Uruguay. Aun cuando Yugoeslavia sigue exhibiendo un porcentaje muy alto de empleo agrícola, es evidente el intenso desplazamiento de población activa hacia trabajos no agrícolas que, principalmente, son de carácter industrial y artesanal. En 1939 ese porcentaje era del 24%, mientras que en 1959 alcanza al 49%. Es un progreso innegable, que obedece a una tendencia clara, firme y definida. Yugoeslavia está en trance de industrialización.
Veamos ahora la composición del producto nacional bruto en cuanto al aporte que recibe de la agricultura y la industria. En la Yugoeslavia de 1938, la agricultura, ganadería y silvicultura generaban un 52,6% de ese producto, en tanto que la industria y el artesanado sólo tenían un aporte del 25,7%. En 1960 la situación es diametralmente distinta. Los aportes casi son los inversos. La agricultura, ganadería y silvicultura entregan al producto nacional bruto un 25,2%, mientras que la industria y el artesanado hacen un aporte del 51,2%. Más de la mitad del producto yugoeslavo proviene, ahora, del sector industrial y artesano. El avance es extraordinario y destaca un cambio fundamental en la estructura económica. Este cambio ha modificado profundamente el carácter de la economía y del nivel general de vida.
Para terminar, recurramos a un índice sintético: el ingreso nacional per cápita o por habitante. Para este efecto, se toma el ingreso nacional y se divide por el número de los habitantes del país respectivo. En Yugoeslavia, en 1938, el ingreso nacional per cápita era de 115 dólares anuales. Durante la guerra bajó a 80 dólares. En 1960 fue de 360 dólares al año. Es decir, hubo un aumento del 220% con relación a 1938 y de 350% con respecto a los años de guerra. Es casi el ingreso nacional per cápita de Chile. Pero, con una diferencia sustancial y decisiva. Mientras que entre nosotros esta magnitud viene descendiendo desde 1959 adelante, en Yugoeslavia va aumentando de uno a otro año, lo que indica un mejoramiento en las posibilidades de vida y bienestar.
Capítulo V
ALTA CAPITALIZACIÓN.
5.
El factor determinante del rápido desarrollo económico yugoeslavo ha sido la alta tasa de su capitalización. Para hablar en términos comprensibles para todos, explicaremos en dos palabras el mecanismo del proceso de formación de capitales. La capitalización es el efecto del ahorro seguido de la inversión. Para que el capital se forme tienen que concurrir dos actos sucesivos: el acto de ahorrar y el acto de invertir. El ahorro es la parte del ingreso nacional que no se consume. La inversión consiste en producir o adquirir nuevos bienes de capital, como, por ejemplo, máquinas, plantas o equipos, herramientas, etc. La inversión es la afectación positiva del ahorro bajo la forma de nuevos medios para producir. Dicho aún de otra manera, la capitalización está constituida por los nuevos bienes de capital, que mediante la inversión el país agrega a su economía. La inversión es la clave del desarrollo económico, pues de ella depende que un país acreciente o no su capacidad para producir. La inversión puede expresarse en una tasa, un tanto por ciento, del producto nacional. Si por ejemplo el producto nacional de un país es 100 mil y la inversión es 10 mil, ello significa que la tasa de capitalización es del 10%. Hay que distinguir entre inversión bruta e inversión neta. La inversión bruta incluye los bienes de capital destinados a la reposición de los que se desgastaron o perecieron durante el proceso productor. La inversión neta los excluye. Esta última, en consecuencia, mide el aumento de la capacidad productiva nacional. Si un país no tiene inversión neta, tal hecho es muy grave y está indicando que esa economía se limita a conservar su capacidad productora, sin acrecentarla. Si la inversión neta es elevada, ello señala que ese país está aumentando intensamente su capacidad productiva y que, por tanto, se encuentra en vías de un rápido desarrollo económico.
Con todo lo incierto que tienen las generalizaciones digamos, sólo a guisa de orientación, que en los países económicamente avanzados la tasa de inversión bruta es en promedio del 20%, mientras que la tasa de inversión neta es por lo menos del 10%. En los países de insuficiente desarrollo, la tasa de inversión bruta oscila alrededor del 12% y la de inversión neta es de más o menos el 5%, comprendiendo el aporte de recursos foráneos.
¿Cuál ha sido en Yugoeslavia socialista la tasa de capitalización? Desde 1947 adelante, la tasa de inversión bruta ha oscilado entre el 25 y el 31% del producto nacional. La tasa de inversión neta ha estado entre el 14 y el 23%. Antes de la guerra, en el período 1923-1939, la tasa de inversión neta yugoeslava fue del 4%. Aun el más lego puede apreciar que la diferencia es simplemente notable. El esfuerzo capitalizador ha sido gigantesco. La tasa de inversión neta supera, en mucho, las tasas histórica e internacional. Este gran esfuerzo fue posible debido, sobre todo, a dos circunstancias principales que conviene destacar debidamente. En primer lugar, la socialización de las industrias más importantes permitió capitalizar íntegramente recursos que antes ingresaban al patrimonio de algunos particulares, que en parte apreciable los destinaban al consumo superfluo o los remitían al exterior. En segundo término, la socialización de las empresas mineras, muchas de las cuales eran de propiedad de capitalistas extranjeros, puso fin a la exportación de cuantiosos recursos, que en vez de invertirse dentro de Yugoeslavia, salían al exterior para fortalecer e impulsar economías foráneas, substrayéndose así al proceso interno de inversión y desarrollo. El socialismo puso al servició del crecimiento económico nacional todas las capacidades potenciales de ahorro que ya existían dentro de la economía yugoeslava, pero que los grupos privilegiados no empleaban en capitalizar Yugoeslavia.
Del examen de las series estadísticas sobre la inversión, aparece que en los últimos años, de 1954 hasta ahora, la tasa de inversión neta ha disminuido, llegando a ser, en 1958, de un 16%. Pero, lo que es muy importante, el monto absoluto de esa inversión ha crecido, lo que está indicando entonces que el aumento del producto nacional es de tal magnitud que la inversión neta necesaria se alcanza dedicándole un porcentaje menor de ese producto. En otras palabras, la baja en la tasa de la inversión neta no indica, de modo alguno, que esta inversión haya disminuido, y en el hecho ahora es mayor que antes.
---fin del primer mensaje---