El socialismo chino
texto de Herwig Lerouge que es la Introducción del libro ¿Hacia donde va China?, escrito por Peter Franssen – en español en 2011
En el año 2006, el crecimiento de la economía china fue de un 10,7%. Desde 1978, ha seguido una buena media anual. En Europa occidental, los expertos en economía hablan de un buen año cuando el crecimiento sobrepasa el 2%. Además, no hay que olvidar que una parte de este crecimiento europeo tiene que ver con las espectaculares cifras del crecimiento chino. China necesita petróleo, acero, máquinas, materias primas, tecnologías… que las multinacionales occidentales suministran con placer.
China es cada vez más, una espina en el pie del mundo capitalista. Veamos las relaciones de China con el tercer mundo. China compra a precios razonables y justos materias primas en África, América Latina y Oriente Medio. De esta manera, muchos países del tercer mundo ven la posibilidad de liberarse del chantaje y el dumping impuesto por los Estados Unidos y Europa. Hoy, estos países del tercer mundo tienen la capacidad de elegir a quien venden sus productos.
A diferencia de lo que suelen hacer los países capitalistas, China suministra préstamos baratos a los países del tercer mundo con los que comercia, para construir la infraestructura. Y no les obliga a comprar productos de fabricación china con el dinero de los préstamos. [1]
China es hoy un fuerte aliado en el, cada vez mayor, frente de resistencia del tercer mundo contra el dominio del imperialismo estadounidense y europeo sobre la economía mundial. China parece ser también, por el momento, el único país que se puede oponer a largo plazo a los planes de dominación mundial de las fuerzas imperialistas de los EEUU. Algunos dirigentes europeos, parecen querer situarse del lado de China para no quedar desbancados. Es el caso por ejemplo de Guy Spitaels, antiguo presidente del Partido Socialista Belga. China construyó con medios puramente económicos, un contrapeso tal, que ya es muy tarde, piensa él, para poder ser abatido militarmente por los Estados Unidos. Lo que no impide que las fuerzas ultra conservadoras de los Estados Unidos defiendan permanentemente dicha intervención. “Cuanto más tarde se haga, más duro será”, dicen.
Las protestas contra China en la prensa occidental son cada vez más frecuentes. Naturalmente, no dicen que China está arruinando el mercado de materias primas que necesitan nuestras multinacionales. Por el contrario hablan del imperialismo chino, que no tiene en cuenta con que regímenes trabaja y que destruye el mercado interior africano con productos chinos baratos.
China sigue un camino anti-imperialista. Esto al menos parece claro. Pero esta China triunfante, ¿Es todavía socialista? ¿La economía no está cada vez más dominada por una nueva clase capitalista? ¿China no conoce los defectos clásicos del capitalismo: el paro creciente, las condiciones de trabajo espantosas, la diferencia cada vez más grande entre ricos y pobres, entre la ciudad y el campo, la corrupción?, ¿Qué queda todavía, en “la economía socialista de mercado”, de los principios clásicos de una economía socialista: planificación central, propiedad estatal de las grandes empresas, colectivización de la agricultura? ¿Los campesinos y los obreros son todavía dueños del estado?, ¿Qué fue de la “continuación de la lucha de clases bajo el socialismo”?, ¿Cómo trabaja el Partido comunista chino para suprimir las diferencias de clase?
Peter Franssen, periodista en el semanario belga Solidaire, intenta ofrecer una respuesta a estas complejas cuestiones. Analiza los treinta primeros años de la revolución china bajo la dirección de Mao Zedong de manera dialéctica. La industria pesada se desarrolló y el sector de la sanidad y de la enseñanza conocieron un crecimiento espectacular. China, un país casi exclusivamente agrícola en 1949, tiene en 1970 un adelanto considerable respecto a su vecina India. Pero durante este periodo el partido cometió también muchos errores izquierdistas, afirma el autor. Y describe los errores.
El bienestar no creció lo que se esperaba. El consumo por familia no aumentaba lo suficiente, la financiación de la industria pesada se hacía en exceso a costa de la agricultura. Los ingresos de los campesinos aumentaban más lentamente que el de los obreros y los habitantes de las ciudades. El sector del comercio, de los hoteles y restaurantes tampoco se desarrollaban a causa de la rígida concepción de la economía planificada que defendía que el pequeño comercio y los hoteles, restaurantes y cafés continuasen en manos del Estado. El desarrollo de la industria ligera hubiera progresado más rápido en esta fase del desarrollo económico si las fuerzas sociales que trabajaban en este sector hubieran podido tomar la iniciativa. Pero estas ideas no se planteaban en las concepciones de la época de Mao Zedong. A finales de los años 1970, la necesidad de un nuevo enfoque económico era evidente para la mayor parte de los altos cargos del partido.
El autor apoya las reformas y se basa en la concepción de Marx y Engels de que el socialismo nacería en países en los que el capitalismo hubiese completado su papel histórico. Cuando este rol histórico haya sido completado, la razón de la existencia de esta organización de la sociedad caerá, y por necesidad económica, será destruida por una forma superior de organización. El rol histórico del capitalismo consiste en socializar la organización del trabajo. Así, al remodelar a los individuos aislados en seres sociales; al llevar a las fuerzas productivas a un crecimiento jamás visto, al transformar la economía agraria en una economía industrial; al desarrollar la ciencia y la técnica de tal manera que la naturaleza ya no sea impenetrable y súbdita de la idolatría; si no que se transforme para ser un instrumento de progreso social y de emancipación ideológica; reduciendo el tiempo de trabajo necesario para la producción de los medios de subsistencia aumentando la productividad del trabajo, de manera que se cree la posibilidad de producir en abundancia otras mercancías, y desarrollar así la cultura general. En resumen, el capitalismo debe crear las condiciones que hacen posible el socialismo. A partir de mediados de los años 1950, una parte de los dirigentes chinos pensaba que el socialismo y el comunismo nacen de la nada y que las relaciones de producción podían ser elegidas a su gusto y según sus propias convicciones ideológicas.
Que el comunismo no puede construirse plenamente salvo en los países donde el capitalismo completado su papel histórico, no quiere decir en absoluto que los comunistas rusos y chinos debieran renunciar al poder. Cuando en Rusia la clase obrera tomó el poder durante la revolución de Octubre, el país estaba económica y socialmente muy lejos del estado de desarrollo capitalista avanzado. La industria, y, en consecuencia la clase obrera, estaban desarrollados de manera muy débil (5% de obreros), el país era todavía esencialmente agrario. Y para colmo se encontraba devastado por la guerra.
Lenin se daba cuenta de que debía encontrar el camino concreto para ir paso a paso del antiguo Estado y de la situación de destrucción de Rusia hacia el socialismo “ideal”, el modelo que Marx y Engels ya habían esbozado precisa y correctamente. Afirmó que en la Unión Soviética reinaba el poder de la clase obrera. Pero la economía no puede ser socialista de buenas a primeras, si bien es el objetivo al que se dedica la clase obrera. Previamente existe todo un periodo de transición.
En 1921, Lenin introduce la NEP (Nueva Política Económica): una política que permitía el desarrollo del capitalismo y del mercado. Lenin habla de una fase intermedia que duraría “algunas décadas”. Pero este desarrollo cuenta con el peligro de que el capitalismo se haga fuerte e intente romper con el poder del Estado socialista. Fue lo que ocurrió en Rusia en 1930, cuando los campesinos ricos pusieron en riesgo el aprovisionamiento de las ciudades reteniendo sus cosechas con la esperanza de obtener precios más elevados. Los precios elevados de los cereales harían aumentar los salarios y pondrían en peligro la industrialización. Es por este motivo que el estado soviético debió colectivizar la agricultura rápidamente y romper con el poder de los campesinos ricos. Tal vez el gobierno soviético hubiese preferido mantener la NEP todavía algún tiempo más, pero los ataques de la burguesía, cuya fuerza aumentaba, no lo permitían.
Tanto la NEP como su abandono más tarde -antes de lo previsto- y su remplazo por una industrialización socialista “forzada” no respondían a ningún modelo marxista “teórico”, si no a las necesidades concretas de una situación concreta: es la única manera de avanzar hacia el socialismo, de consolidar lo que está ya adquirido y de no retroceder hasta el punto de partida. La clase obrera puede tomar el poder de un día a otro durante la revolución. Pero la construcción de una economía socialista y de una sociedad socialista -según el “modelo” que Marx y Engels habían propuesto como principio- exige sin duda en los países débilmente desarrollados un periodo de transición, que puede ser de larga duración. Este periodo de transición puede atravesar diferentes fases que pueden incluso ser contradictorias.
A principios de los años 1980, los marxistas chinos elaboraron la teoría de “la primera fase del socialismo”. La característica principal de esta fase es el subdesarrollo de la sociedad, consecuencia del escaso nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y de su baja productividad. Los comunistas chinos asumieron entonces que su tarea más importante era desarrollar las fuerzas productivas al máximo. Esto implica que el papel histórico de la propiedad privada todavía no había finalizado.
Peter Franssen describe como las reformas del PCC se basaban en una investigación concreta y no en dogmas fosilizados. Los resultados de este tipo de estudios llegaron a la conclusión de que la forma de propiedad más apta para hacer progresar las fuerzas productivas depende de la situación económica específica. Una economía que no esté todavía muy desarrollada, parecer mostrar que la explotación privada es a menudo más eficaz y productiva que la explotación colectiva. Pero el socialismo impone que la explotación privada beneficie al desarrollo socialista o, en otras palabras, que el capitalismo se ponga al servicio de la construcción socialista.
Toda la discusión sobre las reformas está relacionada con las tesis de Mao Zedong acerca de la investigación de la veracidad en los hechos. Los chinos llegaron a la conclusión de que el marxismo no era un dogma grabado en la piedra, que, por encima del mercado, tuviese las respuestas de problemas sobre los cuales ni Marx ni Engels habían podido tener conocimiento.
Ninguna ciencia termina y toda ciencia vuelve sobre lo que en un primer momento parecía ser justo y completo. Esto también es válido para el socialismo científico. Como la práctica cambia en cada instante y en cada lugar, el marxismo puede formular principios de base y proponer métodos de reflexión para examinar la práctica, pero no puede dar una respuesta prefabricada a los problemas que se van planteando. El autor afirma que Marx no ha explicado en ninguna parte cómo habría que desarrollar un país atrasado, que hasta la liberación era semi-feudal y semi-colonial. Los chinos están obligados a profundizar en el marxismo y a innovar para estar a la altura de los complejos problemas que se les plantean. Están obligados a resolver las cuestiones teóricas del tipo: ¿Qué es el socialismo en un país sub-desarrollado?, ¿Cómo y en qué medida se puede organizar la lucha de clases en el socialismo?, ¿Cuál es el papel del partido comunista en una economía socialista que conoce ciertas relaciones capitalistas?... El partido comunista chino realiza reformas radicales. La tierra que era trabajada colectivamente fue confiada a las familias. Los chinos necesitan capital, tecnología, y técnicas de gestión de empresas de la economía capitalista altamente desarrollada, y autorizan la importación. Las empresas privadas chinas se desarrollan igualmente.
Peter Franssen describe en detalle el éxito de esta política, las correcciones y también los peligros. Según él, el partido comunista chino es muy consciente del peligro que puede suponer para el socialismo un mercado más invasor. Está de acuerdo con Mao Zedong que afirmó en 1957 que la cuestión de saber qué triunfaría en China, si el socialismo o el capitalismo, estaba lejos de estar resuelta. Era una realidad en la época y lo sigue siendo todavía hoy en día. Pero si miramos de manera retrospectiva la historia del partido comunista y sobre palmarés, no faltan razones para ser optimistas, afirma el autor.
Que este artículo sea el inicio de un debate provechoso. En las filas de la burguesía internacional, existe una gran división de opiniones acerca de la actitud a adoptar ante la vía que ha tomado China. Para algunos, ha elegido definitivamente el lado del desarrollo capitalista. Otros, al contrario, observan con lástima como un país dirigido por un partido comunista consigue un éxito desconocido en el mundo capitalista. Están convencidos de que se trata de una fase de transición… Una vez que las fuerzas productivas hayan alcanzado en todo el país un grado de desarrollo suficientemente alto, temen que China vuelva a tener una economía colectiva y planificada. Sin ninguna duda, las dos opiniones harán todo lo posible por mantener en el interior del Partido comunista chino a las fuerzas que pretenden llevar la evolución hacia un capitalismo inexorable.
A la gente de izquierdas y a los comunistas se les plantean las mismas cuestiones, aunque surgen de otro problema. Una China socialista fuerte puede cambiar rápidamente las relaciones de fuerza a nivel mundial. Pero algunos se preguntan si las reformas actuales no han ido ya demasiado lejos, o si las fuerzas burguesas en la economía y tal vez incluso en el aparato del estado, no han tomado ya posiciones demasiado sólidas para dejarse neutralizar pacíficamente.
Que este artículo ayude a dar a conocer los resultados manifiestamente positivos, a desmentir algunas falsedades aparentes, a escuchar objetivamente los argumentos con los cuales el partido comunista chino justifica su política. Quien quiera plantear cuestiones, aclarar problemas que no sean conocidos o discutir de ciertos conceptos teóricos, podrá incluir sus observaciones en esta revista. El siglo XX nos ha enseñado que el camino de la construcción socialista debe ser juzgado en un largo periodo– unas pocas décadas no significan nada en la escala de la historia. Es tan sólo el principio, continuemos el debate.
[1] Karl Marx, prologo a la introducción a la crítica de la economía política (1859), [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
texto de Herwig Lerouge que es la Introducción del libro ¿Hacia donde va China?, escrito por Peter Franssen – en español en 2011
En el año 2006, el crecimiento de la economía china fue de un 10,7%. Desde 1978, ha seguido una buena media anual. En Europa occidental, los expertos en economía hablan de un buen año cuando el crecimiento sobrepasa el 2%. Además, no hay que olvidar que una parte de este crecimiento europeo tiene que ver con las espectaculares cifras del crecimiento chino. China necesita petróleo, acero, máquinas, materias primas, tecnologías… que las multinacionales occidentales suministran con placer.
China es cada vez más, una espina en el pie del mundo capitalista. Veamos las relaciones de China con el tercer mundo. China compra a precios razonables y justos materias primas en África, América Latina y Oriente Medio. De esta manera, muchos países del tercer mundo ven la posibilidad de liberarse del chantaje y el dumping impuesto por los Estados Unidos y Europa. Hoy, estos países del tercer mundo tienen la capacidad de elegir a quien venden sus productos.
A diferencia de lo que suelen hacer los países capitalistas, China suministra préstamos baratos a los países del tercer mundo con los que comercia, para construir la infraestructura. Y no les obliga a comprar productos de fabricación china con el dinero de los préstamos. [1]
China es hoy un fuerte aliado en el, cada vez mayor, frente de resistencia del tercer mundo contra el dominio del imperialismo estadounidense y europeo sobre la economía mundial. China parece ser también, por el momento, el único país que se puede oponer a largo plazo a los planes de dominación mundial de las fuerzas imperialistas de los EEUU. Algunos dirigentes europeos, parecen querer situarse del lado de China para no quedar desbancados. Es el caso por ejemplo de Guy Spitaels, antiguo presidente del Partido Socialista Belga. China construyó con medios puramente económicos, un contrapeso tal, que ya es muy tarde, piensa él, para poder ser abatido militarmente por los Estados Unidos. Lo que no impide que las fuerzas ultra conservadoras de los Estados Unidos defiendan permanentemente dicha intervención. “Cuanto más tarde se haga, más duro será”, dicen.
Las protestas contra China en la prensa occidental son cada vez más frecuentes. Naturalmente, no dicen que China está arruinando el mercado de materias primas que necesitan nuestras multinacionales. Por el contrario hablan del imperialismo chino, que no tiene en cuenta con que regímenes trabaja y que destruye el mercado interior africano con productos chinos baratos.
China sigue un camino anti-imperialista. Esto al menos parece claro. Pero esta China triunfante, ¿Es todavía socialista? ¿La economía no está cada vez más dominada por una nueva clase capitalista? ¿China no conoce los defectos clásicos del capitalismo: el paro creciente, las condiciones de trabajo espantosas, la diferencia cada vez más grande entre ricos y pobres, entre la ciudad y el campo, la corrupción?, ¿Qué queda todavía, en “la economía socialista de mercado”, de los principios clásicos de una economía socialista: planificación central, propiedad estatal de las grandes empresas, colectivización de la agricultura? ¿Los campesinos y los obreros son todavía dueños del estado?, ¿Qué fue de la “continuación de la lucha de clases bajo el socialismo”?, ¿Cómo trabaja el Partido comunista chino para suprimir las diferencias de clase?
Peter Franssen, periodista en el semanario belga Solidaire, intenta ofrecer una respuesta a estas complejas cuestiones. Analiza los treinta primeros años de la revolución china bajo la dirección de Mao Zedong de manera dialéctica. La industria pesada se desarrolló y el sector de la sanidad y de la enseñanza conocieron un crecimiento espectacular. China, un país casi exclusivamente agrícola en 1949, tiene en 1970 un adelanto considerable respecto a su vecina India. Pero durante este periodo el partido cometió también muchos errores izquierdistas, afirma el autor. Y describe los errores.
El bienestar no creció lo que se esperaba. El consumo por familia no aumentaba lo suficiente, la financiación de la industria pesada se hacía en exceso a costa de la agricultura. Los ingresos de los campesinos aumentaban más lentamente que el de los obreros y los habitantes de las ciudades. El sector del comercio, de los hoteles y restaurantes tampoco se desarrollaban a causa de la rígida concepción de la economía planificada que defendía que el pequeño comercio y los hoteles, restaurantes y cafés continuasen en manos del Estado. El desarrollo de la industria ligera hubiera progresado más rápido en esta fase del desarrollo económico si las fuerzas sociales que trabajaban en este sector hubieran podido tomar la iniciativa. Pero estas ideas no se planteaban en las concepciones de la época de Mao Zedong. A finales de los años 1970, la necesidad de un nuevo enfoque económico era evidente para la mayor parte de los altos cargos del partido.
El autor apoya las reformas y se basa en la concepción de Marx y Engels de que el socialismo nacería en países en los que el capitalismo hubiese completado su papel histórico. Cuando este rol histórico haya sido completado, la razón de la existencia de esta organización de la sociedad caerá, y por necesidad económica, será destruida por una forma superior de organización. El rol histórico del capitalismo consiste en socializar la organización del trabajo. Así, al remodelar a los individuos aislados en seres sociales; al llevar a las fuerzas productivas a un crecimiento jamás visto, al transformar la economía agraria en una economía industrial; al desarrollar la ciencia y la técnica de tal manera que la naturaleza ya no sea impenetrable y súbdita de la idolatría; si no que se transforme para ser un instrumento de progreso social y de emancipación ideológica; reduciendo el tiempo de trabajo necesario para la producción de los medios de subsistencia aumentando la productividad del trabajo, de manera que se cree la posibilidad de producir en abundancia otras mercancías, y desarrollar así la cultura general. En resumen, el capitalismo debe crear las condiciones que hacen posible el socialismo. A partir de mediados de los años 1950, una parte de los dirigentes chinos pensaba que el socialismo y el comunismo nacen de la nada y que las relaciones de producción podían ser elegidas a su gusto y según sus propias convicciones ideológicas.
Que el comunismo no puede construirse plenamente salvo en los países donde el capitalismo completado su papel histórico, no quiere decir en absoluto que los comunistas rusos y chinos debieran renunciar al poder. Cuando en Rusia la clase obrera tomó el poder durante la revolución de Octubre, el país estaba económica y socialmente muy lejos del estado de desarrollo capitalista avanzado. La industria, y, en consecuencia la clase obrera, estaban desarrollados de manera muy débil (5% de obreros), el país era todavía esencialmente agrario. Y para colmo se encontraba devastado por la guerra.
Lenin se daba cuenta de que debía encontrar el camino concreto para ir paso a paso del antiguo Estado y de la situación de destrucción de Rusia hacia el socialismo “ideal”, el modelo que Marx y Engels ya habían esbozado precisa y correctamente. Afirmó que en la Unión Soviética reinaba el poder de la clase obrera. Pero la economía no puede ser socialista de buenas a primeras, si bien es el objetivo al que se dedica la clase obrera. Previamente existe todo un periodo de transición.
En 1921, Lenin introduce la NEP (Nueva Política Económica): una política que permitía el desarrollo del capitalismo y del mercado. Lenin habla de una fase intermedia que duraría “algunas décadas”. Pero este desarrollo cuenta con el peligro de que el capitalismo se haga fuerte e intente romper con el poder del Estado socialista. Fue lo que ocurrió en Rusia en 1930, cuando los campesinos ricos pusieron en riesgo el aprovisionamiento de las ciudades reteniendo sus cosechas con la esperanza de obtener precios más elevados. Los precios elevados de los cereales harían aumentar los salarios y pondrían en peligro la industrialización. Es por este motivo que el estado soviético debió colectivizar la agricultura rápidamente y romper con el poder de los campesinos ricos. Tal vez el gobierno soviético hubiese preferido mantener la NEP todavía algún tiempo más, pero los ataques de la burguesía, cuya fuerza aumentaba, no lo permitían.
Tanto la NEP como su abandono más tarde -antes de lo previsto- y su remplazo por una industrialización socialista “forzada” no respondían a ningún modelo marxista “teórico”, si no a las necesidades concretas de una situación concreta: es la única manera de avanzar hacia el socialismo, de consolidar lo que está ya adquirido y de no retroceder hasta el punto de partida. La clase obrera puede tomar el poder de un día a otro durante la revolución. Pero la construcción de una economía socialista y de una sociedad socialista -según el “modelo” que Marx y Engels habían propuesto como principio- exige sin duda en los países débilmente desarrollados un periodo de transición, que puede ser de larga duración. Este periodo de transición puede atravesar diferentes fases que pueden incluso ser contradictorias.
A principios de los años 1980, los marxistas chinos elaboraron la teoría de “la primera fase del socialismo”. La característica principal de esta fase es el subdesarrollo de la sociedad, consecuencia del escaso nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y de su baja productividad. Los comunistas chinos asumieron entonces que su tarea más importante era desarrollar las fuerzas productivas al máximo. Esto implica que el papel histórico de la propiedad privada todavía no había finalizado.
Peter Franssen describe como las reformas del PCC se basaban en una investigación concreta y no en dogmas fosilizados. Los resultados de este tipo de estudios llegaron a la conclusión de que la forma de propiedad más apta para hacer progresar las fuerzas productivas depende de la situación económica específica. Una economía que no esté todavía muy desarrollada, parecer mostrar que la explotación privada es a menudo más eficaz y productiva que la explotación colectiva. Pero el socialismo impone que la explotación privada beneficie al desarrollo socialista o, en otras palabras, que el capitalismo se ponga al servicio de la construcción socialista.
Toda la discusión sobre las reformas está relacionada con las tesis de Mao Zedong acerca de la investigación de la veracidad en los hechos. Los chinos llegaron a la conclusión de que el marxismo no era un dogma grabado en la piedra, que, por encima del mercado, tuviese las respuestas de problemas sobre los cuales ni Marx ni Engels habían podido tener conocimiento.
Ninguna ciencia termina y toda ciencia vuelve sobre lo que en un primer momento parecía ser justo y completo. Esto también es válido para el socialismo científico. Como la práctica cambia en cada instante y en cada lugar, el marxismo puede formular principios de base y proponer métodos de reflexión para examinar la práctica, pero no puede dar una respuesta prefabricada a los problemas que se van planteando. El autor afirma que Marx no ha explicado en ninguna parte cómo habría que desarrollar un país atrasado, que hasta la liberación era semi-feudal y semi-colonial. Los chinos están obligados a profundizar en el marxismo y a innovar para estar a la altura de los complejos problemas que se les plantean. Están obligados a resolver las cuestiones teóricas del tipo: ¿Qué es el socialismo en un país sub-desarrollado?, ¿Cómo y en qué medida se puede organizar la lucha de clases en el socialismo?, ¿Cuál es el papel del partido comunista en una economía socialista que conoce ciertas relaciones capitalistas?... El partido comunista chino realiza reformas radicales. La tierra que era trabajada colectivamente fue confiada a las familias. Los chinos necesitan capital, tecnología, y técnicas de gestión de empresas de la economía capitalista altamente desarrollada, y autorizan la importación. Las empresas privadas chinas se desarrollan igualmente.
Peter Franssen describe en detalle el éxito de esta política, las correcciones y también los peligros. Según él, el partido comunista chino es muy consciente del peligro que puede suponer para el socialismo un mercado más invasor. Está de acuerdo con Mao Zedong que afirmó en 1957 que la cuestión de saber qué triunfaría en China, si el socialismo o el capitalismo, estaba lejos de estar resuelta. Era una realidad en la época y lo sigue siendo todavía hoy en día. Pero si miramos de manera retrospectiva la historia del partido comunista y sobre palmarés, no faltan razones para ser optimistas, afirma el autor.
Que este artículo sea el inicio de un debate provechoso. En las filas de la burguesía internacional, existe una gran división de opiniones acerca de la actitud a adoptar ante la vía que ha tomado China. Para algunos, ha elegido definitivamente el lado del desarrollo capitalista. Otros, al contrario, observan con lástima como un país dirigido por un partido comunista consigue un éxito desconocido en el mundo capitalista. Están convencidos de que se trata de una fase de transición… Una vez que las fuerzas productivas hayan alcanzado en todo el país un grado de desarrollo suficientemente alto, temen que China vuelva a tener una economía colectiva y planificada. Sin ninguna duda, las dos opiniones harán todo lo posible por mantener en el interior del Partido comunista chino a las fuerzas que pretenden llevar la evolución hacia un capitalismo inexorable.
A la gente de izquierdas y a los comunistas se les plantean las mismas cuestiones, aunque surgen de otro problema. Una China socialista fuerte puede cambiar rápidamente las relaciones de fuerza a nivel mundial. Pero algunos se preguntan si las reformas actuales no han ido ya demasiado lejos, o si las fuerzas burguesas en la economía y tal vez incluso en el aparato del estado, no han tomado ya posiciones demasiado sólidas para dejarse neutralizar pacíficamente.
Que este artículo ayude a dar a conocer los resultados manifiestamente positivos, a desmentir algunas falsedades aparentes, a escuchar objetivamente los argumentos con los cuales el partido comunista chino justifica su política. Quien quiera plantear cuestiones, aclarar problemas que no sean conocidos o discutir de ciertos conceptos teóricos, podrá incluir sus observaciones en esta revista. El siglo XX nos ha enseñado que el camino de la construcción socialista debe ser juzgado en un largo periodo– unas pocas décadas no significan nada en la escala de la historia. Es tan sólo el principio, continuemos el debate.
[1] Karl Marx, prologo a la introducción a la crítica de la economía política (1859), [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]