Marxismo y mundo agrario. Introducción al Cuaderno Kovalevsky
Publicado en agosto 2014 en el blog Marx desde cero
Como es bien sabido Marx era una bestia intelectual con una capacidad de trabajo brutal. Toda lectura que realizaba la acompañaba de anotaciones, comentarios y apuntes, lo que
supuso al final de su vida unos cuantos metros cúbicos de papeles con borradores, versiones, anotaciones y otros materiales que fueron trasladados después de su muerte al Instituto Internacional de Historia Social de Holanda. Allí reside un Marx desconocido, el Marx de los manuscritos etnológicos, de otros manuscritos inéditos; hay unos ocho o diezmodos producc (Fauves) cuadernos de Marx sobre América Latina y de anotaciones de lecturas. ¡Todo un mundo por descubrir -editar y publicar-!.
Nuestra recomendación de lectura proviene de esos legajos olvidados en Amsterdam e incide en la cuestión de la clasificación de sociedades históricas y su evolución (vamos, la cuestión de los modos de producción, la polémica sobre el determinismo y la comuna rural rusa), de la pluma de Álvaro García Linera, en concreto un extracto de su libro La Potencia Plebeya. Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia y enriquecido con algún otro párrafo clarificador. ¿Te unes?…
MARXISMO Y MUNDO AGRARIO. INTRODUCCIÓN AL CUADERNO KOVALEVSKY - Álvaro García Linera - julio de 1989
publicado en 3 mensajes en el foro
En septiembre de 1879, Kovalevsky, un historiador ruso, regaló a Marx el libro que él había escrito titulado Obshchinnoe Zemlevladenie. Marx, que por esos años venía estudiando materiales sobre la existencia de las comunidades campesinas en particular y, en general, materiales sobre las relaciones agrarias para la redacción del volumen III de El capital, no tardó mucho tiempo en incluir en sus lecturas esta obra de Kovalevsky. Como resultado de su lectura, Marx redactó, entre notas, comentarios y transcripciones, más de ochenta páginas de uno de sus cuadernos que después de su muerte, junto con otros, fueron a parar al Instituto Internacional de Historia Social de Holanda [1], con la numeración B140.
Al igual que otros materiales valiosísimos de esos años, que contienen el enriquecimiento del pensamiento de Marx sobre las sociedades agrarias, el Cuaderno Kovalevsky hasta ahora no ha sido publicado en las obras completas de Marx y Engels en alemán, y menos aún ha sido traducido al castellano. La primera publicación parcial de estas notas de Marx se realizó en ruso, en revistas especializadas que solamente dieron a conocer algunos capítulos [2]. Posteriormente, en 1975, el antropólogo Krader publicó la mayor parte de este cuaderno en inglés, pero aun así esta publicación es incompleta, porque faltan las notas de Marx a los capítulos I y II del libro de Kovalevsky, que según Krader tampoco han sido publicadas, al menos hasta 1975, ni en alemán ni en ruso.
Kovalevsky y Marx
La obra de Kovalevsky está dividida en tres partes. La primera trata acerca de la propiedad en las culturas de caza y pesca en el nuevo mundo y sobre las formas de control de la tierra por los españoles en las partes conquistadas de América. Lamentablemente esta parte, que quizás hubiera sido la de mayor interés para nosotros, no fue publicada por Krader.
La segunda trata de la cuestión de la tierra en la India durante la invasión inglesa y, anteriormente, durante la invasión de otros pueblos asiáticos. La tercera parte trata igualmente de las relaciones de propiedad de la tierra en Argelia bajo el dominio de los árabes y luego de los franceses.
De esta obra, Marx ha de tomar principalmente numerosos datos y referencias para comprender mejor la historia de esos pueblos, pero en particular ha de tomar nota favorablemente de una serie de argumentos desarrollados por Kovalevsky, que de algún modo enlazan con posiciones anteriormente sostenidas por Marx. Éste es el caso de los argumentos desarrollados por Kovalevsky acerca de la existencia de la “propiedad” comunal de la tierra en los momentos iniciales del surgimiento de la organización social de los hombres, la asociación comunitaria del trabajo agrícola desde los momentos mismos en que los grupos humanos comenzaron a establecerse permanentemente en zonas fijas. Asimismo, Kovalevsky también desarrolló y mostró claramente cómo es que las acciones de España, Francia e Inglaterra durante la invasión y la colonización de los pueblos americanos, indios y argelinos destruyeron, o al menos hicieron los esfuerzos al alcance de su visión histórica, para desarticular las relaciones comunales ancestrales sobre la tierra a escala social. Estas ideas Marx ya las había anticipado con anterioridad, en particular respecto a la India, desde 1853, en sus artículos periodísticos.
Si bien Marx coincidió con estas apreciaciones de Kovalevsky –y con otras como ser la posibilidad de la continuidad de la comunidad por caminos propios si no hubiera intervenido la colonización, etcétera– en muchas otras partes somete a crítica las posiciones de Kovalevsky y desarrolla por cuenta propia y en contraposición a él sus ideas. Así, por ejemplo, Marx desarrolló –en contraposición a Kovalevsky, que veía en la “conciencia” una de las causas de la división del clan– el estudio de las condiciones materiales objetivas que empujaron en realidad a tal división. Asimismo, Marx rechaza las apreciaciones de Kovalevsky sobre unas supuestas “tendencias” a la individualización de la propiedad de la tierra comunal y señala, por su parte, el surgimiento de las tendencias a la disolución de la comunidad original, en términos de la autonomización de la autoridad frente a la comunidad y a las diversas fuerzas de control de la posesión comunal sobre las tierras que van estableciendo e imponiendo.
En sus notas, Marx a la vez continúa tratando, de una manera novedosa y sumamente enriquecedora, el problema de la distinción entre posesión y propiedad de la tierra. Ya en 1857-1858 [3]; intentó precisar en sucesivas definiciones el significado de “propiedad” comunal y estatal, y de posesión individual en sociedades agrarias donde no existe supuestamente propiedad privada de la tierra. En el Cuaderno Kovalevsky, esta distinción se hace más tajante, por cuanto Marx da cuenta de la imposibilidad de aplicar el mismo concepto de “propiedad” usado para Europa, para estudiar sociedades en donde la tierra no puede ser alienada (vendida). Cambiando sistemáticamente los títulos de Kovalevsky donde se habla de “propiedad” por el de “posesión”, Marx preferiría hablar de la comunidad como “dueña” de las tierras y de los individuos trabajadores como “poseedores” de ella. Por último, otra de las críticas más sustanciales e importantes de Marx a Kovalevsky será el rechazo continuo del primero al intento de Kovalevsky de aplicar la teoría del feudalismo europeo al desarrollo histórico de la India. Marx no sólo ironizará con el descubrimiento de supuestos “feudalismos” que Kovalevsky querrá ver tras la colonización inglesa y la invasión turca a la India, sino que también se opondrá a sus intentos de aplicar fácilmente los esquemas interpretativos válidos para Europa Occidental a una sociedad totalmente distinta y marcará la necesidad de entender, a partir de categorías “indias”, el desarrollo histórico de esa sociedad. Posteriormente trataremos este punto un poco más.
La importancia del Cuaderno Kovalevsky
Las notas de Marx a Kovalevsky, forjadas en el mismo ámbito de preocupaciones y enriquecimiento del pensamiento de Marx de los Cuadernos etnológicos, presentan la misma importancia que habíamos señalado para ellos.
En primer lugar, reafirman y desarrollan la concepción de Marx sobre el contenido “multilineal” de la historia que precede al capitalismo, o mejor, semejante a la de un espacio continuo y orientado, en donde el devenir de los pueblos iniciado en un punto común –la comunidad primordial– ha avanzado por múltiples y distintos caminos hasta un momento en que el curso de uno de ellos, el desarrollo capitalista, comienza a subordinar al resto de cursos históricos a sus fines, disgregándolos, sometiéndolos e imponiéndoles a su propio devenir. Diversos cursos no capitalistas de la historia, empujados y obligados ahora a ser parte integrante de un solo devenir histórico capitalista. Pero, en tanto se mantenga esta lucha contra la imposición capitalista, aún no realizada plenamente (existencia de trabajadores comunitarios del campo) y por las propias tendencias de su realización consumada (existencia del proletariado), abren la posibilidad de continuidad, en condiciones nuevas, de los cursos históricos comunitarios no capitalistas, pero ahora como integrantes impulsores de un nuevo camino histórico: el comunismo, que representa, en parte, la continuidad con la antigua trayectoria no capitalista, pero también su superación, porque la nueva comunidad estará marcada por las guerras anticapitalistas que ayudaron a derrotar, tanto a las fuerzas capitalistas, como a las antiguas fuerzas internas que la empujaban a su disolución.
Marx, en sus notas, al rechazar frontalmente los intentos de caracterización feudal de la historia socioeconómica de India y Argelia, explícitamente está rechazando, a la vez, no sólo la concepción evolucionista de Kovalevsky –heredada de Maine– sino que también está enfrentando todo tipo de visión mecánica y lineal de la Historia, según la cual todos los pueblos del mundo tendrían que recorrer caminos similares a los de Europa. Marx, al no aceptar esta concepción, al burlarse de ella y rechazar el uso de categorías propias para el conocimiento de Europa, pero erróneas para el entendimiento de otras sociedades cuyo curso histórico es distinto, nos está indicando la imposibilidad para el pensamiento revolucionario de encajar o rellenar a la fuerza la realidad en esquemas abstractos. Y nos muestra, en cambio, que todo conocimiento científico de la realidad debe hacer emerger del estudio de sus propias condiciones reales, las posibilidades de similitud con otras realidades o sus diferencias.
Esta concepción marxista de la diversidad del desarrollo histórico de los pueblos del mundo y su oposición a trazar caminos progresivos y obligados de historia, ciertamente es ya una continuación de las ideas expresadas por Marx en la redacción de El capital, sobre las sociedades agrarias antiguas y, en particular, de los razonamientos desarrollados en los Grundrisse sobre las diversas sociedades que se desarrollaron sobre la base de la comunidad originaria, como la formación económica social eslava, germánica, asiática, etcétera. En conjunto vemos, pues, en Marx, una concepción del desarrollo histórico que difiere antagónicamente de los esquemas linealistas –y en ocasiones con rasgos racistas– con que representantes de la Segunda Internacional caracterizaron el desarrollo histórico [4], y que luego fueron continuados por Stalin en su famoso texto Materialismo dialéctico, materialismo histórico y por todos los manuales de “divulgación” marxista. Según éstos, la historia conoce cinco modos de producción progresivos que todos los pueblos habrían tenido que atravesar invariablemente: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo [5].
**El concepto usado por Marx, para referirse a la clasificación de sociedades históricas, es el de modo de producción. En el análisis de un modo de producción, la constante es el trabajo, y la variable, la relación social que encierra al trabajo. En el contexto de un modo de producción, no existe una sola relación social en torno del trabajo, sino múltiples. Es la relación social dominante la que permite distinguir un modo de producción de otro, como sociedad total. Marx aclaró este punto, en varias partes de su trabajo; pero en donde lo hizo con mayor claridad fue cuando protestó por la simplificación a la que Mijailowsky quería llevar al marxismo. Según Mijailowsky, “el sistema filosófico de Marx” afirmaba que Rusia debería pasar, como cualquier otra sociedad, por el periodo capitalista, como una necesidad histórica. La respuesta de Marx es la siguiente:
“Quiere transformar mi explicación de los orígenes de capitalismo en Europa Occidental en una teoría histórico-filosófica de un movimiento universal necesariamente impuesto a todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias en que se encuentren, y que desembocará, en última instancia, en un sistema económico donde el enorme incremento de la productividad del trabajo social permitirá el desarrollo armónico del hombre. Debo protestar por esto. Me hace un gran honor; pero a la vez me desacredita. Tomemos un ejemplo. En El capital me refiero, en diversas ocasiones, al destino de los plebeyos en la Roma antigua. Al principio, eran campesinos independientes que cultivaban sus propias tierras. En el curso de la historia romana, fueron expropiados. El mismo proceso que los separó de sus medios de producción y subsistencia dio origen a la gran propiedad territorial y al gran capital, financiero. En un determinado momento había, pues, hombres libres privados de todo, excepción de su fuerza de trabajo, por un lado, y los propietarios de toda esta riqueza acumulada en condiciones de explotar el trabajo de aquéllos, por otro lado. Ahora bien, ¿qué ocurrió después? Los proletarios romanos no se convirtieron en asalariados, sino en una multitud ociosa, más abyecta todavía que los antiguos “blancos pobres” del sur de los Estados Unidos. Al margen de ellos, se desarrolló un sistema de producción que no era capitalista, sino basado en la esclavitud. Vemos, pues, que hechos muy parecidos, pero ocurridos en contextos históricos diferentes, produjeron resultados muy diversos. Podemos descubrir fácilmente la explicación de estos fenómenos si los estudiamos por separado, aunque nunca llegaremos a comprenderlos si confiamos en el pasaporte fácil de una teoría histórico-filosófica cuya principal cualidad consiste en ser suprahistórica”. [6]
Los planteamientos de Marx (vale la pena notar su fuerza y buen humor) contenidos en el documento transmito, aclaran varios puntos importantes. En primer lugar, el marxismo no es una filosofía de la historia que, cual fórmula mágica, explique la anatomía de la sociedad, de una vez por todas, y, además, válida para cualquier contexto histórico.**
Diametralmente opuestos a estos esquematismos reaccionarios, el pensamiento revolucionario de Marx avanzó, en cambio, en la comprensión de que la historia social había continuado a partir de un punto común inicial, la comunidad primordial, por múltiples vías de desarrollo, distintas de un pueblo a otro o de un continente a otro. Así, en su concepción, ya en los Grundrisse de 1857, Marx señala cuatro caminos distintos de transformación y desarrollo de la antigua comunidad original: la comunidad eslava, la comunidad germánica, la comunidad asiática o peruana que luego dio lugar al modo de producción asiático, y la comunidad antigua de donde surgió la sociedad esclavista europea [7]. Esta clasificación es inicial, ya que está dada en función del conocimiento restringido que para entonces tenía Marx sobre las sociedades no capitalistas [8]; y es parcial porque, por ejemplo, está ausente el tipo de sociedad que siguió a la comunidad primordial y antecedió al feudalismo en Japón [9]; o el carácter de las similitudes y diferencias entre la comunidad asiática y la comunidad prevaleciente en las regiones andinas durante el imperio incaico. Aunque en los Grundrisse ambas están bajo el denominativo de “Primera forma de propiedad de la tierra”, y algo similar aparece en el primer tomo de El capital [10]; en el tercer tomo redactado años después, la comunidad asiática es calificada como “forma artificial” [11] por estar constituida, en parte, por disposiciones desde el poder central, cosa que no encontró Marx en la India, aunque sí un poco en la comunidad rural rusa. Por estas diferencias y otras que seguramente Krader encontró en las notas de Marx sobre Kovalevsky en relación a América Latina (no publicadas hasta ahora) es que él, al hacer un balance de la concepción sobre el desarrollo histórico, ve que para Marx la comunidad precolombina en América constituye una vía distinta del desarrollo del modo de producción asiático, diferente del de la India, China, Argelia, Rusia, Medio Oriente y otros países.
Lo importante de todo esto, es la metodología usada por Marx al estudiar la historia de los pueblos bajo formas de producción no capitalistas comunitarias, que lejos de encajar –como hacen los pseudo-marxistas locales– la realidad en esquemas preestablecidos, lo que hace es desentrañar de esa realidad, su conocimiento y su caracterización. Y es de esa riqueza desde donde Marx va desentrañando la multilinealidad y diversidad de desarrollos históricos diferentes de Europa, América, Asia y África, y ha de encontrar en ello las tendencias comunistas de esas sociedades antiguas, que junto con las tendencias comunistas dentro del capitalismo, y precisamente por ellas, abren la posibilidad y la necesidad de la Revolución Comunista en el mundo.
--fin del mensaje nº 1--
Publicado en agosto 2014 en el blog Marx desde cero
Como es bien sabido Marx era una bestia intelectual con una capacidad de trabajo brutal. Toda lectura que realizaba la acompañaba de anotaciones, comentarios y apuntes, lo que
supuso al final de su vida unos cuantos metros cúbicos de papeles con borradores, versiones, anotaciones y otros materiales que fueron trasladados después de su muerte al Instituto Internacional de Historia Social de Holanda. Allí reside un Marx desconocido, el Marx de los manuscritos etnológicos, de otros manuscritos inéditos; hay unos ocho o diezmodos producc (Fauves) cuadernos de Marx sobre América Latina y de anotaciones de lecturas. ¡Todo un mundo por descubrir -editar y publicar-!.
Nuestra recomendación de lectura proviene de esos legajos olvidados en Amsterdam e incide en la cuestión de la clasificación de sociedades históricas y su evolución (vamos, la cuestión de los modos de producción, la polémica sobre el determinismo y la comuna rural rusa), de la pluma de Álvaro García Linera, en concreto un extracto de su libro La Potencia Plebeya. Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia y enriquecido con algún otro párrafo clarificador. ¿Te unes?…
MARXISMO Y MUNDO AGRARIO. INTRODUCCIÓN AL CUADERNO KOVALEVSKY - Álvaro García Linera - julio de 1989
publicado en 3 mensajes en el foro
En septiembre de 1879, Kovalevsky, un historiador ruso, regaló a Marx el libro que él había escrito titulado Obshchinnoe Zemlevladenie. Marx, que por esos años venía estudiando materiales sobre la existencia de las comunidades campesinas en particular y, en general, materiales sobre las relaciones agrarias para la redacción del volumen III de El capital, no tardó mucho tiempo en incluir en sus lecturas esta obra de Kovalevsky. Como resultado de su lectura, Marx redactó, entre notas, comentarios y transcripciones, más de ochenta páginas de uno de sus cuadernos que después de su muerte, junto con otros, fueron a parar al Instituto Internacional de Historia Social de Holanda [1], con la numeración B140.
Al igual que otros materiales valiosísimos de esos años, que contienen el enriquecimiento del pensamiento de Marx sobre las sociedades agrarias, el Cuaderno Kovalevsky hasta ahora no ha sido publicado en las obras completas de Marx y Engels en alemán, y menos aún ha sido traducido al castellano. La primera publicación parcial de estas notas de Marx se realizó en ruso, en revistas especializadas que solamente dieron a conocer algunos capítulos [2]. Posteriormente, en 1975, el antropólogo Krader publicó la mayor parte de este cuaderno en inglés, pero aun así esta publicación es incompleta, porque faltan las notas de Marx a los capítulos I y II del libro de Kovalevsky, que según Krader tampoco han sido publicadas, al menos hasta 1975, ni en alemán ni en ruso.
Kovalevsky y Marx
La obra de Kovalevsky está dividida en tres partes. La primera trata acerca de la propiedad en las culturas de caza y pesca en el nuevo mundo y sobre las formas de control de la tierra por los españoles en las partes conquistadas de América. Lamentablemente esta parte, que quizás hubiera sido la de mayor interés para nosotros, no fue publicada por Krader.
La segunda trata de la cuestión de la tierra en la India durante la invasión inglesa y, anteriormente, durante la invasión de otros pueblos asiáticos. La tercera parte trata igualmente de las relaciones de propiedad de la tierra en Argelia bajo el dominio de los árabes y luego de los franceses.
De esta obra, Marx ha de tomar principalmente numerosos datos y referencias para comprender mejor la historia de esos pueblos, pero en particular ha de tomar nota favorablemente de una serie de argumentos desarrollados por Kovalevsky, que de algún modo enlazan con posiciones anteriormente sostenidas por Marx. Éste es el caso de los argumentos desarrollados por Kovalevsky acerca de la existencia de la “propiedad” comunal de la tierra en los momentos iniciales del surgimiento de la organización social de los hombres, la asociación comunitaria del trabajo agrícola desde los momentos mismos en que los grupos humanos comenzaron a establecerse permanentemente en zonas fijas. Asimismo, Kovalevsky también desarrolló y mostró claramente cómo es que las acciones de España, Francia e Inglaterra durante la invasión y la colonización de los pueblos americanos, indios y argelinos destruyeron, o al menos hicieron los esfuerzos al alcance de su visión histórica, para desarticular las relaciones comunales ancestrales sobre la tierra a escala social. Estas ideas Marx ya las había anticipado con anterioridad, en particular respecto a la India, desde 1853, en sus artículos periodísticos.
Si bien Marx coincidió con estas apreciaciones de Kovalevsky –y con otras como ser la posibilidad de la continuidad de la comunidad por caminos propios si no hubiera intervenido la colonización, etcétera– en muchas otras partes somete a crítica las posiciones de Kovalevsky y desarrolla por cuenta propia y en contraposición a él sus ideas. Así, por ejemplo, Marx desarrolló –en contraposición a Kovalevsky, que veía en la “conciencia” una de las causas de la división del clan– el estudio de las condiciones materiales objetivas que empujaron en realidad a tal división. Asimismo, Marx rechaza las apreciaciones de Kovalevsky sobre unas supuestas “tendencias” a la individualización de la propiedad de la tierra comunal y señala, por su parte, el surgimiento de las tendencias a la disolución de la comunidad original, en términos de la autonomización de la autoridad frente a la comunidad y a las diversas fuerzas de control de la posesión comunal sobre las tierras que van estableciendo e imponiendo.
En sus notas, Marx a la vez continúa tratando, de una manera novedosa y sumamente enriquecedora, el problema de la distinción entre posesión y propiedad de la tierra. Ya en 1857-1858 [3]; intentó precisar en sucesivas definiciones el significado de “propiedad” comunal y estatal, y de posesión individual en sociedades agrarias donde no existe supuestamente propiedad privada de la tierra. En el Cuaderno Kovalevsky, esta distinción se hace más tajante, por cuanto Marx da cuenta de la imposibilidad de aplicar el mismo concepto de “propiedad” usado para Europa, para estudiar sociedades en donde la tierra no puede ser alienada (vendida). Cambiando sistemáticamente los títulos de Kovalevsky donde se habla de “propiedad” por el de “posesión”, Marx preferiría hablar de la comunidad como “dueña” de las tierras y de los individuos trabajadores como “poseedores” de ella. Por último, otra de las críticas más sustanciales e importantes de Marx a Kovalevsky será el rechazo continuo del primero al intento de Kovalevsky de aplicar la teoría del feudalismo europeo al desarrollo histórico de la India. Marx no sólo ironizará con el descubrimiento de supuestos “feudalismos” que Kovalevsky querrá ver tras la colonización inglesa y la invasión turca a la India, sino que también se opondrá a sus intentos de aplicar fácilmente los esquemas interpretativos válidos para Europa Occidental a una sociedad totalmente distinta y marcará la necesidad de entender, a partir de categorías “indias”, el desarrollo histórico de esa sociedad. Posteriormente trataremos este punto un poco más.
La importancia del Cuaderno Kovalevsky
Las notas de Marx a Kovalevsky, forjadas en el mismo ámbito de preocupaciones y enriquecimiento del pensamiento de Marx de los Cuadernos etnológicos, presentan la misma importancia que habíamos señalado para ellos.
En primer lugar, reafirman y desarrollan la concepción de Marx sobre el contenido “multilineal” de la historia que precede al capitalismo, o mejor, semejante a la de un espacio continuo y orientado, en donde el devenir de los pueblos iniciado en un punto común –la comunidad primordial– ha avanzado por múltiples y distintos caminos hasta un momento en que el curso de uno de ellos, el desarrollo capitalista, comienza a subordinar al resto de cursos históricos a sus fines, disgregándolos, sometiéndolos e imponiéndoles a su propio devenir. Diversos cursos no capitalistas de la historia, empujados y obligados ahora a ser parte integrante de un solo devenir histórico capitalista. Pero, en tanto se mantenga esta lucha contra la imposición capitalista, aún no realizada plenamente (existencia de trabajadores comunitarios del campo) y por las propias tendencias de su realización consumada (existencia del proletariado), abren la posibilidad de continuidad, en condiciones nuevas, de los cursos históricos comunitarios no capitalistas, pero ahora como integrantes impulsores de un nuevo camino histórico: el comunismo, que representa, en parte, la continuidad con la antigua trayectoria no capitalista, pero también su superación, porque la nueva comunidad estará marcada por las guerras anticapitalistas que ayudaron a derrotar, tanto a las fuerzas capitalistas, como a las antiguas fuerzas internas que la empujaban a su disolución.
Marx, en sus notas, al rechazar frontalmente los intentos de caracterización feudal de la historia socioeconómica de India y Argelia, explícitamente está rechazando, a la vez, no sólo la concepción evolucionista de Kovalevsky –heredada de Maine– sino que también está enfrentando todo tipo de visión mecánica y lineal de la Historia, según la cual todos los pueblos del mundo tendrían que recorrer caminos similares a los de Europa. Marx, al no aceptar esta concepción, al burlarse de ella y rechazar el uso de categorías propias para el conocimiento de Europa, pero erróneas para el entendimiento de otras sociedades cuyo curso histórico es distinto, nos está indicando la imposibilidad para el pensamiento revolucionario de encajar o rellenar a la fuerza la realidad en esquemas abstractos. Y nos muestra, en cambio, que todo conocimiento científico de la realidad debe hacer emerger del estudio de sus propias condiciones reales, las posibilidades de similitud con otras realidades o sus diferencias.
Esta concepción marxista de la diversidad del desarrollo histórico de los pueblos del mundo y su oposición a trazar caminos progresivos y obligados de historia, ciertamente es ya una continuación de las ideas expresadas por Marx en la redacción de El capital, sobre las sociedades agrarias antiguas y, en particular, de los razonamientos desarrollados en los Grundrisse sobre las diversas sociedades que se desarrollaron sobre la base de la comunidad originaria, como la formación económica social eslava, germánica, asiática, etcétera. En conjunto vemos, pues, en Marx, una concepción del desarrollo histórico que difiere antagónicamente de los esquemas linealistas –y en ocasiones con rasgos racistas– con que representantes de la Segunda Internacional caracterizaron el desarrollo histórico [4], y que luego fueron continuados por Stalin en su famoso texto Materialismo dialéctico, materialismo histórico y por todos los manuales de “divulgación” marxista. Según éstos, la historia conoce cinco modos de producción progresivos que todos los pueblos habrían tenido que atravesar invariablemente: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo [5].
**El concepto usado por Marx, para referirse a la clasificación de sociedades históricas, es el de modo de producción. En el análisis de un modo de producción, la constante es el trabajo, y la variable, la relación social que encierra al trabajo. En el contexto de un modo de producción, no existe una sola relación social en torno del trabajo, sino múltiples. Es la relación social dominante la que permite distinguir un modo de producción de otro, como sociedad total. Marx aclaró este punto, en varias partes de su trabajo; pero en donde lo hizo con mayor claridad fue cuando protestó por la simplificación a la que Mijailowsky quería llevar al marxismo. Según Mijailowsky, “el sistema filosófico de Marx” afirmaba que Rusia debería pasar, como cualquier otra sociedad, por el periodo capitalista, como una necesidad histórica. La respuesta de Marx es la siguiente:
“Quiere transformar mi explicación de los orígenes de capitalismo en Europa Occidental en una teoría histórico-filosófica de un movimiento universal necesariamente impuesto a todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias en que se encuentren, y que desembocará, en última instancia, en un sistema económico donde el enorme incremento de la productividad del trabajo social permitirá el desarrollo armónico del hombre. Debo protestar por esto. Me hace un gran honor; pero a la vez me desacredita. Tomemos un ejemplo. En El capital me refiero, en diversas ocasiones, al destino de los plebeyos en la Roma antigua. Al principio, eran campesinos independientes que cultivaban sus propias tierras. En el curso de la historia romana, fueron expropiados. El mismo proceso que los separó de sus medios de producción y subsistencia dio origen a la gran propiedad territorial y al gran capital, financiero. En un determinado momento había, pues, hombres libres privados de todo, excepción de su fuerza de trabajo, por un lado, y los propietarios de toda esta riqueza acumulada en condiciones de explotar el trabajo de aquéllos, por otro lado. Ahora bien, ¿qué ocurrió después? Los proletarios romanos no se convirtieron en asalariados, sino en una multitud ociosa, más abyecta todavía que los antiguos “blancos pobres” del sur de los Estados Unidos. Al margen de ellos, se desarrolló un sistema de producción que no era capitalista, sino basado en la esclavitud. Vemos, pues, que hechos muy parecidos, pero ocurridos en contextos históricos diferentes, produjeron resultados muy diversos. Podemos descubrir fácilmente la explicación de estos fenómenos si los estudiamos por separado, aunque nunca llegaremos a comprenderlos si confiamos en el pasaporte fácil de una teoría histórico-filosófica cuya principal cualidad consiste en ser suprahistórica”. [6]
Los planteamientos de Marx (vale la pena notar su fuerza y buen humor) contenidos en el documento transmito, aclaran varios puntos importantes. En primer lugar, el marxismo no es una filosofía de la historia que, cual fórmula mágica, explique la anatomía de la sociedad, de una vez por todas, y, además, válida para cualquier contexto histórico.**
Diametralmente opuestos a estos esquematismos reaccionarios, el pensamiento revolucionario de Marx avanzó, en cambio, en la comprensión de que la historia social había continuado a partir de un punto común inicial, la comunidad primordial, por múltiples vías de desarrollo, distintas de un pueblo a otro o de un continente a otro. Así, en su concepción, ya en los Grundrisse de 1857, Marx señala cuatro caminos distintos de transformación y desarrollo de la antigua comunidad original: la comunidad eslava, la comunidad germánica, la comunidad asiática o peruana que luego dio lugar al modo de producción asiático, y la comunidad antigua de donde surgió la sociedad esclavista europea [7]. Esta clasificación es inicial, ya que está dada en función del conocimiento restringido que para entonces tenía Marx sobre las sociedades no capitalistas [8]; y es parcial porque, por ejemplo, está ausente el tipo de sociedad que siguió a la comunidad primordial y antecedió al feudalismo en Japón [9]; o el carácter de las similitudes y diferencias entre la comunidad asiática y la comunidad prevaleciente en las regiones andinas durante el imperio incaico. Aunque en los Grundrisse ambas están bajo el denominativo de “Primera forma de propiedad de la tierra”, y algo similar aparece en el primer tomo de El capital [10]; en el tercer tomo redactado años después, la comunidad asiática es calificada como “forma artificial” [11] por estar constituida, en parte, por disposiciones desde el poder central, cosa que no encontró Marx en la India, aunque sí un poco en la comunidad rural rusa. Por estas diferencias y otras que seguramente Krader encontró en las notas de Marx sobre Kovalevsky en relación a América Latina (no publicadas hasta ahora) es que él, al hacer un balance de la concepción sobre el desarrollo histórico, ve que para Marx la comunidad precolombina en América constituye una vía distinta del desarrollo del modo de producción asiático, diferente del de la India, China, Argelia, Rusia, Medio Oriente y otros países.
Lo importante de todo esto, es la metodología usada por Marx al estudiar la historia de los pueblos bajo formas de producción no capitalistas comunitarias, que lejos de encajar –como hacen los pseudo-marxistas locales– la realidad en esquemas preestablecidos, lo que hace es desentrañar de esa realidad, su conocimiento y su caracterización. Y es de esa riqueza desde donde Marx va desentrañando la multilinealidad y diversidad de desarrollos históricos diferentes de Europa, América, Asia y África, y ha de encontrar en ello las tendencias comunistas de esas sociedades antiguas, que junto con las tendencias comunistas dentro del capitalismo, y precisamente por ellas, abren la posibilidad y la necesidad de la Revolución Comunista en el mundo.
--fin del mensaje nº 1--
Última edición por RioLena el Lun Sep 01, 2014 9:42 pm, editado 1 vez