Si asumimos que en el origen de los tiempos, cuando el humano dejo de ser animal y comenzó a hacerse humano, el planeta y la totalidad de sus territorios eran de todos, y por tanto ausente de propiedades privadas, cada vez que se vende (o se vendió) una propiedad, el vendedor está (o estaba) vendiendo su parte, la del comprador, y las partes del resto de personas del planeta a dicho comprador. Este comprador está (o estaba) comprando su propia parte y la del vendedor legítimamente, pero comprando la parte de todos los demás seres humanos de manera ilegitima pues estos jamas intervienen (o intervinieron) en tal transacción y ademas no salen (o salieron) beneficiados al haberse producido esta venta. Ese inmenso porcentaje de venta ilegitima constituye una expropiación sin indemnización que vendedor y comprador pactan (o pactaron) convirtiéndose ambos aun sin ser conscientes de ello en expropiadores, siendo los sujetos expropiados el resto de humanos y los objetos expropiados la propiedad en si misma por una parte (comprador), y la cuantía monetaria por la cual se vende la propiedad por la otra (vendedor).
Asumido esto toda propiedad privada se constituyó en un primer momento de manera ilegítima y en consecuencia toda compraventa constituye un robo. Esta ilegitimidad, por si sola, debería ser suficiente para abolir la propiedad privada a nivel planetario y cancelar el balance monetario de toda la humanidad.
El rico es rico porque supo sacar partido de unas normas sociales injustas y erróneas, de las que por suerte o por merito se aprovechó. No podemos perpetuar esta desigualdad económica por los siglos de los siglos justificándola en base a errores pasados.
Asumido esto toda propiedad privada se constituyó en un primer momento de manera ilegítima y en consecuencia toda compraventa constituye un robo. Esta ilegitimidad, por si sola, debería ser suficiente para abolir la propiedad privada a nivel planetario y cancelar el balance monetario de toda la humanidad.
El rico es rico porque supo sacar partido de unas normas sociales injustas y erróneas, de las que por suerte o por merito se aprovechó. No podemos perpetuar esta desigualdad económica por los siglos de los siglos justificándola en base a errores pasados.