Los orígenes del cristianismo según el marxismo
Los orígenes históricos del cristianismo han sido, y siguen siendo, un tema difícil de abordar. Las fuentes de información sobre las primeras comunidades religiosas son mayoritariamente cristianas y han estado en manos del clero, que realizó un cuidadoso trabajo de selección, mezclando teología e historia, con la intención de ajustar los hechos al modelo de la institución eclesiástica.
Como evidencia la celebración del nacimiento de Jesús en estos días –y que motiva la publicación de esta nota- el dogma logró anteponerse a la historia, aunque no sin crisis y la aparición de otras interpretaciones.
En el caso del marxismo, el tema de los orígenes del cristianismo fue desarrollado en algunos trabajos de fines del siglo XIX y principios del XX. En la década de 1880 y la primera mitad del siguiente decenio, Friedrich Engels escribió una seguidilla de artículos: “Bruno Bauer y el cristianismo primitivo” (1882), “El libro del Apocalipsis” (1883) y “Sobre los orígenes del cristianismo (1894). Por aquellos años también se publicó Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886) y Del socialismo utópico al socialismo científico (1880/1892), en los que Engels volvió a referirse a la crítica de la religión.
El primero de estos artículos, “Bruno Bauer y el cristianismo primitivo” fue escrito para el periódico Der Sozialdemocrat a raíz de la muerte del filósofo alemán. Bruno Bauer había formado parte de la escuela hegeliana y al igual que Ludwig Feuerbach –otro discípulo de Hegel- tuvo una importante participación en el debate sobre religión desarrollado en los años previos a la revolución del ‘48, en un contexto de reacción absolutista y censura política. A diferencia de Feuerbach que atacó los aspectos ideológicos de la religiosidad demostrando que la religión es un producto de la humanidad, Bauer se interesó por los primeros escritos religiosos y los orígenes del cristianismo. Contra la crítica vulgar que consideraba al cristianismo un engaño de un grupo de hombres inescrupulosos, Bauer avanzó en el conocimiento de sus orígenes históricos, especialmente sobre su expansión hacia el Occidente, demostrando que los textos evangélicos combinaban concepciones del judaísmo y de la filosofía grecorromana vulgar, especialmente del estoicismo.
Engels retomó algunas de sus ideas incorporándolas a su propia interpretación. Desde su enfoque, el cristianismo primitivo había sido un movimiento religioso de los oprimidos, semejante en ese aspecto al movimiento moderno de la clase obrera. Un puñado de latifundistas, usureros y grandes comerciantes habían convertido el mundo en un lugar opresivo y angustioso para la mayoría de la población. Frente a esta situación, sectores de campesinos arruinados por las enormes cargas impositivas, esclavos fugitivos, libertos y libres empobrecidos de los territorios no itálicos, incorporados al imperio con obligaciones y numerosos impedimentos materiales, encontraron en el cristianismo una salida espiritual, la del “reino de los cielos”. Al mismo tiempo, señalaba que en los primeros escritos religiosos –entre ellos, el libro del Apocalipsis, del que realiza una interpretación- no había rastros de las concepciones dogmáticas establecidas por la Iglesia, como la idea de la religión universal que acompañó su consolidación en el siglo IV. En sus inicios había sido un movimiento judío de pobres y oprimidos. Con la victoria del cristianismo frente a otras sectas este aspecto quedó relegado, cumpliendo un papel central la formación del dogma y la lucha contra la herejía.
El tema de los orígenes del cristianismo fue retomado a comienzos del siglo XX por Karl Kautsky y Rosa Luxemburg, dos importantes dirigentes de la socialdemocracia alemana, enfrentados posteriormente a raíz del viraje del primero hacia el reformismo. En 1908 Kautsky publicó Orígenes y fundamentos del cristianismo, un extenso trabajo, resultado de una investigación de varios años sobre la aparición del cristianismo y la figura de Jesús. En él analizó la sociedad romana y sus bases económicas, así como el Estado, las corrientes de ideas, la tendencia a la religión y el monoteísmo. Un aspecto central del libro es su análisis de la historia del pueblo hebreo y en su relación conflictiva con la estructura de autoridades del Imperio romano. Para Kautsky, el cristianismo fue en sus inicios un movimiento rebelde y violento de los sectores más pobres y oprimidos del pueblo judío. A la vez, adquirió aspectos igualitaristas y comunistas sobre el reparto y consumo de lo todo lo producido.
Tres años antes había sido publicado un trabajo de Rosa Luxemburg, “El socialismo y las iglesias”, difundido inicialmente en Polonia para desenmascarar el papel reaccionario de la institución eclesiástica. Para Luxemburg, la religión cristiana consituía un tema fundamental debido a la influencia que ejercía en el pueblo polaco. En El socialismo y las iglesias contrastaba las raíces igualitarias y rebeldes del cristianismo con las doctrinas reaccionarias establecidas por la Iglesia. El cristianismo primitivo había difundido la idea de igualdad, impugnando la avaricia y el egoísmo de los ricos; la separación entre laicos y sacerdotes avanzó contra estas ideas, justificando la opresión y la explotación de los sectores que originalmente había enfrentado. El clero era uno de los principales voceros de los explotadores de la clase obrera.
Si bien según los estudios históricos el cristianismo han sido actualizados a lo largo del siglo XX, los núcleos fundamentales de la obra de estos autores marxistas continúan vigentes, y han motivado la producción de nuevos trabajos. En estos textos pioneros no se buscaba resaltar los aspectos positivos del cristianismo primitivo. A diferencia de los que sostienen que el cristianismo y la revolución pueden ir de la mano, los marxistas demostraron que los movimientos populares de oposición y resistencia con aspectos religiosos y místicos son propios de la época pre-capitalista; la clase obrera, por el contrario, tiene la posibilidad de deshacerse de estas formas, luchando por el paraíso en la tierra.
El conocimiento de los orígenes del cristianismo es, de este modo, parte de la crítica marxista de la religión. Demuestra que la religiosidad es un producto social y no puede ser superada por decreto o a través de un proceso de concientización anti-religiosa. Tampoco, se trata únicamente de una batalla de la ciencia contra la ignorancia. Bajo el capitalismo, el conocimiento científico –aunque es central- es insuficiente. Como señalaron Marx y Engels, la superación de la religión y de todas sus manifestaciones particulares tendrá lugar cuando las condiciones de reproducción materiales de la vida presenten relaciones transparentes entre los humanos, y entre estos y la naturaleza. El capitalismo, por el contrario, incorporó el fetichismo la mercancía que oculta las relaciones de explotación y alienación.
Estos fetichismos –religioso y económico- se entremezclan en la Navidad en cuestión; el nacimiento de Jesús -con su historia transformada- y Santa Claus -un personaje de la Edad Media que la Coca Cola convirtió en un fomentador del consumismo- aparecen como símbolos de celebración religiosa y consumismo, unidos por el sistema capitalista.
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Los orígenes históricos del cristianismo han sido, y siguen siendo, un tema difícil de abordar. Las fuentes de información sobre las primeras comunidades religiosas son mayoritariamente cristianas y han estado en manos del clero, que realizó un cuidadoso trabajo de selección, mezclando teología e historia, con la intención de ajustar los hechos al modelo de la institución eclesiástica.
Como evidencia la celebración del nacimiento de Jesús en estos días –y que motiva la publicación de esta nota- el dogma logró anteponerse a la historia, aunque no sin crisis y la aparición de otras interpretaciones.
En el caso del marxismo, el tema de los orígenes del cristianismo fue desarrollado en algunos trabajos de fines del siglo XIX y principios del XX. En la década de 1880 y la primera mitad del siguiente decenio, Friedrich Engels escribió una seguidilla de artículos: “Bruno Bauer y el cristianismo primitivo” (1882), “El libro del Apocalipsis” (1883) y “Sobre los orígenes del cristianismo (1894). Por aquellos años también se publicó Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886) y Del socialismo utópico al socialismo científico (1880/1892), en los que Engels volvió a referirse a la crítica de la religión.
El primero de estos artículos, “Bruno Bauer y el cristianismo primitivo” fue escrito para el periódico Der Sozialdemocrat a raíz de la muerte del filósofo alemán. Bruno Bauer había formado parte de la escuela hegeliana y al igual que Ludwig Feuerbach –otro discípulo de Hegel- tuvo una importante participación en el debate sobre religión desarrollado en los años previos a la revolución del ‘48, en un contexto de reacción absolutista y censura política. A diferencia de Feuerbach que atacó los aspectos ideológicos de la religiosidad demostrando que la religión es un producto de la humanidad, Bauer se interesó por los primeros escritos religiosos y los orígenes del cristianismo. Contra la crítica vulgar que consideraba al cristianismo un engaño de un grupo de hombres inescrupulosos, Bauer avanzó en el conocimiento de sus orígenes históricos, especialmente sobre su expansión hacia el Occidente, demostrando que los textos evangélicos combinaban concepciones del judaísmo y de la filosofía grecorromana vulgar, especialmente del estoicismo.
Engels retomó algunas de sus ideas incorporándolas a su propia interpretación. Desde su enfoque, el cristianismo primitivo había sido un movimiento religioso de los oprimidos, semejante en ese aspecto al movimiento moderno de la clase obrera. Un puñado de latifundistas, usureros y grandes comerciantes habían convertido el mundo en un lugar opresivo y angustioso para la mayoría de la población. Frente a esta situación, sectores de campesinos arruinados por las enormes cargas impositivas, esclavos fugitivos, libertos y libres empobrecidos de los territorios no itálicos, incorporados al imperio con obligaciones y numerosos impedimentos materiales, encontraron en el cristianismo una salida espiritual, la del “reino de los cielos”. Al mismo tiempo, señalaba que en los primeros escritos religiosos –entre ellos, el libro del Apocalipsis, del que realiza una interpretación- no había rastros de las concepciones dogmáticas establecidas por la Iglesia, como la idea de la religión universal que acompañó su consolidación en el siglo IV. En sus inicios había sido un movimiento judío de pobres y oprimidos. Con la victoria del cristianismo frente a otras sectas este aspecto quedó relegado, cumpliendo un papel central la formación del dogma y la lucha contra la herejía.
El tema de los orígenes del cristianismo fue retomado a comienzos del siglo XX por Karl Kautsky y Rosa Luxemburg, dos importantes dirigentes de la socialdemocracia alemana, enfrentados posteriormente a raíz del viraje del primero hacia el reformismo. En 1908 Kautsky publicó Orígenes y fundamentos del cristianismo, un extenso trabajo, resultado de una investigación de varios años sobre la aparición del cristianismo y la figura de Jesús. En él analizó la sociedad romana y sus bases económicas, así como el Estado, las corrientes de ideas, la tendencia a la religión y el monoteísmo. Un aspecto central del libro es su análisis de la historia del pueblo hebreo y en su relación conflictiva con la estructura de autoridades del Imperio romano. Para Kautsky, el cristianismo fue en sus inicios un movimiento rebelde y violento de los sectores más pobres y oprimidos del pueblo judío. A la vez, adquirió aspectos igualitaristas y comunistas sobre el reparto y consumo de lo todo lo producido.
Tres años antes había sido publicado un trabajo de Rosa Luxemburg, “El socialismo y las iglesias”, difundido inicialmente en Polonia para desenmascarar el papel reaccionario de la institución eclesiástica. Para Luxemburg, la religión cristiana consituía un tema fundamental debido a la influencia que ejercía en el pueblo polaco. En El socialismo y las iglesias contrastaba las raíces igualitarias y rebeldes del cristianismo con las doctrinas reaccionarias establecidas por la Iglesia. El cristianismo primitivo había difundido la idea de igualdad, impugnando la avaricia y el egoísmo de los ricos; la separación entre laicos y sacerdotes avanzó contra estas ideas, justificando la opresión y la explotación de los sectores que originalmente había enfrentado. El clero era uno de los principales voceros de los explotadores de la clase obrera.
Si bien según los estudios históricos el cristianismo han sido actualizados a lo largo del siglo XX, los núcleos fundamentales de la obra de estos autores marxistas continúan vigentes, y han motivado la producción de nuevos trabajos. En estos textos pioneros no se buscaba resaltar los aspectos positivos del cristianismo primitivo. A diferencia de los que sostienen que el cristianismo y la revolución pueden ir de la mano, los marxistas demostraron que los movimientos populares de oposición y resistencia con aspectos religiosos y místicos son propios de la época pre-capitalista; la clase obrera, por el contrario, tiene la posibilidad de deshacerse de estas formas, luchando por el paraíso en la tierra.
El conocimiento de los orígenes del cristianismo es, de este modo, parte de la crítica marxista de la religión. Demuestra que la religiosidad es un producto social y no puede ser superada por decreto o a través de un proceso de concientización anti-religiosa. Tampoco, se trata únicamente de una batalla de la ciencia contra la ignorancia. Bajo el capitalismo, el conocimiento científico –aunque es central- es insuficiente. Como señalaron Marx y Engels, la superación de la religión y de todas sus manifestaciones particulares tendrá lugar cuando las condiciones de reproducción materiales de la vida presenten relaciones transparentes entre los humanos, y entre estos y la naturaleza. El capitalismo, por el contrario, incorporó el fetichismo la mercancía que oculta las relaciones de explotación y alienación.
Estos fetichismos –religioso y económico- se entremezclan en la Navidad en cuestión; el nacimiento de Jesús -con su historia transformada- y Santa Claus -un personaje de la Edad Media que la Coca Cola convirtió en un fomentador del consumismo- aparecen como símbolos de celebración religiosa y consumismo, unidos por el sistema capitalista.
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