Grover Furr: Una evidencia más de la culpabilidad de Bujarin
Parte introductoria del ensayo: La biografía de Bujarin de Stephen Cohen: Un estudio de la falsedad de las “revelaciones” de la era de Jruschov [1], de Grover Furr y Vladimir L. Bobrov
Fuente: Grover Furr & Vladimir L. Brobov, Stephen Cohen’s Biography of Bukharin: A Study in the Falsehood of Khrushchev-Era “Revelations”, Cultural Logic 2010. Publicado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Facundo Borges. Se publica en este blog en enero de 2013
En 1929, Jules Humbert-Droz era miembro del partido comunista de Suiza y representante de la Internacional Comunista. Era también un amigo cercano y aliado político de Nikolai Bujarin, uno de los dirigentes bolcheviques más destacados. Para entonces, Bujarin se había convertido en un opositor político de José Stalin, de quien había sido aliado, recientemente.
Humbert-Droz se reunió y habló con Bujarin por última vez a principios de 1929. El comunista suizo estaba a punto de partir hacia una conferencia de partidos comunistas latinoamericanos. En sus memorias, publicadas en Suiza en 1971, Humbert-Droz recordó el incidente de la siguiente manera:
“Antes de partir fui a ver a Bujarin por última vez, sin saber si volvería a verlo a mi regreso. Tuvimos una conversación larga y franca. Él me puso al día sobre los contactos realizados por su grupo con la fracción de Zinoviev-Kámenev a fin de coordinar la lucha contra el poder de Stalin. No le oculté que yo no estaba de acuerdo con este vínculo entre las oposiciones. “La lucha contra Stalin no es un programa político. Combatimos con razón el programa de los trotskistas sobre las cuestiones esenciales, el peligro de los kulaks en Rusia, la lucha contra el frente único con los socialdemócratas, los problemas chinos, la miope perspectiva revolucionaria, etc. Al día siguiente de la victoria común contra Stalin, los problemas políticos nos dividirán. Este bloque es un bloque sin principios que se derrumbará antes de lograr ningún resultado”.
“Bujarin también me dijo que habían decidido utilizar el terror individual con el fin de librarse de Stalin. Sobre este punto, también le expresé mis reservas: la inserción del terror individual en las luchas políticas nacidas de la Revolución Rusa corren fuertemente el riesgo de volverse contra quienes lo emplean. Nunca ha sido un arma revolucionaria. “Mi opinión es que debemos continuar la lucha ideológica y política contra Stalin. Su línea llevará en un futuro próximo a una catástrofe que abrirá los ojos de los comunistas y dará lugar a un cambio de orientación. El fascismo amenaza a Alemania y nuestro grupo de charlatanes será incapaz de resistirle. Ante la debacle del Partido Comunista de Alemania y la expansión del fascismo a Polonia y Francia, la Internacional debe cambiar de política. Ese momento será entonces nuestra hora. Es necesario, pues, seguir siendo disciplinados, aplicar las decisiones sectarias después de haber luchado y habernos opuesto a los errores y medidas de izquierda, pero seguir luchando en el terreno estrictamente político”.
“Bujarin, sin duda, había comprendido que yo no me uniría ciegamente a su fracción cuyo único programa era hacer desaparecer a Stalin. / 380 / Esta fue nuestra última reunión. Era evidente que él no tenía confianza en la táctica que le propuse. También sin duda sabía mejor que yo los crímenes de los que era capaz Stalin. En pocas palabras, aquellos que, tras la muerte de Lenin y sobre la base de su testamento podían destruir políticamente a Stalin, buscaban en cambio eliminarlo físicamente, cuando éste tenía firmemente en sus manos el Partido y el aparato policial del Estado.” (El subrayado es nuestro). [2]
Humbert-Droz publicó esta relato en 1971, escrito sin ninguna presión de la NKVD. Él escribió y vivió la mayor parte de su vida en su Suiza natal. Además, era amigo de Bujarin y su aliado político. En el momento de escribirlo odiaba a Stalin, como se desprende de su comentario sobre “los crímenes de los que era capaz Stalin”.
Así que no tenía motivo –que sepamos– para mentir o exagerar lo que sabía. Además, Humbert-Droz afirma que escuchó de los planes para asesinar a Stalin de los propios labios de Bujarin.
Muchos considerarán esta declaración la evidencia más fuerte disponible para corroborar que Bujarin era culpable de lo que se le acusó en el tercero de los juicios de Moscú, en 1938. Es la confirmación de que Bujarin no sólo no puso ninguna objeción a la formación de un bloque con los que utilizaban el asesinato (la mejor traducción del término ruso “terror individual”), sino que él mismo era partidario de su uso. Si fue capaz de conspirar para asesinar a Stalin ya en 1929, era claramente capaz de actos de esa naturaleza en los años posteriores.
En corroboración de esta declaración, ahora contamos con la confesión de Valentín Astrov, uno de los estudiantes y seguidores de Bujarin, de enero de 1937, en la que Astrov acusa específicamente a Bujarin de planear el asesinato de Stalin en 1932. Cuando fue confrontado con la acusación de Astrov, Bujarin la negó reiteradamente. En su primera confesión, que nosotros hemos descubierto y publicado en esta revista [Cultural Logic] hace unos años, Bujarin admitió ser parte de un bloque con los trotskistas y otros que abogaban por el terror y también admitió que en su propia fracción, los derechistas, “surgieron grupos terroristas”. Pero incluso entonces Bujarin no admitió abogar por el asesinato de Stalin [3]. Sin embargo, Humbert-Droz afirma que lo hizo.
Mientras estuvo en prisión, Bujarin escribió una carta a Stalin el 10 de diciembre de 1937 en la que se retractó de todas las confesiones que había hecho anteriormente. En la página siete de su “sentida” misiva, Bujarin escribió: “Sé que N[atasha] S[ergeevna Allilúyeva] jamás creería que yo he planeado nada malo contra ti… ”
Leído literalmente, esto tiene que ser considerado como la verdad, porque Bujarin no dice que él no participó en los preparativos para matar a Stalin. ¡Él sólo dice que la esposa de Stalin (muerta para entonces) no hubiera creído que él era parte de un complot semejante! La diferencia de significado entre estas dos afirmaciones es evidente. Bujarin estaba usando “palabras equívocas” – diciendo una cosa (“tu esposa jamás creería que yo he planeado nada malo contra ti”), mientras que buscaba que Stalin entendiera otra cosa (“nunca he planeado nada malo contra ti”). Una vez más, gracias a las memorias de Humbert-Droz ahora tenemos sustancial evidencia de que Bujarin estaba mintiendo.
El testimonio de Humbert-Droz ha estado disponible desde 1971. Cualquier estudioso con un interés en la verdad histórica reconocería inmediatamente la importancia de este pasaje como una prueba muy fuerte, no soviética, no “estalinista”, de que uno de los acusados principales en los procesos de Moscú era en realidad culpable. El anónimo crítico del libro de Humbert-Droz en el suplemento literario del Times llamó la atención de los lectores a este pasaje específico en una revisión relativamente breve (TLS, 25 de junio 1971, p. 733).
Robert Conquest no cita esta declaración de Humbert-Droz en “El Gran Terror: Una reevaluación” (1990; muchas reimpresiones), aunque en una edición anterior escribió:
“En materia política, básicamente, la mejor fuente, aunque no infalible, es el rumor a un alto nivel político o policial.” (El Gran Terror, 1968, p. 569).
El testimonio Humbert-Droz tiende a refutar la tesis de Conquest de que Stalin armó un tinglado para incriminar a Bujarin y a todos los acusados en los juicios de Moscú. Tal vez esta es la razón por la que Conquest no lo cita, no lo hace incluso en su “edición del cuadragésimo aniversario” de 2008, 37 años después de que las memorias de Humbert-Droz aparecieron.
El tema del presente estudio, sin embargo, es la biografía de Bujarin de Stephen F. Cohen, con mucho, la obra más influyente y más conocida sobre Bujarin en cualquier idioma. Cohen menciona a Humbert-Droz en doce páginas de su libro. Más aún, Cohen cita este libro específico, De Lénine a Stalin, cinco veces: nota 16, p. 391; nota 19, p. 431; nota 109, página 450; nota 137, p. 451; y nota 170, p. 453. [4]
Sin embargo, en ninguna parte Cohen menciona la revelación más sorprendente del libro: La afirmación de Humbert-Droz de que Bujarin había admitido en 1929 que él y su “fracción”, o un grupo secreto dentro del Partido, ya estaba conspirando para asesinar a Stalin. El notable silencio de Cohen puede servir de prólogo al estudio que sigue.
En este ensayo, sostenemos que el paradigma dominante de la historia política de la Unión Soviética en la década de 1930, es falso. Los documentos de los archivos soviéticos, antes secretos, que se han hecho públicos desde el fin de la URSS, proporcionan pruebas más que suficientes para refutar la opinión que sobre este periodo ha logrado una aceptación casi universal desde los tiempos de Jruschov. En el presente trabajo ponemos a prueba esta hipótesis a través de un examen minucioso de un texto representativo: el décimo capítulo del libro de Stephen F. Cohen, “Bujarin y la revolución bolchevique. Una biografía política 1888-1938”, de 1973.
Por razones de brevedad, a este paradigma histórico o relato maestro lo llamamos el paradigma “anti-Stalin”. Un término más torpe pero más preciso sería el paradigma “Trotsky-Jruschov-GuerraFría-Gorbachov-postsoviético”. Desde la época de su exilio en enero de 1929 hasta su asesinato en agosto de 1940, León Trotsky culpó a José Stalin de lo que él consideraba los defectos y crímenes del socialismo soviético. Nikita Jruschov tomó este mismo tema en 1956 y, durante el período de su liderazgo en la URSS, los ataques a Stalin se amplificaron enormemente hasta la retirada de Jruschov de su cargo en octubre de 1964.
A partir de 1987, Mijail Gorbachev auspició un asalto contra Stalin y los relacionados con él, que incluso superó el período de Jruschov. La figura de Stalin sufrió una virtual “demonización”, a la vez que se daba un tratamiento similar a otros bolcheviques de la era de Stalin, y al propio Jruschov.
En Occidente, este paradigma está quizá más asociado con el libro de Robert Conquest, “El Gran Terror. Las purgas de Stalin en los años treinta” de 1968, y con el de Roy Medvedev, “Que la historia juzgue: Los orígenes y las consecuencias del stalinismo” (1971). Las “revelaciones” de la era de Jruschov forman el núcleo de lo que se toma por evidencia en las obras de ambos autores. Hemos utilizado el término “revelaciones” entre comillas para señalar al lector que estas supuestas revelaciones son prácticamente todas falsas.
Desde el fin de la URSS en 1991, se ha publicado un gran número de fuentes primarias que se encontraban en los antiguos archivos soviéticos. Se ha escrito una gran cantidad de libros, en un esfuerzo por elaborar y ajustar el paradigma anti-Stalin, dando cabida a algunas evidencias de estos archivos. En las cuatro últimas décadas, no se ha escrito ningún trabajo para rivalizar con la posición casi canónica de las obras de Conquest y Medvedev.
Ambos libros son demasiado largos –el de Conquest tiene casi 700 páginas, el de Medvedev un poco menos de 900– para el tratamiento detallado en un solo ensayo. En su lugar, utilizaremos el décimo capítulo del libro de Cohen como representativo de la interpretación canónica de la política de la élite soviética en la década de 1930. Escribiendo unos años después que Conquest y Medvedev, Cohen tuvo muy en cuenta a los dos y se basó también en otras obras que utilizó Conquest – de escritores como Boris Nikolaevsky y Alexander Orlov.
Debido a su enfoque mucho más limitado, solo en Bujarin y no en toda la historia política de la URSS, Cohen fue capaz de presentar un relato erudito y documentado del período 1930-1938 en 45 páginas. Ese capítulo es bastante corto como para permitir un examen detallado de su evidencia, sin embargo, está bien documentado –207 notas– para representar el “paradigma anti-Stalin” en su integridad.
La brevedad no es la única, o incluso la principal, ventaja que el capítulo décimo de Cohen presenta a la crítica. El libro de Cohen fue un “clásico” desde el momento de su publicación y lo sigue siendo hoy. Publicado originalmente en 1973 por Alfred A. Knopf, fue reeditado en 1980 por la prestigiosa Oxford University Press y se ha mantenido en forma impresa desde entonces.
El libro de Cohen es importante en otro sentido. Mijaíl Gorbachov lo eligió como el primer trabajo de la sovietología de Occidente a ser publicado por una editorial soviética [5]. Gorbachov habría dicho a Cohen que él mismo había sido fuertemente influenciado por el libro en la década de 1980, cuando él la leyó en la traducción rusa.
A finales de 1987, inspirada en parte por el libro de Cohen, se llevó a cabo en Moscú una conferencia sobre Bujarin. No sólo se invitó a Cohen a hablar, también el propio Gorbachov celebró una conferencia de prensa con Cohen (Junge 159-60). Este evento y la publicación de la traducción al ruso por editorial Progreso, la editorial del gobierno, a finales de 1988 (Junge 193 n.77), inauguraron el “boom de Bujarin”, durante el cual el régimen de Gorbachov promovió el entusiasmo por Bujarin como el “verdadero” heredero del manto de Lenin. [6]
Gorbachov y sus colaboradores en la dirección soviética estaban principalmente interesados en utilizar el apoyo de Bujarin a mecanismos de mercado en la década de 1920, para justificar -en nombre del “leninismo”– el aumento masivo de la dependencia de los mercados a finales de 1980 [7]. Ese no es nuestro interés aquí. El décimo capítulo del libro de Cohen no tiene que ver con las ideas económicas de Bujarin, sino más bien con la vida de Bujarin desde 1930 hasta su juicio y ejecución en marzo de 1938.
Sin embargo, estos últimos ocho años de la carrera de Bujarin eran centrales para el propósito de Gorbachov de rehabilitar las ideas económicas de Bujarin para la perestroika de Gorbachov. Encontrar a Bujarin inocente de los cargos por los que fue condenado en su juicio de 1938, era fundamental para establecer la supuesta legitimidad leninista de las ideas económicas de Bujarin.
Si se reconociera que Bujarin había sido realmente culpable de uno solo de los cargos principales de los que había confesado su culpabilidad: conspirar para derrocar al gobierno soviético y conspirar con el Estado Mayor alemán para abrir el frente para el ejército alemán en caso de la guerra –sin hablar de ser parte de un plan para asesinar a Lenin en 1918, una acusación que él negó, pero por el que fue condenado [8]–, no podría haber sido útil a Gorbachov. Además, Bujarin había admitido en el juicio que las políticas que él representaba en la década de 1930 equivalían a “la restauración del capitalismo”; esto Gorbachov no podía admitirlo de ninguna manera – al menos no en 1988.
Si se reconocía la culpa de Bujarin, entonces se seguiría que el gobierno soviético –“Stalin”, en la sinécdoque reductora del lenguaje anticomunista– había estado justificado en su ejecución. Lo que es más, ya que Bujarin implicó prácticamente a todos los otros acusados en los tres procesos de Moscú y a los acusados en el juicio militar secreto del mariscal Tujachevski y otros, admitir la culpa de Bujarin también llevaría a justificar la represión del gobierno soviético contra estas figuras. Presentar las políticas de Stalin como incorrectas, inmorales y no-leninista era esencial para la aceptación de la política económica de Gorbachov. Así la inocencia de Bujarin era una piedra angular de la “rehabilitación” tanto de su nombre como de las políticas económicas asociadas con él.
Se ha asumido y afirmado, desde el “boom de Bujarin” a finales de la década de 1980, que Bujarin se vio obligado a confesar crímenes que no cometió. Éste es el supuesto fundamental de toda discusión convencional sobre la carrera de Bujarin, sobre los procesos de Moscú y, en general, sobre los Soviets en la década de 1930, supuesto que se ha repetido una y otra vez hasta que se ha dado por sentado. Pocas voces – ninguna en absoluto en la esfera pública y entre los investigadores convencionales– han sometido este supuesto a algún cuestionamiento serio.
Como lo demuestran nuestra investigación anterior [9] y el presente ensayo, no hay pruebas positivas de que Bujarin era inocente. Por el contrario, toda la evidencia que tenemos es consistente con que Bujarin era culpable de los crímenes que él mismo confesó.
Un problema para el “boom de Bujarin” patrocinado por Gorbachov surgió temprano, aunque sólo pudimos saber de él en 2004. La comisión del Comité Central encargada de estudiar y, en esencia, de encontrar pruebas de que Bujarin había sido injustamente condenado en el juicio en 1938, fue incapaz de encontrar tal evidencia en absoluto. Las actas de esta comisión, publicadas en 2004, muestran consternación de los miembros de la comisión ante este fracaso.
El resultado fue que el decreto (Postanovlenie) del Pleno de la Corte Suprema soviética que fue publicado el 4 de febrero de 1988 y que declaró que Bujarin había sido obligado a hacer una confesión falsa, nunca se publicó y se mantiene en secreto hasta hoy. Su texto, solo descubierto recientemente, muestra que la pieza central de evidencia de la inocencia de Bujarin citado en él, en realidad una falsificación deliberada [10]. En ese decreto, la declaración-confesión de Mijaíl Frinovsky, un documento que proporciona una fuerte evidencia de la culpabilidad de Bujarin, fue deliberadamente mal citado para que pudiera ser utilizada como prueba de que él era inocente [11]. De hecho, los expertos de Gorbachov no pudieron encontrar ninguna evidencia para apoyar su teoría de que Bujarin era inocente.
Parte introductoria del ensayo: La biografía de Bujarin de Stephen Cohen: Un estudio de la falsedad de las “revelaciones” de la era de Jruschov [1], de Grover Furr y Vladimir L. Bobrov
Fuente: Grover Furr & Vladimir L. Brobov, Stephen Cohen’s Biography of Bukharin: A Study in the Falsehood of Khrushchev-Era “Revelations”, Cultural Logic 2010. Publicado en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Facundo Borges. Se publica en este blog en enero de 2013
En 1929, Jules Humbert-Droz era miembro del partido comunista de Suiza y representante de la Internacional Comunista. Era también un amigo cercano y aliado político de Nikolai Bujarin, uno de los dirigentes bolcheviques más destacados. Para entonces, Bujarin se había convertido en un opositor político de José Stalin, de quien había sido aliado, recientemente.
Humbert-Droz se reunió y habló con Bujarin por última vez a principios de 1929. El comunista suizo estaba a punto de partir hacia una conferencia de partidos comunistas latinoamericanos. En sus memorias, publicadas en Suiza en 1971, Humbert-Droz recordó el incidente de la siguiente manera:
“Antes de partir fui a ver a Bujarin por última vez, sin saber si volvería a verlo a mi regreso. Tuvimos una conversación larga y franca. Él me puso al día sobre los contactos realizados por su grupo con la fracción de Zinoviev-Kámenev a fin de coordinar la lucha contra el poder de Stalin. No le oculté que yo no estaba de acuerdo con este vínculo entre las oposiciones. “La lucha contra Stalin no es un programa político. Combatimos con razón el programa de los trotskistas sobre las cuestiones esenciales, el peligro de los kulaks en Rusia, la lucha contra el frente único con los socialdemócratas, los problemas chinos, la miope perspectiva revolucionaria, etc. Al día siguiente de la victoria común contra Stalin, los problemas políticos nos dividirán. Este bloque es un bloque sin principios que se derrumbará antes de lograr ningún resultado”.
“Bujarin también me dijo que habían decidido utilizar el terror individual con el fin de librarse de Stalin. Sobre este punto, también le expresé mis reservas: la inserción del terror individual en las luchas políticas nacidas de la Revolución Rusa corren fuertemente el riesgo de volverse contra quienes lo emplean. Nunca ha sido un arma revolucionaria. “Mi opinión es que debemos continuar la lucha ideológica y política contra Stalin. Su línea llevará en un futuro próximo a una catástrofe que abrirá los ojos de los comunistas y dará lugar a un cambio de orientación. El fascismo amenaza a Alemania y nuestro grupo de charlatanes será incapaz de resistirle. Ante la debacle del Partido Comunista de Alemania y la expansión del fascismo a Polonia y Francia, la Internacional debe cambiar de política. Ese momento será entonces nuestra hora. Es necesario, pues, seguir siendo disciplinados, aplicar las decisiones sectarias después de haber luchado y habernos opuesto a los errores y medidas de izquierda, pero seguir luchando en el terreno estrictamente político”.
“Bujarin, sin duda, había comprendido que yo no me uniría ciegamente a su fracción cuyo único programa era hacer desaparecer a Stalin. / 380 / Esta fue nuestra última reunión. Era evidente que él no tenía confianza en la táctica que le propuse. También sin duda sabía mejor que yo los crímenes de los que era capaz Stalin. En pocas palabras, aquellos que, tras la muerte de Lenin y sobre la base de su testamento podían destruir políticamente a Stalin, buscaban en cambio eliminarlo físicamente, cuando éste tenía firmemente en sus manos el Partido y el aparato policial del Estado.” (El subrayado es nuestro). [2]
Humbert-Droz publicó esta relato en 1971, escrito sin ninguna presión de la NKVD. Él escribió y vivió la mayor parte de su vida en su Suiza natal. Además, era amigo de Bujarin y su aliado político. En el momento de escribirlo odiaba a Stalin, como se desprende de su comentario sobre “los crímenes de los que era capaz Stalin”.
Así que no tenía motivo –que sepamos– para mentir o exagerar lo que sabía. Además, Humbert-Droz afirma que escuchó de los planes para asesinar a Stalin de los propios labios de Bujarin.
Muchos considerarán esta declaración la evidencia más fuerte disponible para corroborar que Bujarin era culpable de lo que se le acusó en el tercero de los juicios de Moscú, en 1938. Es la confirmación de que Bujarin no sólo no puso ninguna objeción a la formación de un bloque con los que utilizaban el asesinato (la mejor traducción del término ruso “terror individual”), sino que él mismo era partidario de su uso. Si fue capaz de conspirar para asesinar a Stalin ya en 1929, era claramente capaz de actos de esa naturaleza en los años posteriores.
En corroboración de esta declaración, ahora contamos con la confesión de Valentín Astrov, uno de los estudiantes y seguidores de Bujarin, de enero de 1937, en la que Astrov acusa específicamente a Bujarin de planear el asesinato de Stalin en 1932. Cuando fue confrontado con la acusación de Astrov, Bujarin la negó reiteradamente. En su primera confesión, que nosotros hemos descubierto y publicado en esta revista [Cultural Logic] hace unos años, Bujarin admitió ser parte de un bloque con los trotskistas y otros que abogaban por el terror y también admitió que en su propia fracción, los derechistas, “surgieron grupos terroristas”. Pero incluso entonces Bujarin no admitió abogar por el asesinato de Stalin [3]. Sin embargo, Humbert-Droz afirma que lo hizo.
Mientras estuvo en prisión, Bujarin escribió una carta a Stalin el 10 de diciembre de 1937 en la que se retractó de todas las confesiones que había hecho anteriormente. En la página siete de su “sentida” misiva, Bujarin escribió: “Sé que N[atasha] S[ergeevna Allilúyeva] jamás creería que yo he planeado nada malo contra ti… ”
Leído literalmente, esto tiene que ser considerado como la verdad, porque Bujarin no dice que él no participó en los preparativos para matar a Stalin. ¡Él sólo dice que la esposa de Stalin (muerta para entonces) no hubiera creído que él era parte de un complot semejante! La diferencia de significado entre estas dos afirmaciones es evidente. Bujarin estaba usando “palabras equívocas” – diciendo una cosa (“tu esposa jamás creería que yo he planeado nada malo contra ti”), mientras que buscaba que Stalin entendiera otra cosa (“nunca he planeado nada malo contra ti”). Una vez más, gracias a las memorias de Humbert-Droz ahora tenemos sustancial evidencia de que Bujarin estaba mintiendo.
El testimonio de Humbert-Droz ha estado disponible desde 1971. Cualquier estudioso con un interés en la verdad histórica reconocería inmediatamente la importancia de este pasaje como una prueba muy fuerte, no soviética, no “estalinista”, de que uno de los acusados principales en los procesos de Moscú era en realidad culpable. El anónimo crítico del libro de Humbert-Droz en el suplemento literario del Times llamó la atención de los lectores a este pasaje específico en una revisión relativamente breve (TLS, 25 de junio 1971, p. 733).
Robert Conquest no cita esta declaración de Humbert-Droz en “El Gran Terror: Una reevaluación” (1990; muchas reimpresiones), aunque en una edición anterior escribió:
“En materia política, básicamente, la mejor fuente, aunque no infalible, es el rumor a un alto nivel político o policial.” (El Gran Terror, 1968, p. 569).
El testimonio Humbert-Droz tiende a refutar la tesis de Conquest de que Stalin armó un tinglado para incriminar a Bujarin y a todos los acusados en los juicios de Moscú. Tal vez esta es la razón por la que Conquest no lo cita, no lo hace incluso en su “edición del cuadragésimo aniversario” de 2008, 37 años después de que las memorias de Humbert-Droz aparecieron.
El tema del presente estudio, sin embargo, es la biografía de Bujarin de Stephen F. Cohen, con mucho, la obra más influyente y más conocida sobre Bujarin en cualquier idioma. Cohen menciona a Humbert-Droz en doce páginas de su libro. Más aún, Cohen cita este libro específico, De Lénine a Stalin, cinco veces: nota 16, p. 391; nota 19, p. 431; nota 109, página 450; nota 137, p. 451; y nota 170, p. 453. [4]
Sin embargo, en ninguna parte Cohen menciona la revelación más sorprendente del libro: La afirmación de Humbert-Droz de que Bujarin había admitido en 1929 que él y su “fracción”, o un grupo secreto dentro del Partido, ya estaba conspirando para asesinar a Stalin. El notable silencio de Cohen puede servir de prólogo al estudio que sigue.
En este ensayo, sostenemos que el paradigma dominante de la historia política de la Unión Soviética en la década de 1930, es falso. Los documentos de los archivos soviéticos, antes secretos, que se han hecho públicos desde el fin de la URSS, proporcionan pruebas más que suficientes para refutar la opinión que sobre este periodo ha logrado una aceptación casi universal desde los tiempos de Jruschov. En el presente trabajo ponemos a prueba esta hipótesis a través de un examen minucioso de un texto representativo: el décimo capítulo del libro de Stephen F. Cohen, “Bujarin y la revolución bolchevique. Una biografía política 1888-1938”, de 1973.
Por razones de brevedad, a este paradigma histórico o relato maestro lo llamamos el paradigma “anti-Stalin”. Un término más torpe pero más preciso sería el paradigma “Trotsky-Jruschov-GuerraFría-Gorbachov-postsoviético”. Desde la época de su exilio en enero de 1929 hasta su asesinato en agosto de 1940, León Trotsky culpó a José Stalin de lo que él consideraba los defectos y crímenes del socialismo soviético. Nikita Jruschov tomó este mismo tema en 1956 y, durante el período de su liderazgo en la URSS, los ataques a Stalin se amplificaron enormemente hasta la retirada de Jruschov de su cargo en octubre de 1964.
A partir de 1987, Mijail Gorbachev auspició un asalto contra Stalin y los relacionados con él, que incluso superó el período de Jruschov. La figura de Stalin sufrió una virtual “demonización”, a la vez que se daba un tratamiento similar a otros bolcheviques de la era de Stalin, y al propio Jruschov.
En Occidente, este paradigma está quizá más asociado con el libro de Robert Conquest, “El Gran Terror. Las purgas de Stalin en los años treinta” de 1968, y con el de Roy Medvedev, “Que la historia juzgue: Los orígenes y las consecuencias del stalinismo” (1971). Las “revelaciones” de la era de Jruschov forman el núcleo de lo que se toma por evidencia en las obras de ambos autores. Hemos utilizado el término “revelaciones” entre comillas para señalar al lector que estas supuestas revelaciones son prácticamente todas falsas.
Desde el fin de la URSS en 1991, se ha publicado un gran número de fuentes primarias que se encontraban en los antiguos archivos soviéticos. Se ha escrito una gran cantidad de libros, en un esfuerzo por elaborar y ajustar el paradigma anti-Stalin, dando cabida a algunas evidencias de estos archivos. En las cuatro últimas décadas, no se ha escrito ningún trabajo para rivalizar con la posición casi canónica de las obras de Conquest y Medvedev.
Ambos libros son demasiado largos –el de Conquest tiene casi 700 páginas, el de Medvedev un poco menos de 900– para el tratamiento detallado en un solo ensayo. En su lugar, utilizaremos el décimo capítulo del libro de Cohen como representativo de la interpretación canónica de la política de la élite soviética en la década de 1930. Escribiendo unos años después que Conquest y Medvedev, Cohen tuvo muy en cuenta a los dos y se basó también en otras obras que utilizó Conquest – de escritores como Boris Nikolaevsky y Alexander Orlov.
Debido a su enfoque mucho más limitado, solo en Bujarin y no en toda la historia política de la URSS, Cohen fue capaz de presentar un relato erudito y documentado del período 1930-1938 en 45 páginas. Ese capítulo es bastante corto como para permitir un examen detallado de su evidencia, sin embargo, está bien documentado –207 notas– para representar el “paradigma anti-Stalin” en su integridad.
La brevedad no es la única, o incluso la principal, ventaja que el capítulo décimo de Cohen presenta a la crítica. El libro de Cohen fue un “clásico” desde el momento de su publicación y lo sigue siendo hoy. Publicado originalmente en 1973 por Alfred A. Knopf, fue reeditado en 1980 por la prestigiosa Oxford University Press y se ha mantenido en forma impresa desde entonces.
El libro de Cohen es importante en otro sentido. Mijaíl Gorbachov lo eligió como el primer trabajo de la sovietología de Occidente a ser publicado por una editorial soviética [5]. Gorbachov habría dicho a Cohen que él mismo había sido fuertemente influenciado por el libro en la década de 1980, cuando él la leyó en la traducción rusa.
A finales de 1987, inspirada en parte por el libro de Cohen, se llevó a cabo en Moscú una conferencia sobre Bujarin. No sólo se invitó a Cohen a hablar, también el propio Gorbachov celebró una conferencia de prensa con Cohen (Junge 159-60). Este evento y la publicación de la traducción al ruso por editorial Progreso, la editorial del gobierno, a finales de 1988 (Junge 193 n.77), inauguraron el “boom de Bujarin”, durante el cual el régimen de Gorbachov promovió el entusiasmo por Bujarin como el “verdadero” heredero del manto de Lenin. [6]
Gorbachov y sus colaboradores en la dirección soviética estaban principalmente interesados en utilizar el apoyo de Bujarin a mecanismos de mercado en la década de 1920, para justificar -en nombre del “leninismo”– el aumento masivo de la dependencia de los mercados a finales de 1980 [7]. Ese no es nuestro interés aquí. El décimo capítulo del libro de Cohen no tiene que ver con las ideas económicas de Bujarin, sino más bien con la vida de Bujarin desde 1930 hasta su juicio y ejecución en marzo de 1938.
Sin embargo, estos últimos ocho años de la carrera de Bujarin eran centrales para el propósito de Gorbachov de rehabilitar las ideas económicas de Bujarin para la perestroika de Gorbachov. Encontrar a Bujarin inocente de los cargos por los que fue condenado en su juicio de 1938, era fundamental para establecer la supuesta legitimidad leninista de las ideas económicas de Bujarin.
Si se reconociera que Bujarin había sido realmente culpable de uno solo de los cargos principales de los que había confesado su culpabilidad: conspirar para derrocar al gobierno soviético y conspirar con el Estado Mayor alemán para abrir el frente para el ejército alemán en caso de la guerra –sin hablar de ser parte de un plan para asesinar a Lenin en 1918, una acusación que él negó, pero por el que fue condenado [8]–, no podría haber sido útil a Gorbachov. Además, Bujarin había admitido en el juicio que las políticas que él representaba en la década de 1930 equivalían a “la restauración del capitalismo”; esto Gorbachov no podía admitirlo de ninguna manera – al menos no en 1988.
Si se reconocía la culpa de Bujarin, entonces se seguiría que el gobierno soviético –“Stalin”, en la sinécdoque reductora del lenguaje anticomunista– había estado justificado en su ejecución. Lo que es más, ya que Bujarin implicó prácticamente a todos los otros acusados en los tres procesos de Moscú y a los acusados en el juicio militar secreto del mariscal Tujachevski y otros, admitir la culpa de Bujarin también llevaría a justificar la represión del gobierno soviético contra estas figuras. Presentar las políticas de Stalin como incorrectas, inmorales y no-leninista era esencial para la aceptación de la política económica de Gorbachov. Así la inocencia de Bujarin era una piedra angular de la “rehabilitación” tanto de su nombre como de las políticas económicas asociadas con él.
Se ha asumido y afirmado, desde el “boom de Bujarin” a finales de la década de 1980, que Bujarin se vio obligado a confesar crímenes que no cometió. Éste es el supuesto fundamental de toda discusión convencional sobre la carrera de Bujarin, sobre los procesos de Moscú y, en general, sobre los Soviets en la década de 1930, supuesto que se ha repetido una y otra vez hasta que se ha dado por sentado. Pocas voces – ninguna en absoluto en la esfera pública y entre los investigadores convencionales– han sometido este supuesto a algún cuestionamiento serio.
Como lo demuestran nuestra investigación anterior [9] y el presente ensayo, no hay pruebas positivas de que Bujarin era inocente. Por el contrario, toda la evidencia que tenemos es consistente con que Bujarin era culpable de los crímenes que él mismo confesó.
Un problema para el “boom de Bujarin” patrocinado por Gorbachov surgió temprano, aunque sólo pudimos saber de él en 2004. La comisión del Comité Central encargada de estudiar y, en esencia, de encontrar pruebas de que Bujarin había sido injustamente condenado en el juicio en 1938, fue incapaz de encontrar tal evidencia en absoluto. Las actas de esta comisión, publicadas en 2004, muestran consternación de los miembros de la comisión ante este fracaso.
El resultado fue que el decreto (Postanovlenie) del Pleno de la Corte Suprema soviética que fue publicado el 4 de febrero de 1988 y que declaró que Bujarin había sido obligado a hacer una confesión falsa, nunca se publicó y se mantiene en secreto hasta hoy. Su texto, solo descubierto recientemente, muestra que la pieza central de evidencia de la inocencia de Bujarin citado en él, en realidad una falsificación deliberada [10]. En ese decreto, la declaración-confesión de Mijaíl Frinovsky, un documento que proporciona una fuerte evidencia de la culpabilidad de Bujarin, fue deliberadamente mal citado para que pudiera ser utilizada como prueba de que él era inocente [11]. De hecho, los expertos de Gorbachov no pudieron encontrar ninguna evidencia para apoyar su teoría de que Bujarin era inocente.
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