La siguiente es una traducción del siguiente artículo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que explica críticamente qué es la escuela de Austria de economía, que aunque es justificadamente bastante desconocida (y descartada desdeñosamente hasta por sus parientes cercanos, los neoclásicos), tiene una relativa importancia en tanto sirve de fundamento teórico a las ideas desreguladoras y anti-proletarias del neoliberalismo, y también porque se esconde detrás de la doctrina económica de una película bastante popular en internet: Zeitgeist, y su cruzada reaccionaria contra los bancos centrales disfrazada de movimiento anti-establishment.
Respuestas a lectores — La economía austriaca contra el marxismo
Algunos lectores han expresado interés en la escuela austriaca de economía. ¿Qué es la escuela austriaca, y cuál es su rol?
La escuela austriaca es una rama de la economía marginalista. Difiere de otras escuelas marginalistas en que evita el uso de matemáticas. En cambio, se especializa en abogar por las ideas marginalistas en un lenguaje común. En contraste, la mayoría de las otras escuelas de marginalismo moderno se especializan en construir modelos matemáticos que sólo son accesibles para aquellos que hayan dominado las matemáticas avanzadas necesarias.
La razón por la que la Escuela austriaca evita las matemáticas es que a diferencia de la mayoría de los economistas profesionales, dirige sus argumentos al público llano "no-matemático". La Escuela austríaca —como sugiere su nombre— comenzó en la Austria de habla alemana. Por esto, pronto se encontró en un intenso combate ideológico con el movimiento de los trabajadores austríacos liderado por los marxistas. Mientras que la mayoría de los marginalistas simplemente ignoraban a Marx, la Escuela austriaca intentó refutarlo. (1)
Los austriacos se especializan en desmoralizar a intelectuales atraídos por el movimiento obrero, e intentan en cambio desviarlos hacia la economía y política burguesa reaccionaria.
Dado su énfasis en refutar a Marx, suelen estar más familiarizados con las ideas marxistas de lo que lo están la mayoría de los economistas profesionales burgueses. En tanto intelectuales, disfrutan jugando con ideas, y de hecho han absorbido ciertas ideas de Marx, que usan para sus propios fines. Sin duda, la teoría económica austríaca fue influida por la escuela marxista austríaca, y éstos a su vez, fueron influenciados por las ideas de la Escuela austriaca. Examinaré abajo algunas de estas influencias mutuas.
A la manera de los intelectuales enamorados de sus propias ideas, a los partisanos de la Escuela austriaca les encanta llevar las ideas del marginalismo al extremo. Mientras que en el campo de la teoría burguesa han tenido considerable influencia dentro de la economía ortodoxa marginalista, sus recomendaciones en cuanto a políticas son tan extremas que simplemente no son tomadas en serio en los círculos de toma de decisiones.
Mientras que la Escuela austriaca se originó en Austria, no todos los economistas austriacos son de Austria. Por ejemplo, Murray Rothbard (1926-1995), un confeso economista “austriaco”, era estadounidense. Hoy en día la mayoría de los "austriacos", por lo que sé, son parte del mundo angloparlante, en lugar del mundo de habla alemana en que se originó la escuela.
Los economistas austríacos proclaman que el capitalismo genera paz, y a veces se oponen a las guerras coloniales, tales como las actuales guerras de EEUU-OTAN contra Irak y Afganistán. Y dan la apariencia de hacer críticas "radicales" de los gobiernos capitalistas y del imperialismo, denunciando a veces al "capitalismo monopolista de estado".
Algunos izquierdistas se han visto atraídos a veces hacia los austríacos, y los ven como potenciales aliados en la lucha contra el imperialismo y las guerras que engendra. Esta es una tendencia peligrosa y debería ser combatida. Todos los partidarios de la economía austríaca son sin excepción, enemigos acérrimos del movimiento de la clase trabajadora.
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Las teorías económicas de la Escuela de Austria
Suficiente sobre la política y la ideología. ¿Cuáles son las ideas económicas de la escuela de Austria, y de dónde provienen?
Alrededor del año 1870, surgió una nueva escuela de economistas burgueses que lanzaron un ataque frontal contra la teoría del valor-trabajo de la economía política burguesa clásica. Entre estos economistas figuraban William Stanley Jevons en Inglaterra, Leon Walras en Suiza, y Karl Menger, el fundador de la Escuela austriaca, en Austria. Llamativamente, la llamada “revolución marginalista” en la economía burguesa ocurrió unos tres o cuatro años después de la publicación de la primera edición en alemán del Volumen I de “El Capital”.
Marx demostró en “El Capital” que el plusvalor —el beneficio, incluyendo al interés y la renta— surge sobre la base del intercambio de mercancías cuya producción requiere en promedio iguales cantidades de trabajo.(5) O lo que viene a ser lo mismo, Marx demostró que al igual que el esclavismo y la servidumbre feudal, el capitalismo —aún cuando las mercancías se intercambian a sus valores— es un sistema de explotación en el que los trabajadores están obligados a realizar trabajo no remunerado, para la clase dominante. Nada volvería a ser igual en economía. El concepto de valor-trabajo tenía que ser desterrado de la economía burguesa de una vez por todas.
-La revolución marginalista y la teoría de la utilidad marginal
Toda teoría del valor “económico” comienza con lo que en economía es conocida como la paradoja de los diamantes y el agua. Los diamantes cuestan una enorme cantidad de dinero, y sin embargo no son necesarios para la vida. El agua, por otro lado, es muy barata —aunque no tanto como solía serlo— y sin embargo es absolutamente necesaria para la vida humana. Efectivamente, uno no puede vivir por más de unos días sin agua, pero se puede vivir una vida tranquilamente sin haber poseído nunca un diamante.
Los economistas clásicos y luego Marx respondieron a esta paradoja explicando que requiere mucho más trabajo en promedio el encontrar y pulir un diamante, de lo que lleva encontrar y recoger la cantidad de agua que cabe en un vaso. Dado que un diamante representa una cantidad de trabajo mucho más grande que un vaso de agua, el precio en términos de dinero de un diamante es muy superior al precio en dinero —si éste existiera— de un vaso de agua.
Esto es aún más cierto si reemplazamos al agua con el aire. El aire es proveído gratis por la naturaleza —no es producido por trabajo humano— y carece de todo precio en dinero. Y sin embargo no podemos vivir sin aire respirable por más de unos pocos minutos.
La economía política burguesa había estado en retirada franca de cualquier noción de valor-trabajo desde alrededor de 1830, pero los economistas burgueses no habían reemplazado la clásica teoría del valor-trabajo burguesa con ninguna teoría alternativa realmente coherente. (6) En cambio, los economistas burgueses post-Ricardianos simplemente se limitaron a explicar que los precios están determinados por los “costos de producción”.
¿Pero qué determina los costos de producción de una determinada mercancía? Pues el costo de producción de las mercancías incluyendo el trabajo que es necesario para producir la mercancía en cuestión. O lo que viene a ser lo mismo, los precios de las mercancías están determinados por los precios de las mercancías. Si los economistas burgueses no podían hacer algo mejor que esto, la superioridad de la teoría perfeccionada del valor-trabajo de Marx sería tan obvia que el movimiento de los trabajadores hubiera tenido una enorme ventaja en lo que el ex-presidente de Cuba Fidel Castro ha llamado la “batalla de las ideas”.
-El Marginalismo al rescate
Karl Menger en Austria, Leon Walras en Francia y William Stanley Jevons en Gran Bretaña propusieron lo que ellos consideraron que era una respuesta alternativa coherente a la paradoja del diamante y el agua. Si estoy muriendo de sed en un desierto, efectivamente pagaría —suponiendo que tenga el dinero— más por un vaso de agua que salve mi vida, de lo que pagaría por un diamante. Bajo esas circunstancias, mi valoración subjetiva del agua sería mucho mayor que mi valoración subjetiva de un diamante. Pero normalmente tengo suficiente agua disponible y si tengo sed simplemente saco más agua de una canilla por un costo simbólico. Por lo tanto, mi valoración subjetiva de otro vaso de agua es normalmente bastante baja.
Pero dado que los diamantes son muy escasos, mi valoración subjetiva de un diamante adicional en comparación con un vaso de agua adicional, será probablemente bastante alta, ciertamente mucho más alta que mi valoración subjetiva de un vaso adicional de agua. Bajo circunstancias normales es casi seguro que estaré dispuesto a pagar mucho más dinero por un diamante adicional —suponiendo que quisiera poseer un diamante— que por un vaso de agua adicional. Por lo tanto, concluyeron Menger, Walras y Jevons, el valor de una mercancía está determinado no por su valor de uso como tal, sino por su valor de uso —o utilidad— en el margen.
Mientras que la utilidad total que para una persona tienen los diamantes en comparación con el agua es bastante baja, en cambio la utilidad de un diamante adicional comparado con un vaso de agua adicional, es normalmente muy alta. Por lo tanto, sostienen los fundadores de la nueva escuela marginalista de economía, el valor de una mercancía no está determinado ni por su utilidad ni por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla, sino más bien por su utilidad marginal.
A diferencia del concepto de valor-trabajo, que es objetivo, el concepto de utilidad marginal, como fue llamado, es subjetivo. El que a mí personalmente me agraden o me desagraden los diamantes, por ejemplo, no tiene efecto alguno en la cantidad de trabajo medida en términos de tiempo, que lleva producirlos en promedio en condiciones actuales de producción.Puede de hecho suceder que yo realmente odie los diamantes, y que aún si tuviera abundante agua, pagaría más por un vaso de agua adicional que por un diamante adicional. Pero esto es bastante improbable. La mayoría de la gente en condiciones normales adjudica una valoración subjetiva superior a un diamante adicional más que a un vaso de agua adicional.
A diferencia del concepto de valor-trabajo, que comienza con la producción, la teoría de la utilidad marginal comienza con el consumo. Esto instó a que N.I. Bujarin en su libro contra los marginalistas, titulado “La teoría económica de la clase ociosa”, propusiera que el surgimiento de la teoría de la utilidad marginal en la economía burguesa refleja la visión de los capitalistas que se han retirado de la producción —los rentistas, o capitalistas financieros— como opuestos a los capitalistas activos, industriales y comerciales.
-El problema con el concepto de utilidad marginal
Marx definió al valor como una sustancia social homogénea —trabajo humano abstracto. Todos los intentos de reducir la utilidad —valor de uso— a una sustancia social similar abstracta fracasaron. La corriente central del marginalismo que llegó a ser conocida como la “escuela neoclásica” —aunque en realidad son la negación de la escuela clásica de economía política burguesa— por lo tanto se conformaron con construir modelos matemáticos de comportamiento del consumidor. En estos modelos, los consumidores escogen entre “bienes” escasos alternativos de acuerdo a la intensidad de su necesidad (subjetivamente determinada) por un “bien” adicional de un tipo particular. Sin embargo, esta “solución” no estaba realmente disponible para la Escuela austríaca debido a su naturaleza “no-matemática”. Por lo tanto quedaron estancados con la utilidad marginal.
-La teoría austríaca del plusvalor —o interés.
Para explicar el —o más bien para racionalizar una justificación del— plusvalor, los economistas austríacos combinan la utilidad marginal y el tiempo. Mientras que los economistas burgueses modernos, incluyendo a los austríacos, justifican buena parte del beneficio como los "salarios" de los capitalistas activos, y por una sobreextensión de esto, consideran a la renta de los terratenientes como la recompensa por "mejorar" la tierra, esto deja sin explicar el interés ganado por los ociosos capitalistas dinerarios. ¿De dónde puede venir el interés sino del trabajo impago de aquellos que trabajan?
Los economistas austríacos "explican" que subjetivamente valoramos más los "bienes" que están inmediatamente a nuestra disposición, que aquellos "bienes" que sólo estarán disponibles en algún momento del futuro. Por ejemplo, supongamos que necesito un nuevo abrigo para mantenerme abrigado este invierno. ¿Acaso no pagaré más por un abrigo nuevo que podré llevar inmediatamente a casa, que por un abrigo nuevo que no estará disponible sino hasta dentro de un año? Si no tengo un abrigo nuevo sino hasta dentro de un año, tendré que usar mi viejo y gastado abrigo para mantenerme abrigado este invierno. Podría estar dispuesto a pagar $100 si el abrigo estuviera inmediatamente disponible para usarlo este invierno, pero tal vez sólo pagaría $90 si el abrigo fuera entregado recién después de un año. Yo “descuento” mi valoración subjetiva del abrigo a adquirir dentro de un año en comparación con la de un abrigo adquirible hoy mismo, bajo estos supuestos, a una tasa del 10 por ciento. De acuerdo con los economistas austríacos, la diferencia entre mi valoración subjetiva de un "bien" que puedo recibir ahora y mi valoración subjetiva de un "bien"; que no estará dsiponible sino hasta dentro de un momento en el futuro, es la tasa de interés.
Los miembros "propietarios" —capitalistas— de la sociedad tienen dos opciones. Pueden consumir ahora, o ahorrar. Si ahorran, tendrán un estándar más bajo de vida ahora pero uno más alto en el futuro. En una "sociedad libre" —en oposición a una sociedad democrática en la que las "masas" pueden interferir con las opciones libres de los "propietarios"— depende de los propietarios individuales o capitalistas el decidir cuánto ahorrarán para el futuro en contraste con lo que consumirán en el presente.
-La función de la tasa de interés en la economía austríaca
Según los austríacos, el propósito de la tasa de interés es igualar la oferta de ahorro con la inversión. Si la sociedad —los capitalistas— desean ahorrar más, todo permaneciendo igual, la tasa de interés caerá. Esto muestra que los capitalistas como consumidores están descontando subjetivamente el valor de los bienes de consumo disponibles-sólo-en-el-futuro en comparación con los bienes de consumo disponibles inmediatamente, a una tasa de interés decreciente. Hacen esto cuando los bienes de consumo se están volviendo menos escasos en relación con sus necesidades humanas subjetivamente determinadas. Los ahorros y la inversión se están emparejando a una tasa de interés decreciente.
Bajo estas condiciones, de acuerdo con la economía austríaca y el marginalismo en general, la tasa decreciente de interés (beneficio) significa que la sociedad tiene una necesidad decreciente de medios de producción adicionales y por lo tanto menos medios de producción están siendo creados.
Si, por el contrario, los capitalistas desean ahorrar menos, la tasa de interés, permaneciendo igual todo lo demás, se elevará. Si los capitalistas desean ahorrar menos, esto significa que están descontando subjetivamente el valor de los bienes de consumo disponibles-sólo-en-el-futuro a una tasa de interés creciente. Según los austríacos (y el marginalismo en general), esto significa que los "bienes" y el "capital" necesario para producirlos se están volviendo escasos en relación a las necesidades humanas subjetivamente determinadas.
El ahorro y la inversión están siendo nivelados a una tasa de interés creciente. Por lo tanto la tasa natural de interés —tasa de beneficio— subirá. La tasa más alta de interés (beneficio) provocará que los medios de producción sean creados a un ritmo creciente —reproducción ampliada.
De acuerdo con los austríacos, mientras prevalezca la libertad, y la tasa de interés del mercado no difiera de la tasa natural de interés, prevalecerá una proporción correcta entre —usando terminología marxista— el Departmento I, el departmento de la industria que produce los medios de producción, y el Departmento II, el departamento de la industria que produce los medios de consumo personal. Aquí ocultándose tras los argumentos marginalistas nos encontramos con un viejo amigo, los diagramas de Marx de la reproducción simple y ampliada del Volumen II de "El Capital"..
Inevitablemente, los capitalistas industriales individuales pueden tomar y sin duda tomarán decisiones equivocadas sobre si producir ítems de consumo personal en lugar de bienes de capital. Eso ocurre todos los días de la semana. ¿Pero acaso el mercado no recompensa a aquellos capitalistas industriales que se demuestran competentes en determinar cuáles son las demandas del mercado, mientras castiga a aquellos que no lo hacen? Actuando un poco a la manera de la ley de la selección natural en biología, explican los economistas austríacos, los capitalistas industriales que generalmente toman decisiones acertadas sobre lo que desea el mercado, serán "seleccionados" para vivir un día más, mientras que aquellos que tomen las decisiones equivocadas sobre qué producir, serán eliminados.
De acuerdo con los economistas austríacos, cada capitalista industrial individual querrá incrementar la producción de la mercancía particular que él —la mayoría de los austríacos probablemente tiene una pobre visión de las capitalistas industriales femeninas— produce, hasta el punto en que su tasa de beneficio individual caiga hasta la tasa de interés. Según la teoría austríaca, la economía estará en perfecto equilibrio si la tasa de beneficio realizada por cada capitalista industrial iguala a la tasa de interés del mercado, y si esta tasa de interés de mercado a su vez iguala la tasa natural de interés.
En el mundo real, aún los economistas austríacos concederán que esto nunca ocurrirá exactamente así, pero los austríacos sostienen que el mercado es tan eficiente que, asumiendo que el gobierno no interfiera y los sindicatos no existan, la economía nunca puede alejarse mucho de esta posición de equilibrio.
-La ley de Say y la teoría austríaca de las crisis
Mientras que los "economistas marginalistas neoclásicos" aceptan la Ley de Say al menos implícitamente, los austríacos la proclaman abiertamente. Los economistas austríacos le atribuyen un gran crédito a Say por descubrir que una sobreprodución generalizada de mercancías es imposible. Recordemos que según Say, las mercancías son compradas con mercancías —siendo el dinero un mero instrumento técnico para facilitar la circulación de mercancías. Sin embargo, Say sí admitía una parcial sobreproducción de ciertas mercancías respaldada por una subproducción de otras. Por lo tanto, la Ley de Say es compatible con una teoría de las crisis basada en una producción desproporcionada.
Pero los economistas austríacos sostienen que mientras que la tasa de interés de mercado coincida con la tasa de interés "natural", no puede haber ninguna desproporción significativa entre el Departamento I y el II.
¿Pero qué pasaría si a la tasa de interés de mercado se le permite desviarse de la tasa natural de interés? ¿Qué pasaría si una institución diabólica conocida como "banco central" —llamémosla el Sistema de Reserva Federal (en EEUU)— es creada por un gobierno democrático que bajo la influencia de las "masas" está determinada a mantener la tasa de interés de mercado por debajo de la tasa de interés "natural"?
-La definición austríaca de inflación
Mientras que la mayoría de los economistas definen la "inflación" como una situación de precios crecientes, los economistas austríacos rechazan esta definición común. Según ellos, la economía está en un estado de inflación siempre que la tasa de interés de mercado se encuentre por debajo de la tasa natural de interés, ya estén los precios de las mercancías subiendo o cayendo.
Los economistas austríacos "explican" que gente "bien intencionada" y que está desinformada sobre economía generalmente favorecerán políticas de baja de la tasa de interés para lograr alto crecimiento económico y "pleno empleo". Estos incluyen a pequeños hombres de negocios y campesinos, quienes a menudo están muy endeudados en su intento de mantener sus pequeñas empresas frente a la competencia de unidades capitalistas mucho más grandes y eficientes. Naturalmente esta gente está a favor de políticas que bajen la tasa de interés. Por esto es exactamente que la democracia es peligrosa.
Si el gobierno y sus "autoridades monetarias" expanden la oferta monetaria de modo tal que cause que la tasa de interés de mercado caiga por debajo de la tasa natural de interés, los capitalistas industriales individuales se verán inducidos al error de producir demasiados bienes de capital y demasiados pocos medios de consumo personal.
Según la teoría austríaca, los capitalistas industriales individuales no tienen manera de distinguir entre la tasa natural de interés y la tasa de interés de mercado. En cuanto concierne a los capitalistas industriales, existe sólo una tasa de interés, la tasa de interés de mercado. Como ya he explicado, según los austríacos —y los marginalistas en general— los capitalistas industriales individuales incrementarán la producción del "bien" particular que cada uno produce hasta el punto en que su tasa de beneficio individual iguale la tasa de interés de mercado. Por lo tanto, sostienen los austríacos, si la tasa de interés de mercado es inferior a la tasa natural de interés, los capitalistas industriales van a sobreinvertir.
-Producción asimétrica
En términos marxistas, el Departmento I, aquel Departamento de la producción que produce los medios de producción, se expandirá excesivamente respecto al Departamento II, que produce los medios de consumo personal. En terminología austríaca, esto es una llamada "producción asimétrica" o “mala-inversión”. No hay una sobreproducción general —la Ley de Say nunca puede violarse— sino que hay producción desproporcionada. Tal producción desproporcionada, o "asimétrica", o "mala-inversión", según la teoría austríaca, es el resultado inevitable de la inflación tal como la definen los austríacos —una situación en la que la tasa de interés del mercado se encuentra por debajo de la tasa natural de interés.
Una vez que la "producción asimétrica" o “mala-inversión” se desarrolla, una crisis se hace inevitable. En tal situación, la única política correcta es "hacer de tripas corazón" permitiendo que las tasas de interés suban lo más rápidamente posible hasta la "tasa natural" y terminando con la crisis a la mayor brevedad posible.
Según la escuela austríaca, ninguna política de expansión monetaria puede evitar que la tasa de interés de mercado iguale la tasa natural de interés, en el largo plazo. Si el banco central —las autoridades monetarias— intenta resistir la suba en las tasas de interés, se verán obligados a invertir cada vez más dinero. Si persisten, el resultado será una inflación galopante y eventualmente la clase de hiperinflación que ocurrió en Alemania en 1923, donde la moneda perdió todo su valor.
Los austríacos sostienen que cuanto más tiempo la economía se mantenga en estado inflacionario —la tasa de interés de mercado permanece por debajo de la tasa natural de interés— más asimétrica se volverá la producción y peor será la inevitable crisis.
Por lo tanto, sostienen los austríacos, la solución a una amenaza de crisis es siempre una fuerte subida en la tasa de interés. Al alentar la inevitable "liquidación", explican los economistas austríacos, la crisis se verá acortada y su intensidad reducida.
Pero los bancos centrales bajo la presión de las "masas" —o por temor a ellas— intentan mantener bajas las tasas de interés para posponer la crisis y luego minimizarla cuando estalle de todas maneras. Según los austríacos, la rápida reducción de las tasas de interés llevada a cabo por la Reserva Federal de los EEUU y otros bancos centrales durante la crisis de los últimos dos años es un ejemplo exacto de lo que no debería hacerse.
En su lugar, argumentan los economistas austríacos y sus seguidores, a las tasas de interés debería habérseles permitido subir. Los economistas austríacos conceden que esto habría significado que las ejecuciones de hogares y granjas, las bancarrotas empresarias y el desempleo, se habrían elevado todas aún más de lo que ya han subido. Pero, explican los austríacos y sus seguidores como el congresista Paul, esto es exactamente lo que se necesita. De acuerdo con los austríacos, esta es la única manera de reparar la "producción asimétrica" que está detrás de la crisis.
¿Pero acaso hubiera sido esta política brutal compatible con la democracia? Obviamente que no, que es precisamente por lo que los defensores de la economía austríaca tales como Ron Paul quieren deshacerse de ella.
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-La cura austríaca de las crisis
¿Pueden las crisis económicas, según los austríacos, ser eliminadas del sistema capitalista? Mientras que Marx dijo que no, los economistas austríacos afirmaron lo contrario. Pero para terminar con las crisis, según los economistas austríacos, la interferencia gubernamental en la economía debe cesar. Por sobre todas las cosas, los bancos centrales —las autoridades monetarias— deben ser eliminadas. El dinero como cualquier otro "bien" debe ser producido sólo por un beneficio por capitalistas privados. No debería haber "autoridad monetaria" alguna ni ningún tipo de "planificación central" de la oferta monetaria.
Si la "planificación centralizada" de la oferta monetaria fuera abolida, sostienen los austríacos, la tasa de interés de mercado ya no se desviaría de la tasa natural de interés. Con la tasa de interés de mercado igualando la tasa natural de interés, la "producción asimétrica" ya no sería posible.
Por ejemplo, a los capitalistas privados debería permitírseles acuñar monedas de oro sin que ninguna moneda de oro en particular sea declarada de curso legal. Los bancos comerciales individuales deberían poder emitir sus propios billetes un poco a la manera en que lo hacían en el llamado "sistema de banca libre" que prevaleció en los EEUU antes de la Guerra Civil de 1861-65. El uso de monedas de oro debería ser fomentado y el patrón oro debería ser restaurado.
Si esto se hiciera, sostienen los austríacos, la competencia entre las varias entidades capitalistas creadoras de dinero —por ejemplo, las compañías mineras auríferas, cecas privadas en pos de beneficio, y los bancos comerciales que emiten notas— aseguraría que las mejores monedas prevalezcan, tal como la libre competencia entre los productores de otros tipos de "bienes" asegura que los mejores productos prevalezcan. Los que emitan "dineros" inferiores se verían quitados del negocio tal como sucedería con los productores de otros productos inferiores.
-Una contradicción en la economía austríaca (y de Friedman)
Tanto los austríacos como los friedmanianos se oponen fuertemente al sistema de banca fraccional —dinero crediticio creado por los bancos. Aunque los austríacos creen que la producción de dinero debería dejarse en manos de capitalistas privados en pos de beneficio, no creen que el dinero creado privadamente debiera incluir forma alguna de dinero crediticio. Según los austríacos, toda forma de dinero crediticio es nefasta porque lleva a la tasa de interés de mercado por debajo de la tasa natural de interés.
Pero los austríacos y los friedmanianos son incapaces de explicar exactamente cómo ellos prohibirían la creación de dinero crediticio en una "economía capitalista libre". ¿Acaso una ley que requiera que los bancos comerciales mantengan una reserva del 100% en respaldo de sus depósitos en la forma de ya sea papel-dinero creado por el estado —Friedman— u oro —los austríacos—, no representa el mismo tipo de intervención estatal en el sistema capitalista que los austríacos y los friedmanitas rechazan?
Y aún si se sancionara una ley que requiriese el 100% de reservas para respaldar los depósitos bancarios, ¿qué le impediría a los bancos comerciales —u otras instituciones financieras capitalistas— el emitir papel comercial o bonos que funcionaran en la práctica como dinero crediticio, esto es, que actuaran como medios de compra y como medios de pago.
Cualquier intento por suprimir el dinero crediticio de la manera que lo abogan los austríacos y los friedmanitas, significaría poner a la economía capitalista en un chaleco de fuerza. Requeriría una enorme policía financiera que examinara virtualmente cada transacción para asegurarse de que ninguna forma nueva de "crédito circulante" —para usar el viejo término decimonónico para el dinero crediticio— sea creada. Y el mundo de los negocios siempre encontraría maneras de crear dinero crediticio de una forma u otra. Al final, el mercado siempre gana, ¿o no?
-El lado revolucionario del sistema de crédito
En realidad, tanto la escuela austríaca como la friedmaniana se percatan de que el dinero crediticio y el sistema de crédito en general, le permiten al capitalismo desarrollar las fuerzas productivas más allá de sus límites "capitalistamente" determinados y que un tal desarrollo de las fuerzas productivas —siempre y cuando permanezca el capitalismo— siempre termina en una crisis. Tanto los austríacos como los friedmanitas, mientras que se posicionan como los defensores a ultranza del capitalismo, en realidad se oponen al lado revolucionario del capitalismo, su ímpetu inconsciente por establecer un modo de producción superior sin explotación. Enfrentados con este lado revolucionario del capitalismo, tanto los austríacos como los friedmanitas abandonan el liberalismo económico y se refugian en las formas más draconianas y reaccionarias imaginables de intervención estatal.
Diferencias entre las teorías de las crisis marxista y austríaca
Muy a pesar de los austríacos, las crisis cíclicas del capitalismo son sobre todo crisis de sobreproducción general relativa de mercancías. Tanto el Departamento I como el Departamento II sobreproducen. Marx mostró que el interés es sólo una porción de la ganancia —interés más el beneficio empresario, que a su vez es una fracción del plusvalor total (ganancia más renta).
¿Y qué es el plusvalor? Es el trabajo impago realizado por los trabajadores productivos —todos los trabajadores que producen plusvalor— bajo pena de inanición, para aquellos que monopolizan los medios de producción en la sociedad capitalista —la clase capitalista. Mientras que las mercancías tienen precios naturales —precios de producción— alrededor de los cuales fluctúan los precios de mercado, no sucede lo mismo con la tasa de interés.
Mientras que es cierto que las tasas de interés no pueden en el largo plazo igualar o superar la tasa de ganancia, sí pueden ser considerablemente inferiores.
-¿Está la tasa de interés determinada por la tasa de ganancia?
Muchos marxistas sostienen que la tasa de interés está determinada por la tasa de ganancia. Mientras que hay algo de cierto en esto, ya que la tasa de interés no puede en el largo plazo ser más alta o siquiera igualar a la tasa de ganancia, esta afirmación no explica porqué en un momento la tasa de interés es un porcentaje dado de la tasa de ganancia y no otro cualquiera.
De acuerdo con Marx, las tasas de interés pueden ser del 10 por ciento de la tasa de beneficio, 25 por ciento de la tasa de beneficio, 50 por ciento de la tasa de beneficio, 75 por ciento de la tasa de beneficio. Si existiera un porcentaje fijo de la tasa de beneficio al que tendiera la tasa de interés, podría haber alguna justificación para hablar de una tasa natural de interés alrededor de la cual fluctuaran las tasas de interés de mercado. Pero de hecho no existe un tal porcentaje fijo de la tasa de beneficio alrededor del cual fluctúe la tasa de interés.
-¿Qué determina realmente la tasa de interés?
En el Volumen III de “El Capital”, Marx presenta cifras que muestran que las tasas de interés en Inglaterra eran extremadamente sensibles a los cambios en el tamaño de las reservas de oro del Banco de Inglaterra.
Eventualmente, la tasa de interés tenderá a un punto en que la oferta y la demanda de oro —material dinerario— sean iguales. Esto es lo más cerca que podemos llegar a una "tasa natural de interés". ( Permaneciendo igual todo lo demás, un nivel relativamente alto de producción de oro —en relación a la producción de otras mercancías— significará una baja tasa de interés en relación a la tasa de ganancia, mientras que un nivel relativamente bajo de producción de oro significará una alta tasa de interés en relación a la tasa de ganancia.
O más precisamente, una alta tasa de producción de oro en relación a la producción total de mercancías significará que las tasas de interés tenderán a declinar, mientras que una baja tasa de producción de oro en relación a la producción total de mercancías, significará que las tasas de interés tenderán a subir.
Una situación en la que la oferta y la demanda de oro —material dinerario— estén igualadas por una tasa de interés igual o superior a la tasa de ganancia, no puede sostenerse. En tal caso, la producción de oro debe elevarse o la producción de mercancías debe disminuir, o lo que es norma en el mundo real, sucede alguna combinación de ambas. Esto es exactamente lo que vemos durante las crisis de sobreproducción.
Gracias a las crisis, la tasa de interés es mantenida en el largo plazo, por debajo del límite superior marcado por la tasa de ganancia, asegurando un beneficio empresario positivo y por lo tanto un incentivo real para que un sector de la clase capitalista actúe como capitalistas industriales produciendo plusvalor.
-La tasa de interés y la sobreproducción
En efecto, cuando está ocurriendo una sobreproducción general de mercancías, la tasa de interés tenderá a subir en relación a la tasa de ganancia, suponiendo que todo el plusvalor producido es realmente realizado. Semejante situación no puede mantenerse y tarde o temprano debe terminar en una crisis que baje una vez más la tasa de interés.
-La tasa de interés y la subproducción
Una crisis es un freno violento a una situación de sobreproducción generalizada. La situación de sobreproducción es "curada" por un período de subproducción generalizada. Durante un período de subproducción generalizada de mercancías, la relación entre la producción de material dinerario —oro— y la producción de otras mercancías, es tal que la tasa de interés tiende a bajar en relación al nivel que tendría la tasa de ganancia si el monto total de plusvalor estuviera siendo realizado. (9)
Las masas, para usar la terminología preferida del congresista Paul para denominar a la clase trabajadora y otros trabajadores que no "comprenden" las leyes del capitalismo, ponen presión sobre el gobierno y los bancos centrales para tomar medidas que eviten las crisis, y cuando eso se evidencia imposible, para acelerar la recuperación. Esto es lo que vemos actualmente. ¿Están siendo las "masas" estúpidas o irresponsables? De ninguna manera.
Se están esforzando instintivamente para liberar a las fuerzas productivas de su carácter como capital. La única ventaja que tenemos los marxistas sobre otros trabajadores es que entendemos conscientemente las leyes del capitalismo de las cuales los trabajadores están tratando correctamente aunque inconscientemente, de liberarse.
Hoy vemos que las "masas" se están volviendo extremadamente impacientes con el fracaso de la actual "recuperación" cíclica para generar trabajos. Lo más que las autoridades en la mayoría de los países imperialistas pueden afirmar es que la tasa de pérdida de empleos está decayendo. Naturalmente la gente está diciendo —con bastante acierto— ¡que eso no es suficiente! Las “masas” naturalmente quieren que el gobierno y el banco central —después de todo, ¿no es el banco central un órgano del gobierno democrático que representa a la gente?— produzcan una recuperación que realmente cree empleos en cantidad suficiente como para acabar con el desempleo de una vez por todas.
Pero el congresista Paul, como estudioso de la economía austríaca, se queja de que en la medida en que el gobierno —o el Sistema de la Reserva Federal— llegue a hacer algo para acelerar la recuperación, estaría interfiriendo con la necesaria “liquidación”, y en el caso de la Fed, estaría llevando a la tasa de interés de mercado por debajo de la tasa natural de interés. De acuerdo con Paul y otros seguidores de la economía austríaca, esto llevaría sólo a más "producción asimétrica".
La salida de la crisis, según Paul y los austríacos, es no mantener las tasas de interés "bajas por un período extenso de tiempo" sino más bien mantener las "tasas de interés altas por un período extenso de tiempo." Sólo de esta manera puede la "producción asimétrica", que causó la crisis en primer lugar según la teoría austríaca, ser eliminada de una vez por todas.
-¿Hay algo de verdad en la teoría austríaca de las crisis?
Mientras prevalecía el patrón oro —una situación en la que los bancos centrales tenian que rescatar sus billetes con una cierta cantidad fija de oro— los bancos centrales sufrían un drenaje en reservas de oro si mantenían las tasas de interés por debajo del punto en que la oferta y la demanda de oro fueran iguales. Si mantenían las tasas de interés por debajo de este punto, el banco central tenía que reducir su propia "demanda" e incrementar la "oferta" disponible para el "sector privado", agotando sus propias reservas de oro. Mientras durara el patrón oro, los bancos centrales no podían hacer esto por mucho tiempo. Si lo hicieran, habría una "corrida" en sus reservas de oro y se verían "despojados de oro”.
-Las ventajas del patrón oro en el sistema capitalista
La ventaja del patrón oro para el sistema capitalista es que en el largo plazo implica que las tasas de interés son mucho menores de lo que serían bajo un sistema de papel moneda —o dinero fiduciario— en el que el banco central —u otra autoridad monetaria— no tiene obligación alguna de rescatar sus billetes con oro. ¿Porqué sucede esto?
Suponiendo que la tasa de interés está dada, la demanda de oro por los capitalistas será baja si los capitalistas creen que la devaluación de la moneda es extremadamente improbable. Ésta es la función del patrón oro. Si un capitalista cree que la moneda no será devaluada contra el oro al menos en el futuro inmediato previsible —esto es, el precio monetario del oro no subirá—, tiene más sentido mantener cualquier capital dinerario que nuestros capitalistas no puedan invertir provechosamente ya sea en producción industrial o en comercio, en títulos con interés. Aún si el rendimiento —tasa de interés— es muy bajo —esto sigue siendo mejor que acumular oro, que no rinde interés e impone costos de almacenamiento.
Pero sin la "disciplina" del patrón oro, los bancos centrales enfrentados con una gran crisis de sobreproducción y sus secuelas, se encuentran bajo una gran presión política para "mantener bajas las tasas de interés por un período largo de tiempo”. Semejante política tiene la desventaja de alentar en los capitalistas el miedo de que esto signifique que las tasas de interés se estarán manteniendo por debajo del nivel en que la oferta y la demanda de oro son iguales. Bajo estas condiciones, los capitalistas incrementarán su demanda de oro, haciendo realidad su miedo de que la moneda se deprecie frente al oro.
El resultado es que sube la tasa de interés necesaria para igualar la oferta y la demanda de oro. Una suba en el precio en dólares del oro y la subsiguiente suba de los precios de las mercancías en relación a la moneda que se está depreciando, es simplemente la manera del mercado de forzar la suba de la tasa de interés al nivel en que la oferta y la demanda de oro sean iguales.
Los austríacos erróneamente perciben a la tasa de interés que iguala la oferta y la demanda de oro, como si fuera su imaginada tasa natural de interés que iguala los ahorros y la inversión.
-Producción asimétrica contra la relativa sobreproducción generalizada de mercancías
En los 1970s, una enorme batalla se desarrolló entre los gobiernos y los bancos centrales, quienes en un intento por forzar la recuperación intentaron bajar la tasa de interés, por un lado, y por otro lado el intento del mercado de subir la tasa de interés al nivel en que la oferta y la demanda de oro fueran iguales otra vez. Los economistas austríacos, cegados por el dogma de la Ley de Say, malinterpretaron las causas de la crisis que llevó a esta batalla. Los austríacos sostenían que fue causada por "producción asimétrica", la sobreproduccióon de medios de producción en relación a los medios de consumo, cuando en realidad fue causada por una relativa sobreproducción generalizada tanto de los medios de producción como de los medios de consumo.
-El mercado siempre gana
Pero los austríacos tienen razón en un punto crucial. Suponiendo que se mantiene el capitalismo, cuando se desarrolla una batalla en torno a la tasa de interés entre los gobiernos y los bancos centrales que están intentando mantener bajas las tasas de interés expandiendo la "oferta monetaria", por un lado, y el mercado, que está tratando de hacer subir las tasas de interés, por el otro, el mercado siempre gana. En efecto, podemos ir más lejos: En este tipo de contienda, el mercado no sólo gana siempre, sino que también impone una penalidad haciendo subir la tasa de interés muy por encima del nivel que habría tenido si el gobierno no hubiera resistido la suba de las tasas de interés en primer lugar. (10)
Las tasas de interés extremadamente elevadas de los 1980s que hicieron tanto daño de largo plazo a las economías de todo el mundo, son un ejemplo. La mayoría de los economistas liberales —no neoliberales— y progresistas denunciaron al presidente de la Junta de la Reserva Federal, el demócrata Paul Volcker —el congresista Paul indica su respeto por Volcker en “Fin de la Fed”— por permitir la suba de las tasas de interés tras su asignación como jefe de la Fed por Jimmy Carter en Agosto de 1979 —como un terrible "error". Estos economistas "progresistas" señalan correctamente que las tasas de interés de doble dígito del "shock Volcker" llevaron directamente a una prolongada y severa recesión-depresión con su desempleo de doble dígito de los tempranos 1980s.
Pero los economistas austríacos tienen razón cuando, en respuesta a los “bienintencionados progresistas”, señalan que bajo las leyes del sistema capitalista, Volcker en realidad no tenía otra opción más que permitir la suba de las tasas de interés. El jefe de la Fed estaba simplemente rindiéndose ante la inevitable victoria del mercado.
Si Volcker hubiera seguido resistiendo los intentos del mercado de subir la tasa de interé como lo hicieron sus inmediatos predecesores, la inflación habría subido rápidamente a niveles altísimos. Si la Fed de todas formas hubiera seguido resistiendo la suba en las tasas de interés, el mercado habría aplicado su máximo castigo, condenando al dólar estadounidense y a todos los papeles-moneda ligados a él bajo el patrón dólar, al destino del marco alemán en 1923.
Tales economistas progresistas cometen la falta de idealizar al sistema capitalista al negar sus leyes brutales. En comparación con estos "bienintencionados" progresistas, los economistas austríacos son realistas de sangre fría, y esto incrementa su influencia en tiempos de crisis.
Si una situación como la de 1979 ocurre nuevamente —y puede que no tengamos que esperar tanto para verlo suceder— la única alternativa viable a un nuevo y posiblemente mucho peor “shock Volcker”, será despojar a las fuerzas productivas de su carácter de capital —la solución hacia la que están presionando las "masas", aunque no lo hagan del todo conscientemente.
O lo que viene a ser exactamente lo mismo, una revolución socialista.
(...)
¿Qué deberíamos demandar?
La clase trabajadora no tiene interés alguno en la campaña de Ron Paul para abolir el Sistema de Reserva Federal y regresar al sistema previo a la Guerra Civil estadounidense de la "banca libre", en el que los bancos comerciales individuales emitían sus propios billetes. De hecho, bajo el "sistema de banca libre", la economía de los EEUU era más inestable que las economías de los países capitalistas que tenían sistemas de banca central. En aquellos días, al primer indicio de problemas los capitalistas acumularían oro, plata y los billetes bancarios de bancos más fuertes. En Inglatera, cuando una crisis estallaba el "Acta Bancaria" podía siempre ser suspendida, pero en los EEUU la demanda anormal de dinero como medio de pago no podía quebrarse antes de que más oro llegada desde el exterior. En el ínterin, la economía de los EEUU quedaría semi-paralizada. ¡Los granjeros y pequeños empresarios se verían empujados a montones a la bancarrota, y el desempleo crecería!
En la economía actual, que es mucho más dependiente del crédito de lo que lo fue la economía de EEUU en los tiempos previos a la "Banca Libre" anterior a la Guerra Civil, la abolición de la banca central combinada con una crisis de sobreproducción llevaría a un desastre de casi inimaginables proporciones. Por esto es que ningún hacedor de política serio consideraría siquiera las recomendaciones de Paul y la escuela austríaca.
En lugar de mirar hacia un pasado idealizado que nunca existió, como hacen Paul y los economistas austríacos, deberíamos mirar hacia el futuro socialista. Un buen primer paso en los EEUU sería una campaña para sindicalizar a los trabajadores de los bancos —ya estén empleados por el Sistema de Bancos de la Reserva Federal o por los bancos en pos del beneficio. En algunos países, los trabajadores bancarios ya están sindicalizados, pero no en los EEUU.
Sindicatos de trabajadores bancarios aliados con sindicatos de trabajadores industriales y comerciales podrían, al abrir los libros de todos los bancos, establecer el control de los trabajadores sobre todo el sistema bancario. Obviamente, mucho sería revelado sobre la relación entre el Banco Central y los banqueros privados.
Lo que se necesita es una "auditoría" del sistema bancario entero, incluyendo pero no conformándose con el Sistema de Reserva Federal y los otros bancos centrales, llevado a cabo por el movimiento organizado de los trabajadores y sus aliados. Esto no es lo mismo que una "auditoría" confinada sólo a los bancos centrales y manejada por Paul y sus aliados liberales, conservadores y "socialistas" —muchos de los cuales son los representantes directos de los bancos privados— en el Congreso estadounidense y sus contrapartes en los otros parlamentos burgueses.
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1 Eugene Bohm-Bawerk (1851-1914) dominó la economía austriaca al principio del siglo XX. Bohm-Bawerk sostuvo en su libro de 1896, “Karl Marx y el cierre de sus sistema”, que existía una contradicción entre el Volumen I de “El Capital”, en el que Marx asumió que las mercancías se venden a sus valores, y el Volumen III de “El Capital”, en el que Marx asumió que las mercancías se venden a sus precios de producción. Los argumentos de Bohm-Bawerk han contribuido a enturbiar las aguas del pensamiento económico a través del siglo XX en la forma del llamado “problema de la transformación”. Los economistas radicales que no pueden entender cabalmente la teoría marxiana del valor, dinero, valor de cambio y precio, han tropezado malamente con este punto. Y desafortunadamente, como he mostrado en mis posts, sus números son legión.
Otro ejemplo es el libro de Ludwig von Mises de 1922 “Socialismo”. Von Mises fue probablemente el economista austriaco más influyente del siglo XX. En “Socialismo” Mises afirmó que una economía socialista era imposible porque no hay manera de calcular el valor de los bienes de capital sin la existencia de la propiedad privada de los medios de producción. El argumento de Mises se reduce a la afirmación de que no habría manera de duplicar en una sociedad socialista de economía planificada, la distribución del tiempo de trabajo de la sociedad que surge como resultado de la competencia en una economía capitalista.
De hecho, von Mises tenia razón en este punto. El mismo objetivo de una revolución socialista es abolir la asignación del trabajo de la sociedad en la que una gran cantidad del trabajo social se dedica a las industrias de bienes de lujo, satisfaciendo por lo tanto cada capricho de los grandes explotadores capitalistas y en menor medida, de sus dependientes de clase media, mientras se ignoran las necesidades más básicas de billones de pobres.
Para no mencionar la gran cantidad de trabajo que debe ser asignada a los medios de destrucción, que son necesarios para defender la anterior asignación de trabajo determinada por el mercado.
No es sorprendente que los argumentos de von Mises contra el socialismo le sonaron bastante convincentes a muchos miembros de las ex clases dominantes —así como a los estratos generalmente privilegiados que existían en la ex Unión Soviética y Europa Oriental. En esos países no existían grandes industrias de bienes de lujo. En su lugar, el tiempo escaso de trabajo de la sociedad estaba dedicado a la producción ya sea de nuevos medios de producción o de medios de defensa contra la agresión imperialista, y dentro de los límites permitidos por estos dos requerimientos, la producción de ítems de consumo personal para la clase trabajadora.
Enfurecidos por esta distribución del tiempo de trabajo —tan “irracional” desde el punto de vista de la escuela austriaca— los estratos privilegiados de la Unión Soviética y de Europa Oriental, que creían que estaban siendo privados de su derecho humano básico a volverse ricos a través de la explotación del trabajo ajeno, finalmente triunfaron después de una larga lucha de 70 años, en derrotar decisivamente a la clase trabajadora. Lanzaron la “perestroika” y las aún más “radicales” reformas económicas que le siguieron, para corregir la “intolerable” situación y reintroducir la propiedad privada de los medios de producción.
Los propulsores de las “reformas económicas radicales” que destruyeron las economías de la ex Unión Soviética y de los países de Europa Oriental, no ocultaron su admiración por la escuela austriaca en general y por la “crítica” de von Mises al socialismo en particular. Hoy, Moscú, que había sido la capital de la Unión Soviética y es ahora la capital de la capitalista República Federativa Rusa, está entre las ciudades más caras del mundo mientras que decenas de millones enfrentan la falta de vivienda, el frío, el hambre y la muerte de enfermedades prevenibles, como resultado del triunfo de las ideas de la escuela austriaca.
2 Paul explica que “siguiendo la orden ejecutiva de Andrew Jackson de retirar los depósitos del gobierno federal del banco, al Segundo Banco también se le permitió cerrar en 1836”. El “Segundo Banco” hace referencia al Segundo Banco de los Estados Unidos, un temprano experimento en banca central de alguna manera modelado como el Banco de Inglaterra. En efecto, con su “specie circular”, el presidente Andrew Jackson, propietario de esclavos, demandó que los pagos debidos al gobierno de los EE.UU. en concepto de tierras, sean pagados en monedas de oro y plata —specie— y no en billetes bancarios.
Las políticas de Jackson estaban en concordancia con las recomendaciones de la escuela austriaca —aún si la economía austriaca no existía aún en ese entonces. Lo que el congresista Paul de alguna manera olvidó mencionar es que durante el año siguiente, 1837, la economía de los EE.UU. sufrió uno de los peores pánicos de su historia. Según la teoría austriaca, el pánico y la depresión que siguieron deberían haber sido sobrepasados rápidamente y seguidos por un veloz retorno a la prosperidad, dado que la “producción asimétrica” sería liquidada rápidamente.
En lugar de eso, la depresión que siguió al pánico de 1837 perduró hasta los tempranos 1840s. El mismo Milton Friedman la ha descripto como a una de las peores crisis económicas en la historia de los EE.UU. ¡Y no existía banco central alguno en los Estados Unidos para echarle la culpa!
3 Los economistas austriacos no apoyaron al fascismo en los 1930s. En cambio, denunciaron al fascismo como a un “movimiento socialista de izquierda” de las masas. Ellos preferían formas aristocráticas tradicionales de gobiernos no democráticos y no apoyaron los movimientos de masas fascistas de los 1920s y los 1930s. Una de las razones para esto puede ser que el principal líder de la escuela austriaca en ese momento, Ludwig von Mises, era —a pesar del “von”— de origen judío. El origen judío de Mises impidió cualquier cooperación entre él y los nazis. Como tantos otros intelectuales de origen judío —tanto de derecha como de izquierda— von Mises fue forzado a escapar de Europa y emigrar a los Estados Unidos. A diferencia de muchos judíos comunes, Mises podía hacerlo.
Hoy, sin embargo, la economía austriaca ayuda a proveer cobertura a teóricos conspirativos quienes culpan a “la Fed” del reciente pánico y la continuada depresión. Entre éstos uno puede encontrar a fascistas confesos, incluyendo a admiradores de Hitler tales como Willis Carto. En su juventud, Carto apoyaba al “Nacional Socialismo” de Adolf Hitler, pero ahora prefiere mostrarse como un “populista”.
Al culpar a “la Fed”, la atención se distrae de la causa real de las crisis capitalistas —el sistema capitalista, que combina producción socializada con apropiación privada. Tales teorías conspirativas de las crisis económicas centradas en “la Fed” —y alentadas por los “austriacos” Ron Paul y sus engañados seguidores en el Congreso de los EE.UU. — se vuelven entonces agua para el molino de reaccionarios extremos incluyendo a autoproclamados fascistas.
4 Los economistas burgueses ortodoxos de los EE.UU. están bastante alarmados por los proyectos de Paul de auditar la Fed. Ellos temen que si crece la presión política sobre la Fed, ésta puede no tener éxito en subir las tasas de interés a tiempo, y por lo tanto se podría desatar una corrida contra el dólar estadounidense.
Aquí hay muchas ironías. Primero, el proyecto de Paul parece ser una movida para “democratizar” la Fed, y es apoyado tanto por liberales como por conservadores, demócratas y republicanos. ¡Aún cuando el congresista Paul se opone abiertamente a la idea misma de democracia!
Mientras que la mayoría de los economistas ortodoxos de los EE.UU. se describirían a sí mismos, a diferencia del congresista Paul, como adeptos a una forma de gobierno democrática, se oponen fuertemente a extender el principio democrático a la esfera de la banca central. Después de todo, el democratizar la Fed y otros bancos centrales, presionaría a estas instituciones a tomar irresponsables medidas inflacionarias.
Paul, por otro lado, al apoyar, contra sus propias convicciones anti democráticas, la aparente “democratización” de la Fed, ¡incrementa las posibilidades de que la Fed siga las mismas ruinosas medidas inflacionarias que, como seguidor de la economía austriaca, él tanto deplora! Acaso Paul se imagine que si la hiper-inflación algún día ocurre efectivamente en los EE.UU., los adeptos de la escuela austriaca puedan tener finalmente una oportunidad de implementar sus políticas.
En última instancia, estas ironías son tan sólo los reflejos de las contradicciones de la producción capitalista reflejada en el espejo de la política e ideología burguesa.
5 La incapacidad de los ricardianos de explicar la ganancia sobre la base del intercambio de mercancías a sus valores, fue una de las razones de la ruina de la economía ricardiana. Esta contradicción, que resultó fatal para la escuela clásica, fue solucionada por Marx a través de su descubrimiento de que los trabajadores no venden realmente su "trabajo" sino su fuerza de trabajo —su habilidad de trabajar— a los capitalistas. Aún si los trabajadores venden su fuerza de trabajo, o habilidad de trabajar, a su valor total, todavía están forzados a realizar más trabajo del que se requiere para producir y reproducir su habilidad de trabajar —su fuerza de trabajo. La diferencia entre el trabajo total que un trabajador está obligado a realizar en un período dado de tiempo y el trabajo que le lleva producir y reproducir su capacidad de trabajo en ese período de tiempo, es el plusvalor.
6 Los economistas burgueses se vieron forzados a retirarse de la teoría del valor-trabajo por la intensificación de la lucha entre la clase capitalista por un lado y la clase trabajadora por el otro. Mantener el concepto de valor-trabajo habría llevado inevitablemente al concepto de plusvalor en tanto trabajo impago de la clase trabajadora.
Desde 1830, el desarrollo ulterior de la teoría del valor-trabajo fue dejado a los representantes de la clase trabajadora —primero los llamados socialistas ricardianos y luego Marx, Engels y sus sucesores.
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Si bien mis conocimientos en economía son escasos, cuelgo este articulo para ser analizado por los compañeros que tienen conocimientos en economía.
Respuestas a lectores — La economía austriaca contra el marxismo
Algunos lectores han expresado interés en la escuela austriaca de economía. ¿Qué es la escuela austriaca, y cuál es su rol?
La escuela austriaca es una rama de la economía marginalista. Difiere de otras escuelas marginalistas en que evita el uso de matemáticas. En cambio, se especializa en abogar por las ideas marginalistas en un lenguaje común. En contraste, la mayoría de las otras escuelas de marginalismo moderno se especializan en construir modelos matemáticos que sólo son accesibles para aquellos que hayan dominado las matemáticas avanzadas necesarias.
La razón por la que la Escuela austriaca evita las matemáticas es que a diferencia de la mayoría de los economistas profesionales, dirige sus argumentos al público llano "no-matemático". La Escuela austríaca —como sugiere su nombre— comenzó en la Austria de habla alemana. Por esto, pronto se encontró en un intenso combate ideológico con el movimiento de los trabajadores austríacos liderado por los marxistas. Mientras que la mayoría de los marginalistas simplemente ignoraban a Marx, la Escuela austriaca intentó refutarlo. (1)
Los austriacos se especializan en desmoralizar a intelectuales atraídos por el movimiento obrero, e intentan en cambio desviarlos hacia la economía y política burguesa reaccionaria.
Dado su énfasis en refutar a Marx, suelen estar más familiarizados con las ideas marxistas de lo que lo están la mayoría de los economistas profesionales burgueses. En tanto intelectuales, disfrutan jugando con ideas, y de hecho han absorbido ciertas ideas de Marx, que usan para sus propios fines. Sin duda, la teoría económica austríaca fue influida por la escuela marxista austríaca, y éstos a su vez, fueron influenciados por las ideas de la Escuela austriaca. Examinaré abajo algunas de estas influencias mutuas.
A la manera de los intelectuales enamorados de sus propias ideas, a los partisanos de la Escuela austriaca les encanta llevar las ideas del marginalismo al extremo. Mientras que en el campo de la teoría burguesa han tenido considerable influencia dentro de la economía ortodoxa marginalista, sus recomendaciones en cuanto a políticas son tan extremas que simplemente no son tomadas en serio en los círculos de toma de decisiones.
Mientras que la Escuela austriaca se originó en Austria, no todos los economistas austriacos son de Austria. Por ejemplo, Murray Rothbard (1926-1995), un confeso economista “austriaco”, era estadounidense. Hoy en día la mayoría de los "austriacos", por lo que sé, son parte del mundo angloparlante, en lugar del mundo de habla alemana en que se originó la escuela.
Los economistas austríacos proclaman que el capitalismo genera paz, y a veces se oponen a las guerras coloniales, tales como las actuales guerras de EEUU-OTAN contra Irak y Afganistán. Y dan la apariencia de hacer críticas "radicales" de los gobiernos capitalistas y del imperialismo, denunciando a veces al "capitalismo monopolista de estado".
Algunos izquierdistas se han visto atraídos a veces hacia los austríacos, y los ven como potenciales aliados en la lucha contra el imperialismo y las guerras que engendra. Esta es una tendencia peligrosa y debería ser combatida. Todos los partidarios de la economía austríaca son sin excepción, enemigos acérrimos del movimiento de la clase trabajadora.
(...)
Las teorías económicas de la Escuela de Austria
Suficiente sobre la política y la ideología. ¿Cuáles son las ideas económicas de la escuela de Austria, y de dónde provienen?
Alrededor del año 1870, surgió una nueva escuela de economistas burgueses que lanzaron un ataque frontal contra la teoría del valor-trabajo de la economía política burguesa clásica. Entre estos economistas figuraban William Stanley Jevons en Inglaterra, Leon Walras en Suiza, y Karl Menger, el fundador de la Escuela austriaca, en Austria. Llamativamente, la llamada “revolución marginalista” en la economía burguesa ocurrió unos tres o cuatro años después de la publicación de la primera edición en alemán del Volumen I de “El Capital”.
Marx demostró en “El Capital” que el plusvalor —el beneficio, incluyendo al interés y la renta— surge sobre la base del intercambio de mercancías cuya producción requiere en promedio iguales cantidades de trabajo.(5) O lo que viene a ser lo mismo, Marx demostró que al igual que el esclavismo y la servidumbre feudal, el capitalismo —aún cuando las mercancías se intercambian a sus valores— es un sistema de explotación en el que los trabajadores están obligados a realizar trabajo no remunerado, para la clase dominante. Nada volvería a ser igual en economía. El concepto de valor-trabajo tenía que ser desterrado de la economía burguesa de una vez por todas.
-La revolución marginalista y la teoría de la utilidad marginal
Toda teoría del valor “económico” comienza con lo que en economía es conocida como la paradoja de los diamantes y el agua. Los diamantes cuestan una enorme cantidad de dinero, y sin embargo no son necesarios para la vida. El agua, por otro lado, es muy barata —aunque no tanto como solía serlo— y sin embargo es absolutamente necesaria para la vida humana. Efectivamente, uno no puede vivir por más de unos días sin agua, pero se puede vivir una vida tranquilamente sin haber poseído nunca un diamante.
Los economistas clásicos y luego Marx respondieron a esta paradoja explicando que requiere mucho más trabajo en promedio el encontrar y pulir un diamante, de lo que lleva encontrar y recoger la cantidad de agua que cabe en un vaso. Dado que un diamante representa una cantidad de trabajo mucho más grande que un vaso de agua, el precio en términos de dinero de un diamante es muy superior al precio en dinero —si éste existiera— de un vaso de agua.
Esto es aún más cierto si reemplazamos al agua con el aire. El aire es proveído gratis por la naturaleza —no es producido por trabajo humano— y carece de todo precio en dinero. Y sin embargo no podemos vivir sin aire respirable por más de unos pocos minutos.
La economía política burguesa había estado en retirada franca de cualquier noción de valor-trabajo desde alrededor de 1830, pero los economistas burgueses no habían reemplazado la clásica teoría del valor-trabajo burguesa con ninguna teoría alternativa realmente coherente. (6) En cambio, los economistas burgueses post-Ricardianos simplemente se limitaron a explicar que los precios están determinados por los “costos de producción”.
¿Pero qué determina los costos de producción de una determinada mercancía? Pues el costo de producción de las mercancías incluyendo el trabajo que es necesario para producir la mercancía en cuestión. O lo que viene a ser lo mismo, los precios de las mercancías están determinados por los precios de las mercancías. Si los economistas burgueses no podían hacer algo mejor que esto, la superioridad de la teoría perfeccionada del valor-trabajo de Marx sería tan obvia que el movimiento de los trabajadores hubiera tenido una enorme ventaja en lo que el ex-presidente de Cuba Fidel Castro ha llamado la “batalla de las ideas”.
-El Marginalismo al rescate
Karl Menger en Austria, Leon Walras en Francia y William Stanley Jevons en Gran Bretaña propusieron lo que ellos consideraron que era una respuesta alternativa coherente a la paradoja del diamante y el agua. Si estoy muriendo de sed en un desierto, efectivamente pagaría —suponiendo que tenga el dinero— más por un vaso de agua que salve mi vida, de lo que pagaría por un diamante. Bajo esas circunstancias, mi valoración subjetiva del agua sería mucho mayor que mi valoración subjetiva de un diamante. Pero normalmente tengo suficiente agua disponible y si tengo sed simplemente saco más agua de una canilla por un costo simbólico. Por lo tanto, mi valoración subjetiva de otro vaso de agua es normalmente bastante baja.
Pero dado que los diamantes son muy escasos, mi valoración subjetiva de un diamante adicional en comparación con un vaso de agua adicional, será probablemente bastante alta, ciertamente mucho más alta que mi valoración subjetiva de un vaso adicional de agua. Bajo circunstancias normales es casi seguro que estaré dispuesto a pagar mucho más dinero por un diamante adicional —suponiendo que quisiera poseer un diamante— que por un vaso de agua adicional. Por lo tanto, concluyeron Menger, Walras y Jevons, el valor de una mercancía está determinado no por su valor de uso como tal, sino por su valor de uso —o utilidad— en el margen.
Mientras que la utilidad total que para una persona tienen los diamantes en comparación con el agua es bastante baja, en cambio la utilidad de un diamante adicional comparado con un vaso de agua adicional, es normalmente muy alta. Por lo tanto, sostienen los fundadores de la nueva escuela marginalista de economía, el valor de una mercancía no está determinado ni por su utilidad ni por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla, sino más bien por su utilidad marginal.
A diferencia del concepto de valor-trabajo, que es objetivo, el concepto de utilidad marginal, como fue llamado, es subjetivo. El que a mí personalmente me agraden o me desagraden los diamantes, por ejemplo, no tiene efecto alguno en la cantidad de trabajo medida en términos de tiempo, que lleva producirlos en promedio en condiciones actuales de producción.Puede de hecho suceder que yo realmente odie los diamantes, y que aún si tuviera abundante agua, pagaría más por un vaso de agua adicional que por un diamante adicional. Pero esto es bastante improbable. La mayoría de la gente en condiciones normales adjudica una valoración subjetiva superior a un diamante adicional más que a un vaso de agua adicional.
A diferencia del concepto de valor-trabajo, que comienza con la producción, la teoría de la utilidad marginal comienza con el consumo. Esto instó a que N.I. Bujarin en su libro contra los marginalistas, titulado “La teoría económica de la clase ociosa”, propusiera que el surgimiento de la teoría de la utilidad marginal en la economía burguesa refleja la visión de los capitalistas que se han retirado de la producción —los rentistas, o capitalistas financieros— como opuestos a los capitalistas activos, industriales y comerciales.
-El problema con el concepto de utilidad marginal
Marx definió al valor como una sustancia social homogénea —trabajo humano abstracto. Todos los intentos de reducir la utilidad —valor de uso— a una sustancia social similar abstracta fracasaron. La corriente central del marginalismo que llegó a ser conocida como la “escuela neoclásica” —aunque en realidad son la negación de la escuela clásica de economía política burguesa— por lo tanto se conformaron con construir modelos matemáticos de comportamiento del consumidor. En estos modelos, los consumidores escogen entre “bienes” escasos alternativos de acuerdo a la intensidad de su necesidad (subjetivamente determinada) por un “bien” adicional de un tipo particular. Sin embargo, esta “solución” no estaba realmente disponible para la Escuela austríaca debido a su naturaleza “no-matemática”. Por lo tanto quedaron estancados con la utilidad marginal.
-La teoría austríaca del plusvalor —o interés.
Para explicar el —o más bien para racionalizar una justificación del— plusvalor, los economistas austríacos combinan la utilidad marginal y el tiempo. Mientras que los economistas burgueses modernos, incluyendo a los austríacos, justifican buena parte del beneficio como los "salarios" de los capitalistas activos, y por una sobreextensión de esto, consideran a la renta de los terratenientes como la recompensa por "mejorar" la tierra, esto deja sin explicar el interés ganado por los ociosos capitalistas dinerarios. ¿De dónde puede venir el interés sino del trabajo impago de aquellos que trabajan?
Los economistas austríacos "explican" que subjetivamente valoramos más los "bienes" que están inmediatamente a nuestra disposición, que aquellos "bienes" que sólo estarán disponibles en algún momento del futuro. Por ejemplo, supongamos que necesito un nuevo abrigo para mantenerme abrigado este invierno. ¿Acaso no pagaré más por un abrigo nuevo que podré llevar inmediatamente a casa, que por un abrigo nuevo que no estará disponible sino hasta dentro de un año? Si no tengo un abrigo nuevo sino hasta dentro de un año, tendré que usar mi viejo y gastado abrigo para mantenerme abrigado este invierno. Podría estar dispuesto a pagar $100 si el abrigo estuviera inmediatamente disponible para usarlo este invierno, pero tal vez sólo pagaría $90 si el abrigo fuera entregado recién después de un año. Yo “descuento” mi valoración subjetiva del abrigo a adquirir dentro de un año en comparación con la de un abrigo adquirible hoy mismo, bajo estos supuestos, a una tasa del 10 por ciento. De acuerdo con los economistas austríacos, la diferencia entre mi valoración subjetiva de un "bien" que puedo recibir ahora y mi valoración subjetiva de un "bien"; que no estará dsiponible sino hasta dentro de un momento en el futuro, es la tasa de interés.
Los miembros "propietarios" —capitalistas— de la sociedad tienen dos opciones. Pueden consumir ahora, o ahorrar. Si ahorran, tendrán un estándar más bajo de vida ahora pero uno más alto en el futuro. En una "sociedad libre" —en oposición a una sociedad democrática en la que las "masas" pueden interferir con las opciones libres de los "propietarios"— depende de los propietarios individuales o capitalistas el decidir cuánto ahorrarán para el futuro en contraste con lo que consumirán en el presente.
-La función de la tasa de interés en la economía austríaca
Según los austríacos, el propósito de la tasa de interés es igualar la oferta de ahorro con la inversión. Si la sociedad —los capitalistas— desean ahorrar más, todo permaneciendo igual, la tasa de interés caerá. Esto muestra que los capitalistas como consumidores están descontando subjetivamente el valor de los bienes de consumo disponibles-sólo-en-el-futuro en comparación con los bienes de consumo disponibles inmediatamente, a una tasa de interés decreciente. Hacen esto cuando los bienes de consumo se están volviendo menos escasos en relación con sus necesidades humanas subjetivamente determinadas. Los ahorros y la inversión se están emparejando a una tasa de interés decreciente.
Bajo estas condiciones, de acuerdo con la economía austríaca y el marginalismo en general, la tasa decreciente de interés (beneficio) significa que la sociedad tiene una necesidad decreciente de medios de producción adicionales y por lo tanto menos medios de producción están siendo creados.
Si, por el contrario, los capitalistas desean ahorrar menos, la tasa de interés, permaneciendo igual todo lo demás, se elevará. Si los capitalistas desean ahorrar menos, esto significa que están descontando subjetivamente el valor de los bienes de consumo disponibles-sólo-en-el-futuro a una tasa de interés creciente. Según los austríacos (y el marginalismo en general), esto significa que los "bienes" y el "capital" necesario para producirlos se están volviendo escasos en relación a las necesidades humanas subjetivamente determinadas.
El ahorro y la inversión están siendo nivelados a una tasa de interés creciente. Por lo tanto la tasa natural de interés —tasa de beneficio— subirá. La tasa más alta de interés (beneficio) provocará que los medios de producción sean creados a un ritmo creciente —reproducción ampliada.
De acuerdo con los austríacos, mientras prevalezca la libertad, y la tasa de interés del mercado no difiera de la tasa natural de interés, prevalecerá una proporción correcta entre —usando terminología marxista— el Departmento I, el departmento de la industria que produce los medios de producción, y el Departmento II, el departamento de la industria que produce los medios de consumo personal. Aquí ocultándose tras los argumentos marginalistas nos encontramos con un viejo amigo, los diagramas de Marx de la reproducción simple y ampliada del Volumen II de "El Capital"..
Inevitablemente, los capitalistas industriales individuales pueden tomar y sin duda tomarán decisiones equivocadas sobre si producir ítems de consumo personal en lugar de bienes de capital. Eso ocurre todos los días de la semana. ¿Pero acaso el mercado no recompensa a aquellos capitalistas industriales que se demuestran competentes en determinar cuáles son las demandas del mercado, mientras castiga a aquellos que no lo hacen? Actuando un poco a la manera de la ley de la selección natural en biología, explican los economistas austríacos, los capitalistas industriales que generalmente toman decisiones acertadas sobre lo que desea el mercado, serán "seleccionados" para vivir un día más, mientras que aquellos que tomen las decisiones equivocadas sobre qué producir, serán eliminados.
De acuerdo con los economistas austríacos, cada capitalista industrial individual querrá incrementar la producción de la mercancía particular que él —la mayoría de los austríacos probablemente tiene una pobre visión de las capitalistas industriales femeninas— produce, hasta el punto en que su tasa de beneficio individual caiga hasta la tasa de interés. Según la teoría austríaca, la economía estará en perfecto equilibrio si la tasa de beneficio realizada por cada capitalista industrial iguala a la tasa de interés del mercado, y si esta tasa de interés de mercado a su vez iguala la tasa natural de interés.
En el mundo real, aún los economistas austríacos concederán que esto nunca ocurrirá exactamente así, pero los austríacos sostienen que el mercado es tan eficiente que, asumiendo que el gobierno no interfiera y los sindicatos no existan, la economía nunca puede alejarse mucho de esta posición de equilibrio.
-La ley de Say y la teoría austríaca de las crisis
Mientras que los "economistas marginalistas neoclásicos" aceptan la Ley de Say al menos implícitamente, los austríacos la proclaman abiertamente. Los economistas austríacos le atribuyen un gran crédito a Say por descubrir que una sobreprodución generalizada de mercancías es imposible. Recordemos que según Say, las mercancías son compradas con mercancías —siendo el dinero un mero instrumento técnico para facilitar la circulación de mercancías. Sin embargo, Say sí admitía una parcial sobreproducción de ciertas mercancías respaldada por una subproducción de otras. Por lo tanto, la Ley de Say es compatible con una teoría de las crisis basada en una producción desproporcionada.
Pero los economistas austríacos sostienen que mientras que la tasa de interés de mercado coincida con la tasa de interés "natural", no puede haber ninguna desproporción significativa entre el Departamento I y el II.
¿Pero qué pasaría si a la tasa de interés de mercado se le permite desviarse de la tasa natural de interés? ¿Qué pasaría si una institución diabólica conocida como "banco central" —llamémosla el Sistema de Reserva Federal (en EEUU)— es creada por un gobierno democrático que bajo la influencia de las "masas" está determinada a mantener la tasa de interés de mercado por debajo de la tasa de interés "natural"?
-La definición austríaca de inflación
Mientras que la mayoría de los economistas definen la "inflación" como una situación de precios crecientes, los economistas austríacos rechazan esta definición común. Según ellos, la economía está en un estado de inflación siempre que la tasa de interés de mercado se encuentre por debajo de la tasa natural de interés, ya estén los precios de las mercancías subiendo o cayendo.
Los economistas austríacos "explican" que gente "bien intencionada" y que está desinformada sobre economía generalmente favorecerán políticas de baja de la tasa de interés para lograr alto crecimiento económico y "pleno empleo". Estos incluyen a pequeños hombres de negocios y campesinos, quienes a menudo están muy endeudados en su intento de mantener sus pequeñas empresas frente a la competencia de unidades capitalistas mucho más grandes y eficientes. Naturalmente esta gente está a favor de políticas que bajen la tasa de interés. Por esto es exactamente que la democracia es peligrosa.
Si el gobierno y sus "autoridades monetarias" expanden la oferta monetaria de modo tal que cause que la tasa de interés de mercado caiga por debajo de la tasa natural de interés, los capitalistas industriales individuales se verán inducidos al error de producir demasiados bienes de capital y demasiados pocos medios de consumo personal.
Según la teoría austríaca, los capitalistas industriales individuales no tienen manera de distinguir entre la tasa natural de interés y la tasa de interés de mercado. En cuanto concierne a los capitalistas industriales, existe sólo una tasa de interés, la tasa de interés de mercado. Como ya he explicado, según los austríacos —y los marginalistas en general— los capitalistas industriales individuales incrementarán la producción del "bien" particular que cada uno produce hasta el punto en que su tasa de beneficio individual iguale la tasa de interés de mercado. Por lo tanto, sostienen los austríacos, si la tasa de interés de mercado es inferior a la tasa natural de interés, los capitalistas industriales van a sobreinvertir.
-Producción asimétrica
En términos marxistas, el Departmento I, aquel Departamento de la producción que produce los medios de producción, se expandirá excesivamente respecto al Departamento II, que produce los medios de consumo personal. En terminología austríaca, esto es una llamada "producción asimétrica" o “mala-inversión”. No hay una sobreproducción general —la Ley de Say nunca puede violarse— sino que hay producción desproporcionada. Tal producción desproporcionada, o "asimétrica", o "mala-inversión", según la teoría austríaca, es el resultado inevitable de la inflación tal como la definen los austríacos —una situación en la que la tasa de interés del mercado se encuentra por debajo de la tasa natural de interés.
Una vez que la "producción asimétrica" o “mala-inversión” se desarrolla, una crisis se hace inevitable. En tal situación, la única política correcta es "hacer de tripas corazón" permitiendo que las tasas de interés suban lo más rápidamente posible hasta la "tasa natural" y terminando con la crisis a la mayor brevedad posible.
Según la escuela austríaca, ninguna política de expansión monetaria puede evitar que la tasa de interés de mercado iguale la tasa natural de interés, en el largo plazo. Si el banco central —las autoridades monetarias— intenta resistir la suba en las tasas de interés, se verán obligados a invertir cada vez más dinero. Si persisten, el resultado será una inflación galopante y eventualmente la clase de hiperinflación que ocurrió en Alemania en 1923, donde la moneda perdió todo su valor.
Los austríacos sostienen que cuanto más tiempo la economía se mantenga en estado inflacionario —la tasa de interés de mercado permanece por debajo de la tasa natural de interés— más asimétrica se volverá la producción y peor será la inevitable crisis.
Por lo tanto, sostienen los austríacos, la solución a una amenaza de crisis es siempre una fuerte subida en la tasa de interés. Al alentar la inevitable "liquidación", explican los economistas austríacos, la crisis se verá acortada y su intensidad reducida.
Pero los bancos centrales bajo la presión de las "masas" —o por temor a ellas— intentan mantener bajas las tasas de interés para posponer la crisis y luego minimizarla cuando estalle de todas maneras. Según los austríacos, la rápida reducción de las tasas de interés llevada a cabo por la Reserva Federal de los EEUU y otros bancos centrales durante la crisis de los últimos dos años es un ejemplo exacto de lo que no debería hacerse.
En su lugar, argumentan los economistas austríacos y sus seguidores, a las tasas de interés debería habérseles permitido subir. Los economistas austríacos conceden que esto habría significado que las ejecuciones de hogares y granjas, las bancarrotas empresarias y el desempleo, se habrían elevado todas aún más de lo que ya han subido. Pero, explican los austríacos y sus seguidores como el congresista Paul, esto es exactamente lo que se necesita. De acuerdo con los austríacos, esta es la única manera de reparar la "producción asimétrica" que está detrás de la crisis.
¿Pero acaso hubiera sido esta política brutal compatible con la democracia? Obviamente que no, que es precisamente por lo que los defensores de la economía austríaca tales como Ron Paul quieren deshacerse de ella.
(...)
-La cura austríaca de las crisis
¿Pueden las crisis económicas, según los austríacos, ser eliminadas del sistema capitalista? Mientras que Marx dijo que no, los economistas austríacos afirmaron lo contrario. Pero para terminar con las crisis, según los economistas austríacos, la interferencia gubernamental en la economía debe cesar. Por sobre todas las cosas, los bancos centrales —las autoridades monetarias— deben ser eliminadas. El dinero como cualquier otro "bien" debe ser producido sólo por un beneficio por capitalistas privados. No debería haber "autoridad monetaria" alguna ni ningún tipo de "planificación central" de la oferta monetaria.
Si la "planificación centralizada" de la oferta monetaria fuera abolida, sostienen los austríacos, la tasa de interés de mercado ya no se desviaría de la tasa natural de interés. Con la tasa de interés de mercado igualando la tasa natural de interés, la "producción asimétrica" ya no sería posible.
Por ejemplo, a los capitalistas privados debería permitírseles acuñar monedas de oro sin que ninguna moneda de oro en particular sea declarada de curso legal. Los bancos comerciales individuales deberían poder emitir sus propios billetes un poco a la manera en que lo hacían en el llamado "sistema de banca libre" que prevaleció en los EEUU antes de la Guerra Civil de 1861-65. El uso de monedas de oro debería ser fomentado y el patrón oro debería ser restaurado.
Si esto se hiciera, sostienen los austríacos, la competencia entre las varias entidades capitalistas creadoras de dinero —por ejemplo, las compañías mineras auríferas, cecas privadas en pos de beneficio, y los bancos comerciales que emiten notas— aseguraría que las mejores monedas prevalezcan, tal como la libre competencia entre los productores de otros tipos de "bienes" asegura que los mejores productos prevalezcan. Los que emitan "dineros" inferiores se verían quitados del negocio tal como sucedería con los productores de otros productos inferiores.
-Una contradicción en la economía austríaca (y de Friedman)
Tanto los austríacos como los friedmanianos se oponen fuertemente al sistema de banca fraccional —dinero crediticio creado por los bancos. Aunque los austríacos creen que la producción de dinero debería dejarse en manos de capitalistas privados en pos de beneficio, no creen que el dinero creado privadamente debiera incluir forma alguna de dinero crediticio. Según los austríacos, toda forma de dinero crediticio es nefasta porque lleva a la tasa de interés de mercado por debajo de la tasa natural de interés.
Pero los austríacos y los friedmanianos son incapaces de explicar exactamente cómo ellos prohibirían la creación de dinero crediticio en una "economía capitalista libre". ¿Acaso una ley que requiera que los bancos comerciales mantengan una reserva del 100% en respaldo de sus depósitos en la forma de ya sea papel-dinero creado por el estado —Friedman— u oro —los austríacos—, no representa el mismo tipo de intervención estatal en el sistema capitalista que los austríacos y los friedmanitas rechazan?
Y aún si se sancionara una ley que requiriese el 100% de reservas para respaldar los depósitos bancarios, ¿qué le impediría a los bancos comerciales —u otras instituciones financieras capitalistas— el emitir papel comercial o bonos que funcionaran en la práctica como dinero crediticio, esto es, que actuaran como medios de compra y como medios de pago.
Cualquier intento por suprimir el dinero crediticio de la manera que lo abogan los austríacos y los friedmanitas, significaría poner a la economía capitalista en un chaleco de fuerza. Requeriría una enorme policía financiera que examinara virtualmente cada transacción para asegurarse de que ninguna forma nueva de "crédito circulante" —para usar el viejo término decimonónico para el dinero crediticio— sea creada. Y el mundo de los negocios siempre encontraría maneras de crear dinero crediticio de una forma u otra. Al final, el mercado siempre gana, ¿o no?
-El lado revolucionario del sistema de crédito
En realidad, tanto la escuela austríaca como la friedmaniana se percatan de que el dinero crediticio y el sistema de crédito en general, le permiten al capitalismo desarrollar las fuerzas productivas más allá de sus límites "capitalistamente" determinados y que un tal desarrollo de las fuerzas productivas —siempre y cuando permanezca el capitalismo— siempre termina en una crisis. Tanto los austríacos como los friedmanitas, mientras que se posicionan como los defensores a ultranza del capitalismo, en realidad se oponen al lado revolucionario del capitalismo, su ímpetu inconsciente por establecer un modo de producción superior sin explotación. Enfrentados con este lado revolucionario del capitalismo, tanto los austríacos como los friedmanitas abandonan el liberalismo económico y se refugian en las formas más draconianas y reaccionarias imaginables de intervención estatal.
Diferencias entre las teorías de las crisis marxista y austríaca
Muy a pesar de los austríacos, las crisis cíclicas del capitalismo son sobre todo crisis de sobreproducción general relativa de mercancías. Tanto el Departamento I como el Departamento II sobreproducen. Marx mostró que el interés es sólo una porción de la ganancia —interés más el beneficio empresario, que a su vez es una fracción del plusvalor total (ganancia más renta).
¿Y qué es el plusvalor? Es el trabajo impago realizado por los trabajadores productivos —todos los trabajadores que producen plusvalor— bajo pena de inanición, para aquellos que monopolizan los medios de producción en la sociedad capitalista —la clase capitalista. Mientras que las mercancías tienen precios naturales —precios de producción— alrededor de los cuales fluctúan los precios de mercado, no sucede lo mismo con la tasa de interés.
Mientras que es cierto que las tasas de interés no pueden en el largo plazo igualar o superar la tasa de ganancia, sí pueden ser considerablemente inferiores.
-¿Está la tasa de interés determinada por la tasa de ganancia?
Muchos marxistas sostienen que la tasa de interés está determinada por la tasa de ganancia. Mientras que hay algo de cierto en esto, ya que la tasa de interés no puede en el largo plazo ser más alta o siquiera igualar a la tasa de ganancia, esta afirmación no explica porqué en un momento la tasa de interés es un porcentaje dado de la tasa de ganancia y no otro cualquiera.
De acuerdo con Marx, las tasas de interés pueden ser del 10 por ciento de la tasa de beneficio, 25 por ciento de la tasa de beneficio, 50 por ciento de la tasa de beneficio, 75 por ciento de la tasa de beneficio. Si existiera un porcentaje fijo de la tasa de beneficio al que tendiera la tasa de interés, podría haber alguna justificación para hablar de una tasa natural de interés alrededor de la cual fluctuaran las tasas de interés de mercado. Pero de hecho no existe un tal porcentaje fijo de la tasa de beneficio alrededor del cual fluctúe la tasa de interés.
-¿Qué determina realmente la tasa de interés?
En el Volumen III de “El Capital”, Marx presenta cifras que muestran que las tasas de interés en Inglaterra eran extremadamente sensibles a los cambios en el tamaño de las reservas de oro del Banco de Inglaterra.
Eventualmente, la tasa de interés tenderá a un punto en que la oferta y la demanda de oro —material dinerario— sean iguales. Esto es lo más cerca que podemos llegar a una "tasa natural de interés". ( Permaneciendo igual todo lo demás, un nivel relativamente alto de producción de oro —en relación a la producción de otras mercancías— significará una baja tasa de interés en relación a la tasa de ganancia, mientras que un nivel relativamente bajo de producción de oro significará una alta tasa de interés en relación a la tasa de ganancia.
O más precisamente, una alta tasa de producción de oro en relación a la producción total de mercancías significará que las tasas de interés tenderán a declinar, mientras que una baja tasa de producción de oro en relación a la producción total de mercancías, significará que las tasas de interés tenderán a subir.
Una situación en la que la oferta y la demanda de oro —material dinerario— estén igualadas por una tasa de interés igual o superior a la tasa de ganancia, no puede sostenerse. En tal caso, la producción de oro debe elevarse o la producción de mercancías debe disminuir, o lo que es norma en el mundo real, sucede alguna combinación de ambas. Esto es exactamente lo que vemos durante las crisis de sobreproducción.
Gracias a las crisis, la tasa de interés es mantenida en el largo plazo, por debajo del límite superior marcado por la tasa de ganancia, asegurando un beneficio empresario positivo y por lo tanto un incentivo real para que un sector de la clase capitalista actúe como capitalistas industriales produciendo plusvalor.
-La tasa de interés y la sobreproducción
En efecto, cuando está ocurriendo una sobreproducción general de mercancías, la tasa de interés tenderá a subir en relación a la tasa de ganancia, suponiendo que todo el plusvalor producido es realmente realizado. Semejante situación no puede mantenerse y tarde o temprano debe terminar en una crisis que baje una vez más la tasa de interés.
-La tasa de interés y la subproducción
Una crisis es un freno violento a una situación de sobreproducción generalizada. La situación de sobreproducción es "curada" por un período de subproducción generalizada. Durante un período de subproducción generalizada de mercancías, la relación entre la producción de material dinerario —oro— y la producción de otras mercancías, es tal que la tasa de interés tiende a bajar en relación al nivel que tendría la tasa de ganancia si el monto total de plusvalor estuviera siendo realizado. (9)
Las masas, para usar la terminología preferida del congresista Paul para denominar a la clase trabajadora y otros trabajadores que no "comprenden" las leyes del capitalismo, ponen presión sobre el gobierno y los bancos centrales para tomar medidas que eviten las crisis, y cuando eso se evidencia imposible, para acelerar la recuperación. Esto es lo que vemos actualmente. ¿Están siendo las "masas" estúpidas o irresponsables? De ninguna manera.
Se están esforzando instintivamente para liberar a las fuerzas productivas de su carácter como capital. La única ventaja que tenemos los marxistas sobre otros trabajadores es que entendemos conscientemente las leyes del capitalismo de las cuales los trabajadores están tratando correctamente aunque inconscientemente, de liberarse.
Hoy vemos que las "masas" se están volviendo extremadamente impacientes con el fracaso de la actual "recuperación" cíclica para generar trabajos. Lo más que las autoridades en la mayoría de los países imperialistas pueden afirmar es que la tasa de pérdida de empleos está decayendo. Naturalmente la gente está diciendo —con bastante acierto— ¡que eso no es suficiente! Las “masas” naturalmente quieren que el gobierno y el banco central —después de todo, ¿no es el banco central un órgano del gobierno democrático que representa a la gente?— produzcan una recuperación que realmente cree empleos en cantidad suficiente como para acabar con el desempleo de una vez por todas.
Pero el congresista Paul, como estudioso de la economía austríaca, se queja de que en la medida en que el gobierno —o el Sistema de la Reserva Federal— llegue a hacer algo para acelerar la recuperación, estaría interfiriendo con la necesaria “liquidación”, y en el caso de la Fed, estaría llevando a la tasa de interés de mercado por debajo de la tasa natural de interés. De acuerdo con Paul y otros seguidores de la economía austríaca, esto llevaría sólo a más "producción asimétrica".
La salida de la crisis, según Paul y los austríacos, es no mantener las tasas de interés "bajas por un período extenso de tiempo" sino más bien mantener las "tasas de interés altas por un período extenso de tiempo." Sólo de esta manera puede la "producción asimétrica", que causó la crisis en primer lugar según la teoría austríaca, ser eliminada de una vez por todas.
-¿Hay algo de verdad en la teoría austríaca de las crisis?
Mientras prevalecía el patrón oro —una situación en la que los bancos centrales tenian que rescatar sus billetes con una cierta cantidad fija de oro— los bancos centrales sufrían un drenaje en reservas de oro si mantenían las tasas de interés por debajo del punto en que la oferta y la demanda de oro fueran iguales. Si mantenían las tasas de interés por debajo de este punto, el banco central tenía que reducir su propia "demanda" e incrementar la "oferta" disponible para el "sector privado", agotando sus propias reservas de oro. Mientras durara el patrón oro, los bancos centrales no podían hacer esto por mucho tiempo. Si lo hicieran, habría una "corrida" en sus reservas de oro y se verían "despojados de oro”.
-Las ventajas del patrón oro en el sistema capitalista
La ventaja del patrón oro para el sistema capitalista es que en el largo plazo implica que las tasas de interés son mucho menores de lo que serían bajo un sistema de papel moneda —o dinero fiduciario— en el que el banco central —u otra autoridad monetaria— no tiene obligación alguna de rescatar sus billetes con oro. ¿Porqué sucede esto?
Suponiendo que la tasa de interés está dada, la demanda de oro por los capitalistas será baja si los capitalistas creen que la devaluación de la moneda es extremadamente improbable. Ésta es la función del patrón oro. Si un capitalista cree que la moneda no será devaluada contra el oro al menos en el futuro inmediato previsible —esto es, el precio monetario del oro no subirá—, tiene más sentido mantener cualquier capital dinerario que nuestros capitalistas no puedan invertir provechosamente ya sea en producción industrial o en comercio, en títulos con interés. Aún si el rendimiento —tasa de interés— es muy bajo —esto sigue siendo mejor que acumular oro, que no rinde interés e impone costos de almacenamiento.
Pero sin la "disciplina" del patrón oro, los bancos centrales enfrentados con una gran crisis de sobreproducción y sus secuelas, se encuentran bajo una gran presión política para "mantener bajas las tasas de interés por un período largo de tiempo”. Semejante política tiene la desventaja de alentar en los capitalistas el miedo de que esto signifique que las tasas de interés se estarán manteniendo por debajo del nivel en que la oferta y la demanda de oro son iguales. Bajo estas condiciones, los capitalistas incrementarán su demanda de oro, haciendo realidad su miedo de que la moneda se deprecie frente al oro.
El resultado es que sube la tasa de interés necesaria para igualar la oferta y la demanda de oro. Una suba en el precio en dólares del oro y la subsiguiente suba de los precios de las mercancías en relación a la moneda que se está depreciando, es simplemente la manera del mercado de forzar la suba de la tasa de interés al nivel en que la oferta y la demanda de oro sean iguales.
Los austríacos erróneamente perciben a la tasa de interés que iguala la oferta y la demanda de oro, como si fuera su imaginada tasa natural de interés que iguala los ahorros y la inversión.
-Producción asimétrica contra la relativa sobreproducción generalizada de mercancías
En los 1970s, una enorme batalla se desarrolló entre los gobiernos y los bancos centrales, quienes en un intento por forzar la recuperación intentaron bajar la tasa de interés, por un lado, y por otro lado el intento del mercado de subir la tasa de interés al nivel en que la oferta y la demanda de oro fueran iguales otra vez. Los economistas austríacos, cegados por el dogma de la Ley de Say, malinterpretaron las causas de la crisis que llevó a esta batalla. Los austríacos sostenían que fue causada por "producción asimétrica", la sobreproduccióon de medios de producción en relación a los medios de consumo, cuando en realidad fue causada por una relativa sobreproducción generalizada tanto de los medios de producción como de los medios de consumo.
-El mercado siempre gana
Pero los austríacos tienen razón en un punto crucial. Suponiendo que se mantiene el capitalismo, cuando se desarrolla una batalla en torno a la tasa de interés entre los gobiernos y los bancos centrales que están intentando mantener bajas las tasas de interés expandiendo la "oferta monetaria", por un lado, y el mercado, que está tratando de hacer subir las tasas de interés, por el otro, el mercado siempre gana. En efecto, podemos ir más lejos: En este tipo de contienda, el mercado no sólo gana siempre, sino que también impone una penalidad haciendo subir la tasa de interés muy por encima del nivel que habría tenido si el gobierno no hubiera resistido la suba de las tasas de interés en primer lugar. (10)
Las tasas de interés extremadamente elevadas de los 1980s que hicieron tanto daño de largo plazo a las economías de todo el mundo, son un ejemplo. La mayoría de los economistas liberales —no neoliberales— y progresistas denunciaron al presidente de la Junta de la Reserva Federal, el demócrata Paul Volcker —el congresista Paul indica su respeto por Volcker en “Fin de la Fed”— por permitir la suba de las tasas de interés tras su asignación como jefe de la Fed por Jimmy Carter en Agosto de 1979 —como un terrible "error". Estos economistas "progresistas" señalan correctamente que las tasas de interés de doble dígito del "shock Volcker" llevaron directamente a una prolongada y severa recesión-depresión con su desempleo de doble dígito de los tempranos 1980s.
Pero los economistas austríacos tienen razón cuando, en respuesta a los “bienintencionados progresistas”, señalan que bajo las leyes del sistema capitalista, Volcker en realidad no tenía otra opción más que permitir la suba de las tasas de interés. El jefe de la Fed estaba simplemente rindiéndose ante la inevitable victoria del mercado.
Si Volcker hubiera seguido resistiendo los intentos del mercado de subir la tasa de interé como lo hicieron sus inmediatos predecesores, la inflación habría subido rápidamente a niveles altísimos. Si la Fed de todas formas hubiera seguido resistiendo la suba en las tasas de interés, el mercado habría aplicado su máximo castigo, condenando al dólar estadounidense y a todos los papeles-moneda ligados a él bajo el patrón dólar, al destino del marco alemán en 1923.
Tales economistas progresistas cometen la falta de idealizar al sistema capitalista al negar sus leyes brutales. En comparación con estos "bienintencionados" progresistas, los economistas austríacos son realistas de sangre fría, y esto incrementa su influencia en tiempos de crisis.
Si una situación como la de 1979 ocurre nuevamente —y puede que no tengamos que esperar tanto para verlo suceder— la única alternativa viable a un nuevo y posiblemente mucho peor “shock Volcker”, será despojar a las fuerzas productivas de su carácter de capital —la solución hacia la que están presionando las "masas", aunque no lo hagan del todo conscientemente.
O lo que viene a ser exactamente lo mismo, una revolución socialista.
(...)
¿Qué deberíamos demandar?
La clase trabajadora no tiene interés alguno en la campaña de Ron Paul para abolir el Sistema de Reserva Federal y regresar al sistema previo a la Guerra Civil estadounidense de la "banca libre", en el que los bancos comerciales individuales emitían sus propios billetes. De hecho, bajo el "sistema de banca libre", la economía de los EEUU era más inestable que las economías de los países capitalistas que tenían sistemas de banca central. En aquellos días, al primer indicio de problemas los capitalistas acumularían oro, plata y los billetes bancarios de bancos más fuertes. En Inglatera, cuando una crisis estallaba el "Acta Bancaria" podía siempre ser suspendida, pero en los EEUU la demanda anormal de dinero como medio de pago no podía quebrarse antes de que más oro llegada desde el exterior. En el ínterin, la economía de los EEUU quedaría semi-paralizada. ¡Los granjeros y pequeños empresarios se verían empujados a montones a la bancarrota, y el desempleo crecería!
En la economía actual, que es mucho más dependiente del crédito de lo que lo fue la economía de EEUU en los tiempos previos a la "Banca Libre" anterior a la Guerra Civil, la abolición de la banca central combinada con una crisis de sobreproducción llevaría a un desastre de casi inimaginables proporciones. Por esto es que ningún hacedor de política serio consideraría siquiera las recomendaciones de Paul y la escuela austríaca.
En lugar de mirar hacia un pasado idealizado que nunca existió, como hacen Paul y los economistas austríacos, deberíamos mirar hacia el futuro socialista. Un buen primer paso en los EEUU sería una campaña para sindicalizar a los trabajadores de los bancos —ya estén empleados por el Sistema de Bancos de la Reserva Federal o por los bancos en pos del beneficio. En algunos países, los trabajadores bancarios ya están sindicalizados, pero no en los EEUU.
Sindicatos de trabajadores bancarios aliados con sindicatos de trabajadores industriales y comerciales podrían, al abrir los libros de todos los bancos, establecer el control de los trabajadores sobre todo el sistema bancario. Obviamente, mucho sería revelado sobre la relación entre el Banco Central y los banqueros privados.
Lo que se necesita es una "auditoría" del sistema bancario entero, incluyendo pero no conformándose con el Sistema de Reserva Federal y los otros bancos centrales, llevado a cabo por el movimiento organizado de los trabajadores y sus aliados. Esto no es lo mismo que una "auditoría" confinada sólo a los bancos centrales y manejada por Paul y sus aliados liberales, conservadores y "socialistas" —muchos de los cuales son los representantes directos de los bancos privados— en el Congreso estadounidense y sus contrapartes en los otros parlamentos burgueses.
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1 Eugene Bohm-Bawerk (1851-1914) dominó la economía austriaca al principio del siglo XX. Bohm-Bawerk sostuvo en su libro de 1896, “Karl Marx y el cierre de sus sistema”, que existía una contradicción entre el Volumen I de “El Capital”, en el que Marx asumió que las mercancías se venden a sus valores, y el Volumen III de “El Capital”, en el que Marx asumió que las mercancías se venden a sus precios de producción. Los argumentos de Bohm-Bawerk han contribuido a enturbiar las aguas del pensamiento económico a través del siglo XX en la forma del llamado “problema de la transformación”. Los economistas radicales que no pueden entender cabalmente la teoría marxiana del valor, dinero, valor de cambio y precio, han tropezado malamente con este punto. Y desafortunadamente, como he mostrado en mis posts, sus números son legión.
Otro ejemplo es el libro de Ludwig von Mises de 1922 “Socialismo”. Von Mises fue probablemente el economista austriaco más influyente del siglo XX. En “Socialismo” Mises afirmó que una economía socialista era imposible porque no hay manera de calcular el valor de los bienes de capital sin la existencia de la propiedad privada de los medios de producción. El argumento de Mises se reduce a la afirmación de que no habría manera de duplicar en una sociedad socialista de economía planificada, la distribución del tiempo de trabajo de la sociedad que surge como resultado de la competencia en una economía capitalista.
De hecho, von Mises tenia razón en este punto. El mismo objetivo de una revolución socialista es abolir la asignación del trabajo de la sociedad en la que una gran cantidad del trabajo social se dedica a las industrias de bienes de lujo, satisfaciendo por lo tanto cada capricho de los grandes explotadores capitalistas y en menor medida, de sus dependientes de clase media, mientras se ignoran las necesidades más básicas de billones de pobres.
Para no mencionar la gran cantidad de trabajo que debe ser asignada a los medios de destrucción, que son necesarios para defender la anterior asignación de trabajo determinada por el mercado.
No es sorprendente que los argumentos de von Mises contra el socialismo le sonaron bastante convincentes a muchos miembros de las ex clases dominantes —así como a los estratos generalmente privilegiados que existían en la ex Unión Soviética y Europa Oriental. En esos países no existían grandes industrias de bienes de lujo. En su lugar, el tiempo escaso de trabajo de la sociedad estaba dedicado a la producción ya sea de nuevos medios de producción o de medios de defensa contra la agresión imperialista, y dentro de los límites permitidos por estos dos requerimientos, la producción de ítems de consumo personal para la clase trabajadora.
Enfurecidos por esta distribución del tiempo de trabajo —tan “irracional” desde el punto de vista de la escuela austriaca— los estratos privilegiados de la Unión Soviética y de Europa Oriental, que creían que estaban siendo privados de su derecho humano básico a volverse ricos a través de la explotación del trabajo ajeno, finalmente triunfaron después de una larga lucha de 70 años, en derrotar decisivamente a la clase trabajadora. Lanzaron la “perestroika” y las aún más “radicales” reformas económicas que le siguieron, para corregir la “intolerable” situación y reintroducir la propiedad privada de los medios de producción.
Los propulsores de las “reformas económicas radicales” que destruyeron las economías de la ex Unión Soviética y de los países de Europa Oriental, no ocultaron su admiración por la escuela austriaca en general y por la “crítica” de von Mises al socialismo en particular. Hoy, Moscú, que había sido la capital de la Unión Soviética y es ahora la capital de la capitalista República Federativa Rusa, está entre las ciudades más caras del mundo mientras que decenas de millones enfrentan la falta de vivienda, el frío, el hambre y la muerte de enfermedades prevenibles, como resultado del triunfo de las ideas de la escuela austriaca.
2 Paul explica que “siguiendo la orden ejecutiva de Andrew Jackson de retirar los depósitos del gobierno federal del banco, al Segundo Banco también se le permitió cerrar en 1836”. El “Segundo Banco” hace referencia al Segundo Banco de los Estados Unidos, un temprano experimento en banca central de alguna manera modelado como el Banco de Inglaterra. En efecto, con su “specie circular”, el presidente Andrew Jackson, propietario de esclavos, demandó que los pagos debidos al gobierno de los EE.UU. en concepto de tierras, sean pagados en monedas de oro y plata —specie— y no en billetes bancarios.
Las políticas de Jackson estaban en concordancia con las recomendaciones de la escuela austriaca —aún si la economía austriaca no existía aún en ese entonces. Lo que el congresista Paul de alguna manera olvidó mencionar es que durante el año siguiente, 1837, la economía de los EE.UU. sufrió uno de los peores pánicos de su historia. Según la teoría austriaca, el pánico y la depresión que siguieron deberían haber sido sobrepasados rápidamente y seguidos por un veloz retorno a la prosperidad, dado que la “producción asimétrica” sería liquidada rápidamente.
En lugar de eso, la depresión que siguió al pánico de 1837 perduró hasta los tempranos 1840s. El mismo Milton Friedman la ha descripto como a una de las peores crisis económicas en la historia de los EE.UU. ¡Y no existía banco central alguno en los Estados Unidos para echarle la culpa!
3 Los economistas austriacos no apoyaron al fascismo en los 1930s. En cambio, denunciaron al fascismo como a un “movimiento socialista de izquierda” de las masas. Ellos preferían formas aristocráticas tradicionales de gobiernos no democráticos y no apoyaron los movimientos de masas fascistas de los 1920s y los 1930s. Una de las razones para esto puede ser que el principal líder de la escuela austriaca en ese momento, Ludwig von Mises, era —a pesar del “von”— de origen judío. El origen judío de Mises impidió cualquier cooperación entre él y los nazis. Como tantos otros intelectuales de origen judío —tanto de derecha como de izquierda— von Mises fue forzado a escapar de Europa y emigrar a los Estados Unidos. A diferencia de muchos judíos comunes, Mises podía hacerlo.
Hoy, sin embargo, la economía austriaca ayuda a proveer cobertura a teóricos conspirativos quienes culpan a “la Fed” del reciente pánico y la continuada depresión. Entre éstos uno puede encontrar a fascistas confesos, incluyendo a admiradores de Hitler tales como Willis Carto. En su juventud, Carto apoyaba al “Nacional Socialismo” de Adolf Hitler, pero ahora prefiere mostrarse como un “populista”.
Al culpar a “la Fed”, la atención se distrae de la causa real de las crisis capitalistas —el sistema capitalista, que combina producción socializada con apropiación privada. Tales teorías conspirativas de las crisis económicas centradas en “la Fed” —y alentadas por los “austriacos” Ron Paul y sus engañados seguidores en el Congreso de los EE.UU. — se vuelven entonces agua para el molino de reaccionarios extremos incluyendo a autoproclamados fascistas.
4 Los economistas burgueses ortodoxos de los EE.UU. están bastante alarmados por los proyectos de Paul de auditar la Fed. Ellos temen que si crece la presión política sobre la Fed, ésta puede no tener éxito en subir las tasas de interés a tiempo, y por lo tanto se podría desatar una corrida contra el dólar estadounidense.
Aquí hay muchas ironías. Primero, el proyecto de Paul parece ser una movida para “democratizar” la Fed, y es apoyado tanto por liberales como por conservadores, demócratas y republicanos. ¡Aún cuando el congresista Paul se opone abiertamente a la idea misma de democracia!
Mientras que la mayoría de los economistas ortodoxos de los EE.UU. se describirían a sí mismos, a diferencia del congresista Paul, como adeptos a una forma de gobierno democrática, se oponen fuertemente a extender el principio democrático a la esfera de la banca central. Después de todo, el democratizar la Fed y otros bancos centrales, presionaría a estas instituciones a tomar irresponsables medidas inflacionarias.
Paul, por otro lado, al apoyar, contra sus propias convicciones anti democráticas, la aparente “democratización” de la Fed, ¡incrementa las posibilidades de que la Fed siga las mismas ruinosas medidas inflacionarias que, como seguidor de la economía austriaca, él tanto deplora! Acaso Paul se imagine que si la hiper-inflación algún día ocurre efectivamente en los EE.UU., los adeptos de la escuela austriaca puedan tener finalmente una oportunidad de implementar sus políticas.
En última instancia, estas ironías son tan sólo los reflejos de las contradicciones de la producción capitalista reflejada en el espejo de la política e ideología burguesa.
5 La incapacidad de los ricardianos de explicar la ganancia sobre la base del intercambio de mercancías a sus valores, fue una de las razones de la ruina de la economía ricardiana. Esta contradicción, que resultó fatal para la escuela clásica, fue solucionada por Marx a través de su descubrimiento de que los trabajadores no venden realmente su "trabajo" sino su fuerza de trabajo —su habilidad de trabajar— a los capitalistas. Aún si los trabajadores venden su fuerza de trabajo, o habilidad de trabajar, a su valor total, todavía están forzados a realizar más trabajo del que se requiere para producir y reproducir su habilidad de trabajar —su fuerza de trabajo. La diferencia entre el trabajo total que un trabajador está obligado a realizar en un período dado de tiempo y el trabajo que le lleva producir y reproducir su capacidad de trabajo en ese período de tiempo, es el plusvalor.
6 Los economistas burgueses se vieron forzados a retirarse de la teoría del valor-trabajo por la intensificación de la lucha entre la clase capitalista por un lado y la clase trabajadora por el otro. Mantener el concepto de valor-trabajo habría llevado inevitablemente al concepto de plusvalor en tanto trabajo impago de la clase trabajadora.
Desde 1830, el desarrollo ulterior de la teoría del valor-trabajo fue dejado a los representantes de la clase trabajadora —primero los llamados socialistas ricardianos y luego Marx, Engels y sus sucesores.
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Si bien mis conocimientos en economía son escasos, cuelgo este articulo para ser analizado por los compañeros que tienen conocimientos en economía.