El supuesto “relanzamiento” del proyecto petrolero de Vaca Muerta ha sido un pretexto para lanzar una reforma laboral reaccionaria, que utilizará como globo de ensayo a los trabajadores petroleros. El nuevo convenio liquida virtualmente el régimen de horas extras, habilita al trabajo nocturno como jornada laboral y permite operar a los equipos de producción sin la totalidad de sus integrantes, a expensas del sobreesfuerzo, la salud y la seguridad de sus trabajadores. Sintetizando lo que significará este convenio para los trabajadores, una periodista especializada señala que Guillermo Pereyra, el burócrata petrolero que firmó el acuerdo, inicia hoy “unas largas vacaciones en el exterior” (sic). Este mismo tipo de acuerdos flexibilizadores se intentarán extender ahora a otros sectores industriales, como la electrónica o el calzado, en este caso, con la excusa de enfrentar a la competencia internacional.
Contra los despidos y la flexibilización laboral, se encuentran en lucha los obreros petroleros de Halliburton y Schlumberger.
La contracara de este convenio negrero es un paquete de beneficios excepcionales a los monopolios gasíferos y petroleros: entre ellos, un precio garantizado del gas de 7,50 u$s la unidad calórica y exenciones de impuestos provinciales. La ecuación “macrista” es clara: otorgarle a las petroleras un precio del gas tres veces superior al internacional, y reducir a la tercera parte el salario de los trabajadores petroleros. En esa línea, el gobierno dispondrá hoy un nuevo aumento en el precio de las naftas. Así, el gobierno de la “eficiencia” colocará a los combustibles líquidos un 15% por encima del precio promedio mundial.
Macri y los empresarios aseguran que este acuerdo permitirá relanzar a Vaca Muerta. Con ello, responsabilizan a los trabajadores del fracaso de este proyecto, que tuvo su puntapié inicial en el acuerdo secreto entre Cristina Kirchner y Chevron. Pero Vaca Muerta no se empantanó por el “costo laboral”, sino por la crisis capitalista internacional, una de cuyas manifestaciones es la sobreproducción de los hidrocarburos “no convencionales” y el derrumbe de sus precios. Como consecuencia de ese fracaso, YPF asumió una deuda descomunal bajo la gestión Galluccio. El paquetazo contra trabajadores y consumidores apunta a pagar estas hipotecas, no a relanzar la producción. Por eso mismo, también es falso que el acuerdo frenará los despidos: a sabiendas de ello, las empresas ni siquiera lo han asegurado en el convenio que acaban de firmar.
Los anuncios de Macri son un golpe a los trabajadores y al conjunto de la Nación. Por un lado, estamos ante la punta de lanza de una reforma laboral reaccionaria. Por el otro, reafirman una línea de naftazos y tarifazos que echarán más leña al fuego de la carestía, y agravarán el dislocamiento industrial del país. El acuerdo entreguista y secreto entre CFK y Chevron, en vez de ser anulado, ha sido generalizado por los “republicanos” de Cambiemos.
Denunciamos a la burocracia sindical por este acuerdo reaccionario y convocamos a reunirse y deliberar en el conjunto de los sindicatos, en defensa de las conquistas de los convenios colectivos y contra los despidos. Un verdadero relanzamiento de la producción energética es incompatible con los monopolios petroleros y sus gobiernos, responsables del vaciamiento de reservas y la depredación laboral y ambiental que han practicado todas las administraciones de turno. Una nacionalización de la industria petrolera debe estar al servicio de un plan de reindustralización debatido y dirigido por los trabajadores y su propio gobierno.
http://www.po.org.ar/prensaObrera/online/politicas/vaca-muerta-la-coartada-de-una-reforma-laboral-reaccionaria