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Algunas reflexiones sobre el gobierno de Syriza
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Algunas reflexiones sobre el gobierno de Syriza
La victoria electoral de Syriza ha sido saludada por amplios sectores progresistas, especialmente en Europa, como una esperanza para las clases trabajadoras y populares frente al dominio prepotente y asfixiante de la oligarquía financiera. Las tensiones con el Eurogrupo y con el gobierno alemán han marcado estas primeras semanas del nuevo gobierno griego. La oligarquía financiera europea y sus representantes políticos no han dudado en arremeter contra el mismo. El ministro de finanzas alemán Wolfgang Shäuble afirmó que las y los griegos “han elegido un Gobierno que de momento se comporta de manera bastante irresponsable”.[1] Syriza también ha recibido críticas desde el campo popular. Aparte de las críticas de Podemos por el bajo número de mujeres en el nuevo gabinete griego, el Partido Comunista de Grecia (KKE) ya declaró públicamente antes de las elecciones que no darían ningún apoyo a un gobierno de Syriza “porque no es un partido revolucionario, está a favor de la UE, la OTAN y el gran capital”.[2]También desde el Partido del Trabajo Democrático (PTD) señalamos en su día el riesgo que conlleva el pacto de gobierno con el partido de los griegos independientes (ANEL), ya que podría llegar a ser un elemento que favoreciera la fascistización de Grecia, en caso de que Syriza se mostrase incapaz de llevar adelante su programa.[3]
Tras el pequeño revuelo de sus primeros días de gobierno, Syriza finalmente ha cedido ante las oligarquías europeas, aceptando la mayoría de las medidas del vigente memorando, a cambio de que el Estado griego reciba financiación durante los próximos cuatro meses y pueda aplicar algunas de las medidas consideradas de emergencia social.[4]Este pulso es el primero de varios que va a tener que afrontar el recién elegido gobierno griego, de modo que, pese a que existe la duda acerca de si Syriza ha jugado todas sus cartas[5], todavía es pronto para juzgar enteramente a su gobierno. No obstante, conviene pararse a reflexionar acerca de la naturaleza de clase de su programa, qué implicaciones tiene para las masas trabajadoras y qué actitud deberíamos adoptar las y los comunistas ante él. Esto se vuelve particularmente importante y necesario para las y los comunistas en el Estado español, dado el auge del proyecto político homólogo al de Syriza.
El carácter de clase del programa de Syriza
En primer lugar, cabe destacar que el programa de Syriza ha sido modificado respecto al que se presentó a las elecciones de 2012[6], haciendo varias de sus reclamas más ambiguas. De reclamar abiertamente la salida de OTAN y el cierre de las bases extranjeras en Grecia se ha pasado a reclamar una “autodisolución voluntaria” de la Alianza Atlántica. De reclamar la suspensión del pago de la deuda hasta el mejoramiento de la situación económica se ha pasado a la consigna de renegociación y reestructuración. También se ha enmendado la reivindicación de abolir el memorando impuesto por la Troika, afirmando que en ningún caso Grecia pretendería salir del euro.[7] Por otro lado, reivindicaciones como el aumento del salario mínimo, el fortalecimiento de la negociación colectiva en los centros de trabajo, el aseguramiento de bienes y servicios básicos (como alimentos y electricidad) a las capas populares más empobrecidas por la crisis económica o el aumento de la presión fiscal sobre la oligarquía financiera griega parecen haberse mantenido en el programa de la organización.[8]
Llama la atención que sean precisamente las reivindicaciones más problemáticas para las oligarquías europeas las que se han reformulado con más ambigüedad. La confrontación con el proyecto que representa la Unión Europea ha sido eludida por los máximos dirigentes de Syriza y su gobierno. En su “carta abierta” a la opinión pública alemana, Tsipras declara abiertamente que su objetivo “es crear un New Deal europeo, dentro del cual nuestro pueblo pueda respirar, crear y vivir en dignidad” que, además, constituiría “una oportunidad que Europa no puede permitirse perder”.[9] También antes de las elecciones, Varufakis, el ahora ministro de finanzas griego, participó en la elaboración de una “modesta propuesta” en la que, junto a otros economistas de orientación keynesiana, plantea algunas fórmulas para aplicar una política de estímulos keynesiana a escala europea y de manera compatible con los tratados que actualmente rigen la UE.[10] Varufakis incluso se ha mostrado favorable al libre comercio entre la UE y EEUU, señalando que “el problema con el TTIP es que en absoluto tiene que ver con el libre comercio sino, más bien, con entregar exorbitantes derechos de propiedad sobre regulaciones medioambientales y propiedad intelectual a grandes empresas multinacionales”.[11] El propio programa de Syriza para las elecciones de 2012 incluía la reivindicación de“exigir a la UE un cambio en el papel del BCE para que financie directamente a los Estados y a los programas de inversión pública”.[12] Parece clara, pues, la orientación de la mayoría de los máximos dirigentes de Syriza hacia la reforma de la Unión Europea en términos socialdemócratas y keynesianos.
¿Cuáles serían los sectores sociales beneficiados por esta política? No solamente la clase obrera se ha visto perjudicada por la crisis capitalista y las políticas llamadas de “austeridad” impuestas por los memorandos de la “troika”. La caída de la demanda interna griega y las restricciones en los créditos han golpeado duramente a sectores empresariales pequeños y medianos, no monopolistas, mientras que las corporaciones griegas no se han visto tan resentidas, sino más bien al contrario.[13] A esto hay que añadir los colectivos asalariados empleados en el sector público griego, que se han visto afectados por los “recortes relámpago” del gobierno de Samarás (en “gran coalición” con el PASOK), con despidos y suspensiones de empleo y sueldo en masa y a los que Syriza ha prometido su reincorporación.[14] Estos golpes y ataques contra las capas medias de la población griega han alejado a éstas en gran medida de los partidos tradicionalmente gobernantes y afines a los intereses oligárquicos (ND y PASOK). Un pequeño empresario griego afirmaba que “en otras elecciones he votado a Nueva Democracia y al Pasok, y ya no los quiero ver ni en pintura” y que votaría por Tsipras ya que “por muy mal que lo haga no se equivocará ni la mitad que los otros”.[15] El proyecto de “New Deal europeo” que promueve Syriza se ha mostrado especialmente atractivo para recoger el descontento de estas capas medias. Dicho proyecto permitiría, al menos en teoría, romper con algunas de las políticas de austeridad promovidas por las oligarquías europeas sin llegar a romper completamente con su régimen económico y político, basado en el entramado de tratados e instituciones que constituyen el edificio proto-estatal de la UE. Así, esta pequeña burguesía griega espera poder conservar su posición intermedia en la sociedad capitalista.
El interés de la pequeña burguesía en la reforma del capitalismo, a fin de mantener su posición social intermedia, tiene su razón de ser en su propia posición dependiente respecto a los grandes capitalistas. Lenin explica que “el capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pequeña producción” y que “una serie de nuevas "capas medias" son inevitablemente formadas, una y otra vez por el capitalismo (apéndices de las fábricas, trabajo a domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país para hacer frente a las exigencias de la gran industria, por ejemplo de la industria de bicicletas y automóviles, etc.)”.[16] Las crecientes concurrencia y concentración de capitales, inherentes al capitalismo, son agudizadas exponencialmente en las crisis, con lo que “esos nuevos pequeños productores son nuevamente arrojados, de modo no menos infalible, a las filas del proletariado”.[17] Según Marx y Engels, este proceso de proletarización de la pequeña burguesía no puede dejar de provocar resistencias frente a la concentración de los grandes capitales, por lo que “los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases”.[18] El objetivo es mantener su posición social intermedia en el seno de la sociedad capitalista, de modo que “no son, pues, revolucionarios, sino conservadores”.[19]
Vemos, pues, cuáles son las fuerzas sociales interesadas en el proyecto político y económico que plantea Syriza. Obviamente, esto no impide que tal programa integre medidas que pudieran favorecer a la clase obrera. Ya hemos comentado más arriba la incorporación de reivindicaciones inmediatas favorables a la clase obrera (como el aumento del salario mínimo o el fortalecimiento de la negociación colectiva en los centros de trabajo) en el programa de la formación griega. De hecho, sin la incorporación de este tipo de demandas y la existencia de vínculos orgánicos entre Syriza y algunos sectores del movimiento sindical[20] sería imposible explicar su éxito electoral entre amplias masas trabajadoras. Pero es necesario no perder de vista que estas medidas se integran en un proyecto estratégico caracterizado por una reforma de la UE y del capitalismo griego que, pese a cuestionar las políticas favorables a la oligarquía financiera, mantiene esencialmente los principios que rigen la UE como unión económica de Estados capitalistas.
¿Es posible, y de qué manera, un “New Deal europeo”?
Ya hemos comentado más arriba que la apuesta de Syriza, según aparece en su propio programa y en las declaraciones de sus máximos dirigentes políticos, gira entorno a una política de inversiones a escala europea que tendría como palancas la inyección de liquidez por el Banco Central Europeo y diversos programas de inversión comunitarios, con el objetivo de estimular la demanda y el crecimiento económico. Este mecanismo permitiría “colectivizar” la deuda entre los Estados de la UE, de modo que el aumento del gasto público para estimular la demanda no agravaría la situación financiera de Estados ya bastante endeudados como Grecia. También se pretende darle un cierto cambio de orientación al proyecto de integración europea para hacerlo más “cooperativo” frente a la estrategia competitiva adoptada por las oligarquías europeas, especialmente la alemana, y basada en la llamada “devaluación interna”, es decir, ajustes a la baja de los costes laborales. Esta desvalorización de la fuerza de trabajo[21], ha tenido como objetivo abaratar las exportaciones, haciéndolas más competitivas, a la vez que manteniendo e incluso aumentando los márgenes de ganancia del capital. Ello supone un aumento de la capacidad exportadora, a la vez que un aumento del grado de explotación, al elevarse la participación de los beneficios empresariales respecto a las remuneraciones a la población asalariada en el total de la renta nacional. Frente a ello, la estrategia de “New Deal europeo” buscaría una reactivación económica compatible con el mantenimiento e incluso aumento de los salarios reales a través de la expansión de la demanda a escala europea por medio de las mencionadas inversiones financiadas por el BCE. Más allá de que los tratados de la UE prohíban de manera directa tanto la financiación por parte del BCE de los Estados como mecanismos de “socialización” de la deuda entre ellos, propuestas como la de Varufakis vendrían a reivindicar formas de interpretación más “flexibles”, que permitiesen sortear estas prohibiciones.
El problema más inmediato para la aplicación de esta política es la correlación desfavorable de fuerzas políticas a escala europea. La composición del Parlamento Europeo arroja una mayoría aplastante de las fuerzas neoliberales, afines a los intereses de la oligarquía financiera. Los grupos “socialista”, “liberal” y “popular” suman en total el 72,4% de los eurodiputados,[22] y no dudan en ponerse de acuerdo en cuestiones estratégicas, como perfectamente pudo comprobarse con la elección para presidir la Comisión Europea de Jean-Claude Juncker, favorable a las políticas de austeridad promovidas por las oligarquías europeas, así como al TTIP, pese a la aparente autocrítica.[23] El Parlamento Europeo es, a su vez, un espacio garantizado para la acción de los lobbies europeos vinculados a las empresas multinacionales y grandes bancos europeos. Miles de ellos se encuentran por los alrededores del Parlamento Europeo en Bruselas, a fin de influir sobre los diputados cada vez que algún tipo de decisión parlamentaria pudiera “comprometer gravemente la posición competitiva” de las mencionadas multinacionales europeas .[24] Pero la cosa no termina aquí. El Parlamento Europeo comparte sus competencias legislativas y presupuestarias con el Consejo de la Unión Europea, constituyéndose este último en una especie de cámara alta, cuya aprobación también es necesaria para que la legislación salga adelante. Además, el Consejo funciona por mayoría cualificada (55% de los miembros que representen al 65% de la población de la UE), existiendo la posibilidad de constituir una minoría de bloqueo, para la que es necesaria tan solo la conjunción de 4 países.[25] Ello permitiría a un pequeño grupo de 4 países de entre los 28 miembros que conforman la UE constituirse en una especie de “última línea de defensa” de las políticas de austeridad al servicio del capital financiero, en caso de que la correlación de fuerzas pudiera volverse algo más favorable a la idea del “New Deal europeo”. Este tipo de mecanismos de veto o de bloqueo han sido utilizados precisamente por aquellos Estados que han tenido mayor interés en evitar cualquier tipo de “comunitarización” de elementos de política fiscal que pudiesen ser utilizados para mejorar la situación de las masas trabajadoras europeas.[26] Vemos, por tanto, cómo la arquitectura política e institucional de la UE está configurada de tal forma que se apuntalan de manera sistemática los intereses de los grandes capitales industriales y financieros europeos.[27] Con esta naturaleza oligárquica del proto-Estado europeo la única posibilidad de un “New Deal europeo” pasa por un acuerdo de las clases medias y los sectores empresariales no monopolistas con los grandes capitalistas monopolistas. Más aun, para que la parte “cooperativa” a escala europea de este “New Deal” pudiese hacerse realidad, sería necesario no solo que se concertasen este tipo de compromisos entre la pequeña burguesía y la oligarquía financiera en cada país, sino que el acuerdo debería alcanzarse también entre prácticamente todos los Estados miembros de la UE. Pero incluso, aun cuando este acuerdo fuera posible, aun suponiendo que Varufakis lograse alcanzar su propósito de “convencer a los poderes realmente existentes para que hagan suyo, y del modo más urgente, un audaz paquete de recomendaciones tendentes a prevenir que una crisis inexorable tumbe al capitalismo”[28], seguiríamos encontrándonos con problemas.
Pese a que podría estabilizar la situación macroeconómica de la UE a corto plazo, una política de estímulos mediante inversiones financiadas por el BCE no resolvería los problemas esenciales que están detrás de la crisis capitalista, que es una crisis de sobreproducción. Según Michel Collon hacia 1999 “en la metalurgia europea, por ejemplo, las capacidades de sobreproducción llegan a 50 millones de toneladas por año” con lo que “para resolver este problema, el capitalismo debería cerrar, por lo menos, dos gigantes como Usinor, British Steel o Thyssen-Krupp”.[29] Además,“en la industria del automóvil las sobrecapacidades son de 5 millones de unidades”, cuyo ajuste supondría “suprimir, por lo menos, constructores tales como Renault, FIAT o Ford Europa”.[30] Para Marx y Engels se trata de un círculo vicioso que se estrecha cada vez más e inherente al sistema capitalista “agobiado por las fuerzas productivas que él mismo ha engendrado”.[31] Frente a ello, las clases capitalistas solo pueden sobreponerse “destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos”, es decir, “preparando otras [crisis] más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas”.[32] Aquí reside precisamente la clave de las políticas caracterizadas como de “austericidio” y que han sido promovidas por las oligarquías europeas. Se trata de la destrucción de fuerzas productivas y el incremento de la capacidad competitiva de las multinacionales, cargando los costes de todo ello sobre los hombros de las clases trabajadoras mediante despidos, recortes salariales y privatización de servicios públicos. La política de inversiones a escala europea con financiación indirecta del BCE, incrementando la demanda, podría detener parcial y temporalmente esta destrucción, absorbiendo parte de la sobrecapacidad productiva. Además, si ello fuese acompañado de aumentos del salario mínimo y fortalecimiento de la negociación colectiva, tal y como Syriza prometió en su programa electoral, podría paliar los problemas derivados del paro masivo y dar un cierto respiro tanto a la clase obrera como al movimiento sindical a la hora de resistir la ofensiva del capital. Sin embargo, aunque a corto plazo los programas de inversiones a escala europea podrían “socializar” de alguna manera la deuda pública, dando un respiro a los Estados más endeudados (Grecia), dicha deuda continuaría acumulándose y terminaría comprometiendo a la UE en su conjunto. En palabras del economista belga Henri Houben “sucede lo mismo que cuando le dan un poco de droga a un paciente crítico arguyendo que le permitirá salir de su infierno”, ya que“como todos los medicamentos, tienen efectos secundarios indeseables”.[33] La crisis de la deuda, que no es más que una expresión de la crisis de sobreproducción, se retrasaría, pero no sería resuelta, con lo que tarde o temprano volveríamos a toparnos con la inestabilidad del sistema financiero ante las amenazas de impagos y el riesgo de que un colapso financiero terminase por arrastrarnos finalmente hacia la depresión económica.
Por último, no es verosímil que las oligarquías europeas, incluida la griega,[34] renuncien a sus ganancias monopolistas obtenidas por la posición privilegiada que ocupan en la economía mundial capitalista, más aun cuando deben sobreponerse a la crisis de sobreproducción “conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos”.[35] Bajo las condiciones de dominio de las grandes corporaciones y los grandes bancos, una estrategia “cooperativa” europea solo podría tener viabilidad mediante el recrudecimiento de la depredación de los recursos naturales y humanos del llamado Tercer Mundo. Pero incluso esto se vuelve cada vez más difícil en el momento actual. Una razón de ello es que a la disputa entre las multinacionales norteamericanas, europeas y japonesas, se ha sumado la internacionalización de empresas originarias de los países llamados emergentes, así como el creciente peso diplomático y militar de sus Estados, especialmente de China y de Rusia. Ello hace aún más difícil a las corporaciones capitalistas europeas tanto la concurrencia por la rapiña de recursos naturales y humanos del Tercer Mundo como a los Estados y al proto-Estado europeos la adquisición de áreas de influencia con condiciones favorables para los negocios de las multinacionales. Otra razón es la inexistencia de Europa como potencia militar,[36] que mantiene a la UE bajo el paraguas militar norteamericano a través de la OTAN. Tampoco debe ignorarse la elevada dependencia económica de varios de sus Estados miembros (sobre todo de Alemania, pero no exclusivamente) del comercio con Rusia. Esta situación entre la espada y la pared, entre EEUU y Rusia, agudiza las diferencias entre Estados miembros de la UE y hace cada vez más difícil la cohesión necesaria para actuar como un bloque imperialista compacto.[37] Conserva ampliamente su vigencia la afirmación hecha hace ya un siglo por Lenin de que “desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales "avanzadas" y "civilizadas", los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios”.[38]