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La correspondencia secreta Mussolini-Churchill
Mussolini y Churchill estuvieron unidos durante unos veinte años por una firme amistad, testimoniada por su frecuente correspondencia y las visitas que el inglés efectuó a la propia casa del Duce (sólo Gandhi gozó también de este privilegio). Esto facilitó una comunión política que se tradujo, una vez estallada la II Guerra Mundial, en una serie de ofertas que el ya convertido en primer ministro británico efectuó a su amigo para persuadirle de no entrar en la guerra, en la que tan mal iban las cosas inicialmente a Gran Bretaña.
De hecho, esta neutralidad era cada vez más difícil de mantener por el Duce, que habiendo embarcado a su pueblo en imperialistas aventuras, era reprochado por éste por no entrar en la guerra y obtener beneficios de ella. No hay que olvidar que Italia entera estaba todavía resentida por los pocos resultados obtenidos de la I Guerra Mundial, de la que tan suculentas tajadas coloniales habían sacado las potencias aliadas a costa de las perdedoras, especialmente el Imperio Alemán, que había visto esfumarse la totalidad de sus posesiones en África.
Concretamente, la presión se hacía cada vez mayor al ser vencida y humillada Francia, a la que incluso Gran Bretaña había declarado de facto la guerra (junio de 1940) hundiendo toda su flota en Mazalquivir (julio de 1940), episodio que ha preferido ignorarse posteriormente. El caso fue que, finalmente, Mussolini decidió alinearse con la triunfante Alemania en junio de 1940, confiando en que Hitler le protegería en sus ambiciones coloniales.
De todos modos, la correspondencia entre ambos líderes continuó. No cabe sorprenderse por esto: incluso en los conflictos bélicos suele haber medios para establecer contactos entre los beligerantes por los canales más impensados, generalmente las embajadas en países neutrales. Algunas de estas cartas llegaron a ser muy comprometedoras para Churchill, pues en ellas ofreció a Italia nada menos que partes muy importantes de Francia si Mussolini retornaba a la neutralidad. Concretamente, zonas como Niza, Córcega, Túnez, Djibuti, la Saboya y alguna más.
No es fácilmente explicable que Churchill llegara a permitirse actos tan arriesgados para su futuro, y sólo cabe explicarlo por la presión asfixiante en que se encontró Gran Bretaña en los años 1940-41, hasta que las gestiones de Churchill con Roosevelt acabaron decidiendo a Estados Unidos a entrar en el conflicto. No hay que olvidar que el presidente estadounidense había basado su campaña de reelección (noviembre de 1940) en el mantenimiento de la neutralidad, y aunque ya es conocido el valor de la palabra de los políticos, resultaba duro desdecirse tan pronto; en ese sentido el ataque japonés a Pearl Harbour (diciembre de 1941) fue providencial. Tan providencial que ha motivado todo tipo de sospechas y comentarios; de hecho se olvida que previamente Estados Unidos estaba sometiendo Japón a un bloqueo marítimo y comercial que obligaba a la potencia asiática a buscarse materias primas como fuera.
Ya asegurada Inglaterra con la entrada el gigante americano, Churchill fue olvidando sus promesas, e incluso llegó a pedir a Mussolini el retorno de la comprometedora correspondencia. Pero, claro está que el astuto estadista italiano dio la callada por respuesta; los documentos obrando en su poder podían constituir un valioso salvoconducto para él en el futuro.
Y así sucedió a partir de julio de 1943, cuando las cosas empezaron a torcerse para el Duce. Desembarcados los aliados en Sicilia, fue depuesto fulminantemente e incluso encarcelado, mientras el nuevo gobierno italiano negociaba una paz por separado con los aliados olvidando a sus aliados alemanes, que estaban deteniendo ellos solos el avance aliado en la Línea Gustav. En un audaz golpe de mano, unos paracaidistas mandados por Hitler rescataron a Mussolini de la cárcel del Gran Sasso donde se encontraba, llevándole al pueblo de Salò, cercano al lago Como, para presidir una fantasmagórica República Social Italiana. El empuje aliado fue haciéndose irresistible, y a él se unió el dominio sobre el terreno ejercido por las guerrillas comunistas, que ansiaban implantar en Italia una república al estilo de las de la Europa oriental una vez expulsados totalmente los alemanes.
En estas circunstancias Mussolini pensó en huir con su amante Claretta Petacci confundiéndose entre un grupo de soldados alemanes que regresaban a su país en pleno proceso de hundimiento del régimen nazi (25 de abril de 1945). Pero no le valió la artimaña: un control de los partisanos comunistas le descubrió, y entregado por los alemanes, que no deseaban líos, fue encarcelado.
En todo este proceso Mussolini no había perdido nunca de vista una famosa cartera de cuero negro, que contenía según él valiosos documentos “que cambiarían la historia de Italia”. No es difícil imaginar el contenido de la valija. Además, al parecer, previamente había sacado varias copias en microfilm de las cartas, repartiéndolas entre personas de su confianza. Entre ellas su propia mujer legítima, Rachelle.
A partir de ese momento empieza a confusión. Tres días después de su detención (28 de abril de 1945), Mussolini y Claretta fueron “ejecutados” con sendas ráfagas de ametralladora al parecer en Dongo, aunque no hay acuerdo ni siquiera en esto. No se sabe con claridad quiénes fueron los autores de los asesinatos, aunque los partisanos comunistas se lo atribuyeron sin tardar, trasladando los cuerpos, con los de otros diecisiete colaboradores, a Milán, donde fueron cruelmente expuestos a la irrisión y crueldad pública.
El caso es que la misteriosa cartera había desaparecido. Pero poco después, apenas alcanzada la paz con las potencias del Eje (mayo de 1945), y perdidas por Churchill las elecciones, empiezan unas extrañas y repetidas visitas de éste a la zona del lago Como, con el pretexto de pintar. No cabe duda de que así se mantenía en contacto directo con una pléyade de informadores británicos que seguían denodadamente el rastro de los originales y las copias de los documentos, tan comprometedores para el entonces ex premier inglés.
Al parecer, casi todos los papeles fueron recuperados finalmente por Churchill, quien intensificó sus visitas hacia 1950, en vísperas de las elecciones que finalmente ganaría. Pero algo se quedó en el tintero, pues en 1954 la revista italiana Oggi publicó súbitamente algunas de las cartas. La segunda parte prometida por la revista nunca apareció, es más, la revista desapareció temporalmente.
Para complicar las cosas, pronto apareció un tal Bruno Lonati, quien afirmó haber sido él quien asesinara a Mussolini y Claretta en Germasino tras eliminar a los guardianes que los mantenían prisioneros. Según sus afirmaciones, obedecía las órdenes de un inglés llamado “capitán John”, y los comunistas se apresuraron a llevarse los cuerpos para atribuirse ellos la muerte de Mussolini y conseguir así un fuerte prestigio en aquellos momentos de transición. Desde luego, la fraternal amistad entre Churchill y Mussolini se había esfumado completamente con los años.
Siempre según las afirmaciones de Lonati, éste afirmó haber sido contactado telefónicamente, años más tarde, por el “capitán John” en Londres, aunque éste nunca se presentó. Las copias de las cartas aparecidas, y otras más que lo ha hecho con el tiempo, han sido examinadas a fondo por varios historiadores, entre ellos el italiano Arrigo Petacco, quien considera las primeras totalmente legítimas, dudando más sobre las últimas.
En suma, que se mantiene la “duda oficial” sobre la autenticidad de esa correspondencia. Duda que no es más que un púdico velo que se tiende sobre sucesos que todo el mundo conoce pero que prefiere ignorar oficialmente. Pues Francia se vería obligada a tomar alguna medida contra quien jugó así con su integridad nacional… y prefiere creer que no pasó nada. Incluso los políticos italianos decidieron pasar por alto por el enojoso asunto, pues parece que el comunista Sandro Pertini, presidente de la República años más tarde, fue quien suministró a Churchill, en entrevista personal, los originales de las famosas cartas.
¿Aparecerán éstas un día? Es posible que yazgan en alguna caja fuerte, pero lo más probable es que fueran destruidos inmediatamente. A fin de cuentas, en 1995, transcurrido el medio siglo desde el final de la II Guerra Mundial, quedó levantado el secreto sobre la documentación del conflicto, y nada nuevo ha surgido.
SS-18 escribió:Hostias tio, te podias haber currado mejor el post hombre.
SS-18 escribió:Hostias tio, te podias haber currado mejor el post hombre.
ajuan escribió:Primero camarada no es que me quiera agrandar pero se bastante sobre este conflicto y mas que usted,como veo como es no tengo ganas de seguir discutiendo con gente que no sabe como hacerlo.Ademas no vivo en españa y quedate tranquilo que soy un buen aprendido
ajuan escribió:"Por un lado un Roosevelt condescendiente que confiaba excesivamente, casi de manera ingenua, en Stalin, y por el otro un Churchill que recelaba de cada palabra o gesto del líder soviético. Esa contraposición de sentimientos creaba muchas situaciones incómodas para los aliados occidentales y que causó toma de decisiones a espaldas de uno y otro."
Fuente:http://www.exordio.com/
rj93 escribió:bla
La segunda reunión se programó para las once de la noche. El optimismo que Churchill había demostrado por la mañana se hizo añicos, pues el humor de Stalin pasó de una amabilidad reservada a una hostilidad formal. Abrió la reunión entregando a Churchill un aide-mémoire que se tradujo de inmediato y en el que se acusaba a los británicos de incumplir su acuerdo de crear el segundo frente. " Fácilmente se comprenderá que la negativa del gobierno británico a abrir un segundo frente en Europa en 1942 es un golpe a la moral del pueblo soviético-que había confiado en que se abriría el segundo frente-, complica la situación del Ejército Rojo y perjudica los planes del alto mando soviético" (71). Churchill dijo que respondería por escrito, pero advirtió a Stalin de que "hemos tomado una decisión por lo que se refiere a las acciones que debemos llevar a cabo y que los reproches eran en vano" (72).
Stalin sacó todo su mal genio. Acusó a los británicos no sólo de romper sus promesas, sino de cobardía. "A ustedes los británicos les asusta luchar. No deberían ver a los alemanes como si fueran superhombres. Tarde o temprano tendrán que luchar. No pueden ganar una guerra sin entrar en batalla". (73). Según Averrell Harriman, Stalin se mostró "realmente ofensivo". Churchill reaccionó con furiosa elocuencia. "He venido de visita a Europa en medio de todos mis problemas-sí señor Stalin, yo, como usted, también tengo problemas-con la esperanza de encontrar una mano amiga y estoy terriblemente decepcionado, pues no la he hallado" (74). Durante los cinco minutos siguientes Churchill habló, a juicio de uno de los miembros de la delegación americana, "de la manera más lúcida, dramática y contundente que jamás haya oído hablar a nadie"; de hecho, dijo tantas cosas que ninguno de los dos intérpretes pudo tomar notas de su discurso. Sólo Alexander Cadogan pudo anotar las palabras del primer ministro. "¿Se lo ha dicho?", preguntó un Churchill enfadado a su intérprete. Al final, Cadogan lo intentó y leyó sus notas, pero Stalin levantó la mano y se hechó a reír. "Sus palabras carecen de importancia-dijo-. Lo que es fundamental es el espíritu" (75).
Con respecto a la buena relación entre Churchill y Roosevelt, éste último albergaba una antipatía por él desde hacía más de veinte años, cuyas raíces se hallaban en el recuerdo que Roosevelt tenía de la única reunión que mantuvo cara a cara con Churchill cuando, en 1918, como subsecretario de la Armada, visitó Francia y Gran Bretaña. En Londres pronunció un discurso en una cena celebrada en la Gray´s Inn, bastión del poder legal británico. Churchill, que por entonces era una figura pública mucho más famosa, se encontraba entre los asistentes. Tiempo después Roosevelt señaló que el británico se comportó como un " matón... tratándonos a todos con prepotencia"
En el prólogo de ``Otra mirada sobre Stalin´´ de Ludo Martens.SS-18 escribió:Meca donde pone eso, para buscarlo..
Erazmo escribió:ajuan, así que los yanquis dejaban afuera al obeso churchill de las conversaciones con stalin y en que historieta cómica leisteís eso, en el cairo fué stalin quién quedó fuera. Y lo más espectral es que vos sabeís que stalin "odiaba a churchill pero a roosvelt no tanto", que democrático es acción comunista y que mal está la educación en españa por eso tienen cada vez menos horas de clase.
Mejor idos a estudiar ajuan os hace mucha falta.
Saludos Revolucionarios
FDR strongly approved of the film. In his assessment of Soviet politics, he was much closer to Davies, his second Ambassador, than to his first, William C. Bullitt.6 Contrary to Davies, Bullitt never missed an opportunity to warn FDR of Stalin’s treachery. In a typical exchange, Roosevelt responded:
Bill, I don't dispute your facts; they are accurate. I don't dispute the logic of your reasoning. I just have a hunch that Stalin is not that kind of man. Harry [Hopkins] says he's not and that he doesn't want anything but security for his country, and I think if I give him everything I possibly can and ask for nothing in return, noblesse oblige, he won't try to annex anything and will work with me for a world of democracy and peace...
...FDR desired to meet him, turn his famous charisma on him, and decide world affairs with him on a personal basis. As early as March 1942, he wrote British Prime Minister Winston Churchill:
I think I can personally handle Stalin better than either your Foreign Office or my State Department. Stalin hates the guts of all your top people. He thinks he likes me better, and I hope he will continue to do so...
...Soon afterward, the President entrusted former envoy Davies with a new mission: flying to Moscow and telling Stalin in private how much the American President respected him and how much he wanted to build their special relationship. To prove it, Davies was to tell the tyrant that FDR wanted to meet him face-to-face.
Prior to his departure in May 1943, Davies brought a fresh print of Mission to Moscow to the White House for a sneak preview. After its viewing, he secured FDR’s permission to take a copy with him to Moscow, along with a sealed envelope that the President had prepared for Stalin.
When Davies arrived in Moscow, Amb. Standley, not informed of the mission in advance, resigned in disgust. Davies met Stalin in the Kremlin and read him the letter. He emphasized the US government’s disapproval of British imperialism and broadly hinted that the USA and the USSR, without the British, could rule the world together. Having betrayed British allies and destroyed the incumbent Ambassador, Davies then retired with Stalin to the Kremlin...
...Stalin confirmed the arrangement through the Soviet Embassy in Washington, so Roosevelt felt that he had achieved something. The following day, 11 November, he urged Churchill to accept the site and rejected the idea of meeting alone with the Prime Minister in advance, fearing that Stalin would think that they had “ganged up” against him. Stalin had FDR acting in his best interests...
(aquí se refleja el interés de Roosevelt de no verse antes con Churchill para no escamar a Stalin, el caso es que la conferencia de Teherán se hizo allí porque Stalin no quiso moverse más lejos apesar de que FDR era paralítico. Luego, si finalmente los otros se vieron antes, tiene más que ver con la escala técnica necesaria, el encuentro con Chiang Kaishek y la inflexibilidad de Stalin.)
And so President Roosevelt made the trip to Teheran, flying eight hours from Cairo in the Presidential DC-4, jokingly called “the Sacred Cow.” He had come to Cairo for a five-day conference with Chiang Kaishek, leader of the Nationalist Chinese, and Winston Churchill, his closest ally, whom he snubbed. While in Cairo, he communicated with Stalin in order to finalize their meeting in Teheran.
...As Thomas Fleming notes in The New Dealers’ War: FDR and the War Within World War II, Churchill once said that making an alliance with Stalin would be the same as “shaking hands with murder.” ...