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    Capitalismo y Migraciones

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    Mensaje por ajuan Vie Jun 12, 2015 4:22 am

    Capitalismo y Migraciones escribió:Miguel A. Montes

    Es corriente hoy en una situación de crisis económica, recurrir al inmigrante como chivo expiatorio al que cargar la culpa de todos los males del capitalismo: el paro, la pobreza, etc. Ese es uno de los discursos los que ideólogos ultraderechistas y populistas recurren para salvar el culo a los verdaderos culpables de la crisis, la oligarquía financiera y su causa, el capitalismo. Un ejemplo cercano lo tenemos en la Plataforma X Catalunya de Anglada: “primer els de casa” vinculado al lepenismo francés, y el alcalde del PP de Badalona. Para estas opciones políticas el objetivo no es el fraude empresarial, ni las cifras multimillonarias públicas para salvar a la banca, ni el mantenimiento de la Casa Real o la Iglesia Católica, ni los exorbitantes gastos militares, que arruinan al país, sino los inmigrantes, es decir los más débiles.

    Durante todo el S.XX el bloque dominante en el poder de los Estados capitalistas en representación de la fracción hegemónica de la clase dominante, la oligarquía financiera, siempre ha utilizado tácticas de división de la clase obrera, que forman parte de estrategias anti-clase, para integrar ideológicamente por separado a los trabajadores como individuos o masas pasivas a los objetivos del capitalismo, la acumulación y expansión del capital.

    Los obreros inmigrantes no sólo han sido utilizados como factor económico de sobreexplotación, sino también como factor ideológico de división entre obreros nativos y foráneos. Recordemos nuestra propia historia, cuando en Catalunya el régimen franquista intentó enfrentar a obreros inmigrantes con obreros catalanes, con el objeto de dividir a la clase obrera incluso bajo la bandera del nacionalismo chovinista español. Sin embargo, la lucha de clases negada por el régimen, impulsó que fueran inmigrantes la mayoría de los dirigentes obreros del movimiento de oposición al régimen franquista en las fábricas, las CC.OO. de la Catalunya industrial.

    No podemos olvidar tampoco que la historia de la humanidad es la historia de grandes migraciones producto de las luchas de clases. En la Antigüedad (las colonias de Grecia, Cartago y Roma, la conquista y migración forzada de los esclavos). En la Edad Media (invasiones y guerras de conquista con el desplazamiento de poblaciones). En la transición del feudalismo al capitalismo con el desplazamiento de millones de personas que sirvieron para colonizar, sobre todo América, por medio de la invasión y genocidio, y el triángulo del comercio de esclavos (según H. Brunschwig el número de cautivos africanos desembarcados en América hasta finales del S.XIX pudo llegar hasta 20 millones). Con la revolución industrial el éxodo rural que ha dado lugar al mayor proceso migratorio de toda la historia que todavía perdura. Y el acentuado desarrollo desigual entre países desarrollados y dependientes bajo el imperialismo hasta ahora.

    Por todo ello no se puede decir que exista un pueblo o nación pura cultural o racialmente. Stalin en su primera definición de la nación lo va a plantear, la nación no es de raza ni de tribu, por ej. la nación italiana fue constituida por romanos, germanos, griegos, árabes, etc., otro tanto cabe decir de ingleses, alemanes, etc. (1) Pretender por ej. que los catalanes seamos descendientes directos de los carolingios es una desfachatez y un insulto al rigor histórico, además de un “desliz” ahistórico, racista y xenófobo (2).

    Voy a tratar de destacar lo que se planteaba desde el marxismo en las diferentes fases del desarrollo del capitalismo sobre el fenómeno migratorio. Para ello elijo a Marx, Rosa Luxemburg y Lenin, que abarcan desde el surgimiento del modo de producción capitalista hasta su fase superior, el imperialismo.

    MARX SOBRE LA EMIGRACIÓN E INMIGRACIÓN EN EL CAPITAL

    En realidad, desde una posición científica e histórica, el capitalismo surgió precisamente de la emigración de la fuerza de trabajo disponible para la acumulación de capital, algo que los xenófobos fácilmente olvidan. Desde que existe el capitalismo, la emigración no ha parado nunca de fluir. La emigración siempre ha sido y es una constante del capitalismo, la forma más brutal de la movilidad de la fuerza de trabajo asalariada.

    Marx en El Capital nos habla de la acumulación originaria del capital, además del expolio y la colonización de continentes enteros, y coloca a las migraciones como base de la expansión del trabajo asalariado. En el campo la decadencia del modo de producción feudal y la introducción de las manufacturas aceleró el desplazamiento, emigración, de los trabajadores hacia los nuevos centros industriales. Para Marx la fuente más importante de la afluencia de fuerza de trabajo en Europa es la proletarización constante de las capas medias rurales y urbanas, la decadencia de la economía campesina y la industria artesanal, como proceso de eliminación de formas de producción precapitalistas. La introducción del maquinismo aceleró aún más la supresión del feudalismo, las nuevas industrias se llenaban de antiguos campesinos desposeídos de sus medios de producción. La aparición de nuevas ramas de la industria amplió ese movimiento de nuevas fuerzas de trabajo, del campo a la ciudad.

    Marx estudia el surgimiento histórico de la fuerza de trabajo proletaria en un doble proceso, su “liberación” de las estructuras precapitalistas y la supeditación al capital. Esa “libertad” se transforma en su contrario en cuanto entra en el mercado de trabajo, allí se encuentra el lugar de la coacción, de las relaciones de fuerza. Así la “libertad” adquirida por la fuerza de trabajo obrera es el comienzo de una nueva explotación y coacciones del sistema industrial capitalista.

    La acumulación originaria de capital basada en la separación de los productores de sus medios de producción para disponer de trabajadores libres del régimen de servidumbre y del gremialismo, libres a los que explotar bajo el trabajo asalariado, se realizó mediante métodos terroristas, con el cercamiento de tierras baldías y la sustracción violenta de las tierras comunales de los campesinos para destinarla a la producción agraria capitalista, y tierras convertidas en praderas para el pastoreo y la caza. Fue esa acumulación originaria de capital la que causó la destrucción masiva de poblados y viviendas campesinas, donde millones de campesinos arrendatarios fueron arrancados violentamente de sus tierras, sustraídos de sus medios de vida, obligados a vender su fuerza de trabajo bajo leyes de hierro que prohibían y perseguían el vagabundaje y la mendicidad.

    Todo ello fue descrito con todo detalle por Marx en “El Capital” como un “proceso de expropiación violenta de las masas populares” (3), y como una “serie de robos, ultrajes y opresión que acompaña a la expropiación violenta del pueblo” (4).Expropiación realizada por medios terroristas sobre la población rural (5). Estos fueron los métodos “liberadores” para acrecentar el número de proletarios procedentes del campo, que en éste tránsito de 4 siglos de acumulación originaria, pasando por la primera revolución industrial en Europa (siglos XVIII y XIX) hasta el predominio de la gran industria deambularon con la muerte a cuestas y el hambre masivo, con una legislación que prohibía y perseguía las asociaciones obreras, donde la huelga era un delito penal y se limitaba los salarios al mínimo.

    Marx señalaba en El Capital la imposibilidad de aumentar extensiva e intensivamente la explotación de los obreros que ya trabajan, siendo forzoso la incorporación de fuerzas de trabajo adicionales. Aquí el propio mecanismo de la producción capitalista lo resuelve, la propia reproducción de la clase obrera es la fuente del aumento de la fuerza de trabajo necesaria a disposición del capital. Pero también mostró por otra parte, la imposibilidad de que la clase obrera adapte su reproducción a las necesidades cambiantes del capital, y de ahí la existencia del ejército industrial de reserva o superpoblación relativa (a las necesidades de la acumulación de capital) de obreros despedidos por el maquinismo o por el desarrollo del capitalismo en el campo.

    Para Marx la superpoblación relativa va más allá de la acumulación primitiva de capital y abarca todas las fases del capitalismo, por tanto esa fuerza de trabajo adicional surge no sólo de la propia reproducción de la fuerza de trabajo, su multiplicación natural, sino también de la expropiación de los trabajadores de sus medios de producción y de la inmigración que por ello provoca.

    Para Marx las migraciones son un fenómeno permanente en el surgimiento y desarrollo del capitalismo. Marx señaló que el maquinismo que desplaza a la manufactura permite a la acumulación de capital utilizar fuerza de trabajo poco calificada, donde el régimen industrial capitalista moviliza fuerzas de trabajo con escaso valor de cambio. A su vez rechaza a los obreros especializados que la máquina vuelve superfluos, los cuales se convierten en parte de lo que Marx llamaría superpoblación relativa, ejército industrial de reserva. Maquinismo y ejército de reserva, provocan la emigración de parte de ese contingente de fuerza de trabajo nacional sobrante. Por ello Marx señala que la constante “eliminación” de obreros en los países de gran industria fomentó la emigración y la colonización de países extranjeros (6). En este caso esa emigración hacia Norteamérica, Australia, etc., señalada por Marx, es efecto del maquinismo y del acceso al trabajo asalariado de fábrica de fracciones del proletariado hasta entonces inaccesibles para el capital: niños, mujeres, artesanos y campesinos expropiados.

    ROSA LUXEMBURG SOBRE LA EMIGRACIÓN E INMIGRACIÓN EN LA ACUMULACIÓN DEL CAPITAL

    Rosa Luxemburg en La acumulación de capital destaca que ésta tiene un doble aspecto, la existente en el modo de producción capitalista puro, y la que existe entre el capital y las formas de producción no capitalistas. Proceso que para Rosa se realiza a nivel internacional (7) por medio del colonialismo bajo la fase imperialista. En consecuencia el proceso de expropiación de las formas precapitalistas no es un fenómeno que valga sólo para el nacimiento del capitalismo, la acumulación primitiva, sino que también es un fenómeno de su desarrollo. Desde su nacimiento y para siempre, el capital adopta la violencia y expropiación de los demás modos de producción. Trasladando esta tesis hacia la actualidad, también se puede añadir la dominación violenta de los capitalismos centrales sobre los capitalismos de la periferia, donde subsisten todavía modos de producción precapitalistas que son dominados por la acumulación de capital.

    Rosa Luxemburg concluye que la reserva de fuerzas de trabajo adicionales “sólo pueden venir permanentemente de capas y países no capitalistas” (Cool es decir, de las colonias o semicolonias dominadas por las potencias capitalistas. Toma ejemplos de la introducción del capitalismo en las colonias, que provocan el éxodo rural y la proletarización de las capas medias: la colonización de la India o de Argelia, en ambos casos se transforman las formas agrarias de producción precapitalistas en propiedad privada capitalista, la ruina de la mayoría de los árabes en Argelia provocó la emigración para terminar engrosando las filas del proletariado francés.

    En la fase imperialista se amplifica esta característica constante del capitalismo, aumenta la masa obrera que se ve forzada a vender su fuerza de trabajo, por medio de la destrucción de las formas de producción precapitalistas de los países coloniales, obligando a millones de personas a emigrar hacia las metrópolis de los países capitalistas o a trabajar para los monopolios capitalistas extranjeros instalados en las colonias. Para Rosa este es el último capítulo del proceso de expansión del capital, de la concurrencia internacional entre los Estados capitalistas que pugnan por los restos del los territorios no capitalistas.

    Este reclutamiento de la fuerza de trabajo de las colonias no es específico del imperialismo sino del capitalismo desde sus orígenes (crítica a Otto Bauer), Rosa concede a las migraciones una importancia primordial en cuanto a las condiciones de la reproducción ampliada del modo de producción capitalista. Migraciones internacionales que Rosa analiza en su doble aspecto, inmigración de fuerza de trabajo hacia las metrópolis como proceso de alimentación de la superpoblación relativa, y emigración hacia las colonias, ya sea de capital, cuadros, técnicos y de población obrera sobrante.

    LENIN SOBRE LA MIGRACIÓN E INMIGRACIÓN EN EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN RUSIA

    Lenin en “El capitalismo y la inmigración de los obreros” (9) nos destaca el descenso de la emigración de los países imperialistas y el aumento de la emigración hacia los países imperialistas de masas humanas procedentes de los países atrasados. En “El imperialismo fase superior del capitalismo” analiza ese vuelco de la tendencia en la emigración de los trabajadores como un aspecto fundamental del imperialismo (concentración de la producción y de los monopolios, el reparto del mundo entre las grandes potencias y el parasitismo y la composición del capitalismo), citando a Hobson destaca la disminución de la emigración en Inglaterra y el aumento de obreros llegados a Alemania, Austria, Italia, Rusia, Francia, señalando que los obreros inmigrados de la Europa Oriental en EE.UU. ocupaban los puestos peor retribuidos (10). Para Lenin esa explotación de obreros peor retribuidos venidos de los países atrasados es más pronunciado en el imperialismo.

    Con anterioridad en “El desarrollo del capitalismo en Rusia” Lenin aporta su contribución más valiosa y extensa sobre el fenómeno de la inmigración. Lenin aplica a la economía rusa el método utilizado por Marx, señala la emergencia de la economía mercantil capitalista desde la descomposición del campesinado ruso y la transformación de los terratenientes en capitalistas. El campesino se ve desplazado por las nuevas clases que constituyen la base de la economía mercantil capitalista, la burguesía rural y el proletariado agrícola. Describe igual que Marx la movilidad territorial de la fuerza de trabajo como elemento constitutivo del modo de producción capitalista, proceso de constitución de la fuerza de trabajo por la transformación de los campesinos en obreros agrícolas y por el éxodo rural hacia los centros industriales.

    Lenin destaca que la gran industria maquinizada crea la movilidad de la población, la demanda general de obreros crece, la división social del trabajo recibe un impulso enorme, aumentan los centros industriales fenómeno imposible para Lenin sin una inmigración en masa de los obreros (11). Este movimiento migratorio da un enorme impulso a la descomposición de los campesinos proporcionando la demanda de trabajo de la gran industria, transformando al mujik en proletario, asegurando los “brazos más baratos, más atrasados y menos exigentes” para el trabajo asalariado (12). El desarrollo del capitalismo en Rusia al destruir al campesinado y el artesanado en beneficio de la agricultura capitalista, las manufacturas y fábricas, obliga a los trabajadores desposeídos de sus medios de producción a desplazarse, a vender su fuerza de trabajo recientemente “liberada”. Así Lenin destaca que las migraciones obreras se dirigen hacia las regiones agrícolas más ricas (Rusia europea) o hacia los centros industriales, mineros, metalúrgicos, navales, etc. Señala que los salarios son más elevados en las regiones de inmigración que en las de emigración, destacando que un mejor salario impulsa la decisión de emigrar: “la migración proporciona ventaja puramente económica a los obreros porque éstos van al lugar donde el salario es más elevado” (13).

    Lenin supo analizar el movimiento migratorio como elemento determinante del nacimiento y desarrollo del capitalismo. En su polémica con el populismo ruso destaca el carácter progresivo de las migraciones como elemento de desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas, la superación de las formas de sojuzgamiento económico feudales. No obstante ese progreso social Lenin lo entiende sólo con respecto a los modos de producción anteriores, pero este progreso se transforma en su contrario en el propio curso del desarrollo del capitalismo, por la sumisión del trabajo al capital.

    Tanto Lenin como Rosa Luxemburg y Marx analizan la migración de trabajadores entendido como producción de la fuerza de trabajo, es decir, como la transformación del trabajador independiente o bajo dominación feudal, en proletario. Transformación en mercancía fuerza de trabajo que marca el surgimiento al capital como modo de producción, donde la fuerza de trabajo se haya sometida a las mismas leyes que regulan la circulación de las mercancías. Sin olvidar que ese movimiento migratorio en masa acompaña al capitalismo en todas sus fases de desarrollo. Precisamente para Marx la definición de la fuerza de trabajo como mercancía encierra ya su carácter móvil, la movilidad de los trabajadores es una característica fundamental de toda fuerza de trabajo, es necesaria al funcionamiento del ejército de reserva. Para Marx la explotación de las fuerzas de trabajo y su movimiento migratorio no se pueden separar, la explotación de nuevas fuerzas de trabajo (inmigrantes, mujeres, jóvenes, trabajo parcial, etc.) y su circulación, forman una unidad necesaria para contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia del capital.

    Algunas conclusiones de lo planteado por Marx, Rosa y Lenin en perspectiva:

    Las migraciones son la base de la expansión del trabajo asalariado en la acumulación originaria de capital, por medio de la destrucción de las formas de producción precapitalistas y la “liberación” de los trabajadores, campesinos y artesanos desposeídos de sus medios de trabajo, disponibles para vender su mercancía fuerza de trabajo.
    Las migraciones se producen del campo a las manufacturas y centros industriales en la acumulación originaria. La revolución industrial, con el desarrollo de las fuerzas productivas y la expansión de las relaciones de producción capitalista hasta nuestros días ha dado origen al mayor proceso migratorio de la historia que no ha terminado todavía, y que se da bajo nuevas formas, el éxodo rural ha involucrado a miles de millones de campesinos en todo el mundo dando origen en la actualidad a un crecimiento masivo de ciudades enormes tanto en el centro como en la periferia.
    La reproducción ampliada de capital crea la necesidad de disponer una fuerza de trabajo adicional: superpoblación relativa, el ejército industrial de reserva. Esa fuerza de trabajo adicional, necesaria para la acumulación de capital, se crea de forma natural mediante la reproducción de la fuerza de trabajo, su multiplicación, y mediante la inmigración. Dando así a las migraciones un factor permanente del desarrollo del capitalismo.
    La introducción del maquinismo y la gran industria en el S.XIX en Europa genera una emigración de países capitalistas hacia las colonias y Norteamérica, del sobrante de fuerza de trabajo cualificada, desplazada de la producción.
    La introducción del capitalismo en las colonias provoca el éxodo rural y la proletarización de las capas medias urbanas. Bajo la fase imperialista y ante la necesidad de una mayor reserva adicional de fuerza de trabajo en los países imperialistas, los países atrasados de Europa y las colonias se convierten en cantera de fuerza de trabajo disponible para emigrar hacia los países capitalistas europeos y de Norteamérica, o para trabajar en los monopolios extranjeros instalados en el mismo país. Este reclutamiento de la fuerza de trabajo no es específico del imperialismo sino del capitalismo desde sus orígenes. En la actualidad, desde la segunda mitad del S.XX con la implantación de miles de filiales productivas de corporaciones transnacionales (electrónica, textil, auto, etc.) en países dependientes (Latinoamérica y Asia Pacífico excepto Japón) han demandado una cantidad de millones de fuerza de trabajo autóctona, dándose el mismo proceso migratorio masivo en el interior de tales países. El éxodo rural en las antiguas colonias y países de la periferia supuso la emigración de millones hacia EE.UU., Canadá, Japón, Europa y Australia. No obstante la inmigración es mayor en el interior de los países de la periferia que su emigración, siendo notorio que las grandes ciudades más pobladas del mundo hoy han surgido precisamente allí: México, Bombai, Sanghai, Sao Paulo, etc.
    6. La emigración se da en un doble sentido, hacia los países atrasados (cuadros, técnicos, obreros sobrantes) y hacia los países capitalistas más industrializados. Bajo el imperialismo se destaca el descenso de la emigración de los países imperialistas y el aumento de la emigración de los países atrasados.
    Una de las razones de la emigración son los salarios más altos en las zonas de inmigración que en las de emigración.
    Las migraciones garantizan para la acumulación de capital la disponibilidad de nuevas fuerzas de trabajo más baratas para contrarrestar la caída de la tasa general de ganancias del capital. Por tanto adquiere un carácter permanente en todas las etapas del capitalismo.


    LA INMIGRACIÓN COMO CONSECUENCIA DEL CAPITALISMO

    Partiendo del análisis de Marx, Rosa y Lenin concluiremos que la emigración de la fuerza de trabajo es una consecuencia del surgimiento y del desarrollo desigual del capitalismo. EE.UU. y Europa se configuraron a base de oleadas de inmigrantes. La mitad de Irlanda emigró a Norteamérica, y más de 5 millones de británicos lo hicieron a EE.UU, Australia y Canadá. A fines del S.XIX y principios del XX más de 3 millones de españoles emigraron a América, y después se sumarían los exiliados de la guerra civil. Todavía hay más de 2 millones de españoles emigrados fuera de nuestro país. Después de la IIª Guerra Mundial, españoles, griegos, italianos, portugueses, turcos, etc., emigraron a la RFA, Bélgica, Suiza, Francia y Holanda, contribuyendo al gran desarrollo industrial y económico de esos países. Sin la fuerza de trabajo extranjera la expansión del capitalismo europeo y de EE.UU. hubiera estado coja.

    En Europa Occidental el nuevo proceso de industrialización tras la II Guerra Mundial no se da igual en todos los países y regiones, la acumulación de capital provoca la crisis de sectores de la economía poco preparados (pequeñas empresas artesanales, industrias no competitivas, agricultura tradicional), lo que genera desplazamientos internos de capital y de población hacia las zonas industrializadas internamente en países como la RFA y externamente en países como España donde el modo de producción capitalista y la acumulación es insuficiente e incapaz de absorber toda la fuerza de trabajo desplazada hacia las zonas industrializadas (Catalunya, Euskadi y Madrid). Precisamente la estrategia del franquismo en aquellos años pasó por exportar el paro hacia Europa, ante la imposibilidad del capitalismo español dependiente de absorber toda la fuerza de trabajo. La emigración al extranjero fue una válvula de seguridad social y política para el régimen franquista (resolución del problema del paro, y percepción por el capital de las divisas ingresadas por los trabajadores en el extranjero). En los años 70 ya habían salido casi 3,5 millones de españoles trabajando más allá de los Pirineos hacia Francia, Bélgica, RFA y Suiza.

    Este desarrollo desigual en la Europa capitalista ha forjado una división del trabajo entre países o regiones en los que se encuentran los sectores punta de la industrialización y el resto. Una división que corresponde al papel dominante de unos y dependiente de otros que se ven obligados a recurrir al capital y la tecnología extranjera con las consiguientes relaciones de dependencia. A estos países les corresponde entre otras tareas la de proporcionar una materia prima indispensable para la acumulación de capital, la fuerza de trabajo inmigrada adicional. Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Holanda, recibieron oleadas de inmigración de países de la periferia europea (Italia, Portugal, Grecia, España, Turquía) además de África del Norte, durante los años 50, 60 y 70 del siglo pasado. Fuerza de trabajo inmigrante que tendía a ocupar los puestos de trabajo menos cualificados y penosos, y que obedecía a la necesidad que el capitalismo monopolista de Estado tiene de una fuerza de trabajo cuyas características (mayor sumisión, vulnerabilidad jurídica, carencia de derechos sociales y políticos, etc.) no puede encontrar en la fuerza de trabajo autóctona.

    La emigración juega para la acumulación de capital un papel clave para mantener un ejército de reserva y presionar negativamente sobre los salarios, para reducir al mínimo el coste de la reproducción de la fuerza de trabajo, disponiendo de una masa de fuerza de trabajo dispuesta a trabajar en cualquier momento y bajo cualquier condición. Ello no quiere decir que la introducción de inmigrantes sea causa de paro para los trabajadores autóctonos, ya que dicha introducción obedece a una demanda adicional de trabajo masivo y no cualificado (14).

    Los millones de obreros inmigrantes constituyen una masa de trabajo ideal para mantener la tasa media de ganancia del capitalismo, un medio anticrisis y freno a la caída de la tasa de ganancias. Es precisamente la diferencia de situación con respecto a la clase obrera autóctona, lo que convierte a la inmigración en un bocado apetecible para los empresarios europeos. La inmigración ha constituido para el capitalismo europeo y su mercado de trabajo un elemento de flexibilidad permanente que los trabajadores nacionales ya no podían garantizar. El inmigrante desempeña el imprescindible papel de recambio, de puestos de trabajo no cubiertos por la fuerza de trabajo autóctona y compensa su inmovilidad para el capital. La permanente rotación y movilidad a la que se ve sometida la fuerza de trabajo inmigrada garantiza a los empresarios una disponibilidad ilimitada de fuerza de trabajo joven y en buenas condiciones físicas. Lo que en realidad le interesa al capital es esa debilidad, desorganización y división de la clase obrera para aumentar la tasa de explotación media.

    La vulnerabilidad política de los inmigrantes no es sólo un arma del capital para imponer sus condiciones de producción y reproducción de la fuerza de trabajo, sino también un elemento fundamental de la política de clase de la oligarquía financiera contra el conjunto de la clase obrera. La existencia de la inmigración representa un fraccionamiento permanente de la clase obrera, tanto a nivel general como en cada una de las empresas y sectores donde coexisten trabajadores nacionales y extranjeros. Semejante fraccionamiento es un obstáculo objetivo para el progreso de la lucha y organización del proletariado, pues sitúa a una parte importante de la clase obrera en condiciones de inferioridad tales que su participación en los movimientos sociales y políticos de la clase obrera representa una empresa más difícil.

    El coste de reproducción de esta fuerza de trabajo ha constituido y constituye en sí un enorme ahorro importante para el capitalismo europeo en los países más avanzados. El ahorro es mucho mayor si se considera que la mayoría de estos trabajadores vuelven a su país de origen más pronto o más tarde, con lo cual le ahorran al capital el tener que pagar los gastos de su jubilación, o los cuidados médicos en su vejez. Pocos son los inmigrantes acogidos en clínicas geriátricas o en asilo de ancianos, que perciban subsidios por viudedad, larga enfermedad, jubilación, etc., no hay duda que la inversión social es mínima comparada con los beneficios del capital. Pero además, el obrero inmigrado paga impuestos, cotizaciones de seguridad social, de desempleo, etc., con lo que los beneficios del Estado receptor de la inmigración son inmensos. Siendo contribuyente a igual que el obrero nacional, el inmigrante recibe en compensación mucho menos: inferiores necesidades sociales, y familiares, menor capacidad de reivindicar una infraestructura digna, etc. Son miles de millones embolsados por los organismos públicos en cotizaciones sociales e impuestos, sin ningún tipo de contraprestación para este sector de la población trabajadora.

    Pero todo proceso tiene su reverso para el capital. Cuando la duración de la estancia se prolonga, las familias aumentan, crece la población inmigrada. Todo ello hace que comiencen a peligrar las características antes señaladas, que hacen del inmigrante una magnífica “adquisición” para el capital. Aumenta su consumo individual, crecen las necesidades de capital social para la reproducción: inversión en escuelas, hospitales, etc, y lo que es peor, aumenta el grado de organización sindical y de clase. Es precisamente entonces, cuando la población inmigrada establecida llega a un tope considerado peligroso, no tanto por su número, sino por su composición, cuando se fijan los límites de las entradas y salidas.

    En conclusión diremos que la inmigración es un fenómeno estructural, permanente y necesario para los países del centro de la cadena imperialista, que da por hecho con la existencia de una fracción permanente de la clase obrera de cada país como proletariado inmigrante, el cual sólo puede actuar en la mayoría de los casos como inmigrantes, pues como trabajador carece de los derechos básicos del resto de la clase obrera. El punto esencial que explica la necesidad que el capital tiene de la fuerza de trabajo inmigrada es su inferior capacidad de organización política y sindical, en comparación con la clase obrera autóctona. Precisamente el reconocimiento de los mismos derechos sociales y políticos con los trabajadores nacionales, es la reivindicación fundamental de los inmigrantes, la única que el capital no puede ceder plenamente sin que pierda todo su sentido su política de inmigración, ya que es la base en la que se fundamenta todo su sistema de sobreexplotación de la fuerza de trabajo. Por tanto es necesario que a las reivindicaciones generales de toda la clase obrera se le añadan las propias de los inmigrantes (por su establecimiento en igualdad de derechos sociales y políticos que los trabajadores nacionales) como el único camino de realizar la unidad de clase de todo el proletariado.

    Si bien la contradicción principal en los países capitalistas receptores de la inmigración se sitúa entre capital y trabajo, su aspecto principal es el que enfrenta el Estado capitalista y la clase obrera en la lucha por la total igualdad de derechos de todos los trabajadores. Para abordar esta batalla contra el capital monopolista, los inmigrantes tienen que librarla como trabajadores, en unidad organizativa, sindical y política con el resto de la clase obrera.

    RAZONES Y CAUSAS DE LA EMIGRACIÓN

    Las difíciles condiciones económicas, sociales y materiales, y la falta de perspectivas de un futuro mejor son determinantes para decidir migrar hacia los países del centro imperialista. No se trata sólo de huir del hambre y las guerras. El diferencial de salarios nominales, el elevado paro estructural o la ausencia de prestaciones familiares, sanitarias o educativas ya son por sí mismas, razones suficientes. La perspectiva de mejora de las condiciones de vida, donde el diferencial es superior en relación al país de origen, aunque éstas condiciones sean desventajosas respecto a las condiciones de los trabajadores de los países de acogida.

    Las razones económicas de las migraciones, parten de la causa de que el 80% del PIB se destina a cubrir las necesidades y gastos de un 20% de la población mundial, lo que hace que el 80% del mundo tenga que vivir sólo con el 20% de la riqueza generada. Esta es la principal causa de los movimientos migratorios del sur al norte, de la periferia al centro.

    Según el informe sobre Desarrollo Humano del PNUD (15) en el 2009 existen 954 millones de migrantes en el mundo, de los cuales 740 millones son inmigrantes en sus propios países y 214 millones, son emigrantes hacia el extranjero. Los flujos migratorios internacionales han aumentado de 75 millones en 1960 a los 214 millones, pero su peso sobre la población mundial ha crecido poco, del 2,5% al 3,1% de la población mundial, por debajo el 8,5% que se alcanzó antes de la Iª Guerra Mundial. El 37% de la migración internacional se da desde países dependientes hacia países desarrollados, sólo el 3% al revés, y el resto, el 60% se da entre países más desarrollados (no olvidemos que hay 2 millones de españoles en el extranjero) o entre países dependientes y en desarrollo (16)

    De estos 214 millones, EE.UU. sigue siendo el primer país receptor de inmigrantes con 43 millones legales en el 2010 (sin contar casi 10 millones de irregulares), Rusia 12,3 millones, Alemania 10,8 millones, Arabia Saudí 7,3 millones, Canadá 7,2 millones, Francia 6,7 millones, Reino Unido 6,5 millones y España en el 2008, 5,2 mill. de los que 4,4 mill., el 84,6% tienen permiso de residencia.

    La razón de los flujos migratorios a España es la económica y laboral. La gente viene a trabajar y a vivir a nuestro país. Las personas que llegan por medio de pateras o cayucos suponen un porcentaje pequeño (4%). Este flujo migratorio hacia las zonas más desarrolladas, está en expansión en todo el mundo. En nuestro caso, la proximidad geográfica con África, los lazos históricos, culturales y de idioma con Latinoamérica, el envejecimiento de la sociedad española, la falta de fuerza de trabajo en determinados sectores y el crecimiento económico de los últimos años, son algunas de las razones que explican la inmigración.

    En España existen dos situaciones en el colectivo de inmigrantes, la mayoría, los que cuentan con la autorización para vivir y trabajar en el país, y la minoría, los que se encuentran en situación irregular. La inmigración irregular supone, sobreexplotación laboral, más economía sumergida, y en consecuencia el recorte de la recaudación para las arcas públicas que necesitan para mantener y mejorar los servicios públicos y el empleo que sostienen, y una presión a la baja para las condiciones salariales y los derechos laborales de la clase obrera en general.

    Esta inmigración es a priori, entendida como una fuerza de trabajo que viene a cubrir los crecientes déficits a causa, de un lado, del proceso de envejecimiento de las sociedades desarrolladas, y por otro, por el crecimiento de la economía que sigue generando un importante volumen de puestos de trabajo de baja cualificación.

    Este crecimiento de la inmigración ha acompañado a la creación de empleo, si en 1996 había en España 12.872.000 ocupados, en el 2005 había 6 millones más (18.973.000). El crecimiento económico de esos años se basó en sectores intensivos en fuerza de trabajo poco cualificada, con baja productividad y bajos salarios: servicio doméstico, hostelería, comercio, agricultura, transportes, limpieza, construcción… Hay que destacar que cualquier variación de las condiciones macroeconómicas que afecte al mercado interno, los primeros afectados serían el crecimiento y el empleo de estas actividades, por lo que el paro afectaría con mayor intensidad a la comunidad inmigrante que se ocupa mayoritariamente en esos sectores más vulnerables, tal y como se está viviendo con la crisis actual, donde el paro tiene tasas más elevadas entre la población inmigrante respecto al resto.

    Se ha confundido el término crecimiento con el término desarrollo socioeconómico, ya que el crecimiento de los últimos años en España se ha basado en actividades poco productivas con bajos costes laborales y la disponibilidad de un ejército de reserva amplio (temporales + parados). Precisamente una economía con crecimiento, pero sin desarrollo como la nuestra, profundiza en la desigualdad e injusticia social, con un escaso crecimiento de la productividad y el salario medio y una desigual distribución de la riqueza, perdiendo peso las rentas salariares sobre la contabilidad nacional.

    Ya a partir del 2006 la tasa de paro de la población activa extranjera se coloca 8 puntos por encima de la tasa de paro de los españoles (8,6%), uno de cada 6 parados es de origen foráneo (16,7%) (17), lo cual dificulta los procesos de integración y aumenta las bolsas de exclusión y pobreza.

    Contar con un importante ejército de reserva flexibiliza el mercado laboral, gracias a la reducción de costes (cotizaciones y salarios), la mayor disponibilidad y a una actitud menos exigente en el cumplimiento de las leyes laborales en la población trabajadora inmigrante. Además hay que tener en cuenta que para garantizar la renovación de la residencia se necesita haber cotizado 6 meses a la seguridad social y tener un contrato de trabajo, si no es así se perdería la autorización para trabajar y residir, situación que el empresario aprovecha para que el trabajador acepte las peores condiciones de empleo. Esa mayor flexibilidad y el abaratamiento de los costes laborales son incentivos para que las empresas contraten fuerza de trabajo inmigrante.

    En la economía regulada el salario de los hombres extranjeros se sitúa entre un 7,2% y un 16,3% en el 2002 (18) por debajo del de los españoles, los contratos son limitados y en caso de despido el trabajador se encuentra inmediatamente en una situación de ilegalidad. Fuera de la economía formal, donde se localiza gran parte de la inmigración, la diferencia es todavía mayor y supone un ahorro del 30% del coste laboral por trabajador para el empresario. La autorización de trabajo depende de que el empresario quiera enviar al organismo competente la oferta previa, y son muchos los que prefieren aprovecharse de una situación de irregularidad que les permite tener atado al inmigrante. Cuando el inmigrante logra obtener un permiso de residencia o de establecimiento este tipo de coacciones desaparecen, pero hasta entonces, deben pasar varios años, determinantes para el objetivo perseguido por el capital: la sobreexplotación.

    CONDICIONES DE VIDA Y VIVIENDA EN LA INMIGRACIÓN

    Existe una posición, claramente procapitalista, que considera al inmigrante económico en una permanente situación de inestabilidad geográfica y laboral. Esta continua y permanente precariedad reduce al inmigrante exclusivamente a su dimensión de trabajador y consumidor, necesario en las fases expansivas del ciclo, pero prescindible en periodos de recesión.

    Es evidente que la política de vivienda no llega a los inmigrantes, y de hecho sus condiciones residenciales son inferiores al resto. El problema residencial constituye otra forma de explotación para muchos inmigrantes en forma de alquileres abusivos en viviendas indignas (amontonamiento, barraquismo). Se trata de una explotación a todos los niveles: legal, laboral y residencial, en la cual, el inmigrante pasa a ser identificado de forma negativa como un extranjero, trabajador provisional en tránsito.

    La expansión migratoria de finales de los 90 en España ha ido acompañada de un incremento de los precios inmobiliarios ya sea en alquiler o propiedad, que ha enganchado al segmento de población económicamente excluida del mercado, entre ellos muchos inmigrantes, los cuales sin recursos ni apoyos han sido víctimas de prácticas abusivas por parte de subarrendadores de viviendas, o de empresarios que les ofrecen un lugar donde dormir a cambio de un coste desorbitado. En consecuencia, son relativamente frecuentes los casos de inmigrantes que en esta fase viven en la calle, en barracas autoconstruidas, o ocupando construcciones antiguas. Los inmigrantes se ven obligados a compartir piso y gastos, porque únicamente pueden pagar una habitación o una cama. El barraquismo más precario que después de mucho tiempo vuelve a ser un fenómeno emergente tal y como va a suceder en los años 50 y 60 en España. Otras veces se trata de talleres o locales de trabajo ilegales donde duermen y trabajan inmigrantes.

    Si hablamos de las características generales de las viviendas de los inmigrantes descubriremos que son más antiguas, están peor conservadas, son más pequeñas, y con mayor frecuencia no disponen de ascensor, agua corriente, agua caliente, calefacción, baño o lavabo, u otras instalaciones. Mientras que en España la propiedad es la posesión más usual y el alquiler es una opción minoritaria (9%), para los inmigrantes es inverso, únicamente el 27% es propietario de su vivienda, mientras que el alquiler afecta al 67%. (19).

    En las antípodas, de la posición procapitalista que coloca al inmigrante como trabajador de tránsito, se debe situar una política alternativa de clase, migratoria, que parta del planteamiento de que los inmigrantes, en su mayoría, no sólo han venido a trabajar, sino que también han venido para quedarse a vivir. En consecuencia, el reagrupamiento familiar y la regularización laboral son aspectos necesarios en la economía, tanto para favorecer el consumo interno, como para aumentar el número de trabajadores cotizantes en la caja de la Seguridad Social española.

    DESMONTANDO MITOS SOBRE LA INMIGRACIÓN

    En la cadena imperialista, sin olvidar que el desarrollo económico es desigual, la gestión de la crisis ha ido creando crecientes bolsas de emigración de fuerza de trabajo en países donde los efectos de la crisis son más devastadores. La presión sobre el empleo, los salarios, la liquidación de los aparatos públicos del Estado y sectores productivos es creciente en muchos países de la periferia (latinoamérica, África, Europa del Este, Asia) lo que les empuja hacia los Estados centrales, donde las prestaciones públicas y los salarios aún estando acosados por el capital todavía son más altos.

    Ante esta oleada de inmigración a la UE se olvida decir que está sosteniendo contributivamente los Estados de bienestar que todavía existen. Por ej. En España en diciembre del 2003 había 848.491 extranjeros afiliados a la seguridad social, un 2% de la población, de los cuales 668.082, la mayoría, eran no comunitarios. Según la presidenta del INE la Seguridad Social tenía un superávit de 4.808 mill. € en el 2.001 gracias a los inmigrantes, y CC.OO. argumentaba que los extranjeros estaban contribuyendo con unos 18.000 mill. €, equivalente al 2,5% del PIB en el primer trimestre del 2002. ¿Cómo es posible que los obreros inmigrantes en el Estado español, que aportan a las arcas públicas, son considerados un problema, mientras que los millones de turistas, incluyendo a jeques y multimillonarios de países “civilizados” que generan un alto coste medioambiental y son responsables de graves problemas de abastecimiento de agua, no sean un problema?. Además el Estado capitalista saca de nuestros bolsillos millones de € en infraestructuras para el turismo, que solo genera beneficios privados y empleo inestable, mientras trata de delincuentes a los inmigrantes que riegan con su sudor el mantenimiento del Estado de bienestar, nuestro salario diferido.

    Y es que hay más, porque el obrero inmigrante no sólo le sale más barato a los empresarios que los contratan sino al propio Estado capitalista, ya que ante cualquier situación de desempleo que el inmigrante padezca puede perder su status legal con la imposibilidad de renovar su documentación, después de haber cotizado a la seguridad social y al desempleo, perdiendo de hecho el derecho a tales prestaciones al quedar en una situación de irregularidad nuevamente con la posibilidad de ser expulsados o abocados a aceptar empleos bajo condiciones de sobreexplotación y escasa capacidad reivindicativa. Esa es hoy la situación de más de 1 millón de inmigrantes regularizados, que con la crisis se encuentran en paro.

    Otro mito es el racismo que quiere vincular inmigración con delincuencia, cuando en realidad esta es producto de la explotación y la marginación social que no tiene fronteras, tal es así que resulta paradójico para sostener el argumento racista que en el año 2000 mientras aumentaba la población inmigrante un 17%, la delincuencia bajó un 3%. También se oculta que en el año 2.002 que sólo el 10% de los acusados de un delito entran en prisión preventiva siendo todos inmigrantes, el resto no entra en prisión preventiva porque no son inmigrantes, lo que refleja una política estatal claramente racista. Precisamente el gobierno del PP en mayo del 2002 afirmaba que un 40% de los detenidos por la policía eran extranjeros, mientras que el Sindicato Unificado de Policía desmentía esas cifras rebajando el porcentaje al 28,2%, lo que es un indicador de que el propio gobierno incita el discurso racista entre los trabajadores, de forma interesada. Tambien se oculta que uno de los delitos que más ha aumentado, un 394%, son los relativos a las denuncias contra los derechos laborales vulnerados por “honestos” empresarios, las víctimas de este delito son precisamente los obreros inmigrantes, y para combatir esos delitos los gobiernos neoliberales de turno plantean reformas laborales (sic) que rebajen esos mismos derechos laborales (20).

    Se critica la hacinación de los inmigrantes en los llamados “pisos patera” y ¡que pronto! se olvida que en España familias enteras, abuelos, padres, hermanos, tíos, primos, etc., se hacinaban en una sola vivienda para poder subsistir la hambruna de la postguerra, y de la miseria en la España de los años 40/50. El hacinamiento por tanto no es sinónimo de inmigración, sino de bajos salarios, especulación de la vivienda, contratos basura, mercado sumergido a falta de permisos de trabajo, etc.

    Se critica la hacinación de los inmigrantes en los “pisos patera” y se olvida también que la inmigración masiva de los años 50/60 hacia Catalunya fue acompañado con un gran crecimiento de las barracas en las zonas suburbiales de Barcelona, donde la única alternativa era el realquiler, pero este resultaba costoso para una familia con hijos. Las barracas de Can Clos, Idelfonso Cerdá, Huerto de la Paloma, Camp de la Bota, Montjuich, fueron la gran lacra del suburbio y la degradación del inmigrante que aguantaba todo tipo de condiciones pésimas, porque eran aún mejores que las de los lugares que abandonaron en cuanto a la posibilidad de alcanzar un trabajo retribuido y estable. Ese éxodo rural no se produjo a causa de la mecanización de la agricultura, fué la miseria la que obligó a inmigrar a los campesinos y jornaleros hacia las ciudades y zonas industriales, Catalunya, Euskadi y Madrid, y también la emigración hacia la RFA, Francia, Suiza y Bélgica. Y ello fue así porque la industrialización bajo el franquismo se concentró únicamente en Euskadi, Catalunya y Madrid mientras que el resto de España continuaba bajo el predominio agrícola semifeudal.

    La gran mayoría de inmigrantes en Barcelona residían en barracas, hechas de madera, cartón-cuero, uralita, chapas, ladrillo, de pequeñas dimensiones liliputienses, y con carencia de prestaciones básicas, sin agua, luz, wáter, (en realidad todas estas prestaciones eran “comunitarias”). Al barraquismo le sucedió los barracones prefabricados con luz eléctrica y luego las costosas viviendas monobloques de cemento y ladrillo de 50 metros y menos. Estos “otros catalanes” de los que nos hablaba F. Candel, que corresponden a la 3ª ola inmigratoria eran albañiles, metalúrgicos, carpinteros, peones, mecánicos, etc., obreros, estaban distribuidos en Can Tunis, Montjuich, Trinitat-Verdum, Marítima (litoral hasta la Barceloneta y Besós), Poble Nou, Sant Martí, Carmel-Guinardó, Torrasa, Bordeta, Collblanc, con condiciones de vida deficientes. También en las comarcas colindantes con Barcelona, Barcelonés Nord, Vallés Occidental, Baix Llobregat y Maresme (21). Estos “otros catalanes”, formaban el cinturón suburbial, cercano a las zonas industriales de las poblaciones que ocupaban en aquellas décadas. Sería un error olvidar todo esto porque forma parte de nuestra propia historia, de nuestras mismas familias obreras inmigrantes.

    En realidad se esconde que sobre el debate ideológico contra el obrero inmigrante en la actualidad, se utiliza la xenofobia y el racismo hacia determinados países de la periferia del “tercermundo” que se han constituido en fuentes exportadoras de fuerza de trabajo barata hacia el centro como antaño fuera España la cantera de mano de obra barata de la RFA y Francia, algo que hoy fácilmente se olvida, como también se olvida que muchos emigrantes españoles iban “sin papeles” hacia el extranjero en busca de trabajo.

    Esta política de acumulación de capital está preñada de hipocresía ya que mientras se levantan las barreras a la inmigración persiguiendo policialmente a quienes huyen de la miseria y la represión, las empresas que les sobreexplotan en condiciones irregulares con salarios inferiores ¡¡¡nunca son molestadas!!!. En este caso una política de clase consecuente debiera orientar la reunificación de la clase obrera entre todos los obreros nativos o inmigrantes, política que aquí en Catalunya tuvo su referente en un fuerte movimiento obrero anti-franquista constituido en los años 60 y 70 (las Comisiones Obreras de Catalunya-CONC), movimiento obrero que combatió la política segracionista entre obreros nativos e inmigrantes defendiendo el derecho de igualdad real de todos los trabajadores sin distinción de su origen, aplicando la fórmula clásica del PSUC: “catalá es qui viu i treballa a Catalunya”.

    En las condiciones de nuestra época en el S. XXI, la presencia de un fuerte componente de obreros inmigrantes en todos los países capitalistas, hacen del internacionalismo proletario, condición más necesaria que nunca en la lucha por la liberación de los trabajadores. La lucha contra la concurrencia entre los trabajadores (base de su explotación) y la cuestión de la inmigración, coloca la necesidad de que el movimiento obrero conquiste la unidad en la lucha sindical y política de los obreros nacionales e inmigrantes, en la lucha por la igualdad de derechos sociales y políticos de los trabajadores frente al capital y por el socialismo.

    Notas

    (1) El marxismo, la cuestión nacional y la lingüística. J. Stalin. Ed. Akal 1977.

    (2) Hace 20 años Jordi Pujol va a cometer el desliz de manifestar en Andorra la “identidad étnica” del pueblo de Catalunya, descendientes de los carolingios y más recientemente, el 13 de febrero de este año, va a insistir: “por nacimiento y por adscripción somos carolingios de nacimiento, y ahora también”. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Está hablando del imperio carolingio de los reyes francos (Pipino y Carlomagno), una entidad feudal de la ¡¡¡alta Edad Media!!!, que nada tiene que ver con la nación y que dejó de existir ¡¡¡hace 1.170 años!!!. Si le hiciésemos caso, si buscáramos un adn catalán semejante, no habríamos catalanes en Catalunya.

    (3) K.Marx. El Capital. Ed. S.XXI. Libro I, Vol 3º, pág. 901.

    (4) K.Marx. El Capital. Ed. S.XXI. Libro I, Vol 3º, pág. 910.

    (5) Así relata Marx: “De esta suerte, la población rural, expropiada por la violencia, expulsada de sus tierras y reducida al vagabundaje, fue obligada a someterse, mediante una legislación terrorista y grotesca y a fuerza de latigazos, hierros candentes y tormentos, a la disciplina que requería el trabajo asalariado” (El Capital. Ed. S.XXI Vol. 3°. Tomo I°, pág. 922).

    (6) K. Marx El Capital Libro I, vol. 2. Ed. SXXI.

    (7) R. Luxemburg. La acumulación de capital. Ed. Grijalbo, México 1967.

    (Cool R. Luxemburg La acumulación de capital. Pág. 277. Ed. Grijalbo, México 1967.

    (9) Citado en 5 ensayos de materialismo histórico. Etienne Balibar. Ed. Laia. 1976.

    (10) Lenin. El imperialismo fase superior del capitalismo, pág. 139. Ed. Roca. México 1974.

    (11) Lenin. El desarrollo del capitalismo en Rusia. Lenin. Obras Completas. Tomo III. Ed. Ayuso-Akal 1974.

    (12) . Lenin. El desarrollo del capitalismo en Rusia. Lenin. Obras Completas. Tomo III. Ed. Ayuso-Akal 1974.

    (13) Lenin. El desarrollo del capitalismo en Rusia. Lenin. Obras Completas. Tomo III. Ed. Ayuso-Akal 1974.

    (14) Hay que destacar que algunos países de Europa, como España, han entrado en una fase en la que la tasa de mortalidad supera a la de natalidad, generando por ello un decrecimiento poblacional.

    (15) PNUD: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. PNUD 2009. Superando barreras:Movilidad y desarrollo humanos, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    (16) PNUD: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. PNUD 2009. Superando barreras:Movilidad y desarrollo humanos, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    (17) Inmigración y mercado de trabajo. Cuadernos de formación sindical CC.OO. 2007.

    (18) Inmigración y mercado de trabajo. Cuadernos de formación sindical CC.OO. 2007.

    (19) Inmigración y vivienda. Jordi Bosch y Olga Gibaja. Nous Horitzons 2005.

    (20) Dicen, 99 historias sobre la globalización, el libre mercado capitalista y la guerra. Págs. 108 y 110 Hendrik Vaneeckhaute.

    (21) Los otros catalanes. F. Candel. Ed. Península. Barcelona 1976.

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      Fecha y hora actual: Lun Nov 18, 2024 5:52 pm