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El antropólogo Cabezas es rotundo al afirma que el matriarcado es un mito "si entendemos como matriarcado el reverso o polo opuesto del patriarcado. Nunca ha existido tal sociedad en la que las mujeres oprimían a los hombres. Lo que sí que hubo, y todavía hay, son sociedades en las cuales el género no constituye un elemento estratégico en la arquitectura social". Y añade: "Hablar de la sociedad matriarcal como estado primigenio-primitivo era, en la época del evolucionismo, considerarla como una sociedad inferior, arcaica, irracional... Exactamente lo mismo que se pensaba de las mujeres en la sociedad decimonónica, y que todavía se piensa de los primitivos hoy en día". Este artículo de la revista Mito profundiza en el asunto del matriarcado.
Cabezas se afana en desmontar las tesis de Harari: "La agresividad no es de origen genético, sino cultural: la socialización es la que ha podido comportar más violencia entre los varones en determinados grupos humanos". Y aporta un ejemplo: en Nueva Guinea, entre la etnia de los tchambuli, las mujeres se afeitan la cabeza, acostumbran a reírse de manera ruidosa, muestran una solidaridad de camaradas y son muy eficaces cazando. En cambio, los hombres se preocupan por el arte, emplean mucho tiempo para peinarse y están siempre criticando al sexo contrario… "A pocos kilómetros, otros grupos étnicos tienen percepciones completamente diferente de las expectativas y roles de género. El género, por lo tanto, es siempre una construcción social, jamás reducible al sexo". Y añade, en relación con la supuesta predisposición genética a la violencia en los varones, que en lugares como África "han existido ejércitos de élite formados exclusivamente por mujeres hasta hace sólo un siglo".