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A continuación, mi intervención en el acto de presentación del libro sobre China "El pájaro en la jaula: La burguesía en la República Popular China" de José Antonio Egido, editado por Cierzo Rojo, que se celebró el pasado 30 de septiembre en Madrid en el Centro Social Miguel Hernández de Villaverde. Reproduzco aquí el texto completo de la intervención que tenía preparada para la ocasión, pues en realidad mi intervención fue más corta de lo que aquí aparece, por una cuestión de tiempo. Agradecimientos a la Asociación de Amistad Hispano-Soviética por la organización del acto, al Partido del Trabajo Democrático por prestarnos generosamente su local, y a los compañeros de la Editorial Cierzo Rojo por desplazarse a Madrid.
Buenas tardes,
Voy a intentar hablar con la tranquilidad que caracterizó al Presidente Xi Jinping cuando habló en la Asamblea General de Naciones Unidas, donde anunció que China iba a destinar un fondo de 2.000 millones de dólares para los países pobres.
Hablar de China hoy tiene la particularidad de no dejar a nadie indiferente. Es un país que genera hostilidad en ciertos sectores de la izquierda, empezando por los propios maoístas, pasando por sectores del movimiento comunista que se reclaman de cierta tradición autodenominada "pro-soviética", y otros sectores. Por otro lado, genera entusiasmo en personas como yo y el autor del libro – José Antonio Egido – y en toda una serie de dirigentes de países subdesarrollados, que ven en China "la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo para los países del Tercer Mundo", parafraseando a Fidel Castro.
¿Es China un país socialista, un país capitalista, o representa una mezcla de ambas cosas? En cualquier caso, estamos hablando de un país complejo, sin duda. En la introducción a su libro, José Antonio Egido escribe lo siguiente: "Cuando algún investigador llega rápidamente a conclusiones redondas, perfectas e inapelables en torno a China, es mejor dudar seriamente de su capacidad de análisis. Es seguro que se equivoca."
En efecto, la complejidad inherente a China se debe tanto a su historia (no solamente desde la fundación de la República Popular China, sino desde principios del siglo XX), como a su cultura, que es muy diferente de la nuestra, como al simple hecho de que en estos momentos hay en China 1.355 millones de habitantes. Partiendo de esta realidad, cualquier decisión política que se tome en China no podrá ser sino derivar en un proceso complejo.
Creo que la complejidad de China está muy bien reflejada en el título del libro: "El pájaro en la jaula". A explicar este concepto va a ir enfocada mi intervención.
Esta metáfora fue inspirada en los años 80 por el camarada Chen Yun, de la primera generación de dirigentes de la República Popular China, comunista formado en la URSS y responsable de la planificación económica durante muchos años. En aquella época (los años 80), después de las primeras reformas impulsadas por Deng Xiaoping, la máxima que seguía el PCCh en materia de economía era que "la planificación es lo principal y el mercado lo auxiliar". Con aquella metáfora, Chen Yun quería decir que la planificación era "la jaula", y que el mercado (que implica propiedad privada, y por lo tanto burguesía) era "el pájaro". Ese pájaro se podía mover libremente, siempre que fuera dentro de los límites de la jaula.
En otras palabras, el mercado podía operar y la burguesía tener cierta libertad de acción, siempre que aceptara a cambio el sistema socialista. Cabe señalar que el camarada Chen Yun decía esto en un momento en el que, pese a las primeras reformas, el modelo económico de China seguía siendo, en lo esencial, semejante al modelo de los países de Europa del este y la URSS, aunque con ciertos matices: a) se habían liquidado las Comunas Populares en el campo, estableciéndose así el sistema de contrato por responsabilidad familiar (por el cual se volvió a repartir la tierra en función de quién la trabaja); y b) China estaba recurriendo masivamente a la inversión privada extranjera. Las empresas estatales se empezaron a regir progresivamente por criterios mercantiles, iniciándose así el "socialismo de mercado". Sabiendo que las comparaciones son odiosas, esto venía a emular las concepciones imperantes en la URSS a partir la "reforma Kosygin" de 1965.
Lo que quisiera destacar es que, aunque sea con variaciones, el concepto metafórico del "pájaro en la jaula" es válido para caracterizar varios periodos de la historia de la República Popular China, y esto es lo que trata de explicar J.A. Egido en su libro. Quisiera destacar tres periodos.
El primer periodo en el que cabe hablar de un "pájaro en la jaula" fue el periodo de la "Nueva Democracia", entre 1949 y 1952, que fue el periodo de revolución democrático-burguesa de China (otros lo llamarán "revolución nacional-democrática" o, sencillamente, "revolución burguesa"). Se hablaba de "Nueva Democracia" porque, en vista de la naturaleza semi-feudal y semi-colonial de China en el año 1949, los comunistas chinos no se plantearon en lo inmediato la construcción de una economía socialista, pues las tareas históricas inmediatas eran de carácter anti-feudal. Sin embargo, China ya no experimentaría el fallido sistema democrático de la fracasada revolución burguesa de 1911 encabezada por Sun Yìxiān –no obstante considerado el padre de la China moderna– ni tampoco el régimen posterior bajo la dominación del Guomindang (que de hecho ni siquiera era democrático en lo formal). Sería una democracia de nuevo tipo, una democracia popular.
En Rusia y en los países de Europa del este (que tampoco es que fueran naciones muy avanzadas), lo que el marxismo denomina fuerzas productivas, así como la concentración y centralización del capital, habían alcanzado tal grado de desarrollo que era posible y recomendable una expropiación completa de la propiedad capitalista. En China, en cambio, el bajo desarrollo de las fuerzas productivas no aconsejaban hacer lo mismo. Los libros ya decían que, debido al carácter relativamente arcaico de su economía, en la propia Rusia no se daban las condiciones para construir el socialismo (independientemente de que luego sí se hiciera bajo la dirección de Lenin y de Stalin). Pero la China del año 1949 era un país aún más atrasado (mucho más) que la Rusia de 1917 donde triunfó la Revolución de Octubre.
Como expone J.A. Egido en su libro, en China no se podía expropiar toda la propiedad capitalista, de manera que el Estado planificara toda la producción industrial, pues no se daban las condiciones para ello: no se disponía de la base técnica suficiente, ni de los conocimientos necesarios, y la clase obrera en China era una gota en un océano inmenso de campesinos. Una socialización completa de la propiedad burguesa habría supuesto un colapso de la economía, en un momento en que el país tenía que reconstruirse después de tantos años de guerra (ya fuera la guerra civil contra el Guomindang –que se libró en dos ocasiones diferentes– o guerra de liberación nacional contra el Japón) y en el que se necesitaban los conocimientos de una cierta burguesía para hacer funcionar las industrias.
Por ello, desde la fundación de la República Popular China se estableció un pacto entre el Partido Comunista de China (PCCh) y ciertas capas de la burguesía. Y nunca se podrá insistir suficientemente en ello: no se trataba de cualquier burguesía. En aquel momento, el análisis de Mao Zedong y del conjunto del PCCh establecía que no se debía considerar a la burguesía como un todo homogéneo con intereses antagónicos a los de la revolución china (que, recordemos, era en lo esencial era una revolución burguesa, aunque en transición hacia el socialismo).
En su libro, J.A. Egido menciona tres clases de burguesía:
a) La burguesía compradore, que es un término que proviene del portugués. Esta burguesía, intermediaria entre el capital extranjero y el mercado nacional chino, no poseía prácticamente ninguna empresa, pero dominaba el comercio con el imperialismo. Era pues una burguesía subsidiaria de tal o cual potencia imperialista, de entre las tantas potencias que se repartían China como si fuera un vulgar pastel (es decir, no solamente el colonialismo japonés, sino también Gran Bretaña, Alemania, Francia, Portugal, Rusia, etc). Esta burguesía tiene más que ver, por ejemplo, con la oligarquía vendepatrias que se beneficiaba del saqueo de las riquezas de Venezuela antes del triunfo de la Revolución Bolivariana.
En su "Análisis de las clases sociales en China", Mao escribía en 1920 que “…estas clases representan las relaciones de producción más atrasadas y reaccionarias de China, e impiden el desarrollo de las fuerzas productivas del país. Su existencia es absolutamente incompatible con los objetivos de la revolución china.”
b) La burguesía burocrática, que resultaba de un híbrido entre cierta alta burguesía y los altos funcionarios de la China imperial --los famosos mandarines-- y que se dedica a impulsar grandes empresas modernas. Estaba por lo tanto ligada de una forma u otra al orden feudal.
c) La burguesía nacional, que estaba siendo oprimida en sus intereses por el capital extranjero. En sus "Fundamentos del comunismo científico" (1977), el filósofo soviético Víctor Afanasiev explicaba que es:
"...la parte de la burguesía interesada en el progreso económico del país, que toma parte activa en la revolución nacional-liberadora […] La burguesía nacional defiende en la revolución nacional-liberadora sus propios intereses de clase, procurando, en primer lugar, impulsar la economía nacional capitalista y establecer su dominio político en la sociedad, pero, al mismo tiempo, expresa algunos intereses de toda la nación, ya que no podrá alcanzar sus objetivos específicos si no se suprime el yugo del imperialismo extranjero y del feudalismo local.”
Precisamente en estos momentos estoy leyendo la brillante obra del periodista belga Michel Collon "Los siete pecados de Chávez". En esta obra, Collon relata lo que han sido según él las "siete plagas de Latinoamérica", incluyendo entre ellas el asesinato de la agricultura (a lo cual se podría añadir el asesinato de la industria local). Collon describe en su libro cómo las multinacionales (norteamericanas principalmente) invadieron y siguen invadiendo con sus productos los mercados de los países latinoamericanos, ahogando la industria y la agricultura locales. Collon describe esto con esta metáfora elocuente: "Cuando un vallado cerca a un cabrito y se suprime la valla, ¿quién se beneficia?"
Collon explica que una de las debilidades de Venezuela (y en general de los países del Tercer Mundo) ha sido precisamente la debilidad de su burguesía nacional, incapaz de hacerle frente a las multinacionales y de impulsar una producción local destinada a un mercado local, promoviendo así un desarrollo endógeno. El comandante Hugo Chávez hizo referencia a este reto de Venezuela y del conjunto de los países del Tercer Mundo diciendo que el desarrollo endógeno implicaba "...ser capaces de producir por nosotros mismos las semillas que necesitamos para cultivar, los alimentos que comemos, la ropa que llevamos, los productos y servicios que necesitamos. Debemos romper los grilletes de la dependencia económica, cultural y tecnológica."
La problemática de China en el año 1949 era similar a la de Venezuela y la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo en la actualidad. Teniendo en cuenta el subdesarrollo de China, y lo que supone el imperialismo (en resumidas cuentas, el enriquecimiento de unas pocas naciones a costa de la subyugación económica de otras), podemos entender el sentido de aprovechar la parte de la burguesía interesada en impulsar una industria independiente, desarrollar un mercado nacional, ayudar a la innovación tecnológicas, etc. Éste era el papel que Mao Zedong y el PCCh le asignaban en 1949 a la burguesía nacional, que sería partícipe de la reconstrucción de China, ayudando a su desarrollo económico, y participando en labores de gobierno asesorando al PCCh en la Conferencia Consultativa Política del Pueblo Chino. Todo ello con la condición de que aceptara la dominación del Partido Comunista.
Mao Zedong lo reflejaba muy bien cuando escribía que, en el año 1953 (recién iniciada la fase de edificación de las bases del socialismo), la economía en China seguía siendo, en lo esencial, capitalista, pero que era "una economía capitalista controlada por el gobierno popular, ligada de diversas maneras a la economía socialista que representa el sector estatal y sometida a la vigilancia de los obreros. No es por tanto una economía capitalista ordinaria, sino una economía capitalista de Estado de nuevo tipo. Si existe, es sobre todo para satisfacer las necesidades del pueblo y no para dejar a los capitalistas hacer beneficios".
En este sentido, no había equívocos. Los comunistas chinos no negaban en ningún momento el carácter explotador de esta burguesía. En 1957, Mao Zedong escribía: "En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene doble carácter. En el período de la revolución democrático-burguesa, ella tenía en su carácter tanto un lado revolucionario como otro conciliador. En el período de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase obrera obteniendo ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista."
Es importante subrayar que Mao Zedong decía esto cuando China ya había entrado en la fase de edificación de las bases del socialismo con el lanzamiento del I Plan Quinquenal en 1952, momento a partir del cual –con ayuda de la URSS– se procedió a nacionalizaciones en masa, a la colectivización del campo y a la construcción de una economía planificada. Pero, aún en aquellas circunstancias, seguía subsistiendo una cierta capa burguesa que poseía participaciones en algunas industrias, en un régimen de co-propiedad con el Estado. De allí que, aún bajo el régimen socialista, en China la metáfora del "pájaro en la jaula" haya sido una constante a lo largo de casi toda la evolución del socialismo en China.
Después del I Plan Quinquenal (1952-1957) vino lo que suelo llamar el "periodo de paréntesis" del "Gran Salto Adelante" (intento de industrializar el país a marchas forzadas planteándose objetivos irrealizables, que se saldó con un fracaso rotundo) en primer lugar, y de la "Revolución Cultural", en segundo lugar. En aquellos periodos, Mao Zedong dio un giro de 180 grados con respecto a los planteamientos correctos que había defendido hasta el año 1958. Por ello, los chinos suelen hablar más bien del "pensamiento de Mao Zedong" que del propio Mao.
No disponemos de tiempo para explicar en detalle todas y cada una de las diferentes etapas de la historia de la República Popular China. Me limitaré a decir que la valoración del autor del libro sobre la "Revolución Cultural" es negativa (cosa con la que personalmente coincido), calificándola de "locura". Pero independientemente de la valoración que tengamos sobre aquel periodo, lo relevante es el balance general que hizo el PCCh sobre la construcción del socialismo durante aquella etapa. Y si bien se habían logrado tremendo avances sociales desde el 1949, al terminar la "revolución cultural", los chinos no terminaban de encontrar el camino que les podía hacer salir de la pobreza. Por otra parte, pese a algunos logros parciales, la brecha tecnológica con los países capitalistas desarrollados no hacía más que aumentar. A la muerte de Mao Zedong, el PCCh llegó a la conclusión de que se habían quemado etapas, y que era preciso reajustar las formas de propiedad en China en relación a las fuerzas productivas.
Así fue cómo se inició el segundo periodo en el que cabe hablar de un "pájaro en la jaula", que es el periodo al cual me referí antes de los años 80, ya implementada la reforma y apertura impulsada por Deng Xiaoping (y cuyas medidas concretas tampoco tenemos tiempo de explicar en detalle). En aquel momento se empezó a hablar de "socialismo de mercado" porque el mercado venía a complementar, mejorar la economía socialista.
Pero alrededor del año 1992 (a partir del XIV Congreso del PCCh) se inició un tercer periodo (que es el periodo histórico en el que se encuentra China ahora de manera prolongada), que se corresponde con el llamado "socialismo con características chinas". Desde entonces se ha completado el paso de China hacia una economía socialista de mercado. Ya no son solamente las empresas privadas las que se rigen por el mercado, sino que incluso las empresas estatales las que producen y fijan precios en función de la oferta y la demanda. Atrás quedaron los tiempos en que las empresas estatales eran financiadas "a fondo perdido" para no ser eficientes: ahora, cada empresa es responsable de sus propias ganancias y pérdidas, y deben luchar por obtener su cuota de mercado. Sin embargo, el conjunto de la economía está bajo la tutela del Estado: en este nuevo periodo, la máxima seguida por el PCCh es: "el Estado regula el mercado y el mercado regula a las empresas".
Todo esto se hace con el objetivo de dinamizar la economía en un contexto internacional bastante adverso para China. Y es que esta profundización del paso a una economía de mercado se produce en un momento en el que el socialismo ha colapsado en Europa del este y en la URSS, y el capitalismo se ve triunfante en el mundo, iniciándose así la llamada "globalización". Esto, además, se produjo en un momento en que las relaciones comerciales y políticas entre China y la URSS habían vuelto a ser buenas. Considero que esto es un factor decisivo.
Estos tres periodos que he mencionado son diferentes los unos de los otros. Pero tiene todos en común que, de una forma u otra, existe un "pájaro en la jaula". Tanto hoy como ayer, existe una burguesía, pero está sometida a los intereses generales del país. Es una clase dominada: se le permite cierta libertad de acción, pero con restricciones.
Esto es algo que explicaba muy bien el economista de la Universidad de La Habana J.A. Díaz Vázquez en una entrevista a Cubainformación: "El modelo chino... le podemos hacer todas las críticas que quieras, pero no se puede dejar de reconocer que es un modelo abierto porque reconoce que tiene que reformarse, y además de esto, los chinos hoy disfrutan conquistas y de posibilidades que no tenían cuarenta años atrás [...] todo chino que tenga una iniciativa, la puede desarrollar. En el caso nuestro, y en el caso del modelo soviético más específicamente, esto no sucedía. Siempre la iniciativa tenía que estar aprobada por la estructura. En ese sentido, los chinos han demostrado sabiduría china (o asiática), porque han planteado lo que prohíben, es decir no autorizan actividades sino dicen: "esto, esto y esto no se puede hacer". Todo lo que no esté ahí, se puede desarrollar."
Sin embargo, no debemos caer en simplismos. La existencia de esta burguesía "nacional" (en el libro se detallan todas las distintas categorías sociales que se podrían enmarcar dentro del término "burguesía" en la actualidad) no tiene en 2015 exactamente la misma motivación que en el año 1949. Su papel ya no está exactamente en la misma estela de liberación nacional que antaño. Hoy China es un país inmensamente más desarrollado en todos los sentidos. La existencia de la burguesía nacional hoy en China –cabe subrayar no obstante que el PCCh intenta educarla en un espíritu patriótico– se debe más a motivaciones puramente económicas y técnicas. Su tarea es la de contribuir al desarrollo de las fuerzas productivas en China.
La conveniencia de que exista cierta burguesía hoy en China en algunos sectores económicos se puede ilustrar con el caso de Zhang Ruimin, que José Antonio Egido cita en el libro como ejemplo de "burguesía de Estado" (gestores de empresas cuya misión es hacer rentables a empresas estatales). Es un caso muy conocido en China, sobre el cual quisiera detenerme porque nos permite comprender mejor lo que puede tener de positivo el modelo de "socialismo con características chinas".
Zhang Ruimin era un funcionario del ayuntamiento de la ciudad costera de Qingdao, hasta que en 1984 asumió el cargo de director general de la empresa local de fabricación de frigoríficos Qingdao Refrigerator Plant. En ese momento, la empresa tenía una deuda de 10 millones de dólares. Después de un viaje a Alemania, donde aprendió sobre know-how, Zhang recibió una queja de un cliente sobre uno de sus productos. Junto con el cliente, fue a examinar el stock de 400 frigoríficos de la empresa, y descubrió que el 20% era defectuoso.
Zhang decidió alinear los 76 frigoríficos defectuosos en el patio de la fábrica y reunió a los trabajadores. Les entregó un martillo a cada uno y les ordenó que los destruyeran. Ante las vacilaciones de los trabajadores (algunos tenían lágrimas en los ojos, pues el coste de uno de esos frigoríficos equivalía al salario de dos años de un obrero) Zhang les espetó: "¡Si no destruimos estos frigoríficos hoy, lo que se verá reducido a pedazos por el mercado será esta empresa!". Hoy, algunos de estos martillos siguen expuestos en una vitrina en la sede de la empresa.
Zhang tomó algunas medidas para mejorar el rendimiento de la empresa. Decidió fijar los salarios en función de las ventas de los productos fabricados por cada obrero. Instauró una práctica por la cual si un obrero cometía un error, tenía que hacerse autocrítica ante el resto de sus compañeros para explicar en qué había consistido. Estableció también un sistema de feedback empresa-cliente, gracias al cual descubrió que la razón de las pocas ventas de lavadoras en la provincia de Sichuan, era que los aldeanos lavaban las patatas dentro de las lavadoras, lo cual obstruía los desagües. Gracias a este sistema, Zhang rediseñó sus lavadoras para que pudiera lavar objetos además de ropa.
En 1988 también se hizo cargo de las plantas de fabricación de microondas, aparatos de aire acondicionado y congeladores de Qingdao. En 1991 rebautiza su empresa con el nombre de Haier y empieza a obtener beneficios. En el año 2000 Haier obtenía 6.000 veces más beneficios que en 1985. Hoy es una empresa multinacional con más de 30.000 puntos de venta en más de 100 países, habiendo conquistado el 25% del mercado estadounidense. Y todo ello sin haber dejado de ser una empresa estatal.
El grupo Haier, además, se niega a acatar el bloqueo comercial contra Cuba, habiendo firmado con el gobierno cubano contratos para la producción en la isla de equipos informáticos, electrodomésticos y de comunicaciones. En 2002, el PCCh reconoció los méritos de Zhang haciéndole miembro del Comité Central del Partido.
Aunque Zhang Ruimin no sea un "capitalista" en el sentido estricto del término, sino más bien un asalariado del Estado, su caso ilustra cómo la gestión privada en ciertos casos puede ser más eficiente. Su caso es un ejemplo de burguesía que contribuye al progreso de la nación, mejorando el funcionamiento de las empresas e introduciendo nuevas tecnologías y nuevos métodos de gestión. Estos dirigentes de empresa no podían ni existir durante los años de la "revolución cultural", al final de la cual la mayoría de las empresas eran deficitarias...
Lo fundamental con lo que tenemos que quedarnos, es que el modelo chino ha dado excelentes resultados en las últimas décadas. Según James Morris, director del Programa Alimentario Mundial, “los logros de China en la lucha contra la pobreza son el milagro más grande del siglo XX”. Se podrían dar decenas y decenas de datos, aquí dispongo de unos pocos... Podríamos hablar precisamente de la reducción de la pobreza. Los datos pueden variar en función de las fuentes, del periodo estudiado y de lo que se puede considerar pobreza, pero tenemos los datos del Banco Mundial, que no es precisamente un organismo marxista-leninista. Según estos datos, entre 1981 y 2004 la parte de la población china en situación de pobreza (es decir, con menos de un dólar al día) ha pasado del 95% al 10% de la población. Eso supone más de 600 millones de personas. Entre los años 1980 y 2012, el Indice de Desarrollo Humano (que es el mejor indicador para medir el progreso social en un país) en China ha crecido un 72%. Eso es tres veces más rápido que la media mundial.
Estos logros, yo los asocio a una palabra: SOCIALISMO. No es cuestión de iniciar un debate en profundidad sobre lo que entendemos por socialismo. Me limitaré a decir que evidentemente, si entendemos por socialismo el modelo de "socialismo real" de los países de Europa del este y la URSS, entonces hemos de concluir que China no es un país socialista. Pero hemos de tener en cuenta que, a lo largo de la historia, el propio concepto de "socialismo" ha variado en función de la práctica concreta. En efecto, el socialismo, tal como fue definido por Marx en la "Crítica del programa de Gotha" –que implica una colectivización total de los medios de producción– nunca ha existido, pues ni siquiera en la URSS se eliminó por completo la mercancía y la propiedad privada. Por ello, tácitamente se ha impuesto en el movimiento comunista el concepto, más dialéctico, de periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo en el que se ejerce la dictadura del proletariado.
En cualquier caso, no creo que se pueda afirmar que China sea un país capitalista. Se trata un socialismo "con características chinas": es algo que nunca se había hecho previamente, y que sigue siendo una alternativa a la sociedad burguesa. Es cierto que si nos atenemos estrictamente al aspecto económico, debemos concluir que el modelo económico de China es un capitalismo de Estado, aunque bajo control del Partido Comunista. Ahora bien, creo que en China existen ciertos rasgos que suponen una línea de continuidad con lo que fue el socialismo durante el siglo XX. En China, el Partido Comunista tiene el control sobre la economía, lo cual se ejerce por distintos medios:
a) El Estado ejerce la propiedad sobre lo que los chinos llaman la "columna vertebral" de la economía. Esta "columna vertebral" son las empresas más grandes (las que con diferencia aportan más al PIB) que dominan los sectores estratégicos de la economía: banca, acero, construcción, transporte, energía, telecomunicaciones, y la industria militar, farmacéutica, aeronáutica, etc. Esta propiedad socialista es considerada por la Constitución como la propiedad fundamental.
Un artículo del Financial Times del año 2006 decía que: "La gente del exterior cree que el sector capitalista en China puede seguir su camino con el apoyo y la ayuda del gobierno comunista. En realidad, las empresas privadas deben trabajar en el dominio que les imponen las empresas del Estado y las autoridades políticas. Todos los sectores clave están dominados por las empresas del Estado."
b) En segundo lugar, el Estado también ejerce un control sobre gran parte de la economía por medio de la posesión de participaciones en empresas privadas, poseyendo una mayoría o una minoría de sus acciones, lo cual le permite disponer de un voto decisivo.
c) Existe toda una serie de mecanismos que permiten que el Estado controle las palancas macroeconómicas, como por ejemplo la política financiera del gobierno chino (control del precio del dinero, preferencia hacia las empresas públicas a la hora de otorgar créditos) hecha posible por la propiedad estatal de los cuatro mayores bancos de China.
d) Después, tenemos otras características como la propiedad del Estado sobre la tierra y los recursos naturales, que hacen que sea muy difícil considerar a China un país capitalista. También merece la pena destacar la nada desdeñable importancia de la propiedad cooperativa en China.
Este control sobre las palancas fundamentales de la economía, que ha permitido orientar el desarrollo de China hacia la mejora de las condiciones de vida del conjunto de la población, coincide con lo afirmado por I.V. Stalin en "Los problemas económicos del socialismo en la URSS" (1952), donde escribía que la ley fundamental del socialismo es "asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada".
Creo que se puede afirmar sin duda alguna que China ha cumplido hasta ahora con este precepto. Hacer mención de las desigualdades crecientes en China, debido a la proliferación de capitalistas, no servirá de nada para invalidar este hecho. No es lo mismo que dos trenes se distancien porque ambos van en direcciones opuestas, que por el hecho de que que uno vaya más rápido que el otro. Los capitalistas en China acumulan capital en base a la explotación, esto es un hecho. Pero en términos globales, todos se han beneficiado del aumento de la riqueza.
El libro de José Antonio Egido está compuesto por 34 pequeños capítulos que abarcan multitud de otros temas interesantes: la luchas de líneas (lucha de clases) en el seno del PCCh; las distintas categorías sociales existentes en China; la corrupción; los cuadros comunistas que dedican su vida a servir al pueblo, etc., sobre los que no me puedo detener por una cuestión de tiempo.
Para ir terminando, voy a leer una frase citada en el libro, que invita al optimismo, de Lu Xun, gran literato chino de los años 30: "China deberá dirigirse obligatoriamente hacia el comunismo y salvarse mediante el socialismo. No hay otra salida posible."
Creo que esto es una evidencia. El capitalismo (tal y como lo conocemos aquí en el primer mundo), el abandono de los recursos de China a la "mano invisible" del mercado, supondría su destrucción. No digamos ya si en China ocurre lo mismo que lo que pasó en Rusia con Yeltsin, después de destruida la URSS, si se llegara a liquidar el poder del PCCh. ¿Os imagináis por un segundo que en China se produce una contrarrevolución como en Rusia, con privatizaciones en masa de las grandes empresas estatales? ¿La catástrofe humanitaria que ello supondría, las oleadas de migración que ello originaría hacia el resto del mundo? ¿El impacto que ello tendría sobre la economía mundial? Sería un cataclismo de dimensiones globales. Los países del tercer mundo, y los países socialistas, sufrirían un retroceso de décadas. En nuestro propio interés está que eso no ocurra. Y no ocurrirá.
Independientemente de nuestra valoración personal sobre el carácter socialista de China, tenemos que quedarnos con que los dirigentes chinos siguen diciendo que China es un país socialista. Siguen afirmando que persiguen el comunismo. El 1 de octubre de 2009, durante el día de celebración del 60 aniversario de la fundación de la República Popular China, el camarada Hu Jintao pronunció un gran discurso en el que decía:
"El desarrollo y progreso logrado en los sesenta años de la Nueva China ha mostrado plenamente que sólo el socialismo puede salvar a China y que solamente la reforma y apertura puede permitir el desarrollo de China, del socialismo y del marxismo. El pueblo chino tiene la confianza y la capacidad para construir bien su país y realizar sus debidas contribuciones al mundo."
Creo que deberíamos dar el beneficio de la duda a los dirigentes chinos, ya que afirman ser correligionarios nuestros. Al menos, deberíamos darles un apoyo crítico, en un momento en que China supone un contrapeso en el plano político, económico y militar a los planes agresivos de un imperialismo USA en plena decadencia.
Si alguno de vosotros no entiende el porqué del "socialismo con características chinas", no entiende el porqué de las reformas en China, o simplemente no conoce la historia de China durante el siglo XIX y XX, entonces les sugiero que compren el libro de J.A. Egido. Aprenderán mucho y (tal vez) quieran militar a favor del socialismo con características chinas. Creo que es una de las contribuciones que podemos hacer a la causa del progreso y de la paz mundial –no sé si sabéis que el pasado 3 de septiembre, el Presidente Xi Jinping anunció que China reducirá en 300.000 el número de efectivos de su ejército– y a la causa del socialismo, no sólo en China sino también en el resto del mundo.
A continuación, mi intervención en el acto de presentación del libro sobre China "El pájaro en la jaula: La burguesía en la República Popular China" de José Antonio Egido, editado por Cierzo Rojo, que se celebró el pasado 30 de septiembre en Madrid en el Centro Social Miguel Hernández de Villaverde. Reproduzco aquí el texto completo de la intervención que tenía preparada para la ocasión, pues en realidad mi intervención fue más corta de lo que aquí aparece, por una cuestión de tiempo. Agradecimientos a la Asociación de Amistad Hispano-Soviética por la organización del acto, al Partido del Trabajo Democrático por prestarnos generosamente su local, y a los compañeros de la Editorial Cierzo Rojo por desplazarse a Madrid.
Buenas tardes,
Voy a intentar hablar con la tranquilidad que caracterizó al Presidente Xi Jinping cuando habló en la Asamblea General de Naciones Unidas, donde anunció que China iba a destinar un fondo de 2.000 millones de dólares para los países pobres.
Hablar de China hoy tiene la particularidad de no dejar a nadie indiferente. Es un país que genera hostilidad en ciertos sectores de la izquierda, empezando por los propios maoístas, pasando por sectores del movimiento comunista que se reclaman de cierta tradición autodenominada "pro-soviética", y otros sectores. Por otro lado, genera entusiasmo en personas como yo y el autor del libro – José Antonio Egido – y en toda una serie de dirigentes de países subdesarrollados, que ven en China "la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo para los países del Tercer Mundo", parafraseando a Fidel Castro.
¿Es China un país socialista, un país capitalista, o representa una mezcla de ambas cosas? En cualquier caso, estamos hablando de un país complejo, sin duda. En la introducción a su libro, José Antonio Egido escribe lo siguiente: "Cuando algún investigador llega rápidamente a conclusiones redondas, perfectas e inapelables en torno a China, es mejor dudar seriamente de su capacidad de análisis. Es seguro que se equivoca."
En efecto, la complejidad inherente a China se debe tanto a su historia (no solamente desde la fundación de la República Popular China, sino desde principios del siglo XX), como a su cultura, que es muy diferente de la nuestra, como al simple hecho de que en estos momentos hay en China 1.355 millones de habitantes. Partiendo de esta realidad, cualquier decisión política que se tome en China no podrá ser sino derivar en un proceso complejo.
Creo que la complejidad de China está muy bien reflejada en el título del libro: "El pájaro en la jaula". A explicar este concepto va a ir enfocada mi intervención.
Esta metáfora fue inspirada en los años 80 por el camarada Chen Yun, de la primera generación de dirigentes de la República Popular China, comunista formado en la URSS y responsable de la planificación económica durante muchos años. En aquella época (los años 80), después de las primeras reformas impulsadas por Deng Xiaoping, la máxima que seguía el PCCh en materia de economía era que "la planificación es lo principal y el mercado lo auxiliar". Con aquella metáfora, Chen Yun quería decir que la planificación era "la jaula", y que el mercado (que implica propiedad privada, y por lo tanto burguesía) era "el pájaro". Ese pájaro se podía mover libremente, siempre que fuera dentro de los límites de la jaula.
En otras palabras, el mercado podía operar y la burguesía tener cierta libertad de acción, siempre que aceptara a cambio el sistema socialista. Cabe señalar que el camarada Chen Yun decía esto en un momento en el que, pese a las primeras reformas, el modelo económico de China seguía siendo, en lo esencial, semejante al modelo de los países de Europa del este y la URSS, aunque con ciertos matices: a) se habían liquidado las Comunas Populares en el campo, estableciéndose así el sistema de contrato por responsabilidad familiar (por el cual se volvió a repartir la tierra en función de quién la trabaja); y b) China estaba recurriendo masivamente a la inversión privada extranjera. Las empresas estatales se empezaron a regir progresivamente por criterios mercantiles, iniciándose así el "socialismo de mercado". Sabiendo que las comparaciones son odiosas, esto venía a emular las concepciones imperantes en la URSS a partir la "reforma Kosygin" de 1965.
Lo que quisiera destacar es que, aunque sea con variaciones, el concepto metafórico del "pájaro en la jaula" es válido para caracterizar varios periodos de la historia de la República Popular China, y esto es lo que trata de explicar J.A. Egido en su libro. Quisiera destacar tres periodos.
El primer periodo en el que cabe hablar de un "pájaro en la jaula" fue el periodo de la "Nueva Democracia", entre 1949 y 1952, que fue el periodo de revolución democrático-burguesa de China (otros lo llamarán "revolución nacional-democrática" o, sencillamente, "revolución burguesa"). Se hablaba de "Nueva Democracia" porque, en vista de la naturaleza semi-feudal y semi-colonial de China en el año 1949, los comunistas chinos no se plantearon en lo inmediato la construcción de una economía socialista, pues las tareas históricas inmediatas eran de carácter anti-feudal. Sin embargo, China ya no experimentaría el fallido sistema democrático de la fracasada revolución burguesa de 1911 encabezada por Sun Yìxiān –no obstante considerado el padre de la China moderna– ni tampoco el régimen posterior bajo la dominación del Guomindang (que de hecho ni siquiera era democrático en lo formal). Sería una democracia de nuevo tipo, una democracia popular.
En Rusia y en los países de Europa del este (que tampoco es que fueran naciones muy avanzadas), lo que el marxismo denomina fuerzas productivas, así como la concentración y centralización del capital, habían alcanzado tal grado de desarrollo que era posible y recomendable una expropiación completa de la propiedad capitalista. En China, en cambio, el bajo desarrollo de las fuerzas productivas no aconsejaban hacer lo mismo. Los libros ya decían que, debido al carácter relativamente arcaico de su economía, en la propia Rusia no se daban las condiciones para construir el socialismo (independientemente de que luego sí se hiciera bajo la dirección de Lenin y de Stalin). Pero la China del año 1949 era un país aún más atrasado (mucho más) que la Rusia de 1917 donde triunfó la Revolución de Octubre.
Como expone J.A. Egido en su libro, en China no se podía expropiar toda la propiedad capitalista, de manera que el Estado planificara toda la producción industrial, pues no se daban las condiciones para ello: no se disponía de la base técnica suficiente, ni de los conocimientos necesarios, y la clase obrera en China era una gota en un océano inmenso de campesinos. Una socialización completa de la propiedad burguesa habría supuesto un colapso de la economía, en un momento en que el país tenía que reconstruirse después de tantos años de guerra (ya fuera la guerra civil contra el Guomindang –que se libró en dos ocasiones diferentes– o guerra de liberación nacional contra el Japón) y en el que se necesitaban los conocimientos de una cierta burguesía para hacer funcionar las industrias.
Por ello, desde la fundación de la República Popular China se estableció un pacto entre el Partido Comunista de China (PCCh) y ciertas capas de la burguesía. Y nunca se podrá insistir suficientemente en ello: no se trataba de cualquier burguesía. En aquel momento, el análisis de Mao Zedong y del conjunto del PCCh establecía que no se debía considerar a la burguesía como un todo homogéneo con intereses antagónicos a los de la revolución china (que, recordemos, era en lo esencial era una revolución burguesa, aunque en transición hacia el socialismo).
En su libro, J.A. Egido menciona tres clases de burguesía:
a) La burguesía compradore, que es un término que proviene del portugués. Esta burguesía, intermediaria entre el capital extranjero y el mercado nacional chino, no poseía prácticamente ninguna empresa, pero dominaba el comercio con el imperialismo. Era pues una burguesía subsidiaria de tal o cual potencia imperialista, de entre las tantas potencias que se repartían China como si fuera un vulgar pastel (es decir, no solamente el colonialismo japonés, sino también Gran Bretaña, Alemania, Francia, Portugal, Rusia, etc). Esta burguesía tiene más que ver, por ejemplo, con la oligarquía vendepatrias que se beneficiaba del saqueo de las riquezas de Venezuela antes del triunfo de la Revolución Bolivariana.
En su "Análisis de las clases sociales en China", Mao escribía en 1920 que “…estas clases representan las relaciones de producción más atrasadas y reaccionarias de China, e impiden el desarrollo de las fuerzas productivas del país. Su existencia es absolutamente incompatible con los objetivos de la revolución china.”
b) La burguesía burocrática, que resultaba de un híbrido entre cierta alta burguesía y los altos funcionarios de la China imperial --los famosos mandarines-- y que se dedica a impulsar grandes empresas modernas. Estaba por lo tanto ligada de una forma u otra al orden feudal.
c) La burguesía nacional, que estaba siendo oprimida en sus intereses por el capital extranjero. En sus "Fundamentos del comunismo científico" (1977), el filósofo soviético Víctor Afanasiev explicaba que es:
"...la parte de la burguesía interesada en el progreso económico del país, que toma parte activa en la revolución nacional-liberadora […] La burguesía nacional defiende en la revolución nacional-liberadora sus propios intereses de clase, procurando, en primer lugar, impulsar la economía nacional capitalista y establecer su dominio político en la sociedad, pero, al mismo tiempo, expresa algunos intereses de toda la nación, ya que no podrá alcanzar sus objetivos específicos si no se suprime el yugo del imperialismo extranjero y del feudalismo local.”
Precisamente en estos momentos estoy leyendo la brillante obra del periodista belga Michel Collon "Los siete pecados de Chávez". En esta obra, Collon relata lo que han sido según él las "siete plagas de Latinoamérica", incluyendo entre ellas el asesinato de la agricultura (a lo cual se podría añadir el asesinato de la industria local). Collon describe en su libro cómo las multinacionales (norteamericanas principalmente) invadieron y siguen invadiendo con sus productos los mercados de los países latinoamericanos, ahogando la industria y la agricultura locales. Collon describe esto con esta metáfora elocuente: "Cuando un vallado cerca a un cabrito y se suprime la valla, ¿quién se beneficia?"
Collon explica que una de las debilidades de Venezuela (y en general de los países del Tercer Mundo) ha sido precisamente la debilidad de su burguesía nacional, incapaz de hacerle frente a las multinacionales y de impulsar una producción local destinada a un mercado local, promoviendo así un desarrollo endógeno. El comandante Hugo Chávez hizo referencia a este reto de Venezuela y del conjunto de los países del Tercer Mundo diciendo que el desarrollo endógeno implicaba "...ser capaces de producir por nosotros mismos las semillas que necesitamos para cultivar, los alimentos que comemos, la ropa que llevamos, los productos y servicios que necesitamos. Debemos romper los grilletes de la dependencia económica, cultural y tecnológica."
La problemática de China en el año 1949 era similar a la de Venezuela y la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo en la actualidad. Teniendo en cuenta el subdesarrollo de China, y lo que supone el imperialismo (en resumidas cuentas, el enriquecimiento de unas pocas naciones a costa de la subyugación económica de otras), podemos entender el sentido de aprovechar la parte de la burguesía interesada en impulsar una industria independiente, desarrollar un mercado nacional, ayudar a la innovación tecnológicas, etc. Éste era el papel que Mao Zedong y el PCCh le asignaban en 1949 a la burguesía nacional, que sería partícipe de la reconstrucción de China, ayudando a su desarrollo económico, y participando en labores de gobierno asesorando al PCCh en la Conferencia Consultativa Política del Pueblo Chino. Todo ello con la condición de que aceptara la dominación del Partido Comunista.
Mao Zedong lo reflejaba muy bien cuando escribía que, en el año 1953 (recién iniciada la fase de edificación de las bases del socialismo), la economía en China seguía siendo, en lo esencial, capitalista, pero que era "una economía capitalista controlada por el gobierno popular, ligada de diversas maneras a la economía socialista que representa el sector estatal y sometida a la vigilancia de los obreros. No es por tanto una economía capitalista ordinaria, sino una economía capitalista de Estado de nuevo tipo. Si existe, es sobre todo para satisfacer las necesidades del pueblo y no para dejar a los capitalistas hacer beneficios".
En este sentido, no había equívocos. Los comunistas chinos no negaban en ningún momento el carácter explotador de esta burguesía. En 1957, Mao Zedong escribía: "En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene doble carácter. En el período de la revolución democrático-burguesa, ella tenía en su carácter tanto un lado revolucionario como otro conciliador. En el período de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase obrera obteniendo ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista."
Es importante subrayar que Mao Zedong decía esto cuando China ya había entrado en la fase de edificación de las bases del socialismo con el lanzamiento del I Plan Quinquenal en 1952, momento a partir del cual –con ayuda de la URSS– se procedió a nacionalizaciones en masa, a la colectivización del campo y a la construcción de una economía planificada. Pero, aún en aquellas circunstancias, seguía subsistiendo una cierta capa burguesa que poseía participaciones en algunas industrias, en un régimen de co-propiedad con el Estado. De allí que, aún bajo el régimen socialista, en China la metáfora del "pájaro en la jaula" haya sido una constante a lo largo de casi toda la evolución del socialismo en China.
Después del I Plan Quinquenal (1952-1957) vino lo que suelo llamar el "periodo de paréntesis" del "Gran Salto Adelante" (intento de industrializar el país a marchas forzadas planteándose objetivos irrealizables, que se saldó con un fracaso rotundo) en primer lugar, y de la "Revolución Cultural", en segundo lugar. En aquellos periodos, Mao Zedong dio un giro de 180 grados con respecto a los planteamientos correctos que había defendido hasta el año 1958. Por ello, los chinos suelen hablar más bien del "pensamiento de Mao Zedong" que del propio Mao.
No disponemos de tiempo para explicar en detalle todas y cada una de las diferentes etapas de la historia de la República Popular China. Me limitaré a decir que la valoración del autor del libro sobre la "Revolución Cultural" es negativa (cosa con la que personalmente coincido), calificándola de "locura". Pero independientemente de la valoración que tengamos sobre aquel periodo, lo relevante es el balance general que hizo el PCCh sobre la construcción del socialismo durante aquella etapa. Y si bien se habían logrado tremendo avances sociales desde el 1949, al terminar la "revolución cultural", los chinos no terminaban de encontrar el camino que les podía hacer salir de la pobreza. Por otra parte, pese a algunos logros parciales, la brecha tecnológica con los países capitalistas desarrollados no hacía más que aumentar. A la muerte de Mao Zedong, el PCCh llegó a la conclusión de que se habían quemado etapas, y que era preciso reajustar las formas de propiedad en China en relación a las fuerzas productivas.
Así fue cómo se inició el segundo periodo en el que cabe hablar de un "pájaro en la jaula", que es el periodo al cual me referí antes de los años 80, ya implementada la reforma y apertura impulsada por Deng Xiaoping (y cuyas medidas concretas tampoco tenemos tiempo de explicar en detalle). En aquel momento se empezó a hablar de "socialismo de mercado" porque el mercado venía a complementar, mejorar la economía socialista.
Pero alrededor del año 1992 (a partir del XIV Congreso del PCCh) se inició un tercer periodo (que es el periodo histórico en el que se encuentra China ahora de manera prolongada), que se corresponde con el llamado "socialismo con características chinas". Desde entonces se ha completado el paso de China hacia una economía socialista de mercado. Ya no son solamente las empresas privadas las que se rigen por el mercado, sino que incluso las empresas estatales las que producen y fijan precios en función de la oferta y la demanda. Atrás quedaron los tiempos en que las empresas estatales eran financiadas "a fondo perdido" para no ser eficientes: ahora, cada empresa es responsable de sus propias ganancias y pérdidas, y deben luchar por obtener su cuota de mercado. Sin embargo, el conjunto de la economía está bajo la tutela del Estado: en este nuevo periodo, la máxima seguida por el PCCh es: "el Estado regula el mercado y el mercado regula a las empresas".
Todo esto se hace con el objetivo de dinamizar la economía en un contexto internacional bastante adverso para China. Y es que esta profundización del paso a una economía de mercado se produce en un momento en el que el socialismo ha colapsado en Europa del este y en la URSS, y el capitalismo se ve triunfante en el mundo, iniciándose así la llamada "globalización". Esto, además, se produjo en un momento en que las relaciones comerciales y políticas entre China y la URSS habían vuelto a ser buenas. Considero que esto es un factor decisivo.
Estos tres periodos que he mencionado son diferentes los unos de los otros. Pero tiene todos en común que, de una forma u otra, existe un "pájaro en la jaula". Tanto hoy como ayer, existe una burguesía, pero está sometida a los intereses generales del país. Es una clase dominada: se le permite cierta libertad de acción, pero con restricciones.
Esto es algo que explicaba muy bien el economista de la Universidad de La Habana J.A. Díaz Vázquez en una entrevista a Cubainformación: "El modelo chino... le podemos hacer todas las críticas que quieras, pero no se puede dejar de reconocer que es un modelo abierto porque reconoce que tiene que reformarse, y además de esto, los chinos hoy disfrutan conquistas y de posibilidades que no tenían cuarenta años atrás [...] todo chino que tenga una iniciativa, la puede desarrollar. En el caso nuestro, y en el caso del modelo soviético más específicamente, esto no sucedía. Siempre la iniciativa tenía que estar aprobada por la estructura. En ese sentido, los chinos han demostrado sabiduría china (o asiática), porque han planteado lo que prohíben, es decir no autorizan actividades sino dicen: "esto, esto y esto no se puede hacer". Todo lo que no esté ahí, se puede desarrollar."
Sin embargo, no debemos caer en simplismos. La existencia de esta burguesía "nacional" (en el libro se detallan todas las distintas categorías sociales que se podrían enmarcar dentro del término "burguesía" en la actualidad) no tiene en 2015 exactamente la misma motivación que en el año 1949. Su papel ya no está exactamente en la misma estela de liberación nacional que antaño. Hoy China es un país inmensamente más desarrollado en todos los sentidos. La existencia de la burguesía nacional hoy en China –cabe subrayar no obstante que el PCCh intenta educarla en un espíritu patriótico– se debe más a motivaciones puramente económicas y técnicas. Su tarea es la de contribuir al desarrollo de las fuerzas productivas en China.
La conveniencia de que exista cierta burguesía hoy en China en algunos sectores económicos se puede ilustrar con el caso de Zhang Ruimin, que José Antonio Egido cita en el libro como ejemplo de "burguesía de Estado" (gestores de empresas cuya misión es hacer rentables a empresas estatales). Es un caso muy conocido en China, sobre el cual quisiera detenerme porque nos permite comprender mejor lo que puede tener de positivo el modelo de "socialismo con características chinas".
Zhang Ruimin era un funcionario del ayuntamiento de la ciudad costera de Qingdao, hasta que en 1984 asumió el cargo de director general de la empresa local de fabricación de frigoríficos Qingdao Refrigerator Plant. En ese momento, la empresa tenía una deuda de 10 millones de dólares. Después de un viaje a Alemania, donde aprendió sobre know-how, Zhang recibió una queja de un cliente sobre uno de sus productos. Junto con el cliente, fue a examinar el stock de 400 frigoríficos de la empresa, y descubrió que el 20% era defectuoso.
Zhang decidió alinear los 76 frigoríficos defectuosos en el patio de la fábrica y reunió a los trabajadores. Les entregó un martillo a cada uno y les ordenó que los destruyeran. Ante las vacilaciones de los trabajadores (algunos tenían lágrimas en los ojos, pues el coste de uno de esos frigoríficos equivalía al salario de dos años de un obrero) Zhang les espetó: "¡Si no destruimos estos frigoríficos hoy, lo que se verá reducido a pedazos por el mercado será esta empresa!". Hoy, algunos de estos martillos siguen expuestos en una vitrina en la sede de la empresa.
Zhang tomó algunas medidas para mejorar el rendimiento de la empresa. Decidió fijar los salarios en función de las ventas de los productos fabricados por cada obrero. Instauró una práctica por la cual si un obrero cometía un error, tenía que hacerse autocrítica ante el resto de sus compañeros para explicar en qué había consistido. Estableció también un sistema de feedback empresa-cliente, gracias al cual descubrió que la razón de las pocas ventas de lavadoras en la provincia de Sichuan, era que los aldeanos lavaban las patatas dentro de las lavadoras, lo cual obstruía los desagües. Gracias a este sistema, Zhang rediseñó sus lavadoras para que pudiera lavar objetos además de ropa.
En 1988 también se hizo cargo de las plantas de fabricación de microondas, aparatos de aire acondicionado y congeladores de Qingdao. En 1991 rebautiza su empresa con el nombre de Haier y empieza a obtener beneficios. En el año 2000 Haier obtenía 6.000 veces más beneficios que en 1985. Hoy es una empresa multinacional con más de 30.000 puntos de venta en más de 100 países, habiendo conquistado el 25% del mercado estadounidense. Y todo ello sin haber dejado de ser una empresa estatal.
El grupo Haier, además, se niega a acatar el bloqueo comercial contra Cuba, habiendo firmado con el gobierno cubano contratos para la producción en la isla de equipos informáticos, electrodomésticos y de comunicaciones. En 2002, el PCCh reconoció los méritos de Zhang haciéndole miembro del Comité Central del Partido.
Aunque Zhang Ruimin no sea un "capitalista" en el sentido estricto del término, sino más bien un asalariado del Estado, su caso ilustra cómo la gestión privada en ciertos casos puede ser más eficiente. Su caso es un ejemplo de burguesía que contribuye al progreso de la nación, mejorando el funcionamiento de las empresas e introduciendo nuevas tecnologías y nuevos métodos de gestión. Estos dirigentes de empresa no podían ni existir durante los años de la "revolución cultural", al final de la cual la mayoría de las empresas eran deficitarias...
Lo fundamental con lo que tenemos que quedarnos, es que el modelo chino ha dado excelentes resultados en las últimas décadas. Según James Morris, director del Programa Alimentario Mundial, “los logros de China en la lucha contra la pobreza son el milagro más grande del siglo XX”. Se podrían dar decenas y decenas de datos, aquí dispongo de unos pocos... Podríamos hablar precisamente de la reducción de la pobreza. Los datos pueden variar en función de las fuentes, del periodo estudiado y de lo que se puede considerar pobreza, pero tenemos los datos del Banco Mundial, que no es precisamente un organismo marxista-leninista. Según estos datos, entre 1981 y 2004 la parte de la población china en situación de pobreza (es decir, con menos de un dólar al día) ha pasado del 95% al 10% de la población. Eso supone más de 600 millones de personas. Entre los años 1980 y 2012, el Indice de Desarrollo Humano (que es el mejor indicador para medir el progreso social en un país) en China ha crecido un 72%. Eso es tres veces más rápido que la media mundial.
Estos logros, yo los asocio a una palabra: SOCIALISMO. No es cuestión de iniciar un debate en profundidad sobre lo que entendemos por socialismo. Me limitaré a decir que evidentemente, si entendemos por socialismo el modelo de "socialismo real" de los países de Europa del este y la URSS, entonces hemos de concluir que China no es un país socialista. Pero hemos de tener en cuenta que, a lo largo de la historia, el propio concepto de "socialismo" ha variado en función de la práctica concreta. En efecto, el socialismo, tal como fue definido por Marx en la "Crítica del programa de Gotha" –que implica una colectivización total de los medios de producción– nunca ha existido, pues ni siquiera en la URSS se eliminó por completo la mercancía y la propiedad privada. Por ello, tácitamente se ha impuesto en el movimiento comunista el concepto, más dialéctico, de periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo en el que se ejerce la dictadura del proletariado.
En cualquier caso, no creo que se pueda afirmar que China sea un país capitalista. Se trata un socialismo "con características chinas": es algo que nunca se había hecho previamente, y que sigue siendo una alternativa a la sociedad burguesa. Es cierto que si nos atenemos estrictamente al aspecto económico, debemos concluir que el modelo económico de China es un capitalismo de Estado, aunque bajo control del Partido Comunista. Ahora bien, creo que en China existen ciertos rasgos que suponen una línea de continuidad con lo que fue el socialismo durante el siglo XX. En China, el Partido Comunista tiene el control sobre la economía, lo cual se ejerce por distintos medios:
a) El Estado ejerce la propiedad sobre lo que los chinos llaman la "columna vertebral" de la economía. Esta "columna vertebral" son las empresas más grandes (las que con diferencia aportan más al PIB) que dominan los sectores estratégicos de la economía: banca, acero, construcción, transporte, energía, telecomunicaciones, y la industria militar, farmacéutica, aeronáutica, etc. Esta propiedad socialista es considerada por la Constitución como la propiedad fundamental.
Un artículo del Financial Times del año 2006 decía que: "La gente del exterior cree que el sector capitalista en China puede seguir su camino con el apoyo y la ayuda del gobierno comunista. En realidad, las empresas privadas deben trabajar en el dominio que les imponen las empresas del Estado y las autoridades políticas. Todos los sectores clave están dominados por las empresas del Estado."
b) En segundo lugar, el Estado también ejerce un control sobre gran parte de la economía por medio de la posesión de participaciones en empresas privadas, poseyendo una mayoría o una minoría de sus acciones, lo cual le permite disponer de un voto decisivo.
c) Existe toda una serie de mecanismos que permiten que el Estado controle las palancas macroeconómicas, como por ejemplo la política financiera del gobierno chino (control del precio del dinero, preferencia hacia las empresas públicas a la hora de otorgar créditos) hecha posible por la propiedad estatal de los cuatro mayores bancos de China.
d) Después, tenemos otras características como la propiedad del Estado sobre la tierra y los recursos naturales, que hacen que sea muy difícil considerar a China un país capitalista. También merece la pena destacar la nada desdeñable importancia de la propiedad cooperativa en China.
Este control sobre las palancas fundamentales de la economía, que ha permitido orientar el desarrollo de China hacia la mejora de las condiciones de vida del conjunto de la población, coincide con lo afirmado por I.V. Stalin en "Los problemas económicos del socialismo en la URSS" (1952), donde escribía que la ley fundamental del socialismo es "asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada".
Creo que se puede afirmar sin duda alguna que China ha cumplido hasta ahora con este precepto. Hacer mención de las desigualdades crecientes en China, debido a la proliferación de capitalistas, no servirá de nada para invalidar este hecho. No es lo mismo que dos trenes se distancien porque ambos van en direcciones opuestas, que por el hecho de que que uno vaya más rápido que el otro. Los capitalistas en China acumulan capital en base a la explotación, esto es un hecho. Pero en términos globales, todos se han beneficiado del aumento de la riqueza.
El libro de José Antonio Egido está compuesto por 34 pequeños capítulos que abarcan multitud de otros temas interesantes: la luchas de líneas (lucha de clases) en el seno del PCCh; las distintas categorías sociales existentes en China; la corrupción; los cuadros comunistas que dedican su vida a servir al pueblo, etc., sobre los que no me puedo detener por una cuestión de tiempo.
Para ir terminando, voy a leer una frase citada en el libro, que invita al optimismo, de Lu Xun, gran literato chino de los años 30: "China deberá dirigirse obligatoriamente hacia el comunismo y salvarse mediante el socialismo. No hay otra salida posible."
Creo que esto es una evidencia. El capitalismo (tal y como lo conocemos aquí en el primer mundo), el abandono de los recursos de China a la "mano invisible" del mercado, supondría su destrucción. No digamos ya si en China ocurre lo mismo que lo que pasó en Rusia con Yeltsin, después de destruida la URSS, si se llegara a liquidar el poder del PCCh. ¿Os imagináis por un segundo que en China se produce una contrarrevolución como en Rusia, con privatizaciones en masa de las grandes empresas estatales? ¿La catástrofe humanitaria que ello supondría, las oleadas de migración que ello originaría hacia el resto del mundo? ¿El impacto que ello tendría sobre la economía mundial? Sería un cataclismo de dimensiones globales. Los países del tercer mundo, y los países socialistas, sufrirían un retroceso de décadas. En nuestro propio interés está que eso no ocurra. Y no ocurrirá.
Independientemente de nuestra valoración personal sobre el carácter socialista de China, tenemos que quedarnos con que los dirigentes chinos siguen diciendo que China es un país socialista. Siguen afirmando que persiguen el comunismo. El 1 de octubre de 2009, durante el día de celebración del 60 aniversario de la fundación de la República Popular China, el camarada Hu Jintao pronunció un gran discurso en el que decía:
"El desarrollo y progreso logrado en los sesenta años de la Nueva China ha mostrado plenamente que sólo el socialismo puede salvar a China y que solamente la reforma y apertura puede permitir el desarrollo de China, del socialismo y del marxismo. El pueblo chino tiene la confianza y la capacidad para construir bien su país y realizar sus debidas contribuciones al mundo."
Creo que deberíamos dar el beneficio de la duda a los dirigentes chinos, ya que afirman ser correligionarios nuestros. Al menos, deberíamos darles un apoyo crítico, en un momento en que China supone un contrapeso en el plano político, económico y militar a los planes agresivos de un imperialismo USA en plena decadencia.
Si alguno de vosotros no entiende el porqué del "socialismo con características chinas", no entiende el porqué de las reformas en China, o simplemente no conoce la historia de China durante el siglo XIX y XX, entonces les sugiero que compren el libro de J.A. Egido. Aprenderán mucho y (tal vez) quieran militar a favor del socialismo con características chinas. Creo que es una de las contribuciones que podemos hacer a la causa del progreso y de la paz mundial –no sé si sabéis que el pasado 3 de septiembre, el Presidente Xi Jinping anunció que China reducirá en 300.000 el número de efectivos de su ejército– y a la causa del socialismo, no sólo en China sino también en el resto del mundo.