Foro Comunista

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    ( PCE ML) Tiempos, tendencias y urgencias

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    Mensaje por Trabant Jue Feb 04, 2016 4:05 pm

    Tras las elecciones del 20D ha habido compañeros e incluso algún camarada que entraron en una especie de melancolía, al comprobar que en contra de lo que cabía esperar hace unos meses, el régimen salía debilitado pero con capacidad para mantener la iniciativa, mientras que en el campo popular la confusión crecía al imponerse una visión reformista y formal de la lucha política. Todo el galimatías propio del lenguaje de las fuerzas “emergentes”, se limita a proponer reformas del statu quo actual, manteniendo integra la estructura política e institucional, y partiendo del propio texto que da cuerpo a la dominación de una minoría parasitaria: la Constitución del 78, hecha a la medida para lograr que el poder real siga en manos de ese puñado de familias que imponen sus intereses sobre los de la inmensa mayoría.

    El concepto de Unidad Popular que han barajado algunas fuerzas, es un concepto utilitario y limitado, sin objetivos políticos realmente transformadores. Y es que, en lo que hace a las cuestiones tácticas, la unidad entre las fuerzas populares, hoy se limita a aspectos parciales (denuncia de la corrupción rampante, oposición al TTIP, defensa de los derechos humanos frente a la represión en ascenso, derecho a decidir que no derecho a la autodeterminación, etc) del problema general que tiene ante sí la clase trabajadora que no es otro que el de superar de una forma revolucionaria el capitalismo, o dejarse arrastrar por él.

    Por supuesto que debemos mantener y reforzar esta unidad de acción incipiente y limitada, pero al tiempo hay que insistir en dos cuestiones que, si no se abordan en común y se asumen como elemento esencial de la unidad, mantendrán la lucha del proletariado en orden disperso frente a la ofensiva del imperialismo. Estas dos cuestiones en España las representa la ruptura completa con el régimen monárquico y su expresión política: la conquista de una República Popular y Federativa. Cuestiones ambas sin las que será imposible afianzar cambio alguno en la correlación de fuerzas.

    Además, esa unidad en torno a cuestiones puntuales a la que hacemos referencia más arriba, se sigue dando articulada en torno a formas anárquicas de organización, no permanentes; cuando no a personajes singulares. Las plataformas “ad hoc” se limitan a realizar cierta agitación y alguna movilización esporádica sobre el tema en cuestión, y desaparecen con la misma rapidez con la que se crearon, cuando no se dispersan en varias corrientes diferenciadas por algún matiz particular. Esta forma de actuar, en un tiempo en el que el imperialismo utiliza todo su poder y el de sus instituciones para imponer sus dictados, lleva a la impotencia suicida.

    Pero, ¿de qué extrañarse? Este concepto limitado de unidad, no es nuevo, ni mucho menos, Sirva de ejemplo la campaña contra la OTAN en los años ochenta, que movilizó a millones de personas y, sin embargo, no dio ningún fruto político, más allá de la movilización en sí. Hoy, treinta años después, el régimen ha solventado todos los obstáculos democráticos y violado los compromisos que asumió en el referéndum del 86 para evitar el rechazo al bloque imperialista, que hoy se refuerza constantemente (es algo más que un símbolo, que la fuerza que se presentaba en las elecciones como abanderada de la “ruptura” propusiera como candidato por Zaragoza a José Julio Rodríguez, quien en su momento fuera Jefe del Estado Mayor de la Defensa y Presidente de la Comisión de Reabastecimiento en vuelo de la OTAN).

    Por ese motivo es tan importante reforzar las organizaciones permanentes que agrupan a la clase obrera frente a problemas concretos pero mantienen una visión general, de clase; por eso es prioritario combatir el individualismo que pregonan las corrientes ciudadanistas, su exaltación del individuo por encima del colectivo; su visión interesadamente pragmática y utilitaria de la organización.

    El caso es que es difícil no dejarse llevar por los acontecimientos y mantener la calma suficiente para darse cuenta de que la tendencia general de crisis que vive el imperialismo abre un periodo de intensos cambios y profundas enseñanzas para nuestra clase; un periodo que va a mostrar ante los ojos de todos, la esencia que hay tras la fachada formal de las corrientes burguesas.

    No solo España, Europa entera está sujeta a profundas convulsiones políticas y a cambios constantes: el 25 de enero, por ejemplo, se cumplió un año del triunfo de Syriza en las elecciones griegas... Y vaya si han cambiado las cosas allí. ¿Quién podría prever hace doce meses que fueran a producirse convulsiones tan importantes como las que ha vivido el país heleno: enfrentamiento con la Comisión Europea, referéndum de julio, traición de Tsipras y su equipo a sus compromisos, ruptura de Syriza, etc.

    Quienes se dejan llevar por la melancolía, olvidan que estas elecciones se han dado en un contexto de gran confusión, en medio de un martilleo constante del aparato de propaganda del régimen y con una falta absoluta de alternativas de clase que hubieran servido para aglutinar el voto popular. Y olvidan que, como decíamos en el último Pleno de nuestro CC, entramos en una nueva fase en la que los cambios van a ser rápidos..., lo que exigirá de cada uno de nosotros una mayor iniciativa y del conjunto de nuestra organización más audacia.

    Y es que apenas un mes después de aquella fecha que durante más de año y medio se nos dijo que era el punto de inflexión para una nueva era política, el panorama continua abierto, PP y PSOE sufren una profunda crisis que hacen lo posible por ocultar y empiezan a surgir las primeras desavenencias serias en el campo del ciudadanismo.

    Pero que se produzcan cambios tan rápidos no significa necesariamente en todos los lugares que se altere seriamente la correlación de fuerzas dentro de la tendencia general hacia el recrudecimiento de la lucha de clases. Porque, hoy la hegemonía política la tiene la burguesía. Incluso ahora, que, como decimos, empiezan las disensiones en el ciudadanismo y surgen corrientes que se desmarcan de las tendencias más groseras defendidas por los Iglesias en España o los Tsipras en Grecia y denuncian el rápido sometimiento de sus líderes a los dictados del capital (y habrá que contar con ellas en el terreno táctico para avanzar en la unidad popular); esas corrientes, en el terreno ideológico, sin embargo, asumen también el sistema como un mal inevitable y buscan un imposible: la vuelta al capitalismo “bueno”, de la “libre competencia”.

    Se diferencian en el grado de control al que proponen someter al capitalismo, pero ninguna de ellas plantea la única alternativa real al sistema dominante: su superación revolucionaria. Ni siquiera se plantean un objetivo táctico que nos acercara a ella al alterar al menos la correlación de fuerzas en favor de la clase obrera: la ruptura con la forma política que en cada país garantiza la dominación de la oligarquía imperialista. Todas ellas se limitan a proponer reformas de los aspectos más brutales del sistema, utilizando las mismas normas y estructuras políticas que permiten la dominación efectiva de la oligarquía.

    La conclusión se impone, debemos reforzar las tentativas de unidad que se van a ir dando conforme vaya quedando clara la impotencia del populismo ciudadanista para cambiar nada sustancial de la situación, pero debemos hacerlo, insistiendo siempre en nuestra crítica del idealismo reformista de la pequeña burguesía que hoy hegemoniza el campo popular.

    Dicho de otra forma: no debemos esperar pasivamente a que se desenmascare definitivamente el ciudadanismo, porque la frustración que traerá consigo este nuevo desengaño en quienes creyeron sinceramente que esa corriente podía aportar solución a los problemas de la mayoría trabajadora, es muy peligrosa, particularmente en una coyuntura como la actual en la que los ataques contra sus derechos y conquistas van a recrudecerse.

    Pero tampoco podemos dejarnos llevar por la iniciativa de la pequeña burguesía, cuya ideología es, insistimos en ello, hegemónica en la izquierda; nuestro deber es el de desenmascarar las patrañas de quienes ofrecen alivio a los males de la clase trabajadora, con los instrumentos institucionales y políticos de la minoría que nos explota.
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    Mensaje por MH socialista Dom Sep 04, 2016 2:28 pm

    Trabant escribió:
    Tras las elecciones del 20D ha habido compañeros e incluso algún camarada que entraron en una especie de melancolía, al comprobar que en contra de lo que cabía esperar hace unos meses, el régimen salía debilitado pero con capacidad para mantener la iniciativa, mientras que en el campo popular la confusión crecía al imponerse una visión reformista y formal de la lucha política. Todo el galimatías  propio del lenguaje de las fuerzas “emergentes”, se limita a proponer reformas del statu quo actual, manteniendo integra la estructura política e institucional, y partiendo del propio texto que da cuerpo a la dominación de una minoría parasitaria: la Constitución del 78, hecha a la medida para lograr que el poder real siga en manos de ese puñado de familias que imponen sus intereses sobre los de la inmensa mayoría.

    El concepto de Unidad Popular que han barajado algunas fuerzas, es un concepto utilitario y limitado, sin objetivos políticos realmente transformadores. Y es que, en lo que hace a las cuestiones tácticas, la unidad entre las fuerzas populares, hoy se limita a aspectos parciales (denuncia de la corrupción rampante, oposición al TTIP, defensa de los derechos humanos frente a la represión en ascenso, derecho a decidir que no  derecho a la autodeterminación, etc) del problema general que tiene ante sí la clase trabajadora que no es otro que el de superar de una forma revolucionaria el capitalismo, o dejarse arrastrar por él.

    Por supuesto que debemos mantener y reforzar esta unidad de acción incipiente y limitada, pero al tiempo hay que insistir en dos cuestiones que, si no se abordan en común y se asumen como elemento esencial de la unidad, mantendrán la lucha del proletariado en orden disperso frente a la ofensiva del imperialismo. Estas dos cuestiones en España las representa la ruptura completa con el régimen monárquico y su expresión política: la conquista de una República Popular y Federativa. Cuestiones ambas sin las que será imposible afianzar cambio alguno en la correlación de fuerzas.

    Además, esa unidad en torno a cuestiones puntuales a la que hacemos referencia más arriba, se sigue dando articulada en torno a formas anárquicas de organización, no permanentes; cuando no a personajes singulares.  Las plataformas “ad hoc” se limitan a realizar cierta agitación y alguna movilización esporádica sobre el tema en cuestión, y desaparecen con la misma rapidez con la que se crearon, cuando no se dispersan en varias corrientes diferenciadas por algún matiz particular. Esta forma de actuar, en un tiempo en el que el imperialismo utiliza todo su poder y el de sus instituciones para imponer sus dictados, lleva a la impotencia suicida.

    Pero, ¿de qué extrañarse? Este concepto limitado de unidad, no es nuevo, ni mucho menos, Sirva de ejemplo la campaña contra la OTAN en los años ochenta, que movilizó a millones de personas y, sin embargo, no dio ningún fruto político, más allá de la movilización en sí. Hoy, treinta años después, el régimen ha solventado todos los obstáculos democráticos y violado los compromisos que asumió en el referéndum del 86 para evitar el rechazo al bloque imperialista, que hoy se refuerza constantemente (es algo más que un símbolo, que la fuerza que se presentaba en las elecciones como abanderada de la “ruptura” propusiera como candidato por Zaragoza a José Julio Rodríguez, quien en su momento fuera Jefe del Estado Mayor de la Defensa y Presidente de la Comisión de Reabastecimiento en vuelo de la OTAN).

    Por ese motivo es tan importante reforzar las organizaciones permanentes que agrupan a la clase obrera frente a problemas concretos pero mantienen una visión general, de clase; por eso es prioritario combatir el individualismo que pregonan las corrientes ciudadanistas, su exaltación del individuo por encima del colectivo; su visión interesadamente pragmática y utilitaria de la organización.

    El caso es que es difícil no dejarse llevar por los acontecimientos y mantener la calma suficiente para darse cuenta de que la tendencia general de crisis que vive el imperialismo abre un periodo de intensos cambios y profundas enseñanzas para nuestra clase; un periodo que va a mostrar ante los ojos de todos, la esencia que hay tras la fachada formal de las corrientes burguesas.

    No solo España, Europa entera está sujeta a profundas convulsiones políticas y a cambios constantes: el 25 de enero, por ejemplo, se cumplió un año del triunfo de Syriza en las elecciones griegas... Y vaya si han cambiado las cosas allí. ¿Quién podría prever hace doce meses que fueran a producirse convulsiones tan importantes como las que ha vivido el país heleno: enfrentamiento con la Comisión Europea, referéndum de julio, traición de Tsipras y su equipo a sus compromisos, ruptura de Syriza, etc.

    Quienes se dejan llevar por la melancolía, olvidan que estas elecciones se han dado en un contexto de gran confusión, en medio de un martilleo constante del aparato de propaganda del régimen y con una falta absoluta de alternativas de clase que hubieran servido para aglutinar el voto popular. Y olvidan que, como decíamos en el último Pleno de nuestro CC, entramos en una nueva fase en la que los cambios van a ser rápidos..., lo que exigirá de cada uno de nosotros una mayor iniciativa y del conjunto de nuestra organización más audacia.

    Y es que apenas un mes después de aquella fecha que durante más de año y medio se nos dijo que era el punto de inflexión para una nueva era política, el panorama continua abierto, PP y PSOE sufren una profunda crisis que hacen lo posible por ocultar y empiezan a surgir las primeras desavenencias serias en el campo del ciudadanismo.

    Pero que se produzcan cambios tan rápidos no significa necesariamente en todos los lugares que se altere seriamente la correlación de fuerzas dentro de la tendencia general hacia el recrudecimiento de la lucha de clases. Porque, hoy la hegemonía política la tiene la burguesía. Incluso ahora, que, como decimos, empiezan las disensiones en el ciudadanismo y surgen corrientes que se desmarcan de las tendencias más groseras defendidas por los Iglesias en España o los Tsipras en Grecia y denuncian el rápido sometimiento de sus líderes a los dictados del capital (y habrá que contar con ellas en el terreno táctico para avanzar en la unidad popular);  esas corrientes, en el terreno ideológico, sin embargo, asumen también el sistema como un mal inevitable y buscan un imposible: la vuelta al capitalismo “bueno”, de la “libre competencia”.

    Se diferencian en el grado de control al que proponen someter al capitalismo, pero ninguna de ellas plantea la única alternativa real al sistema dominante: su superación revolucionaria. Ni siquiera se plantean un objetivo táctico que nos acercara a ella al alterar al menos la correlación de fuerzas en favor de la clase obrera: la ruptura con la forma política que en cada país garantiza la dominación de la oligarquía imperialista. Todas ellas se limitan a proponer reformas de los aspectos más brutales del sistema, utilizando las mismas normas y estructuras políticas que permiten  la dominación efectiva de la oligarquía.

    La conclusión se impone, debemos reforzar las tentativas de unidad que se van a ir dando conforme vaya quedando clara la impotencia del populismo ciudadanista para cambiar nada sustancial de la situación, pero debemos hacerlo, insistiendo siempre en nuestra crítica del idealismo reformista de la pequeña burguesía que hoy hegemoniza el campo popular.

    Dicho de otra forma: no debemos esperar pasivamente a que se desenmascare definitivamente el ciudadanismo, porque la frustración que traerá consigo este nuevo desengaño en quienes creyeron sinceramente que esa corriente podía aportar solución a los problemas de la mayoría trabajadora, es muy peligrosa, particularmente en una coyuntura como la actual en la que los ataques contra sus derechos y conquistas van a recrudecerse.

    Pero tampoco podemos dejarnos llevar por la iniciativa de la pequeña burguesía, cuya ideología es, insistimos en ello, hegemónica en la izquierda; nuestro deber es el de desenmascarar las patrañas de quienes ofrecen alivio a los males de la clase trabajadora, con los instrumentos institucionales y políticos de la minoría que nos explota.


    Por muchos mensajes tuyos que he visto veo que eres del PCE(m-l). Estoy bastante interesado en ese partido. Quería preguntarte si sabes si tu partido tiene representación en Navarra. O si no, ¿Podrías decirme dónde puedo contactar con el partido para preguntarle? Me gustaría militar en las JCE(m-l) pero no se si aquí en Navarra tienen actividad.

    Gracias de antemano.
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    Mensaje por Deng Dom Sep 04, 2016 11:35 pm

    Por muchos mensajes tuyos que he visto veo que eres del PCE(m-l). Estoy bastante interesado en ese partido. Quería preguntarte si sabes si tu partido tiene representación en Navarra. O si no, ¿Podrías decirme dónde puedo contactar con el partido para preguntarle? Me gustaría militar en las JCE(m-l) pero no se si aquí en Navarra tienen actividad.
    Uf no te recomiendo acercarte a eso...
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    Mensaje por MarxistaDominicano Miér Sep 07, 2016 7:03 am

    Muy buen articulo, lo voy a compartir con mis amistades comunistas del internet, ya que se puede aplicar para muchos paises que tienen gobiernos capitalistas-neoliberales, y gobernados por partidos tradicionales que no le dan chance a los partidos marxistas-leninistas. Gracias


    Trabant escribió:
    Tras las elecciones del 20D ha habido compañeros e incluso algún camarada que entraron en una especie de melancolía, al comprobar que en contra de lo que cabía esperar hace unos meses, el régimen salía debilitado pero con capacidad para mantener la iniciativa, mientras que en el campo popular la confusión crecía al imponerse una visión reformista y formal de la lucha política. Todo el galimatías  propio del lenguaje de las fuerzas “emergentes”, se limita a proponer reformas del statu quo actual, manteniendo integra la estructura política e institucional, y partiendo del propio texto que da cuerpo a la dominación de una minoría parasitaria: la Constitución del 78, hecha a la medida para lograr que el poder real siga en manos de ese puñado de familias que imponen sus intereses sobre los de la inmensa mayoría.

    El concepto de Unidad Popular que han barajado algunas fuerzas, es un concepto utilitario y limitado, sin objetivos políticos realmente transformadores. Y es que, en lo que hace a las cuestiones tácticas, la unidad entre las fuerzas populares, hoy se limita a aspectos parciales (denuncia de la corrupción rampante, oposición al TTIP, defensa de los derechos humanos frente a la represión en ascenso, derecho a decidir que no  derecho a la autodeterminación, etc) del problema general que tiene ante sí la clase trabajadora que no es otro que el de superar de una forma revolucionaria el capitalismo, o dejarse arrastrar por él.

    Por supuesto que debemos mantener y reforzar esta unidad de acción incipiente y limitada, pero al tiempo hay que insistir en dos cuestiones que, si no se abordan en común y se asumen como elemento esencial de la unidad, mantendrán la lucha del proletariado en orden disperso frente a la ofensiva del imperialismo. Estas dos cuestiones en España las representa la ruptura completa con el régimen monárquico y su expresión política: la conquista de una República Popular y Federativa. Cuestiones ambas sin las que será imposible afianzar cambio alguno en la correlación de fuerzas.

    Además, esa unidad en torno a cuestiones puntuales a la que hacemos referencia más arriba, se sigue dando articulada en torno a formas anárquicas de organización, no permanentes; cuando no a personajes singulares.  Las plataformas “ad hoc” se limitan a realizar cierta agitación y alguna movilización esporádica sobre el tema en cuestión, y desaparecen con la misma rapidez con la que se crearon, cuando no se dispersan en varias corrientes diferenciadas por algún matiz particular. Esta forma de actuar, en un tiempo en el que el imperialismo utiliza todo su poder y el de sus instituciones para imponer sus dictados, lleva a la impotencia suicida.

    Pero, ¿de qué extrañarse? Este concepto limitado de unidad, no es nuevo, ni mucho menos, Sirva de ejemplo la campaña contra la OTAN en los años ochenta, que movilizó a millones de personas y, sin embargo, no dio ningún fruto político, más allá de la movilización en sí. Hoy, treinta años después, el régimen ha solventado todos los obstáculos democráticos y violado los compromisos que asumió en el referéndum del 86 para evitar el rechazo al bloque imperialista, que hoy se refuerza constantemente (es algo más que un símbolo, que la fuerza que se presentaba en las elecciones como abanderada de la “ruptura” propusiera como candidato por Zaragoza a José Julio Rodríguez, quien en su momento fuera Jefe del Estado Mayor de la Defensa y Presidente de la Comisión de Reabastecimiento en vuelo de la OTAN).

    Por ese motivo es tan importante reforzar las organizaciones permanentes que agrupan a la clase obrera frente a problemas concretos pero mantienen una visión general, de clase; por eso es prioritario combatir el individualismo que pregonan las corrientes ciudadanistas, su exaltación del individuo por encima del colectivo; su visión interesadamente pragmática y utilitaria de la organización.

    El caso es que es difícil no dejarse llevar por los acontecimientos y mantener la calma suficiente para darse cuenta de que la tendencia general de crisis que vive el imperialismo abre un periodo de intensos cambios y profundas enseñanzas para nuestra clase; un periodo que va a mostrar ante los ojos de todos, la esencia que hay tras la fachada formal de las corrientes burguesas.

    No solo España, Europa entera está sujeta a profundas convulsiones políticas y a cambios constantes: el 25 de enero, por ejemplo, se cumplió un año del triunfo de Syriza en las elecciones griegas... Y vaya si han cambiado las cosas allí. ¿Quién podría prever hace doce meses que fueran a producirse convulsiones tan importantes como las que ha vivido el país heleno: enfrentamiento con la Comisión Europea, referéndum de julio, traición de Tsipras y su equipo a sus compromisos, ruptura de Syriza, etc.

    Quienes se dejan llevar por la melancolía, olvidan que estas elecciones se han dado en un contexto de gran confusión, en medio de un martilleo constante del aparato de propaganda del régimen y con una falta absoluta de alternativas de clase que hubieran servido para aglutinar el voto popular. Y olvidan que, como decíamos en el último Pleno de nuestro CC, entramos en una nueva fase en la que los cambios van a ser rápidos..., lo que exigirá de cada uno de nosotros una mayor iniciativa y del conjunto de nuestra organización más audacia.

    Y es que apenas un mes después de aquella fecha que durante más de año y medio se nos dijo que era el punto de inflexión para una nueva era política, el panorama continua abierto, PP y PSOE sufren una profunda crisis que hacen lo posible por ocultar y empiezan a surgir las primeras desavenencias serias en el campo del ciudadanismo.

    Pero que se produzcan cambios tan rápidos no significa necesariamente en todos los lugares que se altere seriamente la correlación de fuerzas dentro de la tendencia general hacia el recrudecimiento de la lucha de clases. Porque, hoy la hegemonía política la tiene la burguesía. Incluso ahora, que, como decimos, empiezan las disensiones en el ciudadanismo y surgen corrientes que se desmarcan de las tendencias más groseras defendidas por los Iglesias en España o los Tsipras en Grecia y denuncian el rápido sometimiento de sus líderes a los dictados del capital (y habrá que contar con ellas en el terreno táctico para avanzar en la unidad popular);  esas corrientes, en el terreno ideológico, sin embargo, asumen también el sistema como un mal inevitable y buscan un imposible: la vuelta al capitalismo “bueno”, de la “libre competencia”.

    Se diferencian en el grado de control al que proponen someter al capitalismo, pero ninguna de ellas plantea la única alternativa real al sistema dominante: su superación revolucionaria. Ni siquiera se plantean un objetivo táctico que nos acercara a ella al alterar al menos la correlación de fuerzas en favor de la clase obrera: la ruptura con la forma política que en cada país garantiza la dominación de la oligarquía imperialista. Todas ellas se limitan a proponer reformas de los aspectos más brutales del sistema, utilizando las mismas normas y estructuras políticas que permiten  la dominación efectiva de la oligarquía.

    La conclusión se impone, debemos reforzar las tentativas de unidad que se van a ir dando conforme vaya quedando clara la impotencia del populismo ciudadanista para cambiar nada sustancial de la situación, pero debemos hacerlo, insistiendo siempre en nuestra crítica del idealismo reformista de la pequeña burguesía que hoy hegemoniza el campo popular.

    Dicho de otra forma: no debemos esperar pasivamente a que se desenmascare definitivamente el ciudadanismo, porque la frustración que traerá consigo este nuevo desengaño en quienes creyeron sinceramente que esa corriente podía aportar solución a los problemas de la mayoría trabajadora, es muy peligrosa, particularmente en una coyuntura como la actual en la que los ataques contra sus derechos y conquistas van a recrudecerse.

    Pero tampoco podemos dejarnos llevar por la iniciativa de la pequeña burguesía, cuya ideología es, insistimos en ello, hegemónica en la izquierda; nuestro deber es el de desenmascarar las patrañas de quienes ofrecen alivio a los males de la clase trabajadora, con los instrumentos institucionales y políticos de la minoría que nos explota.
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    Mensaje por Fuego de Kursk Miér Sep 08, 2021 4:00 am

    Trabant escribió:
    Tras las elecciones del 20D ha habido compañeros e incluso algún camarada que entraron en una especie de melancolía, al comprobar que en contra de lo que cabía esperar hace unos meses, el régimen salía debilitado pero con capacidad para mantener la iniciativa, mientras que en el campo popular la confusión crecía al imponerse una visión reformista y formal de la lucha política. Todo el galimatías  propio del lenguaje de las fuerzas “emergentes”, se limita a proponer reformas del statu quo actual, manteniendo integra la estructura política e institucional, y partiendo del propio texto que da cuerpo a la dominación de una minoría parasitaria: la Constitución del 78, hecha a la medida para lograr que el poder real siga en manos de ese puñado de familias que imponen sus intereses sobre los de la inmensa mayoría.

    El concepto de Unidad Popular que han barajado algunas fuerzas, es un concepto utilitario y limitado, sin objetivos políticos realmente transformadores. Y es que, en lo que hace a las cuestiones tácticas, la unidad entre las fuerzas populares, hoy se limita a aspectos parciales (denuncia de la corrupción rampante, oposición al TTIP, defensa de los derechos humanos frente a la represión en ascenso, derecho a decidir que no  derecho a la autodeterminación, etc) del problema general que tiene ante sí la clase trabajadora que no es otro que el de superar de una forma revolucionaria el capitalismo, o dejarse arrastrar por él.

    Por supuesto que debemos mantener y reforzar esta unidad de acción incipiente y limitada, pero al tiempo hay que insistir en dos cuestiones que, si no se abordan en común y se asumen como elemento esencial de la unidad, mantendrán la lucha del proletariado en orden disperso frente a la ofensiva del imperialismo. Estas dos cuestiones en España las representa la ruptura completa con el régimen monárquico y su expresión política: la conquista de una República Popular y Federativa. Cuestiones ambas sin las que será imposible afianzar cambio alguno en la correlación de fuerzas.

    Además, esa unidad en torno a cuestiones puntuales a la que hacemos referencia más arriba, se sigue dando articulada en torno a formas anárquicas de organización, no permanentes; cuando no a personajes singulares.  Las plataformas “ad hoc” se limitan a realizar cierta agitación y alguna movilización esporádica sobre el tema en cuestión, y desaparecen con la misma rapidez con la que se crearon, cuando no se dispersan en varias corrientes diferenciadas por algún matiz particular. Esta forma de actuar, en un tiempo en el que el imperialismo utiliza todo su poder y el de sus instituciones para imponer sus dictados, lleva a la impotencia suicida.

    Pero, ¿de qué extrañarse? Este concepto limitado de unidad, no es nuevo, ni mucho menos, Sirva de ejemplo la campaña contra la OTAN en los años ochenta, que movilizó a millones de personas y, sin embargo, no dio ningún fruto político, más allá de la movilización en sí. Hoy, treinta años después, el régimen ha solventado todos los obstáculos democráticos y violado los compromisos que asumió en el referéndum del 86 para evitar el rechazo al bloque imperialista, que hoy se refuerza constantemente (es algo más que un símbolo, que la fuerza que se presentaba en las elecciones como abanderada de la “ruptura” propusiera como candidato por Zaragoza a José Julio Rodríguez, quien en su momento fuera Jefe del Estado Mayor de la Defensa y Presidente de la Comisión de Reabastecimiento en vuelo de la OTAN).

    Por ese motivo es tan importante reforzar las organizaciones permanentes que agrupan a la clase obrera frente a problemas concretos pero mantienen una visión general, de clase; por eso es prioritario combatir el individualismo que pregonan las corrientes ciudadanistas, su exaltación del individuo por encima del colectivo; su visión interesadamente pragmática y utilitaria de la organización.

    El caso es que es difícil no dejarse llevar por los acontecimientos y mantener la calma suficiente para darse cuenta de que la tendencia general de crisis que vive el imperialismo abre un periodo de intensos cambios y profundas enseñanzas para nuestra clase; un periodo que va a mostrar ante los ojos de todos, la esencia que hay tras la fachada formal de las corrientes burguesas.

    No solo España, Europa entera está sujeta a profundas convulsiones políticas y a cambios constantes: el 25 de enero, por ejemplo, se cumplió un año del triunfo de Syriza en las elecciones griegas... Y vaya si han cambiado las cosas allí. ¿Quién podría prever hace doce meses que fueran a producirse convulsiones tan importantes como las que ha vivido el país heleno: enfrentamiento con la Comisión Europea, referéndum de julio, traición de Tsipras y su equipo a sus compromisos, ruptura de Syriza, etc.

    Quienes se dejan llevar por la melancolía, olvidan que estas elecciones se han dado en un contexto de gran confusión, en medio de un martilleo constante del aparato de propaganda del régimen y con una falta absoluta de alternativas de clase que hubieran servido para aglutinar el voto popular. Y olvidan que, como decíamos en el último Pleno de nuestro CC, entramos en una nueva fase en la que los cambios van a ser rápidos..., lo que exigirá de cada uno de nosotros una mayor iniciativa y del conjunto de nuestra organización más audacia.

    Y es que apenas un mes después de aquella fecha que durante más de año y medio se nos dijo que era el punto de inflexión para una nueva era política, el panorama continua abierto, PP y PSOE sufren una profunda crisis que hacen lo posible por ocultar y empiezan a surgir las primeras desavenencias serias en el campo del ciudadanismo.

    Pero que se produzcan cambios tan rápidos no significa necesariamente en todos los lugares que se altere seriamente la correlación de fuerzas dentro de la tendencia general hacia el recrudecimiento de la lucha de clases. Porque, hoy la hegemonía política la tiene la burguesía. Incluso ahora, que, como decimos, empiezan las disensiones en el ciudadanismo y surgen corrientes que se desmarcan de las tendencias más groseras defendidas por los Iglesias en España o los Tsipras en Grecia y denuncian el rápido sometimiento de sus líderes a los dictados del capital (y habrá que contar con ellas en el terreno táctico para avanzar en la unidad popular);  esas corrientes, en el terreno ideológico, sin embargo, asumen también el sistema como un mal inevitable y buscan un imposible: la vuelta al capitalismo “bueno”, de la “libre competencia”.

    Se diferencian en el grado de control al que proponen someter al capitalismo, pero ninguna de ellas plantea la única alternativa real al sistema dominante: su superación revolucionaria. Ni siquiera se plantean un objetivo táctico que nos acercara a ella al alterar al menos la correlación de fuerzas en favor de la clase obrera: la ruptura con la forma política que en cada país garantiza la dominación de la oligarquía imperialista. Todas ellas se limitan a proponer reformas de los aspectos más brutales del sistema, utilizando las mismas normas y estructuras políticas que permiten  la dominación efectiva de la oligarquía.

    La conclusión se impone, debemos reforzar las tentativas de unidad que se van a ir dando conforme vaya quedando clara la impotencia del populismo ciudadanista para cambiar nada sustancial de la situación, pero debemos hacerlo, insistiendo siempre en nuestra crítica del idealismo reformista de la pequeña burguesía que hoy hegemoniza el campo popular.

    Dicho de otra forma: no debemos esperar pasivamente a que se desenmascare definitivamente el ciudadanismo, porque la frustración que traerá consigo este nuevo desengaño en quienes creyeron sinceramente que esa corriente podía aportar solución a los problemas de la mayoría trabajadora, es muy peligrosa, particularmente en una coyuntura como la actual en la que los ataques contra sus derechos y conquistas van a recrudecerse.

    Pero tampoco podemos dejarnos llevar por la iniciativa de la pequeña burguesía, cuya ideología es, insistimos en ello, hegemónica en la izquierda; nuestro deber es el de desenmascarar las patrañas de quienes ofrecen alivio a los males de la clase trabajadora, con los instrumentos institucionales y políticos de la minoría que nos explota.

    ¿cuanto ha cambiado la situación? El PCEml me parece interesante, en el país donde vivo no hay un partido que tenga esa linea, ojalá que algún día lo hay. Cada día siento que tengo más y más afinidad hacia la línea de la CIPOML. La biblioteca virtual del PCEml me parece muy buena.

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