Este texto ha sido elaborado en base a uno de nuestro documentos de uso interno, que utilizamos para dar a nuestros debates ciertos mínimos comunes como base para toda la organización.
La planificación en la organización revolucionaria adquiere una importancia particular. Como comunistas, asumimos que solo hay una manera de cambiar el mundo: la revolución de la clase trabajadora.
La revolución es una vía política que exige preparación, entrega, tiempo, capacidad analítica, liderazgo, trabajo en equipo, previsión, alianzas temporales…
Todo ello no se consigue por sí solo. La revolución no cae del cielo, ni se hace por casualidad. Las y los comunistas no somos más que personas que han decidido unirse para hacer posible la revolución y tragar con la carga de la dirección política antes y después de esta, y para ello, hemos de estar a la altura de las exigencias señaladas.
Muchas organizaciones e individuos planifican sus acciones hasta cierto punto, pero en ninguna la planificación adquiere la importancia que tiene en la organización comunista.
En una organización comunista debe aspirarse a que nada quede al azar, por ello vamos a ejemplificar esto en varios campos:
Si la organización ha de tener una gran capacidad de análisis para distinguir las oportunidades, riesgos, alianzas, fuerzas, etc. ha de adquirirla antes. A día de hoy, hay infinidad de tratados políticos e históricos identificables como comunistas —no digamos ya tratados políticos en general— sobre los más variados temas, e introduciendo muchos de ellos ideas similares con pequeños matices. Parece evidente que no todos serán útiles por igual en todo momento histórico, luego hay que distinguir cuáles priorizamos para que la organización los analice y les saque el jugo.
Pero no solo eso; si queremos que el conjunto de la organización tenga capacidad de análisis, tanto a niveles particulares como más generales, también es necesario decidir cómo logramos que todo militante de la organización adquiera esa formación.
Y, para rizar el rizo, si entendemos que la capacidad de análisis debe ser la de verdaderos científicos sociales, nuestra formación no puede ser la de sacerdotes rojos que asumen de forma acrítica lo que explica un tratado.
Debe haber suficientes garantías de que cada militante mantiene tras la formación el espíritu crítico necesario para discutir aquello que no sea justo; que la teoría seleccionada no es adquirida por la estructura dedicada a la formación como si fuera una receta mágica; que nos esforzamos en comprobar con la experiencia actual o histórica lo que afirmamos a nivel teórico; que queda un registro de lo que pensamos a cada momento para, más adelante, poder hacer un análisis crítico de nosotros mismos mirando atrás…
La agitación —difusión de opiniones políticas de forma convincente a gran escala y en un formato asequible— es el campo en que parece más obvio y está más aceptado que hay que planificar, aunque sea algo casi automático: cuántos carteles, panfletos… quién se encarga de imprimirlos, repartirlos…
Pero en una organización comunista la agitación y la propaganda adquieren un nivel de planificación superior: cómo y por qué transmitimos un determinado mensaje, a quién se lo transmitimos, qué riesgos tiene transmitir ese y no otro, qué riesgos entraña realizar una determinada agitación ahora.
La propaganda —difusión de opiniones políticas más complejas y desarrolladas en una escala más pequeña y personalizada para elevar el nivel de conciencia de determinadas personas— también la planificamos: el hecho mismo de decidir si queda o no al libre albedrío de cada militante la forma en que presenta nuestra organización, en que dice su nombre (Organización Comunista Revolución, Revolución, Revolución organización comunista, etc.), y por supuesto, cuando no queda al libre albedrío, cómo y cuándo se realizará propaganda sobre qué personas —por ejemplo, cómo debemos introducir una determinada idea sobre la lucha estudiantil en el movimiento sindical estudiantil mediante el boca a boca entre nuestro entorno—.
La forma en que nos organizamos en un destacamento revolucionario tampoco es casual. Aunque muchas veces lo hacemos reproduciendo esquemas históricos que se remontan a los libros de Lenin, esta organización fue resultado de un sesudo análisis, y está planificada precisamente para mejorar al máximo la forma en que trabajamos.
Nuestra forma de organización es el centralismo democrático. Podemos resumirlo como una estructura que asegura: el fomento de la formación y el debate interno orientado a la acción política, obtención de conclusiones que se aplican en la práctica luego por toda la militancia con total disciplina, y vuelta al debate interno para hacer las correspondientes críticas y valoraciones sobre lo que hemos hecho, cómo hemos decidido hacerlo…
Ese centralismo democrático aúna la posibilidad de desarrollar y aprovechar al máximo nuestros conocimientos, y también de golpear como un solo puño.
Además, a nivel más local, las tareas de organización tampoco se pueden dejar al azar:
Moderar un debate sin tener en cuenta de forma premeditada el orden y tiempo de intervenciones lleva a que, por ejemplo, solo hablen las personas más formadas o más seguras de sí mismas, o que las que no cumplen esos requisitos intervengan sin aportar nada al debate, cosa que puede realimentarse cada vez más, impidiendo que se desarrolle la militancia y evolucione como cuadro.
Realizar un debate antes de garantizar la participación en condiciones de la militancia, organizar los puntos del día de una reunión en un orden y no en otro… también condiciona el resultado de nuestra acción (análisis más vagos si estamos más cansados, si la formación es insuficiente o desigual…). Todo debe ser planificado para ser eficaces y eficientes en nuestro desempeño.
Por qué participamos en unos frentes y no en otros; qué militantes participan en qué espacios, por qué y con qué objetivos; y cómo se liga todo ello con la revolución son preguntas que cualquier organización comunista que se plantee seriamente la revolución debe responder, pero que prácticamente ninguna responde, e incluso muchas de ellas no se lo preguntan. También, lógicamente, para que se desarrollen nuestros planes, es esencial convertirnos en referentes de aquellos frentes en que trabajemos para poder dirigirlos en el sentido que analizamos en profundidad que es mejor para la clase obrera.
Este tipo de cuestiones deben tenerse en cuenta en el día a día, en cada reunión de núcleo, no solo en los congresos; para saber planificar a gran escala, que es lo que se hace en los Congresos —fijar los objetivos parciales que nos lleven hasta la revolución y medios generales para ello—, hay que estar acostumbrados a hacerlo, verlo como una necesidad, en cada una de las decisiones —u omisiones— colectivas cotidianas que dotan de contenido real a ese plan general.
En resumen, la planificación implica ir un paso por delante en las acciones o hechos, y explicar que esto no es adivinar el futuro, sino prever en base al método científico las posibles consecuencias de cada acción u omisión nuestra, y tener preparada una respuesta.
La disciplina consciente es la forma en que las y los comunistas militamos.
La parte de “disciplina” es la que hace posible que las decisiones colectivas no queden en nada, que obviamente es necesario tanto para llevar a cabo nuestra línea como para poder ver qué fallos tiene. Implica que, una vez tomada una decisión adoptada por mayoría, nos ponemos manos a la obra para que se aplique sin importar que hayamos defendido una posición distinta antes, la defendemos de puertas a fuera y esperamos a que termine de llevarse a cabo para criticarla dentro de la organización por los cauces adecuados, tanto en contenido como en forma en que se ha realizado.
La parte de “consciente” es la que nos afecta más en este texto, y tiene varios contenidos —todos a la vez—:
En resumen, la planificación recorre toda la organización de arriba abajo, en los distintos ámbitos, y es un factor fundamental para organizar la revolución, por lo que debe vigilarse, practicarse y fomentarse por parte de cada militante.
Una organización no será verdaderamente revolucionaria mientras no planifique todos y cada uno de sus pasos, sea capaz de ligar sus acciones presentes con la revolución futura y no deje “para otra organización” o “para otro momento” su planificación. Porque el triunfo de la revolución no llega nunca por sí solo. Hay que prepararlo. Hay que conquistarlo.
Fuente: http://somosrevolucion.es/la-organizacion-comunista-y-la-planificacion/
La planificación en la organización revolucionaria adquiere una importancia particular. Como comunistas, asumimos que solo hay una manera de cambiar el mundo: la revolución de la clase trabajadora.
La revolución es una vía política que exige preparación, entrega, tiempo, capacidad analítica, liderazgo, trabajo en equipo, previsión, alianzas temporales…
Todo ello no se consigue por sí solo. La revolución no cae del cielo, ni se hace por casualidad. Las y los comunistas no somos más que personas que han decidido unirse para hacer posible la revolución y tragar con la carga de la dirección política antes y después de esta, y para ello, hemos de estar a la altura de las exigencias señaladas.
Muchas organizaciones e individuos planifican sus acciones hasta cierto punto, pero en ninguna la planificación adquiere la importancia que tiene en la organización comunista.
Una planificación integral, una organización-plan
En una organización comunista debe aspirarse a que nada quede al azar, por ello vamos a ejemplificar esto en varios campos:
Formación:
Si la organización ha de tener una gran capacidad de análisis para distinguir las oportunidades, riesgos, alianzas, fuerzas, etc. ha de adquirirla antes. A día de hoy, hay infinidad de tratados políticos e históricos identificables como comunistas —no digamos ya tratados políticos en general— sobre los más variados temas, e introduciendo muchos de ellos ideas similares con pequeños matices. Parece evidente que no todos serán útiles por igual en todo momento histórico, luego hay que distinguir cuáles priorizamos para que la organización los analice y les saque el jugo.
Pero no solo eso; si queremos que el conjunto de la organización tenga capacidad de análisis, tanto a niveles particulares como más generales, también es necesario decidir cómo logramos que todo militante de la organización adquiera esa formación.
Y, para rizar el rizo, si entendemos que la capacidad de análisis debe ser la de verdaderos científicos sociales, nuestra formación no puede ser la de sacerdotes rojos que asumen de forma acrítica lo que explica un tratado.
Debe haber suficientes garantías de que cada militante mantiene tras la formación el espíritu crítico necesario para discutir aquello que no sea justo; que la teoría seleccionada no es adquirida por la estructura dedicada a la formación como si fuera una receta mágica; que nos esforzamos en comprobar con la experiencia actual o histórica lo que afirmamos a nivel teórico; que queda un registro de lo que pensamos a cada momento para, más adelante, poder hacer un análisis crítico de nosotros mismos mirando atrás…
Agitación y propaganda:
La agitación —difusión de opiniones políticas de forma convincente a gran escala y en un formato asequible— es el campo en que parece más obvio y está más aceptado que hay que planificar, aunque sea algo casi automático: cuántos carteles, panfletos… quién se encarga de imprimirlos, repartirlos…
Pero en una organización comunista la agitación y la propaganda adquieren un nivel de planificación superior: cómo y por qué transmitimos un determinado mensaje, a quién se lo transmitimos, qué riesgos tiene transmitir ese y no otro, qué riesgos entraña realizar una determinada agitación ahora.
La propaganda —difusión de opiniones políticas más complejas y desarrolladas en una escala más pequeña y personalizada para elevar el nivel de conciencia de determinadas personas— también la planificamos: el hecho mismo de decidir si queda o no al libre albedrío de cada militante la forma en que presenta nuestra organización, en que dice su nombre (Organización Comunista Revolución, Revolución, Revolución organización comunista, etc.), y por supuesto, cuando no queda al libre albedrío, cómo y cuándo se realizará propaganda sobre qué personas —por ejemplo, cómo debemos introducir una determinada idea sobre la lucha estudiantil en el movimiento sindical estudiantil mediante el boca a boca entre nuestro entorno—.
Organización:
La forma en que nos organizamos en un destacamento revolucionario tampoco es casual. Aunque muchas veces lo hacemos reproduciendo esquemas históricos que se remontan a los libros de Lenin, esta organización fue resultado de un sesudo análisis, y está planificada precisamente para mejorar al máximo la forma en que trabajamos.
Nuestra forma de organización es el centralismo democrático. Podemos resumirlo como una estructura que asegura: el fomento de la formación y el debate interno orientado a la acción política, obtención de conclusiones que se aplican en la práctica luego por toda la militancia con total disciplina, y vuelta al debate interno para hacer las correspondientes críticas y valoraciones sobre lo que hemos hecho, cómo hemos decidido hacerlo…
Ese centralismo democrático aúna la posibilidad de desarrollar y aprovechar al máximo nuestros conocimientos, y también de golpear como un solo puño.
Además, a nivel más local, las tareas de organización tampoco se pueden dejar al azar:
Moderar un debate sin tener en cuenta de forma premeditada el orden y tiempo de intervenciones lleva a que, por ejemplo, solo hablen las personas más formadas o más seguras de sí mismas, o que las que no cumplen esos requisitos intervengan sin aportar nada al debate, cosa que puede realimentarse cada vez más, impidiendo que se desarrolle la militancia y evolucione como cuadro.
Realizar un debate antes de garantizar la participación en condiciones de la militancia, organizar los puntos del día de una reunión en un orden y no en otro… también condiciona el resultado de nuestra acción (análisis más vagos si estamos más cansados, si la formación es insuficiente o desigual…). Todo debe ser planificado para ser eficaces y eficientes en nuestro desempeño.
Trabajo externo y orientación política general:
Por qué participamos en unos frentes y no en otros; qué militantes participan en qué espacios, por qué y con qué objetivos; y cómo se liga todo ello con la revolución son preguntas que cualquier organización comunista que se plantee seriamente la revolución debe responder, pero que prácticamente ninguna responde, e incluso muchas de ellas no se lo preguntan. También, lógicamente, para que se desarrollen nuestros planes, es esencial convertirnos en referentes de aquellos frentes en que trabajemos para poder dirigirlos en el sentido que analizamos en profundidad que es mejor para la clase obrera.
Este tipo de cuestiones deben tenerse en cuenta en el día a día, en cada reunión de núcleo, no solo en los congresos; para saber planificar a gran escala, que es lo que se hace en los Congresos —fijar los objetivos parciales que nos lleven hasta la revolución y medios generales para ello—, hay que estar acostumbrados a hacerlo, verlo como una necesidad, en cada una de las decisiones —u omisiones— colectivas cotidianas que dotan de contenido real a ese plan general.
En resumen, la planificación implica ir un paso por delante en las acciones o hechos, y explicar que esto no es adivinar el futuro, sino prever en base al método científico las posibles consecuencias de cada acción u omisión nuestra, y tener preparada una respuesta.
Disciplina consciente para lograr la organización-plan
La disciplina consciente es la forma en que las y los comunistas militamos.
La parte de “disciplina” es la que hace posible que las decisiones colectivas no queden en nada, que obviamente es necesario tanto para llevar a cabo nuestra línea como para poder ver qué fallos tiene. Implica que, una vez tomada una decisión adoptada por mayoría, nos ponemos manos a la obra para que se aplique sin importar que hayamos defendido una posición distinta antes, la defendemos de puertas a fuera y esperamos a que termine de llevarse a cabo para criticarla dentro de la organización por los cauces adecuados, tanto en contenido como en forma en que se ha realizado.
La parte de “consciente” es la que nos afecta más en este texto, y tiene varios contenidos —todos a la vez—:
- Consciente en el sentido de que comprendemos, o vemos necesario comprender, el socialismo científico y que hace falta una revolución y el socialismo para llegar a la plena libertad de la humanidad, el comunismo.
- Consciente en el sentido de voluntario: creemos en lo que hacemos porque somos partícipes del debate antes y después de cada acción, y eso nos hace tener presente que nadie nos fuerza a ello, es un compromiso que adquirimos voluntariamente, y por eso mismo hemos de ser más disciplinados aún.
- Consciente en el sentido de que tenemos iniciativa: sabemos que no hemos elegido un camino fácil, pero sí el único que se atreve a mirar a la realidad a los ojos para emancipar a la humanidad, y por tanto sabemos que las soluciones no van a llover del cielo, cada uno tiene que asumir que es decisivo en que todo lo acordado se haga y que no estamos aquí para pasar el rato mientras “otra gente más formada” nos hace el trabajo pesado o decida por nosotros.
- Consciente en el sentido de intolerante con aquello que estemos convencidos que dificulta la revolución: cada militante debe preguntarse continuamente cómo se hila el trabajo que hacemos con nuestros objetivos, si esos objetivos y esa ligazón están suficientemente claros, si se le está dotando de los conocimientos adecuados —o si los está adquiriendo—, si habría formas más eficientes de realizar el trabajo y, por supuesto, todo lo referente a la línea general (si ya los mismos objetivos y planteamiento generales son correctos).
En resumen, la planificación recorre toda la organización de arriba abajo, en los distintos ámbitos, y es un factor fundamental para organizar la revolución, por lo que debe vigilarse, practicarse y fomentarse por parte de cada militante.
Una organización no será verdaderamente revolucionaria mientras no planifique todos y cada uno de sus pasos, sea capaz de ligar sus acciones presentes con la revolución futura y no deje “para otra organización” o “para otro momento” su planificación. Porque el triunfo de la revolución no llega nunca por sí solo. Hay que prepararlo. Hay que conquistarlo.
Fuente: http://somosrevolucion.es/la-organizacion-comunista-y-la-planificacion/
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