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    Abuelas anunció la restitución de un nuevo nieto

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    Abuelas anunció la restitución de un nuevo nieto Empty Abuelas anunció la restitución de un nuevo nieto

    Mensaje por Razion Vie Oct 07, 2016 5:08 am

    "Es un muchacho de 40 años que estaba convencido de que no era hijo de desaparecidos, pero se presentó espontáneamente en Abuelas y nos dijo que si queríamos se prestaba a hacer las pruebas correspondientes. Y hoy se enteró de que sí lo es”. Estela de Carlotto confirmó de este modo la noticia de la restitución del nieto 121 realizada por Abuelas de Plaza de Mayo.

    Abuelas iba a realizar el anuncio formal este martes, pero se suspendió por el fallecimiento de un familiar de Carlotto y se realizará el miércoles.

    Este lunes, Estela contó algunos detalles del nuevo miembro de la familia de Abuelas, un hombre de 40 años que se presentó espontáneamente. "Lo hizo por iniciativa propia”, por lo tanto no hubo necesidad de acudir a la Justicia, explicó.  

    “Hoy estará madurando su nueva situación”, dijo la titular de Abuelas. "(Los nietos) ahora son hombres y mujeres, que tienen familias y que tienen que anoticiar a sus proles de la nueva situación”, detalló.

    Sobre este niuevo nieto que recupera su identidad, Estela agregó: "Siempre un momento especial. Es otra vez el triunfo de la lucha, la verdad y la justicia. Un nuevo triunfo de la verdad sobre la mentira”.
    http://tiempoar.com.ar/articulo/view/60895/abuelas-anuncia-la-restitucia-n-del-nieto-121


    https://notas.org.ar/2016/10/04/quienes-padres-gustavo-menna-nieto-121/
    ¿Quiénes eran los padres de Gustavo Menna, el nieto 121?

    Se trata de Domingo Menna y Ana María Lanzilotto. Domingo era estudiante de Medicina y obrero, Ana María estudió para ser Maestra y abogacía. También escribía y editaba libros de poesía.

    Ella nació en La Rioja, se recibió allí de maestra y fue a Tucumán a emprender sus estudios en la Universidad Nacional. Conoció a Domingo en 1972 como integrante y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

    En 1974 se casaron y se fueron a vivir a a un departamento en Villa Martelli, donde tuvieron a su primer hijo, Ramiro. El 19 de Julio de 1976, mientras su marido iba a una reunión “envenenada”, se vieron envueltos por una redada del ejército en su departamento, mientras se reunían los otros miembros de comité central del PRT, Mario Roberto Santucho y su compañera Liliana Marta Delfino, Benito Urteaga y su hijo José de tres años.

    Abierto el fuego, Santucho y Urteaga cayeron en combate, mientras que Liliana y Ana María fueron tomadas prisioneras y torturadas. Ana María fue conducida a un centro clandestino de detención conocido como “el Campito”, donde dio a luz a Gustavo, su hijo de quien celebramos la recuperación de su identidad. Luego del parto la separaron de él y la llevaron a otro centro clandestino llamado “el Vesubio”, y no se volvió a saber de ella ni del paradero de su cuerpo.

    Él nació en Italia, en Abruzzo y vino al país con su familia cuando niño, instalándose en Tres Arroyos, mientras sus padres atendían una sastrería. A los 20 años viajo a Córdoba para estudiar en la Universidad Nacional. En 1966, participa de la fundación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), proveniente de dos grandes organizaciones, Palabra Obrera (dirigida por Nahuel Moreno) y el Frente Revolucionario Indoamericano y Popular (conducida por Mario Roberto Santucho). En ese momento toma la tarea de construir el frente estudiantil, fundando la agrupación Espartaco.

    A fines de 1966, cuando detienen a otro integrante de la Federación Universitaria de Córdoba (militante del Partido Comunista), toma la responsabilidad de comandar un grupo para liberarlo, en el Hospital de Clínicas, donde era custodiado por cuatro guardias policiales. En ese acto de valentía, compañerismo y solidaridad, es baleado y también detenido, aunque luego liberado.

    Redactaba y repartía volantes, pintaba paredes. Agitador callejero y orador infatigable en asambleas, organizó los primeros grupos de resistencia a la represión en Barrio Clínicas, ocupado el 7 de setiembre en respuesta al asesinato de Santiago Pampillón, protagonista febril durante las asambleas.

    En 1968 toma partido por la “tendencia leninista” como delegado del congreso del PRT y se dedica a coordinar el armado de un frente clasista en Córdoba, a través de la “Agrupación Primero de Mayo”. Fue protagonista activo durante las barricadas del Cordobazo y profundizó la construcción e inserción dentro del sindicalismo clasista durante las jornadas de lucha de clases más masivas de la historia de nuestro país.

    En 1970 se alinea con Santucho, Pujals, Leandro Fote, “El Negrito” Fernández, Gorriarán Merlo, ante la ruptura del sector morenista, dando fundación al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y se propone la tarea de desarrollar la lucha armada en Córdoba. Junto a Carlos Germán dirigen la formación de los Comandos “29 de Mayo” y “Che Guevara”.

    Un año después es detenido y apresado en Córdoba. Luego lo trasladan a la prisión de Rawson, donde comparte celdas con Agustín Tosco, Mario Roberto Santucho, y Gorriarán Merlo, Osatinsky y Quieto de las FAR y Pujadas de Montoneros. Finalmente, y a pesar de la masacre que sobreviene a los 17 presos políticos que no pudieron concretar la fuga, logran escaparse a Chile y de Chile a Cuba, donde tendrán un período de formación político-militar.

    En 1973 vuelve al país y participa de la reorganización del PRT como miembro del buró-político y del comité central, oficiando como Secretario General de Organización, redactando numerosos e incisivos editoriales para el periódico del partido, El Combatiente. Estuvo a cargo de llevar adelante la tarea política de masas más importante y ambiciosa encarada por el PRT, la formación del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (el FAS). Este convocaba al sindicalismo de base, a las organizaciones armadas, al estudiantado combativo, los intelectuales y sectores progresistas de la población, a formar un amplio frente que ponga un freno a la represión de las Fuerzas Armadas y la política antipopular del gobierno de María Estela Martínez de Perón; para construir un Gobierno Revolucionario Obrero y Popular, llamando urgentemente a elecciones con la garantía de participación para todos los partidos políticos.

    Fue obrero Metalúrgico en Villa Constitución, en Acindar, poco antes del gran levantamiento obrero conocido como “El Villazo”. En 1976 se mudó a Villa Martelli con su compañera Ana María. El 19 de Julio, fue a una reunión en la Estación del Ferrocarril Mitre, pero resultó ser una emboscada del Ejército. Fue tomado prisionero y trasladado inmediatamente a Campo de Mayo, donde fue torturado durante meses, hasta que lo asesinaron. Luego de las sesiones de tortura, Mingo (o “El Gringo”, como lo apodaban cariñosamente), no se cansaba de alentar a sus compañeros, sin discriminar organización, con relatos de la resistencia del pueblo de Vietnam en los pozos de Poulo Cóndor, de los comunistas checos en la Alemania nazi, de los anarquistas italianos mandados a la horca en los Estado Unidos, de los revolucionarios que siempre se opusieron con terquedad a la victoria moral del fascismo.

    Guerrillero de primera línea; alegre, calentón y solidario hasta en los pequeños detalles, así lo definían sus compañeros a Domingo. Hoy él y Ana María están presentes nuevamente en la vida pública de nuestro país. Jamás los olvidamos, y jamás perdonaremos a quienes los torturaron para llenar de miseria al pueblo. Pero encontrar a Gustavo es un respiro, un orgullo y una esperanza.

    Miguel Gaztañaga
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    Mensaje por Razion Jue Oct 20, 2016 4:31 am

    Martes, 18 de octubre de 2016
    Maximiliano, el hijo de Domingo Menna y Ana María Lanzilotto, habla sobre la recuperación de su identidad

    “Hablamos y fue como si nos conociéramos desde siempre”

    Dice que en un primer momento la noticia le causó “impacto” y “desconcierto”, pero que ahora siente que accedió a “una verdad” que “lo completa”. El encuentro con su familia. La charla con sus hijos.

    Por Ailín Bullentini
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    Una parte de Maximiliano “sigue siendo igual”, dice. Pero hay mucho de su vida que, desde el 3 de octubre, “es diferente” o, mejor dicho, interpreta “de manera distinta”. “Recuerdos, imágenes, elecciones y deseos que hoy tienen un nuevo significado”, dice a Páginað12 a escasos 15 días de haberse enterado de que es hijo de Ana María Lanzillotto y Domingo Menna, militantes del PRT-ERP, secuestrados, torturados y desaparecidos. De todas maneras, para Maximiliano Menna Lanzillotto, la suya es “una historia feliz” porque “gracias a Abuelas de Plaza de Mayo y a la Conadi pude conocer esta verdad que, de otra forma, hubiera perdido para siempre”. De a poco, va incorporando esa verdad a su vida, con la ayuda de su hermano Ramiro, de su tía Alba “Nena” Lanzillotto y del resto de ese clan que lo buscó durante 40 años. “Se me agrandó un poco el corazón”, define.

    –Abuelas de Plaza de Mayo y el país lo conoce como el “nieto 121”. ¿Cómo define el hecho?

    –Como el descubrimiento de una realidad nueva, la posibilidad de ponerme en contacto con una parte de mi historia que desconocía totalmente. No siento que soy otro de golpe, nunca sentí que no sabía quién era, sino que tenía de repente la posibilidad de encontrarle explicación y significado a muchas cosas que quizás antes no me había puesto a reflexionar, tenía la posibilidad de acceder a una verdad que me completa. Quiero saber más de mis padres, le encuentro otro significado a recuerdos, a inquietudes que tuve y que nunca les había atribuido razón clara. En estos meses sentí que se me agrandó el corazón un poco. De ninguna manera esto significa un reemplazo de una historia por otra, sino el descubrimiento de una parte de mí que hasta ahora desconocí. Prefiero que haya pasado y seguir para adelante a haberme perdido para siempre esto. Aquel momento en el que me dieron la noticia fue un impacto. Me ganó el desconcierto, no lograba dejar de preguntarme si lo que me estaba pasando era efectivamente así. Pero cuando vi la fotos en la carpeta, ya no me quedaron dudas.

    La noticia

    Las puertas de entrada a esa verdad que lo “completa” se abrieron por primera vez a fines de mayo pasado, cuando una trabajadora de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) lo llamó por teléfono. Cuenta que se acuerda “como si hubiera sido hace un rato nomás” el momento en que le sonó el celular. Estaba en una estación de servicio. Atendió. “Hola, dije, y me empezaron a contar que eran de la Conadi, qué hacían; me cuentan que habían estado investigando las partidas de nacimiento firmadas entre 1976 y 1978 por esta partera Franicevich, ¿no? (NdR: Juana Franicevich, médica obstétrica que certificó falsamente a nombre de otras personas nacimientos de bebés de mujeres secuestradas durante la última dictadura militar), que se había comprobado que algunas de esas partidas que esta mujer había hecho se habían comprobado que eran falsas, y que dentro de esas estaba la mía. Y yo ahí me dije bueno...”

    Maximiliano se encoje de hombros y frunce el ceño para representar su reacción ante la historia que recibía por teléfono aquel día. El relato telefónico siguió con otro “dato llamativo” de su certificado de nacimiento: fijaba el parto en Wilde, partido de Avellaneda, pero él vivía en Olivos, en la otra punta del Conurbano bonaerense. “Me transmitieron que tenían sospechas y que no podían avanzar en la búsqueda sin un análisis de ADN”, continúa.

    Maximiliano sabía qué era la Conadi. También el “trabajo eterno de Abuelas, a qué se dedicaban, qué había pasado con los chicos que buscaban”, que había un Banco de Datos Genéticos “que era su principal herramienta de de búsqueda”. Quizá no en profundidad, sino “por los medios, por cada vez que aparecía un nieto nuevo”. Entonces, comprendió lo que le pedían. No pudo arrancar el auto durante media hora. Se debatió entre que “no, no puede ser y al mismo tiempo sí, sí puede ser”. No sabía siquiera que era adoptado.

    –¿Qué hizo después?

    –Hablé con mi mamá, la que me crió. La llamé y le conté y la noté tan segura cuando me dijo que no podía ser que se me fueron las dudas. Yo me acuerdo que me contaron que de recién nacido era ‘chiquitito, una ratita, muy flaquito’, pero no mucho más.

    Maximiliano no deja de nombrar al matrimonio que lo inscribió en el Registro Civil como su hijo biológico y mantuvo esa versión de los hechos hasta hace 15 días como “mamá” y “papá”. “Viejo”. “Vieja”. “Viejos”. Los acompaña con la aclaración “de crianza” y hace hincapié en ese dato como si un poco se esforzara por demostrar que sabe que sus padres, los de sangre, fueron otros.

    Maximiliano asistió a la Conadi, se sacó sangre y se olvidó del tema. Hasta el 3 de octubre pasado. De nuevo en el auto. “Maxi, podés venir hoy a Conadi a reunirte con Claudia Carlotto”, le dijeron esta vez por teléfono. La propuesta tenía todo el tono de invitación impostergable. Le plantearon “urgencia”. “Para saludarme no va a ser”, supuso Maximiliano, que sin darse cuenta ya estaba en camino para enfrentarse a su verdad.

    –De repente, lo olvidado fue certeza...

    –Claro, pero al mismo tiempo no terminaba de sacarme una sensación de extrañeza. Llegué a la Conadi y me dieron la noticia y me entregaron una carpeta con la información de mis padres: cuatro párrafos sobre quiénes eran. También me contaron que tenía un hermano. Me mostraron una foto de él, de Ramiro, en la que estaba más joven y que me hizo recordar a una foto mía de cuando yo era más joven. Éramos iguales. No había duda.

    –¿Y eso lo tranquilizó?

    –Lo primero que sentí fue preocupación por mis viejos (de crianza). Cómo lo iban a tomar, qué iban a pasar con ellos. Empecé a hacer bastantes preguntas sobre todo enfocadas las primeras a esto. Me tranquilizó el cuidado y el respeto que tienen en la Conadi, que es impresionante. Me trataron bárbaro, me informaron sobre todo, respetaron mis tiempos para difundir la cuestión. Me fui con la carpeta camino a casa. A mitad de viaje tuve que parar y recorrer las imágenes con calma, leer detenidamente. Me empezó a agarrar curiosidad de saber todo sobre ellos, sobre Ana María y Domingo. De hecho, pasé las siguientes noches googleando todo lo que podía: videos, entrevistas, fotos. E inmediatamente me conmoví mucho sobre todo con lo relacionado a mi mamá biológica. Hay algo que se manifestó adentro mío sin que pudiera aún explicarlo. Lo mismo me pasó con Ramiro: nos unió de inmediato una corriente de afecto. Hablamos y fue como si nos conociéramos desde siempre.

    La primera en enterarse de todo fue su esposa, María, quien “vio la foto de Ramiro y también lloró por lo fuerte del parecido”. El paso siguiente fue hablar con quienes lo habían criado. “Quería saber qué había pasado. Mientras volvía de la Conadi escuché en la radio que ya la noticia estaba circulando”.

    Cuando llegó a su casa, la “aparición del nieto 121” estaba en todos los portales de noticias. Él estaba en todos los portales de noticias.

    “A mi mamá de crianza le pregunté si se imaginaba por qué quería hablar con ella y se le llenaron los ojos de lágrimas. Le conté sobre la prueba de ADN por la que la había consultado cinco meses atrás y me preguntó si había dado positivo. Le dije que sí y le transmití lo que siento hoy, incluso: que no tengo ningún reclamo hacia ellos, solo gratitud de que me hayan criado desde ese momento hasta ahora, pero quería saber qué había pasado”.

    La mujer le contó que no podía quedar embarazada y que dentro del grupo de amigos del matrimonio, alguien le pasó el dato de un lugar en donde alguien había adoptado a alguien. Que ella y su marido llamaron y dejaron sus datos y que en agosto del 76 le avisaron que había nacido un bebé de una chica de 15 años, que no la podían conocer, que si lo querían. Que fueron a buscar al bebé. y que lo llevaron a su casa. La mujer, dos años después, quedó embarazada.

    –¿No sabe si en su entorno no hay contactos con fuerzas de seguridad militares o policiales?

    –No, nadie. Ni ellos, ni mis abuelos, ni los amigos de ellos.

    –¿Nunca supo que no era hijo biológico?

    –No. Cuando nació mi hermana Marina pensaron que no era un buen momento, que mejor más adelante. Y así lo fueron pateando. Luego empezaron a preguntarse para qué y así pasaron 40 años.

    La misma versión le dio su padre de crianza. Maximiliano se enteró un lunes de que no era hijo de ellos. El martes y el miércoles se los comunicó. El jueves se encontró con hermanos y sobrinos de sus verdaderos padres. También con su hermano de sangre. “Por la intensidad de los días, siento que esos cuatro días fueron 20. Pero no, fueron cuatro”, resume.

    La familia

    –¿Se imaginaba encontrarse con una familia tan numerosa?

    –No, pero fue hermoso. Nos recibieron con un amor impresionante. Un afecto inmediato. Ibamos en camino con mi mujer y me pareció correcto enviarles un mensaje diciéndoles que estábamos yendo. Después me dijeron que el mensaje les sirvió mucho para descomprimir porque estaban nerviosos. Con Ramiro nos dimos un abrazo ni bien nos vimos. Me fue presentando uno por uno, aunque ahora son tantos que necesitaría un cuadro sinóptico para recordar cada uno de los nombres. Nos fueron contando a grandes rasgos la cantidad de historias de militancia que se cruzan en nuestra sangre. Alba llegó un poquito más tarde y el encuentro con ella también fue muy especial. Yo ya había leído cosas de ella y tenía este sentimiento adentro de enorme gratitud por haberme buscado 40 años y nunca haberse rendido. Al principio fuimos contando como estaba viviendo la situación yo. Después ellos me iban contando cosas de la familia. Siempre con alegría y amor, aunque nos dábamos cuenta de que un poco se contenían para no ahogarnos. Me pareció muy lindo descubrir eso. Nos fuimos como a las doce de la noche muy felices. Con Alba y Ramiro seguimos muy en contacto. Buscamos excusas para hablarnos casi todos los días. Con ellos descubrí la verdad y seguir construyendo hacia adelante.

    –¿Cómo fue el momento en que le contó a sus hijos?

    –Se lo contamos el domingo siguiente y lo encaramos como una historia feliz: les adaptamos un poco los datos por ahora, les dijimos que yo no había nacido de la panza de la abuela Mónica, que en realidad mis padres habían tenido un problema cuando yo nací y habían fallecido, y que los abuelos me habían cuidado hasta ahora, que nunca me contaron para que yo no me pusiera triste. Que a partir de este momento nos enteramos de que tengo otra familia numerosa que estoy conociendo, que tengo un hermano más grande. Mauricio, de seis años, escuchaba con los ojos así (y dibuja dos grandes círculos en sus ojos con sus dedos), cuando terminamos de contarles nos dijo que estaba sorprendido y empezó a tejer relaciones, preguntó por qué a mi hermano no lo había cuidado la abuela Mónica, si sus primos ya no eran sus primos. Quiere conocer a Ramiro pronto. Carmela, la más chiquita (de cuatro), lo procesó al rato y le preguntó a su mamá si la había tenido en su panza. Después dibujaron para regalarle al tío Ramiro, lo sumaron a la familia. Me interesa que a partir de ahora, de que soy y ellos también, protagonistas de la historia, que estos temas estén presentes. No me gusta ocultar nada, quiero que el tema esté ahí a disposición para charlar cuando quieran. A medida que vayan creciendo van a surgirles más dudas y vamos a seguir hablando de Ana María y Domingo.

    –Cuenta que su historia es una historia feliz. ¿Pudo ya comenzar a contactarse con la parte menos alegre de esta verdad, la que cuenta qué pasó con sus padres?

    –Conozco los aspectos de la historia general, pero quiero saber un poco más de la de ellos. No quiero hacer un juicio ligero de la historia que les tocó vivir. Quiero tener un poco más de información para entender el contexto de por qué hicieron lo que hicieron, por qué de ese modo. Me pregunto si la determinación de tomar la vía armada era la única que tenían, si no previeron el riesgo, si no pensaron en las consecuencias. Pero sí inmediatamente les reconozco el tener una idea y comprometerse con ella, jugarse la vida por ella. Eso me conmueve enormemente.

    –¿Qué vías decidió tomar para empezar a saber?

    –Por el momento, solo sé lo que me va contando Ramiro. Nos está pasando que hay gente que nos busca para aportar datos. A él le escribió un compañero de la secundaria de Domingo Menna con fotos. A mí me escribió un médico que hizo con él medicina en Córdoba, emocionado, que él también me estuvo esperando, que me veía muy parecido. De a poco estoy reconstruyendo la historia. Sabía un poco la historia del ERP. En algún momento, mientras estudiaba Medicina durante los primeros años (Medicina, sí, como su padre), tuve una fuerte inclinación para las carreras de Sociología e Historia. Incluso me llegue a cuestionar si estaba eligiendo el camino correcto. Fui durante un tiempo a la sede de Sociales de la UBA a un curso de revisionismo del Che (Guevara). Iba solo: ni mis amigos, ni mi familia estaban ahí. Y ahora resignifico eso, puedo sospechar de dónde venía. Por el momento, también me valgo de internet. Entre los huecos libres que me quedan del trabajo y la familia, googleo, exprimo artículos periodísticos, videos, textos. Pienso volver a leer Los últimos guevaristas, de Julio Santucho, que cuenta la historia del PRT-ERP. Me lo regalaron cuando era joven y lo leí. Ahora es tiempo de repasarlo.

    –¿Cómo evalúa el trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo?

    –Estuve el martes pasado en Abuelas. Tenía una necesidad de ir y de agradecerles personalmente: siento que recuperé una parte de mi historia que si ellas no se movían la perdía para siempre. Eso es enorme. Yo valoraba el trabajo de Abuelas, pero ahora cobró otro significado. Me pareció destacable, además, ver de cerca cómo trabajan: la responsabilidad, el cuidado, la dedicación. Un poco de eso también hay de mi decisión de dar entrevistas. Tiene que ver con de alguna manera contar esta historia, remarcar el cuidadoso y respetuoso trato de la Conadi y de Abuelas, la responsabilidad que le ponen a su trabajo y que eso ayude a quien tenga alguna duda, que lo ayude a animarse.

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