La afirmación que se hace es que según el socialismo de Marx, Engels y
Lenin la URSS no fue socialista, nunca pasó del período de transición entre el capitalismo y el socialismo, es decir, de la dictadura del proletariado. Para constatar esta afirmación solo se puede hacer con los textos de Marx, Engels y
Lenin, unos escritos en el período de la NEP y otros en períodos anteriores, por la sencilla razón que ninguno de los tres autores vivieron en fechas posteriores a la NEP. Por lo que, los textos de los que afirman que la URSS alcanzó el socialismo de Marx, Engels y
Lenin, posteriormente al fallecimiento de dichos autores, hay que contrastarlos con los textos de Marx, Engels y
Lenin, y sus definiciones de dictadura del proletariado, y comunismo en su primera y segunda fase de desarrollo.
En el hilo se afirma, como un Guadiana, que durante el período de la NEP, y del comunismo de guerra, la URSS era socialista, porque la dictadura del proletariado es socialismo, y que en el socialismo existen clases sociales, cuando la realidad es que estas tesis están enfrentadas a la teoría socialista de Marx, Engels y
Lenin, en consecuencia el estado que subsiste ya no es un estado en el sentido estricto de la palabra, porque, en el socialismo, ya no existen clases sociales a las que oprimir ni reprimir, que la URSS era socialista porque los medios de producción eran propiedad del estado, cuando para la teoría de Marx, Engels y
Lenin los medios de producción pueden ser de propiedad estatal, y el régimen de producción ser capitalismo de estado, también se afirma que la URSS era socialista porque existía una planificación central, cuando en realidad, las empresas capitalistas ya sean en régimen de competencia o de monopolio hacen una planificación centralizada, existen grandes corporaciones empresariales que, desde el punto de vista económico, son mucho mayores que la mayoría de los estados, estas empresas planifican su producción en base al principio de la obtención del máximo beneficio personal, para lo cual realizan cálculos monetarios y de toda índole. Los estados capitalistas planifican la economía de acuerdo a este mismo principio, la búsqueda del máximo enriquecimiento personal, por lo que, a la par que aumenta el patrimonio de los políticos profesionales, de los grandes usureros y capitalistas se empobrece el resto de la población, a través de la combinación de la deuda pública, los intereses, los impuestos y la plusvalía. Visto el resultado general en el conjunto de estados capitalistas, se puede afirmar que la planificación económica no la hacen mal, aunque toda actividad empresarial es susceptible de ser mejorada.
Según la teoría de Marx, Engels y
Lenin en el socialismo el estado como tal se disuelve, al extinguirse las clases sociales y desaparecer su razón de ser; un aparato de opresión y explotación de una clase o alianza de clases sobre las demás. Del mismo modo, la existencia de estado implica la existencia de clases sociales, de explotación y por lo tanto la inexistencia de socialismo. El socialismo no es un modo de producción, es el modo de producción comunista en su primera fase de desarrollo, donde no existen clases sociales, ya que los trabajadores son los propietarios de los medios de producción.
La enorme perspicacia del usuario
MolotoK, una vez más, le lleva a poner el dedo en la llaga, al plantear que la cuestión solo es soluble con los conceptos y leyes de la economía política, no porque no se pueda debatir en términos de materialismo histórico, sino porque las matemáticas no están tan desarrolladas en este campo. De igual modo,
Ajuan, acepta el envite, cuestión que le honra, y propone debatir en términos de economía política un texto, del cual se selecciona los párrafos resaltados por
Ajuan, y se enlaza al texto encontrado en la red;
La economía soviética como una economía estatal-capitalista de Revolutionary Union escribió:Para construir el socialismo y avanzar al comunismo, la “palanca” que hace posible la producción, acumulación y utilización del excedente no puede ser la producción mercantil y la ley del valor; sólo puede ser la línea ideológica y política. Es decir, el socialismo, y más aún el comunismo pleno, sólo pueden construirse por los trabajadores en sociedad, determinando de manera consciente y colectiva un plan para producir y distribuir los requisitos materiales de existencia (en el socialismo la clase obrera lo hará a través de su poder estatal; bajo el comunismo, toda la población, ya no dividida en clases, cumpliendo el rol de trabajadores y administradores)Esto, por su parte, sólo puede ser realizado basándose primero en la experiencia y sabiduría colectiva de las masas populares, y aplicando los principios científicos del marxismo-leninismo que las resume.
Bajo el socialismo esta labor es llevada a cabo por el Partido, a través de la aplicación de la línea de masas. Bajo el comunismo es realizada por toda la sociedad, ya que para ese entonces todos habrán alcanzado una etapa en la que se esforzará conscientemente por aplicar los principios comunistas a todas las fases de la vida.Incluso bajo el socialismo, bajo la dictadura del proletariado, la producción mercantil continúa y existe un cierto margen para la ley del valor. Como lo indicó
Lenin, esto proporciona la base material para las relaciones capitalistas, incluso en el socialismo, y proporciona la base material para la restauración capitalista.
La lucha de clases en el socialismo continúa entre los que quieren regular la producción con la ley del valor y las fuerzas ciegas del mercado, y los que quieren someter la producción al control consciente del proletariado. Aumentar el poder de la conciencia subjetiva de las fuerzas clasistas sobre la producción, limitar y finalmente eliminar la esfera de acción de la ley del valor, son tareas del socialismo como etapa de transición del capitalismo al comunismo.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
En estos párrafos se concentran las diferencias entre el socialismo de Marx, Engels y
Lenin, y el socialismo soviético, socialismo compartido tanto por pro-soviéticos, el trotskismo, el "hoxhismo", el maoísmo, el… Concepción que considera la dictadura del proletariado como parte integrante del socialismo. Para aclarar esta diferencia sustancial, para Marx, Engels y
Lenin la dictadura del proletariado no es socialismo, la dictadura del proletariado es el período de transición entre el capitalismo y el socialismo, nuevamente dos citas donde se niega explícitamente esta concepción sobre el socialismo;
Karl Marx en Carta a Joseph Weydemeyer escribió:...Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases...
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Lenin en Obras escogidas, tomo VIII, página 67 escribió:…Obsérvese que eso fue escrito en tiempos de Kerenski,
que se trata aquí de la dictadura del proletariado, no se trata del Estado socialista, sino del Estado "democrático revolucionario", ¿No está claro, pues, que cuanto más alto nos hayamos elevado de ese peldaño político, cuanto más hayamos plasmado en los Soviets el Estado socialista y la dictadura del proletariado, tanto menos podremos permitirnos temer el "capitalismo de Estado"?
¿No está claro, pues que en el sentido material, económico, de la producción, no nos encontramos aún en la "antesala" del socialismo? ¿Y qué no se puede entrar por la puerta del socialismo si no es cruzando esa antesala", que nosotros aún no hemos alcanzado? Se enfoque la cuestión desde el lado que se quiera, la conclusión será siempre la misma: el razonamiento de los "comunistas de izquierda' acerca de la supuesta amenaza que supone para nosotros el "capitalismo de Estado" es un craso error económico y una prueba evidente de que están prisioneros por completo precisamente de la ideología pequeñoburguesa.
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Otra diferencia sustancial es que para Marx, Engels y
Lenin en el socialismo no existen clases sociales como queda reflejado en la cita anterior, o en la siguiente de
Lenin;
Lenin en el estado y la revolución escribió:". . . Pero estos defectos —prosigue Marx— son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista, tras largos dolores para su alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica y al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado. . ." Así, pues, en la primera fase de la sociedad comunista (a la que suele darse el nombre de socialismo) el "derecho burgués" no se suprime completamente, sino sólo parcialmente, sólo en la medida de la transformación económica ya alcanzada, es decir, sólo en lo que se refiere a los medios de producción. El "derecho burgués" reconoce la propiedad privada de los individuos sobre los medios de producción. El socialismo los convierte en propiedad común. En este sentido —y sólo en este sentido— desaparece el "derecho burgués".
Sin embargo, este derecho persiste en otro de sus aspectos, persiste como regulador de la distribución de los productos y de la distribución del trabajo entre los miembros de la sociedad. "El que no trabaja, no come": este principio socialista es ya una realidad; "a igual cantidad de trabajo, igual cantidad de productos": también es ya una realidad este principio socialista. Sin embargo, esto no es todavía el comunismo, ni suprime todavía el "derecho burgués", que da una cantidad igual de productos a hombres que no son iguales y por una cantidad desigual (desigual de hecho) de trabajo. Esto es un "defecto", dice Marx, pero un defecto inevitable en la primera fase del comunismo, pues, sin caer en utopismo, no se puede pensar que, al derrocar el capitalismo, los hombres aprenderán a trabajar inmediatamente para la sociedad sin sujeción a ninguna norma de derecho ; además, la abolición del capitalismo no sienta de repente tampoco las premisas económicas para este cambio.
Otras normas, fuera de las del "derecho burgués", no existen. Y, por tanto, persiste todavía la necesidad del Estado, que, velando por la propiedad común sobre los medios de producción, vele por la igualdad del trabajo y por la igualdad en la distribución de los productos.
El Estado se extingue en tanto que ya no hay capitalistas, que ya no hay clases y que, por lo mismo, no cabe reprimir a ninguna clase.
Pero el Estado no se ha extinguido todavía del todo, pues persiste aún la protección del "derecho burgués", que sanciona la desigualdad de hecho. Para que el Estado se extinga completamente, hace falta el comunismo completo.
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En el tercer párrafo de la primera cita se asegura que "
La lucha de clases en el socialismo continúa entre los que quieren regular la producción con la ley del valor y las fuerzas ciegas del mercado". La tesis de
Lenin es que "la lucha de clases" continúa entre los que quieren "por igual trabajo igual cantidad de productos" en la más completa democracia, y los que quieren decidir qué cantidad de productos le corresponden a cada cual, en función de su línea ideológica y política, y para ello elaboran un plan al margen del valor objetivo de lo producido.
Lenin habla de un estado burgués, que defienda el derecho burgués, que significa aplicar el principio de "a igual cantidad de trabajo, igual cantidad de productos". La cuestión es; ¿cómo se sabe la cantidad de trabajo? Si los trabajos son de la misma naturaleza, y realizados en condiciones similares, es fácil realizar el cálculo. Por ejemplo, un albañil coloca 800 ladrillos y otro 600 en una jornada, o un agricultor cosecha 800 kilos de tomates y otro 600, tanto un albañil como un agricultor han producido el 57%, y el otro albañil como el otro agricultor, han producido el 43%.
Ahora bien, el problema surge cuando hay que medir el trabajo de los albañiles en comparación con el de los agricultores. ¿A cuánto equivale un kilo de tomates en ladrillos colocados? La única manera de compararlos es por lo que tienen en común todos los trabajos; todos los trabajos crean valores de uso que tienen un valor de cambio. Es decir, la única manera de comparar ambos tipos de trabajo, es saber la cantidad de valor de cambio creado por los albañiles y por los agricultores, o lo que es lo mismo, aplicar la ley objetiva del valor.
Karl Marx en El capital, tomo I, capítulo V escribió:Para examinar este trabajo, hemos de ubicarnos ahora en un punto de vista totalmente distinto del que ocupábamos al analizar el proceso de trabajo. Se trataba allí de una actividad orientada a un fin, el de transformar el algodón en hilado. Cuanto más adecuado a ese fin fuera el trabajo, tanto mejor el hilado, siempre que presupusiéramos constantes todas las demás circunstancias. El trabajo del hilandero era específicamente distinto de otros trabajos productivos, y la diferencia se hacía visible subjetiva y objetivamente, en el fin particular de la actividad de hilar, en su modo específico de operar, en la naturaleza especial de sus medios de producción y el valor de uso también especial de su producto. El algodón y el huso son medios de subsistencia del trabajo de hilar, aunque con ellos no se pueda fundir cañones rayados. Pero, en cambio, en la medida en que el trabajo del hilandero forma valor, no se distingue en absoluto del trabajo del perforador de cañones o, lo que nos concierne más de cerca, de los trabajos efectuados en los medios de producción del hilado: el trabajo del cultivador de algodón y el de quien fabrica husos. A esta identidad, sólo a ella, se debe que el cultivar algodón, hacer husos e hilar constituyan partes del mismo valor global, del valor del hilado, las cuales únicamente difieren entre sí en lo cuantitativo. Ya no se trata, aquí, de la cualidad, la naturaleza y el contenido del trabajo, sino tan sólo de su cantidad. A ésta, sencillamente, hay que contarla. Partimos de la base de que el trabajo de hilar es un trabajo simple, trabajo social medio. Se verá más adelante que la suposición opuesta no altera en nada la naturaleza del problema.
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Es a esta cuestión a la que se refiere
Lenin cuando afirma que en el socialismo subsiste el estado burgués sin burguesía. Hay que ser concienzudo y muy precisos a la hora de contar el valor de cambio producido, es decir, aplicar la ley objetiva del valor, y de forma completamente democrática. Este es el "derecho burgués" que subyace en el principio socialista de "a igual cantidad de trabajo, igual cantidad de productos".
Todos los socialistas soviéticos se manifiestan en contra de aplicar la ley objetiva del valor, impidiendo con ello aplicar el principio socialista de "a igual cantidad de trabajo, igual cantidad de productos", sustituyendo la ley objetiva del valor por una valoración subjetiva de un "comité de expertos". Pero ya se sabe, "
quien parte y reparte se lleva la mejor parte", con más motivo en una sociedad donde no se pueden satisfacer, todavía, todas las necesidades de todos los individuos.
Esta teoría, de oponerse a la ley objetiva del valor, no es de Marx, es de Rodbertus;
Frederich Engels en Prefacio a la primera edición alemana de Miseria de la filosofía escribió:…En la moderna sociedad burguesa cada capitalista industrial produce por su cuenta y riesgo: lo que quiere, como quiere y cuanto quiere. Pero las necesidades sociales son para él algo ignoto, tanto con respecto a la calidad y el género de los artículos que se requieren, como en cuanto a su cantidad. Lo que hoy no puede ser producido con la celeridad debida, mañana puede ser ofrecido en cantidades muy superiores a las necesarias. Sin embargo, de uno u otro modo, bien o mal, las necesidades son satisfechas en definitiva y la producción se encarrila en general hacia los artículos que se precisan. ¿Cómo se resuelve esta contradicción? ¿Por la competencia? ¿Y cómo consigue resolverla la competencia? Obligando simple y llanamente a que los precios de las mercancías no adecuadas en un momento dado por su clase o por su cantidad a las necesidades de la sociedad desciendan por debajo del valor del trabajo materializado en ellas, la competencia hace sentir por esta vía indirecta a los productores que sus artículos no son necesarios o que lo son, pero que han sido producidos en una cantidad superior a la requerida, en demasía. De aquí se desprenden dos deducciones.
Primera: que
las continuas desviaciones de los precios de las mercancías con respecto a sus valores constituyen la condición necesaria en virtud de la cual, y sólo por ella, puede manifestarse el propio valor de la mercancía. Sólo gracias a las oscilaciones de la competencia, y por lo mismo de los precios de las mercancías, se abre paso la ley del valor de la producción mercantil y se transforma en una realidad la determinación del valor de la mercancía por el tiempo de trabajo socialmente indispensable. Y aun cuando la forma de manifestación del valor —el precio— sea por lo común algo distinta del valor que ella manifiesta, en tal caso el valor sigue la suerte de la mayoría de las relaciones sociales. También el monarca es la mayor parte de las veces completamente distinto de la monarquía que él representa.
Por eso, en una sociedad de productores que intercambian sus mercancías, querer establecer la determinación del valor por el tiempo de trabajo, prohibiendo que la competencia realice esta determinación del valor mediante la presión sobre los precios, es decir, por el único camino por el que esto puede ser logrado, sólo significa demostrar que, al menos en este terreno, se adolece del habitual menosprecio de los utopistas por las leyes económicas.
Segunda: en una sociedad de productores que intercambian sus mercancías, la competencia pone en acción la ley del valor, inherente a la producción mercantil, instaurando así una organización y un orden de la producción social que son los únicos posibles en las circunstancias dadas. Sólo la desvalorización o el encarecimiento excesivo de los productos muestran de modo tangible a los diferentes productores que y cuanto se necesita para la sociedad y que no se necesita. Pues bien, este regulador único es precisamente el que la utopía representada también por Rodbertus quiere que sea suprimido. Y si preguntamos ahora que garantías hay de que cada artículo será producido en la cantidad necesaria y no en una cantidad mayor, que garantías hay de que no habremos de sentir necesidad de pan y de carne mientras nos vemos aplastados por montones de azúcar de remolacha y nadando en torrentes de aguardiente de patata, o de que no sufriremos escasez de pantalones para cubrir nuestras desnudeces, mientras abundan a millones los botones para tales prendas, Rodbertus nos remitirá solemne a su famoso ajuste de cuentas, el cual indica que por cada libra sobrante de azúcar, por cada barril de aguardiente no vendido, por cada botón no cosido a los pantalones se ha entregado un bono exacto, ajuste de cuentas en el que todo coincide a la perfección y merced al cual “todas las pretensiones serán satisfechas y liquidadas de un modo justo”. Y quien no lo crea puede dirigirse al contable X de la caja central de la Hacienda Pública de Pomerania, que ha comprobado las cuentas, las ha encontrado en toda regla y merece plena confianza como hombre que ni una sola vez ha incurrido en un error de caja.
Fijemos ahora la atención en la ingenuidad con que Rodbertus piensa suprimir con su utopía las crisis comerciales e industriales. Cuando la producción mercantil alcanza las dimensiones del mercado universal, la correspondencia entre la producción de los diferentes productores, guiados por sus cálculos particulares, y el mercado, para el cual producen, más o menos desconocido para ellos en lo que respecta a la cantidad y a la calidad de las necesidades del mismo, se establece por medio de una tempestad en el mercado mundial, por medio de la crisis comercial.
Impedir que la competencia haga saber a los diferentes productores el estado del mercado mundial mediante el alza y el descenso de los precios, equivale a cerrarles los ojos. Organizar la producción de mercancías de modo que los productores no puedan conocer en absoluto la situación del mercado para el que producen, es, desde luego, una panacea para la enfermedad de las crisis que podría envidiar a Rodbertus el propio doctor Eisenbart.
Ahora se comprende por qué Rodbertus determina el valor de la mercancía simplemente por el “trabajo”, admitiendo todo lo más distintos grados de intensidad del mismo. Si hubiese investigado por medio de qué y cómo el trabajo crea y, por lo tanto, determina y mide el valor, habría llegado al trabajo socialmente indispensable: indispensable para cada producto tanto en relación con otros productos de la misma clase como respecto a la demanda de toda la sociedad.
Esto le habría conducido a examinar cómo se adapta la producción de los diferentes productores de mercancías a toda la demanda social, y a la vez habría hecho imposible su utopía. Esta vez ha preferido realmente “abstraerse”, y “abstraerse” ni más ni menos que apartándose de la esencia misma del problema…
No es preciso llamar la atención de los lectores sobre la circunstancia de que los términos empleados en esta obra no coinciden del todo con la terminología de El Capital. Por ejemplo, en vez de fuerza de trabajo (Arbeitskraft), en este libro se habla todavía de trabajo (Arbeit) como mercancía, de la compra y venta de trabajo...
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En el socialismo, al no poder satisfacerse todas las necesidades sociales, los trabajadores deben comerciar con el producto de su trabajo, intercambiando cantidades iguales de valor producido. Pues bien, los soviéticos, al igual que Rodbertus, quieren suprimir el regulador que permite intercambiar valores iguales, convirtiendo su socialismo en una utopía, mientras construyen una realidad capitalista. Realidad donde una minoría decide cómo se parte y reparte, cerrándole los ojos a la mayoría productora del valor.
Los soviéticos se oponen a la ley del valor, y al mercado, porque afirman que en el intercambio mercantil se explota trabajo ajeno. Nada más lejos de la realidad, en el socialismo de Marx;
Karl Marx en El Capital, tomo 1, capítulo IV escribió:Desde luego, en el mercado no hay más que poseedores de mercancías, y el poder que estas personas pueden ejercer unas sobre otras es, pura y simplemente, el poder de sus respectivas mercancías. La diversidad material de las mercancías es el motivo material a que responde el cambio y hace que los poseedores de mercancías dependan los unos de los otros y viceversa, puesto que ninguno de ellos tiene en sus manos el objeto que necesita, y en cambio todos poseen el que necesitan los demás. Fuera de esta diversidad material, de sus valores de uso, entre las mercancías no media más diferencia que la que existe entre su forma natural y su forma transfigurada, o sea entre la mercancía y el dinero. He aquí por qué los poseedores de mercancías sólo se distinguen los unos de los otros como vendedores o poseedores de mercancías y compradores o poseedores de dinero.
Supongamos que, gracias a un misterioso privilegio, al vendedor le sea dado vender la mercancía por encima de su valor, a 110 por ejemplo, a pesar de que sólo vale 100, es decir, con un recargo nominal del 10 por ciento. El vendedor se embolsará, por tanto, una plusvalía de 10. Pero, después de ser vendedor, se convierte en comprador. Ahora, se enfrenta con un tercer poseedor de mercancías que hace funciones de vendedor y que goza, a su vez, del privilegio de vender su mercancía un 10 por ciento más cara. Nuestro hombre habrá ganado 10 como vendedor, para volver a perder 10 como comprador. Visto en su totalidad, el asunto se reduce, en efecto, a que todos los poseedores de mercancías se las vendan unos a otros con un 10 por ciento de recargo sobre su valor, que es exactamente lo mismo que si las vendiesen por lo que valen. Este recargo nominal de precios impuesto a las mercancías con carácter general produce los mismos efectos que si, por ejemplo, los valores de las mercancías se tasasen en plata en vez de tasarse en oro. Las expresiones en dinero, es decir, los precios de las mercancías, crecerían, pero sus proporciones de valor permanecerían invariables.
Supongamos, por el contrario, que es el comprador quien tiene el privilegio de comprar las mercancías por debajo de su valor. No hace falta siquiera recordar que el comprador será, a su vez, cuando le llegue el turno, vendedor. Mejor dicho, lo ha sido ya, antes de actuar como comprador. Por tanto, antes de ganar, como comprador, el 10 por ciento, habrá perdido la misma suma como vendedor. No habrá cambiado absolutamente nada.
Por eso los que mantienen consecuentemente la ilusión de que la plusvalía brota de un recargo nominal de precios, o sea de un privilegio que permite al vendedor vender la mercancía por más de lo que vale, parten de la existencia de una clase que compra sin vender, o, lo que es lo mismo, que consume sin producir. Ateniéndonos al punto de vista en que estamos colocados, al punto de vista de la circulación simple, la existencia de esa clase es, para nosotros, por el momento, un hecho inexplicable. Pero, adelantemos un poco lo que habrá de exponerse en su lugar. El dinero de que se sirva esa clase para sus continuas compras deberá afluir a ella directamente y de un modo constante desde los poseedores de mercancías, sin cambio, gratuitamente, en virtud de determinados títulos jurídicos o por obra de la violencia. Vender esta clase las mercancías por más de lo que valen equivale sencillamente a rembolsarse por el engaño de una parte del dinero arrebatado sin dar nada a cambio. Así por ejemplo, las ciudades del Asia Menor pagaban a Roma todos los años un tributo en dinero. Con este dinero, Roma les compraba mercancías, pagándolas por más de su valor. Los habitantes de las ciudades conquistadas engañaban a los romanos, arrancando a sus conquistadores, por medio del comercio, una parte del tributo. A pesar de esto, los engañados seguían siendo ellos, los vendedores, puesto que los romanos les pagaban sus mercancías con su propio dinero. No es éste, evidentemente, un método para enriquecerse ni para crear plusvalía.
Puede ocurrir que el poseedor de mercancías A sea tan astuto, que engañe a sus colegas B o C y que éstos, pese a toda su buena voluntad, no sean capaces de tomarse la revancha. A vende a B vino por valor de 40 libras esterlinas y recibe a cambio trigo por valor de 50 libras. Mediante esta operación A habrá convertido sus 40 libras en 50, sacando más dinero del que invirtió y transformando su mercancía en capital. Observemos la cosa más de cerca. Antes de realizarse esta operación, teníamos en manos de A vino por valor de 40 libras esterlinas, y en manos de B trigo por valor de 50 libras, o sea, un valor total de 90 libras esterlinas. Realizada la operación, el valor total sigue siendo el mismo: 90 libras. El valor circulante no ha aumentado ni un átomo: lo único que ha variado es su distribución entre A y B. Lo que de un lado aparece como plusvalía, es del otro lado minusvalía; lo que de una parte representa un más, representa de la otra un menos. Si A hubiese robado abiertamente las 10 libras a B, sin guardar las formas del intercambio, el resultado sería el mismo. Es evidente que la suma de los valores circulantes no aumenta, ni puede aumentar, por muchos cambios que se operen en su distribución, del mismo modo que un judío no aumenta la masa de metales preciosos en un país por el hecho de vender en una guinea un farthing acuñado en la época de la reina Ana. La clase capitalista de un país no puede lucrar colectivamente a costa de sí misma.
Por vueltas y revueltas que le demos, el resultado es el mismo. Si se intercambian equivalentes, no se origina plusvalía alguna, y si se intercambian no equivalentes, tampoco surge ninguna plusvalía. La circulación o el intercambio de mercancías no crea ningún valor.
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En el socialismo de Marx, no cabe duda alguna, que en el intercambio mercantil no se produce plusvalía, ni explotación alguna.
Tampoco cabe duda que la Nomenclatura soviética se asemejaba bastante a Roma. Y los partidarios del socialismo soviético en realidad abogan, de forma "astuta", por ser unos cambistas del tipo A. Tanto los unos como los otros se parecen mucho a la actual mayoría de diputados españoles, donde, en su planificación económica, establecen un salario para ellos; un salario mínimo de 3.000 € más 1.800 € de dietas, y un salario mínimo de 680 € para el resto de trabajadores.
En el socialismo los recursos naturales son propiedad colectiva de todos los trabajadores, teniendo en cuenta que los recursos naturales no incorporan trabajo de nadie, de lo contrario no serían recursos naturales, mientras que los medios de trabajo y los objetos de producción son propiedad colectiva de los trabajadores que los usan, única forma de garantizar la propiedad sobre el producto de su trabajo a los trabajadores, medios de trabajo que han comprado a los trabajadores que los han producido. Los trabajadores intercambian una cantidad de trabajo por una cantidad de trabajo idéntica, en este sentido no existe explotación, los trabajadores intercambian cantidades iguales de trabajo, nadie se apropia de trabajo ajeno. No obstante, en el socialismo, fase inferior de la sociedad comunista, donde el desarrollo de la productividad de la fuerza de trabajo, todavía, no ha alcanzado la capacidad de satisfacer las necesidades de todos los seres humanos, por lo que, en la distribución de los recursos producidos, pero todavía escasos, se da la lucha de clases. En la primera fase de la sociedad comunista impera el principio de “a cada cual según su trabajo”, esta forma de distribución es todavía derecho “clasista”, ya que se trata por igual a trabajadores que son desiguales, tanto en sus capacidades como en sus necesidades, y las decisiones se toman de forma completamente democrática, entre los trabajadores afectados por dichas decisiones. Esta fase de la transformación comunista de la sociedad es inevitable salvo en la utópica mente de algunos anarquistas, donde es posible acostarse en el modo de producción capitalista y amanecer en el comunismo. Antes que se pueda hacer realidad la sociedad comunista en su fase superior, es inevitable atravesar diferentes fases, etapas, períodos y coyunturas de la lucha de clases, unas conocidas y otras son completamente desconocidas.
Hasta que la sociedad alcance el desarrollo de las fuerzas productivas que permita una superproducción de bienes materiales, y con ellos poder satisfacer todas las necesidades, si alguna vez se puede alcanzar esta productividad de la fuerza de trabajo, es imposible abolir el uso del dinero. De igual manera, mientras sea necesaria la división técnica del trabajo en la producción de valores de uso será necesario comerciar, en un mercado, con ellos. Algunos socialismos de subjetivismo utópico proponen que al cambiar el nombre del comercio y del dinero se cambia su naturaleza.
Resulta cuanto menos curioso que la vanguardia de profesionales de la “revolución” no acaba de entender que en el socialismo deja de haber trabajadores asalariados, ya que en el socialismo los trabajadores dejan de estar privados de la propiedad sobre los medios de producción que usan, por lo que son dueños del producto de su trabajo, y no se ven en la necesidad de vender su fuerza de trabajo a cambio de salario alguno. Es decir, en el socialismo los trabajadores dejan de ser una mercancía que se compra y se vende. En el socialismo los trabajadores pasan a ser los propietarios de los valores de uso que producen, valores que intercambian por los valores de uso que no producen, de forma directa mediante el trueque o mediando otra mercancía, que adopta la forma de dinero. O lo que es lo mismo, en el socialismo los trabajadores comercian con mercancías, ya que no tienen la necesidad de convertirse ellos mismos en mercancía.
La cuestión estriba en; ¿cómo el estado burgués, en la URSS, garantizaba el "derecho burgués", que resulta de la aplicación del principio "burgués", de "a igual cantidad de trabajo, igual cantidad de productos", si no utilizaba la ley objetiva del valor de cambio, ni la democracia más completa?
La última aportación del socialismo soviético al debate es que el valor, y el precio, de las mercancías no se forman de forma objetiva, por la ley del valor y la objetiva ley de la oferta y la demanda, sino que un comité de expertos lo deciden de forma subjetiva en una planificación. Se comprende que lo que ha fracasado en la URSS no es la teoría objetiva del valor sino la subjetiva.
Saludos.