ATEOFOBIA, HUMANISMOFOBIA, NORELIGIOSOFOBIA AGNOSTICOFOBIA... Pero nadie habla de ellos y ni siquiera existen estos términos. Tampoco se instituyó ningún día especial por su discriminación que puede ser cuestión de vida o muerte en algunos países y los religiosos no humanistas ni misericordiosos suelen o ser verdugos o cómplices con su silencio de las violaciones a los derechos humanos contra estas personas, con apoyo de sectores occidentales que bailan, aun siendo laicos, la música de los conservadores religiosos, que quieren silenciar cualquier crítica a sus dogmas o practicas que atentan contra derechos humanos básicos, criminalizando "la blasfemia" (crimen en muchos países), bajo etiquetas más politicamente correctas ("islamofobia", etc...).
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"Cada año, la International Humanist and Ethical Union (IHEU) publica Libertad de Pensamiento, su reporte global sobre el estatus legal y la discriminación contra ateos, humanistas y no-religiosos en general — los de 2014 y 2015 fueron para echarse a llorar.
Igualmente, el de este año ofrece muchos motivos para estar preocupados. Para darnos una idea, el doctor Ahmed Shaheed, el Relator Especial de Naciones Unidas para la Libertad de Religión o Creencia, escribió el preámbulo del reporte de este año — aquí unos extractos:
Al escribir estas palabras a finales de 2016, me siento profundamente angustiado por la creciente intolerancia relacionada con la religión o la creencia en todo el mundo. Las tendencias mundiales muestran claramente un resurgimiento de la acción religiosamente motivada en la plaza pública. Si bien este fenómeno en sí mismo, no debería ser un problema, puede convertirse en un reto allí donde se acompaña de reivindicaciones de privilegio religioso — contrario a los límites establecidos en el párrafo 1 del artículo 5 (o en el párrafo 3 del artículo 18) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Por un lado, existen las atroces violaciones de los derechos de libertad religiosa en situaciones de conflicto intraestatal como en el caso de los monstruosos crímenes cometidos por el Daesh en Siria e Irak; los brutales ataques contra los Rohingya en Myanmar; o las atroces actividades de Boko Haram en Nigeria. Por otro lado, las democracias establecidas también están reportando crecientes niveles de intolerancia incluyendo el antisemitismo y el sentimiento anti-musulmán. La indignación por los primeros y el choque con los últimos distraen a menudo del horror de las violaciones persistentes del derecho humano a la libertad de religión o de creencia en los numerosos países que suprimen la libertad religiosa, ya sea mediante leyes de blasfemia y apostasía o mediante otras pretensiones de privilegio basado en la religión o las creencias.
Casi 70 años después de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que protege el derecho a la libertad de religión y la libertad frente a la religión para todos, la blasfemia está prohibida en al menos 59 países con pena de prisión o muerte. Al menos 36 países continúan aplicando sus leyes contra la blasfemia. Existen leyes contra la apostasía en 22 países, y al menos 13 países prevén el uso de la pena de muerte para la blasfemia o la apostasía. Mientras que cualquiera puede actuar contra estas leyes, y a menudo hay alegatos del uso de dichas leyes con fines políticos, estas leyes criminalizan potencialmente automáticamente la disidencia y el libre pensamiento, y victimizan a los "no creyentes", humanistas y ateos. Lo que es aún más chocante es la crueldad con que los acusados de violar estas leyes son a menudo castigados por agentes estatales o por actores no estatales, incluidos vecinos y familiares.
[...]
De Raif Badawi, condenado a 1.000 latigazos y 10 años de prisión en Arabia Saudita por presunta "blasfemia"; a Mohamed Cheikh Ould M'kheitir, que enfrenta la pena de muerte y la incitación al asesinato en Mauritania por supuesta "apostasía"; a Basuki Tjahaja Purnama, el alcalde de Yakarta que es acusado de "blasfemia" en medio de una elección; a aquellos bloggers seculares salvajemente asesinados en Bangladesh por grupos de vigilantes; a los casos que languidecen en prisión en Pakistán e Irán y en otros lugares por expresar puntos de vista considerados ofensivos para el sentimiento religioso; la persecución y la victimización en nombre de la religión son escalofriantes y generalizadas.
El informe de la IHEU es un recordatorio importante de que el derecho a ser libres de religión o creencias es tan fundamental como el derecho a la libertad de religión y que el mismo derecho humano protege la libertad del pensamiento no religioso y la creencia no religiosa; y que para algunos humanistas, ateos, librepensadores y despreocupados, la protección de este derecho puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. El informe subraya también el principio de que los derechos y las protecciones en el marco de los derechos humanos no deberían ser ejercidos de manera que destruyan otros derechos fundamentales expresados en la Declaración Universal, como el derecho a la vida, el tratamiento igualitario ante la ley, el derecho a la libertad de opinión y de expresión y, en realidad, al mismo derecho a la libertad de religión o de creencias. La documentación de violaciones de derechos es un paso crucial para movilizar a los actores contra violaciones continuadas o futuras. Espero que esta publicación no sólo arroje luz sobre las prácticas existentes que deben cambiar para ajustarse al derecho internacional de los derechos humanos, sino que también servirá como una vigilia para aquellos que han sido blanco de leyes de blasfemia y de apostasía o han sido víctimas de intolerancia religiosa en todo el mundo.
En la evaluación de todos los países, el reporte se enfoca en cuatro categorías:
Constitución y Gobierno
Educación y Derechos de los Niños
Familia, Comunidad, Sociedad, y Cortes y Tribunales Religiosos
Libertad de Expresión y Defensa de los Valores Humanistas
El informe trae un sistema de calificación por colores para cada categoría, que va de Marrón (para las violaciones graves) a Verde (para los países en los que los ateos son libres e iguales), pasando por Rojo (discriminación severa), Anaranjado (discriminación sistemática) y Amarillo (tratamiento a los ateos algo satisfactorio, aunque podría mejorar).
El año pasado, sólo seis países fueron calificados con verde. En 2016, sólo tres tuvieron todas las calificaciones en verde: Bélgica, Holanda y Taiwán. (Aunque esta semana, en Holanda fue condenado el populista de extrema derecha Geert Wilders por hacer una pregunta capciosa con tintes xenofóbicos; posiblemente para 2017, sólo sigan en pie Bélgica y Taiwán.)
Los casos de algunos países valen la pena ser examinados. Por ejemplo, las presuntamente muy laicas Francia, Noruega y Suecia no pudieron evitar la discriminación a los ateos. A su vez, México tuvo tres categorías en verde, lo que me parece bastante extraño, pues de lo que he podido conversar con los activistas laicos de ese país, las cosas allí no son ni remotamente agradables para los ateos y librepensadores.
En cualquier caso, el informe ofrece información de las instancias en las que los ateos son discriminados en cada país y sirve como hoja de ruta para los activistas por el laicismo. La situación no es fácil, y si no hacemos algo, seguirá empeorando."
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"Cada año, la International Humanist and Ethical Union (IHEU) publica Libertad de Pensamiento, su reporte global sobre el estatus legal y la discriminación contra ateos, humanistas y no-religiosos en general — los de 2014 y 2015 fueron para echarse a llorar.
Igualmente, el de este año ofrece muchos motivos para estar preocupados. Para darnos una idea, el doctor Ahmed Shaheed, el Relator Especial de Naciones Unidas para la Libertad de Religión o Creencia, escribió el preámbulo del reporte de este año — aquí unos extractos:
Al escribir estas palabras a finales de 2016, me siento profundamente angustiado por la creciente intolerancia relacionada con la religión o la creencia en todo el mundo. Las tendencias mundiales muestran claramente un resurgimiento de la acción religiosamente motivada en la plaza pública. Si bien este fenómeno en sí mismo, no debería ser un problema, puede convertirse en un reto allí donde se acompaña de reivindicaciones de privilegio religioso — contrario a los límites establecidos en el párrafo 1 del artículo 5 (o en el párrafo 3 del artículo 18) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Por un lado, existen las atroces violaciones de los derechos de libertad religiosa en situaciones de conflicto intraestatal como en el caso de los monstruosos crímenes cometidos por el Daesh en Siria e Irak; los brutales ataques contra los Rohingya en Myanmar; o las atroces actividades de Boko Haram en Nigeria. Por otro lado, las democracias establecidas también están reportando crecientes niveles de intolerancia incluyendo el antisemitismo y el sentimiento anti-musulmán. La indignación por los primeros y el choque con los últimos distraen a menudo del horror de las violaciones persistentes del derecho humano a la libertad de religión o de creencia en los numerosos países que suprimen la libertad religiosa, ya sea mediante leyes de blasfemia y apostasía o mediante otras pretensiones de privilegio basado en la religión o las creencias.
Casi 70 años después de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que protege el derecho a la libertad de religión y la libertad frente a la religión para todos, la blasfemia está prohibida en al menos 59 países con pena de prisión o muerte. Al menos 36 países continúan aplicando sus leyes contra la blasfemia. Existen leyes contra la apostasía en 22 países, y al menos 13 países prevén el uso de la pena de muerte para la blasfemia o la apostasía. Mientras que cualquiera puede actuar contra estas leyes, y a menudo hay alegatos del uso de dichas leyes con fines políticos, estas leyes criminalizan potencialmente automáticamente la disidencia y el libre pensamiento, y victimizan a los "no creyentes", humanistas y ateos. Lo que es aún más chocante es la crueldad con que los acusados de violar estas leyes son a menudo castigados por agentes estatales o por actores no estatales, incluidos vecinos y familiares.
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De Raif Badawi, condenado a 1.000 latigazos y 10 años de prisión en Arabia Saudita por presunta "blasfemia"; a Mohamed Cheikh Ould M'kheitir, que enfrenta la pena de muerte y la incitación al asesinato en Mauritania por supuesta "apostasía"; a Basuki Tjahaja Purnama, el alcalde de Yakarta que es acusado de "blasfemia" en medio de una elección; a aquellos bloggers seculares salvajemente asesinados en Bangladesh por grupos de vigilantes; a los casos que languidecen en prisión en Pakistán e Irán y en otros lugares por expresar puntos de vista considerados ofensivos para el sentimiento religioso; la persecución y la victimización en nombre de la religión son escalofriantes y generalizadas.
El informe de la IHEU es un recordatorio importante de que el derecho a ser libres de religión o creencias es tan fundamental como el derecho a la libertad de religión y que el mismo derecho humano protege la libertad del pensamiento no religioso y la creencia no religiosa; y que para algunos humanistas, ateos, librepensadores y despreocupados, la protección de este derecho puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. El informe subraya también el principio de que los derechos y las protecciones en el marco de los derechos humanos no deberían ser ejercidos de manera que destruyan otros derechos fundamentales expresados en la Declaración Universal, como el derecho a la vida, el tratamiento igualitario ante la ley, el derecho a la libertad de opinión y de expresión y, en realidad, al mismo derecho a la libertad de religión o de creencias. La documentación de violaciones de derechos es un paso crucial para movilizar a los actores contra violaciones continuadas o futuras. Espero que esta publicación no sólo arroje luz sobre las prácticas existentes que deben cambiar para ajustarse al derecho internacional de los derechos humanos, sino que también servirá como una vigilia para aquellos que han sido blanco de leyes de blasfemia y de apostasía o han sido víctimas de intolerancia religiosa en todo el mundo.
En la evaluación de todos los países, el reporte se enfoca en cuatro categorías:
Constitución y Gobierno
Educación y Derechos de los Niños
Familia, Comunidad, Sociedad, y Cortes y Tribunales Religiosos
Libertad de Expresión y Defensa de los Valores Humanistas
El informe trae un sistema de calificación por colores para cada categoría, que va de Marrón (para las violaciones graves) a Verde (para los países en los que los ateos son libres e iguales), pasando por Rojo (discriminación severa), Anaranjado (discriminación sistemática) y Amarillo (tratamiento a los ateos algo satisfactorio, aunque podría mejorar).
El año pasado, sólo seis países fueron calificados con verde. En 2016, sólo tres tuvieron todas las calificaciones en verde: Bélgica, Holanda y Taiwán. (Aunque esta semana, en Holanda fue condenado el populista de extrema derecha Geert Wilders por hacer una pregunta capciosa con tintes xenofóbicos; posiblemente para 2017, sólo sigan en pie Bélgica y Taiwán.)
Los casos de algunos países valen la pena ser examinados. Por ejemplo, las presuntamente muy laicas Francia, Noruega y Suecia no pudieron evitar la discriminación a los ateos. A su vez, México tuvo tres categorías en verde, lo que me parece bastante extraño, pues de lo que he podido conversar con los activistas laicos de ese país, las cosas allí no son ni remotamente agradables para los ateos y librepensadores.
En cualquier caso, el informe ofrece información de las instancias en las que los ateos son discriminados en cada país y sirve como hoja de ruta para los activistas por el laicismo. La situación no es fácil, y si no hacemos algo, seguirá empeorando."