Artículo publicado en Mundo Obrero sobre el libro de Jean Genet y el propio autor:
Cuatro horas en Chatila / Jean Genet
Antonio José Domínguez 31/01/2009
Otra vez la tragedia del pueblo palestino ha sido portada en los diarios de todo el mundo y cabecera de todos los informativos así como el clamor de protestas y manifiestos realizadas por la agresión del ejército israelí contra la franja de Gaza cuyos resultados son la destrucción de parte de la zona y más de mil quinientas víctimas, entre las que se encuentran mujeres y niños. Como la opinión pública tiene la información suficiente, no vamos a discutir los argumentos autojustificativos de la desmesurada agresión de Israel difundida por su gobierno y por los medios de comunicación afines.
Tampoco vamos a comentar, el obsceno reportaje "Gaza no es Sarajevo" -y por qué no "Gaza es Belgrado"- escrito por la estrella mediática francesa Bernard-Henri Levi, publicado en un diario de difusión nacional que visitó, en plena campaña bélica, posiblemente, en un viaje de ida y vuelta, la franja palestina bombardeada y destruida por los aviones y máquinas de guerra israelíes.
Nosotros, ahora queremos recordar a Jean Genet, otro escritor francés que, entre 1970 y 1972, convivió con refugiados y fedayines (guerrilleros) palestinos en Jordania y Líbano, experiencia que años más tarde fue la base de su novela Un cautivo enamorado, publicada por deseo del autor después de su muerte. Pero antes de proseguir sus peripecias entre los refugiados palestinos, es necesario que recordemos algunos aspectos de su biografía que está ligada estrechamente a su obra literaria.
Jean Genet nació en París: "Yo nací en París el 19 de diciembre de 1910. Acogido por la asistencia pública me fue imposible conocer otro dato de mi estado civil. Cuando cumplí veintiún años, conseguí mi partida de nacimiento. Mi madre se llamaba Gabrielle Genet. Soy de padre desconocido. Vine al mundo en el número 22 de la calle Assas." Esta breve nota autobiográfica, casi similar a una ficha policial evoca su vida de viajes, delincuencia y cárceles que fraguaron un poeta místico del Mal como oposición a la sociedad del Bien para invertir con profunda radicalidad los valores legitimados y legitimantes de la sociedad burguesa en su toda su producción literaria. Y es en la cárcel donde escribe obras, como por ejemplo, Nuestra Señora de las Flores, El milagro de la Rosa y Severa vigilancia que, una vez conocidas por parte de la intelectualidad francesa, muchos artistas y escritores, como J.P. Sastre, Jean Cocteau y Pablo Picasso piden su indulto, que le fue concedido por el Gobierno francés.
En España, Jean Genet se da a conocer a finales de los años sesenta por el memorable montaje de su obra teatral Las criadas, estreno que tuvo una gran acogida de público y crítica. Por ejemplo, la revista "Primer Acto" y "Triunfo" le dedicaron sendos monográficos. A partir de entonces, fueron editándose y estrenándose respectivamente sus novelas y piezas teatrales.
En marzo de 1988, la Editorial Debate publica Un cautivo enamorado que no prendió en el lector ni fue acogida con entusiasmo por la crítica, como tampoco lo había sido en Francia, posiblemente por su dificultad lectora que necesita un esfuerzo del lector, pero quizás también por la hegemonía de la narrativa posmoderna, sin olvidar tampoco sus elementos abiertamente políticos que rompían, de alguna manera, con su malditismo transgresor creado por los propios genetianos con excesiva beatería. La figura de Jean Genet era relevante por una poética transgresora y ajena a todo compromiso político explícito, pero con ribetes de un anarquismo estético. Una vez que, a título personal, se compromete activamente con la lucha de los Panteras Negras - entró en los Estados Unidos clandestinamente y participó en actos a favor de su lucha e ideología- y abiertamente con el Pueblo palestino, comienza el descrédito con ataques de tal envergadura, como calificar alguna de sus obras como filonazis. La traición, esta vez de Jean Genet, era imperdonable, y como era necesario clarificar su obra y compromiso, surgieron pocas voces discrepantes, entre las que destaca la de René de Ceccatty que, en un artículo publicado en L'Humanité (1 de Julio de 2006), desmonta tergiversaciones y acusaciones. Las preguntas finales de su escrito parece necesario recordarlas: "¿En nombre de qué falsa posición ética y política le procesan por sus imágenes, ironía, provocaciones? ¿Por qué acotar un pretendido antisemitismo y una pretendida simpatía pronazi en textos que no han sido nunca escritos para abatir un pueblo, pero que al contrario denuncian la delación generalizada de una nación bajo la ocupación alemana y quienes, en lo que concierne a un "Cautivo enamorado", intentan perseguir el destino de dos pueblos, uno, el de los Negros americanos, a quienes le es rechazada la dignidad humana, y el otro, el de los palestinos, que han sido expulsados, colonizados, humillados, destituidos de toda identidad política?"
Pero anteriormente a la redacción de Un cautivo enamorado, Jean Genet redacta el texto Cuatro horas en Chatila en el que con un lenguaje libre de toda norma, levanta acta de las atrocidades cometidas por las falanges libanesas con la aquiescencia del ejército israelí en septiembre de 1982, después de que Israel invadiese y bombardease el Líbano con el pretexto de vengar el intento de asesinato de su embajador en Londres. El escritor francés paseó solo durante cuatro horas por Sabra y Chatila, campos de refugiados palestinos, y allí vio el espanto de muchos muertos que antes de morir fueron salvajemente torturados y mutilados. Y un poeta como él, que tanto habló del amor y la muerte, confiesa que le ha hecho falta ir a Chatila para captar la obscenidad del amor y de la muerte porque los cuerpos, en ambos casos, no tienen nada que esconder ni las fotografías nada que explicar. Cuatro horas en Chatila es una pequeña obra maestra en su género por muchas razones, su estructura tan abierta como sugestiva, su vinculación personal comprometida, su contención expresiva ante la visión inhumana de la tortura, el retrato de las mujeres en una revolución que les libera de de su papel tradicional, el silencio de los testigos impuesto por el miedo, el telón de fondo económico que hay detrás de la ruina de un territorio masacrado que no tiene parangón con cualquier paisaje después de una batalla, pero sobre todo, una elección: "desde que las carreteras estaban cortadas, las telefonías mudas, privado de la comunicación del resto del mundo, por primera vez en la vida me sentí palestino y odié a Israel."
NOTA: Cuatro horas en Chatila fue publicado por el Comité de Solidaridad con la Causa Àrabe en 2002 con un prólogo de Pedro Martínez Montávez y epilogado por Juan Goytisolo. Este texto está accesible en la Red en formato digital.