Memorias de la Revolución
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Al sonar las 12 campanadas que anunciaban la llegada del año mil novecientos cincuenta y nueve, en el campamento militar de Columbia se daban los últimos pasos de un estudiado y meticuloso plan orquestado por el dictador Fulgencio Batista y Zaldívar. Tras levantar las copas para brindar por el nuevo año, el general Eulogio Cantillo Porras se puso de pie y dirigiéndose a Batista, expresó lo que los dos ya habían acordado: “Señor Presidente, los jefes de las Fuerzas Armadas estimamos que su renuncia a la Primera Magistratura de la Nación contribuirá a restituir la paz que tanto precisa el país. Apelamos a su patriotismo...”. El déspota lo miró y, asumiendo pose teatral, le respondió: “Renuncio forzado por las autoridades eclesiásticas, los hacendados y colonos, por los que se pasan al oponente, por los que no han ganado ni una reyerta en frente de los barbudos...”. Hasta el final, el dictador manipulaba la realidad; escondía la derrota de sus tropas y la crisis irreversible que ya encaraban sus fuerzas militares en las provincias de Las Villas en cuya capital ya peleaban las tropas rebeldes bajo las órdenes del Che, y de Oriente sobre cuya capital se cerraba el cerco de las fuerzas lideradas por Fidel.
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Al sonar las 12 campanadas que anunciaban la llegada del año mil novecientos cincuenta y nueve, en el campamento militar de Columbia se daban los últimos pasos de un estudiado y meticuloso plan orquestado por el dictador Fulgencio Batista y Zaldívar. Tras levantar las copas para brindar por el nuevo año, el general Eulogio Cantillo Porras se puso de pie y dirigiéndose a Batista, expresó lo que los dos ya habían acordado: “Señor Presidente, los jefes de las Fuerzas Armadas estimamos que su renuncia a la Primera Magistratura de la Nación contribuirá a restituir la paz que tanto precisa el país. Apelamos a su patriotismo...”. El déspota lo miró y, asumiendo pose teatral, le respondió: “Renuncio forzado por las autoridades eclesiásticas, los hacendados y colonos, por los que se pasan al oponente, por los que no han ganado ni una reyerta en frente de los barbudos...”. Hasta el final, el dictador manipulaba la realidad; escondía la derrota de sus tropas y la crisis irreversible que ya encaraban sus fuerzas militares en las provincias de Las Villas en cuya capital ya peleaban las tropas rebeldes bajo las órdenes del Che, y de Oriente sobre cuya capital se cerraba el cerco de las fuerzas lideradas por Fidel.