LA CUESTIÓN ALIMENTARIA Y EL MARXISMO
César López
publicado en 2017 en el blog Universidad Obrera
Las diferentes teorías de carácter burgués en torno a la alimentación se han convertido durante estos últimos años en un tema constantemente recurrido por los supuestos revolucionarios de nuestro país y el mundo en general y sobre todo el veganismo, entre otros.
Numerosos individuos y colectivos se han inclinado hacia esta moda y reivindican la lucha contra la “explotación animal” como una lucha más dentro del movimiento obrero, o como una lucha más por la “democracia”, debido a que en la mayoría de casos se trata de individuos aburguesados y nada interesados en la lucha de clases. Por supuesto la mayoría de sus “reivindicaciones” parten del individualismo más exacerbado, aunque en este artículo intentaremos centrarnos en aquellos que tratan en disfrazar estas teorías de punto indispensable para la emancipación de clase, y las plantean en campo de la producción socialista.
Estas teorías reformulan la dieta individual y la planificación alimenticia en base a principios morales y anticientíficos. Unos lo hacen para sentirse bien consigo mismos, otros porque supuestamente apuestan por una vía más saludable y sostenible y otros directamente lo tratan como una contradicción antagónica entre la naturaleza y el humano, llegando a asegurar que los animales tienes “derechos” y no podemos decidir sobre ellos o que el ser humano no debería seguir existiendo como tal.
No podemos permitir que teorías como el veganismo y otras desviaciones que trataremos más abajo se infiltren en el movimiento obrero. Para poder tratar todas estas ideas y la cuestión alimenticia en sí es necesario analizar la realidad que vivimos a día de hoy. El capitalismo tiene un efecto nefasto en la alimentación de la clase obrera y en el uso de los recursos productivos, solo el socialismo se presenta como vía posible para darle la vuelta a esta situación. Solo una visión científica y comunista de la dieta y la cuestión alimentaria puede servir como herramienta para la construcción de un mundo mejor.
La extracción del máximo beneficio es la ley fundamental del sistema capitalista imperante, esta ley se mantiene gracias a la competencia entre los distintos propietarios de los medios de producción, que estrangulan a la clase obrera mediante la explotación y el paro forzoso. Este panorama afecta principalmente de dos formas a la cuestión alimentaria, por una parte en lo que respecta a la sostenibilidad, y por otra en lo referente al sometimiento de la clase obrera. La sostenibilidad, es decir, la optimización de los recursos de los que disponemos para el mantenimiento a largo plazo de nuestro entorno natural y de nuestra especie como tal, se convierte en una utopía para el modo de producción capitalista.
Debido al carácter privado de las relaciones sociales de producción, lo que le importa a la hora de producir al burgués no es si va a respetar un ecosistema, si va a contribuir o no al calentamiento global, si va a contaminar las aguas de una región o un país entero, si va a ayudar a disminuir el hambre o a utilizar mejor las fuerzas productivas. Todas estas cuestiones, englobadas en nuestra supervivencia, se convierten en secundarias. Uno de los ejemplo más claros en este campo es la producción de carne que a día de hoy utiliza la gran mayoría de nuestros recursos alimenticios y deja de lado la producción estable y segura de vegetales, la cual resultaría mucho más económica que la industria cárnica actual.
La raíz de las ideas siempre son las condiciones materiales, si un burgués no trata de sacar la mayor rentabilidad en su empresa, la competencia lo llevará a la bancarrota, y para no caer deberá invertir en una recuperación rápida de su capital, aumentar su circulación, además de ampliarlo. Esto se traduce en beneficios a corto-medio plazo, flexibles, que no comprometen su riqueza. Destruirán un país entero con tal de ser quienes lo reconstruyan y lo utilicen de colonia, bloquearán los avances en farmacia para seguir vendiendo medicamentos, con tal de seguir obteniendo su ganancia. Y para que esto funcione, el estado y el resto de instituciones se someterán a las necesidades de esa minoría de explotadores, ya que quien tiene el poder económico, tiene el poder político.
Esta contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción capitalistas se manifiesta también en la dieta de una mayoría social. La depauperización del proletariado a nivel mundial es un hecho, cada vez hay un mayor ejército de reserva de parados que presiona el mercado de trabajo y devalúa constantemente los salarios para asegurar la rentabilidad de las empresas. Esto, unido a la aceleración de la destrucción de nuestros recursos supone que cada vez hay más obreros incapaces de cubrir sus necesidades básicas, entre ellas la alimentación.
Por último, la burguesía se aprovecha de esta situación, y saca tajada mediante la comida basura y los aditivos, y una cultura de la salud totalmente destructiva. Con tal de mantener sus superbeneficios, nos inculcan una visión pasiva respecto al deporte y el bienestar en sí, e impulsan la alienación mediante las drogas, los medios de comunicación y, como no, mediante la cuestión alimentaria, de cara a la destrucción del espíritu transformador de la clase obrera.
Esta es la realidad que nos deja el capitalismo, y los comunistas deben tomar partida mediante el marxismo-leninismo, pero antes de entrar en cuál vendría a ser nuestra tarea concreta, analicemos las modas burguesas que han surgido al respecto y que intentar hacerse pasar por revolucionarias.
Existen numerosas teorías sobre este tema, entre ellas las más conocidas son el veganismo y el vegetarianismo en general. Unas aseguran que debemos privarnos de consumir cualquier producto animal, otros apuestan por abandonar en diferentes grados la ingesta de carne, pero lo que nos interesa en este artículo es la posición que toman en la lucha de clases, que es el factor determinante de nuestra realidad.
Por una parte encontramos a personas que aseguran que mediante la extensión del régimen vegano y otros como el vegetariano conseguiremos detener la destrucción de recursos que supone la producción alimentaria actual. Esto es un absurdo, ya que lo que determina la consciencia de los individuos no es su voluntad, si no la sociedad, el modo de producción y las concepciones e instituciones culturales, políticas y jurídicas que se desprenden de este.
En el sistema capitalista lo que importa es el beneficio, no es el consumo lo que determina la producción, será la burguesía quien dicte qué se produce a pesar de sus efectos en la sociedad, será la burguesía la que perpetuará la cultura paupérrima de la alimentación para asegurar un ejército de reserva de obreros empobrecidos. Estas “teorías” desprecian la lucha de clases, creen que es tan fácil como ponernos todos de acuerdo para cambiar las cosas, pero la realidad es que en el capitalismo cada vez hay más gente con menos capacidad de alimentarse y de tomar las riendas de su futuro.
Solo acabando con el capitalismo e instaurando el socialismo podremos plantear una verdadera planificación de la alimentación, solo así podremos hablar de la intervención plenamente consciente del hombre en la naturaleza.
Es necesario señalar que en el socialismo, lo más seguro es que dicha planificación se centre en la producción vegetal, ya que consume menos fuerzas productivas que la animal para cubrir las mismas necesidades, pero esto no significa bloquear el uso de animales, sino redirigirlo y recurrir a él siempre que sea necesario, ya que la ciencia ha demostrado que es igual de válido para nuestro consumo.
De otro lado también existe la concepción de que en el propio socialismo debemos evitar la producción de productos animales, ya que en su mayoría son destructivos para la salud, se dice que el hombre no está hecho para comer carne o lácteos. Por el contrario, sabemos que el ser humano es capaz de consumir tanto alimentos vegetales como animales, y que además estos últimos tienen una mayor calidad biológica que debemos saber aprovechar. Al igual que con los lácteos, mediante la selección natural nuestra especie se ha adaptado a su consumo.
Hay que apuntar que hoy en día, bajo el sistema capitalista, la mayoría de los productos cárnicos son tratados con conservantes como el nitrato que son un factor determinante para la aparición de sustancias altamente cancerígenas. En el socialismo, no solo habrá un reformulación productiva que garantizará una conservación de la carne de forma saludable, sino que la dieta será variada y completa.
De aquí se desprende que en la producción socialista se tendrán en cuenta todos estos factores y se usarán sin objeción alguna, según las condiciones del momento.
En lo referente a la dieta de un militante revolucionario, hay quienes consideran “indispensable” dejar de comer productos animales ya que hoy en día son una expresión más de la decadencia capitalista. Esto, a parte de ser falso ya que como hemos dicho en el socialismo se valorarán tanto estos como los vegetales, vuelve a caer en el absurdo de que mediante el consumo es posible acabar con el sistema o contribuir a ello.
La dieta de un militante comunista debe basarse en saber aprovechar todos los factores a su alcance y combinar su alimentación con el deporte para su preparación física. La capacidad de luchar es lo único que sirve en la vía revolucionaria, es ridículo y propio de gente aburguesada tratar de poner barreras morales a la mayor tarea histórica de la clase obrera y la humanidad, la conquista del socialismo.
Por último trataremos una teoría que se ha extendido sobre todo a círculos anarquistas y pequeño-burgueses y que tiene un carácter claramente reaccionario: el anti-especismo. Esta teoría, como hemos indicado al principio, plantea la idea de que los humanos ejercemos una opresión sobre los animales que viene a ser equiparable a la lucha de clases. Es decir, para esta gente existe una contradicción antagónica entre el humano y el resto de especies que solo puede solucionarse si el humano deja de decidir sobre el futuro de las mismas. No hablan de destruir una especie o poner en peligro nuestra relación con la naturaleza, sino que directamente afirman que debemos dejar que las especies “se desarrollen” al margen de nosotros.
Si aplicamos la dialéctica marxista a esta contradicción nos damos cuenta de que se trata de un absurdo absoluto. El paso de un estado a otro, el desarrollo de un objeto cualquiera (una especie por ejemplo) requiere unas condiciones externas que lo hagan evolucionar de una forma u otra en base a su naturaleza. Teniendo en cuenta que todo está relacionado, y que el humano va a seguir avanzando en su desarrollo consciente, sería imposible hablar de un desarrollo del resto de especies no condicionado por el humano. Por lo que aparentemente nuestra “opción” como especie directamente sería la de desaparecer o volver a nuestro estado primario sin conciencia, que vendría a ser lo mismo.
Pero más allá de la base de su teoría, veamos a qué se refieren a nivel concreto. Estas personas pretenden que simplemente abandonemos toda relación productiva y dominante (efectivamente nuestra especie es dominante) con los animales y que nos centremos en encontrar vías sostenibles para nuestro “propio” desarrollo. ¿Es esto realmente sostenible? Los comunistas pensamos que no, que justamente gracias a nuestra consciencia podemos controlar la naturaleza y garantizar una sostenibilidad planificada y realmente efectiva.
Esto quiere decir que podemos usar a los animales para investigar nuevos medicamentos que no solo salven vidas humanas, sino que sirvan para mantener a las especies que forman una parte esencial de nuestro planeta. Esto quiere decir que podemos intervenir en el resto de especies para prevenir o hacer desaparecer plagas u otras especies que alteran tanto nuestra producción como los ecosistemas del planeta. Esto quiere decir que podemos alimentarnos de forma responsable a partir de los animales, es decir, sin poner en peligro a ninguna especie y nuestra propia salud. Esto quiere decir que el progreso existe, y que dejar las especies “al libre albedrío” sería como volver atrás y negar todas las posibilidades que el ser humano tiene por delante. Sus postulados nacen del sentimentalismo más reaccionario y anti-obrero, y como ya sabemos no tiene ninguna base científica.
Solo un partido guiado por el marxismo-leninismo y formado por los obreros más conscientes podrá guiar a las masas en la lucha contra el capitalismo y los problemas alimentarios que se desprenden de este.
Solo mediante el socialismo la conciencia del hombre antepondrá nuestra supervivencia y el desarrollo colectivo a los intereses privados. Solo el socialismo permitirá un estudio exhaustivo de la naturaleza que garantice la supervivencia de nuestra especie y el planeta, una alimentación responsable y completa para todas las personas y un desarrollo exponencial de nuestras capacidades y de los recursos que nos rodean.
César López
publicado en 2017 en el blog Universidad Obrera
Las diferentes teorías de carácter burgués en torno a la alimentación se han convertido durante estos últimos años en un tema constantemente recurrido por los supuestos revolucionarios de nuestro país y el mundo en general y sobre todo el veganismo, entre otros.
Numerosos individuos y colectivos se han inclinado hacia esta moda y reivindican la lucha contra la “explotación animal” como una lucha más dentro del movimiento obrero, o como una lucha más por la “democracia”, debido a que en la mayoría de casos se trata de individuos aburguesados y nada interesados en la lucha de clases. Por supuesto la mayoría de sus “reivindicaciones” parten del individualismo más exacerbado, aunque en este artículo intentaremos centrarnos en aquellos que tratan en disfrazar estas teorías de punto indispensable para la emancipación de clase, y las plantean en campo de la producción socialista.
Estas teorías reformulan la dieta individual y la planificación alimenticia en base a principios morales y anticientíficos. Unos lo hacen para sentirse bien consigo mismos, otros porque supuestamente apuestan por una vía más saludable y sostenible y otros directamente lo tratan como una contradicción antagónica entre la naturaleza y el humano, llegando a asegurar que los animales tienes “derechos” y no podemos decidir sobre ellos o que el ser humano no debería seguir existiendo como tal.
No podemos permitir que teorías como el veganismo y otras desviaciones que trataremos más abajo se infiltren en el movimiento obrero. Para poder tratar todas estas ideas y la cuestión alimenticia en sí es necesario analizar la realidad que vivimos a día de hoy. El capitalismo tiene un efecto nefasto en la alimentación de la clase obrera y en el uso de los recursos productivos, solo el socialismo se presenta como vía posible para darle la vuelta a esta situación. Solo una visión científica y comunista de la dieta y la cuestión alimentaria puede servir como herramienta para la construcción de un mundo mejor.
La extracción del máximo beneficio es la ley fundamental del sistema capitalista imperante, esta ley se mantiene gracias a la competencia entre los distintos propietarios de los medios de producción, que estrangulan a la clase obrera mediante la explotación y el paro forzoso. Este panorama afecta principalmente de dos formas a la cuestión alimentaria, por una parte en lo que respecta a la sostenibilidad, y por otra en lo referente al sometimiento de la clase obrera. La sostenibilidad, es decir, la optimización de los recursos de los que disponemos para el mantenimiento a largo plazo de nuestro entorno natural y de nuestra especie como tal, se convierte en una utopía para el modo de producción capitalista.
Debido al carácter privado de las relaciones sociales de producción, lo que le importa a la hora de producir al burgués no es si va a respetar un ecosistema, si va a contribuir o no al calentamiento global, si va a contaminar las aguas de una región o un país entero, si va a ayudar a disminuir el hambre o a utilizar mejor las fuerzas productivas. Todas estas cuestiones, englobadas en nuestra supervivencia, se convierten en secundarias. Uno de los ejemplo más claros en este campo es la producción de carne que a día de hoy utiliza la gran mayoría de nuestros recursos alimenticios y deja de lado la producción estable y segura de vegetales, la cual resultaría mucho más económica que la industria cárnica actual.
La raíz de las ideas siempre son las condiciones materiales, si un burgués no trata de sacar la mayor rentabilidad en su empresa, la competencia lo llevará a la bancarrota, y para no caer deberá invertir en una recuperación rápida de su capital, aumentar su circulación, además de ampliarlo. Esto se traduce en beneficios a corto-medio plazo, flexibles, que no comprometen su riqueza. Destruirán un país entero con tal de ser quienes lo reconstruyan y lo utilicen de colonia, bloquearán los avances en farmacia para seguir vendiendo medicamentos, con tal de seguir obteniendo su ganancia. Y para que esto funcione, el estado y el resto de instituciones se someterán a las necesidades de esa minoría de explotadores, ya que quien tiene el poder económico, tiene el poder político.
Esta contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción capitalistas se manifiesta también en la dieta de una mayoría social. La depauperización del proletariado a nivel mundial es un hecho, cada vez hay un mayor ejército de reserva de parados que presiona el mercado de trabajo y devalúa constantemente los salarios para asegurar la rentabilidad de las empresas. Esto, unido a la aceleración de la destrucción de nuestros recursos supone que cada vez hay más obreros incapaces de cubrir sus necesidades básicas, entre ellas la alimentación.
Por último, la burguesía se aprovecha de esta situación, y saca tajada mediante la comida basura y los aditivos, y una cultura de la salud totalmente destructiva. Con tal de mantener sus superbeneficios, nos inculcan una visión pasiva respecto al deporte y el bienestar en sí, e impulsan la alienación mediante las drogas, los medios de comunicación y, como no, mediante la cuestión alimentaria, de cara a la destrucción del espíritu transformador de la clase obrera.
Esta es la realidad que nos deja el capitalismo, y los comunistas deben tomar partida mediante el marxismo-leninismo, pero antes de entrar en cuál vendría a ser nuestra tarea concreta, analicemos las modas burguesas que han surgido al respecto y que intentar hacerse pasar por revolucionarias.
Existen numerosas teorías sobre este tema, entre ellas las más conocidas son el veganismo y el vegetarianismo en general. Unas aseguran que debemos privarnos de consumir cualquier producto animal, otros apuestan por abandonar en diferentes grados la ingesta de carne, pero lo que nos interesa en este artículo es la posición que toman en la lucha de clases, que es el factor determinante de nuestra realidad.
Por una parte encontramos a personas que aseguran que mediante la extensión del régimen vegano y otros como el vegetariano conseguiremos detener la destrucción de recursos que supone la producción alimentaria actual. Esto es un absurdo, ya que lo que determina la consciencia de los individuos no es su voluntad, si no la sociedad, el modo de producción y las concepciones e instituciones culturales, políticas y jurídicas que se desprenden de este.
En el sistema capitalista lo que importa es el beneficio, no es el consumo lo que determina la producción, será la burguesía quien dicte qué se produce a pesar de sus efectos en la sociedad, será la burguesía la que perpetuará la cultura paupérrima de la alimentación para asegurar un ejército de reserva de obreros empobrecidos. Estas “teorías” desprecian la lucha de clases, creen que es tan fácil como ponernos todos de acuerdo para cambiar las cosas, pero la realidad es que en el capitalismo cada vez hay más gente con menos capacidad de alimentarse y de tomar las riendas de su futuro.
Solo acabando con el capitalismo e instaurando el socialismo podremos plantear una verdadera planificación de la alimentación, solo así podremos hablar de la intervención plenamente consciente del hombre en la naturaleza.
Es necesario señalar que en el socialismo, lo más seguro es que dicha planificación se centre en la producción vegetal, ya que consume menos fuerzas productivas que la animal para cubrir las mismas necesidades, pero esto no significa bloquear el uso de animales, sino redirigirlo y recurrir a él siempre que sea necesario, ya que la ciencia ha demostrado que es igual de válido para nuestro consumo.
De otro lado también existe la concepción de que en el propio socialismo debemos evitar la producción de productos animales, ya que en su mayoría son destructivos para la salud, se dice que el hombre no está hecho para comer carne o lácteos. Por el contrario, sabemos que el ser humano es capaz de consumir tanto alimentos vegetales como animales, y que además estos últimos tienen una mayor calidad biológica que debemos saber aprovechar. Al igual que con los lácteos, mediante la selección natural nuestra especie se ha adaptado a su consumo.
Hay que apuntar que hoy en día, bajo el sistema capitalista, la mayoría de los productos cárnicos son tratados con conservantes como el nitrato que son un factor determinante para la aparición de sustancias altamente cancerígenas. En el socialismo, no solo habrá un reformulación productiva que garantizará una conservación de la carne de forma saludable, sino que la dieta será variada y completa.
De aquí se desprende que en la producción socialista se tendrán en cuenta todos estos factores y se usarán sin objeción alguna, según las condiciones del momento.
En lo referente a la dieta de un militante revolucionario, hay quienes consideran “indispensable” dejar de comer productos animales ya que hoy en día son una expresión más de la decadencia capitalista. Esto, a parte de ser falso ya que como hemos dicho en el socialismo se valorarán tanto estos como los vegetales, vuelve a caer en el absurdo de que mediante el consumo es posible acabar con el sistema o contribuir a ello.
La dieta de un militante comunista debe basarse en saber aprovechar todos los factores a su alcance y combinar su alimentación con el deporte para su preparación física. La capacidad de luchar es lo único que sirve en la vía revolucionaria, es ridículo y propio de gente aburguesada tratar de poner barreras morales a la mayor tarea histórica de la clase obrera y la humanidad, la conquista del socialismo.
Por último trataremos una teoría que se ha extendido sobre todo a círculos anarquistas y pequeño-burgueses y que tiene un carácter claramente reaccionario: el anti-especismo. Esta teoría, como hemos indicado al principio, plantea la idea de que los humanos ejercemos una opresión sobre los animales que viene a ser equiparable a la lucha de clases. Es decir, para esta gente existe una contradicción antagónica entre el humano y el resto de especies que solo puede solucionarse si el humano deja de decidir sobre el futuro de las mismas. No hablan de destruir una especie o poner en peligro nuestra relación con la naturaleza, sino que directamente afirman que debemos dejar que las especies “se desarrollen” al margen de nosotros.
Si aplicamos la dialéctica marxista a esta contradicción nos damos cuenta de que se trata de un absurdo absoluto. El paso de un estado a otro, el desarrollo de un objeto cualquiera (una especie por ejemplo) requiere unas condiciones externas que lo hagan evolucionar de una forma u otra en base a su naturaleza. Teniendo en cuenta que todo está relacionado, y que el humano va a seguir avanzando en su desarrollo consciente, sería imposible hablar de un desarrollo del resto de especies no condicionado por el humano. Por lo que aparentemente nuestra “opción” como especie directamente sería la de desaparecer o volver a nuestro estado primario sin conciencia, que vendría a ser lo mismo.
Pero más allá de la base de su teoría, veamos a qué se refieren a nivel concreto. Estas personas pretenden que simplemente abandonemos toda relación productiva y dominante (efectivamente nuestra especie es dominante) con los animales y que nos centremos en encontrar vías sostenibles para nuestro “propio” desarrollo. ¿Es esto realmente sostenible? Los comunistas pensamos que no, que justamente gracias a nuestra consciencia podemos controlar la naturaleza y garantizar una sostenibilidad planificada y realmente efectiva.
Esto quiere decir que podemos usar a los animales para investigar nuevos medicamentos que no solo salven vidas humanas, sino que sirvan para mantener a las especies que forman una parte esencial de nuestro planeta. Esto quiere decir que podemos intervenir en el resto de especies para prevenir o hacer desaparecer plagas u otras especies que alteran tanto nuestra producción como los ecosistemas del planeta. Esto quiere decir que podemos alimentarnos de forma responsable a partir de los animales, es decir, sin poner en peligro a ninguna especie y nuestra propia salud. Esto quiere decir que el progreso existe, y que dejar las especies “al libre albedrío” sería como volver atrás y negar todas las posibilidades que el ser humano tiene por delante. Sus postulados nacen del sentimentalismo más reaccionario y anti-obrero, y como ya sabemos no tiene ninguna base científica.
Solo un partido guiado por el marxismo-leninismo y formado por los obreros más conscientes podrá guiar a las masas en la lucha contra el capitalismo y los problemas alimentarios que se desprenden de este.
Solo mediante el socialismo la conciencia del hombre antepondrá nuestra supervivencia y el desarrollo colectivo a los intereses privados. Solo el socialismo permitirá un estudio exhaustivo de la naturaleza que garantice la supervivencia de nuestra especie y el planeta, una alimentación responsable y completa para todas las personas y un desarrollo exponencial de nuestras capacidades y de los recursos que nos rodean.