La liberación de la mujer y la experiencia histórica de Octubre
Publicado en el blog Sugarra en marzo de 2017
La cuestión de la mujer no es simplemente una cuestión de democracia e igualdad. Sin duda, la igualdad es parte de la solución pero la liberación de la mujer va mucho más allá, es algo mucho más profundo que los derechos democráticos.
Hoy en día, en la sociedad capitalista, la opresión de la mujer se mantiene mediante una estructura económica, jurídica, política e ideológica machista. El capitalismo no ha iniciado la opresión de la mujer, la ha heredado; ha tomado y adaptado para su provecho el sistema patriarcal.
El sistema patriarcal ha estado siempre ligado a la estructura económica de la sociedad y se ha apoyado por ello en los intereses de las clases dominantes que se han ido sucediendo a lo largo de la historia, de las clases opresoras que lo han defendido y perpetuado. La pervivencia de la organización patriarcal de la sociedad se apoya en la división del trabajo, en los intereses que reporta al sexo masculino su mantenimiento, en los privilegios acumulados por los hombres en los más diversos terrenos (económico, sexual, laboral, jurídico, cultural, político,…) a costa de la opresión y marginación de las mujeres.
El sistema patriarcal ha sido plenamente incorporado por el capitalismo a su base económica y a la superestructura ideológica, política y cultural con la finalidad de perpetuar su explotación y dominación de clase.
Para ello, las mujeres realizamos, en el marco de la familia, el trabajo necesario para el mantenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo. Ha convertido a la familia en una unidad de consumo privilegiada, apoyándose particularmente en la situación de las mujeres como responsables de los asuntos domésticos para hacer de las mismas presas del consumo. Utiliza la mano de obra femenina en paro como un gigantesco ejército de reserva, al que recurre cuando escasea la fuerza de trabajo y del que prescinde en épocas de excedente de fuerza de trabajo, tal y como ocurre en los periodos de crisis económica.
Igualmente, el capitalismo se sirve de la familia patriarcal para la reproducción de su ideología. El individualismo, la autoridad (hasta hace no muchos años, absoluta e indiscutible) del padre, la obediencia que le deben mujer e hijos, etc. son ideas en las que se nos educa desde pequeños. En el seno de la familia se aprende que la obediencia al que manda es una virtud, que contribuye a no poner en cuestión el orden establecido.
En la sociedad capitalista, la opresión de sexo está indisolublemente ligada con la opresión de clase. Si bien es cierto, que la contradicción hombre-mujer no puede ser reducida a la contradicción burguesía-proletariado, no es menos cierto que la superación de la primera no puede ser abordada si no es en el marco de la solución de todos los tipos de opresión y discriminación que existen en la sociedad de clases. Estas opresiones y discriminaciones están dominadas por la contradicción fundamental que atraviesa nuestra sociedad enfrentando a la burguesía con el proletariado.
Por tanto, la lucha contra el patriarcado forma parte inseparable de la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad en la que éste se halla inserto. En ese sentido, podemos afirmar que la emancipación de la mujer no puede plantearse separadamente de la liberación de todos los explotados y oprimidos por el capitalismo.
Pero conviene dejar muy claro que el socialismo, por sí mismo, no supondrá de forma automática la plena emancipación de las mujeres (como se ha sostenido erróneamente durante muchos años), aunque creará las condiciones favorables para ello, al liberar todas sus potencialidades. La eliminación del patriarcado requerirá, sin duda, una lucha de largo alcance para la cual es requisito imprescindible que las mujeres se constituyan como una fuerza autónoma, consciente y organizada, de la revolución, capaz de hacer triunfar en el seno de ésta la causa de la liberación femenina.
En el transcurso de ese proceso, las mujeres tendremos que tomar en nuestras propias manos la tarea de impulsar una profunda revolucionarización ideológica que acabe con los últimos vestigios de la dominación patriarcal. En esa tarea, tendremos que ser las principales protagonistas. La lucha de liberación de la mujer, tendrá que constituir una verdadera “revolución dentro de la revolución”.
Los mayores avances de la liberación de la mujer en la historia
Echando la vista atrás, Alexandra Kollontai y Clara Zetkin, al igual que también lo hicieran Engels, Bebel, y Lenin, denunciaron la subordinación y opresión de las mujeres, defendiendo la necesidad de su liberación y vinculándola a la revolución social.
Este año conmemoramos el centenario de la Revolución Socialista de Octubre, una revolución que cambió, de arriba abajo, la sociedad y la vida de Rusia en general y, muy especialmente, la de las mujeres en particular.
La situación de las mujeres en la Rusia zarista no difería demasiado de la situación de las mujeres en el resto de Europa a principios del siglo XX. Jurídicamente, eran eternas adolescentes sometidas a esposos y padres. “Según nuestras leyes la mujer debe obediencia al marido y el poder de éste se coloca sobre el de los padres”, diría Alexandra Kollontai.
Entre las trabajadoras la tasa de analfabetismo rondaba el 50%. Las condiciones de las familias obreras eran de absoluta penuria y la mortalidad infantil era del 30% en el primer año de vida. En las fábricas se hacían jornadas de 14 y 16 horas y en aquellas en las que trabajaban mujeres, se organizaban dormitorios para las que se encontraban solas y en las peores condiciones.
No era inusual que las mujeres fueran compradas y vendidas como esposas o sirvientas. Eran tratadas como bestias de carga en granjas y hacían trabajos denigrantes en talleres.
Durante los años de la Primera Guerra Mundial las condiciones de vida de las esposas de los soldados enviados al frente habían empeorado. Una de sus demandas era el pago de la asignación estatal, algo que el gobierno no podía llevar a cabo debido a la mala situación financiera. Estas mujeres fueron parte destacable de la presión ejercida sobre los gobiernos provisionales posteriores a la revolución de febrero de 1917.
La participación de las mujeres, tanto en la vida productiva como en la política y social, está estrechamente relacionada con el contexto histórico de la Rusia inmediatamente anterior a la Revolución de Octubre. A partir de ahí, las mujeres seguirían formando parte activa de los acontecimientos. El reconocimiento de su participación en los hechos nos ayuda a completar un cuadro más ajustado de este período histórico; que propiciaría muchos avances importantes para las condiciones económicas y sociales de las mujeres rusas, avances jamás vistos hasta entonces por las mujeres del mundo.
La victoria de la revolución cambió de inmediato y por completo la vida de las mujeres. Las nuevas leyes despojaron a los hombres de los derechos sobre esposas e hijos, aseguraron el derecho al divorcio y establecieron salarios iguales para hombres y mujeres. El matrimonio ya no lo legalizaba la iglesia, sino una ceremonia civil. Las mujeres que daban a luz en hospitales no tenían que pagar nada. El aborto, en un primer momento, se descriminalizó y después se legalizó en 1920. Ya no se castigaba a las prostitutas y más tarde se eliminó la prostitución. Se abolió el matrimonio infantil, así como la compraventa de mujeres. Los centros de trabajo permitieron que las mujeres se ausentaran por maternidad y aborto.
Lenin afirmó que "la experiencia de todo movimiento de liberación ha demostrado que el éxito de una revolución depende del grado de participación de la mujer".
En la nueva Unión Soviética socialista se discutió y se luchó por la liberación de las mujeres. En acalorados debates en periódicos, revistas de mujeres, escuelas y lugares de trabajo se discutía acerca de las relaciones sexuales, el matrimonio, la familia y el papel de las mujeres en la revolución. Se criticaron y pusieron en tela de juicio las costumbres opresivas y patriarcales.
Se tomaron medidas para liberar a las mujeres de tareas como el cuidado de los niños, cocinar y limpiar. Se establecieron guarderías y cocinas comunales en barrios y en grandes factorías.
Como resultado de la colectivización surgieron nuevas oportunidades para las mujeres, quienes desempeñaron trabajos que nunca antes se les habían permitido. Las mujeres empezaron a tener responsabilidades políticas y administrativas en el manejo de las granjas colectivas. En el hogar se cuestionó la autoridad patriarcal de padres y esposos. La campaña contra el analfabetismo en el campo jugó un importante papel en la liberación de las mujeres. A principios de los años 30 menos del 40% de las mujeres del campo sabían leer; a finales de esa década, más del 70% ya sabía leer.
En 1949, Mao Tse-tung dirigió al pueblo chino a la victoria de la revolución. "¡El pueblo chino se ha puesto en pie!", y las mujeres levantaron la cabeza.
En 1950, una nueva ley de matrimonio puso fin a los matrimonios arreglados y a las novias niñas y otorgó a las mujeres el derecho al divorcio. Se socializaron tareas como cocinar y cuidar de los niños, se estableció una red de guarderías infantiles en barrios y en pueblos a cargo de organizaciones de barrios, fábricas, escuelas o cooperativas de campesinos.
En 1966, la Revolución Cultural fue un gran golpe para las tradiciones y prácticas retrógradas de la sociedad de clases y la lucha contra la opresión de la mujer fue parte importante de esta revolución. Se lanzaron campañas masivas para criticar las ideas del confucionismo feudal y el capitalismo, que apoyaban las divisiones desiguales y opresivas de la sociedad entre el trabajo intelectual y manual, entre la ciudad y el campo, y entre hombres y mujeres. Surgieron nuevas obras de teatro, ballets y óperas con mujeres como personajes centrales, que se popularizaron en todo el país, inclusive en zonas rurales remotas. En la China maoísta, "las mujeres sostenían la mitad del cielo" para construir una nueva sociedad socialista.
Los históricos avances de la liberación de la mujer en la sociedad socialista (en la Unión Soviética de 1917 a 1956 y en China de 1949 a 1976) fueron mayores y llegaron mucho más allá de lo que se ha logrado en cualquier otra parte del mundo.
En este Día Internacional de la Mujer, todas las que soñamos con una sociedad sin opresión nos sentimos orgullosas de estas mujeres revolucionarias que estuvieron y están en las primeras filas luchando por construir un futuro libre de explotación para toda la Humanidad.
Publicado en el blog Sugarra en marzo de 2017
La cuestión de la mujer no es simplemente una cuestión de democracia e igualdad. Sin duda, la igualdad es parte de la solución pero la liberación de la mujer va mucho más allá, es algo mucho más profundo que los derechos democráticos.
Hoy en día, en la sociedad capitalista, la opresión de la mujer se mantiene mediante una estructura económica, jurídica, política e ideológica machista. El capitalismo no ha iniciado la opresión de la mujer, la ha heredado; ha tomado y adaptado para su provecho el sistema patriarcal.
El sistema patriarcal ha estado siempre ligado a la estructura económica de la sociedad y se ha apoyado por ello en los intereses de las clases dominantes que se han ido sucediendo a lo largo de la historia, de las clases opresoras que lo han defendido y perpetuado. La pervivencia de la organización patriarcal de la sociedad se apoya en la división del trabajo, en los intereses que reporta al sexo masculino su mantenimiento, en los privilegios acumulados por los hombres en los más diversos terrenos (económico, sexual, laboral, jurídico, cultural, político,…) a costa de la opresión y marginación de las mujeres.
El sistema patriarcal ha sido plenamente incorporado por el capitalismo a su base económica y a la superestructura ideológica, política y cultural con la finalidad de perpetuar su explotación y dominación de clase.
Para ello, las mujeres realizamos, en el marco de la familia, el trabajo necesario para el mantenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo. Ha convertido a la familia en una unidad de consumo privilegiada, apoyándose particularmente en la situación de las mujeres como responsables de los asuntos domésticos para hacer de las mismas presas del consumo. Utiliza la mano de obra femenina en paro como un gigantesco ejército de reserva, al que recurre cuando escasea la fuerza de trabajo y del que prescinde en épocas de excedente de fuerza de trabajo, tal y como ocurre en los periodos de crisis económica.
Igualmente, el capitalismo se sirve de la familia patriarcal para la reproducción de su ideología. El individualismo, la autoridad (hasta hace no muchos años, absoluta e indiscutible) del padre, la obediencia que le deben mujer e hijos, etc. son ideas en las que se nos educa desde pequeños. En el seno de la familia se aprende que la obediencia al que manda es una virtud, que contribuye a no poner en cuestión el orden establecido.
En la sociedad capitalista, la opresión de sexo está indisolublemente ligada con la opresión de clase. Si bien es cierto, que la contradicción hombre-mujer no puede ser reducida a la contradicción burguesía-proletariado, no es menos cierto que la superación de la primera no puede ser abordada si no es en el marco de la solución de todos los tipos de opresión y discriminación que existen en la sociedad de clases. Estas opresiones y discriminaciones están dominadas por la contradicción fundamental que atraviesa nuestra sociedad enfrentando a la burguesía con el proletariado.
Por tanto, la lucha contra el patriarcado forma parte inseparable de la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad en la que éste se halla inserto. En ese sentido, podemos afirmar que la emancipación de la mujer no puede plantearse separadamente de la liberación de todos los explotados y oprimidos por el capitalismo.
Pero conviene dejar muy claro que el socialismo, por sí mismo, no supondrá de forma automática la plena emancipación de las mujeres (como se ha sostenido erróneamente durante muchos años), aunque creará las condiciones favorables para ello, al liberar todas sus potencialidades. La eliminación del patriarcado requerirá, sin duda, una lucha de largo alcance para la cual es requisito imprescindible que las mujeres se constituyan como una fuerza autónoma, consciente y organizada, de la revolución, capaz de hacer triunfar en el seno de ésta la causa de la liberación femenina.
En el transcurso de ese proceso, las mujeres tendremos que tomar en nuestras propias manos la tarea de impulsar una profunda revolucionarización ideológica que acabe con los últimos vestigios de la dominación patriarcal. En esa tarea, tendremos que ser las principales protagonistas. La lucha de liberación de la mujer, tendrá que constituir una verdadera “revolución dentro de la revolución”.
Los mayores avances de la liberación de la mujer en la historia
Echando la vista atrás, Alexandra Kollontai y Clara Zetkin, al igual que también lo hicieran Engels, Bebel, y Lenin, denunciaron la subordinación y opresión de las mujeres, defendiendo la necesidad de su liberación y vinculándola a la revolución social.
Este año conmemoramos el centenario de la Revolución Socialista de Octubre, una revolución que cambió, de arriba abajo, la sociedad y la vida de Rusia en general y, muy especialmente, la de las mujeres en particular.
La situación de las mujeres en la Rusia zarista no difería demasiado de la situación de las mujeres en el resto de Europa a principios del siglo XX. Jurídicamente, eran eternas adolescentes sometidas a esposos y padres. “Según nuestras leyes la mujer debe obediencia al marido y el poder de éste se coloca sobre el de los padres”, diría Alexandra Kollontai.
Entre las trabajadoras la tasa de analfabetismo rondaba el 50%. Las condiciones de las familias obreras eran de absoluta penuria y la mortalidad infantil era del 30% en el primer año de vida. En las fábricas se hacían jornadas de 14 y 16 horas y en aquellas en las que trabajaban mujeres, se organizaban dormitorios para las que se encontraban solas y en las peores condiciones.
No era inusual que las mujeres fueran compradas y vendidas como esposas o sirvientas. Eran tratadas como bestias de carga en granjas y hacían trabajos denigrantes en talleres.
Durante los años de la Primera Guerra Mundial las condiciones de vida de las esposas de los soldados enviados al frente habían empeorado. Una de sus demandas era el pago de la asignación estatal, algo que el gobierno no podía llevar a cabo debido a la mala situación financiera. Estas mujeres fueron parte destacable de la presión ejercida sobre los gobiernos provisionales posteriores a la revolución de febrero de 1917.
La participación de las mujeres, tanto en la vida productiva como en la política y social, está estrechamente relacionada con el contexto histórico de la Rusia inmediatamente anterior a la Revolución de Octubre. A partir de ahí, las mujeres seguirían formando parte activa de los acontecimientos. El reconocimiento de su participación en los hechos nos ayuda a completar un cuadro más ajustado de este período histórico; que propiciaría muchos avances importantes para las condiciones económicas y sociales de las mujeres rusas, avances jamás vistos hasta entonces por las mujeres del mundo.
La victoria de la revolución cambió de inmediato y por completo la vida de las mujeres. Las nuevas leyes despojaron a los hombres de los derechos sobre esposas e hijos, aseguraron el derecho al divorcio y establecieron salarios iguales para hombres y mujeres. El matrimonio ya no lo legalizaba la iglesia, sino una ceremonia civil. Las mujeres que daban a luz en hospitales no tenían que pagar nada. El aborto, en un primer momento, se descriminalizó y después se legalizó en 1920. Ya no se castigaba a las prostitutas y más tarde se eliminó la prostitución. Se abolió el matrimonio infantil, así como la compraventa de mujeres. Los centros de trabajo permitieron que las mujeres se ausentaran por maternidad y aborto.
Lenin afirmó que "la experiencia de todo movimiento de liberación ha demostrado que el éxito de una revolución depende del grado de participación de la mujer".
En la nueva Unión Soviética socialista se discutió y se luchó por la liberación de las mujeres. En acalorados debates en periódicos, revistas de mujeres, escuelas y lugares de trabajo se discutía acerca de las relaciones sexuales, el matrimonio, la familia y el papel de las mujeres en la revolución. Se criticaron y pusieron en tela de juicio las costumbres opresivas y patriarcales.
Se tomaron medidas para liberar a las mujeres de tareas como el cuidado de los niños, cocinar y limpiar. Se establecieron guarderías y cocinas comunales en barrios y en grandes factorías.
Como resultado de la colectivización surgieron nuevas oportunidades para las mujeres, quienes desempeñaron trabajos que nunca antes se les habían permitido. Las mujeres empezaron a tener responsabilidades políticas y administrativas en el manejo de las granjas colectivas. En el hogar se cuestionó la autoridad patriarcal de padres y esposos. La campaña contra el analfabetismo en el campo jugó un importante papel en la liberación de las mujeres. A principios de los años 30 menos del 40% de las mujeres del campo sabían leer; a finales de esa década, más del 70% ya sabía leer.
En 1949, Mao Tse-tung dirigió al pueblo chino a la victoria de la revolución. "¡El pueblo chino se ha puesto en pie!", y las mujeres levantaron la cabeza.
En 1950, una nueva ley de matrimonio puso fin a los matrimonios arreglados y a las novias niñas y otorgó a las mujeres el derecho al divorcio. Se socializaron tareas como cocinar y cuidar de los niños, se estableció una red de guarderías infantiles en barrios y en pueblos a cargo de organizaciones de barrios, fábricas, escuelas o cooperativas de campesinos.
En 1966, la Revolución Cultural fue un gran golpe para las tradiciones y prácticas retrógradas de la sociedad de clases y la lucha contra la opresión de la mujer fue parte importante de esta revolución. Se lanzaron campañas masivas para criticar las ideas del confucionismo feudal y el capitalismo, que apoyaban las divisiones desiguales y opresivas de la sociedad entre el trabajo intelectual y manual, entre la ciudad y el campo, y entre hombres y mujeres. Surgieron nuevas obras de teatro, ballets y óperas con mujeres como personajes centrales, que se popularizaron en todo el país, inclusive en zonas rurales remotas. En la China maoísta, "las mujeres sostenían la mitad del cielo" para construir una nueva sociedad socialista.
Los históricos avances de la liberación de la mujer en la sociedad socialista (en la Unión Soviética de 1917 a 1956 y en China de 1949 a 1976) fueron mayores y llegaron mucho más allá de lo que se ha logrado en cualquier otra parte del mundo.
En este Día Internacional de la Mujer, todas las que soñamos con una sociedad sin opresión nos sentimos orgullosas de estas mujeres revolucionarias que estuvieron y están en las primeras filas luchando por construir un futuro libre de explotación para toda la Humanidad.