Por Alain Benajam
Traducción de Alexandre García
Aclaración desde Mis Manos-Mi Capital sobre el artículo
Alain Benajam, miembro de la página Red Voltaire, defensor de la independencia de Francia frente a la dictadura del capital financiero, que se define a sí mismo como "marxista, ex comunista y judío", escribió este interesante y rupturista artículo en el que reflexiona sobre los rasgos negativos de la izquierda actual en Francia, que le han llevado a defender posiciones acordes a los intereses del imperialismo y del capital monopolista.
Según el autor, este proceso arrancó desde que el PCF impulsó una política de subordinación a la estrategia de "izquierda común" con el PS desde mediados de la década de 1970, que posibilitó el triunfo absoluto del proyecto socialista-atlantista y europeísta liderado por François Mitterrand desde mediados de la década de 1980. Para el PCF, este viaje político le transportó a las aguas de la marginalización progresiva, facilitada por el desmantelamiento de su anterior naturaleza política que erosionó aceleradamente su condición de partido obrero de masas. Esta condición la había conquistado al organizar a la clase obrera francesa para colocarla a la vanguardia de la defensa de la soberanía nacional (desde la época de la Resistencia), al tiempo que se distinguía por una solidaridad con el antiguo bloque socialista euro-soviético y por una actitud antiimperialista remarcable y activa. Junto a esta evolución del PCF hacia posiciones socialdemócratas, también fue determinante, según el autor, el desembarco del trotskismo en el Partido Socialista y su posterior preponderancia política (con la que dispuso de gran influencia para arremeter contra los conceptos de Estado-nación y soberanía nacional de origen jacobino, mientras promovía su sustitución por un concepto étnico de la nación), lo que finalmente llevó al conjunto de la izquierda francesa a mutarse en una fuerza promotora de la globalización imperialista a través de los valores occidentalistas, de la defensa de los intereses de la oligarquía financiera, y del apoyo de las agresiones militares y las aventuras neocoloniales del imperialismo y la OTAN.
El artículo original, publicado el 25 de abril de 2016, se titula: "La gauche, dernier rempart du capitalisme". Desde Mis Manos-Mi Capital se ha creído conveniente traducirlo como "Francia: la izquierda, último bastión del capitalismo" para remarcar que el autor se ciñe al contexto francés, a pesar de que el lector podrá reconocer que, muchos de los rasgos de la izquierda francesa -así como su evolución hacia la ideología liberal y el globalismo imperialista-, se hallan presentes en otros países. También es preciso aclarar que cuando el autor hace referencia a los "independentistas" no se refiere a los casos de los movimientos nacionalistas o étnicos que pretenden separarse de los Estados, sino por el contrario, a los que, como él mismo, defienden la soberanía nacional de Francia y su independencia respecto a las instituciones de la globalización imperialista.
Otro aspecto del artículo que merece destacarse es que la realidad nacional que describe el autor para el caso francés difiere mucho del caso español, caracterizado por una historia y una naturaleza muy diferente a las vicisitudes que ha conocido Francia. Pero tanto Francia -como España o otros Estados europeos- sí tienen un denominador común: sus vidas políticas y económicas están subordinadas a los dictados de las instituciones imperialistas (europeístas y atlantistas) que imponen el desmantelamiento acelerado de la soberanía nacional de estos países y su fragmentación interna, con el propósito de fomentar la libre circulación de mercancías y finanzas, atacar los derechos sociales y laborales, y obligar a la privatización y liberalización de todas las empresas y servicios públicos rentables.
En este sentido, el artículo de Benajam ilustra muy bien qué papel está jugando la izquierda en Francia (el lector, a través de un simple ejercicio de imaginación, puede extrapolar esto mismo a la izquierda de otros países) favoreciendo los planes imperialistas de desmantelar la soberanía nacional para acelerar la concentración del capital monopolista, y aumentar la explotación laboral y los ataques brutales al poder adquisitivo de los salarios.
No hace mucho, todo el mundo asociaba a la izquierda política con un conjunto de partidos y organizaciones que defendían cambios en el orden social. La extrema izquierda, calificada de “roja” defendía cambios revolucionarios y la izquierda moderada clásica “rosa” defendía reformas más o menos parsimoniosas para ir gradualmente en la misma dirección, que debía conducir algún día al socialismo, es decir, a la propiedad social de los medios de producción. Había divergencias en aquella izquierda respecto de los medios para alcanzar un socialismo o república social, entre revolucionarios y reformistas, pero aquellos dos grandes movimientos históricos surgidos de un mismo partido socialista, que se escindió en 1920, anunciaban claramente su voluntad de eliminar en última instancia el sistema capitalista.
El abandono por parte del PCF de su línea revolucionaria para unirse a la línea reformista del PS
Desde la liberación, lo que se conocía como izquierda comunista se distinguía claramente de la izquierda no comunista. El PCF representaba la única fuerza política verdaderamente anticapitalista. En 1969 el candidato del PCF Jacques Duclos obtuvo el 21% de los votos en las elecciones presidenciales, mientras que el PS no pudo conseguir más que el 5%. El PCF era quien más pesaba en la izquierda. En 1972, en una estrategia de acceso al poder, las divergencias importantes en el seno de la izquierda entre comunistas y socialistas desaparecieron súbitamente gracias a la redacción de un programa común de gobierno, con cuya lectura quedaba claro que las soluciones llamadas reformistas de los socialistas se habían impuesto sobre lo que hasta entonces había sido defendido por los comunistas revolucionarios. Este programa común selló una “unión de la izquierda” que renunció automáticamente en la segunda vuelta de las elecciones, y para los medios de comunicación ya no existía más que “la izquierda”. Después de la firma del programa común, la correlación de fuerzas en el seno de la izquierda se invirtió a partir de las elecciones de 1974. Efectivamente, después de la firma de aquel programa, el PCF sufrió una continua hemorragia electoral hasta alcanzar hoy la casi total desaparición. Después de esta pérdida de influencia fueron los comunistas quienes poco a poco fijaron su política en función de la política del PS. Es normal que los electores comunistas, al no oír hablar más de una “Izquierda”, con su programa común, abandonaran el voto comunista. En realidad, un estudio más profundo de los votos revelaba que el electorado comunista se refugiaba en la abstención.
En 1981, la “Izquierda” ganó las elecciones con una fuerte mayoría socialista, y el primer gobierno Maurois intentó aplicar los principios del programa común, siendo nombrados varios ministros comunistas. Fue un fracaso económico, y el programa fue rápidamente abandonado. A partir de aquel momento el PCF cambió de naturaleza, perdiendo su base social obrera a cambio de las pequeñas clases medias.
El PCF ya no participaba en las luchas anti-imperialistas como lo había hecho durante la guerra de Vietnam. El desmantelamiento de Yugoslavia por el imperialismo y los bombardeos mortíferos sobre Irak y Serbia ya no movilizaron al partido. Después del 11 de septiembre de 2001, el PCF dio por válida, y sin expresar duda alguna, una discutible versión oficial de lo ocurrido, lo que en aquellas fechas marcaba precisamente en los hechos su total sumisión política al imperialismo.
No obstante, la dirección del PCF conocía muy bien los lazos orgánicos que unían al Partido Socialista con los EE.UU. desde el final de la guerra, la participación del PS en la guerra fría y sobre todo su firme voluntad de conducir Francia hacia una Unión Europea deseada por el imperialismo, lo que sellaba el fin de la soberanía de nuestra nación. Con el tiempo, uno se interroga sobre el suicidio político de un PCF que defendía el interés nacional, la producción francesa y se oponía a los flujos migratorios organizados por la patronal para influenciar los salarios.
La llegada de los trotskistas y de la ideología globalista en la neo-izquierda
A partir de los 70, es decir después de un mayo del 68 que ponía fin a la presidencia del general De Gaulle y a su política de independencia nacional, los trotskistas, muy activos en las manifestaciones estudiantiles, empezaron a hacer “entrismo” en el PS. En la fraseología trotskista, el entrismo consiste en afiliarse a un partido político para intentar modificar su línea rectora.
Leamos lo que dice la web [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sobre esto:
“La SFIO se había limitado a acoger en su seno a distintos grupúsculos trotskistas. El PS en cambio va a establecer una verdadera osmosis con la galaxia trotskista.
En junio de 1971, Mitterrand acabó haciéndose con el control del PS. No obstante, aún le quedaba un problema importante por resolver: el PS sufría de una ausencia cruel de cuadros. Para paliar este problema, Mitterrand decide orientarse hacia las organizaciones trotskistas. Le encarga a su brazo derecho Pierre Joxe que reclute cuadros trotskistas. Después de una pequeña investigación sobre las distintas organizaciones trotskistas, Pierre Joxe descubre que sólo la OCI (Organización Comunista Internacionalista) de Pierre Lambert podría aceptar enviar a sus cuadros al PS. En efecto, Lucha Obrera opera como una secta replegada sobre sí misma, y la LCR, al no ver en qué podría serle útil, se niega a enviar sus cuadros. Prefiere practicar el entrismo en organizaciones amigas y tratar de tomar el control de ellas.
Tras unas breves negociaciones, Lambert acepta enviar cuadros de la OCI al PS. Espera así radicalizar la línea del PS y obtener cierto control sobre ésta. Es en este tipo de ambiente que llegan cuadros trotskistas como Lionel Jospin al PS. La colaboración entre el PS y la OCI no se reduce a una simple transferencia de cerebros. La OCI corrompe a sus militantes para hacer repartos de folletos a gran escala a favor del PS, y su servicio de orden asegura la protección de numerosas manifestaciones socialistas. Es más, la guardia personal de algunos caciques del PS será confiada al servicio de orden de la OCI. A título anecdótico, se podrá recordar que fue el servicio de orden de la OCI quien se encargó de ocuparse de la multitud que se había amontonado la noche del 10 de mayo de 1981 en la plaza de la Bastilla y que el importante reparto de folletos en favor de Mitterrand entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales fue obra de los lambertistas…”
Laurence Rossignol, Julien Dray, Christophe Cambadélis, Benoît Hamon, Jean-Luc Mélenchon, Dominique Strauss-Kahn, Bertrand Delanoé y otros muchos dieron sus primeros pasos en la OCI lambertista.
Antes de su llegada al PS, estos militantes habían sido previamente formados en los EE.UU. en el seno del sindicato AFL-CIO, controlado por la CIA y el Departamento de Estado. Esta información fue sido revelada por Jean-Luc Mélenchon a Thierry Meyssan en 2007. El mismo Jean-Luc había formado parte de este tipo de formaciones y se arrepentía de ello en aquellos años.
Trotskismo y globalismo, un matrimonio de conveniencia con el imperialismo
Trotski se había opuesto a Lenin durante la revolución rusa de 1917 sobre la cuestión nacional. Trotski pretendía que era imposible construir el socialismo en un solo Estado y, como según él, el proletariado no podía tener naciones, hacía falta imponer el socialismo en todos los países del mundo al mismo tiempo. Lenin, y sobre todo Stalin después de él, eran conscientes de la importancia del hecho nacional en el establecimiento del socialismo.
Esta negación de la nación por Trotski gustó en los EE.UU. Recientemente hemos conocido que Trotski era un agente británico, y a la luz de este hecho se comprende mejor esta posición y el matrimonio de conveniencia, cuando no relación amorosa, entre el trotskismo y los anglo-sajones.
Para que el imperialismo pueda imponer su poder sobre los pueblos, era absolutamente necesario destruir las naciones y principalmente las naciones cívicas, no étnicas.
Naciones étnicas, naciones cívicas y mundialismo
Existen dos concepciones de la nación, defendidas por dos ideologías diferentes. La ideología alemana nos da una definición étnica surgida a finales del siglo XIX. Para esta ideología, la nación no sería más que una comunidad de cultura, idioma e historia. Esta visión reductora no es viable en Europa debido a que las culturas, las lenguas y la historia están imbricadas, y significaría que no existiría la nación francesa, lo que justificaría trocear nuestro país en seudo-etnias diversas y variadas. Es al mismo tiempo el proyecto nazi y un proyecto propuesto por los ecologistas y denunciado por Pierre Hillard. Se puede constatar que si esta concepción fuese seguida, conduciría a la balcanización de todos los países de Europa excepto Alemania.
La ideología francesa había definido una concepción cívica de la nación desde 1789. Para los franceses, una nación se compone de ciudadanos que residen en el interior de fronteras reconocidas por sus vecinos y sometidos a un cuerpo de leyes comunes. Se entiende que esta concepción legal de la nación, hoy recogida oficialmente por todas las naciones y por la carta de Naciones Unidas, supone un grave problema para el imperialismo.
Una nación son sus fronteras y sus leyes, leyes y fronteras que no pueden sino estorbar al imperialismo en su voluntad de someter a los pueblos a sus intereses. Tumbar esta concepción de la nación ha sido desde 1945 el gran proyecto del imperialismo, que desde entonces no ha dejado de querer imponer el globalismo en lugar de la nación.
Una connivencia ideológica natural entre la izquierda «trotskistizada» y la ideología promovida por la oligarquía financiera
El trotskismo ignora la concepción cívica y legal de la nación, quedándose únicamente con la concepción alemana, concepción que había sido la punta de lanza del nazismo, y que evidentemente se sumaba a un nacionalismo étnico. Confundiendo estas dos concepciones contradictorias de la nación, el trotskismo afirma que la nación es “fascista”. Cuando los trotskistas lambertistas tomaron el Partido Socialista, esta afirmación se convirtió en el lema del PS, y por sumisión política en el lema de toda una izquierda en la que el ex-PCF no pudo más que fundirse.
Aquello fue una divina sorpresa para la oligarquía financiera globalista, que recogió el concepto fascista, hitleriano, diabólico de nación, para difundir esta idea por el conjunto de los medios de comunicación que domina. Lanzó esta idea a través de sus ONGs, particularmente la “Open Society” (la sociedad abierta) del multimillonario George Soros y el CANVAS de Gene Sharp (Centre for Applied Non Violent Action and Strategies). La apelación de estas organizaciones suena muy humanista, pero esconde las intenciones más negras: la sumisión de las naciones a la depredación capitalista.
George Soros es un emblema del mundo de la finanza globalista, un hombre que jamás en su vida ha poseído empresas industriales y que por lo tanto jamás ha ganado dinero por la fabricación y venta de cualquier cosa. Es un puro especulador que ha construido su fortuna sobre el alza de los precios de las materias primas y por lo tanto sobre el malestar de los pueblos.
La izquierda se convirtió entonces en el proveedor de un corpus ideológico para el imperialismo
Un nuevo enfoque de la guerra imperialista surgirá en los años 80 de los “think tank” estadounidenses y sus ONGs tras el desastre de la guerra de Vietnam. En aquella época, el argumento del imperialismo era la lucha contra el “comunismo”. Habiendo desaparecido aquel seudo “comunismo”, y la ideología de izquierda habiéndose convertido en un aliado, el argumento imperialista pasará a ser el de la injerencia “humanitaria”.
Como el concepto de nación étnica era el único concepto con el que se quedó la izquierda y el imperialismo, contradiciendo el concepto reflejado en la carta de la ONU, se volvía fácilmente demostrable que las naciones de esencia “fascista” ya no podían considerarse inviolables y que era moralmente posible hacer injerencia en los asuntos de dichas naciones a partir del momento en el que la izquierda del imperialismo considerase que el dirigente de un Estado era un tirano. La consideración del carácter tiránico del dirigente nacional designado quedaba reservada a los medios de comunicación financiados por el mismo imperialismo.
Así fue como Yugoslavia fue destruida y Serbia bombardeada causando miles de muertos, y ello con la ayuda entusiasta de nuestra izquierda que gritaba “¡muerte al tirano!”. Libia fue bombardeada por motivos de los más canallescos con el apoyo de la izquierda, con la señora Joly, por entonces dirigentes de los verdes, pidiendo incluso el desembarco de soldados. Después le llegó el turno a Siria, pero esta vez Rusia intervino para oponerse a los bombardeos. Entonces fueron enviados mercenarios musulmanes o seudo-musulmanes desde todas partes para destruir ese país y masacrar a su pueblo de la manera más ignominiosa. Como estos mercenarios eran denominados “revolucionarios” por los medios de comunicación del imperialismo, la izquierda en su conjunto apoyó la masacre de masas. Hasta he visto en las fiestas de L’humanité puestos para que puedan expresarse estos mercenarios del imperialismo y del antiguo colonialismo francés.
La izquierda hoy, vanguardia ideológica del capitalismo y su imperialismo
Hoy en día la asociación ideológica entre la izquierda, extremista o no, y el imperialismo, está claramente definida. El trabajo de la izquierda es obrar como lo hacen los medios de comunicación, para el aislamiento político de las organizaciones que reivindican la recuperación de la independencia nacional. Estas fuerzas políticas son calificadas de fascistas o de extrema derecha, y sobre todo son demonizadas al ser asociadas con lo que fue el nacionalismo étnico hitleriano con sus crímenes.
El reciente movimiento izquierdista “Nuit Debout” no deja lugar a dudas con respecto a las intenciones de sus organizadores, intenciones que están directamente en la línea ideológica del imperialismo y que han sido detalladas sobradamente en varios medios de comunicación. Todo el mundo ha podido ver cómo una banda de matones, que por antinomia se autodenominan “antifascistas”, expulsaba de manera violenta a personalidades con un color independentista [se refiere a los que defienden la soberanía nacional y la independencia de Francia, nota del editor], tildándolos de fascistas. Este movimiento se ha reclamado claramente partidario de las seudo-primaveras árabes, que ahora sabemos que fueron organizadas por el imperialismo. Ha adoptado como símbolo el puño levantado en un principio usado por la organización Otpor, que organizó un golpe de fuerza en Serbia en beneficio de los EE.UU. Este mismo símbolo ha sido utilizado por el conjunto de los movimientos de desestabilización organizados por los EE.UU. en todo el mundo.
¿Entonces, en qué puede servir el movimiento de pequeños burgueses “Nuit Debout” a los habituales patrocinadores estadounidenses de este tipo de organización?
Evidentemente no creemos que sea para una revolución de colores a la francesa. Los políticos de izquierdas y derechas de este país obedecen perfectamente a las exigencias imperialistas. La única explicación, considerando la violencia reservada para los independentistas, es la creación de un movimiento “coloreado” de izquierdas que esté dispuesto a tomar las calles contra estos independentistas en caso de éxito electoral de los últimos.
Se puede considerar hoy, después de las claras explicaciones de Frédéric Lordon en la Bolsa del Trabajo, que “Nuit Debout” puede ser considerado un prototipo, un ensayo general, un “kriegspiel” en el caso de que Francia recobre su soberanía.
Lenin escribió una vez un notable libro titulado “El imperialismo, fase superior del capitalismo”. Hoy el capitalismo en su fase superior, totalmente financiera y no industrial, necesita la globalización y la extinción de las naciones [se refiere a las naciones cívicas o políticas, como el concepto jacobino de Estado-nación, nota del editor] para hacer perdurar su depredación sobre el mundo.
La izquierda, al adoptar una posición extremista antinacional, falsamente antifascista, ofrece al capitalismo el argumentario político que le faltaba.
Post Data del autor:
Hace poco me prohibieron expresarme en Facebook durante un mes, sufro pirateos continuos en mis tarjetas de crédito, cada vez que cruzo una frontera me someten a un interrogatorio.
Parece que mi palabra inquieta al régimen surgido de la oligarquía globalista, dándome así la razón. Ciertamente no serán los organizadores de la “Nuit Debout” quienes podrían sufrir este tipo de afrenta.
Alain Benajam
Artículo original publicado en: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Traducción de Alexandre García
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Cartel de los comunistas franceses en su época anticapitalista y patriótica: "Contra la voracidad de los monopolios capitalistas que arruinan Francia, apoyad al Partido Comunista Francés, partido de la clase obrera, del pueblo, de la nación". Desde la liberación, en 1944, el PCF (Partido Comunista Francés) representaba la única fuerza política verdaderamente anticapitalista. En 1969 el candidato del PCF Jacques Duclos obtuvo el 21% de los votos en las elecciones presidenciales, mientras que el Partido Socialista no pudo conseguir más que el 5%.
Aclaración desde Mis Manos-Mi Capital sobre el artículo
Alain Benajam, miembro de la página Red Voltaire, defensor de la independencia de Francia frente a la dictadura del capital financiero, que se define a sí mismo como "marxista, ex comunista y judío", escribió este interesante y rupturista artículo en el que reflexiona sobre los rasgos negativos de la izquierda actual en Francia, que le han llevado a defender posiciones acordes a los intereses del imperialismo y del capital monopolista.
Según el autor, este proceso arrancó desde que el PCF impulsó una política de subordinación a la estrategia de "izquierda común" con el PS desde mediados de la década de 1970, que posibilitó el triunfo absoluto del proyecto socialista-atlantista y europeísta liderado por François Mitterrand desde mediados de la década de 1980. Para el PCF, este viaje político le transportó a las aguas de la marginalización progresiva, facilitada por el desmantelamiento de su anterior naturaleza política que erosionó aceleradamente su condición de partido obrero de masas. Esta condición la había conquistado al organizar a la clase obrera francesa para colocarla a la vanguardia de la defensa de la soberanía nacional (desde la época de la Resistencia), al tiempo que se distinguía por una solidaridad con el antiguo bloque socialista euro-soviético y por una actitud antiimperialista remarcable y activa. Junto a esta evolución del PCF hacia posiciones socialdemócratas, también fue determinante, según el autor, el desembarco del trotskismo en el Partido Socialista y su posterior preponderancia política (con la que dispuso de gran influencia para arremeter contra los conceptos de Estado-nación y soberanía nacional de origen jacobino, mientras promovía su sustitución por un concepto étnico de la nación), lo que finalmente llevó al conjunto de la izquierda francesa a mutarse en una fuerza promotora de la globalización imperialista a través de los valores occidentalistas, de la defensa de los intereses de la oligarquía financiera, y del apoyo de las agresiones militares y las aventuras neocoloniales del imperialismo y la OTAN.
El artículo original, publicado el 25 de abril de 2016, se titula: "La gauche, dernier rempart du capitalisme". Desde Mis Manos-Mi Capital se ha creído conveniente traducirlo como "Francia: la izquierda, último bastión del capitalismo" para remarcar que el autor se ciñe al contexto francés, a pesar de que el lector podrá reconocer que, muchos de los rasgos de la izquierda francesa -así como su evolución hacia la ideología liberal y el globalismo imperialista-, se hallan presentes en otros países. También es preciso aclarar que cuando el autor hace referencia a los "independentistas" no se refiere a los casos de los movimientos nacionalistas o étnicos que pretenden separarse de los Estados, sino por el contrario, a los que, como él mismo, defienden la soberanía nacional de Francia y su independencia respecto a las instituciones de la globalización imperialista.
Otro aspecto del artículo que merece destacarse es que la realidad nacional que describe el autor para el caso francés difiere mucho del caso español, caracterizado por una historia y una naturaleza muy diferente a las vicisitudes que ha conocido Francia. Pero tanto Francia -como España o otros Estados europeos- sí tienen un denominador común: sus vidas políticas y económicas están subordinadas a los dictados de las instituciones imperialistas (europeístas y atlantistas) que imponen el desmantelamiento acelerado de la soberanía nacional de estos países y su fragmentación interna, con el propósito de fomentar la libre circulación de mercancías y finanzas, atacar los derechos sociales y laborales, y obligar a la privatización y liberalización de todas las empresas y servicios públicos rentables.
En este sentido, el artículo de Benajam ilustra muy bien qué papel está jugando la izquierda en Francia (el lector, a través de un simple ejercicio de imaginación, puede extrapolar esto mismo a la izquierda de otros países) favoreciendo los planes imperialistas de desmantelar la soberanía nacional para acelerar la concentración del capital monopolista, y aumentar la explotación laboral y los ataques brutales al poder adquisitivo de los salarios.
Francia: la izquierda, último bastión del capitalismo
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"La izquierda conduce a la derecha" A menos que la izquierda se haya vuelto peor que la derecha…
No hace mucho, todo el mundo asociaba a la izquierda política con un conjunto de partidos y organizaciones que defendían cambios en el orden social. La extrema izquierda, calificada de “roja” defendía cambios revolucionarios y la izquierda moderada clásica “rosa” defendía reformas más o menos parsimoniosas para ir gradualmente en la misma dirección, que debía conducir algún día al socialismo, es decir, a la propiedad social de los medios de producción. Había divergencias en aquella izquierda respecto de los medios para alcanzar un socialismo o república social, entre revolucionarios y reformistas, pero aquellos dos grandes movimientos históricos surgidos de un mismo partido socialista, que se escindió en 1920, anunciaban claramente su voluntad de eliminar en última instancia el sistema capitalista.
El abandono por parte del PCF de su línea revolucionaria para unirse a la línea reformista del PS
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Desde la liberación, lo que se conocía como izquierda comunista se distinguía claramente de la izquierda no comunista. El PCF representaba la única fuerza política verdaderamente anticapitalista. En 1969 el candidato del PCF Jacques Duclos obtuvo el 21% de los votos en las elecciones presidenciales, mientras que el PS no pudo conseguir más que el 5%. El PCF era quien más pesaba en la izquierda. En 1972, en una estrategia de acceso al poder, las divergencias importantes en el seno de la izquierda entre comunistas y socialistas desaparecieron súbitamente gracias a la redacción de un programa común de gobierno, con cuya lectura quedaba claro que las soluciones llamadas reformistas de los socialistas se habían impuesto sobre lo que hasta entonces había sido defendido por los comunistas revolucionarios. Este programa común selló una “unión de la izquierda” que renunció automáticamente en la segunda vuelta de las elecciones, y para los medios de comunicación ya no existía más que “la izquierda”. Después de la firma del programa común, la correlación de fuerzas en el seno de la izquierda se invirtió a partir de las elecciones de 1974. Efectivamente, después de la firma de aquel programa, el PCF sufrió una continua hemorragia electoral hasta alcanzar hoy la casi total desaparición. Después de esta pérdida de influencia fueron los comunistas quienes poco a poco fijaron su política en función de la política del PS. Es normal que los electores comunistas, al no oír hablar más de una “Izquierda”, con su programa común, abandonaran el voto comunista. En realidad, un estudio más profundo de los votos revelaba que el electorado comunista se refugiaba en la abstención.
En 1981, la “Izquierda” ganó las elecciones con una fuerte mayoría socialista, y el primer gobierno Maurois intentó aplicar los principios del programa común, siendo nombrados varios ministros comunistas. Fue un fracaso económico, y el programa fue rápidamente abandonado. A partir de aquel momento el PCF cambió de naturaleza, perdiendo su base social obrera a cambio de las pequeñas clases medias.
El PCF ya no participaba en las luchas anti-imperialistas como lo había hecho durante la guerra de Vietnam. El desmantelamiento de Yugoslavia por el imperialismo y los bombardeos mortíferos sobre Irak y Serbia ya no movilizaron al partido. Después del 11 de septiembre de 2001, el PCF dio por válida, y sin expresar duda alguna, una discutible versión oficial de lo ocurrido, lo que en aquellas fechas marcaba precisamente en los hechos su total sumisión política al imperialismo.
No obstante, la dirección del PCF conocía muy bien los lazos orgánicos que unían al Partido Socialista con los EE.UU. desde el final de la guerra, la participación del PS en la guerra fría y sobre todo su firme voluntad de conducir Francia hacia una Unión Europea deseada por el imperialismo, lo que sellaba el fin de la soberanía de nuestra nación. Con el tiempo, uno se interroga sobre el suicidio político de un PCF que defendía el interés nacional, la producción francesa y se oponía a los flujos migratorios organizados por la patronal para influenciar los salarios.
La llegada de los trotskistas y de la ideología globalista en la neo-izquierda
A partir de los 70, es decir después de un mayo del 68 que ponía fin a la presidencia del general De Gaulle y a su política de independencia nacional, los trotskistas, muy activos en las manifestaciones estudiantiles, empezaron a hacer “entrismo” en el PS. En la fraseología trotskista, el entrismo consiste en afiliarse a un partido político para intentar modificar su línea rectora.
Leamos lo que dice la web [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sobre esto:
“La SFIO se había limitado a acoger en su seno a distintos grupúsculos trotskistas. El PS en cambio va a establecer una verdadera osmosis con la galaxia trotskista.
En junio de 1971, Mitterrand acabó haciéndose con el control del PS. No obstante, aún le quedaba un problema importante por resolver: el PS sufría de una ausencia cruel de cuadros. Para paliar este problema, Mitterrand decide orientarse hacia las organizaciones trotskistas. Le encarga a su brazo derecho Pierre Joxe que reclute cuadros trotskistas. Después de una pequeña investigación sobre las distintas organizaciones trotskistas, Pierre Joxe descubre que sólo la OCI (Organización Comunista Internacionalista) de Pierre Lambert podría aceptar enviar a sus cuadros al PS. En efecto, Lucha Obrera opera como una secta replegada sobre sí misma, y la LCR, al no ver en qué podría serle útil, se niega a enviar sus cuadros. Prefiere practicar el entrismo en organizaciones amigas y tratar de tomar el control de ellas.
Tras unas breves negociaciones, Lambert acepta enviar cuadros de la OCI al PS. Espera así radicalizar la línea del PS y obtener cierto control sobre ésta. Es en este tipo de ambiente que llegan cuadros trotskistas como Lionel Jospin al PS. La colaboración entre el PS y la OCI no se reduce a una simple transferencia de cerebros. La OCI corrompe a sus militantes para hacer repartos de folletos a gran escala a favor del PS, y su servicio de orden asegura la protección de numerosas manifestaciones socialistas. Es más, la guardia personal de algunos caciques del PS será confiada al servicio de orden de la OCI. A título anecdótico, se podrá recordar que fue el servicio de orden de la OCI quien se encargó de ocuparse de la multitud que se había amontonado la noche del 10 de mayo de 1981 en la plaza de la Bastilla y que el importante reparto de folletos en favor de Mitterrand entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales fue obra de los lambertistas…”
Laurence Rossignol, Julien Dray, Christophe Cambadélis, Benoît Hamon, Jean-Luc Mélenchon, Dominique Strauss-Kahn, Bertrand Delanoé y otros muchos dieron sus primeros pasos en la OCI lambertista.
Antes de su llegada al PS, estos militantes habían sido previamente formados en los EE.UU. en el seno del sindicato AFL-CIO, controlado por la CIA y el Departamento de Estado. Esta información fue sido revelada por Jean-Luc Mélenchon a Thierry Meyssan en 2007. El mismo Jean-Luc había formado parte de este tipo de formaciones y se arrepentía de ello en aquellos años.
Trotskismo y globalismo, un matrimonio de conveniencia con el imperialismo
Trotski se había opuesto a Lenin durante la revolución rusa de 1917 sobre la cuestión nacional. Trotski pretendía que era imposible construir el socialismo en un solo Estado y, como según él, el proletariado no podía tener naciones, hacía falta imponer el socialismo en todos los países del mundo al mismo tiempo. Lenin, y sobre todo Stalin después de él, eran conscientes de la importancia del hecho nacional en el establecimiento del socialismo.
Esta negación de la nación por Trotski gustó en los EE.UU. Recientemente hemos conocido que Trotski era un agente británico, y a la luz de este hecho se comprende mejor esta posición y el matrimonio de conveniencia, cuando no relación amorosa, entre el trotskismo y los anglo-sajones.
Para que el imperialismo pueda imponer su poder sobre los pueblos, era absolutamente necesario destruir las naciones y principalmente las naciones cívicas, no étnicas.
Naciones étnicas, naciones cívicas y mundialismo
Existen dos concepciones de la nación, defendidas por dos ideologías diferentes. La ideología alemana nos da una definición étnica surgida a finales del siglo XIX. Para esta ideología, la nación no sería más que una comunidad de cultura, idioma e historia. Esta visión reductora no es viable en Europa debido a que las culturas, las lenguas y la historia están imbricadas, y significaría que no existiría la nación francesa, lo que justificaría trocear nuestro país en seudo-etnias diversas y variadas. Es al mismo tiempo el proyecto nazi y un proyecto propuesto por los ecologistas y denunciado por Pierre Hillard. Se puede constatar que si esta concepción fuese seguida, conduciría a la balcanización de todos los países de Europa excepto Alemania.
La ideología francesa había definido una concepción cívica de la nación desde 1789. Para los franceses, una nación se compone de ciudadanos que residen en el interior de fronteras reconocidas por sus vecinos y sometidos a un cuerpo de leyes comunes. Se entiende que esta concepción legal de la nación, hoy recogida oficialmente por todas las naciones y por la carta de Naciones Unidas, supone un grave problema para el imperialismo.
Una nación son sus fronteras y sus leyes, leyes y fronteras que no pueden sino estorbar al imperialismo en su voluntad de someter a los pueblos a sus intereses. Tumbar esta concepción de la nación ha sido desde 1945 el gran proyecto del imperialismo, que desde entonces no ha dejado de querer imponer el globalismo en lugar de la nación.
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Surgida de los barrios ricos, la pequeña burguesía juega a la revolución mientras aprueba las masacres «humanitarias» en Libia o en Siria
Una connivencia ideológica natural entre la izquierda «trotskistizada» y la ideología promovida por la oligarquía financiera
El trotskismo ignora la concepción cívica y legal de la nación, quedándose únicamente con la concepción alemana, concepción que había sido la punta de lanza del nazismo, y que evidentemente se sumaba a un nacionalismo étnico. Confundiendo estas dos concepciones contradictorias de la nación, el trotskismo afirma que la nación es “fascista”. Cuando los trotskistas lambertistas tomaron el Partido Socialista, esta afirmación se convirtió en el lema del PS, y por sumisión política en el lema de toda una izquierda en la que el ex-PCF no pudo más que fundirse.
Aquello fue una divina sorpresa para la oligarquía financiera globalista, que recogió el concepto fascista, hitleriano, diabólico de nación, para difundir esta idea por el conjunto de los medios de comunicación que domina. Lanzó esta idea a través de sus ONGs, particularmente la “Open Society” (la sociedad abierta) del multimillonario George Soros y el CANVAS de Gene Sharp (Centre for Applied Non Violent Action and Strategies). La apelación de estas organizaciones suena muy humanista, pero esconde las intenciones más negras: la sumisión de las naciones a la depredación capitalista.
George Soros es un emblema del mundo de la finanza globalista, un hombre que jamás en su vida ha poseído empresas industriales y que por lo tanto jamás ha ganado dinero por la fabricación y venta de cualquier cosa. Es un puro especulador que ha construido su fortuna sobre el alza de los precios de las materias primas y por lo tanto sobre el malestar de los pueblos.
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Postura ultra-izquierdista, acciones contra los anti-imperialistas
La izquierda se convirtió entonces en el proveedor de un corpus ideológico para el imperialismo
Un nuevo enfoque de la guerra imperialista surgirá en los años 80 de los “think tank” estadounidenses y sus ONGs tras el desastre de la guerra de Vietnam. En aquella época, el argumento del imperialismo era la lucha contra el “comunismo”. Habiendo desaparecido aquel seudo “comunismo”, y la ideología de izquierda habiéndose convertido en un aliado, el argumento imperialista pasará a ser el de la injerencia “humanitaria”.
Como el concepto de nación étnica era el único concepto con el que se quedó la izquierda y el imperialismo, contradiciendo el concepto reflejado en la carta de la ONU, se volvía fácilmente demostrable que las naciones de esencia “fascista” ya no podían considerarse inviolables y que era moralmente posible hacer injerencia en los asuntos de dichas naciones a partir del momento en el que la izquierda del imperialismo considerase que el dirigente de un Estado era un tirano. La consideración del carácter tiránico del dirigente nacional designado quedaba reservada a los medios de comunicación financiados por el mismo imperialismo.
Así fue como Yugoslavia fue destruida y Serbia bombardeada causando miles de muertos, y ello con la ayuda entusiasta de nuestra izquierda que gritaba “¡muerte al tirano!”. Libia fue bombardeada por motivos de los más canallescos con el apoyo de la izquierda, con la señora Joly, por entonces dirigentes de los verdes, pidiendo incluso el desembarco de soldados. Después le llegó el turno a Siria, pero esta vez Rusia intervino para oponerse a los bombardeos. Entonces fueron enviados mercenarios musulmanes o seudo-musulmanes desde todas partes para destruir ese país y masacrar a su pueblo de la manera más ignominiosa. Como estos mercenarios eran denominados “revolucionarios” por los medios de comunicación del imperialismo, la izquierda en su conjunto apoyó la masacre de masas. Hasta he visto en las fiestas de L’humanité puestos para que puedan expresarse estos mercenarios del imperialismo y del antiguo colonialismo francés.
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Balcanización de Francia según los «ecologistas» de izquierdas
La izquierda hoy, vanguardia ideológica del capitalismo y su imperialismo
Hoy en día la asociación ideológica entre la izquierda, extremista o no, y el imperialismo, está claramente definida. El trabajo de la izquierda es obrar como lo hacen los medios de comunicación, para el aislamiento político de las organizaciones que reivindican la recuperación de la independencia nacional. Estas fuerzas políticas son calificadas de fascistas o de extrema derecha, y sobre todo son demonizadas al ser asociadas con lo que fue el nacionalismo étnico hitleriano con sus crímenes.
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Eva Joly, la perfecta anti-francesa, ecologista de izquierda: quería ver los carros de combate franceses invadiendo Libia pero no los quería en los Campos Elíseos
El reciente movimiento izquierdista “Nuit Debout” no deja lugar a dudas con respecto a las intenciones de sus organizadores, intenciones que están directamente en la línea ideológica del imperialismo y que han sido detalladas sobradamente en varios medios de comunicación. Todo el mundo ha podido ver cómo una banda de matones, que por antinomia se autodenominan “antifascistas”, expulsaba de manera violenta a personalidades con un color independentista [se refiere a los que defienden la soberanía nacional y la independencia de Francia, nota del editor], tildándolos de fascistas. Este movimiento se ha reclamado claramente partidario de las seudo-primaveras árabes, que ahora sabemos que fueron organizadas por el imperialismo. Ha adoptado como símbolo el puño levantado en un principio usado por la organización Otpor, que organizó un golpe de fuerza en Serbia en beneficio de los EE.UU. Este mismo símbolo ha sido utilizado por el conjunto de los movimientos de desestabilización organizados por los EE.UU. en todo el mundo.
¿Entonces, en qué puede servir el movimiento de pequeños burgueses “Nuit Debout” a los habituales patrocinadores estadounidenses de este tipo de organización?
Evidentemente no creemos que sea para una revolución de colores a la francesa. Los políticos de izquierdas y derechas de este país obedecen perfectamente a las exigencias imperialistas. La única explicación, considerando la violencia reservada para los independentistas, es la creación de un movimiento “coloreado” de izquierdas que esté dispuesto a tomar las calles contra estos independentistas en caso de éxito electoral de los últimos.
Se puede considerar hoy, después de las claras explicaciones de Frédéric Lordon en la Bolsa del Trabajo, que “Nuit Debout” puede ser considerado un prototipo, un ensayo general, un “kriegspiel” en el caso de que Francia recobre su soberanía.
Lenin escribió una vez un notable libro titulado “El imperialismo, fase superior del capitalismo”. Hoy el capitalismo en su fase superior, totalmente financiera y no industrial, necesita la globalización y la extinción de las naciones [se refiere a las naciones cívicas o políticas, como el concepto jacobino de Estado-nación, nota del editor] para hacer perdurar su depredación sobre el mundo.
La izquierda, al adoptar una posición extremista antinacional, falsamente antifascista, ofrece al capitalismo el argumentario político que le faltaba.
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Hace poco me prohibieron expresarme en Facebook durante un mes, sufro pirateos continuos en mis tarjetas de crédito, cada vez que cruzo una frontera me someten a un interrogatorio.
Parece que mi palabra inquieta al régimen surgido de la oligarquía globalista, dándome así la razón. Ciertamente no serán los organizadores de la “Nuit Debout” quienes podrían sufrir este tipo de afrenta.
Alain Benajam
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