«cuyo radicalismo consistente en grandes frases, sirve de la
mejor manera a los fines de la reacción». (Marx, «Las pretendidas escisiones en la
Internacional»).
Marx y Engels luchaban contra todas las diversas corrientes del socialismo,
existentes en su época, y con el anarquismo, para desbrozar el camino a la clase obrera,
para ayudarla a situarse en el único terreno revolucionario: en el terreno de la lucha de
clases; con el objetivo final de la conquista violenta del poder político por el proletariado.
Marx y Engels combatían implacablemente al anarquismo por su enemiga a la lucha
política de la clase obrera, a su partido, a la dictadura del proletariado, haciendo con ello
luz sobre las tareas, la táctica y acerca de la misión histórico-mundial del proletariado como
enterrador del capitalismo y edificador de la sociedad comunista.
A través de esa lucha teórica y práctica, Marx y Engels evidenciaron toda la entraña
ruinosa y nociva de la ideología anarquista, descubrieron el origen pequeñoburgués de su
táctica de arrebatos y explosiones demenciales, de su rebelión contra la unidad y la
disciplina en las filas del proletariado, y demostraron, con la lógica irrefutable de los
hechos, cómo ya en los albores de la organización política de la [3] clase obrera, los
anarquista bakuninistas se habían situado en el terreno de la Colaboración directa con la
policía internacional.
Marx y Engels no eran solamente los grandes teóricos del socialismo científico, sino
a la vez jefes y dirigentes del movimiento revolucionario. Ellos fueron los organizadores de
la Primera Internacional y, en su lucha de cada hora por la formación de un partido capaz
de conducir a las masas a la toma del Poder y a la instauración de la dictadura del
proletariado, lucharon en el seno de la misma contra la obra caótica y de doblez de los
bakuninistas a los que hubieron de expulsar por disgregadores y provocadores. Ya entonces
merecieron de Marx esta acertada y mordaz característica:
«La Alianza, a remolque de un «Mahoma sin Koran», sólo representa un amasijo de ideas de ultratumba, disfrazadas con frases sonoras que sólo pueden
asustar a burgueses idiotas o servir como piezas de convicción contra los
internacionalistas a los fiscales de Bonaparte u otros»... (Marx, «Las pretendidas
escisiones en la Internacional»).
De entonces a hoy han transcurrido varias decenas de años. En este tiempo se han
producido profundos cambios sociales. El capitalismo monopolista ha llevado al extremo la
concentración y la centralización de los medios de producción. Delante del movimiento
obrero se han planteado nuevas tareas. Ante el proletariado moderno se presentan nuevas
perspectivas de lucha con el empleo también de nuevas formas de organización. Se
aproximaba la etapa de las revoluciones proletarias. Los anarquistas continuaban, como
antes, imperturbablemente, repitiendo en todos los tiempos sus viejos sofismas utópicos y
disparatados, que no son en realidad otra cosa que una expresión del radicalismo
pequeñoburgués, ciego, sordo y reaccionario, que quiere hacer girar la rueda de la historia
hacia atrás y que., en el insensato empeño, cae de bruces en el campo de la
contrarrevolución.
«Sus concepciones —dice Lenin, refiriéndose a los anarquistas— reflejan no el
porvenir del régimen burgués empujado por una fuerza inexorable hacia la
colectivización del trabajo, sino su presente y aún su pasado, la dominación de
la casualidad ciega sobre el pequeño productor aislado». (Lenin, «Socialismo y
Anarquismo». Páginas escogidas, t. II.)
El bakuninismo representaba en el movimiento obrero la proyección del
revolucionarismo pequeñoburgués el reflejo ideológico de la contradicción económica de
esta clase, de sus dudas y de su desesperación, a propósito de la cual Engels decía que [4]
«se agita sin cesar... entre la esperanza de elevarse hasta la clase más rica y el
miedo a ser reducida al estado de proletarios, incluso de pordioseros». (F.
Engels, «Revolución y contrarrevolución en Alemania».)
Muchas gentes se dirán: ¿Cómo es posible hablar tanto del carácter pequeñoburgués
del movimiento anarquista, cuando éste es un movimiento que vive y actúa en los medios
proletarios? Cierto, pero eso no cambia la justeza de la sentencia sobre el carácter de clase
del anarquismo. El proletariado se nutre constantemente de la pequeña burguesía y de los
campesinos y vive en estrecha relación y vecindad con ella, especialmente en países como
España y América Latina. Este es uno de los vehículos de penetración de las influencias
pequeñoburguesas en las filas del proletariado.
El anarquismo tiene otra particularidad que mueve también a confusión: la facilidad
con que se lanza a movimientos «revolucionarios» y realiza actos de violencia. Los
anarquistas siempre han hecho ostentación de una fraseología aventurera, alejada de toda
realidad. Ello produce en las capas más atrasadas de la clase obrera, especialmente de los
campesinos, una gran impresión y lleva, a simple vista, a la estimación errónea del
anarquismo como una corriente revolucionaria. Nada más lejos de la verdad.
Lenin nos ha dejado esta justa y excelente opinión a este respecto:
« ... El pequeño propietario, el pequeño patrón (tipo social que en muchos países europeos está muy difundido), que sufre bajo el capitalismo una presión
continua y muy a menudo un empeoramiento brusco y rápido de sus condiciones
de existencia que le lleva a la ruina, adquiere fácilmente una mentalidad
ultrarrevolucionaria, pero que es incapaz de manifestar serenidad, espíritu de
organización, disciplina, firmeza. El pequeño burgués «enfurecido» por los
horrores del capitalismo, es un fenómeno social propio, como el anarquismo, de
todos los países capitalistas», (Lenin, «La enfermedad infantil del
«izquierdismo» en el comunismo», pág. 18, ed. española, 1941).
En esto estriba la esencia y la médula «ideológica» del anarquismo.
Con la mayor precisión, el camarada Stalin desentrañaba hasta la raíz la política
sectaria y aventurera de desprecio a las masas que practica el anarquismo, cuando, al
analizar las diferencias de principio, existentes entre el anarquismo y el marxismo, decía:
[5]
«El marxismo y el anarquismo están construidos sobre principios
completamente distintos, a pesar de que ambos salen a la palestra bajo-la
bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es la personalidad, cuya
liberación, en opinión de los anarquistas, es la condición principal para la
liberación de la masa; es decir: en opinión de los anarquistas, la liberación de la
masa es imposible hasta que no se libera el individuo, en vista de lo cual su
consigna es: «Todo para el individuo», mientras que la piedra angular del
marxismo es la masa, cuya liberación es la condición principal para la liberación
del individuo, es decir que para el marxismo es imposible la liberación del
individuo en tanto no se libere a las masas, y de ahí su consigna: ; «Todo para
las masas». (Stalin, «Anarquismo y socialismo». 1906.)
anarquistas, acerca de la necesidad histórica del Estado proletario, de la dictadura del
proletariado, etc., son hoy, a la luz de la experiencia de la revolución socialista triunfante,
verdades incontrovertibles. Lo que ayer era un anhelo, un sueño, de los explotados y
oprimidos, hoy es una verdad viva y tangible. En la sexta parte del mundo la clase obrera a
enterrado al capitalismo y edifica victoriosamente la nueva sociedad humana: el socialismo.
Esta irrefutable prueba de la justeza de la teoría marxista-leninista ha determinado que en
todos los campos del movimiento obrero, los elementos revolucionarios se hayan alistado
bajo las banderas del marxismo-leninismo. Los anarquistas contemporáneos, petrificados
ideológicamente unos y corrompidos políticamente otros, han degenerado hasta convertirse
en una banda vulgar de contrarrevolucionarios, en los perros más rabiosos que la burguesía
azuza contra el País del Socialismo y contra el movimiento revolucionario internacional
Durante la guerra nacional-revolucionaria del pueblo español, los anarquistas que
influenciaban a grandes masas de la CNT, no solamente pusieron de relieve el fracaso estrepitoso de todas sus teorías y táctica anarquista, su falsedad y su impotencia, sino que
evidenciaron que no eran otra cosa que una banda en descomposición de aventureros y
provocadores al servicio de la reacción internacional.
En el curso de la guerra del pueblo español, ya no se entablaban polémicas con los
anarquistas en lo concerniente a la necesidad del Estado y del gobierno, porque bajo la
presión de las masas hubieron [6] de mandar al diablo todos sus sacrosantos principios y
postulados, y no solamente fueron ministros, sino que pelearon furiosamente por cada
puesto de representación estatal; no se discutía sobre la Autoridad, no se discutía, pasado el
período miliciano, sobre el ejército, porque los anarquistas en sus desorbitados afanes de
poder peleaban por cada puesto de mando; no se discutía sobre el intercambio de productos
y la abolición de la moneda, porque los anarquistas se convirtieron en los mas codiciosos
«expropiadores» del dinero ... de todos los demás; no se discutía sobre la necesidad de la
dictadura, porque ellos ejercían la más brutal... naturalmente, contra los obreros y
campesinos. Es decir, durante la guerra nacional-revolucionaria del pueblo español, la
España revolucionaria luchaba contra la obra de provocación, pillaje, sabotaje y espionaje
de los anarquistas. Durante la guerra del pueblo español contra Franco y los invasores, el
anarquismo constituyó el elemento principal de desorganización y de traición. Bajo la
máscara de «socialización» y «colectivización», robaban y atropellaban los intereses de los
campesinos, de los artesanos, de los modestos comerciantes, a los que trataban de enfrentar
con la clase obrera. Asesinaban a los obreros y a los campesinos que se oponían a sus
fechorías y bandidismo, asesinaban a los dirigentes revolucionarios como Trillas, como
Duran, Sesé y otros. Con su obra disgregadora buscaban desmoralizar las fuerzas,
desorganizaban los frentes y entregaban las posiciones sin lucha al enemigo. Se sublevaban,
de acuerdo con los bandidos trotskistas, contra el gobierno del Frente Popular, como en
mayo de 1937 en Barcelona; luchaban contra la unidad del ejército, de la clase obrera y del
Frente Popular. Y finalmente, fueron el brazo armado principal de los traidores de la Junta
casadista, participaron en ella, como Mera, Marín y Del Val, y dirigieron los asesinatos de
los comunistas durante este período. Los anarquistas apuñalaron por la espalda al heroico
pueblo español, lo entregaron a los verdugos de la contrarrevolución española: a Franco y a
los invasores.
Después de la derrota de la revolución española, los jefes anarquistas han buscado
en el interior del país hacerse útiles a Falange, y, en el extranjero, la «militancia» de la FAI,
se ha convertido definitivamente en una agencia de provocación y espionaje al servicio de
potencias imperialistas. Hablan de la «monstruosidad de haber fusilado a José Antonio
Primo de Rivera», de la «torpeza de no haberse aliado con él antes de la guerra» (Abad de
Santillán). Al comienzo de la segunda guerra imperialista, ofrecieron, por medio de
Jouhaux, al gobierno Daladier, sus servicios para luchar contra los comunistas. [7] Al
servicio del Intelligence Service, escriben que la reconquista de la República en España es
posible sólo mediante la victoria del imperialismo inglés en esta guerra.
El anarquismo, pues, no representa ya hoy otra cosa que una variante del
bandidísmo trotskista con el cual marcha estrechamente ligado. Y si Engels, como
conclusión de su crítica a la actuación de los bakuninistas en la revolución de 1873, escribía
que los bakuninistas nos dieron un modelo inimitable de cómo no debe hacerse una revolución, hoy, después de la última gran experiencia del anarquismo en la guerra
nacional-revolucionaria del pueblo español, podemos afirmar que los anarquistas
contemporáneos nos han dado la prueba más acabada y definitiva de cómo se traiciona una
revolución.
El editor
F. ENGELS
LOS BAKUNINISTAS EN ACCION1
MEMORIA SOBRE LA INSURRECCIÓN DE ESPAÑA (VERANO DE 1873)
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Para facilitar la comprensión de la siguiente memoria, consignaremos aquí unos
cuantos datos cronológicos.
El 9 de febrero de 1873, el rey Amadeo se hartó ya de la corona de España; fue el
primer rey huelguista y abdicó. El 12 fue proclamada la República. Inmediatamente, estalló
en las Provincias Vascongadas un nuevo levantamiento carlista.
El 10 de abril fue elegida una Asamblea Constituyente, que se reunió a comienzos
de junio, y el 8 de este mes fue proclamada la República federal. El 11 se constituyó un
nuevo Ministerio bajo la presidencia de Pi y Margall. Al mismo tiempo, se eligió una
comisión encargada de redactar el proyecto de la nueva Constitución, pero fueron excluidos
de ella los republicanos extremistas, los llamados intransigentes. Cuando, el 3 de julio, se
proclamó la nueva Constitución, ésta no iba tan lejos como los intransigentes pretendían en
cuanto a la división de España en «cantones independientes»; así pues, los intransigentes
organizaron al punto alzamientos en provincias; en los días 5 a 11 de julio, los
intransigentes triunfaron en Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga, Cádiz, Alcoy, Murcia,
Cartagena, Valencia, etc., e instauraron en cada una de estas ciudades un gobierno cantonal
independiente. El 18 de julio dimitió Pi y Margall y fue sustituido por Salmerón, quien
inmediatamente lanzó a las tropas contra los insurrectos. Estos fueron vencidos a los pocos
días, tras ligera resistencia; [9] ya el 26 de julio, con la caída de Cádiz, quedó restaurado el
poder del gobierno en toda Andalucía y, casi al mismo tiempo, fueron sometidas Murcia y
Valencia; únicamente Valencia luchó con alguna energía.
Y sólo Cartagena resistió. Este puerto militar, el mayor de España, que había caído
en poder de los insurrectos junto con la marina de guerra, estaba defendido por tierra,
además de por la muralla, por trece fortines destacados y no era, por tanto, fácil de tomar.
1 Esta serie de artículos de Engels titulada «Los bakuninistas en acción» fue publicada en tres
números del periódico «Volksstaat» [«El Estado del Pueblo»] a fines de octubre y comienzos de noviembre
de 1873. La advertencia preliminar fue escrita en 1894. (N. de la Red.)
C. MARX Y F. ENGELS
________________________________________________________________________________
Y, como el gobierno se guardaba muy mucho de destruir su propia base naval, el «Cantón
independiente de Cartagena» vivió hasta el 11 de enero de 1874, día en que por fin capituló,
porque en realidad no tenía en el mundo nada mejor que hacer.
De esta ignominiosa insurrección, lo único que nos interesa son las hazañas todavía
más ignominiosas de los anarquistas bakuninianos; únicas que relatamos aquí con cierto
detalle, para prevenir con este ejemplo al mundo contempo
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mejor manera a los fines de la reacción». (Marx, «Las pretendidas escisiones en la
Internacional»).
Marx y Engels luchaban contra todas las diversas corrientes del socialismo,
existentes en su época, y con el anarquismo, para desbrozar el camino a la clase obrera,
para ayudarla a situarse en el único terreno revolucionario: en el terreno de la lucha de
clases; con el objetivo final de la conquista violenta del poder político por el proletariado.
Marx y Engels combatían implacablemente al anarquismo por su enemiga a la lucha
política de la clase obrera, a su partido, a la dictadura del proletariado, haciendo con ello
luz sobre las tareas, la táctica y acerca de la misión histórico-mundial del proletariado como
enterrador del capitalismo y edificador de la sociedad comunista.
A través de esa lucha teórica y práctica, Marx y Engels evidenciaron toda la entraña
ruinosa y nociva de la ideología anarquista, descubrieron el origen pequeñoburgués de su
táctica de arrebatos y explosiones demenciales, de su rebelión contra la unidad y la
disciplina en las filas del proletariado, y demostraron, con la lógica irrefutable de los
hechos, cómo ya en los albores de la organización política de la [3] clase obrera, los
anarquista bakuninistas se habían situado en el terreno de la Colaboración directa con la
policía internacional.
Marx y Engels no eran solamente los grandes teóricos del socialismo científico, sino
a la vez jefes y dirigentes del movimiento revolucionario. Ellos fueron los organizadores de
la Primera Internacional y, en su lucha de cada hora por la formación de un partido capaz
de conducir a las masas a la toma del Poder y a la instauración de la dictadura del
proletariado, lucharon en el seno de la misma contra la obra caótica y de doblez de los
bakuninistas a los que hubieron de expulsar por disgregadores y provocadores. Ya entonces
merecieron de Marx esta acertada y mordaz característica:
«La Alianza, a remolque de un «Mahoma sin Koran», sólo representa un amasijo de ideas de ultratumba, disfrazadas con frases sonoras que sólo pueden
asustar a burgueses idiotas o servir como piezas de convicción contra los
internacionalistas a los fiscales de Bonaparte u otros»... (Marx, «Las pretendidas
escisiones en la Internacional»).
De entonces a hoy han transcurrido varias decenas de años. En este tiempo se han
producido profundos cambios sociales. El capitalismo monopolista ha llevado al extremo la
concentración y la centralización de los medios de producción. Delante del movimiento
obrero se han planteado nuevas tareas. Ante el proletariado moderno se presentan nuevas
perspectivas de lucha con el empleo también de nuevas formas de organización. Se
aproximaba la etapa de las revoluciones proletarias. Los anarquistas continuaban, como
antes, imperturbablemente, repitiendo en todos los tiempos sus viejos sofismas utópicos y
disparatados, que no son en realidad otra cosa que una expresión del radicalismo
pequeñoburgués, ciego, sordo y reaccionario, que quiere hacer girar la rueda de la historia
hacia atrás y que., en el insensato empeño, cae de bruces en el campo de la
contrarrevolución.
«Sus concepciones —dice Lenin, refiriéndose a los anarquistas— reflejan no el
porvenir del régimen burgués empujado por una fuerza inexorable hacia la
colectivización del trabajo, sino su presente y aún su pasado, la dominación de
la casualidad ciega sobre el pequeño productor aislado». (Lenin, «Socialismo y
Anarquismo». Páginas escogidas, t. II.)
El bakuninismo representaba en el movimiento obrero la proyección del
revolucionarismo pequeñoburgués el reflejo ideológico de la contradicción económica de
esta clase, de sus dudas y de su desesperación, a propósito de la cual Engels decía que [4]
«se agita sin cesar... entre la esperanza de elevarse hasta la clase más rica y el
miedo a ser reducida al estado de proletarios, incluso de pordioseros». (F.
Engels, «Revolución y contrarrevolución en Alemania».)
Muchas gentes se dirán: ¿Cómo es posible hablar tanto del carácter pequeñoburgués
del movimiento anarquista, cuando éste es un movimiento que vive y actúa en los medios
proletarios? Cierto, pero eso no cambia la justeza de la sentencia sobre el carácter de clase
del anarquismo. El proletariado se nutre constantemente de la pequeña burguesía y de los
campesinos y vive en estrecha relación y vecindad con ella, especialmente en países como
España y América Latina. Este es uno de los vehículos de penetración de las influencias
pequeñoburguesas en las filas del proletariado.
El anarquismo tiene otra particularidad que mueve también a confusión: la facilidad
con que se lanza a movimientos «revolucionarios» y realiza actos de violencia. Los
anarquistas siempre han hecho ostentación de una fraseología aventurera, alejada de toda
realidad. Ello produce en las capas más atrasadas de la clase obrera, especialmente de los
campesinos, una gran impresión y lleva, a simple vista, a la estimación errónea del
anarquismo como una corriente revolucionaria. Nada más lejos de la verdad.
Lenin nos ha dejado esta justa y excelente opinión a este respecto:
« ... El pequeño propietario, el pequeño patrón (tipo social que en muchos países europeos está muy difundido), que sufre bajo el capitalismo una presión
continua y muy a menudo un empeoramiento brusco y rápido de sus condiciones
de existencia que le lleva a la ruina, adquiere fácilmente una mentalidad
ultrarrevolucionaria, pero que es incapaz de manifestar serenidad, espíritu de
organización, disciplina, firmeza. El pequeño burgués «enfurecido» por los
horrores del capitalismo, es un fenómeno social propio, como el anarquismo, de
todos los países capitalistas», (Lenin, «La enfermedad infantil del
«izquierdismo» en el comunismo», pág. 18, ed. española, 1941).
En esto estriba la esencia y la médula «ideológica» del anarquismo.
Con la mayor precisión, el camarada Stalin desentrañaba hasta la raíz la política
sectaria y aventurera de desprecio a las masas que practica el anarquismo, cuando, al
analizar las diferencias de principio, existentes entre el anarquismo y el marxismo, decía:
[5]
«El marxismo y el anarquismo están construidos sobre principios
completamente distintos, a pesar de que ambos salen a la palestra bajo-la
bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es la personalidad, cuya
liberación, en opinión de los anarquistas, es la condición principal para la
liberación de la masa; es decir: en opinión de los anarquistas, la liberación de la
masa es imposible hasta que no se libera el individuo, en vista de lo cual su
consigna es: «Todo para el individuo», mientras que la piedra angular del
marxismo es la masa, cuya liberación es la condición principal para la liberación
del individuo, es decir que para el marxismo es imposible la liberación del
individuo en tanto no se libere a las masas, y de ahí su consigna: ; «Todo para
las masas». (Stalin, «Anarquismo y socialismo». 1906.)
anarquistas, acerca de la necesidad histórica del Estado proletario, de la dictadura del
proletariado, etc., son hoy, a la luz de la experiencia de la revolución socialista triunfante,
verdades incontrovertibles. Lo que ayer era un anhelo, un sueño, de los explotados y
oprimidos, hoy es una verdad viva y tangible. En la sexta parte del mundo la clase obrera a
enterrado al capitalismo y edifica victoriosamente la nueva sociedad humana: el socialismo.
Esta irrefutable prueba de la justeza de la teoría marxista-leninista ha determinado que en
todos los campos del movimiento obrero, los elementos revolucionarios se hayan alistado
bajo las banderas del marxismo-leninismo. Los anarquistas contemporáneos, petrificados
ideológicamente unos y corrompidos políticamente otros, han degenerado hasta convertirse
en una banda vulgar de contrarrevolucionarios, en los perros más rabiosos que la burguesía
azuza contra el País del Socialismo y contra el movimiento revolucionario internacional
Durante la guerra nacional-revolucionaria del pueblo español, los anarquistas que
influenciaban a grandes masas de la CNT, no solamente pusieron de relieve el fracaso estrepitoso de todas sus teorías y táctica anarquista, su falsedad y su impotencia, sino que
evidenciaron que no eran otra cosa que una banda en descomposición de aventureros y
provocadores al servicio de la reacción internacional.
En el curso de la guerra del pueblo español, ya no se entablaban polémicas con los
anarquistas en lo concerniente a la necesidad del Estado y del gobierno, porque bajo la
presión de las masas hubieron [6] de mandar al diablo todos sus sacrosantos principios y
postulados, y no solamente fueron ministros, sino que pelearon furiosamente por cada
puesto de representación estatal; no se discutía sobre la Autoridad, no se discutía, pasado el
período miliciano, sobre el ejército, porque los anarquistas en sus desorbitados afanes de
poder peleaban por cada puesto de mando; no se discutía sobre el intercambio de productos
y la abolición de la moneda, porque los anarquistas se convirtieron en los mas codiciosos
«expropiadores» del dinero ... de todos los demás; no se discutía sobre la necesidad de la
dictadura, porque ellos ejercían la más brutal... naturalmente, contra los obreros y
campesinos. Es decir, durante la guerra nacional-revolucionaria del pueblo español, la
España revolucionaria luchaba contra la obra de provocación, pillaje, sabotaje y espionaje
de los anarquistas. Durante la guerra del pueblo español contra Franco y los invasores, el
anarquismo constituyó el elemento principal de desorganización y de traición. Bajo la
máscara de «socialización» y «colectivización», robaban y atropellaban los intereses de los
campesinos, de los artesanos, de los modestos comerciantes, a los que trataban de enfrentar
con la clase obrera. Asesinaban a los obreros y a los campesinos que se oponían a sus
fechorías y bandidismo, asesinaban a los dirigentes revolucionarios como Trillas, como
Duran, Sesé y otros. Con su obra disgregadora buscaban desmoralizar las fuerzas,
desorganizaban los frentes y entregaban las posiciones sin lucha al enemigo. Se sublevaban,
de acuerdo con los bandidos trotskistas, contra el gobierno del Frente Popular, como en
mayo de 1937 en Barcelona; luchaban contra la unidad del ejército, de la clase obrera y del
Frente Popular. Y finalmente, fueron el brazo armado principal de los traidores de la Junta
casadista, participaron en ella, como Mera, Marín y Del Val, y dirigieron los asesinatos de
los comunistas durante este período. Los anarquistas apuñalaron por la espalda al heroico
pueblo español, lo entregaron a los verdugos de la contrarrevolución española: a Franco y a
los invasores.
Después de la derrota de la revolución española, los jefes anarquistas han buscado
en el interior del país hacerse útiles a Falange, y, en el extranjero, la «militancia» de la FAI,
se ha convertido definitivamente en una agencia de provocación y espionaje al servicio de
potencias imperialistas. Hablan de la «monstruosidad de haber fusilado a José Antonio
Primo de Rivera», de la «torpeza de no haberse aliado con él antes de la guerra» (Abad de
Santillán). Al comienzo de la segunda guerra imperialista, ofrecieron, por medio de
Jouhaux, al gobierno Daladier, sus servicios para luchar contra los comunistas. [7] Al
servicio del Intelligence Service, escriben que la reconquista de la República en España es
posible sólo mediante la victoria del imperialismo inglés en esta guerra.
El anarquismo, pues, no representa ya hoy otra cosa que una variante del
bandidísmo trotskista con el cual marcha estrechamente ligado. Y si Engels, como
conclusión de su crítica a la actuación de los bakuninistas en la revolución de 1873, escribía
que los bakuninistas nos dieron un modelo inimitable de cómo no debe hacerse una revolución, hoy, después de la última gran experiencia del anarquismo en la guerra
nacional-revolucionaria del pueblo español, podemos afirmar que los anarquistas
contemporáneos nos han dado la prueba más acabada y definitiva de cómo se traiciona una
revolución.
El editor
F. ENGELS
LOS BAKUNINISTAS EN ACCION1
MEMORIA SOBRE LA INSURRECCIÓN DE ESPAÑA (VERANO DE 1873)
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Para facilitar la comprensión de la siguiente memoria, consignaremos aquí unos
cuantos datos cronológicos.
El 9 de febrero de 1873, el rey Amadeo se hartó ya de la corona de España; fue el
primer rey huelguista y abdicó. El 12 fue proclamada la República. Inmediatamente, estalló
en las Provincias Vascongadas un nuevo levantamiento carlista.
El 10 de abril fue elegida una Asamblea Constituyente, que se reunió a comienzos
de junio, y el 8 de este mes fue proclamada la República federal. El 11 se constituyó un
nuevo Ministerio bajo la presidencia de Pi y Margall. Al mismo tiempo, se eligió una
comisión encargada de redactar el proyecto de la nueva Constitución, pero fueron excluidos
de ella los republicanos extremistas, los llamados intransigentes. Cuando, el 3 de julio, se
proclamó la nueva Constitución, ésta no iba tan lejos como los intransigentes pretendían en
cuanto a la división de España en «cantones independientes»; así pues, los intransigentes
organizaron al punto alzamientos en provincias; en los días 5 a 11 de julio, los
intransigentes triunfaron en Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga, Cádiz, Alcoy, Murcia,
Cartagena, Valencia, etc., e instauraron en cada una de estas ciudades un gobierno cantonal
independiente. El 18 de julio dimitió Pi y Margall y fue sustituido por Salmerón, quien
inmediatamente lanzó a las tropas contra los insurrectos. Estos fueron vencidos a los pocos
días, tras ligera resistencia; [9] ya el 26 de julio, con la caída de Cádiz, quedó restaurado el
poder del gobierno en toda Andalucía y, casi al mismo tiempo, fueron sometidas Murcia y
Valencia; únicamente Valencia luchó con alguna energía.
Y sólo Cartagena resistió. Este puerto militar, el mayor de España, que había caído
en poder de los insurrectos junto con la marina de guerra, estaba defendido por tierra,
además de por la muralla, por trece fortines destacados y no era, por tanto, fácil de tomar.
1 Esta serie de artículos de Engels titulada «Los bakuninistas en acción» fue publicada en tres
números del periódico «Volksstaat» [«El Estado del Pueblo»] a fines de octubre y comienzos de noviembre
de 1873. La advertencia preliminar fue escrita en 1894. (N. de la Red.)
C. MARX Y F. ENGELS
________________________________________________________________________________
Y, como el gobierno se guardaba muy mucho de destruir su propia base naval, el «Cantón
independiente de Cartagena» vivió hasta el 11 de enero de 1874, día en que por fin capituló,
porque en realidad no tenía en el mundo nada mejor que hacer.
De esta ignominiosa insurrección, lo único que nos interesa son las hazañas todavía
más ignominiosas de los anarquistas bakuninianos; únicas que relatamos aquí con cierto
detalle, para prevenir con este ejemplo al mundo contempo
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