Por Canarias Semanal
Este pasado 8 de marzo por primera vez se convocaba en todo el territorio español una huelga poco convencional. La convocaba, decían los medios de forma poco clara, “el movimiento feminista” coordinado en una plataforma donde colaboran mano a mano desde organizaciones feministas más o menos institucionalizadas, a sindicatos alternativos, organizaciones independentistas, partidos políticos, sindicatos pactistas, etc. Es decir organizaciones provenientes de un amplio espectro ideológico, que solemos encontrarnos una frente a otra, más que reunidas en un frente común.
La propuesta política que ha unido a organizaciones que suelen defender posiciones antagonistas e intercambiar duros ataques en público nace en realidad como Vaga de Totes en el otoño en 2014 en Barcelona, con el objetivo de convocar una huelga feminista el 8 de marzo del año siguiente y de mantener esta convocatoria de forma continuada. Según argumentan en su manifiesto (la negrita es nuestra):
“Davant les diferents mesures i polítiques legals, socials i econòmiques que atempten de forma cada vegada més greu contra els nostres drets, la nostra dignitat i la nostra llibertat, les dones volem reapropiar-nos de la vaga com a eina de lluita, tot recuperant la tradició de les dones que han jugat papers claus en vagues i revoltes històriques. Què vol dir que ens volem reapropiar de la vaga com a eina combativa? Vol dir, en primer lloc, que el format de les vagues generals dels darrers anys no ens serveix, atès que es limita a interpel·lar a un treballador assalariat immers en el mercat laboral reconegut, tot excloent a moltes persones i a molts treballs. Per això ens plantegem la necessitat de convocar una vaga que visibilitzi específicament les condicions de desigualtat en què ens trobem les dones (…) ” [1]
Si el problema son las huelgas tal y como se han encarado los ultimos años, cabe preguntarse de donde surge pensar que la solución sea convocar sólo a la mitad de la población y no intentar plantearse la razón de esa degeneración de la huelga. Si se trata de recuperar la mejor tradición de huelga donde las mujeres han desempeñado roles clave, vemos al leer a Rosa Luxemburgo, mujer por cierto y revolucionaria, que jamás defiende convocar sólo a los trabajadores asalariados, hombres y mujeres por cierto, sino a toda la clase trabajadora. En su libro Huelga de masas, partido y sindicato dice textualmente, describiendo lo sucedido en Kiev durante la ola de huelgas de 1905:
“A la noche dos delegados de los ferroviarios son detenidos; los huelguistas reclaman su inmediata libertad; ante la negativa que se les opone deciden impedir que los trenes salgan de la ciudad. En la estación todos los huelguistas con sus mujeres y sus hijos se apostan sobre los rieles como una verdadera marea humana. Se amenaza con abrir fuego sobre ellos. Los obreros desnudan sus pechos gritando: «¡Tiren!» Se tira sobre la multitud, hay de treinta a cuarenta muertos, entre los cuales se cuentan mujeres y niños.” [2]
Las huelgas tal y como las planteaban las organizaciones revolucionarias poco tenían que ver con estas huelgas generales que no sirven para nada a las que nos tienen acostumbrados las diversas burocracias sindicales. Tanto en las grandes huelgas de 1905 en Rusia como en la de Haymarket había mujeres tanto en la organización como participando en ellas. Citamos sólo a una gran organizadora y revolucionaria anarquista, mujer, negra, absolutamente desconocida Lucy Parsons, también esposa de uno de los mártires de Chicago [3]. Según este planteamiento, ninguna huelga puede ser efectiva sin una organización total de las y los trabajadores, ocupándose todos de los niños y las personas que necesitan cuidados, recogiendo y distribuyendo para la caja de resistencia y en general organizando la supervivencia. Porque el objetivo primordial es dañar económicamente, de forma muy concreta al Capital. La lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras esta intrínsicamente vinculada a la de sus compañeros de clase, contra la patronal y el Estado y por su completa destrucción.
La idea de hacer una huelga simbólica, para “visibilizar” parece original, pero es relativamente vieja. La primera huelga feminista fue convocada como tal el 26 de agosto de 1970 (en el cincuenta aniversario de la aprobación de la 19 Enmienda que daba el voto a las mujeres en EEUU) por la Organización Nacional para las Mujeres (NOW). Se llamaba a las mujeres a dejar de limpiar y cocinar durante esa jornada como una forma de protestar para denunciar el trabajo doméstico femenino. La idea se atribuye a la histórica fundadora de NOW, Betty Friedan [4], autora de un libro “La mística de la feminidad”, que plantea como causa del malestar de las mujeres el hecho de estar reducidas a ser amas de casa, realidad que sólo se aplicaba a las mujeres blancas de clases más acomodadas que podían permitirse no salir a trabajar. No se sabe cuantas mujeres hicieron huelga ese día, pero la marcha de unas 50.000 mujeres en Nueva York y otros actos en otras ciudades norteamericanas supuso una llamada de atención a los poderes públicos y fue ampliamente recogida por los medios. Los organizadores establecieron tres reivindicaciones para ese día de lucha: derecho al aborto gratuito, igualdad de oportunidades en el acceso al mundo laboral y a la educación y guarderías públicas abiertas 24 horas al día [5].7
50 años después, al preguntarle sobre si la huelga del 8 de marzo había sido un éxito, la Portavoz de la Plataforma Feminista Galega afirmaba que “El éxito no vamos a poder contabilizarlo igual que siempre. No es un movimiento sindical, no somos piquetes al uso porque esto no es solo una huelga laboral. Es un proceso a largo plazo, una carrera de fondo que no se podrá evaluar al día siguiente” [6]. Quizás no podemos evaluar el efecto de esa estrategia de visibilización, pero si podemos valorar el de la huelga por la igualdad del año 1970, ya que compartían objetivos, planteamiento y métodos. En su momento, la movilización puso al movimiento feminista en el mapa, 3 de cada 4 adultos se enteraron de lo que era el movimiento de liberación de la mujer gracias a esa protesta y la afiliación de NOW aumento en un 50% según la revista TIME. La propuesta de NOW (organización íntimamente infiltrada por la CIA y la rama más conservadora del movimiento [7]) era la política de lobbying, la integración de la mujer en un sistema que no tenía que ser destruido, sino meramente reformado. 50 años después, ni el aborto es libre ni es mucho menos gratuito, ni hay igualdad de oportunidades ni hay guarderías en EEUU. Ahora, el acto hizo hegemónica al ala más reformista del feminismo y su visión de la lucha.
La huelga feminista de este año tiene su referente más cercano en la del año pasado, convocada en 50 países de todo el mundo y auspiciada por nombres honorables del universo progresista intelectual internacional como Nancy Fraser o Cinzia Arruzza. Este movimiento proviene a su vez de la Marcha de las Mujeres de enero de ese mismo año, protesta esencialmente demócrata y anti-Trump, que tuvo lugar el día siguiente de su proclamación como presidente de EEUU [8]. No nos engañamos, Trump es uno de los políticos más abierta y despreocupadamente misógino. Pero, ¿cuál no lo es? Si se defienden políticas que atacan los derechos de las mujeres trabajadoras ¿acaso no son machistas, aunque cuiden su lenguaje, aunque sean incluso, como Hillary Clinton, mujeres? Esta tendencia es visible también en nuestro país.
Si en EEUU referentes de la talla de Angela Davis pidieron el voto para Hillary Clinton [9], en nuestro país la indignación por el tema de La Manada se está canalizando hacia las instituciones en una campaña que acabará capitalizando electoralmente el PSOE [10]. Hablando de callejones sin salida…
¿Qué ha pasado para que el grueso del movimiento feminista utilice herramientas “simbólicas” mientras corre detrás de las reivindicaciones de la burguesía, defendiendo mayor rigor en la aplicación de leyes represivas y aumento de penas de cárcel, la mercantilización de cada vez más sectores de nuestra vida, la mayor intervención estatal, la educación como respuesta a todos los males y reniega de la organización de clase, trabajadores y trabajadoras juntos en la defensa de sus intereses?
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Este pasado 8 de marzo por primera vez se convocaba en todo el territorio español una huelga poco convencional. La convocaba, decían los medios de forma poco clara, “el movimiento feminista” coordinado en una plataforma donde colaboran mano a mano desde organizaciones feministas más o menos institucionalizadas, a sindicatos alternativos, organizaciones independentistas, partidos políticos, sindicatos pactistas, etc. Es decir organizaciones provenientes de un amplio espectro ideológico, que solemos encontrarnos una frente a otra, más que reunidas en un frente común.
La propuesta política que ha unido a organizaciones que suelen defender posiciones antagonistas e intercambiar duros ataques en público nace en realidad como Vaga de Totes en el otoño en 2014 en Barcelona, con el objetivo de convocar una huelga feminista el 8 de marzo del año siguiente y de mantener esta convocatoria de forma continuada. Según argumentan en su manifiesto (la negrita es nuestra):
“Davant les diferents mesures i polítiques legals, socials i econòmiques que atempten de forma cada vegada més greu contra els nostres drets, la nostra dignitat i la nostra llibertat, les dones volem reapropiar-nos de la vaga com a eina de lluita, tot recuperant la tradició de les dones que han jugat papers claus en vagues i revoltes històriques. Què vol dir que ens volem reapropiar de la vaga com a eina combativa? Vol dir, en primer lloc, que el format de les vagues generals dels darrers anys no ens serveix, atès que es limita a interpel·lar a un treballador assalariat immers en el mercat laboral reconegut, tot excloent a moltes persones i a molts treballs. Per això ens plantegem la necessitat de convocar una vaga que visibilitzi específicament les condicions de desigualtat en què ens trobem les dones (…) ” [1]
Si el problema son las huelgas tal y como se han encarado los ultimos años, cabe preguntarse de donde surge pensar que la solución sea convocar sólo a la mitad de la población y no intentar plantearse la razón de esa degeneración de la huelga. Si se trata de recuperar la mejor tradición de huelga donde las mujeres han desempeñado roles clave, vemos al leer a Rosa Luxemburgo, mujer por cierto y revolucionaria, que jamás defiende convocar sólo a los trabajadores asalariados, hombres y mujeres por cierto, sino a toda la clase trabajadora. En su libro Huelga de masas, partido y sindicato dice textualmente, describiendo lo sucedido en Kiev durante la ola de huelgas de 1905:
“A la noche dos delegados de los ferroviarios son detenidos; los huelguistas reclaman su inmediata libertad; ante la negativa que se les opone deciden impedir que los trenes salgan de la ciudad. En la estación todos los huelguistas con sus mujeres y sus hijos se apostan sobre los rieles como una verdadera marea humana. Se amenaza con abrir fuego sobre ellos. Los obreros desnudan sus pechos gritando: «¡Tiren!» Se tira sobre la multitud, hay de treinta a cuarenta muertos, entre los cuales se cuentan mujeres y niños.” [2]
Las huelgas tal y como las planteaban las organizaciones revolucionarias poco tenían que ver con estas huelgas generales que no sirven para nada a las que nos tienen acostumbrados las diversas burocracias sindicales. Tanto en las grandes huelgas de 1905 en Rusia como en la de Haymarket había mujeres tanto en la organización como participando en ellas. Citamos sólo a una gran organizadora y revolucionaria anarquista, mujer, negra, absolutamente desconocida Lucy Parsons, también esposa de uno de los mártires de Chicago [3]. Según este planteamiento, ninguna huelga puede ser efectiva sin una organización total de las y los trabajadores, ocupándose todos de los niños y las personas que necesitan cuidados, recogiendo y distribuyendo para la caja de resistencia y en general organizando la supervivencia. Porque el objetivo primordial es dañar económicamente, de forma muy concreta al Capital. La lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras esta intrínsicamente vinculada a la de sus compañeros de clase, contra la patronal y el Estado y por su completa destrucción.
La idea de hacer una huelga simbólica, para “visibilizar” parece original, pero es relativamente vieja. La primera huelga feminista fue convocada como tal el 26 de agosto de 1970 (en el cincuenta aniversario de la aprobación de la 19 Enmienda que daba el voto a las mujeres en EEUU) por la Organización Nacional para las Mujeres (NOW). Se llamaba a las mujeres a dejar de limpiar y cocinar durante esa jornada como una forma de protestar para denunciar el trabajo doméstico femenino. La idea se atribuye a la histórica fundadora de NOW, Betty Friedan [4], autora de un libro “La mística de la feminidad”, que plantea como causa del malestar de las mujeres el hecho de estar reducidas a ser amas de casa, realidad que sólo se aplicaba a las mujeres blancas de clases más acomodadas que podían permitirse no salir a trabajar. No se sabe cuantas mujeres hicieron huelga ese día, pero la marcha de unas 50.000 mujeres en Nueva York y otros actos en otras ciudades norteamericanas supuso una llamada de atención a los poderes públicos y fue ampliamente recogida por los medios. Los organizadores establecieron tres reivindicaciones para ese día de lucha: derecho al aborto gratuito, igualdad de oportunidades en el acceso al mundo laboral y a la educación y guarderías públicas abiertas 24 horas al día [5].7
50 años después, al preguntarle sobre si la huelga del 8 de marzo había sido un éxito, la Portavoz de la Plataforma Feminista Galega afirmaba que “El éxito no vamos a poder contabilizarlo igual que siempre. No es un movimiento sindical, no somos piquetes al uso porque esto no es solo una huelga laboral. Es un proceso a largo plazo, una carrera de fondo que no se podrá evaluar al día siguiente” [6]. Quizás no podemos evaluar el efecto de esa estrategia de visibilización, pero si podemos valorar el de la huelga por la igualdad del año 1970, ya que compartían objetivos, planteamiento y métodos. En su momento, la movilización puso al movimiento feminista en el mapa, 3 de cada 4 adultos se enteraron de lo que era el movimiento de liberación de la mujer gracias a esa protesta y la afiliación de NOW aumento en un 50% según la revista TIME. La propuesta de NOW (organización íntimamente infiltrada por la CIA y la rama más conservadora del movimiento [7]) era la política de lobbying, la integración de la mujer en un sistema que no tenía que ser destruido, sino meramente reformado. 50 años después, ni el aborto es libre ni es mucho menos gratuito, ni hay igualdad de oportunidades ni hay guarderías en EEUU. Ahora, el acto hizo hegemónica al ala más reformista del feminismo y su visión de la lucha.
La huelga feminista de este año tiene su referente más cercano en la del año pasado, convocada en 50 países de todo el mundo y auspiciada por nombres honorables del universo progresista intelectual internacional como Nancy Fraser o Cinzia Arruzza. Este movimiento proviene a su vez de la Marcha de las Mujeres de enero de ese mismo año, protesta esencialmente demócrata y anti-Trump, que tuvo lugar el día siguiente de su proclamación como presidente de EEUU [8]. No nos engañamos, Trump es uno de los políticos más abierta y despreocupadamente misógino. Pero, ¿cuál no lo es? Si se defienden políticas que atacan los derechos de las mujeres trabajadoras ¿acaso no son machistas, aunque cuiden su lenguaje, aunque sean incluso, como Hillary Clinton, mujeres? Esta tendencia es visible también en nuestro país.
Si en EEUU referentes de la talla de Angela Davis pidieron el voto para Hillary Clinton [9], en nuestro país la indignación por el tema de La Manada se está canalizando hacia las instituciones en una campaña que acabará capitalizando electoralmente el PSOE [10]. Hablando de callejones sin salida…
¿Qué ha pasado para que el grueso del movimiento feminista utilice herramientas “simbólicas” mientras corre detrás de las reivindicaciones de la burguesía, defendiendo mayor rigor en la aplicación de leyes represivas y aumento de penas de cárcel, la mercantilización de cada vez más sectores de nuestra vida, la mayor intervención estatal, la educación como respuesta a todos los males y reniega de la organización de clase, trabajadores y trabajadoras juntos en la defensa de sus intereses?
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